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25.3.21

Mutualista vacunado

 



Cuatro semanas después del anuncio del proceso de vacunación para mayores de ochenta años, comienza el turno para los mutualistas atendidos por la sanidad privada. 

Los trabajadores fijos del Estado, Funcionarios, se agrupan en mutualidades en función du cuerpo y destino laboral:  MUFACE - Mutualidad General de Funcionarios Civiles del Estado- , ISFAS  - Instituto Social de las Fuerzas Armadas - y MUGEJU - Mutualidad General Judicial - 

El modelo de atención sanitaria para los Funcionarios que eligió el Estado para sus empleados fue la Sanidad Privada. Un contrasentido en sí mismo. El propio Estado privilegia la atención privada sobre la sanidad que entra en su responsabilidad, la pública. Un privilegio asistencial que disfrutan millones de Funcionarios y sus familias. Creo recordar que hace unos años esa elección pasó de ser obligatoria a convertirse en una opción donde el trabajador podía elegir entre sanidad privada o Seguridad Social. No hay color, para el día a día, la elección casi unánime es sanidad privada. ¿Deberían revisar los propios gestores de la Sanidad pública el por qué sus propios valedores eligen el modelo privado? Sonrojo me produce escuchar a políticos en activo que su única experiencia laboral ha consistido en trabajar como funcionario, en su mayoría docentes universitarios, disfrutan de servicios sanitarios privados mientras evocan “lo público” cada vez que hablan. Uno de sus mantras argumentativos que adornan su reconocible demagogia. Algo muy propio de los políticos de la izquierda, hablan con coletillas aprendidas sobre lo que desconocen. Realmente se creen que la vida es como ellas la describen, no se han parado a ver cómo es. Pero esto es otra canción, que me lío. Vuelvo al relato.

Citan con varias semanas de retraso a los mayores de ochenta mutualistas para vacunarse. Las razones del retraso es la consabida ineficacia a la que nos tiene acostumbrados el servicio público, listados incompletos, sin actualizar, envíos tardíos, teléfonos incompletos, mutualistas de avanzada edad en algunos casos dependientes de familiares que no atienden el correo recibido, etc. La vida misma.

Domingo por la mañana, mi madre recibe una llamada del área de salud de la Comunidad de Madrid para concertar cita de vacunación para el siguiente miércoles en el nuevo Hospital Enfermera Zendal. Me ofrezco como acompañante y tras revisar en el navegador del móvil los caminos recomendados para llegar hasta allí, porque el hospital está lejos de todo, enfrente de la Terminal 4 del Aeropuerto Adolfo Suarez. Una excursión.

Llegamos y ante nosotros el nuevo hospital creado por la Comunidad de Madrid para atender enfermos del coronavirus. Una obra de ingeniería sanitaria del primer nivel mundial, envidia de otros países y denostada por parte de los españoles que se oponen a todo lo que hace el contrario, aunque sea bueno. Así somos y no aprendemos. Lo primero que vemos son muchas personas descendiendo de los vehículos que les acompañan, como son mayores, acercarse lo más posible a la puerta para facilitar, en lo posible, a los ancianos el acceso al hospital.

A pie de calle, justo al inicio de la rampa de acceso, unos empleados de seguridad ordenan el tráfico de personas, concurren don grupos de vacunación, con sus accesos diferenciados y separados entre sí. Un grupo formado por  personas de todas las edades que corresponden a trabajadores de actividades esenciales por un lado y los ancianos mutualistas por el otro. La mayor parte de los mutualistas van acompañados por un familiar.

Tras subir la cuesta, toma de temperatura y tomar turno en la fila de espera donde unas cuarenta personas nos antecedecen. La fila avanza rápido, no necesitamos más de cinco minutos para acceder al interior del edificio. Muy bien organizado, con el personal muy pendiente de que todo se sienta  cómodo y atendido. Todo engrasado fluye ágil. Varios celadores ofrecen sillas para aliviar la espera a los mayores mientras guardan turno en la fila. Todos se encuentran fuertes y con ganas de inmunizarse, rechazan las sillas.

La fila plateada transmite un halo de esperanza e ilusión, tras un año .con miedo, recuperar vida es el mejor regalo para la generación que levantó este país después de la guerra. 

El acompañante debe llevar la identificación del mutualista que va a ser vacunado para, una vez inyectado, pasar por administración para inscribir en el registro de vacunados a su familiar. - Explica un celador en la puerta del hospital a cada persona - 

¿Tiene cita?¿Sí? Siga el camino de la derecha hasta la puerta que ven ahí a diez metros - Otra funcionaria organiza el flujo - 

Pase, pase - Un nuevo celador señala a los mutualistas las butacas libres para agilizar el ritmo.


En los módulos preparados para instalar varias camas hospitalarias, han repartido grupos de diez butacas separadas entre sí respetando las distancias de seguridad recomendadas para evitar la propagación del virus. En menos de un minuto una enfermera muy simpática reparte con tono amable frases para tranquilizar e informar a cada mutualista. 

¿Cuántos años tiene usted? ¡Qué ojos más bonitos tiene! ¿Es alérgica a algún medicamento? 

Con seguridad y celeridad ejecuta gestos repetidos cientos de veces, jeringuilla en la mano, dirige el pinchazo con habilidad evitando cualquier molestia al vacunado. 

Le estoy poniendo la vacuna de Moderna, en veintiocho días la llamarán para volver a pincharse la segunda dosis. Ahora quédese aquí sentada quince minutos

Informa al acompañante de la recomendación en caso de dolor o fiebre, paracetamol cada ocho días si le duele. Le señala dónde se encuentra el mostrador de loa administrativos para facilitar la documentación de la vacunada. 

En el brazo izquierdo, le preguntarán en qué brazo se ha pinchado y usted señora espérese aquí tranquila un cuarto de hora. Ahora viene su hijo. Le pego esta pegatina verde en su mascarilla para que sepamos que ya está vacunada

Doce minutos después salimos al exterior. Atravesamos la Puerta de la Alegría en dirección al coche que está estacionado a un par de manzanas de distancia.

Mi madre no dice nada mientras caminamos, noto que su respiración ha cambiado. Tiene ritmo de fiesta, de feria. Está contenta. Una vez sentada en el coche comienza a hacer planes de viajes a la playa sin caer en la cuenta que en los próximos meses no nos van a permitir salir de la Comunidad. A veces es complicado comprender que la libertad que disfrutamos en Madrid no existe en otras regiones, donde regulan más desde la prohibición. En Madrid podemos salir, trabajar, convivir, alternar y vivir con mayor desahogo, siempre respetando las medidas de protección sanitaria, por supuesto.  


Mamá ya falta poco, me extrañaría que nos permitieran salir antes de junio, ya tenemos aquí la cuarta ola. Esto del virus es como el mar, marea alta y marea baja que se alternan. Parece que ahora empieza a subir la marea cuando aún no se ha secado la arena de la orilla y comienza a inundarse. Además, casi mejor esperar un poco más, te queda un mes hasta la segunda dosis y otros quince días para alcanzar la inmunidad plena.

Se siente segura, un año después, respira sin temor.

Bendita vacuna

14.2.21

14 de febrero

 



14 de febrero Día de San Valentín o Día de los enamorados, también es el Día Europeo de la Salud Sexual y el Día Mundial de las Cardiopatías Congénitas.

Pocos son los días del calendario que no estén dedicados internacionalmente para reconocer o recordar algún hecho o enfermedad. Aprovechamos esa dedicatoria para concienciar a la población sobre la calidad de vida necesaria para prevenir ciertas enfermedades o para celebrar las efemérides. 

Si deseas y buscas poder dedicar un día a algo importante, te informo que solo en febrero están libres los días 5, 7, 16, 19, 23 y el 24.

Este sistema de encontrar motivo para recordar y concienciar ya lo inventaron las religiones, en los antiguos credos politeístas, destinar un dios a una labor o habilidad era motivo de recuerdo y vigilancia por el buen hacer. Un sistema policreyente que propiciaba la memoria colectiva haciendo capaces a muchos ciudadanos para recordar nombres de dioses y su influencia concreta en lo terrenal.

La iglesia católica aprovechó esta costumbre asignando a cada profesión, habilidad o hecho un santo que velara por los creyentes intercediendo ante el creador al recibir oraciones y ofrendas. Una herencia modernizando el politeísmo para apoderarse de la costumbre y hacerla propia.

En el siglo XXI el descreimiento religioso crece imparablemente hasta el punto que las nuevas generaciones buscan otros modelos para identificar soluciones, normalmente lo encuentran en el mundo digital en formato de vídeos cortos donde se forman, informan y educan colectivamente. 

Del retablo en las iglesias con escenas de los testamentos hemos pasado al dominio del YouTube o TikTok como herramientas de comunicación global.

Dedicar cada día a recordar una enfermedad, una profesión o un hecho histórico es el nuevo santoral del siglo presente. La dedicatoria de cada día llena páginas en los periódicos, minutos en los noticiarios e inunda las Redes Sociales de referencias al mismo día. 

Entre tantos días, el 14 de febrero es de los que más hartazgo me provocan, saturando las comunicaciones de todo tipo de referencias al amor, el sexo, la pareja y la mercadotecnia asociada a la fecha, flores, regalos, bombones, colonias, noches de hotel o reservas en spa.

¿Necesitamos recordarnos lo importante que es cuidar una relación, lo mucho que ganamos si vivimos en un plano de igualdad en el amor, compartiendo momentos, caricias, miradas, apoyos y alegrías?

Yo soy de los que prefiere comprar flores cualquier día, simplemente porque sí. Porque todos los días te quiero no solo hoy.

Por cierto, mañana, 15 de febrero es el Día Internacional del Niño con Cáncer, el Día de los Presidentes de EEUU y el Día Mundial del Hipopótamo, que también necesita que le recordemos. 

Los Católicos tradicionales se encomendarán a San Peregrino para los niños con cáncer, a Santo Tomás Moro, patrono de los políticos y a San Francisco de Asís como patrono de todos los animales. 

Nuevos tiempos, viejos trucos.

¿Qué inventaremos cuando agotemos los días? 

10.1.21

Temporal en Madrid

       



       La nevada histórica que llevaban anunciando en las noticas los últimos días se ha cumplido, treinta horas de caída de copos blancos sin un minuto de respiro. No hemos visto nada igual en nuestras vidas, los mayores intentan recordar acontecimientos similares ocurridos hace años y no se ponen de acuerdo sobre cual fue más grande. Lo cierto es que esta es enorme.

Los primeros copos aparecieron antes de la hora de comer del viernes y como suele ocurrir en estas latitudes, apenas cuajó, los copos mutan a estado líquido en cuanto se posan en calzada, acera, vehículos o tejados. Solo a base de insistir en la caída el mundo vegetal comienza a admitir la acumulación de nieve entre sus ramas y hojas. 

Tres horas más tarde, coincidiendo con el final de la jornada laboral en muchas de las empresas se empezó a acumular en el suelo y sobre los coches estacionados en la calle. La estampa de las calles era de postal, diez o doce centímetros de espesor blanco y frío cubría todas las superficies expuestas. Y la nieve seguía cayendo sin parar, a un ritmo suave y constante. Padres con hijos en el final de sus vacaciones de Navidad aprovechan para jugar con la nieve y esculpir muñecos en los parques y jardines. Los que cumplen su horario laboral salen como todos los viernes a la hora de comer y se enfrentan al camino de regreso a casa con la circulación cada vez más complicada por la acumulación de copos en la calzada y la inexperiencia al volante en situaciones invernales de los conductores por estas latitudes. Viernes es sinónimo de atasco por las carreteras de la ciudad, el resto de días la vuelta a casa se reparte entre las tres y las ocho lo que se traduce en mucho tráfico continuo con apenas interrupciones. Los viernes todos salen a las dos y media. Los diseños de las carreteras no contemplan este flujo concentrado y aparecen los parones y atascos en los trayectos. Hoy con la nieve, mucho peor.

Agustín ha conseguido escaparse un poco antes de la oficina, suerte que no hay ningún jefe al frente hasta el próximo lunes. Todos disfrutan de días de descanso tras un año muy jodido de trabajo por culpa de este virus que ha venido a visitarnos para recordar que no somos inmortales. Sobrelleva la mañana con un café bebido y media tostada con tomate. Hoy se ha perdonado la tostada, como todos los meses de enero, lucha contra la obesidad tras unas navidades repletas de calorías y alcohol. Sus pantalones han cerrado con dificultad y él sabe que o recupera su figura de hace un mes o peligra todo su armario por obsoleto. Tiene tanta hambre que su estómago se lo recuerda con quejidos de demanda. Sube al coche decidido a llegar a casa para un fin de semana casero en compañía de Susana quien hoy no ha ido a trabajar presencialmente, los viernes teletrabaja.

Agustín es contrario al teletrabajo, le cuesta organizarse sin poder relacionarse en persona con los compañeros y clientes, él que es muy del trato humano no lleva bien las reuniones por video, el consigue mejores resultados y es más convincente entre personas que entre pantallas. Además en teletrabajo no tienes un segundo libre. Entre video y video trabajas para el hogar, te escapas cinco minutos para comprar el pan, recibes al mensajero de las compras a distancia, pones la lavadora, tiendes la ropa, preparas algo de comida, vamos un sin parar de hacer junto con la sucesión de reuniones virtuales convocadas más por la necesidad de mantener contacto entre los compañeros que para lograr avances concretos. No tiene tiempo para desarrollar sus proyectos. Cuando termina su jornada es cuando deja de sonar el teléfono y el ordenador, en esa tranquilidad puede dedicar dos o tres horas para cumplir con sus requerimientos de trabajo. Al final una prolongación de jornada obligada por la falta de productividad creada con la sucesión de reuniones diarias. No es un sistema eficiente ni respetuoso con la conciliación familiar. 

Su relación con Susana se ha resentido durante los meses del confinamiento, el no salir de casa dedicando horas y horas a reuniones telemáticas junto con la obligación de la entrega de responsabilidades les restó tiempo de relación agotando sus fuerzas hasta el punto de convertirlos en desechos humanos demandantes de sofá para dejar caer sus cuerpos agotados. La conversación se agotó junto con la paciencia ante el televisor. Todo es aburrido. La quiere por encima de todo, echa de menos ese momento previo a la cena cuando ambos se sonreían conscientes que empezaban sus horas en común, solos uno con el otro.

El atasco en la M40 es de campeonato, parece que ha ocurrido un accidente más adelante apenas avanzan unos metros por minuto. La nieve no para de caer, por ahora si te mantienes en la rodadura del coche precedente el coche se apoya en asfalto se puede circular. Fuera de la rodadura la nieve acumula ya más de quince centímetros de espesor.

Por el retrovisor nota a lo lejos la señal de luces intermitentes naranjas, divisa un camión quitanieves intentando avanzar por el carril de la izquierda. La hilera de vehículos que le preceden no consiguen desviarse al carril central que también está colapsado. Sin el quitanieves delante me temo que no vamos a poder seguir el camino. Dos agentes de la Guardia Civil de tráfico se acercan sobre sus motos con la señal de alarma azul encendida avisando de la urgencia. Conducen con habilidad entre los coches a pesar de la nieve acumulada. Su misión es liberar el carril izquierdo para permitir el avance del quitanieves. 

Las cuatro, el estómago de Agustín ha interrumpido su concierto demandando alimento consciente que hoy comerá con retraso. Lleva veinte minutos parado, la fila de coche no progresa, tras una hora de habilidad policial el quitanieves ha superado cuatrocientos metros en su camino hacia el inicio de la aglomeración. Cada vez cuesta más salir de la rodadura en la calzada. Algún coche ha resbalado al subir a la nieve y ha terminado chocando con otro complicando más la tarde. Echa mano del teléfono para avisar a Susana. 

Cariño no sé cuando llegaré. a casa, estamos totalmente parados en la carretera y aún no he llegado al túnel.

Susana le informa que lo que ha visto en las noticias y solo puede desearle suerte. Está todo muy complicado.

A las seis y cinco anochece en Madrid, en las últimas dos horas se ha acercado a casa quinientos metros, le restan doce kilómetros. La rodadura previa a los coches se ha perdido gracias al caer incesante de copos de nieve. Sobre el puente que atraviesa la autopista, perfectamente iluminado por las farolas, ve a personas esquiando disfrutando de la nieve. Hay gente para todo.

Las nueve de la noche, sobrevive Agustín gracias a la climatización del coche, menos mal que su depósito de gasolina está prácticamente lleno. Ya ni recuerda que tiene hambre, se entretiene repasando sus pertenencias. Ha vaciado la guantera, su cartera de documentos del trabajo e incluso se ha asomado al maletero para ver qué puede serle útil. Del maletero trae dos botellas de agua de medio litro, la reserva de las que utiliza para hidratarse mientras maneja el auto, los dos chalecos amarillo fosforescente de emergencia y un paquete de galletas pasadas de fecha con relleno de limón, recuerdo del viaje a Galicia del pasado mes de julio. Pocas cosas útiles, una navaja que siempre lleva en el coche, recuerdo de sus épocas de montañero, un corta uñas, un lápiz, tres bolígrafos, dos chupa chups y un cable para el móvil que aprovecha para conectar al coche y así recargar la batería del teléfono. Decide cenar un par de galletas y un caramelo de palo. Se raciona los alimentos ante la perspectiva de pasar la noche y parte de la mañana en el coche.

Susana le llama a las diez para ver cómo está, la conversación se prolonga por varios minutos, la conversación más larga que recuerda durante los últimos meses. La echa de menos, no solo hoy, sino la de antes, la del mes de julio en vacaciones. Sonriente, calmada, abierta, espontánea, libre para salir. El confinamiento les está pudiendo.

A las once decide tumbar su asiento, se pone el abrigo y los chalecos los utiliza para cubrir los pies. la calefacción a buena temperatura. Apaga la radio e intenta relajarse para dormir un poco. Tarda en conseguir el letargo de descanso, la postura y la situación no acompañan, serán las doce y media cuando cesan los ruidos de los coches vecinos y consigue dormirse. A las dos y cuarto, una mujer grita a unos metros de distancia. Se incorpora saliendo del vehículo, la nieve vence bajo su peso y le entierra por encima de los tobillos, un coche situado a treinta metros de distancia tiene la luz interior encendida, la puerta abierta y dos personas afuera agachadas. Otro grito, decide acercarse para ayudar en lo necesario.

Alicia se esfuerza en mantener la compostura, su hija ha decidido salir hoy al mundo para no perderse la nevada, adelanta dos semanas a las cuentas. Alicia tiene experiencia de otros dos partos previos, intenta hacerse dueña de la situación, en cambio Manuel su hermano está dominado por los nervios y la precipitación. La otra persona decide dejar hueco a Agustín pues no sabe bien qué hacer. Agustín avisa que regresa a su coche para llamar por el teléfono a emergencias.

112 ¿En qué puedo ayudarle?

Mire estamos atrapados en la M40 bajo el paso a nivel de El Pardo y una señora se ha puesto de parto

¿Se encuentra bien?

La veo muy tranquila, solo que los que estamos no sabemos cómo ayudarla

¿Puedo hablar con ella? 

Espere un momento que estoy a unos metros

Deja el teléfono en manos de Alicia quien con tranquilidad informa a emergencias de su situación, incluso del ritmo de las contracciones. Calcula que tiene para un par de horas. Le devuelve el teléfono y le aprieta la mano justo al coincidir con una contracción. Sus miradas se enlazan, la entiende a la primera. Su puesto está ahí, a su lado. Pasa al interior del coche sentándose en el asiento del conductor, de lado. Ofrece su mano a Alicia quien no duda en aferrarse a ella. Necesita un apoyo, sentir que es persona. Su hermano revolotea como una mariposa alrededor del coche hasta que Alicia le grita:

- ¡Manolo!, ¡Cierra la puta puerta!. ¡Se me está congelando todo!.

Una ambulancia del SUMMA aparece lentamente gracias a sus cadenas por encima del puente, aparca en la zona más cercana al terraplén de la derecha y dos personas bajan con cuidado la pequeña ladera para acercarse a la autopista. Llegan hasta el coche de Alicia, las seis de la mañana, en cosa de una hora comenzarán las primeras luces del día. Sigue nevando sin parar. Agustín regresa a su vehículo, la nieve depositada le llega hasta las rodillas. Está congelado y empapado de rodillas hasta los pies, sube la temperatura de la calefacción de su coche sin sentir alivio, el frío lo tiene dentro.

Con las primeras luces observa que prácticamente todos los coches están vacíos, sus ocupantes decidieron salir al anochecer para buscar refugio en algún lugar cercano. No se le ocurrió antes. Si lo hubiera hecho, Alicia no se habría sentido acompañada y solo habría tenido a la loca de su hermano. Gracias a la ayuda de dos Guardia Civiles que han llegado al lugar pudieron subir a Alicia hasta la ambulancia. 

Las diez de la mañana, abandono mi coche, según el google maps a dos kilómetros está una estación de metro. Un paseo de una hora y cuarto enterrándose en nieve hasta las rodillas a cada paso, empapado y con los zapatos destrozados consigue llegar hasta el suburbano. Dos horas más tarde entra en su casa. Susana le abraza con fuerza, como antes, le besa, como antes, le mima, como antes. Una noche separados por el temporal han necesitado los sentimientos para ponerse al día. Le prepara la bañera con agua muy caliente, sabe que Agustín se va a constipar, no es de aguantar mucho el frío. Unos minutos en el agua reparadora y comienza a recuperar sensaciones en los pies, los pinchazos en sus dedos le afirman que vuelven a la vida. Y no solo sus pies vuelven a la vida. Susana muy observadora comprueba el amanecer en el interior de la bañera, se anima hasta a compartir el agua. Los dos juntos comparten agua y temperatura. Todo vuelve a ser como antes. 

3.12.20

Adiós, papá

 


El viejo reloj de pared ha parado, su antiguo péndulo de bronce labrado cesa su vaivén interminable, ese que mide el tiempo que nos ordena la vida. 

Cada semana respetando la ceremonia adecuada a su historia bicentenaria, Ramón utiliza la llave hueca en forma de T para darle cuerda a su reloj de pared, el mismo que dictó con sus campanadas los horarios diarios en su casa durante toda la vida.

Definitivamente el cuidado de este mundo y del reloj que lo mide quedan mucho peor sin Ramón.

Perdurará su influencia entre sus amigos y familiares, nuestros recuerdos de él y con él seguirán vivos durante años entre los que hemos tenido la suerte de convivir con él.

Mi padre me enseñó a ser honesto, honrado, a ir de frente, a decir la verdad, a ser responsable y generoso - haz primero lo tuyo y luego un poquito de los demás- nos recordaba a diario.

Su impronta ha sido construir hijos autónomos para la vida, autosuficientes como a él le gustaba definir. Nos animaba a tomar nuestras propias decisiones a no depender de nadie para salir adelante. Nos dio alas para volar y volamos, los cuatro, con la confianza de contar con su refugio si el viento arrecia.

Siempre me sorprendió su capacidad para escuchar siendo sordo y su capacidad para captar las emociones más escondidas de los demás siendo él tan parco y comedido en expresar las suyas. Ambas habilidades hicieron de él un ejemplo de empatía. Para mí, quizá, su mejor enseñanza.

He sentido su apoyo y su aliento en cada fase de mi vida y especialmente durante las más complicadas, No dudó en mostrarme su apoyo sin fisuras, incluso cuando eso le podía suponer un conflicto con sus creencias tan arraigadas. Todos sabemos hasta dónde podemos llegar los padres por nuestros hijos.

Después de tantos años aprendiendo de él como maestro de vida, fijándome en su ejemplo diario como guía, considero que he llegado al nivel de aprendiz. Mi suerte es haber sido hijo tuyo y haber tenido la oportunidad de formarme como persona replicando tu ejemplo. Me señalaste el camino de cómo ser buen padre, buena persona y buen profesional. Seguiré aprendiendo papá, ahora sin tu ayuda ni consejos, es lo que tiene quedarse huérfano. Me guiarán los recuerdos y esa voz interior a la que preguntar ¿Qué habría hecho papá en esta situación?

Me quedo con este sentimiento de vacío, de reloj parado, de mundo sin girar.

El reloj nota tu ausencia, no encuentra el sentido de medir el paso del tiempo. Tras marcar tus 29851 días desde tu nacimiento, su mejor homenaje es parar hoy sus manecillas.

Papá, has hecho un buen trabajo. Has definido con tu vida el lema de Baden Powell (fundador del movimiento scout) -dejar el mundo mejor de como te lo encontraste-

Prepara el cielo para cuando nos volvamos a encontrar, tómate tu tiempo, no hay prisa. Mientras, haz lo que mejor sabes hacer, mejora el cielo.

8.11.20

Tren a Córdoba

 


Solo pude conseguir un billete de segunda en el tren nocturno, la cabina con ocho asientos enfrentados ya huele a humanidad, ¡Qué suerte la mía!, me tocan seis soldados de regreso de su permiso y una señorita amedrentada con la compañía que me mira y sonríe buscando consuelo a su situación de inferioridad numérica. Vestida con un traje de chaqueta cuidado con esmero hasta alargar su lustre después de muchos usos. Limpia y humilde. Zapatos gastados de suela de goma, tras sus gafas de pasta unos ojos oscuros hundidos por la miopía bajo unas cejas pobladas. Tiene pinta de maestra de escuela rural, soltera y entera. Huye de los soldados y su conversación chabacana y soez, presumiendo de sus conquistas de la semana. 

Buenas noches, saludo

Los saldados mueven la cabeza como respuesta a mi saludo sin perder el hilo de su conversación mundana. La maestra me responde con idéntico saludo. Nuestros asientos están enfrentados. Une más si cabe sus rodillas en una forzada postura decente, un tanto anticuada para su edad.

¿Van ustedes hasta Cádiz? Pregunto para hacerme una idea de la duración de la compañía en el viaje 

Nosotros nos bajamos en Aranjuez. Uno de los soldados contesta sin desviar su mirada de la ventanilla.

Buena noticia, la soldadesca estará una hora como máximo en el compartimiento. Si tenemos suerte y nadie se monta en el tren, podremos descansar.

Yo paro en Córdoba. La maestra enseña su dulce y melodiosa voz. 

Su voz atrae por un instante la atención de los soldados que reanudan su charla gobernada por las hormonas. El sonido de su voz acaricia mi cerebro, sin llega a hipnotizar me hago consciente del poder de esa voz en mi voluntad. Es un sonido que te deja huérfano con el silencio, quieres oír su voz continuamente. Ni cansa ni adormece, acompaña. Me animo a entablar conversación, sólo por el ánimo de escucharla.

¡Córdoba! Vamos al mismo lugar

Buen destino. No me gusta viajar de noche. Me gusta viajar por la mañana, me entretiene ver el paisaje y prefiero llegar de día.

Se revuelve buscando acomodo en su asiento, una novela surge entre sus manos. No está para muchas conversaciones. Un marca páginas señala el lugar donde continuar la lectura. Cuida el libro. Sus pequeñas y delgadas manos sostienen el libro con delicadeza. Su mirada acaricia cada línea acompasando su respiración al ritmo de la lectura. Una pequeña sonrisa se insinúa en sus labios, está disfrutando de la lectura. De cuerpo presente en el tren su espíritu ha viajado hasta la historia que está leyendo, Su jersey de cuello alto ceñido ayuda a imaginar su contorno, de pecho firme y generoso. Cada subida de respiración acerca el paraíso hacia mis ojos. Uñas cuidadas, labios pintados. La maestra es sutil, cómoda y delicada. 

Reconozco la novela, la compré la semana pasada y se mantiene pendiente de lectura sobre mi mesilla de noche. Debe estar bien, juzgando las reacciones de la maestra mientras su mirada recorre línea a línea las páginas del libro. Los soldados se aburren de fanfarronear, dos de ellos salen al pasillo para fumar, los demás intentar dormitar el rato que les queda de libertad. Imito su comportamiento. Me rebullo en mi asiento y cierro los ojos. La marcha cadenciosa y el sonido de las ruedas al pasar por las uniones de los railes me ayudan a abandonarme con intención de descansar. Al regresar los fumadores, noto el roce en mi pierna que me despierta del letargo, recompongo la postura justo cuando se abre la puerta del compartimento sin muchos miramientos. El revisor.

Billetes, por favor.

Comprueba los ocho boletos y cierra repitiendo la brusquedad de su manera de abrir y cerrar las puertas de los compartimientos de los vagones. Modos y movimientos repetidos decenas de veces en cada recorrido que supervisa.

Las luces en el exterior activan a los soldados, asoma la estación de Aranjuez. Cruzo los dedos durante la parada, nadie sube. Buena noticia. Miro a la maestra quien por un momento se distrae de la lectura. Nuestras miradas coinciden. La mantengo mientras reanudo mi intento por tener una conversación para oír el sonido de su voz.

Parece que vamos a tener suerte

Eso parece, la conversación que mantenían los soldados me abrumaba

Son jóvenes y pasan el día encerrados, no creo que tuvieran intención de molestar, espero que no la hayan ofendido

No me ofenden, me paso el día entre adolescentes y estoy acostumbrada. Solo que para viajar prefiero la tranquilidad

¿Se dedica a la enseñanza?

¿Lo dice porque estoy rodeada de adolescentes? No exactamente. Trabajo en una residencia de menores. Un reformatorio

Con lo mejorcito de cada casa

La mayoría son víctimas de la sociedad, alguno es cierto que poca salida tiene en la vida salvo delinquir. ¿Y usted?

Trabajo de comercial para una empresa industrial de la periferia de Madrid, viajo un par de veces al mes para cerrar tratos. Vendo máquinas de construcción y agrícolas. Me permite relacionarme con muchas personas que es algo que encuentro gratificante. Me encanta conocer otras vidas, sus costumbres y cómo se organizan. Tengo curiosidad ¿cómo es la vida en un reformatorio?

Se parece mucho a un internado o a un orfanato. No deja de ser una casa-escuela con sus horarios rígidos y normas establecidas. Les enseñamos oficios intentando que tengan una salida profesional con la que ganarse la vida honradamente. Lástima que muy pocos les ofrecen una oportunidad cuando salen y vuelven a lo único que conocen, el robo y la violencia

Usted debe ser la buena de la casa, se la ve pausada, educada, cuidada y prudente. Seguro que los chicos buscan consuelo y consejos con usted

Hago lo que puedo, más que de madre actúo como tía o hermana mayor. Me respetan y escuchan. Me encargo de un grupo de diez chicos con los que compartimos convivencia por las tardes y noches. Durante las mañanas cada uno tiene sus obligaciones escolares o en los talleres

Entonces ¿vive con ellos?

Sí, durante un año. Después es voluntario continuar o salir a otro trabajo. Mis padres viven en Madrid y no tengo donde vivir en Córdoba. Acepté este trabajo, me quedan seis meses. Me gusta estar con ellos, ayudarles, sentirme útil

Tiene mucho mérito lo que hace, renunciar a una vida por servir a los demás

Dicho así parece que soy una monja. No tengo tanto mérito, necesito el trabajo y como no tengo a nadie a quien echar de menos es más fácil este aislamiento. Tras un año en el reformatorio, podré optar a otro destino en el ministerio. Mi intención es regresar a Madrid

¿Entra algún novio en sus planes?

No hago planes, la vida viene como viene. No necesito un novio o marido para sentirme plena, reconozco que me gustaría tener un compañero de vida que me respete y me ame como soy

Le sobrarán pretendientes

¿Y usted, cómo va de amores?

He salido a mi padre. Se casó tarde, casi a los cuarenta con una mujer mucho más joven que él. Mi madre dice que no se aguantaba ni él de las rarezas que tenía tras tantos años viviendo solo. Me estaré volviendo tan raro que las mujeres me evitan

No tiene pinta de tener cuarenta

Para eso me quedan once años, tengo tiempo de encontrar a alguien

Yo le veo amable, educado, limpio y con trabajo. No le conozco como para pensar que tenga rarezas. No veo inconveniente para que pueda conocer a una chica

Hasta ahora lo difícil es que me guste una, a menudo pienso que me estoy reservando para la mejor.

Le veo exigente

Quizá. ¿Podemos tutearnos? Me llamo Miguel 

Sonia

Un golpe de viento anuncia que el tren entra en un túnel, las luces se apagan algo que pasa en ocasiones en los desvencijados trenes españoles. El olor a gasóleo quemado entra por la abertura de la ventana, me levanto para cerrarla y salvar esa molestia. Regreso hacia mi asiento justo cuando recuperamos la luz y dejamos atrás el túnel.

Cariño, ¿Otra vez te has despistado? No sé qué voy a hacer contigo. Ven siéntate ¿Qué haces levantado?

¿Sonia?

Estoy aquí

Ante mí, sentada a mi derecha en el AVE dirección a Córdoba, una adorable anciana con el pelo teñido de mechas rubias, manos finas con las venas marcadas, gafas de montura “al aire”, traje de chaqueta impoluto y su eterno jersey de cuello vuelto. La misma Sonia de los últimos cuarenta años. Ese túnel dejó atrás una boda en Madrid, varios cambios de trabajo y de ciudades, dos hijas, un nieto. Una vida completa olvidada por culpa de esa maldita enfermedad que se come los recuerdos e incluso se come quien soy realmente. En mi memoria guardo, libre de carcoma, aquel viaje en tren donde conocí a Sonia, el momento más importante de mi vida. El resto de la vida lo he ido olvidando. Me quedo con lo importante.

Mi vida es un viaje en tren a Córdoba.


25.10.20

Banco de leche


 
Aurora llena su rutina diaria en un ir y venir al Hospital de La Paz. Cuarenta minutos viajando en metro a las diez de la mañana. Sube directa a la planta de neonatos. Le espera aletargado Juan, su hijo. Nació dos meses antes precipitadamente, prematuro con apenas veinte semanas de gestación. Midió veinte centímetros, poco más largo que la longitud de la palma de su mano. 

Cada mañana saluda a las enfermeras, tras dos meses se las conoce a todas. Buenas mujeres, serviciales y cariñosas. Hoy está de servicio Gloria, su preferida. Le comenta las novedades de la noche con Juan, anima a Aurora recordando que cada día que pasa más cerca está ir a casa. Se sienta junto a la incubadora, introduciendo sus manos por las ventanas circulares preparadas para ello y acaricia a su Juan transmitiéndole calor y amor. 

A las once de la mañana Juan disfruta de su siguiente toma. Hoy, por primera vez, Gloria entrega el biberón a Aurora quien llorando recibe en sus brazos a su diminuto hijo de dos meses de edad, con la equivalencia que realizan en neonatal, equivale a seis meses de gestación. Juan agarra el meñique de su madre, recibe con los ojos cerrados el flujo del biberón. Poca cantidad, la equivalente a dos cucharadas, justo la que necesita. Aurora tras el parto precipitado, intentó sacarse leche con una máquina succionadora sin éxito. Tras salir del quirófano su gran preocupación fue la salud de Juan, su equilibrio mental se bloqueó desde ese momento, su marido se difuminó como amante, mutó a compañero de piso sin roce, dejó de ocuparse por la imagen, su trabajo, de las relaciones con las vecinas. Solo está Juan.

Ponerse guapa ya no es importante, disfrutar de la vida, tampoco. Se sintió inútil, ni leche era capaz de producir para alimentar a su hijo. Todos los días desde las once menos cuarto hasta avanzada la tarde las pasa en el hospital cerca de Juan. 

Su peor momento, la crisis que sufrió Juan a las dos semanas de nacer. Necesitó de cirugía coronaria de urgencia. Nadie supo encontrar de dónde venía su fuerza por sobrevivir. ¡Un chico tan pequeño! 

Hoy alimenta a Juan. La esperanza ilumina su rostro. Su primera sonrisa, salada por las lágrimas que la aliñan. Mira a su alrededor, encuentra la sonrisa de Gloria. Busca sin encontrar a Luis, su marido. Ahora le echa de menos, no recuerda el maltrato de que le ha dispensado durante estos meses. 

Ana anda con paso decidido, alta y fuerte, se desplaza con velocidad. En volandera cuelga una bolsa de viaje con forma de nevera. Lleva su ración diaria de leche materna. En los últimos treinta meses ha incorporado a su vida la producción de leche materna. Tras un parto complicado, su hijo falleció a las pocas horas del alumbramiento. 

Ana de pecho generoso y productivo fue informada en el hospital del programa de donación de leche materna. Los primeros días, se sacó la leche, se la recogía una enfermera que la utilizaba para alimentar a varios niños. A ella le venía bien sobre todo para aliviar la tensión en sus pechos.
 
Nunca le pasó por la cabeza convertirse en nodriza. Durante los tres días que estuvo en el hospital tras el parto, compartió habitación con otra madre recién parida. Esta por alguna razón que nunca supo no producía leche, la enfermera le administraba biberones de leche cada tres horas. 

La misma enfermera les explicó a ambas que el hospital tiene un banco de leche materna, varias mujeres desinteresadamente donan su producción o parte de ella para ayudar a los neonatos y a recién nacidos de madres que no pueden amamantar. 

En el momento del alta hospitalaria, le entregaron un folleto explicativo del banco de leche. Ana tras la pérdida de su bebé iba por la vida anestesiada, sin consciencia plena de lo que escuchaba, hablaba o hacía. Guardó el folleto en el bolsillo de su abrigo sin prestar mucha atención. Solo quería regresar a casa. 

A la mañana siguiente lo encontró, se disponía a salir a pasear justo después de sacarse la leche que presionaba su pecho. La había tirado, claro. ¿Para qué la quería? Tenía previsto ir al médico en un par de días para que le ayudara a retirar la producción láctea.

Leyó el folleto varias veces y decidió llamar para informarse. Desde ese momento, encontró un sentido para su situación. El altruismo hasta ese momento no había sido su principal virtud e incluso a su compañero de vida le sorprendió verla comprar esa nevera de lactante. ¿Para qué? Pensó. 

Ana se presentó en el hospital al día siguiente con su nevera y cuatro tomas de leche perfectamente conservadas. 

El hospital sigue un protocolo muy exigente para cuidar de la leche de sus donantes y asegurar la calidad de la misma cuidando la salud de los receptores.

Ana nunca falla a su visita diaria para entregar su leche. Durante estos meses ha conocido a varias donantes, la más prolija es ella.

Gloria habla con Ana durante su entrega, comparte una complicidad ganada a diario por el roce. La invita a pasar tras la puerta usando el gesto conocido moviendo la mano con la palma mirando hacia ella. 

Ana traspasa la puerta de neonatos, ambas se apoyan sus brazos. Con la cabeza Gloria señala hacia Aurora quien da de comer por tercera vez en el día a Juan, sonríe sin apartar su mirada de su pequeñín. Le pone en vertical para ayudarle a eliminar el aire de la toma. El pequeño Juan consigue un sonido fuerte y agudo que reconforta a su madre. Le deja con sumo cuidado en su caja transparente protegido por varias toallas blanca enrolladas junto a él. No ve el momento de dejar de acariciarle. Se tiene que marchar, sabe que le deja en buenas manos y aún así, le cuesta separarse de su lado.

Aurora. Llama Gloria. 

Se acerca a las dos mujeres mientras sus brazos se acomodan en las mangas de su abrigo. Es su hora de regresar a casa.

Mira, le comenta Gloria, quiero que conozcas a Ana. No suelen coincidir donantes con receptoras. Ana dona su leche a diario y Juan es uno de sus fijos.

Aurora y Ana se miran con complicidad. No hablan, sus ojos se comunican en una lengua profunda y silenciosa. Aurora da un paso adelante extendiendo sus manos hacia arriba. Se funden en un abrazo. Sus latidos se acompasan, sus lágrimas se comparten. 

No necesitan hablar, la magia del encuentro explica mucho de una y otra. Se comunican agradecimiento, empatía, humanidad. Se funden como una sola mujer. 

El milagro de la vida.

3.10.20

Sin patillas



Alex, elsinpa, el sin patillas. Sale de casa. El mote le cayó de sus compañeros en el colegio. Son muy cabrones. 

Cosas de la edad. Se pusieron de acuerdo, en su vocabulario, hicieron una quedada común, a sus diecisiete años, para no afeitarse durante un mes y dejarse barba. En el curso hay una veintena de varones y aceptaron en reto todos menos elzanahoria, el pelirrojo lampiño de la clase. 

Las dos siguientes semanas marcan la diferencia en el crecimiento capilar entre los alumnos, por su juventud, la mayoría fracasa en el reto, solo media docena de alumnos pueden presumir de poblar su cara con vello de manera digna. 

Alex tiene buena barba de color castaño, envidia del resto, crece con fuerza y de manera homogénea poblando sus mejillas, formando un buen dibujo en la perilla. La barba perfecta. Se asemeja a las barbas de moda que predominan entre los artistas y modelos. Alex nota que atrae alguna que otra mirada femenina. 

Lo poblado de su vello facial contrasta con la ausencia total de pelo en la zona de las patillas. Con el tiempo, dejando crecer su cabello por la zona delante de sus orejas cubrirá esas calvas laterales. Los hijoputas de sus compañeros no le permiten esperar ese tiempo, ya le han bautizado como elsinpa y le guste o no, se queda con el mote. 

La costumbre de bautizar a los compañeros con motes tiene su peligro, en los casos que la nueva denominación acierta y consigue la aceptación general, éste sustituye en la memoria colectiva a su denominación real. Llega un momento que todos dudan de su nombre de pila y se dirigen a él por su mote. En poco tiempo nota que nadie le llama por su nombre, Alex, todos, incluso sus amigos más cercanos le llaman sinpa, un caso claro de deshumanización provocada por el desuso del nombre de pila. 

Suele ir al colegio acompañado de su amigo Oscar que vive en su misma urbanización. Oscar elmlp, el me la pela, conocido por todos como MLP. Gusta de ir despeinado con su pelo rizado ingobernable mecido por el viento a la moda racial de los años setenta. De pequeño le llamaban elpelopolla y en plena pubertad, coincidiendo con el estirón pasó a llamarse elescobilla. Nombre mucho más acertado si le juzgan por su apariencia. Es delgado, muy flaco, siempre viste de blanco y el mocho rizado que tiene sobre la cabeza se asemeja al artilugio que decora junto al inodoro de cada cuarto de baño en este país. Puso tanto afán en no darse por aludido cada vez que se dirigían a él como escobilla que logró algo casi imposible, el cambio de mote por segunda vez. Todo el mundo sabe que cuando te motean, ese nombre se queda para siempre, pase lo que pase. Y si es en un entorno rural, puede que hasta lo hereden tus descendientes. En ese caso el mote se pluraliza y sus hijos pasarán a ser llamados losescobillas

Oscar y Alex avanzan con ritmo pausado, contemplando la vida desde su muro de desprecio e indiferencia general. En la siguiente esquina les espera María, la mejor estudiante de la clase. Desde el momento en que María empezó a salir con Bruno, elpopeye a ella se la conoce como Olivia. Te digo yo que en el colegio son bastante hijoputas. María es mona, con cuerpo de adulto, sin coincidencias con la flaca de las viñetas de Popeye. En el futuro, cuando cambie de pareja, en el barrio más de uno la recordará como Olivia

El trayecto al colegio es breve, quince minutos a la sumo. Antes quedan en una zona infantil con la panda, se reúnen quince o dieciséis bachilleres alrededor de un par de bancos de madera. Elcaracol comparte su altavoz bluetooth animando la reunión. Sabe que el alto volumen molesta a los vecinos sin importarle lo más mínimo. Es su momento de protagonismo, lleva una mochila a la espalda durante todo el día, con un único fin de transportar el altavoz inalámbrico que ameniza las reuniones con los amigos. La música la provee Miguel, lalicuadora, como tiene las venas de la nariz a flor de piel, cualquier contraste de temperatura le hace reaccionar sangrando de manera escandalosa.  Alguno mencionó que le recordaba al zumo de tomate y se quedó con la licuadora.

Sonia, quien no tiene mote asignado, tiene asumido su papel de madre del grupo. Les recuerda que faltan cinco minutos para empezar las clases. Todos se desperezan, apagan la música y desfilan arrastrando los pies hacia el aula. Hoy es lunes, a primera hora toca filosofía. Toca aguantar alpicapiedra, una copia viviente de Pablo Mármol. ¡Qué pereza! Los jueves son mejores, doble horario con Ivette, la americana que les da clases de inglés. Amante de ofrecer su escote generoso al agacharse para lucir su anatomía a la altura de los ojos de los alumnos más despistados. Te aseguro que vuelven de su ensoñamiento habitual, alguno se le quedan los ojos saltones como a la rana Gustavo. Su alumno preferido es Manuel, el3x. Un aficionado al cine de adultos que asegura haber visto a Ivette en alguna escena porno. Lo cierto es que no ha traído ninguna prueba de ello de modo que la sensación general es que la imaginación domina la memoria de Manuel.

Pasan las tediosas horas, durante la clase los alumnos guardan un silencio tal que desde fuera se interpreta como orden y atención al profesor. Todo lo contrario, los alumnos han entrenado durante años la apariencia de interés cuando realmente se encuentran en su momento de ensoñación preferido dejando pasar el tiempo cada uno con su imaginación. Solo despiertan al sonido del timbre, el sonido liberador que marca el final de la jornada. En ese momento resucitan al ritmo del altavoz de elcaracol. Entre los que le acompañan, van seis con barba, elsinpa en cabeza orgulloso de su pelambrera. El resto, arrastrando los pies camino al exterior.

Juventud, divino tesoro.

4.7.20

Prioridades





Andrés es muy impresionable a las noticias, con tres meses de reciente paternidad se descubre pendiente de la respiración de su pequeño, alerta por sus ruiditos, analiza las deposiciones, se ha convertido en un auténtico experto vigilante. 

Lo que más anhela cuando regresa del trabajo es comprobar el milagro de la naturaleza y que un ser tan pequeño y frágil tenga sus genes. Las primeras semanas le costaba dejarse llevar a la hora de dormir, la preocupación por vigilar la correcta respiración de su pequeño niño no le permitía conciliar el sueño. Debora todo lo que se publica sobre el cuidado de bebés y los peligros a los que se enfrentan, magnificados en las revistas para padres que publican cientos de recomendaciones y temores ancestrales. 

El temor a la muerte súbita le tiene a mal traer. Noche tras noche vigila la respiración del pequeño Borja hasta que el peso del sueño le vence definitivamente. 

La vida de Borja se rige por la regla del tres, dormir, comer y cagar. Sin piedad, de manera rutinaria hasta el punto de sumir en el caos la vida de sus padres incapaces de conciliar su agenda vital con la de su hijo. Todavía no han asumido que el rey de las agendas es Borja durante bastante tiempo. 

Al estallar la pandemia, el gobierno confinó a toda la población para limitar sus efectos. Menos a Andrés que al trabajar en un sector esencial le obliga a salir de casa cada día. Su angustia es creciente “¿y contagio a mi niño?¿y si por mi culpa enferman mi mujer o mi hijo? Me paso el día relacionándome con personas”. 

Tiene miedo. Ese sentimiento irracional nace de nuestros temores más profundos y acentúan los gestos de protección. Ese miedo se refleja en su postura al andar y en la obsesiva distancia de seguridad que respeta al hablar con otras personas. Reacciona compulsivamente lavándose las manos cada pocos minutos. 

En su empresa instauran un protocolo de seguridad médica para proteger la salud de sus empleados, deciden que determinadas enfermedades en apariencia inofensivas si se encuentran controladas con su medicación pasan a ser de riesgo y sus pacientes son retirados del servicio presencial por precaución. 

Andrés comprueba como en unos días una parte importante de los compañeros han iniciado la gestión de su trabajo desde casa. Siente envidia, le encantaría quedarse en casa evitando sus salidas de casa y el riesgo de contraer una enfermedad que pueda hacer peligrar a su Borja. 

Comienzan a presentarse casos de baja médica por enfemedad entre sus compañeros de empresa, cierran por precaución pisos y zonas. El protocolo es sencillo, una baja médica por covid supone de inmediato que los más cercanos a su puesto de trabajo, pasan a estar de cuarentena durante dos semanas. La envidia le lleva a una rutina autodestructiva, se queja continuamente de su mala suerte en comparación con otros departamentos que al no tener contacto con clientes toda la plantilla se encuentra trabajando desde casa. 

Marisa, su mujer, le informa que su compañera en la oficina está de baja con síntomas. Alerta máxima. El labio inferior de Andrés tiembla, sus ojos se le salen de las órbitas, la rodilla izquierda sube y baja de manera inconsciente. 

¿Y Borja? 

No pasa nada, no seas paranoico 

Vamos al médico, mañana mismo 

¿No crees que estás exagerando? 

Mañana a primera hora vamos. Voy a mandar un whatsapp a mi jefa para avisarla que llegaré un poco tarde. 


A la mañana siguiente, Andrés traslada en la consulta, sin dejar translucir su preocupación y su deseo, traslada al médico que su mujer comparte puesto de trabajo con una mujer de baja por el virus. El médico siguiendo instrucciones de la consejería de Salud, no profundiza mucho, les firma baja médica para las siguientes dos semanas como cuarentena preventiva. Se siente feliz, ha conseguido su objetivo, no tener que ir a trabajar y proteger a su Borja. Las dos semanas culminaron con una prueba diagnóstica que les confirmó que no habían estado contagiados. Negativo. El protocolo de seguridad médica de su empresa es más estricto que el establecido por las autoridades sanitarias. Envía el resultado de su prueba como documento para regresar a su actividad presencial. Una semana tardan en comunicarle que la prueba esta incompleta, para valorar su capacidad de contagio, debe aportar una prueba más completa. Quedan en avisar al laboratorio contratado para ello. Pasan otros diez días hasta que el laboratorio se pone en contacto con él. 


Yo estoy bien, de verdad, si hay compañeros más graves y urgentes, citar a ellos primero, claro, claro, yo me sacrifico, sigo trabajando desde casa. Gracias. 

Su mujer le mira muy sorprendida mientras escucha la conversación telefónica de Andrés. No se esperaba un comportamiento tan irresponsable.

Andrés, ¿estás seguro de lo que haces?

No te preocupes, estoy trabajando desde casa 

La verdad, poco ¿eh? Que tu jefa te llamó el otro día para ponerte las pilas. 

No te agobies que sé lo que me hago. 


Dos semanas más tarde finalmente se realiza de nuevo la prueba ampliada que vuelve a confirmar que es negativo y sin capacidad para contagiar. Mes y medio después va a tener que volver a trabajar a la oficina. Y eso no. gusta. 

Vamos a ir al pediatra, Borja está con unas décimas 

Le están saliendo los dientes, es algo normal 

Prefiero ir al médico. 


Nueva visita al centro de salud, esta vez al pediatra, Andrés exagera un poco la situación, las décimas de fiebre de Borja la une a un comentario de la baja por virus de la compañera de la madre. El médico pediatra les facilita una nueva baja laboral preventiva mientras fija periodos de observación para el bebé. Nueva comunicación a la empresa de la mala suerte que está teniendo. Dos semanas pasan rápido y antes de regresar a su empresa, comunica, de nuevo, con el servicio médico informando de la baja por presunto virus que alcanzó a su hijo. El médico le comunica que por precaución debe realizar una nueva prueba analítica que se demorará otras tres semanas. 

Resultado negativo, de nuevo. A trabajar. Su jefa le llama por la tarde. - Andrés, el servicio médico te ha declarado apto, mañana viernes te esperamos. 

- Mira, verás, tengo el coche sin batería, se ha descargado después de tantos días inmovilizado. Si no te importa, me encargo de llamar a la grúa y me quedo en casa trabajando a distancia, ya el lunes voy 

Mañana a las ocho, si no tienes coche, vienes en transporte público 


Las ocho, las nueve, las diez y las once. Andrés se presenta en su puesto de trabajo con tres horas de retraso. 

Disculpa jefa tenía que hacerme unos análisis por la alergia ¿sabes? Y el laboratorio se ha retrasado. 

Me tenías que haber informado ayer cuando hablamos. Tu hora de entrada son las ocho en punto, como siempre. No puedes hacer lo que venga en gana. 

Perdona jefa, no volverá a ocurrir 

Tienes que compensar estas tres horas de retraso Andrés nota las miradas de sus compañeros de actividad, ellos llevan más de dos meses luchando con los nervios de los clientes, con la situación provocada por tener más de la mitad de la plantilla de baja y ninguno se ha quedado en casa “trabajando”. Las cifras de ventas de Andrés son irrisorias, más en su contra. Los compañeros han perdido el respeto que tenía atesorado por su responsabilidad y dedicación pre-covid. En dos meses lo ha perdido entero, nadie se cree tantas enfermedades con analíticas desmintiendo la enfermedad. 

Que viene el lobo, le anticipan en la hora de descanso sus enfadados compañeros. 

Efectivamente, su jefa le hace llamar a última hora de la jornada para comunicarle que la empresa ha perdido la confianza en él. 

- Tienes treinta minutos para recoger tus cosas. Te ruego me entregues tu teléfono y la tarjeta de identificación. Un vigilante te acompañará mientras recoges tus efectos personales y te abrirá la puerta de salida. Te deseo suerte en tu nueva vida. Adiós Andrés

Buen viaje, Joe

  Joe, simplemente Joe. Omitiendo, desde siempre, el rango familiar de tío. Recuerdo tu aterrizaje entre la familia cuando Ana, también sin ...