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24.12.21

Por joder

 


Yolanda es muy de joder, lo tiene dibujado en la cara. –Tiene guiño– dicen las viejas vecinas del portal cuando se cruzan con ella, una vez que se han asegurado de que no las puede escuchar. Yolanda tiene ojos diminutos, separados y escondidos tras unas gafas de pasta negras pasadas de moda desde hace más de un lustro. Tampoco es Yolanda muy de gastar, estira la ropa hasta el límite del tinte oscuro de los hilos de sus prendas. 
 
El desgaste de su ropa se disimula al vestir siempre de negro o de grises muy oscuros. –El color negro estiliza la figura– le cuenta a su hija treintañera que vive con ella por falta de novio que la soporte.
 
El As de picas y La moscorrofio, los motes con los que bautizó, muy acertadamente, el conserje a madre e hija del cuarto A. Una siempre de negro con pantalones incapaces de tapar su enorme culo y sus cortas piernas; sus hombros estrechos y su cabeza pequeña dibujan el perfil completo de un mote muy bien traído. La otra, igual pero en versión joven. Lo que era un físico admisible hace cuarenta y cinco años en el pueblo ya no lo es tanto en la época actual en la capital. Ni el más desesperado soltero es capaz de parar su mirada en semejante adefesio. La pobre hija, fea como Betty la de la serie de televisión de finales del siglo XX también ha heredado la mala leche y el hablar cortante de Yolanda.
 
Ella es muy de joder, y se nota. La semana pasada, ambas, madre e hija, decidieron ponerse sus tacones para moverse por la casa. Al pobre Andrés, vecino del tercero A se le ocurrió tocar el piano el pasado viernes para celebrar la visita de su nieto Alejandro, un virtuoso del violín. Ambos disfrutaron interpretando un concierto con obras de Mozart y Haydn. Abuelo y nieto en perfecta sintonía. Varios de los vecinos aprovecharon apagando sus radios y televisores, bajando la intensidad de las luces para disfrutar de cada acorde del sonido envolvente que recorría el patio interior de la finca. 
 
A las Yolanda, madre e hija, les molestó la música porque no les dejaba oír bien su serial turco de la tele. Podían haber subido un poco el volumen de la televisión, pero son de la opinión que si se sube gasta más luz y eso es sinónimo de tirar el dinero. Un razonamiento muy en la línea del nivel de su intelecto.
 
Solo por joder, se pusieron tacones. Mala idea, Yoli, mala idea, llevabas veinte años sin calzarte en altura y tus juanetes echan de menos los zapatos de monja con plantillas que utilizas a diario. Resultado, un dolor de pies horroroso, paralizante y atroz que le sube por toda la columna hasta anidar en su hipotálamo criando una migraña. 
 
Prepara la cena, dos tortillas francesas y un poco de jamón de york, subida en sus siete centímetros de desnivel. Una tortura que tras todo el día jodiendo se convierte en un dolor tan horrible que decide concederse un descanso.
 
Recorre el pasillo hasta su habitación con pasos cortos y apresurados. Necesita sus pantuflas de casa, mata por calmar ese dolor. Se sonríe pensando en la desesperación de Andrés.
 
–Así aprendes la lección y no vuelves a molestarme a la hora de la serie con tu música antigua– ­ piensa Yolanda mientras se descalza lanzado un suspiro de satisfacción.
 
A esa misma hora, Andrés atraviesa el portal de la finca tirando de su maleta con ruedas. Tras una semana de vacaciones con su nieto en Praga y Viena donde has asistido a dos conciertos de cámara en las capitales de la música.
 

11.12.21

Cambio de imagen

 


 

A Miguel superar los cincuenta no le supuso un problema, mantiene su tono muscular gracias a sus visitas habituales al gimnasio y cuida su alimentación. Por ello le calculan siempre unos años menos.

 

Soltero empedernido desde hace ocho años, cuando Concha, su novia de toda la vida decidió cambiar de vida, dejar el barrio, mejorar su imagen, viajar en coche, hablar con acento cantarín para vivir en un chalé adosado a las afueras de un población exclusiva a unos veinte kilómetros de la ciudad. Descubrió el amor en su jefe, un directivo sin alma al que solo le interesaban los resultados y las piernas de Concha.

 

Miguel, se mantiene fiel a su estilo, vive en el barrio, en un apartamento sin lujos dentro de una urbanización que originariamente era militar. Un piso luminoso, bien comunicado, céntrico y una cama grande perfecta para el combate. Se mantiene fiel, desde los veinte años, a su larga melena limpia, cuidada y, por lo general, recogida en una coleta.

 

A sus compañeras de amor las conoce a través de una aplicación móvil pensada inicialmente para encontrar pareja y utilizada masivamente para localizar sexo olvidando el cortejo e incluso el conocimiento entre las personas. Conectas para lo que conectas, nadie se lleva a engaño. Para un soltero, esa aplicación es el mejor aliado.

 

Sus dos últimas citas le comentaron que parecía mayor que en su foto de perfil. Las canas se le multiplican mes a mes, nacieron en las patillas extendiendo la plaga por toda la cabeza de manera irremediable. Su coleta morena de antaño, va tomando un color silver fox propio de los visones plateados. Sumando años a su apariencia.

 

La mujer de su última cita, cuyo nombre no logra recordar, se negó a subir a su casa porque no estaba dispuesta a acostarse con un hombre que le recordara a su padre.

 

Miguel tras sus últimos tropiezos amatorios, decide poner remedio con su imagen. Acude a la peluquería de siempre y tras una breve conversación donde la sorpresa inicial de su barbero se reflejaba en su cara, los mechones de pelo comienzan a caer al suelo a medida que primero las tijeras y luego la maquinilla, efectúan el milagro de la apariencia de la edad. 

 

Con un nuevo peinado, esta vez muy corto, Miguel vuelve a aparentar unos cuarenta y cinco, algo asumible por las consumidoras de la aplicación que fijan esa edad como límite para elegir pareja ocasional. A partir de los cuarenta y cinco, ya te consideran viejo y tendría que cambiarse a otra aplicación donde el público es más desinhibido y con mayor edad media. No se siente preparado para ello. No quiere ni imaginarse que una loba de sesenta y tres años quede con él para dejarle seco. Una vez, por error, quedó con una granny, la experiencia fue sorprendentemente positiva y durante varios días se sintió muy satisfecho, algunos días más de los que le duró el dolor de pito después de tanto uso. 

 

Aún así, cuando fija tramos de edad en sus búsquedas, siempre alrededor de los cuarenta, en su opinión, la mejor edad de la mujer. Esa edad donde encontrarse con un hombre de cuarenta y cinco es admisible e incluso recomendable.

 

El frío sol de otoño ilumina su rostro, sin llegar a calentar. La pérdida de volumen en su peinado le hace notar las bajas temperaturas. Su paseo bajando la acera se entretiene comprobando su reflejo en cada escaparate de la calle más comercial del barrio.

 

El último local está con las luces apagadas, se trata de un restaurante que abre más tarde. Al tener el fondo oscuro, el escaparate es un espejo perfecto. Peina con su mano su pelo rapado al estilo militar, sorprendido de su imagen. Cuerpo cuidado, pelo limpio y corto, sonrisa amplia. El reflejo también indica que un coche para en el borde de la calzada, descendiendo un hombre de él. En dos pasos se para a su espalda, apenas se le puede reconocer tras las gafas de sol negras y la gorra de béisbol. 

 

Dos disparos a bocajarro en la nuca terminan con el paseo de Miguel mientras el coche acelera en dirección a la carretera de circunvalación justo en el momento que cruza la calle Antonio, vecino de Miguel. Pelo corto, tono muscular y andares pausados. Antonio, militar de formación, es agente de contra espionaje con varios casos bien resueltos para la seguridad de su país. En las últimas semanas está siguiendo a varios agentes de una potencia militar creciente con intereses en nuestro país.

 

Corre a socorrer al herido de muerte al que tarda en reconocer por su cambio de imagen. Ambos tienen un aire semejante, podrían pasar por hermanos. 


Miguel nota que la oscuridad se hace dueña de todo, escucha de fondo el timbre de la sirena que anuncia a la ambulancia que viene a socorrerle, llegará tarde, muy tarde.


Las noticias de radio, prensa y televisión dedicarán unos minutos a describir cómo ha sido asesinado un militar a la puerta de su domicilio. La Seguridad Nacional aprovecha la confusión del asesino para blindar a su agente. Una vida por otra.

20.11.21

El viajero

 


Diez de la noche, en el exterior fuertes vientos racheados y nieve, mucha nieve. Otra tormenta de esas a las que bautizan, esta vez han elegido un nombre bíblico que nada bueno presagia, Barrabás. Tres días con un clima propio del polo norte algo inusual y que por mucho que nos avisen siempre nos pilla desprevenidos a los madrileños, ya sean gobernantes o ciudadanos de a pie.

 

Cristóbal huyó de su vida desesperado por las deudas, la falta de trabajo y de oportunidades. Decidir ir a vivir a la calle emocionalmente es desgarrador, cuando no tienes nada y te invade la sensación de que eres un inútil para la sociedad. De apariencia normal, no llama la atención, estatura media, moreno con alguna cana salpicando de plata su peinado sobre las orejas y vestido con un traje digno y cuidado. Eligió el aeropuerto porque considera que es un lugar digno y limpio, mucho mejor que vivir en la puta calle. Vestido con su traje pasa por ser un viajero más. 

 

Aprovecha esta hora antes de que pase el turno de limpieza para buscar su sustento entre los desperdicios de los restaurantes de comida rápida del aeropuerto. Con mucha precaución para no mancharse quiere mantenerse limpio y decoroso en la esperanza de que la vida le otorgue una oportunidad. Ha adquirido experiencia en encontrar sobrantes de comida tirada por la precipitación ante el aviso de salida de un vuelo. 

 

Las condiciones del temporal han cerrado el aeropuerto reduciendo al mínimo el número de personas que acuden al mismo para salir de viaje. Eso se nota en su recolecta, se tiene que conformar con unas pocas patatas fritas frías y gomosas regadas con un sobre de tomate concentrado que ha encontrado intacto.

 

Cristóbal se mueve arrastrando una maleta pequeña con ruedas, del tamaño permitido para subir a bordo en cabina. Es un viajero más. Y eso es lo que pretende, aparentar ser un viajero que se ha quedado pendiente de que reabran el aeropuerto para continuar con su vida. Con su traje en buenas condiciones y un cuidado aspecto y aseo personal pasa pacientemente el tiempo cómodamente sentado en un área de descanso apartada del poco bullicio de la terminal. 

 

Tres veces al día dedica una hora a pasear, un poco de ejercicio le viene bien para su salud y para su entretenimiento. Recorre los inmensos pasillos, mira con curiosidad las tiendas, vacías por la falta de clientes. Se perfuma cada día con la muestra de cortesía de lo que fue, en otra vida, su colonia preferida. Los pocos habitantes de la terminal ya se conocen de vista, tres días coincidiendo convierten un cuerpo en un ser humano con cara y ojos. 

 

Reconoce a varios indigentes que han preferido ir al aeropuerto antes que al albergue que ofrece el ayuntamiento. Eligieron libertad antes que comodidad. Arrastran consigo grandes bultos con sus pertenencias utilizando un carro de los cientos disponibles para transportar las maletas. Bajo los bultos, una colección de cajas de cartón, su colchón de cada noche. 

 

Esta noche el servicio de vigilancia de los escáner previos al acceso a la zona de embarque está descuidado. La ausencia de vuelos programados y las muchas dificultades para acceder por carretera a la terminal han disminuido la plantilla efectiva del turno nocturno de seguridad. Varios de los trabajadores en la seguridad no han podido acceder a su turno dejando el acceso con una mínima dotación. Cristóbal aprovecha su oportunidad en un momento de descuido y accede con prudencia, despacio y evitando llamar la atención, a la zona de embarque. Donde solo es posible acceder con una tarjeta de embarque. 

 

Una vez alcanzada la zona comercial, le llama la atención el gran número de personas que se han quedado atrapadas en sus conexiones de vuelo, familias durmiendo entre sus maletas, vestimentas de varias culturas, saris propios de las mujeres de la india, delicadas túnicas árabes, trajes con cortes diferentes a los occidentales. Una representación en pequeño del mundo. 

 

Para no llamar la atención decide que lo mejor es hacer lo mismo que todos, dormir y descansar. Elige dos asientos vacíos unidos que junto con la mesilla auxiliar que está a continuación le proporcionan una cama decente.

 

Cinco y media de la mañana, cuarto día de aislamiento. La tormenta remite dejando paso a una fina lluvia que perfora con cada gota la nieve acumulada en el suelo. Eso ayuda y si la temperatura se mantiene por encima de cuatro grados el riesgo de helada se difumina y la recuperación de la movilidad será mucho más rápida.

 

Un ruido seco y constante del exterior despierta a Cristóbal. Grandes máquinas quitanieves trabajan limpiando una de las pistas con la idea de abrir el tráfico cuanto antes. Poco a poco la vida regresa a la terminal, los abandonados de las inclemencias se desperezan, recomponen sus ropas y aprovechan para asearse en alguno de los numerosos baños existentes.

 

El amanecer clarea tras las colinas al fondo del valle, la lluvia termina su paso y comienza a dibujarse un cielo claro con un sol anhelado por todos tras varios días de oscuridad.

 

Siete y cinco de la mañana. El caos se siembra, los grandes ventanales entre las puertas H12 y H14 vuelan por los aires tras la explosión de un camión cisterna que comenzaba su labor de repostaje a un Airbus estacionado en esta última puerta. El camión y la nave se ven envueltos en una enorme bola de fuego. 

 

Cristóbal sale del baño en ese momento y no consigue reaccionar. El tiempo, que tan veloz corre, arrastra esos segundos dilatando la secuencia de lo que ocurre, Cristóbal ve la muerte cómo avanza hacia él en forma de multitud de diminutos trozos de vidrio, algunos del tamaño de cuchillos que vuelan en todas las direcciones segando la vida de cuanto alcanza. La onda expansiva le alcanza antes que la lluvia de vidrio, empujándole hacia atrás y permitiendo que la puerta oscilante se cierre en el momento justo para salvarle de la lluvia de cristales punzantes. 

 

Veinte segundos después, el tiempo recupera su ritmo habitual mientras sus aceleradas pulsaciones le golpean las sienes. Reacciona y sale del baño en dirección a la zona del desastre. Cuerpos sangrantes, alguno gimiente llenan de dolor y desolación donde hasta un minuto antes había vida, paciencia y esperanza por una pronta salida de los vuelos. Busca entre los cuerpos a quien ayudar. Primero atiende a una mujer con rasgos latinos que había elegido ropa deportiva de algodón para dormir, no le encuentra el pulso. Está atravesada por un trozo de ventana del tamaño de una jabalina olímpica. Junto a ella, otra persona inmóvil tras haberle aplastado la cabeza una pantalla de gran tamaño que había volado más de veinte metros. Detecta a un hombre moreno que se mueve y se acerca a socorrerle. Encuentra la mirada profunda de quien se despide de la vida, poco puede hacer por él, agoniza y lo único que le puede dar es el consuelo de una mano amiga que llene de humanidad su despedida. La tensión se relaja y nota que los cinco dedos del pobre hombre caen liberando la presión de la mano de Cristóbal.

 

Otros supervivientes reaccionan socorriendo a las víctimas. Cristóbal se mantiene junto al hombre, sin llegar a soltar su mano. Una relación personal que duró poco más de un minuto, suficiente para notar el agradecimiento de este hombre por no irse en soledad. 

 

Un borde de papel asomado al bolsillo interior de la cazadora del fallecido llama la atención a Cristóbal, la tarjeta de embarque junto con su pasaporte de los Estados Unidos Mexicanos. Tomás Grande Ruiz de nombre. Físicamente son parecidos, prácticamente de la misma edad, semejante estatura y aún siendo más delgado no les debe separar más de cinco kilos. 

 

La vida surge entre los escombros del caos, una oportunidad nace. La cartera de Cristóbal se pierde en el bolsillo del fallecido. Aparecen las primeras personas de ayuda a la emergencia, policías y equipos médicos. El nuevo Tomás se aleja del caos con una nueva maleta y camino a una nueva vida. Se confía a una suerte que hasta ahora le era esquiva, una nueva identidad, un nuevo país, una nueva vida.

 

Buen viaje, Tomás.

12.11.21

Los inconformes

 


Miguel se despierta cada mañana con el breve rumor que provoca el encendido del BMW del nuevo vecino. Puntual como cada día laborable a las seis y cuarto sube a su coche, conduce con cuidado respetando el descanso de los vecinos de la urbanización El Valle situada en una zona privilegiada junto al lago a los pies de la montaña. En coche es una hora de viaje, si no hay tráfico que lo retrase, hasta el centro de la ciudad.


Se despereza mientras levanta la persiana y abre la ventana renovando el cargado aire de su habitación. Huele a hormonas activas con veinte primaveras, las mismas que dirigen su vida a trompicones y que le distraen en las clases en la universidad. Demasiadas mujeres como para centrarse. Las luces en casa del vecino comienzan a tomar vida, es la señal que se ha marcado para apagar las suyas y permanecer quieto en la oscuridad, el premio de cada mañana va a suceder. Desde que se mudaron los nuevos vecinos hace cuatro meses, ninguna mañana de día laborable falla a su cita Gloria, la vecina vikinga, rubia, delgada con piernas largas y curvas perfectas, cruza su estancia en dirección al baño con su elegante y atractivo desnudo. Exagera el movimiento de sus caderas en un gesto inconsciente al sentirse observada. Apenas cuarenta segundos de desfile son suficientes para alegrar la vista a Miguel. Tras el desfile inicia su rutina de aseo previo a un desayuno precipitado y sale en coche en dirección a la universidad.


Gloria y Evan se presentaron a todos los vecinos de la urbanización el día que compraron la casa que perteneció a la duquesa de Morillo. Al fallecer, sus hijos decidieron repartirse la herencia y poner en venta la casa de la sierra donde residía la madre huyendo del calor durante los meses del verano. Era una mujer agradable y muy buena vecina, siempre tenia tiempo para conversar con los demás demostrando una capacidad de escucha y empatía por la que era muy bien valorada. Se fue a los noventa años aparentando sus perpetuos diez menos, tal era su vitalidad y nervio que la mantuvieron muy activa hasta el último día. El acento teutón de Evan y la imagen de Gloria hizo que les bautizaran en la comunidad como los alemanes. Educados y modernos, matrimonio joven con una hija de dieciséis años. Imagen de triunfadores, él directivo de una multinacional sueca líder en aeronáutica y ella aparentemente se encarga de la casa, realmente su actividad, desconocida para sus vecinos, es comunicadora “influencer” en redes sociales fundamentalmente para los países nórdicos, disfruta de gran éxito en Suecia y Dinamarca. 

 

Miguel antes de arrancar su Ford Fiesta de segunda mano echa un vistazo a la casa de los vecinos, intuye que le observan sin que sea capaz de determinar desde qué ventana lo hacen. Tiene unos tres cuartos de hora hasta la facultad de derecho, antes pasará por el pueblo vecino para recoger a Arturo, su compañero de estudios y viajes diarios.

 

Gloria observa a Miguel desde la pantalla del circuito cerrado de televisión que controla el perímetro de su terreno, varias cámaras cuidan de la seguridad de la familia. Le gusta ver cómo la curiosidad del vecino repasa toda la fachada de su propiedad. Se sonríe al recordar su paseo provocador de cada mañana, sabe que la observa y nota sus miradas de deseo cada vez que coinciden en el exterior. Es un amor. Enciende su sistema de climatización para atemperar su estancia de trabajo, necesita justo el tiempo que tarda en ayudar a Linda repasando que no olvida nada de lo necesario para el día en el colegio; en pocos minutos la ruta pasará a por ella y no regresará hasta eso de las seis de la tarde. Una vez parte Linda hacia su colegio irlandés, regresa a su zona de trabajo que ya ha alcanzado la temperatura con la que ella se encuentra confortable para desarrollar su trabajo. Enciende sus cámaras y prepara su nueva emisión en directo de su canal en YouTube. Cuida a sus millares de seguidores tratando de desvelar cada día un truco para desentrañar el complejo mundo de la ingeniería química para mejorar el planeta. Tiene experiencia y una ventaja extraordinaria sobre sus seguidores, ella y su familia son parte de los veinte privilegiados del club+2, un minoritario y selecto grupo de elegidos nacidos dos siglos más adelante. Pertenecen al siglo XXIII. 

 

En el año 2.210 la humanidad se enfrenta a un dilema que pone en peligro su existencia como especie, la reproducción humana poco a poco se delegó a la Inteligencia Artificial para determinar las mejores combinaciones genéticas posibles y establecer las uniones en función de los parámetros de éxito con mayor probabilidad. La Inteligencia Artificial como toda herramienta basada en los datos, depende de estos para la toma de decisiones. La clase dominante controla la generación de datos, reduciendo las estadísticas a los referidos por el grupo dominante, olvidando el resto de la humanidad. Esta búsqueda de la excelencia genética limitando la muestra a un pequeño grupo, reduce peligrosamente la variedad cromosómica llegando la humanidad a un punto de caída preocupante de la natalidad. La mayor parte de los nacimientos resultan ser inviables entre otras razones por la alta tasa de similitud cromosómica entre los reproductores elegidos. En definitiva, eligen a los reproductores entre familiares y asociados cercanos del mismo nivel dirigente, todos de la élite. En pleno siglo XXIII repiten el mismo error que sufrieron las antiguas monarquías europeas donde la consanguinidad terminó por reflejarse en taras, deficiencias, enfermedades y esterilidad. 

 

El triunfo de las leyes supremacistas muere de éxito al reducir la variedad genética entre los considerados viables, la élite del gobierno del planeta. Para el resto, considerados inferiores, ejercen un control exhaustivo sobre la natalidad, esterilizando a la mayor parte de la población y seleccionando a una minoría para la reproducción de la futura mano de obra sirviente.

 

Un grupo de humanos opuestos al sistema optaron por emigrar lejos de la influencia y el control directo de los dirigentes, emigrando al norte de la antigua Noruega, lejos de las regiones productivas y civilizadas organizan su sociedad en igualdad y sin cupos limitantes para cada actividad. Sus ciudades se asemejan mucho a las de principios del pasado siglo XIX. La clase dominante se despreocupa de estos pocos grupos de hippies rebeldes asentados a miles de kilómetros de la civilización separados por el desierto de Germania que ocupa la mayor parte de la antigua Europa. 

 

Estos resistentes deciden vivir según las costumbres y las antiguas leyes europeas, en democracia, evitando el control de la natalidad y eligiendo a sus parejas por mutuo deseo. Se autodenominan como los inconformes y se saben fuera del sistema, desconocidos por la mayoría sometida de la población gracias al control ejercido por la minoría dirigente que limita la información y controla la totalidad de los recursos del planeta, convirtiendo a los inferiores en mano de obra dependiente de todos los servicios. Otros resistentes viven dentro de los territorios controlados por el sistema y son excluidos de la vida normalizada. Si tienen descendencia no regulada, sus hijos pierden los derechos a la educación, la sanidad o la vivienda. Suelen verse obligados a vivir en las zonas limítrofes casi abandonadas por ser poco productivas. Se asientan en Europa, Australia, Nueva Zelanda o América de Norte. 

 

El mundo se dirige desde África, dejando al resto de continentes un papel secundario. La humanidad se ha lanzado a colonizar nuevos planetas, reservándose la élite dirigente las plazas asignadas para los nuevos asentamientos humanos. Solo a unos pocos inferiores se les permite viajar a las colonias, con el único fin de encargarse de las labores de mantenimiento y limpieza. Firman contratos vitalicios donde se aseguran beneficios educativos y de salud para sus descendientes. Mientras estos son menores de edad quedan atendidos por uno de sus progenitores hasta el día que cumplen dieciocho años, ese día se les asigna una función en la sociedad y el padre o madre cuidador queda liberado de su labor. Como agradecimiento por su tarea reproductiva, el sistema le entrega un permiso especial para viajar a otro planeta con validez para los próximos doce meses. Entregando además un billete pagado de ida para viajar hasta la colonia donde sirve su pareja, si lo desean, pueden reunirse y quedarse a vivir juntos en la colonia. La decisión más habitual es quedarse en la tierra, demasiados años separados termina por alejarles. Permanecer en la Tierra tiene sus ventajas, son recolocados por el sistema como “padrinos” de futuros padres, realizando una función como “abuelos” de las nuevas generaciones. 

 

Gloria y Evan pertenecen a los inconformes europeos opuestos al régimen que además son perseguidos por sus ideas y sufren una continua censura de sus comunicaciones. Evan junto con otros disidentes diseñaron un sistema cuántico que les permite viajar en el tiempo. Las pruebas realizadas demostraron su capacidad para retroceder al pasado, sin que hasta ahora hayan podido probar la posibilidad de regresar a su presente, la confirmación será en tiempo real en el momento que salga el primer viaje tripulado por humanos. Las pruebas las han realizado enviando al pasado mini robots que debían enterrar evidencias en localizaciones concretas, Evan y su grupo localizaban en esas zonas definidas encontrando las pruebas dejadas por sus robots enviados al pasado. Funciona hacia atrás, la prueba definitiva para probar la capacidad para regresar a su propio futuro será el próximo viaje real con humanos.

 

Durante dos años Gloria estudió con detalle la historia del siglo XXI anotando los hitos y las personas claves opuestas a las nuevas ideas supremacistas que no pudieron frenar el despegue intelectual que llevaría, dos siglos más tarde, al poder absoluto del gobierno global de una minoría excluyente. El poder, el acceso a comida y el sedentarismo cambió en un par de generaciones la fisonomía de los nuevos dirigentes, tradicionalmente altos, delgados y fibrosos variaron a anchos y musculosos con tendencia al sobrepeso. Con la información conseguida por Gloria se fijaron las misiones del grupo elegido. 

 

Veinte voluntarios se prestan a un viaje al pasado sin garantía de retorno.  Todos los voluntarios estarían encantados de vivir el resto de su existencia en el siglo XXI, a pesar de conocer las pandemias, violencia y guerras sufridas en esos años, saben que es un mundo mejor del que provienen. Cada uno de los veinte viaja con una misión clara con el fin de salvar su civilización en el futuro. El objetivo es modificar sutilmente la historia para evitar el triunfo supremacista excluyente.

 

Antes de partir, calculan la posición exacta de la Tierra, el Sol y la Vía Láctea en la fecha elegida. Determinar con exactitud la posición del planeta en la fecha elegida es la manera de asegurarse no terminar en la nada absoluta del espacio. La rotación de la Tierra alrededor del Sol fija una posición para cada día del año, el propio Sol rota e incluso la Vía Láctea también gira sobre su eje. Esas rotaciones suponen que el espacio temporal cambia a cada minuto. Un error de cálculo fijará el destino del viaje en un punto del vacío espacial lo que supondría la muerte de los viajeros.

 

Gloria calculó el destino ideal de cada uno de los viajeros de acuerdo con sus misiones entregadas. Evan y ella simularán ser pareja para dar cobertura a Linda. El resto viaja como solteros. Cada viajero tiene un objetivo definido, en algún caso, reproducirse con personas clave del futuro mundial que según la historia no dejaron sucesión para interesa mantener su carga genética hasta el siglo XXIII; en otros casos, asociarse o amigarse con personas clave que en un futuro próximo ocuparán papeles determinantes en la investigación científica, el campo militar o influyentes políticos determinantes en la toma de decisiones para el planeta. 

 

Coordinan las acciones en un intento de evitar el triunfo supremacista que tanto mal provocará en el futuro. Los destinos de los viajeros coinciden con regiones dominantes y acomodadas del siglo XXI, Francia, Alemania, Canadá, Australia, Italia, Dinamarca y España. 

 

A Gloria se le asignó emparejarse con Miguel, un estudiante de derecho cuatro años más joven que ella. Repasando el informe que debe memorizar sobre su objetivo descubre que su nuevo vecino llegará a convertirse en un dirigente clave en el desarrollo del nuevo orden mundial, una figura política muy apreciada en su época y al que se le reconoce la habilidad de anticiparse al peligro supremacista, al morir sin descendencia nadie tomará el relevo de sus vigías y el mundo quedará indefenso ante el cambio silencioso que se les avecina. 

 

Evan gracias a sus conocimientos de ingeniería aeroespacial avanzada con 190 años de evolución científica de ventaja, en poco tiempo consigue ascender hasta el puesto de director de la multinacional sueca en España. Su misión en este viaje se llama Elvira, ingeniera de climatización y aero termia. Saben que será la diseñadora de un modelo de climatización inteligente para edificios polivalentes capaces de exportar clima de manera consistente a un radio exterior de un par de cientos de metros, un sistema que con pocas modificaciones y mejoras perdurará hasta el siglo XXIII. Su carga genética, según la historia, también se perderá y con ella la posibilidad que otro humano herede sus habilidades para entender la transferencia entre calor y frío. Los modelos de climatización serán imprescindibles para sobrevivir en un recalentado planeta Tierra donde la temperatura media supera en seis grados las habituales del siglo XXI. 

 

Elvira es un objetivo complejo, ingeniera que vive solo para su trabajo, no se siente cómoda en el trato humano y huye del contacto social. En cierta manera su comportamiento recuerda a un asperger, diagnóstico descartado por varios especialistas consultados antes del viaje. Opinan que ella es el resultado de crecer en un ambiente frío y distante donde el cariño no se demuestra nunca, aún guardando las apariencias, lo cierto es que Elvira no ha disfrutado de ni un solo abrazo en su vida. Toda relación siempre que ha mantenido ha sido siempre muy lejana. Lo más parecido a un abrazo eran las dos palmadas, dos, con las que le premiaba su padre en cada entrega de calificaciones. En definitiva, una ingeniera aburrida y fría. 

 

Los estudios previos determinaron que Evan y Elvira son súper compatibles genéticamente y el resultado tiene una probabilidad de ser un súper dotado para la ingeniería y el diseño. 

 

Evan incrementa la frecuencia de contactos con Elvira desde el ámbito profesional para ganarse su confianza. Estructura una reunión semanal de seguimiento para supervisar los avances en los diseños. También establece una reunión informal, a solas con Elvira, donde este le ofrece pistas y sugerencias sobre mejoras que puede incluir en sus proyectos. Esas reuniones sirven para despertar en Elvira una atracción profesional hacia el nuevo jefe al que admira por su visión de la ingeniería. No le es fácil encontrar un talento superior al suyo y esa novedad crea en ella una complicidad creciente y un deseo por compartir tiempo juntos. Se reconoce que comienza a apreciar estas reuniones con el jefe. Poco a poco van encontrando puntos en común que les permite explorar temas personales. Evan deja caer que su supuesto matrimonio está terminado e incluso le anticipa sus planes de divorcio. Aún así, Evan ante las nulas señales por parte de Elvira siente que está lejos de conseguir su misión. Es tan fría y distante que no sabe si está interesada o disgustada. Evan dispone de un tiempo limitado para encauzar su misión, doce meses, si en esa fecha no lo consigue, él es el elegido para pilotar la nave de regreso con el resto de inconformes que hayan fallado en los primeros pasos de sus misiones. Un plazo razonable para evaluar si existen probabilidades de éxito o si se necesita una redefinición de las misiones, de regreso a casa y previo a organizar otro viaje con los deberes mejor preparados o seleccionando personas más afines.

 

Gloria diseña invitaciones coloridas y divertidas para repartir entre los vecinos de la urbanización, celebrarán una fiesta de inauguración de su casa, ahora que han finalizado los albañiles la reforma de su casa. La han modernizado incorporando avances tecnológicos desconocidos hasta la fecha en el entorno. Será la puesta de largo de “su familia” en la comunidad. Acude personalmente a las casas, una a una, dedica un rato a conversar con los vecinos y les entrega la invitación rogándoles que no falten a la fiesta que tendrá lugar el próximo sábado por la tarde. Se espera un día de clima bonancible que aprovecharán para lucir el jardín recién replantado. Su ruta finaliza en casa de su vecino Miguel, la atiende la madre del estudiante que la invita a pasar, asegura que asistirán sin problema y que preguntará a su hijo pues sabe que está en época de exámenes de fin de curso. Agradece mucho la invitación y aprovecha la ocasión para preguntarle por todo, cómo se amoldan a la urbanización, sus vidas, trabajos y todo tipo de detalles que una mente detectivesca como la suya no puede dejar pasar la oportunidad de enterarse de los detalles de sus vidas.

 

Gloria confía en que Miguel acudirá, ha decidido regodearse un poco más en el paseo mañanero para encelar un poco más su voluntad. Necesita un acercamiento para cumplir el objetivo de su misión.

 

La tarde del sábado evita la típica tormenta de la tarde primaveral, luce sol y calor durante toda la jornada. A las siete y media comienzan a llegar los primeros vecinos y algún compañero de trabajo de Evan, Elvira incluida. Gloria elige un vestido blanco con sutiles marcas azules como reflejos de su clara mirada, su piel blanca luce el tono saludable gracias a la crema bronceadora extendida con mimo durante varias semanas. Se nota que huye del sujetador, detalle que no pasa desapercibido para los ojos entenados de varios de los invitados que agradecen su elección al vestir. Gloria ha elegido su ropa pensando en atraer a Miguel, nada más. 

 

Linda pasea rodeada de varios amigos del colegio a los que ha invitado a la fiesta. Está interesada en la comida, en reír las gracias adolescentes de las amigas y en hacerse de valer delante de Oscar su compañero de clase. Se fija en los vecinos que han acudido a la fiesta, la mayoría jubilados bien posicionados con sus vidas ya hechas y sus hijos independientes o a punto de hacerlo. Son de la edad de los padres de Gloria y Evan. Si alguien pregunta, su versión es que es la hermana pequeña de Gloria, desde que quedó huérfana vive con su hermana. Es algo cierto a medias, quedó huérfana tras una redada de la policía federal al servicio del gobierno excluyente, su madre falleció como consecuencia de un golpe en la cabeza. Un policía con pocos escrúpulos se excedió con la fuerza empleada provocándole un derrame cerebral que resultó ser fatal tras una semana de lenta agonía. A su padre nunca le conoció. Evan se encargó de ella y la ingresó en su academia formativa del proyecto “un pasado, un futuro” donde forma a los aspirantes a viajeros del tiempo. Tras los meses de adaptación, Linda comenzó a destacar sobre el resto de los alumnos de la academia, adelantando su elección saltándose la norma no escrita de haber alcanzado la mayoría de edad. Su misión concreta, sintonizar con Oscar, un futuro jefe militar al que quieren proteger evitando que sea asesinado por un grupo próximo a los supremacistas veinte años más tarde. Extraoficialmente Evan le asigna una misión extra, ser la sustituta de Gloria si finalmente esta no consigue atraer a Miguel, el objetivo fundamental centro de toda la acción.

 

La fiesta avanza con éxito con un catering variado de especialidades propias del norte de Europa y un servicio atento pendiente de todos. Los vecinos demuestran que les complace agradeciendo el gesto de los alemanes alabando su exquisito gusto en la decoración de la finca y con la elección de la comida. 

Gloria salta como una mariposa, de flor en flor, atiende a todos los invitados preocupándose por sus necesidades y asegurándose que todo sea de su agrado. 

 

Miguel no aparece, comienza a impacientarse, nunca se había encontrado una resistencia tan fuerte como la de su vecino. Gloria está acostumbrada a que todos los hombres y alguna que otra mujer caigan a sus pies rendidos en poco tiempo. En esta ocasión siente que el estudiante se le escapa. Demasiado protegido en el ambiente familiar e inseguro ante las oportunidades de la vida. También es consciente que su imagen de mujer casada no facilita el acercamiento con el vecino.

 

Los invitados comienzan a marcharse, la hora avanza y a su edad son cada vez más esclavos de sus rutinas horarias sobre todo para dormir lo que les empuja a iniciar las despedidas. El desfile comienza con un goteo que se anima poco a poco. A las once de la noche queda un reducido número de invitados, varios compañeros de trabajo de Evan que por no contrariar a su jefe aguantan un poco más hasta que éste les regala una señal de consentimiento para la partida. Todos aprovechan el gesto y salen con prisas de regreso para sus vidas. Elvira gira su cabeza justo antes de salir en compañía de dos compañeros con los que ha compartido coche, encuentra la mirada de Evan durante unos segundos. Señal captada, Evan pasa a la fase dos de acercamiento. 

 

El servicio de catering recoge rápidamente dejando a los tres anfitriones agotados, sentados en los enormes sofás del salón con chimenea del piso inferior. Gloria se descalza, tantas horas de tacones la agotan, prefiere el zapato plano y cómodo, es una mujer práctica y calzarse sobre diez centímetros de alza, aunque realce su belleza, no le es cómodo  y tampoco está acostumbrada. 

 

El timbre de la puerta suena dos veces, Gloria se acerca, descalza, a ver quien es, –un invitado que se ha olvidado algo– piensa. Abre la puerta y ve, de pie, desaliñado vestido con una simple camiseta y unos vaqueros rajados por las rodillas a Miguel. Se presenta tarde, cuando todo ha terminado.

 

–Disculpa la tardanza, veo que llego a deshora, mis padres han regresado y he pensado en pasar a saludar y disculpar mi ausencia. Estaba estudiando, tengo los exámenes finales la semana próxima. Además, te reconozco que soy poco de fiestas, no es el ambiente donde me sienta más cómodo. 

–Hola Miguel ¿Quieres pasar? Te podemos ofrecer algo de beber y de comer, hay de sobra. Después de tanto estudiar estarás hambriento. 

–No quiero molestar, de verdad, en otro momento. 

–No hay mejor momento que aprovechar las oportunidades, pasa de verdad.

 

Evan y Linda desaparecen con la excusa de estar cansados, dejando a Gloria el campo libre para conquistar su objetivo. Le gusta este chico, un poco infantil y acomodado en su familia, se puede acostumbrar a él.

 

La civilización de los inconformes comienza su recuperación.

7.11.21

Tiempo de naranjas nuevas



A principios de noviembre, como cada año y durante un par de semanas, Sofía disfruta del período de naranjas nuevas, esas que se muestran más amarillas y disfruta de su sabor más fuerte, tirando a ácido. Esas naranjas que cuando separas los gajos suenan como las sábanas de seda en el amor. Una canción para recordar. 

 

Sofía es feliz, disfruta de cada bocado como si fuera el último. Sus ojos, mates por el desgaste, no miran a ninguna parte, solo para dentro, hacia sus recuerdos. Se prepara para el final, sin miedo, sin angustias, su tiempo se acaba. ¿Será verdad que existe otra vida en el más allá?

 

El último gajo resbala hacia el suelo desde su inerte mano afilada, sus venas marcadas tiñen de azul su piel. Naranja y azul, colores complementarios. El color naranja evoca al sol, a la energía, al calor justo cuando empezamos a echarlo de menos en el ecuador del frío otoño. El color azul habla de libertad, de frescura y limpieza. Ambos componen una melodía fuerte y armoniosa, un canto a la vida.

 

Los colores de Sofía, sus preferidos en vida se hermanan para rendirle homenaje en su final. 

8.10.21

Vidas paralelas

 



Recuerdo mi fascinación por la mujer del parque. Siempre arreglada con abrigos de un paño que desde lejos se adivina de calidad, coronado por un pañuelo de seda anudado alrededor de su cuello, manos cuidadas y voz suave, de esas que nunca levantan la voz. Con delicadeza hace aparecer la merienda de su hija de una pequeña maleta del tamaño de una libreta.

 

Alguna vez hemos coincidido jugando juntas sin llegar a ser amigas hacemos un buen equipo. Ella viste el uniforme de las Clarisas, con sus calcetines altos color azul que nunca los vi caer. Su pelo siempre recogido en dos trenzas perfectas con un olor perenne a colonia. Se llama Sara, adorna su cara una incipiente sombra preludio de bigote moreno. Su nariz ancha, me recuerda a la narizota de mi madre, ancha y con las cuencas muy abiertas.

 

Me fascina esa mujer por su elegancia, su saber estar y por esa postura al sentarse, siempre con sus piernas juntas protegiendo la intimidad que cubre la falda. Mi madre, Isabel, es más destartalada. Siempre en chándal y zapatillas de deporte, no recuerdo haberla visto nunca con falda y mucho menos con vestido. Trabaja en un supermercado reponiendo las estanterías y cobrando en la caja. Su horario es amplio y exigente. Tanto que llega derrotada. En ocasiones, olvida quitarse sus zapatillas blancas que imitan a una marca muy cara de deportivas y se tira en la cama durante horas, durmiendo a la hora que tenga a bien tumbarse. 

 

Hay días que almorzamos a la hora de la merienda y ya que se pone, la convierte en merienda cena para trabajar poco. Mi padre, Juan, casi siempre está en casa, sobrevive con trabajos esporádicos. Hombros caídos y peludos, camiseta blanca de tirantes llena de lámparas de grasa imposibles de limpiar por su descuido recurrente y viajes intermitentes a la nevera. Solo cuando falta cerveza se escucha su voz recordándole a mamá que tiene que traer más bebida del súper. No hay mucha conversación, el rumor de la televisión, siempre encendida, llena de ambiente mi hogar. 

 

He jugado con Sara a las muñecas, me ha prestado la suya. Un modelo publicitado en televisión, deseo de todas las de mi generación. Yo le he prestado la muñeca de trapo que me hizo mi abuela con retales. Nos hemos intercambiado nuestros mundos por un momento. Su madre, Ascensión, ha repartido la merienda que traía preparada para Sara para que nos llegue a ambas. Le conté que mis padres no estaban en el parque y que bajo sola a jugar. Le señalé mi casa a escasos doscientos metros de distancia en una zona sin tráfico. Ella asintió con mirada de lástima mientras nos iba racionando las galletas de la merienda. 

 

Suenan las campanas de la ermita, mi señal para regresar a casa, doy las gracias por todo y me despido. No he recorrido tres metros cuando oigo la voz melodiosa de Ascensión.

 

–¿Cómo te llamas, niña?

–Laura. – me despido con la mano mientras corro hacia casa.

 

Doce años después, coincido, en una noche de botellón, con Sara. Nos saludamos con el respeto del sabernos compañeras de juegos en la infancia. Ella tan mona, con ropa de marca, sigue con sus trenzas, el bigote ya lo disimuló. Todavía no tiene edad para arreglarse su nariz. Yo con un chándal heredado de mi madre, cada una a su estilo nos comportamos con total normalidad una con la otra, nuestras amistades desconfían. Choca mucho la diferencia social entre ambas y lo bien que nos llevamos. 

 

–¿Sabes, Sara? Parece que mi madre no era mi madre. 

–No entiendo. 

–Es complicado, mi madre falleció cuando yo tenía seis años. Mi padre me dejó al cuidado de mi abuela materna. Hasta ahí bien, resulta que mi abuela cansada de reclamarle el dinero para mi cuidado le puso una demanda en el juzgado ante su negativa a pasar la pensión de alimentos. Él argumentó que yo no soy su hija y el juzgado terminó solicitando una prueba forense de ADN que confirmó que no soy hija de mi padre ni de mi madre. 

–¿Y eso, cómo puede ser? 

–Eso es lo que quiero averiguar. He visitado al abogado gratuito que te ofrece el ayuntamiento y parece que la única opción para conocer la verdad es demandar al hospital donde nací. 

–¿Dónde naciste? 

–En el San José. El 7 de octubre de 2002

 

Sara queda pensativa, aparentemente afectada, con la mirada perdida en un infinito ilocalizable. Sus grandes aletas de la nariz se abren y cierran a un ritmo acelerado y creciente. 

 

–¿Estás bien? –pregunto. 

–Sí, perdona, yo también nací en el San José. –Calla que ambas coinciden en la fecha de nacimiento– ¡Qué fuerte! Ya me irás contando, Laura.

 

Dos años más tarde, ya con dieciocho años, Sara, junto con otras dos mujeres que nacieron el mismo día en el hospital de San Juan, recibe una notificación judicial para realizarse una prueba de ADN.

 

Sara intuye el resultado y se llena de miedos ante la posibilidad de perder a sus maravillosos padres. Miedos que su madre mitiga con ternura y una explicación sobre el concepto de ser madre e hija.

 

Sara y Laura nacieron con una diferencia de cinco horas, ambas compartieron sala de incubadoras durante un par de días. La enfermera encargada cometió el error involuntario de cambiar las hijas a sus madres, variando sus futuros. El destino resulta ser muy cruel con Laura. 

 

Casi con total probabilidad este intercambio nunca se habría conocido de no haber sido por la tacañería y el dolor de cuernos de Juan. 

 

La apariencia física de Laura alimentó durante años la sospecha de Juan sobre la infidelidad de la difunta Isabel. No era capaz de encontrar ningún gesto o característica física en la niña que le recordara a su familia. Se llegó a convencer de que no era su hija lo que terminó por justificar su incumplimiento de sus obligaciones económicas como padre.

 

La investigación ordenada por el tribunal confirma que Laura es hija biológica de Ascensión. 

 

El juzgado de familia sentencia en favor de la demandante, la abuela, y obliga a Juan a pagar la manutención de Laura actualizando los meses de impago previos. El argumento expuesto aclara que la paternidad legalmente reconocida es la que se refleja en el Registro Civil y en el Libro de familia. Laura fue inscrita como hija de Juan e Isabel lo que la convierte en su hija desde un punto de vista legal.

 

El abogado me aconseja reclamar judicialmente al Hospital y a la Comunidad Autónoma por los daños morales ocasionados durante estos años de separación de mi vínculo sanguíneo. Daños muy difíciles de cuantificar. ¿Cuánto vale una vida miserable comparada con una vida en un entorno normal, cariñoso, ordenado y limpio?

 

Actualmente estoy en tratamiento psicológico en un intento por mitigar el estado de ansiedad y desapego general que me impide conciliar el sueño, ordenar mi vida y centrarme en los estudios. Desearía encontrar el valor para ir a visitar a Ascensión, aquella mujer que me tenía fascinada en mi niñez y que tan amable se mostró siempre conmigo. Resulta que es mi madre biológica. Me frena poder hacer daño a Sara. De alguna manera somos como hermanas. Suelo verlas de lejos, a Sara paseando con su madre y mantienen intacta su relación forjada durante dieciocho años de cariño y complicidad. Esa vida que estaba escrita para mí y me robaron.

 

–¡Qué mala suerte y qué mala solución tiene todo esto! y ¿ahora qué, papá? o ¿te tengo que llamar Juan?




Ficción inspirada en una historia real:https://www.niusdiario.es/sociedad/sucesos/joven-reclama-indemnizacion-tres-millones-salud-larioja-intercambio-bebes-incubadora-reciennacidos-ninas_18_3199095114.html

3.10.21

Ya estamos todos

 




Parece lejano y no hace tanto. Recuerdo el final de la liga 2019-20 que vivimos confinados y los jugadores se tuvieron que hacer a jugar en estadios vacíos. La liga 2020-21 solo pudimos disfrutarla  por televisión animando a la pantalla sin que nuestro aliento se trasladara a los jugadores y aun así quedamos campeones. Comenzamos esta temporada con turnos de asistencia por sectores no siempre bien explicados ni comprendidos. Un avance para los aficionados condicionado por la normativa vigente. Nos sorprendía, visto con distancia, ver estadios en países cercanos con menos tasas de vacunación repletos de público y sin mascarillas. Aquí somos prudentes y vamos poco a poco.

 

Todo llega y desde el inicio del mes de octubre abrieron la posibilidad de completar los aforos de los campos. Para eso nos hemos vacunado ¿no? para ir a ver al Atleti.


El sábado 2 de octubre, partidazo, Atlético de Madrid reencontrándose consigo mismo contra el F.C. BARCELONA en crisis económica, moral e institucional postMessi.


Campo lleno hasta la bandera. Casi setenta mil seguidores rojiblancos huérfanos de fútbol en directo, salvo a los que nos ha tocado la suerte en la ruleta de los turnos. El himno coreado a pleno pulmón coincidiendo con la salida al campo de los jugadores quedó con unos decibelios más bajo de lo habitual por el matiz de la puta mascarilla.


El plan del Cholo estaba avisado, contundencia en las dos áreas. Empezamos un poco dubitativos en la medular sin conseguir imponer nuestro ritmo, destellos de calidad de Joao y Lemar calentaron el ambiente aumentando la esperanza de un buen resultado. Un impresionante control orientado del portugués desarboló a su marcador, le permitió pasar a un Suarez colaborador que supo ver el desmarque de veinte quilates del francés y gol tras esperar a que el portero se venciera.


Tras unos minutos de reacción de un Barcelona mandados por un chaval de diecisiete años, con gran futuro y aún un poco verde para jugar con los mayores, los de la capital catalana echaban de menos a su corazón argentino, a ese que por necesidad económica dejaron marchar y en el campo deja un enorme agujero de calidad.


Se quitó el Atleti esa reacción con otra jugada de calidad de los tres de antes, tras pase a Joao a Lemar que encuentra desmarcado a un Suárez hábil y con grandes dosis de sangre fría que jugó con defensa y portero para definir como un crac. Su corazón deseoso de venganza por el moobing sufrido hace poco más de un año, encontró la paz que otorga la revancha.


2-0 y a la ducha. El segundo tiempo, diseñado por el Cholo, recordó a aquellos Atléticos de Madrid de años pasados en el Calderón. Afianzarse con un pie atrás y encontrar alguna contra. Las pocas que tuvimos murieron en las manos del portero alemán o en carreras o pases incompletos de un todavía falto de forma Griezmann. 


Ganar el partido era importante, batir una estadística también. Por primera vez en la historia el Atleti termina tres partidos consecutivos contra el Barcelona sin encajar un gol. 


Pero esto no es una crónica deportiva, es un canto a la vuelta a la normalidad. Anoche en el Metropolitano rugimos como antaño setenta mil creyentes de la religión del luchar como hermanos, del no rendirse nunca y del esfuerzo como bandera. 


Nos reunimos, de nuevo, tras muchos meses de racionamiento. Ya estamos todos. Para esto nos hemos vacunado ¿no?


Aupa Atleti.


 

26.9.21

Fin de semana en la gran ciudad

 




Reyes, como todos los meses de septiembre planea un fin de semana largo en Madrid. El año pasado por aquello del confinamiento no pudo disfrutarlo. Tres días lejos de la censura y las miradas inquisidoras de sus vecinas del pueblo. Se siente vigilada desde que la pillaron disfrutando de tardes de pasión con Eulogio, su primo segundo por parte de madre con quien siempre tuvo una gran afinidad. No se ennoviaron por el qué dirán y porque necesitaban pedir una bula papal para poder desposarse. Al final la presión social pudo con ellos, sobre todo la presión que ejerció su fallecida madre, prima de la madre de Eulogio.

 

Con el pasar de los meses, a él le emparentaron con Lucía, una niña buena y sosa de la localidad quien curiosamente era heredera de un número incontable de fincas de labor, La marquesa. Un partidazo. Lástima de su poca fogosidad, acomplejada por su pelo pobre y su mirada estrábica hacia la izquierda. Solo un hijo, suficiente para encargarse del campo cuando ellos envejezcan.

 

Los cuerpos que se atraen son como imanes potentes, ya los puedes esconder, vestir o enterrar que si el polo opuesto pasa cerca, terminan por juntarse. Tras años evitándose, coincidieron en el funeral de Asunción, la madre de Reyes y 

tras esos momentos, encontraron escusas perfectas para reencontrar su pasión. Les pillaron besándose en la puerta de casa de Reyes, un descuido por su parte el haber abierto antes de su despedida pasional. La marquesa fue apercibida y ordenó a su marido que tomara distancia de su prima para que no se repitiera. El resto de las vecinas, temerosas de que la perdida de Reyes pusiera su mirada en alguno de sus hombres, la hicieron vacío mientras murmuraban a sus espaldas en cuanto se cruzaban con ella. La temían por su belleza, por su libertad y porque en el fondo no se sentían seguras de sus hombres.

 

Solo encontró comprensión en su amiga Laura, la de toda la vida, que sabía del enorme amor que existía desde siempre entre ambos primos. 

 

Laura, le encargó lotería de navidad comprada en Madrid. Reyes lo hacía solo por su amiga, dedicar una hora de su fin de semana para guardar la cola que se formaba entre turistas de media España para comprar sus encargos de décimos de las apuestas de la lotería navideña. Para hacer más corta la espera de la lenta fila de apostantes, decidió probar sus auriculares nuevos que acababa de comprar en FNAC. Como cada año, su primera compra siempre tenía algo relacionado con la tecnología. Unos auriculares tipo piloto de avión, inalámbricos para poder escuchar con nitidez música o sus series favoritas. En esta ocasión, eligió música de los ochenta. Los auriculares son magníficos, con una calidad de sonido excelente y un aislamiento acústico perfecto.

 

La fila avanza a un metro por minuto y medio, son muchos los apostantes y la compra media supera los seis décimos.

 

Tres días de compras, disfrutar del ambiente e ir al teatro. Ella sola sin nadie que la vigile.

 

Charles sobrevive mal que bien compartiendo un piso minúsculo con otros cinco compatriotas todos procedentes de Nigeria. Tras meses de viaje y trabajos en semi esclavitud para mantenerse durante su travesía, llena de dificultades y peligros, donde se enfrentaron a un oleaje especialmente bravo mientras cruzaban el estrecho. Vio morir a dos niños, una madre gestante y cuatro varones adultos. Charles no sabe nadar y por precaución se ató la muñeca a la barca. Esa decisión le ayudó a conservar su vida a diferencia de alguno de sus compañeros de travesía que en los golpes de mar saltaron fuera de la embarcación siendo incapaces de regresar al bote, ahogándose sin remedio.

 

Para Charles el fin de semana es la mejor oportunidad para vender su mercancía, traslada en una lona de grandes dimensiones bolsos y monederos que imitan el diseño de grandes y caras marcas de moda. Para facilitar su rápida recogida y huida su mercancía está atada a la lona de manera que cuando aparece la policía, es capaz de recoger todo su tenderete tirando de una cuerda y echándose al hombro su tienda en menos de dos segundos para salir corriendo un centenar de metros, los suficientes para que la policía no inicie su persecución. Es más una labor disuasoria que persecutoria. Sus ventas perjudican al pequeño comercio del centro y la imagen que quiere ofrecer Madrid a sus turistas no incluye este tipo de comercio pirata. Cierto es que sus compradores habituales son turistas de provincias con poco poder adquisitivo y que valoran una buena imitación para poder lucir en sus pueblos bolsos de Gucci, Carolina Herrera o Loewe sin serlo.

 

A la salida de FNAC, Reyes dedica unos minutos a observar los bolsos expuestos en la manta. Uno de ellos está ahí por ella, nota su llamada, una copia perfecta de un Coach de color azul marino, discreto y muy ponible. Tras un breve regateo, del que no se siente especialmente orgullosa ni habilidosa, consigue su capricho a treinta y cinco euros. Camina bajando la calle del Carmen hasta que topa con la larga cola de la lotería.

 

–Solo por ser tú, Laura. Me voy la tirar aquí dos horas. –Piensa Reyes mientras asciende hasta el final de la fila.

 

Ordena sus compras, aprovecha para sacar de su caja los auriculares, conectarlos a su teléfono y tras dejar en una papelera la caja y sus instrucciones, reordena sus pertenencias en su nuevo bolso.

 

La música de Nacha Pop, Mamá, Depeche mode y Tequila suenan con fuerza. Sus recuerdos de las noches de baile y fiesta con Eulogio en su juventud le vienen a la memoria al ritmo de los acordes conocidos y reconocidos desde entonces. La fila avanza, ya recupera la calle del Carmen, a escasos cuatro metros de la entrada de la administración de lotería más famosa de España. Repasa el papel donde tiene anotado el encargo de Laura –Un décimo par terminado en seis y que tenga un ocho entre sus otros dígitos y otro con la fecha de su cumpleaños 13764– 

 

La de supersticiones que deben aguantar los vendedores de la administración, sin perder su sonrisa le consiguen sus deseos y sale, siempre acompañada de su música, del local mientras guarda sus décimos en el bolsillo interior con cremallera de su nuevo bolso.

 

Una carrera desenfrenada se inicia en la plaza del Callao, hay un evento autorizado para dentro de media hora y la policía tiene orden de desalojar la plaza de manteros para poder acordonar la zona. 

 

Una patrulla de refuerzo sin experiencia en el centro de la ciudad, es la encargada de expulsar a los manteros, doce nigerianos que venden ropa y complementos en el pico del FNAC entre Carmen y Preciados.

 

Los policía inexpertos persiguen a los manteros más metros de los recomendados. Los nigerianos son fuertes y veloces, huyen de sus perseguidores con determinación, cargando sus grandes lonas donde transportan su preciada mercancía con la que se ganan la vida. Se dividen siete por la calle del Carmen y cinco por Preciados. A toda velocidad bajan la calle evaluando a conveniencia de desviarse hacia la izquierda en cuesta arriba hacia la plaza del Carmen o continuar hacia Sol. Las viandantes se apartan hacia las fachadas evitando la estampida de los fuertes subsaharianos cargados, salvo una mujer ajena al ruido externo por su perfecto aislamiento acústico lleno de música y la mirada perdida buscando la cremallera del interior de su bolso.

 

El choque inevitable se acompaña de gritos de otras personas que con ánimo de prevenir a Reyes movían sus brazos y subían la voz. Primero le rozó el hombro de uno de los corredores que la hizo trastabillarse, el segundo mantero chocó de lleno con ella y sin bajar su ritmo continuó corriendo mientras Reyes perdía el equilibrio e iniciaba su caída hacia el suelo, el tercer mantero, Charles, sin poder evitarlo, golpeó con su rodilla la sien de Reyes de manera que su cabeza giró con fuerza hacia su izquierda con la mirada perdida y sus auriculares volando. Del violento golpe Charles consigue no caer y tras una mirada de reojo ve caer a una mujer y a varios viandantes rodearla para ayudar.

 

Los servicios médicos de urgencia se hicieron cargo de Reyes, evacuándola en ambulancia hacia el hospital más cercano. 

 

La ausencia de noticias en prensa me hace pensar que sobrevivió.

 

Por la noche, metros más abajo, junto a una papelera, un indigente analiza el contenido de un bolso azul y unos auriculares rotos. Dos décimos de lotería, un teléfono móvil y un monedero con trescientos euros. Lo suficiente para vivir un par de meses. La lotería se puede vender a los últimos de la fila de la administración, el móvil también tiene su mercado, lo apaga para que no suene, seis llamadas perdidas de “Lau” y “Eu”. Mañana lo venderá. La documentación de la dueña, al buzón, Correos si quiere se encargará de que llegue a su propietaria.

 

Multitud de personas aisladas compartiendo espacio y tiempo. Muchas de ellas solas y otras muchas aisladas por sus auriculares. La mayoría son turistas procedentes de provincias. Comparten su plan, Primark, comprar lotería, ir la ver El rey león y cenar lo que se pueda. La normalidad de siempre. Terminó la pandemia.

 

Un fin de semana en el centro de la gran ciudad. Reyes, víctima colateral. 

Buen viaje, Joe

  Joe, simplemente Joe. Omitiendo, desde siempre, el rango familiar de tío. Recuerdo tu aterrizaje entre la familia cuando Ana, también sin ...