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25.10.20

Banco de leche


 
Aurora llena su rutina diaria en un ir y venir al Hospital de La Paz. Cuarenta minutos viajando en metro a las diez de la mañana. Sube directa a la planta de neonatos. Le espera aletargado Juan, su hijo. Nació dos meses antes precipitadamente, prematuro con apenas veinte semanas de gestación. Midió veinte centímetros, poco más largo que la longitud de la palma de su mano. 

Cada mañana saluda a las enfermeras, tras dos meses se las conoce a todas. Buenas mujeres, serviciales y cariñosas. Hoy está de servicio Gloria, su preferida. Le comenta las novedades de la noche con Juan, anima a Aurora recordando que cada día que pasa más cerca está ir a casa. Se sienta junto a la incubadora, introduciendo sus manos por las ventanas circulares preparadas para ello y acaricia a su Juan transmitiéndole calor y amor. 

A las once de la mañana Juan disfruta de su siguiente toma. Hoy, por primera vez, Gloria entrega el biberón a Aurora quien llorando recibe en sus brazos a su diminuto hijo de dos meses de edad, con la equivalencia que realizan en neonatal, equivale a seis meses de gestación. Juan agarra el meñique de su madre, recibe con los ojos cerrados el flujo del biberón. Poca cantidad, la equivalente a dos cucharadas, justo la que necesita. Aurora tras el parto precipitado, intentó sacarse leche con una máquina succionadora sin éxito. Tras salir del quirófano su gran preocupación fue la salud de Juan, su equilibrio mental se bloqueó desde ese momento, su marido se difuminó como amante, mutó a compañero de piso sin roce, dejó de ocuparse por la imagen, su trabajo, de las relaciones con las vecinas. Solo está Juan.

Ponerse guapa ya no es importante, disfrutar de la vida, tampoco. Se sintió inútil, ni leche era capaz de producir para alimentar a su hijo. Todos los días desde las once menos cuarto hasta avanzada la tarde las pasa en el hospital cerca de Juan. 

Su peor momento, la crisis que sufrió Juan a las dos semanas de nacer. Necesitó de cirugía coronaria de urgencia. Nadie supo encontrar de dónde venía su fuerza por sobrevivir. ¡Un chico tan pequeño! 

Hoy alimenta a Juan. La esperanza ilumina su rostro. Su primera sonrisa, salada por las lágrimas que la aliñan. Mira a su alrededor, encuentra la sonrisa de Gloria. Busca sin encontrar a Luis, su marido. Ahora le echa de menos, no recuerda el maltrato de que le ha dispensado durante estos meses. 

Ana anda con paso decidido, alta y fuerte, se desplaza con velocidad. En volandera cuelga una bolsa de viaje con forma de nevera. Lleva su ración diaria de leche materna. En los últimos treinta meses ha incorporado a su vida la producción de leche materna. Tras un parto complicado, su hijo falleció a las pocas horas del alumbramiento. 

Ana de pecho generoso y productivo fue informada en el hospital del programa de donación de leche materna. Los primeros días, se sacó la leche, se la recogía una enfermera que la utilizaba para alimentar a varios niños. A ella le venía bien sobre todo para aliviar la tensión en sus pechos.
 
Nunca le pasó por la cabeza convertirse en nodriza. Durante los tres días que estuvo en el hospital tras el parto, compartió habitación con otra madre recién parida. Esta por alguna razón que nunca supo no producía leche, la enfermera le administraba biberones de leche cada tres horas. 

La misma enfermera les explicó a ambas que el hospital tiene un banco de leche materna, varias mujeres desinteresadamente donan su producción o parte de ella para ayudar a los neonatos y a recién nacidos de madres que no pueden amamantar. 

En el momento del alta hospitalaria, le entregaron un folleto explicativo del banco de leche. Ana tras la pérdida de su bebé iba por la vida anestesiada, sin consciencia plena de lo que escuchaba, hablaba o hacía. Guardó el folleto en el bolsillo de su abrigo sin prestar mucha atención. Solo quería regresar a casa. 

A la mañana siguiente lo encontró, se disponía a salir a pasear justo después de sacarse la leche que presionaba su pecho. La había tirado, claro. ¿Para qué la quería? Tenía previsto ir al médico en un par de días para que le ayudara a retirar la producción láctea.

Leyó el folleto varias veces y decidió llamar para informarse. Desde ese momento, encontró un sentido para su situación. El altruismo hasta ese momento no había sido su principal virtud e incluso a su compañero de vida le sorprendió verla comprar esa nevera de lactante. ¿Para qué? Pensó. 

Ana se presentó en el hospital al día siguiente con su nevera y cuatro tomas de leche perfectamente conservadas. 

El hospital sigue un protocolo muy exigente para cuidar de la leche de sus donantes y asegurar la calidad de la misma cuidando la salud de los receptores.

Ana nunca falla a su visita diaria para entregar su leche. Durante estos meses ha conocido a varias donantes, la más prolija es ella.

Gloria habla con Ana durante su entrega, comparte una complicidad ganada a diario por el roce. La invita a pasar tras la puerta usando el gesto conocido moviendo la mano con la palma mirando hacia ella. 

Ana traspasa la puerta de neonatos, ambas se apoyan sus brazos. Con la cabeza Gloria señala hacia Aurora quien da de comer por tercera vez en el día a Juan, sonríe sin apartar su mirada de su pequeñín. Le pone en vertical para ayudarle a eliminar el aire de la toma. El pequeño Juan consigue un sonido fuerte y agudo que reconforta a su madre. Le deja con sumo cuidado en su caja transparente protegido por varias toallas blanca enrolladas junto a él. No ve el momento de dejar de acariciarle. Se tiene que marchar, sabe que le deja en buenas manos y aún así, le cuesta separarse de su lado.

Aurora. Llama Gloria. 

Se acerca a las dos mujeres mientras sus brazos se acomodan en las mangas de su abrigo. Es su hora de regresar a casa.

Mira, le comenta Gloria, quiero que conozcas a Ana. No suelen coincidir donantes con receptoras. Ana dona su leche a diario y Juan es uno de sus fijos.

Aurora y Ana se miran con complicidad. No hablan, sus ojos se comunican en una lengua profunda y silenciosa. Aurora da un paso adelante extendiendo sus manos hacia arriba. Se funden en un abrazo. Sus latidos se acompasan, sus lágrimas se comparten. 

No necesitan hablar, la magia del encuentro explica mucho de una y otra. Se comunican agradecimiento, empatía, humanidad. Se funden como una sola mujer. 

El milagro de la vida.

3.10.20

Sin patillas



Alex, elsinpa, el sin patillas. Sale de casa. El mote le cayó de sus compañeros en el colegio. Son muy cabrones. 

Cosas de la edad. Se pusieron de acuerdo, en su vocabulario, hicieron una quedada común, a sus diecisiete años, para no afeitarse durante un mes y dejarse barba. En el curso hay una veintena de varones y aceptaron en reto todos menos elzanahoria, el pelirrojo lampiño de la clase. 

Las dos siguientes semanas marcan la diferencia en el crecimiento capilar entre los alumnos, por su juventud, la mayoría fracasa en el reto, solo media docena de alumnos pueden presumir de poblar su cara con vello de manera digna. 

Alex tiene buena barba de color castaño, envidia del resto, crece con fuerza y de manera homogénea poblando sus mejillas, formando un buen dibujo en la perilla. La barba perfecta. Se asemeja a las barbas de moda que predominan entre los artistas y modelos. Alex nota que atrae alguna que otra mirada femenina. 

Lo poblado de su vello facial contrasta con la ausencia total de pelo en la zona de las patillas. Con el tiempo, dejando crecer su cabello por la zona delante de sus orejas cubrirá esas calvas laterales. Los hijoputas de sus compañeros no le permiten esperar ese tiempo, ya le han bautizado como elsinpa y le guste o no, se queda con el mote. 

La costumbre de bautizar a los compañeros con motes tiene su peligro, en los casos que la nueva denominación acierta y consigue la aceptación general, éste sustituye en la memoria colectiva a su denominación real. Llega un momento que todos dudan de su nombre de pila y se dirigen a él por su mote. En poco tiempo nota que nadie le llama por su nombre, Alex, todos, incluso sus amigos más cercanos le llaman sinpa, un caso claro de deshumanización provocada por el desuso del nombre de pila. 

Suele ir al colegio acompañado de su amigo Oscar que vive en su misma urbanización. Oscar elmlp, el me la pela, conocido por todos como MLP. Gusta de ir despeinado con su pelo rizado ingobernable mecido por el viento a la moda racial de los años setenta. De pequeño le llamaban elpelopolla y en plena pubertad, coincidiendo con el estirón pasó a llamarse elescobilla. Nombre mucho más acertado si le juzgan por su apariencia. Es delgado, muy flaco, siempre viste de blanco y el mocho rizado que tiene sobre la cabeza se asemeja al artilugio que decora junto al inodoro de cada cuarto de baño en este país. Puso tanto afán en no darse por aludido cada vez que se dirigían a él como escobilla que logró algo casi imposible, el cambio de mote por segunda vez. Todo el mundo sabe que cuando te motean, ese nombre se queda para siempre, pase lo que pase. Y si es en un entorno rural, puede que hasta lo hereden tus descendientes. En ese caso el mote se pluraliza y sus hijos pasarán a ser llamados losescobillas

Oscar y Alex avanzan con ritmo pausado, contemplando la vida desde su muro de desprecio e indiferencia general. En la siguiente esquina les espera María, la mejor estudiante de la clase. Desde el momento en que María empezó a salir con Bruno, elpopeye a ella se la conoce como Olivia. Te digo yo que en el colegio son bastante hijoputas. María es mona, con cuerpo de adulto, sin coincidencias con la flaca de las viñetas de Popeye. En el futuro, cuando cambie de pareja, en el barrio más de uno la recordará como Olivia

El trayecto al colegio es breve, quince minutos a la sumo. Antes quedan en una zona infantil con la panda, se reúnen quince o dieciséis bachilleres alrededor de un par de bancos de madera. Elcaracol comparte su altavoz bluetooth animando la reunión. Sabe que el alto volumen molesta a los vecinos sin importarle lo más mínimo. Es su momento de protagonismo, lleva una mochila a la espalda durante todo el día, con un único fin de transportar el altavoz inalámbrico que ameniza las reuniones con los amigos. La música la provee Miguel, lalicuadora, como tiene las venas de la nariz a flor de piel, cualquier contraste de temperatura le hace reaccionar sangrando de manera escandalosa.  Alguno mencionó que le recordaba al zumo de tomate y se quedó con la licuadora.

Sonia, quien no tiene mote asignado, tiene asumido su papel de madre del grupo. Les recuerda que faltan cinco minutos para empezar las clases. Todos se desperezan, apagan la música y desfilan arrastrando los pies hacia el aula. Hoy es lunes, a primera hora toca filosofía. Toca aguantar alpicapiedra, una copia viviente de Pablo Mármol. ¡Qué pereza! Los jueves son mejores, doble horario con Ivette, la americana que les da clases de inglés. Amante de ofrecer su escote generoso al agacharse para lucir su anatomía a la altura de los ojos de los alumnos más despistados. Te aseguro que vuelven de su ensoñamiento habitual, alguno se le quedan los ojos saltones como a la rana Gustavo. Su alumno preferido es Manuel, el3x. Un aficionado al cine de adultos que asegura haber visto a Ivette en alguna escena porno. Lo cierto es que no ha traído ninguna prueba de ello de modo que la sensación general es que la imaginación domina la memoria de Manuel.

Pasan las tediosas horas, durante la clase los alumnos guardan un silencio tal que desde fuera se interpreta como orden y atención al profesor. Todo lo contrario, los alumnos han entrenado durante años la apariencia de interés cuando realmente se encuentran en su momento de ensoñación preferido dejando pasar el tiempo cada uno con su imaginación. Solo despiertan al sonido del timbre, el sonido liberador que marca el final de la jornada. En ese momento resucitan al ritmo del altavoz de elcaracol. Entre los que le acompañan, van seis con barba, elsinpa en cabeza orgulloso de su pelambrera. El resto, arrastrando los pies camino al exterior.

Juventud, divino tesoro.

4.7.20

Prioridades





Andrés es muy impresionable a las noticias, con tres meses de reciente paternidad se descubre pendiente de la respiración de su pequeño, alerta por sus ruiditos, analiza las deposiciones, se ha convertido en un auténtico experto vigilante. 

Lo que más anhela cuando regresa del trabajo es comprobar el milagro de la naturaleza y que un ser tan pequeño y frágil tenga sus genes. Las primeras semanas le costaba dejarse llevar a la hora de dormir, la preocupación por vigilar la correcta respiración de su pequeño niño no le permitía conciliar el sueño. Debora todo lo que se publica sobre el cuidado de bebés y los peligros a los que se enfrentan, magnificados en las revistas para padres que publican cientos de recomendaciones y temores ancestrales. 

El temor a la muerte súbita le tiene a mal traer. Noche tras noche vigila la respiración del pequeño Borja hasta que el peso del sueño le vence definitivamente. 

La vida de Borja se rige por la regla del tres, dormir, comer y cagar. Sin piedad, de manera rutinaria hasta el punto de sumir en el caos la vida de sus padres incapaces de conciliar su agenda vital con la de su hijo. Todavía no han asumido que el rey de las agendas es Borja durante bastante tiempo. 

Al estallar la pandemia, el gobierno confinó a toda la población para limitar sus efectos. Menos a Andrés que al trabajar en un sector esencial le obliga a salir de casa cada día. Su angustia es creciente “¿y contagio a mi niño?¿y si por mi culpa enferman mi mujer o mi hijo? Me paso el día relacionándome con personas”. 

Tiene miedo. Ese sentimiento irracional nace de nuestros temores más profundos y acentúan los gestos de protección. Ese miedo se refleja en su postura al andar y en la obsesiva distancia de seguridad que respeta al hablar con otras personas. Reacciona compulsivamente lavándose las manos cada pocos minutos. 

En su empresa instauran un protocolo de seguridad médica para proteger la salud de sus empleados, deciden que determinadas enfermedades en apariencia inofensivas si se encuentran controladas con su medicación pasan a ser de riesgo y sus pacientes son retirados del servicio presencial por precaución. 

Andrés comprueba como en unos días una parte importante de los compañeros han iniciado la gestión de su trabajo desde casa. Siente envidia, le encantaría quedarse en casa evitando sus salidas de casa y el riesgo de contraer una enfermedad que pueda hacer peligrar a su Borja. 

Comienzan a presentarse casos de baja médica por enfemedad entre sus compañeros de empresa, cierran por precaución pisos y zonas. El protocolo es sencillo, una baja médica por covid supone de inmediato que los más cercanos a su puesto de trabajo, pasan a estar de cuarentena durante dos semanas. La envidia le lleva a una rutina autodestructiva, se queja continuamente de su mala suerte en comparación con otros departamentos que al no tener contacto con clientes toda la plantilla se encuentra trabajando desde casa. 

Marisa, su mujer, le informa que su compañera en la oficina está de baja con síntomas. Alerta máxima. El labio inferior de Andrés tiembla, sus ojos se le salen de las órbitas, la rodilla izquierda sube y baja de manera inconsciente. 

¿Y Borja? 

No pasa nada, no seas paranoico 

Vamos al médico, mañana mismo 

¿No crees que estás exagerando? 

Mañana a primera hora vamos. Voy a mandar un whatsapp a mi jefa para avisarla que llegaré un poco tarde. 


A la mañana siguiente, Andrés traslada en la consulta, sin dejar translucir su preocupación y su deseo, traslada al médico que su mujer comparte puesto de trabajo con una mujer de baja por el virus. El médico siguiendo instrucciones de la consejería de Salud, no profundiza mucho, les firma baja médica para las siguientes dos semanas como cuarentena preventiva. Se siente feliz, ha conseguido su objetivo, no tener que ir a trabajar y proteger a su Borja. Las dos semanas culminaron con una prueba diagnóstica que les confirmó que no habían estado contagiados. Negativo. El protocolo de seguridad médica de su empresa es más estricto que el establecido por las autoridades sanitarias. Envía el resultado de su prueba como documento para regresar a su actividad presencial. Una semana tardan en comunicarle que la prueba esta incompleta, para valorar su capacidad de contagio, debe aportar una prueba más completa. Quedan en avisar al laboratorio contratado para ello. Pasan otros diez días hasta que el laboratorio se pone en contacto con él. 


Yo estoy bien, de verdad, si hay compañeros más graves y urgentes, citar a ellos primero, claro, claro, yo me sacrifico, sigo trabajando desde casa. Gracias. 

Su mujer le mira muy sorprendida mientras escucha la conversación telefónica de Andrés. No se esperaba un comportamiento tan irresponsable.

Andrés, ¿estás seguro de lo que haces?

No te preocupes, estoy trabajando desde casa 

La verdad, poco ¿eh? Que tu jefa te llamó el otro día para ponerte las pilas. 

No te agobies que sé lo que me hago. 


Dos semanas más tarde finalmente se realiza de nuevo la prueba ampliada que vuelve a confirmar que es negativo y sin capacidad para contagiar. Mes y medio después va a tener que volver a trabajar a la oficina. Y eso no. gusta. 

Vamos a ir al pediatra, Borja está con unas décimas 

Le están saliendo los dientes, es algo normal 

Prefiero ir al médico. 


Nueva visita al centro de salud, esta vez al pediatra, Andrés exagera un poco la situación, las décimas de fiebre de Borja la une a un comentario de la baja por virus de la compañera de la madre. El médico pediatra les facilita una nueva baja laboral preventiva mientras fija periodos de observación para el bebé. Nueva comunicación a la empresa de la mala suerte que está teniendo. Dos semanas pasan rápido y antes de regresar a su empresa, comunica, de nuevo, con el servicio médico informando de la baja por presunto virus que alcanzó a su hijo. El médico le comunica que por precaución debe realizar una nueva prueba analítica que se demorará otras tres semanas. 

Resultado negativo, de nuevo. A trabajar. Su jefa le llama por la tarde. - Andrés, el servicio médico te ha declarado apto, mañana viernes te esperamos. 

- Mira, verás, tengo el coche sin batería, se ha descargado después de tantos días inmovilizado. Si no te importa, me encargo de llamar a la grúa y me quedo en casa trabajando a distancia, ya el lunes voy 

Mañana a las ocho, si no tienes coche, vienes en transporte público 


Las ocho, las nueve, las diez y las once. Andrés se presenta en su puesto de trabajo con tres horas de retraso. 

Disculpa jefa tenía que hacerme unos análisis por la alergia ¿sabes? Y el laboratorio se ha retrasado. 

Me tenías que haber informado ayer cuando hablamos. Tu hora de entrada son las ocho en punto, como siempre. No puedes hacer lo que venga en gana. 

Perdona jefa, no volverá a ocurrir 

Tienes que compensar estas tres horas de retraso Andrés nota las miradas de sus compañeros de actividad, ellos llevan más de dos meses luchando con los nervios de los clientes, con la situación provocada por tener más de la mitad de la plantilla de baja y ninguno se ha quedado en casa “trabajando”. Las cifras de ventas de Andrés son irrisorias, más en su contra. Los compañeros han perdido el respeto que tenía atesorado por su responsabilidad y dedicación pre-covid. En dos meses lo ha perdido entero, nadie se cree tantas enfermedades con analíticas desmintiendo la enfermedad. 

Que viene el lobo, le anticipan en la hora de descanso sus enfadados compañeros. 

Efectivamente, su jefa le hace llamar a última hora de la jornada para comunicarle que la empresa ha perdido la confianza en él. 

- Tienes treinta minutos para recoger tus cosas. Te ruego me entregues tu teléfono y la tarjeta de identificación. Un vigilante te acompañará mientras recoges tus efectos personales y te abrirá la puerta de salida. Te deseo suerte en tu nueva vida. Adiós Andrés

4.6.20

Me voy al banco







Quiero ir al banco, necesito ir, para mí es algo irresistible. Desde que nos confinaron a todos en casa para evitar males mayores echo de menos mis rutinas, mis paseos por el parque, jugar a la encontradiza para echar un rato con la Eulogia, la Marta o la Ascen; corregir al conserje sus maneras de limpiar la escalera y el poco brillo que saca al pomo de la puerta, ir a comprar los viernes cuando más gente hay en el mercado. Con lo que me gusta a mí hablar con todos mientras esperamos.

E ir al banco. No soy millonaria, ni mucho menos. Son tan amables, como los de las alfombras esas que anuncian todas las mañanas en la radio. Siempre te atienden con una sonrisa, la empleada de caja me conoce por mi nombre y todo. Me gusta ir, siempre se aprende algo.

Esta mañana he madrugado para ir de las primeras, como te distraigas se forman una cola larguísima que  te obliga a dedicarle toda la mañana. Cuando he llegado a la puerta de la sucursal, ya esperaban tres clientes. Dos viejos, uno de ellos acompañado por una sudamericana pendiente del equilibrio del mayor que con mano temblorosa se apoya en un bastón. Y un joven con mono de trabajo. Aguardo mi sitio en la fila. En diez minutos, justo antes de la hora de abrir, calculo que somos cuarenta para entrar.

Mantienen la costumbre de los primeros días del confinamiento de abrir la puerta y permitir el acceso de uno en uno. Va rápido, en tres minutos me permiten pasar. Me dirijo a la caja, Nieves, la empleada que siempre me atiende no está, en su lugar se encuentra un hombre cercano a los sesenta que con aire torpe y cadencioso realiza el trabajo demostrando poca habilidad. Debe estar sustituyendo a Nieves y se ve que él no es un profesional de la caja.

- Buenos días ¿En qué puedo ayudarla?
- Vengo a hacer un donativo en la cuenta de la parroquia de San Valero
- ¿Sabe la cuenta?
- No
- Podría haber realizado la transferencia desde la aplicaron del móvil o desde el cajero automático sin necesidad de esperar la fila
- Yo con esas cosas no me aclaro, prefiero que me lo hagáis vosotros. Nieves sabe qué cuenta es
- Nieves hoy no está, me toca a mí y si no me dice la cuenta me temo que no puedo ayudarla
- ¿No puede buscar la cuenta en su ordenador?
- Me temo que sin conocer el titular de la cuenta, no puedo hacerlo
- ¿Estará Nieves mañana?
- Me temo que no, pruebe el lunes
- Bueno pues me voy, ya volveré el lunes

No me importa esperar, total, el donativo mensual de diez euros es lo de menos, realmente me gusta venir y poder charlar con los del Banco. Como es muy pronto, no está ni la panadería abierta, regreso a casa con paso lento en la esperanza de encontrarme a alguna vecina con la que poder charlar.

En la puerta de mi urbanización, ya con la llave en mis manos, dispuesta a abrir, escucho a mi espalda que me llaman

- Rosa, Rosa

Me giro y veo a mi antigua cuñada, hermana del aburrido de mi ex. Sole. Con ella siempre me llevé bien, es alegre, lista, despierta. Todo lo contrario que su hermano. Cuando le mandé a tomar vientos, me llamó Sole para decirme lo bien que había hecho por dejar a su hermano. No la veía desde hace un par de años.

- Sole, ¿eres tú? Con esto de las mascarillas, todos parecemos forajidos
- Sí, soy yo.
- ¿Qué haces por este barrio?
- He venido a verte. Pero no estabas en casa.
- He ido al banco, pero pasa, ven te invito a un café. Estarás sin virus ¿no?
- Sí estoy bien, tranquila

Ambas caminamos a poca distancia una de otra. Un comportamiento extraño, impropio de nosotras, en un par de meses, este virus ha cambiado nuestro comportamiento social. Lo habitual era que Sole y yo fuéramos cogidas del brazo, muy juntas. 

En mi cocina, mientras termina de preparar el café y las tostadas, Sole me cuenta el motivo de su visita.

- Te veo muy bien Cuñada
- Ya no soy tu cuñada
- Para mí siempre serás mi cuñada. Mira resulta que mi hermano se ha ido con el virus este
- ¿Qué hermano?
- Tu Manolo
- No lo sabía. ¿Cómo fue?¿Cuándo?
- A finales de marzo, se fue en un par de días
- Joder, me da pena, pobre hombre
- Como no os hicisteis papeles, eres su viuda
- Nosotros nos casamos por la iglesia y eso no se deshace. Otra cosa es que ya no le aguantaba en mi vida y le eché de mi casa
- Lo cierto es que dejó testamento y tenemos que ir al notario para abrirlo
- ¿Cuando?
- Hoy
- Tú siempre con las prisas, me podía haber avisado antes ¿no?
- Me enteré ayer por la noche y he venido a verte a primera hora, no quería darte la noticia por teléfono y antes de la hora de dormir. Sé lo mucho que te cuesta coger el sueño.
- Si yo de esto no entiendo, ¿Qué me pongo?¿Debo ir de negro?
- No lo veo necesario, la verdad. Hemos quedado a las once de la mañana. Si no entiendes algo, el notario lo explicará

El testamento resulta que es muy complicado, acciones, dos casas, un plan de pensiones, un seguro de vida e infinidad de detalles para repartir entre sobrinos. Todo el patrimonio me lo deja a mí, que le eché de casa. Me sorprende.

Mañana tengo que ir al banco para que me expliquen qué hacer, vaya lío. Joder con Manolo, no sabía yo que tuviera tanto dinero. Mañana al banco, seguro que la Directora me empieza a hacer caso.

Mañana a madrugar, de nuevo al banco. Organizaré mi herencia, veré que hago con el dinero. No están los tiempos para derrochar. El donativo, puede esperar.

10.5.20

Época de exámenes





Mi hijo está de exámenes de Bachillerato, su situación me provoca una colección de sentimientos y sensaciones recuperadas en mi memoria. ¡Cómo se sufría de estudiante!¡Cuántas inseguridades!¡Cuánto esfuerzo! Es una vida llena de volatilidad tanto hormonal como de trabajo. Días de estudio intentando comprender temarios que no siempre coinciden con tus habilidades o intereses, adaptarse a las costumbres e incluso caprichos de cada profesor, saberse juzgado por el desempeño en un ejercicio de un poco menos de una hora que define tu nota final y con ella el futuro.

Todos los que tuvimos la suerte de estudiar lo sabemos, conocemos el mejor mundo al que nos encontramos por las mejores y mayores oportunidades que nos brindó la formación. Y también recordamos lo mal que se pasa dedicando el fin de semana a estudiar sin parar.

Detecto déficit de empatía y conciencia de la oportunidad entre el profesorado en esta época llena de obligaciones y tareas a los estudiantes. Lo veo y me sorprende. Seis horas diarias de clase por vídeo conferencia, al final de cada clase, además de la obligación de estudio para afianzar conocimientos y ejercicios para comprender las matemáticas, les llueven trabajos de desarrollo, de investigación, por parejas, en grupos, individuales. Muchos trabajos. Eso es bueno para ellos, es bueno para él. Aprenden a trabajar bajo tensión, con limitaciones temporales, a desarrollarse de manera colaborativa. Será la generación mejor preparada de la historia de España. Aún así, a los profesores, les falta conciencia sobre la oportunidad por el esfuerzo demandado y por el momento elegido. Semana de exámenes, semana de estrés, semana de agobio, semana donde faltan horas y para subir el nivel de tensión, todos esos profesores que desean que los alumnos se preparen mejor, anden por el camino de la investigación, del debate, del contraste, de generar opinión, les oprimen sin piedad. 

los mismos profesores que van a poner a prueba los conocimientos adquiridos en el temido examen, les exigen, en la misma semana, trabajos de investigación, desarrollo y comunicación. 

Uno de los éxitos del buen trabajador es saber organizarse la agenda, repartiendo en el tiempo las tareas, para evitarse tener que elegir cada día entre lo inmediato, lo urgente y lo importante. Los más efectivos y rentables son los capaces de repartir el tiempo y el esfuerzo dedicado para conseguir que todas las tareas salgan a tiempo, con gran calidad, después de haber repartido los esfuerzos a lo largo del tiempo, de esta manera todo se convierte en importante. Una urgencia será siempre una urgencia y como tal , algo imprevisto.

Una pregunta para estos profesores que apabullan a sus alumnos en la sobre demanda de esfuerzos en la misma semana que los exámenes ¿son conscientes de que nos les enseñan a organizarse?

Las estoy contando. Las horas que dedica a sus trabajos y estudio. Todas las horas del día, salvo que dedica a dormir, su higiene o comer. Todas. En sábado y domingo.

La memoria me lleva a cuarenta años atrás, cuando me pasaba lo mismo, periodos de clase a ritmo lento seguidas de semanas de locura donde todo se juntaba. Pensé que la generación actual de profesores había aprendido de los errores que ellos sufrieron como alumnos, al contrario,  repiten las tácticas. 

¡Qué envidia de los tiempos de estudiante! Luego tiene premio, si apruebas a la primera, te esperan cuatro meses de vacaciones. Otro ejemplo de mal reparto del tiempo. Un premio, sin duda, el tener tantas vacaciones. Un disparate, bien pensado.

Me siento orgulloso de mi hijo, le veo centrado, responsable y ambicioso por hacer bien su trabajo, lucha por mejorar la nota media para asegurarse una oportunidad de elección de universidad. Tiene sus inseguridades ante el resultado del temido examen, enfrentándose con las particularidades y caprichos de cada maestro. Se motiva con el premio, él mismo te lo dice, "si dentro de nueve días termino con todo aprobado, ya no tengo nada que hacer hasta septiembre". Un gran premio, merece la pena no desfallecer en el esfuerzo final.

Debería decirle que el resto de la vida será así, que encontrará trabajos donde todo es urgente y cuando lo estás terminando, cambia la idea y hay que volver a empezar. Está aprendiendo para la vida, aunque ese no sea el sentido que buscan sus profesores, ellos solo ven la importancia de su asignatura a la que se notan que aman por encima del sentido del respeto al tiempo demandado en los esfuerzos de sus alumnos. La vida es así, cada uno va a lo suyo. Bien pensado, no se lo voy a decir, no quiero desmoralizarle.

¡Qué tiempos aquellos! Recuerdo mi época de estudiante, viéndole sufrir y trabajar me saltan imágenes de finales felices, sensaciones de alegría al ver las calificaciones, tiempo de vacaciones eternas. Una época feliz y joven. Lo que más recuerdo eran mis ansias por pasar de etapa, mi impaciencia por terminar de estudiar y poder volar solo por la vida. Lo pasé mal y ahora me alegro. Todos esos esfuerzos mal planificados me ensañaron para enfrentarme con la vida, esta que afortunadamente tenemos.

2.5.20

Primer día con la regla del uno


Cuarenta y ocho días esperando la oportunidad, mes y medio confinado en casa sin salir. Estoy considerado como individuo incluido en el grupo de población de riesgo por tener menos defensas para combatir este virus que ataca a la población mundial. La prudencia junto con la imposición legal y la responsabilidad de mi mujer que me ha librado de salir durante todos estos días para hacer las compras básicas han conseguido que aguantara todos estos días seguidos sin pisar ni tan siquiera el felpudo de la entrada.
El día vigésimo de encierro tuve un bajón anímico, uno de esos de los que te cuentan los psicólogos de autoayuda de que el ser humano necesita veintiún días consecutivos repitiendo una misma rutina para incorporarla definitivamente en tu personalidad. Va a ser que el día veinte sea el día de la duda para intentar arruinar todo lo conseguido con el único fin de obligarte a iniciar un nuevo reto de veintiún días consecutivos para que la pereza gane y mantenernos como estábamos antes del intento. 
Superé la tentación de la pereza y la desesperación, necesité de varios días para domar mi instinto, recurrí a intensificar mis clases de gimnasia a distancia que me ha ofrecido mi gimnasio habitual. Me esforcé tanto en mis clases diarias de cardio-box que sobrepasé mis límites recomendados para no afectar a mis lesiones de rodilla y columna. La L4 archiconocida y nombrada en reiteradas conversaciones entre amigos que compartimos edad. Me vine muy arriba hasta provocar tensiones en mi espalda que tuve que reparar con sesiones de estiramiento y descanso deportivo durante una semana. Siempre me pasa lo mismo, cuando pongo mi atención en algo, me motivo en exceso. Me gusta hacer bien las cosas, incluso los golpes de boxeo, que dentro de mi patética coordinación corporal, los llevo con dignidad.
Me cuesta coordinar movimientos, desde siempre, coincidir pasos con movimientos de cadera y extensión de brazo mientras el otro se encoge protegiendo tu rostro, me cuesta. Me obligo a repetir una y otra vez hasta conseguir un movimiento coordinado parecido al que debe ser. No sé bailar por la misma razón, recuerdo que me obligaba a pensar cada movimiento de baile y ese acto te retrasa evitando que mi movimiento y el ritmo marcado por la música coincidan, siempre voy retrasado. Cuando inicié mi aprendizaje en el mundo del golf, igual, tardé años en encontrar un sentido del ritmo adecuado para perfeccionar mi swing
Sábado 2 de mayo, primer día que el gobierno permite y regula por ley iniciar las primeras fases de la desescalada como ellos lo llaman, yo prefiero llamarlo vuelta a la normalidad. Con una economía con datos de actividad propios de una posguerra y con infinidad de incertidumbres por el futuro, la moral de la tropa es fundamental para aunar esfuerzos en un todos a una, impropio de los españoles. Con el mal ejemplo de nuestros políticos, incapaces de unir voluntades, para el resto de los españoles nos resulta más complicado unirnos si no disponemos de ejemplos dignos. Unos pecan de soberbia y otros de orgullo que unido al españolismo más cruel de se derrite por dividir en lugar de sumar, así estamos y si no lo remediamos tendremos como consecuencia la crisis más grave que nunca pudimos imaginar.
Hoy, 2 de mayo, por fin, he podido salir a la calle. A las nueve de la mañana, al levantar la persiana y abrir la ventana no he podido evitar emocionarme al ver a vecinos paseando, no muchos, la verdad.
Nuestro plan pactado la noche anterior era planear nuestro paseo por la noche para evitar cruzarnos con muchas personas. Mi deseo de libertad ha sido más fuerte que el respeto por el plan.
¿Te apetece salir?
¿Ahora?¿Quieres salir, verdad? 
Ni una palabra más, recibo una mirada de comprensión y una sonrisa aceptando el cambio, todo por complacerme. Nos vestimos y salimos a la calle.
Soy un sentimental, aunque no lo creas, ha sido pisar la calle y me he emocionado, se me ha quebrado la voz, mis gafas de sol negras disimulaban mis ojos vidriosos. No hay mucha gente paseando. Nos cruzamos con miradas de miedo por encima de mascarillas. Hemos cambiado los humanos, al cruzarnos, ahora bajamos la cabeza. Pidiendo perdón o espantando el miedo. Personas queridas se encuentran por la calle y establecen conversaciones a dos metros de distancia. Un gesto que se me hace duro de digerir, somos como somos, roceros, cercanos y tocones. Ese gesto frío de hablar en la distancia espero que no se implante en nuestra forma de actuar. Que sea solo resultado del miedo y la prudencia.
Los árboles frondosos, la hierba alta sin nadie que la cuide, flores en los jardines de las urbanizaciones. Se oyen los pájaros por encima de las cotorras invasoras que nos están dejando sin gorriones. Un día maravilloso, buena temperatura, el aire limpio, como nunca en Madrid. Ha cambiado Madrid, normal me han robado medio marzo y todo el mes de abril. Me he perdido el nacimiento de la primavera.
El primer día de muchos otros. Mi primer paseo cumpliendo la norma de los unos. Un paseo diario, a una distancia máxima del domicilio de un kilómetro, una sola persona o acompañado solo por otra con la que convivas. La regla del uno.
Estoy contento, un poco cansado por lo desacostumbrado del ejercicio, esperanzado con el futuro y deseando que las fases anunciadas, sean tres, cuatro o cien, se cumplan rápidamente. Mi sueño es poder ir a Galicia en agosto para poder pasear, comer y disfrutar de un descanso en normalidad. De vacaciones de las de verdad, de las normales. Para eso queda mucho aún.

1.5.20

Pensamiento único doctrinario



¿Te has sentido atacado alguna vez de manera injusta?¿Has sido víctima de las consecuencia de una difamación?¿De una calumnia?¿Sabes convivir con la sensación de la indefensión?

Mi amigo Carlos, sí.

Francis Bacon sintetizó en 1625 con una frase lapidaria la ancestral técnica utilizada desde que el hombre se refugiaba en las cavernas para desprestigiar y atacar a un semejante. "Difama que algo queda". 

En la antigua Roma esta estrategia de comunicación y ataque político se popularizó hasta alcanzar su madurez más refinada. En una época donde una minoría culta, formada y elitista dominaba un imperio de ciudadanos poco formados, la tergiversación y las mal intencionadas informaciones sin necesidad de contraste eran fáciles de dirigir contra un objetivo concreto, las masas se encargaban de hacer justicia y sin ser conscientes de estar siendo utilizadas, cumplían los objetivos de la elite, esa a la que despreciaban y temían por igual. 

Napoleón Bonaparte resumió el libro "El Príncipe" de Nicolás Maquiavelo con una frase escrita, por el propio Emperador, en la última página del libro, que todos recordamos por haberla escuchado en alguna ocasión. "El fin justifica los medios". 

En pleno siglo XXI entidades del pensamiento único doctrinario han recuperado y unido ambas líneas de actuación, amparándose en la libertad de expresión, en sus capacidades de comunicación utilizando las redes sociales y otorgándose la exclusividad de la lucha por ayudar a los oprimidos y débiles. Estas entidades que se permiten el lujo de aconsejar y amenazar por igual, no tienen reparo moral en utilizar la difamación, utilizar una argumentación tergiversada, un relato ficticio con el único fin de crear una sensación de credibilidad, marcar como objetivo a mi amigo Carlos solo para dar falsa apariencia de verdad a su bulo. Anteriormente se encargaron de describir a sus huestes de seguidores a Carlos como la encarnación del enemigo identificándole como el único culpable de todos los males que soportan en la vida. En este caso laboral.

La difamación, convertida en arma arrojadiza con el único fin que perjudicar a la persona elegida como rival, deformar su imagen pública y desprestigiarle ante los compañeros, la encuentras en varias comunicaciones enviadas por determinadas Entidades de marca sectarias y "progresistas" que necesitan crearse enemigos externos para justificar su existencia.

Para ello novelan una historia de protección a su colectivo afín a costa del honor, la paz, la imagen y el sosiego de otra persona, no importa, ellos son mayoría, siempre tienen razón, pueden publicar lo que se les antoje. La otra parte no replica, prudente que es. Tiene abierto el camino judicial, incompatible con su derecho a olvidar y que le olviden. Sus trámites son lentos y le obligaría a revivir de nuevo la ofensa. Tentado se encuentra por defenderse aún  sabiendo que de hacerlo su disgusto de un día se prolongaría por varias jornadas debido a la reacción amplificada de la caverna progresista herida en su orgullo. Reaccionarán de la única manera que conocen, multiplicando sus ataques injustos y extendiendo sus bulos con la esperanza de que a fuerza de repetirlos consigan que se conviertan en realidad.  

Escriben creyéndose periodistas sin cumplir su código de buenas prácticas,  incluso el más inexperto plumilla conoce la obligación de contrastar la información antes de publicar la noticia. En el caso del pensamiento único doctrinario, se permiten el lujo de publicar lo que dicta su ideología sin contrastar la realidad de la vida. En las ocasiones que sienten una reacción contraria por parte de los lectores reaccionan explorando entre sus adeptos una minúscula confirmación de la parte más infinitesimal de su libreto. Si encuentran a una sola persona que les garantice, aunque sea de oídas, su versión, lo celebran con alegría pues entienden que se ratifica su historia inventada. En el caso que decenas de personas opinen y hagan conocer su disconformidad con lo publicado. Se inventan una nueva excusa. "Os habrá obligado a escribir la réplica" 

Pobre Carlos, hoy es 1 de mayo, Día del Trabajo. Sí, también del tuyo. Ten por seguro que gracias a tu labor, cientos de familias consiguen la mejor retribución posible gracias a tu ayuda para superar los retos y crecer en un mercado competitivo. Celebra tu día sin la compañía de la caverna ideológica. Te mando un abrazo muy fuerte lleno de comprensión, humanidad y compañerismo. 

Algunos de estos reaccionarios de plumilla celebran hoy el día de fiesta, lo hacen ciegos e incapaces de ver las consecuencias de sus actos del presente, no alcanzan a ver que el futuro les reserva la peor salida, la indiferencia social, entre otras cosas por el descrédito que supone ser origen de bulos y tácticas propias de dictaduras. Pido un minuto de lástima por ellos. Su tiempo ha pasado. Descansen en paz.

8.3.20

Coronavirus en el barrio

Adolfo se mueve con dificultad, anhela la movilidad de sus años jóvenes. Repite que su mejor época fue la decena de sus cincuenta, cuando la experiencia vital y los hijos mayores les permitieron a Marisa y a él un periodo de segunda juventud con el ocio muy presente en sus agendas, viajes, teatro, restaurantes, citas con amigos, incluso se reencontraron entre las sábanas, tras décadas de amor mecánico y periódico, recuperaron el ánimo de probar, experimentar y sorprenderse. La imposibilidad del embarazo que lleva la edad la aprovecharon bien, recuerda Adolfo mientras maldice su marcha pausada ayudado de un bastón. Operado dos meses atrás de su rodilla, la prótesis y él se adaptaron gracias a la exitosa rehabilitación. En cosa de un mes andarás como siempre le dice el fisioterapeuta. Con ochenta y un años tiene una buena vida.

Tres años atrás decidió inscribirse en el Centro de Día de Mayores cercano a su casa, el día es muy largo y la convivencia con Marisa se estaba deteriorando por puro aburrimiento. La manera más habitual que encontraron para combatir el hastío fue discutir por cualquier cosa, preferentemente por pequeños detalles que molestan en la convivencia. Ese ruidito que haces al masticar, sube el volumen de la tele que no me entero, pasas las horas y no me dices nada o cállate un rato que no paras de hablar. Discutir es un pasatiempo de viejos. Salvo por las tardes.

Todas las tardes sus nietas María y Nuria de trece y once años, hijas tardías de Marisa que tras su divorcio encargó a sus padres la custodia vespertina de sus hijas mientras ella trabaja. A las cinco y media aparecen ambas y la alegría llega a la casa. Marisa tiene preparada la merienda para sus nietas, conoce sus gustos e incluso el volumen ideal de sus bocadillos según el día de la semana. Tras la merienda cada una elige una habitación y dedican una hora al estudio y a sus deberes escolares. Los abuelos respetan el ambiente de estudio evitando incluso encender la televisión, suelen leer y si conversan lo hacen en voz baja. Tras el estudio la alegría llena la casa, Nuria, la pequeña es muy charlatana y les entretiene con anécdotas del colegio, errores de los profesores, chascarrillos de recreo, tropezones hilarantes y su preferida, la monja gruñona, Sor Evelina. La Directora del colegio que no para de reprender a los alumnos por cualquier razón, gorda, amargada, estricta, seria y aburrida, la pusieron de mote La rompehielos por su enorme volumen corporal y porque cuando se mueve los alumnos se apartan para evitar estar a su alcance. En el patio del recreo visto desde un piso superior la imagen de rompehielos es evidente, Sor Evelina según va andando los alumnos se apartan a ambos lados de su enorme figura volviéndose a juntar a su espalda. 

María, más callada y también más rocera prefiere el calor de su abuelo, pasa la tarde junto a él con las manos entrelazadas. A ambos les brillan los ojos, sienten un amor verdadero y profundo. Son uña y carne.

Adolfo tras despedirse de Marisa quien prefiere seguir con su rutina en casa y salir a dar su paseo con alguna vecina al parque cercano, sale a la calle con paso precavido con el bastón en su mano derecha, no se apoya en él. Hace caso a las recomendación de  su fisio y solo lo utiliza como punto de apoyo leve. En pocos días se atreverá a moverse sin la ayuda de la madera. Avanza a buen paso, rápido para la edad que tiene, siempre se ha mantenido en forma y tiene decidido cuando termine la rehabilitación volver a la rutina de tres días en semana al gimnasio. Se siente joven, ir al Centro de Día es por socializarse. Siempre ha sido amigo de sus amigos, poco dado a ampliar mucho su círculo. La vida le ha ido arrebatando a alguno de sus amigos y familiares. O amplía relaciones o la soledad le pesa. 

En el Centro de Dia hace migas con un grupo de chicos de su edad, amigos del paseo al aire libre, la petanca y el baile. Esto último se le da peor y aún así lo intenta. El día de baile semanal en el Centro realmente da igual la habilidad de los bailarines para moverse al compás de la música, una de las consecuencias de la esperanza vital es la menor longevidad de los varones, razón por la que son minoría en el salón y las mujeres de edad, descaradas y activas, no paran de demandar pareja para el baile, alguna incluso le tira los tejos para algo más. La edad de oro para alguno de los bailarines que se está poniendo las botas.

Felipe el mejor bailarín, de buena planta, más de uno ochenta a sus ochenta y seis años es el más demandado parece que baila mejor en horizontal que en la pista donde lo hace mejor que todos los demás con diferencia. Se corre la voz sobre sus habilidades y talla entre las féminas. Él se deja querer hasta el punto que tiene una agenda de conquistador envidia de Rodolfo Valentino.

Adolfo llega hasta la puerta del Centro y se lo encuentra cerrado por orden de la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid, un equipo médico volante del 112 está en la puerta del Centro y le pide que se quede un momento que van a hacerle unas pruebas para descartar. En la furgoneta que hace de ambulancia ve sentado a Felipe en su turno de pruebas. Positivo. Se lo llevan en la ambulancia para el hospital, un gesto de despedida con la mano antes del cierre de la puerta de la ambulancia es su último contacto con el bailarín. Otra ambulancia toma el relevo, le invitan a entrar, no puede evitar sentirse nervioso. Las pruebas dan negativo, le dan una hoja con recomendaciones médicas y le piden que pase tres semanas de cuarentena en su casa sin salir. Ante las preguntas de los facultativos, les informa que convive con su mujer y sus nietas. 

Ante el primer síntoma de fiebre o malestar llamen al 112 e iremos a su domicilio, no se desplace al Centro de Salud ni al hospital. Regresa a casa preocupado, en los escasos veinte minutos que ha permanecido en la puerta del Centro cuatro ambulancias han partido para el hospital con sendos ancianos. Adolfo y tres mujeres. Por la noche se enterará en las noticias que doce ancianos han sido internados en el hospital aquejados del virus ese de los chinos, cinco de ellos con problemas respiratorios. A su mente le llega la imagen de Emilio y de Juanita ambos con su carrito con el oxígeno a rastras. Lo tienen difícil ambos.

El Centro de Día ayuda a convivir con la despedida,  es parte de la vida y con sus edades mucho más. Las amistades aunque pasajeras son profundas, el dolor por la despedida no lo es, son conscientes que el final es común para todos y aprenden a vivir con ello. No ha tenido relación con los del oxígeno pues no coinciden en las actividades, Adolfo es más de paseo y ejercicio a diferencia de estos que son más sedentarios. Por lo general los del carrito han sido muy fumadores y eso les une al final sin fuelle.

-¿Tres semanas? Marisa se asusta. La recomendación también es para ella y las niñas.
- Eso me han dicho
- Eso no puede ser , es una barbaridad y ¿Qué vamos a comer? y ¿Las niñas?
- Tenemos que avisar a su madre
- Has dado negativo ¿no?
- Eso me han dicho
- Pues entonces, nada de nada
- Vamos a llamar al 112 y a ver qué nos dicen
- Primero voy a llamar a Marisa (hija) a ver qué opina, son sus hijas.

La conversación entre madre e hija, ambas igual de desinformadas, no termina con ninguna determinación concreta. Hacer caso de la prensa es un error por la enorme desinformación que publican y los conceptos erróneos que divulgan. El gobierno no actúa de manera diligente, normal llevan tanto tiempo tras la trinchera criticando al que toma decisiones por cada cosa que hace que ahora que es su turno de gobernar no saben anticiparse a las necesidades, no son conscientes que no pueden echar la culpa a otro, es su momento, tienen que tomar decisiones y gobernar. Qué difícil es tomar decisiones, explicar las cosas bien, tener una jerarquía clara en la comunicación y en la decisión. Una pandilla sin líder constructivo es una banda. Enfrentarse a una crisis sanitaria con una banda es lo que trae, desinformación, falta de previsión, falta de coordinación, mentiras y exculpaciones mientras la progresión aritmética de afectados multiplica los enfermos hora a hora. Su miedo antropológico a la toma de decisiones, a reducir la libertad de movimiento, a restringir la libre circulación propio de los complejos históricos de la izquierda española supone que durante dos semanas el virus se propague más rápido que en los países vecinos. Sin controles sanitarios en aeropuertos, sin medidas claras para centros con concentración humana, su vergüenza reprimida de izquierdas les condiciona evitan tomar medidas efectivas por miedo a sus propias contradicciones y a su público entregado por si se les echa encima por precipitación. Se ríeron de las medidas extremas tomadas por China, Taiwan, Italia, se creen más listos que los demás. Dos semanas más tarde tenemos los Centros de Día de ancianos cerrados en todo el país y eso que algún político con miopía nacionalista sigue pregonando que el ADN de su Región es inmune al virus frente al resto de España. Al día siguiente los datos reales le callan, el virus no entiende de idiomas ni de fronteras. Tenemos barrios y poblaciones aislados. El coronavirus está con nosotros y tenemos que luchar contra él.

Adolfo llama, con el manos libre del teléfono encendido para que Marisa escuche lo mismo que él y evitar una discusión posterior.
- 112 ¿En qué puedo ayudarle?
Explica sus edades, en cierre del Centro de Día, su negativo en el test de hoy y la recomendación de quedarse en casa tres semanas. La convivencia con sus nietas y sus dudas sobre cómo actuar ¿vivir con naturalidad o encerrarse?¿decir a sus nietas que no vengan?¿comprar comida para un mes?
El facultativo del 112 les tranquiliza y les pide vida normal evitando concentraciones de personas. Ante el primer síntoma de malestar llamar al 112 y encerrarse en casa. Ampliar la recomendación de limpieza de manos y evitar el contacto cercano con otras personas, incluidos besos, abrazos y darse la mano.

No quedan muy convencidos. Deciden mantener su vida igual con el miedo en el cuerpo por ellos mismos y por sus nietas. Dicen que los niños están libres, no se fían. ¿Separarse de su nieta María? Esos abrazos le dan la vida cada tarde. No saben cómo hacer para evitarles el mal a sus nietas. Por lo que cuentan es una enfermedad que transmiten los viejos.

Dos días más tarde, la evolución de la enfermedad obliga a los políticos acomplejados a chocarse con la realidad, la expansión es tan alta que decretan aislamiento del barrio y confinamiento de todos los habitantes en sus domicilios. El ejército patrulla por las calles para detener a cualquier transeúnte sin autorización.

Adolfo y Marisa se miran. Tienen tres semanas para discutir a todas horas. En este momento necesitan su mutuo apoyo, se abrazan como hace tiempo, fuerte, sintiendo la vida, notando sus corazones. Saldrán de esta. ¡Qué miedo se pasa!. Las niñas están en su casa. El colegio también ha cerrado sus instalaciones durante semanas. Varios profesores han enfermado, La rompehielos se ha librado, los virus evitan la mala leche. ¡Puede ser el remedio! la mala lecha. 

¿Será esta la razón por la que ningún político enferma?

Buen viaje, Joe

  Joe, simplemente Joe. Omitiendo, desde siempre, el rango familiar de tío. Recuerdo tu aterrizaje entre la familia cuando Ana, también sin ...