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27.2.22

Abusón

 


 

Tras muchos años olvidado, estos días he recordado a Vicente, el grandullón de mi clase que abusaba de todos los alumnos de su curso e inferiores. Incluso se atrevió a amedrentar a los del curso superior.  Un armario de tío, fuerte como un roble, hábil yudoca y boxeador pendenciero que nunca rechazaba una buena pelea. Siempre dispuesto a maltratar a quien consideraba débil solo porque le molestaba no encontrar rival de su nivel. 

 

Durante años sufrimos sus ataques, abusos, broncas y cambios de humor. Todos, salvo un puñado de amigos interesados que le acompañaban en todo momento disfrutando de la sangre derramada por cualquier infeliz que se cruzara en el camino del grandullón. Rodeado por sus cinco amigos con los que les une la pasión por infringir dolor a los demás. Me viene a la memoria un chico enclenque siempre situado a su izquierda, el único a quien escuchaba, le llamábamos Cerebro, era el único que pensaba del grupo. 

 

No recuerdo el día en concreto, ocurrió que Vicente decidió reventar a ostias la cara de su compañero de pupitre porque se negó a ayudarle durante el examen de matemáticas. Le pilló en el recreo y comenzó a pegarle sin piedad, izquierda, derecha, gancho de izquierda y sin dejar que se desplomara al suelo, le propinó una patada en la cara que contorsionó su cuello peligrosamente. Sin previo aviso, una llamada silenciosa de rabia unió a todo el patio, al igual que una manada de búfalos en la sabana africana todos a una cerraron su puños y rodearon al abusón. Todos fuimos conscientes que por separado no teníamos opción de lucha por la fuerza, pero unidos es otra cosa. Terminó mal la tarde para Vicente, Cerebro y sus cuatro amigos. Nunca volvieron al colegio, separaron al grupo que terminó repartido entre varios centros escolares tras la reacción y quejas de los padres de alumnos. 

 

Años después supe que Vicente no terminó sus estudios, conoció la cárcel por delitos con violencia y malvive gracias a los subsidios del Estado para gente sin formación ni recursos. A Cerebro le perdí la pista, habrá sobrevivido junto a otro matón necesitado de su visión estratégica a cambio de fuerza bruta que le defienda.

 

Ordena Putin atacar un país libre y democrático, Ucrania, al que hemos dejado solo militarmente por temor a que las posibles reacciones nucleares escalen un conflicto hasta el límite en el que nos juguemos la vida del planeta y la propia existencia de la raza humana. Estamos con ellos, todos de azul y amarillo, son nuestra primera línea de lucha por la democracia. Les ayudamos, con un poco de retraso, junto con nuestros deseos para que resistan hasta la victoria frente al invasor. 

 

Putin ha enviado soldados para matar y para morir. Sus familias y amigos no se lo van a perdonar. ¿Por qué no lucha él solo sus pelas y nos ahorramos sangre y sufrimiento de inocentes?

 

Nada bueno trae la guerra.

6.2.22

Estoy harto

 


Porque no se puede ser así, tan egoísta siempre, se tiene que hacer lo que tú dices, en el momento que establezcas y de la manera adecuada según tu opinión. Pues ya estoy harto, muy harto. Treinta años así no los aguanta cualquiera, muchos meses bajo tu supervisión caprichosa, demasiados días de opresión bajo la dictadura del "porque lo digo yo". Manuel, no para de pensar en voz alta. Oye el eco de su propia voz rebotando en la pared del final del patio. Mucha casa para solo dos.

 

Muy hijo de su mamá, desde siempre, en el ambiente familiar y patrocinado por sus hermanos mayores se estableció el rol de cuidador de Madre sobre él aunque tiene dos hermanos más pequeños, para todos siempre ha sido el hijo preferido de Madre.

 

La influencia de su progenitora es tan grande que fue espantando una a una a las tres mocosas que se atrevieron a intentar ser novias de su Manuel. —Unas aprovechadas– le repetía cada vez que salía el tema. —Unas muertas de hambre que solo quieren pillar a un inocente con dinero–.

 

Manuel, encargado de las finanzas de su madre, conoce mejor que nadie la escasez de recursos que dispone. Con su pensión y el alquiler del local donde en su día mantuvieron la carnicería que le facilitó la vida a la familia, tienen suficiente para vivir sin estrecheces, nada más.

 

No me líes, madre, siempre con lo mismo. Yo también tengo derecho a tener familia, una esposa que me quiera y un par de hijos. No me repitas que mi familia eres tú, egoísta de mierda. Manuel sigue elevando la voz de sus pensamientos mientras recorre con la fregona la zona más cercana a la puerta del dormitorio materno.

 

Sobre la cama, descansa ella, como esperando que se seque el suelo para levantarse.

 

Manuel recoge la fregona y su cubo y regresa con un rollo de bolsas de basura de tamaño grande, las de cubrir el cubo del jardín. Solo necesita dos bolsas, una de abajo a arriba y la otra en sentido contrario para encontrarse y sobreponerse en el centro. Con una cinta americana cierra el paquete.

 

Ya te digo yo que a partir de hoy será todo diferente, ya es hora de que se me tome en consideración en esta casa. A partir de hoy, se va a hacer lo que diga yo. Ya está bien. Manuel sigue muy enfadado y eso se nota en el tono de su voz que baja hasta el nivel de susurro entre dientes. El nivel de enfado superior, justo el anterior en la escala de cabreo al del uso de la fuerza o del arrebato violento.

 

Carga el pesado paquete en el maletero de su camioneta. La oscuridad de la noche la corta el haz de luz de su furgoneta avanzando por el irregular camino de tierra entre los pinares que rodean el lago artificial creado por la presa hidroeléctrica de la comarca. 


La piedra del diablo es un peñasco que sobresale en la orilla sur del lago, justo por encima de un antiguo desnivel profundo que se inundó en cuanto se terminó la obra de ingeniería. Calcula que tendrá unos treinta metros de profundidad el agua en la orilla del diablo. 

 

Un paquete plastificado cae lastrado por una red llena de piedras desde lo alto del peñasco.

 

A ver si ahora te callas, madre. Manuel regresa a casa con una extraña sensación de libertad. Se quita un peso enorme, matar a su peor diablo es como volver a nacer.

 

De regreso a casa, sus silbidos delatan su alegría.

 

–¿Has enterrado ya al perro? –pregunta su madre desde la cocina.

–Sí, madre. Tal y como tú ordenaste.

 


30.1.22

La espera

 


 

 

Al atardecer, todos los días se abren las cortinas de la ventana del tercer piso. Una mirada se asoma tras el cristal cerrado que solo se atreve a abrir durante los meses de verano, ahora, en esta época se cobija tras el vidrio y al resguardo del calor emitido por el radiador de hierro situado a la altura de sus piernas. 

 

Su mirada rodeada de surcos labrados durante toda su vida junto a Concha dibujan una sonrisa en toda su cara. Expresa toda la felicidad que ha encontrado en la vida junto a su amada. 

 

Las obligaciones de las mañanas le llenan su existencia, recorre en cortos e inseguros pasos el centenar de metros que le separan de su panadería y en el camino suele visitar la frutería de Ahmed, un sirio muy afable que le trata con un respeto ya no encontrado en estas latitudes con sus ancianos.

 

Las tardes se le atragantan salvo los escasos días que recibe la visita de su hija Amparo. Los días pasan con la rutina que le ayuda a sobrevivir sin pensar, en cuanto cae el sol se asoma durante un buen rato a divisar su calle. Una acogedora penumbra le abraza mientras de fondo su programa de radio vespertino le acompaña en su soledad.

 

Un día de estos, Concha regresará, él solo espera preparado para recuperar su ritmo alegre. Ella que nunca calla le contará todo lo que ha ocurrido durante estos meses en el hospital. Aún no ha conseguido el permiso para poder visitarla, que si es peligroso, que con la que está cayendo, que si este virus y muchas otras excusas faltas de convencimiento. Sabe que él sin Concha no es el mismo e intuye que ella inconsciente y a su manera, le está esperando. Pasan las semanas y el brillo de esperanza se mantiene en su mirada mientras espera divisar a la ambulancia que se la devolverá.

 

Termina su programa de radio con las señales horarias, la cortina se cierra. Hasta mañana, Concha, a ver si nos quitan las prohibiciones y puedo ir a recogerte para volver juntos a casa. La rutina también marca el orden de sus pensamientos. La esperanza es lo último que se pierde. 

 

Nuevos surcos horizontales aparecen junto a sus ojos dibujando una nueva cara. La de la paciencia. 

23.1.22

El despertar de Mario

 


Mario se despierta con un sobresalto que le deja aturdido en ese estado intermedio entre la somnolencia y la vida. No tiene claro si sus primeros pensamientos son reales o una prolongación de su sueño. Desconoce el tiempo que ha dormido, por el dolor de espalda y el cómo nota sus articulaciones han debido de ser más de siete horas. Raramente consigue dormir por encima de las seis horas, siempre ha sido de mal dormir. Su sueño habitual es reparador, profundo y corto, los médicos lo definían como mal dormir, él en cambio, prefiere definirlo como un sueño reparador con una duración inferior a lo que se considera normal.

 

Hoy es de esos raros días que su cuerpo se queja por haber descansado de más. Se despereza en la cama lentamente, necesita evacuar líquidos lo que le obliga a incorporarse hasta sentarse al borde de la cama. No localiza sus zapatillas en el suelo, sus pies desnudos cuelgan del lateral de la cama sin llegar a tocar el suelo. Descubre que en lugar de su pijama de algodón fino, tiene las piernas al aire. La camisa que lleva puesta a penas cubre su entrepierna que asoma orgullosa enfocando a la ventana por su reacción mañanera al despertar.

 

Salta para cubrir la distancia de unos centímetros que separan sus pies del frío suelo que no consigue reconocer ni por su color ni por su composición. El contraste de temperatura consigue varios efectos, su consciencia regresa de golpe, al mismo ritmo que pierde consistencia su erección mañanera. Se rasca su nalga derecha marcando sus largas uñas unos pequeños surcos en la piel que se diluyen con rapidez. Tanto gusto siente con ese rascado que su otra mano completa el gesto en la otra nalga. Nunca un gesto tan simple provoca tanto bienestar en una persona. 

 

No reconoce la habitación. Inicia la marcha hacia el baño con movimientos torpes y robotizados.

 

Parece que me he olvidado de andar, mucho he dormido. Un par de minutos tarda hasta que consigue enfrentarse a la taza del servicio, mientras alivia su vejiga su afán de rascado se traslada a su cabeza. A dos manos frota y mueve toda la superficie de su cabellera obteniendo un placer similar al de antes con sus nalgas. 

 

Abre el grifo de la ducha y el primer chorro que le cae está helado, no ha tenido reflejos suficientes para evitar recibir esa descarga de pleno. No le viene mal para espabilarse del todo. No localiza la toalla de baño y termina utilizando la que cuelga junto al lavabo. El espejo le devuelve la imagen de una persona desaliñada, pelo largo, descuidado, barba con zonas canosas con una longitud que le hace calcular que hace un par de semanas que no se ha afeitado.

 

Una mujer menuda, de anchas caderas y pelo rubio teñido entra en el baño haciendo aspavientos y gritando. Su voz aguda atraviesa el cerebro a Mario. No conoce a esta mujer y no sabe qué está haciendo en su baño. Mario oye sin escuchar y mira sin ver, desnudo y aún húmedo tras la ducha desanda el camino hasta su cama seguido por la gritona. Se arropa y se vuelve a dormir en un sueño reparador.

 

Al instante, alarmados por los gritos de la rubia, acuden un médico, otra auxiliar y un enfermero. Toman la temperatura, reconocen a Mario, intentan despertarlo sin éxito. Tres semanas antes, ocurrió un hecho inexplicable para los facultativos, el enfermo de la 502 apareció desnudo y mojado en la cama. Nadie pudo comprender quién había desnudado y duchado al enfermo en coma.

 

Trasladan a Mario a cuidados intensivos con la esperanza de que vuelva a despertar y así poder reaccionar a tiempo, sus constantes vitales se mantienen en niveles mínimos constantes. El sueño profundo lleva al habitual turno de erecciones involuntarias intermitentes. El ascenso de las sábanas bajo la cintura de Mario es motivo de comentarios y atracción para más de una trabajadora de la planta. Mario El mástil es el residente más visitado, cada vez que alza su fuerza una legión de curiosas acude a revisar al enfermo. 

 

Todos lo que leen cuentos saben que besar a la rana despierta al príncipe. Es cosa de tiempo.

24.12.21

Por joder

 


Yolanda es muy de joder, lo tiene dibujado en la cara. –Tiene guiño– dicen las viejas vecinas del portal cuando se cruzan con ella, una vez que se han asegurado de que no las puede escuchar. Yolanda tiene ojos diminutos, separados y escondidos tras unas gafas de pasta negras pasadas de moda desde hace más de un lustro. Tampoco es Yolanda muy de gastar, estira la ropa hasta el límite del tinte oscuro de los hilos de sus prendas. 
 
El desgaste de su ropa se disimula al vestir siempre de negro o de grises muy oscuros. –El color negro estiliza la figura– le cuenta a su hija treintañera que vive con ella por falta de novio que la soporte.
 
El As de picas y La moscorrofio, los motes con los que bautizó, muy acertadamente, el conserje a madre e hija del cuarto A. Una siempre de negro con pantalones incapaces de tapar su enorme culo y sus cortas piernas; sus hombros estrechos y su cabeza pequeña dibujan el perfil completo de un mote muy bien traído. La otra, igual pero en versión joven. Lo que era un físico admisible hace cuarenta y cinco años en el pueblo ya no lo es tanto en la época actual en la capital. Ni el más desesperado soltero es capaz de parar su mirada en semejante adefesio. La pobre hija, fea como Betty la de la serie de televisión de finales del siglo XX también ha heredado la mala leche y el hablar cortante de Yolanda.
 
Ella es muy de joder, y se nota. La semana pasada, ambas, madre e hija, decidieron ponerse sus tacones para moverse por la casa. Al pobre Andrés, vecino del tercero A se le ocurrió tocar el piano el pasado viernes para celebrar la visita de su nieto Alejandro, un virtuoso del violín. Ambos disfrutaron interpretando un concierto con obras de Mozart y Haydn. Abuelo y nieto en perfecta sintonía. Varios de los vecinos aprovecharon apagando sus radios y televisores, bajando la intensidad de las luces para disfrutar de cada acorde del sonido envolvente que recorría el patio interior de la finca. 
 
A las Yolanda, madre e hija, les molestó la música porque no les dejaba oír bien su serial turco de la tele. Podían haber subido un poco el volumen de la televisión, pero son de la opinión que si se sube gasta más luz y eso es sinónimo de tirar el dinero. Un razonamiento muy en la línea del nivel de su intelecto.
 
Solo por joder, se pusieron tacones. Mala idea, Yoli, mala idea, llevabas veinte años sin calzarte en altura y tus juanetes echan de menos los zapatos de monja con plantillas que utilizas a diario. Resultado, un dolor de pies horroroso, paralizante y atroz que le sube por toda la columna hasta anidar en su hipotálamo criando una migraña. 
 
Prepara la cena, dos tortillas francesas y un poco de jamón de york, subida en sus siete centímetros de desnivel. Una tortura que tras todo el día jodiendo se convierte en un dolor tan horrible que decide concederse un descanso.
 
Recorre el pasillo hasta su habitación con pasos cortos y apresurados. Necesita sus pantuflas de casa, mata por calmar ese dolor. Se sonríe pensando en la desesperación de Andrés.
 
–Así aprendes la lección y no vuelves a molestarme a la hora de la serie con tu música antigua– ­ piensa Yolanda mientras se descalza lanzado un suspiro de satisfacción.
 
A esa misma hora, Andrés atraviesa el portal de la finca tirando de su maleta con ruedas. Tras una semana de vacaciones con su nieto en Praga y Viena donde has asistido a dos conciertos de cámara en las capitales de la música.
 

18.12.21

Turnos en Navidad

 


 

Para empezar, un veinticinco de noviembre, por primera vez en los últimos siete años, Miguel dijo que no.

 

–¿No? –replicaron a dúo sus compañeras.

–Este año, no, lo siento, yo también tengo derecho.

–Pues a ver cómo lo hacemos –reflexiona Arancha.

–Vosotras veréis pero conmigo no contéis.

–¿A que se debe este cambio, si a ti nunca te ha interesado la Navidad? –Insiste Consuelo.

–Creo que no tengo por qué dar explicaciones. Estoy en mi derecho, y como el año pasado me tocó a mi trabajar esos días, estoy exento para este. Os lo aviso con tiempo para que os podáis organizar.

 

Arancha y Consuelo se miran sorprendidas mientras en sus cerebros se multiplican las cábalas y deseos.

 

Cerebro de Arancha: Pues este año, nochebuena toca en mi casa, vienen mis padres, mi hermano Luis, la pesada de mi cuñada con sus insufribles niñas gemelas. Que por cierto no tienen ningún parecido con mi hermano, a ver si mis sospechas de antaño se confirman y son el resultado de un desliz de la paticorta esta. Claro que para eso debió encontrar un sosipollas como mi hermano y de estos no abundan. ¿Y cómo lo hacen? Si se pone a cuatro le queda todo muy bajo para el larguirucho de Luis, usarán cojines para elevar sus rodillas, mejor se pondrá de espaldas, ¿y verle esa cara de morsa? por mucho que le gusten a Luis los animales, no me lo imagino. Tumbada de espadas. Ayer cuando me tumbé mi vista fue directa a la lámpara del techo la habitación, tenemos que cambiarla se ha quedado antigua y muy fea, además da demasiada luz y no luce el color pastel de las cortinas esas tan monas que compramos en la primavera. No me gusta, a ver cómo se lo digo yo a este porque esa lámpara fue un regalo de su abuela. Para la cena creo que lo mejor va a ser asar un pavo, como los americanos, y tengo que encargarlo con tiempo para que no se me complique luego. Joder con Miguel, qué lío nos ha montado.

 

Cerebro de Consuelo: Ostias, ¡qué buena oportunidad para librarme de la cena familiar en casa de mi hermana!, mira que me jode tener que ir sonriendo todos los años para contener las ganas de contestar a la suegra de mi hermana que para cuándo voy a tener novio, que se me pasa el arroz o que si me gustan las mujeres. Soportar las miradas llenas de intención de mi cuñado, llenarme de paciencia con los pesados y ruidosos de mis sobrinos; y no tener ni un minuto tranquilas para poder charlar entre las hermanas para terminar conjurándonos para vernos un día de estos y estar tranquilas. La nochebuena de mierda de todos los años. Por una vez me vendría bien, mira que odio la navidad y todo lo que trae. Juntarse y ser felices por obligación cuando lo que de verdad me apetece es descansar tranquila, sentarme a leer y disfrutar de esa paz que se consigue solo cuando vives sola. Otra cosa es ponérselo fácil a la bruja de Arancha que va a pretender sacar ventaja de su situación familiar como si eso tuviera algún derecho escrito. Y Miguel mirándonos con esa media sonrisa de sorna que usa cuando se lo está pasando muy bien. Que no se me olvide que esta tarde debo pasarme por los grandes almacenes que hay ofertas de toallas y me gustaría cambiar un juego que ha cogido olor a húmedo, mira que tengo cuidado y nada, siempre me pasa lo mismo. Me dan una ganas de abofetear a Miguel y quitarle esa sonrisita. Menuda has liado, cabrón.

 

Cerebro de Miguel: nada.

 

–Consuelo, ¿qué opinas? – rompe el hielo Arancha.

–Pues no sé. No lo había pensado hasta ahora. Desde que entré a trabajar aquí, siempre se encargó Miguel.

–Lo normal es que se elija por antigüedad en la empresa –se anticipa Arancha quien pone en valor el estar en plantilla desde que se abrió el centro.

–No hay nada escrito que lo fije –se mete en la conversación Miguel.

–Antes de la antigüedad tiene prioridad el rango profesional –indica Consuelo al saberse ella con mayor nivel que sus compañeros.

–Lo único que está claro es que al haber sido yo el que realizó la guardia de Navidad el año pasado, estoy exento este. –Miguel quiere salirse de esto.

–No hay nada escrito que indique lo que estás diciendo, Miguel –Consuelo, saca el rango.

–¿Y hay algo escrito que regule cómo se asigna la guardia? –Arancha comienza a temerse lo peor –Podemos sortearlo entre los tres.

–La norma de la empresa dice que el responsable de departamento es el encargado de fijar los turnos de guardia de cada mes y no veo el por qué debe existir diferencia entre los diferentes meses. Luego la guardia de Navidad le tocará al que por turno de festivo le corresponda. No hay sorteo, ni mandangas –Consuelo saca galones.

 

El silencio se impone en la sala, los cerebros de los tres repasan mentalmente el orden de los turnos.

 

Cerebro de Arancha: Mierda, me toca a mí, el día uno de noviembre le tocó a Miguel y el nueve de noviembre a mí. Luego el seis de diciembre le tocará a Consuelo y el ocho a Miguel. Pero la Navidad es especial.

 

Cerebro de Miguel: Esta vez me libro, solo faltaba que me hubiera tocado de nuevo. Pero mira la jodida de Consuelo que no me quería librar este año después de haber sido yo voluntario durante varios años.

 

Cerebro de Consuelo: Piensa, piensa.

 

–Lo justo sería librar a Miguel este año del turno de Navidad ya que el año pasado le tocó porque se prestó voluntario y me lo cambió a mi. –Consuelo indica.

 

Miguel asiente agradecido aunque sospecha que la bondad expresada por Consuelo tiene mucho de calculada al comprobar que no le tocaba, por turno, a él. Le queda la duda de qué hubiera pasado si por turno le correspondiera a él.

 

»–Por turno te toca a ti, Arancha.

 

–Lo sé, pero es un día muy importante para mi familia y vienen todos a mi casa por nochebuena.

–Estamos hablando del turno de Navidad, no del veinticuatro. –Recuerda Consuelo.

–Por eso, cenaremos y nos acostaremos tarde. El veinticinco es un día de mucho trabajo y no es buena idea venir cansada.

–Ya, pero te toca.

–Estoy de acuerdo con librar a Miguel, ya bastante ha hecho él todos estos años. ¿El día de año nuevo?

–Me toca a mí –recuerda Consuelo –y ese sí que es un día de muchísimo trabajo.

–Podíamos cambiar las guardias entre nosotras. Yo hago año nuevo y a cambio, tú haces Navidad –propone Arancha.

 

Cerebro de Consuelo: Si vengo en Navidad tengo la excusa perfecta para librarme de la familia de mi hermana y un año que gano porque a sus suegros no los volveré a ver en doce meses y al mirón de mi cuñado hasta verano es difícil. En el fondo me da igual.

 

–Pues mira, me viene mal, la verdad, tengo planes y ya me organicé para trabajar en fin de año.

–Pero si estás soltera y sin hijos.

–Tengo el mismo derecho que una madre de familia. Tener pareja e hijos no veo que sea prioritario. Además las normas de la empresa son claras y no se prioriza en función de la edad de los hijos, tener familia o pareja. Te toca a ti, Arancha. No le des más vueltas. Venga a trabajar, que tenemos mucho tajo hoy.

 

A media mañana, Miguel se acerca a Consuelo.

 

–¿Y qué te cuesta? Los dos sabemos que hasta te vendría bien trabajar en Navidad.

 

Miguel recibe una sonrisa enigmática como respuesta. Consuelo sigue concentrada en su trabajo.

 

–Se lo cambiaré yo, entonces. Por el día de Reyes.

 

Consuelo centra toda su atención en Miguel. 

 

–¿Qué?, ¿que vas a hacer qué?

–Tía, me da pena. Sé que puede llegar a ser un poco pesada, pero los dos sabemos lo importante que es para Arancha la nochebuena en familia, aunque después termine de los nervios con su cuñada.

–Habíamos hecho planes...

–Lo podemos cambiar a fin de año, no me importa. Pasar la noche con tu hermana y su familia no es mi idea de un buen plan.

–No se puede notar que estamos juntos, Miguel.

11.12.21

Cambio de imagen

 


 

A Miguel superar los cincuenta no le supuso un problema, mantiene su tono muscular gracias a sus visitas habituales al gimnasio y cuida su alimentación. Por ello le calculan siempre unos años menos.

 

Soltero empedernido desde hace ocho años, cuando Concha, su novia de toda la vida decidió cambiar de vida, dejar el barrio, mejorar su imagen, viajar en coche, hablar con acento cantarín para vivir en un chalé adosado a las afueras de un población exclusiva a unos veinte kilómetros de la ciudad. Descubrió el amor en su jefe, un directivo sin alma al que solo le interesaban los resultados y las piernas de Concha.

 

Miguel, se mantiene fiel a su estilo, vive en el barrio, en un apartamento sin lujos dentro de una urbanización que originariamente era militar. Un piso luminoso, bien comunicado, céntrico y una cama grande perfecta para el combate. Se mantiene fiel, desde los veinte años, a su larga melena limpia, cuidada y, por lo general, recogida en una coleta.

 

A sus compañeras de amor las conoce a través de una aplicación móvil pensada inicialmente para encontrar pareja y utilizada masivamente para localizar sexo olvidando el cortejo e incluso el conocimiento entre las personas. Conectas para lo que conectas, nadie se lleva a engaño. Para un soltero, esa aplicación es el mejor aliado.

 

Sus dos últimas citas le comentaron que parecía mayor que en su foto de perfil. Las canas se le multiplican mes a mes, nacieron en las patillas extendiendo la plaga por toda la cabeza de manera irremediable. Su coleta morena de antaño, va tomando un color silver fox propio de los visones plateados. Sumando años a su apariencia.

 

La mujer de su última cita, cuyo nombre no logra recordar, se negó a subir a su casa porque no estaba dispuesta a acostarse con un hombre que le recordara a su padre.

 

Miguel tras sus últimos tropiezos amatorios, decide poner remedio con su imagen. Acude a la peluquería de siempre y tras una breve conversación donde la sorpresa inicial de su barbero se reflejaba en su cara, los mechones de pelo comienzan a caer al suelo a medida que primero las tijeras y luego la maquinilla, efectúan el milagro de la apariencia de la edad. 

 

Con un nuevo peinado, esta vez muy corto, Miguel vuelve a aparentar unos cuarenta y cinco, algo asumible por las consumidoras de la aplicación que fijan esa edad como límite para elegir pareja ocasional. A partir de los cuarenta y cinco, ya te consideran viejo y tendría que cambiarse a otra aplicación donde el público es más desinhibido y con mayor edad media. No se siente preparado para ello. No quiere ni imaginarse que una loba de sesenta y tres años quede con él para dejarle seco. Una vez, por error, quedó con una granny, la experiencia fue sorprendentemente positiva y durante varios días se sintió muy satisfecho, algunos días más de los que le duró el dolor de pito después de tanto uso. 

 

Aún así, cuando fija tramos de edad en sus búsquedas, siempre alrededor de los cuarenta, en su opinión, la mejor edad de la mujer. Esa edad donde encontrarse con un hombre de cuarenta y cinco es admisible e incluso recomendable.

 

El frío sol de otoño ilumina su rostro, sin llegar a calentar. La pérdida de volumen en su peinado le hace notar las bajas temperaturas. Su paseo bajando la acera se entretiene comprobando su reflejo en cada escaparate de la calle más comercial del barrio.

 

El último local está con las luces apagadas, se trata de un restaurante que abre más tarde. Al tener el fondo oscuro, el escaparate es un espejo perfecto. Peina con su mano su pelo rapado al estilo militar, sorprendido de su imagen. Cuerpo cuidado, pelo limpio y corto, sonrisa amplia. El reflejo también indica que un coche para en el borde de la calzada, descendiendo un hombre de él. En dos pasos se para a su espalda, apenas se le puede reconocer tras las gafas de sol negras y la gorra de béisbol. 

 

Dos disparos a bocajarro en la nuca terminan con el paseo de Miguel mientras el coche acelera en dirección a la carretera de circunvalación justo en el momento que cruza la calle Antonio, vecino de Miguel. Pelo corto, tono muscular y andares pausados. Antonio, militar de formación, es agente de contra espionaje con varios casos bien resueltos para la seguridad de su país. En las últimas semanas está siguiendo a varios agentes de una potencia militar creciente con intereses en nuestro país.

 

Corre a socorrer al herido de muerte al que tarda en reconocer por su cambio de imagen. Ambos tienen un aire semejante, podrían pasar por hermanos. 


Miguel nota que la oscuridad se hace dueña de todo, escucha de fondo el timbre de la sirena que anuncia a la ambulancia que viene a socorrerle, llegará tarde, muy tarde.


Las noticias de radio, prensa y televisión dedicarán unos minutos a describir cómo ha sido asesinado un militar a la puerta de su domicilio. La Seguridad Nacional aprovecha la confusión del asesino para blindar a su agente. Una vida por otra.

20.11.21

El viajero

 


Diez de la noche, en el exterior fuertes vientos racheados y nieve, mucha nieve. Otra tormenta de esas a las que bautizan, esta vez han elegido un nombre bíblico que nada bueno presagia, Barrabás. Tres días con un clima propio del polo norte algo inusual y que por mucho que nos avisen siempre nos pilla desprevenidos a los madrileños, ya sean gobernantes o ciudadanos de a pie.

 

Cristóbal huyó de su vida desesperado por las deudas, la falta de trabajo y de oportunidades. Decidir ir a vivir a la calle emocionalmente es desgarrador, cuando no tienes nada y te invade la sensación de que eres un inútil para la sociedad. De apariencia normal, no llama la atención, estatura media, moreno con alguna cana salpicando de plata su peinado sobre las orejas y vestido con un traje digno y cuidado. Eligió el aeropuerto porque considera que es un lugar digno y limpio, mucho mejor que vivir en la puta calle. Vestido con su traje pasa por ser un viajero más. 

 

Aprovecha esta hora antes de que pase el turno de limpieza para buscar su sustento entre los desperdicios de los restaurantes de comida rápida del aeropuerto. Con mucha precaución para no mancharse quiere mantenerse limpio y decoroso en la esperanza de que la vida le otorgue una oportunidad. Ha adquirido experiencia en encontrar sobrantes de comida tirada por la precipitación ante el aviso de salida de un vuelo. 

 

Las condiciones del temporal han cerrado el aeropuerto reduciendo al mínimo el número de personas que acuden al mismo para salir de viaje. Eso se nota en su recolecta, se tiene que conformar con unas pocas patatas fritas frías y gomosas regadas con un sobre de tomate concentrado que ha encontrado intacto.

 

Cristóbal se mueve arrastrando una maleta pequeña con ruedas, del tamaño permitido para subir a bordo en cabina. Es un viajero más. Y eso es lo que pretende, aparentar ser un viajero que se ha quedado pendiente de que reabran el aeropuerto para continuar con su vida. Con su traje en buenas condiciones y un cuidado aspecto y aseo personal pasa pacientemente el tiempo cómodamente sentado en un área de descanso apartada del poco bullicio de la terminal. 

 

Tres veces al día dedica una hora a pasear, un poco de ejercicio le viene bien para su salud y para su entretenimiento. Recorre los inmensos pasillos, mira con curiosidad las tiendas, vacías por la falta de clientes. Se perfuma cada día con la muestra de cortesía de lo que fue, en otra vida, su colonia preferida. Los pocos habitantes de la terminal ya se conocen de vista, tres días coincidiendo convierten un cuerpo en un ser humano con cara y ojos. 

 

Reconoce a varios indigentes que han preferido ir al aeropuerto antes que al albergue que ofrece el ayuntamiento. Eligieron libertad antes que comodidad. Arrastran consigo grandes bultos con sus pertenencias utilizando un carro de los cientos disponibles para transportar las maletas. Bajo los bultos, una colección de cajas de cartón, su colchón de cada noche. 

 

Esta noche el servicio de vigilancia de los escáner previos al acceso a la zona de embarque está descuidado. La ausencia de vuelos programados y las muchas dificultades para acceder por carretera a la terminal han disminuido la plantilla efectiva del turno nocturno de seguridad. Varios de los trabajadores en la seguridad no han podido acceder a su turno dejando el acceso con una mínima dotación. Cristóbal aprovecha su oportunidad en un momento de descuido y accede con prudencia, despacio y evitando llamar la atención, a la zona de embarque. Donde solo es posible acceder con una tarjeta de embarque. 

 

Una vez alcanzada la zona comercial, le llama la atención el gran número de personas que se han quedado atrapadas en sus conexiones de vuelo, familias durmiendo entre sus maletas, vestimentas de varias culturas, saris propios de las mujeres de la india, delicadas túnicas árabes, trajes con cortes diferentes a los occidentales. Una representación en pequeño del mundo. 

 

Para no llamar la atención decide que lo mejor es hacer lo mismo que todos, dormir y descansar. Elige dos asientos vacíos unidos que junto con la mesilla auxiliar que está a continuación le proporcionan una cama decente.

 

Cinco y media de la mañana, cuarto día de aislamiento. La tormenta remite dejando paso a una fina lluvia que perfora con cada gota la nieve acumulada en el suelo. Eso ayuda y si la temperatura se mantiene por encima de cuatro grados el riesgo de helada se difumina y la recuperación de la movilidad será mucho más rápida.

 

Un ruido seco y constante del exterior despierta a Cristóbal. Grandes máquinas quitanieves trabajan limpiando una de las pistas con la idea de abrir el tráfico cuanto antes. Poco a poco la vida regresa a la terminal, los abandonados de las inclemencias se desperezan, recomponen sus ropas y aprovechan para asearse en alguno de los numerosos baños existentes.

 

El amanecer clarea tras las colinas al fondo del valle, la lluvia termina su paso y comienza a dibujarse un cielo claro con un sol anhelado por todos tras varios días de oscuridad.

 

Siete y cinco de la mañana. El caos se siembra, los grandes ventanales entre las puertas H12 y H14 vuelan por los aires tras la explosión de un camión cisterna que comenzaba su labor de repostaje a un Airbus estacionado en esta última puerta. El camión y la nave se ven envueltos en una enorme bola de fuego. 

 

Cristóbal sale del baño en ese momento y no consigue reaccionar. El tiempo, que tan veloz corre, arrastra esos segundos dilatando la secuencia de lo que ocurre, Cristóbal ve la muerte cómo avanza hacia él en forma de multitud de diminutos trozos de vidrio, algunos del tamaño de cuchillos que vuelan en todas las direcciones segando la vida de cuanto alcanza. La onda expansiva le alcanza antes que la lluvia de vidrio, empujándole hacia atrás y permitiendo que la puerta oscilante se cierre en el momento justo para salvarle de la lluvia de cristales punzantes. 

 

Veinte segundos después, el tiempo recupera su ritmo habitual mientras sus aceleradas pulsaciones le golpean las sienes. Reacciona y sale del baño en dirección a la zona del desastre. Cuerpos sangrantes, alguno gimiente llenan de dolor y desolación donde hasta un minuto antes había vida, paciencia y esperanza por una pronta salida de los vuelos. Busca entre los cuerpos a quien ayudar. Primero atiende a una mujer con rasgos latinos que había elegido ropa deportiva de algodón para dormir, no le encuentra el pulso. Está atravesada por un trozo de ventana del tamaño de una jabalina olímpica. Junto a ella, otra persona inmóvil tras haberle aplastado la cabeza una pantalla de gran tamaño que había volado más de veinte metros. Detecta a un hombre moreno que se mueve y se acerca a socorrerle. Encuentra la mirada profunda de quien se despide de la vida, poco puede hacer por él, agoniza y lo único que le puede dar es el consuelo de una mano amiga que llene de humanidad su despedida. La tensión se relaja y nota que los cinco dedos del pobre hombre caen liberando la presión de la mano de Cristóbal.

 

Otros supervivientes reaccionan socorriendo a las víctimas. Cristóbal se mantiene junto al hombre, sin llegar a soltar su mano. Una relación personal que duró poco más de un minuto, suficiente para notar el agradecimiento de este hombre por no irse en soledad. 

 

Un borde de papel asomado al bolsillo interior de la cazadora del fallecido llama la atención a Cristóbal, la tarjeta de embarque junto con su pasaporte de los Estados Unidos Mexicanos. Tomás Grande Ruiz de nombre. Físicamente son parecidos, prácticamente de la misma edad, semejante estatura y aún siendo más delgado no les debe separar más de cinco kilos. 

 

La vida surge entre los escombros del caos, una oportunidad nace. La cartera de Cristóbal se pierde en el bolsillo del fallecido. Aparecen las primeras personas de ayuda a la emergencia, policías y equipos médicos. El nuevo Tomás se aleja del caos con una nueva maleta y camino a una nueva vida. Se confía a una suerte que hasta ahora le era esquiva, una nueva identidad, un nuevo país, una nueva vida.

 

Buen viaje, Tomás.

12.11.21

Los inconformes

 


Miguel se despierta cada mañana con el breve rumor que provoca el encendido del BMW del nuevo vecino. Puntual como cada día laborable a las seis y cuarto sube a su coche, conduce con cuidado respetando el descanso de los vecinos de la urbanización El Valle situada en una zona privilegiada junto al lago a los pies de la montaña. En coche es una hora de viaje, si no hay tráfico que lo retrase, hasta el centro de la ciudad.


Se despereza mientras levanta la persiana y abre la ventana renovando el cargado aire de su habitación. Huele a hormonas activas con veinte primaveras, las mismas que dirigen su vida a trompicones y que le distraen en las clases en la universidad. Demasiadas mujeres como para centrarse. Las luces en casa del vecino comienzan a tomar vida, es la señal que se ha marcado para apagar las suyas y permanecer quieto en la oscuridad, el premio de cada mañana va a suceder. Desde que se mudaron los nuevos vecinos hace cuatro meses, ninguna mañana de día laborable falla a su cita Gloria, la vecina vikinga, rubia, delgada con piernas largas y curvas perfectas, cruza su estancia en dirección al baño con su elegante y atractivo desnudo. Exagera el movimiento de sus caderas en un gesto inconsciente al sentirse observada. Apenas cuarenta segundos de desfile son suficientes para alegrar la vista a Miguel. Tras el desfile inicia su rutina de aseo previo a un desayuno precipitado y sale en coche en dirección a la universidad.


Gloria y Evan se presentaron a todos los vecinos de la urbanización el día que compraron la casa que perteneció a la duquesa de Morillo. Al fallecer, sus hijos decidieron repartirse la herencia y poner en venta la casa de la sierra donde residía la madre huyendo del calor durante los meses del verano. Era una mujer agradable y muy buena vecina, siempre tenia tiempo para conversar con los demás demostrando una capacidad de escucha y empatía por la que era muy bien valorada. Se fue a los noventa años aparentando sus perpetuos diez menos, tal era su vitalidad y nervio que la mantuvieron muy activa hasta el último día. El acento teutón de Evan y la imagen de Gloria hizo que les bautizaran en la comunidad como los alemanes. Educados y modernos, matrimonio joven con una hija de dieciséis años. Imagen de triunfadores, él directivo de una multinacional sueca líder en aeronáutica y ella aparentemente se encarga de la casa, realmente su actividad, desconocida para sus vecinos, es comunicadora “influencer” en redes sociales fundamentalmente para los países nórdicos, disfruta de gran éxito en Suecia y Dinamarca. 

 

Miguel antes de arrancar su Ford Fiesta de segunda mano echa un vistazo a la casa de los vecinos, intuye que le observan sin que sea capaz de determinar desde qué ventana lo hacen. Tiene unos tres cuartos de hora hasta la facultad de derecho, antes pasará por el pueblo vecino para recoger a Arturo, su compañero de estudios y viajes diarios.

 

Gloria observa a Miguel desde la pantalla del circuito cerrado de televisión que controla el perímetro de su terreno, varias cámaras cuidan de la seguridad de la familia. Le gusta ver cómo la curiosidad del vecino repasa toda la fachada de su propiedad. Se sonríe al recordar su paseo provocador de cada mañana, sabe que la observa y nota sus miradas de deseo cada vez que coinciden en el exterior. Es un amor. Enciende su sistema de climatización para atemperar su estancia de trabajo, necesita justo el tiempo que tarda en ayudar a Linda repasando que no olvida nada de lo necesario para el día en el colegio; en pocos minutos la ruta pasará a por ella y no regresará hasta eso de las seis de la tarde. Una vez parte Linda hacia su colegio irlandés, regresa a su zona de trabajo que ya ha alcanzado la temperatura con la que ella se encuentra confortable para desarrollar su trabajo. Enciende sus cámaras y prepara su nueva emisión en directo de su canal en YouTube. Cuida a sus millares de seguidores tratando de desvelar cada día un truco para desentrañar el complejo mundo de la ingeniería química para mejorar el planeta. Tiene experiencia y una ventaja extraordinaria sobre sus seguidores, ella y su familia son parte de los veinte privilegiados del club+2, un minoritario y selecto grupo de elegidos nacidos dos siglos más adelante. Pertenecen al siglo XXIII. 

 

En el año 2.210 la humanidad se enfrenta a un dilema que pone en peligro su existencia como especie, la reproducción humana poco a poco se delegó a la Inteligencia Artificial para determinar las mejores combinaciones genéticas posibles y establecer las uniones en función de los parámetros de éxito con mayor probabilidad. La Inteligencia Artificial como toda herramienta basada en los datos, depende de estos para la toma de decisiones. La clase dominante controla la generación de datos, reduciendo las estadísticas a los referidos por el grupo dominante, olvidando el resto de la humanidad. Esta búsqueda de la excelencia genética limitando la muestra a un pequeño grupo, reduce peligrosamente la variedad cromosómica llegando la humanidad a un punto de caída preocupante de la natalidad. La mayor parte de los nacimientos resultan ser inviables entre otras razones por la alta tasa de similitud cromosómica entre los reproductores elegidos. En definitiva, eligen a los reproductores entre familiares y asociados cercanos del mismo nivel dirigente, todos de la élite. En pleno siglo XXIII repiten el mismo error que sufrieron las antiguas monarquías europeas donde la consanguinidad terminó por reflejarse en taras, deficiencias, enfermedades y esterilidad. 

 

El triunfo de las leyes supremacistas muere de éxito al reducir la variedad genética entre los considerados viables, la élite del gobierno del planeta. Para el resto, considerados inferiores, ejercen un control exhaustivo sobre la natalidad, esterilizando a la mayor parte de la población y seleccionando a una minoría para la reproducción de la futura mano de obra sirviente.

 

Un grupo de humanos opuestos al sistema optaron por emigrar lejos de la influencia y el control directo de los dirigentes, emigrando al norte de la antigua Noruega, lejos de las regiones productivas y civilizadas organizan su sociedad en igualdad y sin cupos limitantes para cada actividad. Sus ciudades se asemejan mucho a las de principios del pasado siglo XIX. La clase dominante se despreocupa de estos pocos grupos de hippies rebeldes asentados a miles de kilómetros de la civilización separados por el desierto de Germania que ocupa la mayor parte de la antigua Europa. 

 

Estos resistentes deciden vivir según las costumbres y las antiguas leyes europeas, en democracia, evitando el control de la natalidad y eligiendo a sus parejas por mutuo deseo. Se autodenominan como los inconformes y se saben fuera del sistema, desconocidos por la mayoría sometida de la población gracias al control ejercido por la minoría dirigente que limita la información y controla la totalidad de los recursos del planeta, convirtiendo a los inferiores en mano de obra dependiente de todos los servicios. Otros resistentes viven dentro de los territorios controlados por el sistema y son excluidos de la vida normalizada. Si tienen descendencia no regulada, sus hijos pierden los derechos a la educación, la sanidad o la vivienda. Suelen verse obligados a vivir en las zonas limítrofes casi abandonadas por ser poco productivas. Se asientan en Europa, Australia, Nueva Zelanda o América de Norte. 

 

El mundo se dirige desde África, dejando al resto de continentes un papel secundario. La humanidad se ha lanzado a colonizar nuevos planetas, reservándose la élite dirigente las plazas asignadas para los nuevos asentamientos humanos. Solo a unos pocos inferiores se les permite viajar a las colonias, con el único fin de encargarse de las labores de mantenimiento y limpieza. Firman contratos vitalicios donde se aseguran beneficios educativos y de salud para sus descendientes. Mientras estos son menores de edad quedan atendidos por uno de sus progenitores hasta el día que cumplen dieciocho años, ese día se les asigna una función en la sociedad y el padre o madre cuidador queda liberado de su labor. Como agradecimiento por su tarea reproductiva, el sistema le entrega un permiso especial para viajar a otro planeta con validez para los próximos doce meses. Entregando además un billete pagado de ida para viajar hasta la colonia donde sirve su pareja, si lo desean, pueden reunirse y quedarse a vivir juntos en la colonia. La decisión más habitual es quedarse en la tierra, demasiados años separados termina por alejarles. Permanecer en la Tierra tiene sus ventajas, son recolocados por el sistema como “padrinos” de futuros padres, realizando una función como “abuelos” de las nuevas generaciones. 

 

Gloria y Evan pertenecen a los inconformes europeos opuestos al régimen que además son perseguidos por sus ideas y sufren una continua censura de sus comunicaciones. Evan junto con otros disidentes diseñaron un sistema cuántico que les permite viajar en el tiempo. Las pruebas realizadas demostraron su capacidad para retroceder al pasado, sin que hasta ahora hayan podido probar la posibilidad de regresar a su presente, la confirmación será en tiempo real en el momento que salga el primer viaje tripulado por humanos. Las pruebas las han realizado enviando al pasado mini robots que debían enterrar evidencias en localizaciones concretas, Evan y su grupo localizaban en esas zonas definidas encontrando las pruebas dejadas por sus robots enviados al pasado. Funciona hacia atrás, la prueba definitiva para probar la capacidad para regresar a su propio futuro será el próximo viaje real con humanos.

 

Durante dos años Gloria estudió con detalle la historia del siglo XXI anotando los hitos y las personas claves opuestas a las nuevas ideas supremacistas que no pudieron frenar el despegue intelectual que llevaría, dos siglos más tarde, al poder absoluto del gobierno global de una minoría excluyente. El poder, el acceso a comida y el sedentarismo cambió en un par de generaciones la fisonomía de los nuevos dirigentes, tradicionalmente altos, delgados y fibrosos variaron a anchos y musculosos con tendencia al sobrepeso. Con la información conseguida por Gloria se fijaron las misiones del grupo elegido. 

 

Veinte voluntarios se prestan a un viaje al pasado sin garantía de retorno.  Todos los voluntarios estarían encantados de vivir el resto de su existencia en el siglo XXI, a pesar de conocer las pandemias, violencia y guerras sufridas en esos años, saben que es un mundo mejor del que provienen. Cada uno de los veinte viaja con una misión clara con el fin de salvar su civilización en el futuro. El objetivo es modificar sutilmente la historia para evitar el triunfo supremacista excluyente.

 

Antes de partir, calculan la posición exacta de la Tierra, el Sol y la Vía Láctea en la fecha elegida. Determinar con exactitud la posición del planeta en la fecha elegida es la manera de asegurarse no terminar en la nada absoluta del espacio. La rotación de la Tierra alrededor del Sol fija una posición para cada día del año, el propio Sol rota e incluso la Vía Láctea también gira sobre su eje. Esas rotaciones suponen que el espacio temporal cambia a cada minuto. Un error de cálculo fijará el destino del viaje en un punto del vacío espacial lo que supondría la muerte de los viajeros.

 

Gloria calculó el destino ideal de cada uno de los viajeros de acuerdo con sus misiones entregadas. Evan y ella simularán ser pareja para dar cobertura a Linda. El resto viaja como solteros. Cada viajero tiene un objetivo definido, en algún caso, reproducirse con personas clave del futuro mundial que según la historia no dejaron sucesión para interesa mantener su carga genética hasta el siglo XXIII; en otros casos, asociarse o amigarse con personas clave que en un futuro próximo ocuparán papeles determinantes en la investigación científica, el campo militar o influyentes políticos determinantes en la toma de decisiones para el planeta. 

 

Coordinan las acciones en un intento de evitar el triunfo supremacista que tanto mal provocará en el futuro. Los destinos de los viajeros coinciden con regiones dominantes y acomodadas del siglo XXI, Francia, Alemania, Canadá, Australia, Italia, Dinamarca y España. 

 

A Gloria se le asignó emparejarse con Miguel, un estudiante de derecho cuatro años más joven que ella. Repasando el informe que debe memorizar sobre su objetivo descubre que su nuevo vecino llegará a convertirse en un dirigente clave en el desarrollo del nuevo orden mundial, una figura política muy apreciada en su época y al que se le reconoce la habilidad de anticiparse al peligro supremacista, al morir sin descendencia nadie tomará el relevo de sus vigías y el mundo quedará indefenso ante el cambio silencioso que se les avecina. 

 

Evan gracias a sus conocimientos de ingeniería aeroespacial avanzada con 190 años de evolución científica de ventaja, en poco tiempo consigue ascender hasta el puesto de director de la multinacional sueca en España. Su misión en este viaje se llama Elvira, ingeniera de climatización y aero termia. Saben que será la diseñadora de un modelo de climatización inteligente para edificios polivalentes capaces de exportar clima de manera consistente a un radio exterior de un par de cientos de metros, un sistema que con pocas modificaciones y mejoras perdurará hasta el siglo XXIII. Su carga genética, según la historia, también se perderá y con ella la posibilidad que otro humano herede sus habilidades para entender la transferencia entre calor y frío. Los modelos de climatización serán imprescindibles para sobrevivir en un recalentado planeta Tierra donde la temperatura media supera en seis grados las habituales del siglo XXI. 

 

Elvira es un objetivo complejo, ingeniera que vive solo para su trabajo, no se siente cómoda en el trato humano y huye del contacto social. En cierta manera su comportamiento recuerda a un asperger, diagnóstico descartado por varios especialistas consultados antes del viaje. Opinan que ella es el resultado de crecer en un ambiente frío y distante donde el cariño no se demuestra nunca, aún guardando las apariencias, lo cierto es que Elvira no ha disfrutado de ni un solo abrazo en su vida. Toda relación siempre que ha mantenido ha sido siempre muy lejana. Lo más parecido a un abrazo eran las dos palmadas, dos, con las que le premiaba su padre en cada entrega de calificaciones. En definitiva, una ingeniera aburrida y fría. 

 

Los estudios previos determinaron que Evan y Elvira son súper compatibles genéticamente y el resultado tiene una probabilidad de ser un súper dotado para la ingeniería y el diseño. 

 

Evan incrementa la frecuencia de contactos con Elvira desde el ámbito profesional para ganarse su confianza. Estructura una reunión semanal de seguimiento para supervisar los avances en los diseños. También establece una reunión informal, a solas con Elvira, donde este le ofrece pistas y sugerencias sobre mejoras que puede incluir en sus proyectos. Esas reuniones sirven para despertar en Elvira una atracción profesional hacia el nuevo jefe al que admira por su visión de la ingeniería. No le es fácil encontrar un talento superior al suyo y esa novedad crea en ella una complicidad creciente y un deseo por compartir tiempo juntos. Se reconoce que comienza a apreciar estas reuniones con el jefe. Poco a poco van encontrando puntos en común que les permite explorar temas personales. Evan deja caer que su supuesto matrimonio está terminado e incluso le anticipa sus planes de divorcio. Aún así, Evan ante las nulas señales por parte de Elvira siente que está lejos de conseguir su misión. Es tan fría y distante que no sabe si está interesada o disgustada. Evan dispone de un tiempo limitado para encauzar su misión, doce meses, si en esa fecha no lo consigue, él es el elegido para pilotar la nave de regreso con el resto de inconformes que hayan fallado en los primeros pasos de sus misiones. Un plazo razonable para evaluar si existen probabilidades de éxito o si se necesita una redefinición de las misiones, de regreso a casa y previo a organizar otro viaje con los deberes mejor preparados o seleccionando personas más afines.

 

Gloria diseña invitaciones coloridas y divertidas para repartir entre los vecinos de la urbanización, celebrarán una fiesta de inauguración de su casa, ahora que han finalizado los albañiles la reforma de su casa. La han modernizado incorporando avances tecnológicos desconocidos hasta la fecha en el entorno. Será la puesta de largo de “su familia” en la comunidad. Acude personalmente a las casas, una a una, dedica un rato a conversar con los vecinos y les entrega la invitación rogándoles que no falten a la fiesta que tendrá lugar el próximo sábado por la tarde. Se espera un día de clima bonancible que aprovecharán para lucir el jardín recién replantado. Su ruta finaliza en casa de su vecino Miguel, la atiende la madre del estudiante que la invita a pasar, asegura que asistirán sin problema y que preguntará a su hijo pues sabe que está en época de exámenes de fin de curso. Agradece mucho la invitación y aprovecha la ocasión para preguntarle por todo, cómo se amoldan a la urbanización, sus vidas, trabajos y todo tipo de detalles que una mente detectivesca como la suya no puede dejar pasar la oportunidad de enterarse de los detalles de sus vidas.

 

Gloria confía en que Miguel acudirá, ha decidido regodearse un poco más en el paseo mañanero para encelar un poco más su voluntad. Necesita un acercamiento para cumplir el objetivo de su misión.

 

La tarde del sábado evita la típica tormenta de la tarde primaveral, luce sol y calor durante toda la jornada. A las siete y media comienzan a llegar los primeros vecinos y algún compañero de trabajo de Evan, Elvira incluida. Gloria elige un vestido blanco con sutiles marcas azules como reflejos de su clara mirada, su piel blanca luce el tono saludable gracias a la crema bronceadora extendida con mimo durante varias semanas. Se nota que huye del sujetador, detalle que no pasa desapercibido para los ojos entenados de varios de los invitados que agradecen su elección al vestir. Gloria ha elegido su ropa pensando en atraer a Miguel, nada más. 

 

Linda pasea rodeada de varios amigos del colegio a los que ha invitado a la fiesta. Está interesada en la comida, en reír las gracias adolescentes de las amigas y en hacerse de valer delante de Oscar su compañero de clase. Se fija en los vecinos que han acudido a la fiesta, la mayoría jubilados bien posicionados con sus vidas ya hechas y sus hijos independientes o a punto de hacerlo. Son de la edad de los padres de Gloria y Evan. Si alguien pregunta, su versión es que es la hermana pequeña de Gloria, desde que quedó huérfana vive con su hermana. Es algo cierto a medias, quedó huérfana tras una redada de la policía federal al servicio del gobierno excluyente, su madre falleció como consecuencia de un golpe en la cabeza. Un policía con pocos escrúpulos se excedió con la fuerza empleada provocándole un derrame cerebral que resultó ser fatal tras una semana de lenta agonía. A su padre nunca le conoció. Evan se encargó de ella y la ingresó en su academia formativa del proyecto “un pasado, un futuro” donde forma a los aspirantes a viajeros del tiempo. Tras los meses de adaptación, Linda comenzó a destacar sobre el resto de los alumnos de la academia, adelantando su elección saltándose la norma no escrita de haber alcanzado la mayoría de edad. Su misión concreta, sintonizar con Oscar, un futuro jefe militar al que quieren proteger evitando que sea asesinado por un grupo próximo a los supremacistas veinte años más tarde. Extraoficialmente Evan le asigna una misión extra, ser la sustituta de Gloria si finalmente esta no consigue atraer a Miguel, el objetivo fundamental centro de toda la acción.

 

La fiesta avanza con éxito con un catering variado de especialidades propias del norte de Europa y un servicio atento pendiente de todos. Los vecinos demuestran que les complace agradeciendo el gesto de los alemanes alabando su exquisito gusto en la decoración de la finca y con la elección de la comida. 

Gloria salta como una mariposa, de flor en flor, atiende a todos los invitados preocupándose por sus necesidades y asegurándose que todo sea de su agrado. 

 

Miguel no aparece, comienza a impacientarse, nunca se había encontrado una resistencia tan fuerte como la de su vecino. Gloria está acostumbrada a que todos los hombres y alguna que otra mujer caigan a sus pies rendidos en poco tiempo. En esta ocasión siente que el estudiante se le escapa. Demasiado protegido en el ambiente familiar e inseguro ante las oportunidades de la vida. También es consciente que su imagen de mujer casada no facilita el acercamiento con el vecino.

 

Los invitados comienzan a marcharse, la hora avanza y a su edad son cada vez más esclavos de sus rutinas horarias sobre todo para dormir lo que les empuja a iniciar las despedidas. El desfile comienza con un goteo que se anima poco a poco. A las once de la noche queda un reducido número de invitados, varios compañeros de trabajo de Evan que por no contrariar a su jefe aguantan un poco más hasta que éste les regala una señal de consentimiento para la partida. Todos aprovechan el gesto y salen con prisas de regreso para sus vidas. Elvira gira su cabeza justo antes de salir en compañía de dos compañeros con los que ha compartido coche, encuentra la mirada de Evan durante unos segundos. Señal captada, Evan pasa a la fase dos de acercamiento. 

 

El servicio de catering recoge rápidamente dejando a los tres anfitriones agotados, sentados en los enormes sofás del salón con chimenea del piso inferior. Gloria se descalza, tantas horas de tacones la agotan, prefiere el zapato plano y cómodo, es una mujer práctica y calzarse sobre diez centímetros de alza, aunque realce su belleza, no le es cómodo  y tampoco está acostumbrada. 

 

El timbre de la puerta suena dos veces, Gloria se acerca, descalza, a ver quien es, –un invitado que se ha olvidado algo– piensa. Abre la puerta y ve, de pie, desaliñado vestido con una simple camiseta y unos vaqueros rajados por las rodillas a Miguel. Se presenta tarde, cuando todo ha terminado.

 

–Disculpa la tardanza, veo que llego a deshora, mis padres han regresado y he pensado en pasar a saludar y disculpar mi ausencia. Estaba estudiando, tengo los exámenes finales la semana próxima. Además, te reconozco que soy poco de fiestas, no es el ambiente donde me sienta más cómodo. 

–Hola Miguel ¿Quieres pasar? Te podemos ofrecer algo de beber y de comer, hay de sobra. Después de tanto estudiar estarás hambriento. 

–No quiero molestar, de verdad, en otro momento. 

–No hay mejor momento que aprovechar las oportunidades, pasa de verdad.

 

Evan y Linda desaparecen con la excusa de estar cansados, dejando a Gloria el campo libre para conquistar su objetivo. Le gusta este chico, un poco infantil y acomodado en su familia, se puede acostumbrar a él.

 

La civilización de los inconformes comienza su recuperación.

Buen viaje, Joe

  Joe, simplemente Joe. Omitiendo, desde siempre, el rango familiar de tío. Recuerdo tu aterrizaje entre la familia cuando Ana, también sin ...