9.4.23

Testigo


Hay que reconocer la enorme profesionalidad del equipo médico. Anestesista, cirujano y los dos asistentes presentes en el quirófano se mueven coordinados como si fueran un solo cuerpo.

Tengo la suerte de ser testigo de primera línea de la acción, sin derecho a intervenir en la mesa de operaciones, los animo con palabras y algún grito de aliento. Estoy atento a cómo se dirigen entre ellos con una total ausencia de jerarquía, se tutean manteniendo un respeto implícito debajo de la equidad como humanos del mismo equipo. Diego, Esther, Carla y Miguel.

 

Diego, el cirujano, es quien toma el mando de las operaciones e intenta recuperar el pulso perdido de su paciente. Insiste en un masaje cardíaco mientras Carla y Miguel preparan el desfibrilador. Son segundos de angustia acompañados por la ausencia de sonido del marcador de pulso y tensión.

 

Esther prepara una dosis de medicación para ayudar en la recuperación. Entre los cuatro orquestan una coreografía vital, se unen y se separan al ritmo que marcan las descargas eléctricas de reanimación.

 

– Bien, Diego, sigue así que lo vas a conseguir– grito con todas mis fuerzas sin que el cirujano de señales deescucharme y continúa el ritmo del masaje torácico.

– Esther, otra dosis, que ya casi lo tenéis– mas la médico anestesista no cambia la concentración en lo que está haciendo.

 

Han pasado varios minutos y los enfermeros informan a los médicos del tiempo que llevan en el intento por reanimar. Diego decide parar las embestidas repetitivas del peso de su cuerpo empujando con fuerza el tórax del paciente.

 

–Hora del fallecimiento, las doce y diez.

 

Apoyo mi mano en el hombro de Diego, agradeciendo todos sus esfuerzos. Noto su sudor y el ritmo acelerado de su respiración. Mucho esfuerzo sin recompensa.

 

Esther hipa con los ojos vidriosos, no termina de acostumbrarse a la pérdida de pacientes en el quirófano. Mentalmente repasa todo lo que ha ocurrido durante la operación, necesita sentirse tranquila con ella misma tras comprobar que no ha tenido despiste alguno. Respira con alivio tras no recordar ningún error, despiste o tardanza en su labor. No podría soportar el peso de una muerte sobre su conciencia. Carla se acerca a ella, abrazando su brazo derecho mientras ofrece su cercanía corporal. Se adivina una sonrisa de agradecimiento bajo su mascarilla.

 

Me animo a abrazar a ambas mujeres en un gesto de empatía y humanidad. Mis brazos no llegan a abarcar a las dos figuras, no consigo sentir el calor de sus cuerpos y del mío tampoco. Floto carente de temperatura.

 

Reconozco mi cuerpo sobre la mesa, descansa tranquilo tras una década luchando contra la enfermedad maldita. Las arrugas faciales han dibujado una vida de lucha y determinación. La ausencia de vida resta brillo y firmeza a la piel.

 

La primera vez en años que no siento ningún dolor. En el instante anterior a la separación sentí la última punzada, veo mi cuerpo sobre la mesa rodeado de cuatro desconocidos que luchan por una vida que no les pertenece ignorantes de mi falta de ánimo por regresar a la lucha. Me he ganado el derecho a disfrutar de un descanso indoloro. 

 

El equipo del quirófano comienza a retirar las máquinas. Ha muerto un ser humano y tratan con enorme respeto el cuerpo preparándolo para su último viaje. 

 

Diego se encamina recorriendo el pasillo para trasladar la noticia a mi familia mientras yo me fundo en el universo.

3.4.23

La santa semana



 

 

El espejo no miente. No solo el del dormitorio, todos los espejos no mienten. Gertrudis los evita todo lo que puede y solo los utiliza para lo mínimo imprescindible. El espejo del baño le devuelve su imagen, cabeza pequeña, cara de pito, mirada dura y altiva tras unos párpados caídos con bolsas ya perennes, cabello lacio recogido en un pequeño moño sujeto con horquillas negras, dos pelos rebeldes y duros que prolongan la silueta de la barbilla, cuerpo tipo pera con amplias caderas donde la celulitis expandió sus límites desde los años de su pubertad, pecho pequeño sujeto por los michelines de la cintura... Nada que agradecer a la genética ni a sus escasos cuidados. 

 

Odia las grabaciones familiares donde su voz aguda gobierna el sonido ambiente. Utiliza una entonación de maestra de la vida impartiendo clases no pedidas donde ella solo puede presumir de su escasa experiencia adquirida aunque sí que es experta en el arte del destripe de las vidas ajenas a las que dedica mucho tiempo de observación y censura. Adorna su comentarios con dichos y refranes populares herencia de un pueblo pequeño lleno de supersticiones y falto de educación que dejó hace décadas tras casarse con Ismael, el hijo del cabrero, con quien emigró para buscar mejor suerte en la capital.

 

Tras muchos esfuerzos, años de trabajos poco remunerados y gracias a la venta de los terrenos del pueblo heredados de tía Adela, consiguieron comprar un piso en la mejor zona del barrio que les acogió en su aventura en la capital. Como tantos a los que les costó la migración, se asentaron en el primer barrio que asomaba por la carretera de acceso desde su lugar de origen. Así coincidieron con vecinos procedentes de la misma región y entre todos perduraron sus costumbres, ritos y santidades festivas. 

 

La ciudad no traspasó los poros de Gertrudis, mantiene sus modales sin pulir, arrastra muebles, pasea con su zapatillas de tacón duro pasillo arriba y abajo, se pelea con las persianas cada mañana a la misma hora, grita con su voz de pito para comunicarse con el hijo del cabrero quien lleva años evitando las discusiones aislándose del mundo en un mutismo reiterado. Abren y cierran los cajones con brío, compartiendo con los vecinos su vida de mierda y celebran con indisimulada alegría la visita de sus nietos. 

 

La vida es una sucesión de milagros, increíble fue que tuvieran descendencia considerando la falta de atractivo de ambos. Del todo incomprensible es que su fruto consiguiera emparejarse tras heredar todos los genes carentes de belleza de sus progenitores. El pobre eligió a una réplica de su madre y de esta manera, los feos se protegen entre ellos perpetuando su especie.

 

El espejo devuelve su verdad, Gertrudis se reconoce tras la imagen de una anciana mal cuidada. Aparenta diez años más de los reales. –La mala vida que. ha dado Ismael, qué bien decía mi madre cuando me repetía que yo merecía algo mejor, incluso al hijo del farmacéutico– piensa mientras peina su flequillo para recogerlo en el eterno moño.

Para celebrar lo bien que se siente con su vida anodina y rutinaria, decide hacer una ronda de ruidos para molestar a los vecinos y recordarles que sigue en este mundo. Los vecinos saben que un día sin molestos ruidos significa que se ha ido o está enferma. Nadie puede dormir en el barrio mientras Gertrudis esté despierta, nació para ser el marcador del sueño ajeno.

 

–Que se vaya de viaje, por Dios, como todos los años– rezan sus vecinos. Estando jubilada no se le ocurre viajar en épocas valle, sigue con sus rutinas y sale por semana santa. Unos pocos días sin ruidos, sin persianas abiertas a tirones, sin cajones golpeados, sin molestas pisadas, ni muebles arrastrados ni conversaciones a gritos. La santa semana que celebran los vecinos mientras imploran que la admitan en una residencia para mayores. 

30.3.23

Calendario de encuentros con lectores




Novela: “Quién”

Calendario provisional de encuentros con lectores. Se irá actualizando (versión 29/3/2023)


15/4 Firma en Casa del Libro calle Fuencarral (Madrid);

 21/4 Feria Libro Moratalaz

29/4 Feria Libro Granada

4/5 Feria Libro Málaga

19/5 Feria Libro Vallecas

26/5 Feria Libro Madrid

8/6 Feria Libro Zaragoza




19.3.23

Feliz día, papá

 


Ayer mi hijo Carlos cayó en la cuenta mientras esperábamos ya sentados en nuestras localidades en el Metropolitano el inicio del partido de fútbol del Atlético de Madrid contra el Valencia.

 

–Mañana es el día del padre.

 

De inmediato, mis ojos se nublaron por las lágrimas que brotaron por la emoción de tu recuerdo, la imagen de papá llenó mi mente y mis ojos reaccionaron al instante. Fue curiosa mi reacción, acostumbrado y educado dentro de una familia donde las emociones se esconden como parte de un hieratismo conductual que salvaguarda el saber estar por encima de los sentimientos.

 

No lo pude evitar, en la misma semana tu cumpleaños y el día del padre. Demasiado para un recuerdo aún vivo y caliente después de dos años y pico. Te fuiste rápido, sin molestar como te gustaba vivir. Desde ese día me descubro hablando contigo incluso más que antes. Mi concepto de la inmortalidad se acerca bastante a lo tangible, te veo cada mañana en el espejo cuando me afeito, en los gestos de mi hijo Carlos, en mis manos, en el moreno que tiñe mi piel cada vez que salgo al campo o a la playa. Estás aquí en trozos de vida.

 

Hoy, día del padre, me he sentido acompañado por ti. Desde primera hora conduciendo mi coche hasta la Sierra para una maravillosa jornada de montañismo. Al agarrar el volante reconocí tu quiste característico en el reverso de mi mano derecha, justo donde se te marcaba cuando girabas el volante de aquel mítico SEAT 850 de color celeste. El moreno que el sol ha teñido mi piel, es tu piel. En ocasiones me descubro silbando entre dientes cuando estoy solo y sé que es tu música. Todavía no he conseguido cantar con la U, puede que eso se quedara como exclusivo de ti. La inmortalidad me rodea y huele a ti.

 

Sigue cuidando el camino y el jardín para recibir a mamá. Sabes que tardará mucho, está aprendiendo a vivir con el enorme vacío que dejaste. Intentamos estar cerca de ella pero es imposible sustituirte. Feliz día, papá.

11.3.23

Lectura recomendada: 15 Miradas a la Felicidad

 



El pasado mes de octubre de 2022 la editorial Arcopress publicó "15 Miradas a la Felicidad" la quinta obra de la colección "15 Miradas" donde en cada uno de sus títulos, ese número de autores reflexionan sobre un tema a debatir. La colección se inició con "15 Miradas a la soledad" y pronto se le unieron otros temas interesantes a debate: el amor, la libertad, el desarrollo personal y la felicidad.

En este último libro tuve la fortuna de participar como coautor. Cada una de las  miradas a la felicidad son tan variadas como lo son sus autores entre sí. Ya sea por edad, origen, formación, historia o inquietudes.

 

Se trata de un libro de ensayo con una clara vocación hacia la reflexión donde el lector tiene la oportunidad de acceder a quince puntos de vista respecto al tema central del mismo. No se aconseja leer este libro de una sentada, más bien al contrario, se trata de elegir cualquiera de las visiones y tras su lectura, darse tiempo para la reflexión e incluso abrir un debate con otras personas aprovechando el punto de vista del capítulo leído como argumento central. El lector tiene la oportunidad de ordenar el ritmo de la lectura de los capítulos en función de sus intereses, inquietudes, estado de ánimo o su capricho.

 

Encontrará el lector reflexiones acerca del tema central que a modo de guion extracto a continuación: Adriana Patricia nos acompaña en un recorrido a lo largo del pensamiento filosófico al respecto, Ana introduce el amor y la amistad como llaves para alcanzar la felicidad, Ana María defiende que somos felices de por sí y es en nuestro interior donde la encontraremos, Carlos nos señala y guía por un camino para alcanzarla, Elizabeth nos traslada experiencias, Juan Carlos ahonda en las corrientes filosóficas a lo largo de la historia, Juana se fija en los comportamientos y hábitos para alcanzar la felicidad, Luis Miguel se centra en la fugacidad como elemento de la propia felicidad, Mery nos traslada su ejemplo de superación personal como camino para alcanzar la meta, Manuel prefiere unir todas las partes del ser para llegar a la serenidad como camino hacia la felicidad, Miguel nos descubre el ejemplo de Jorge Benito y su incansable búsqueda de la felicidad, Paco nos abre la perspectiva médica de la neurociencia y explica las cuatro hormonas que nos ayudan a alcanzar la felicidad, Santiago nos ilustra cómo el cine ha representado a la felicidad, Soraya nos invita a alcanzarla gracias al mindfulness y mi humilde aportación consiste en reflexionar sobre el éxito y la felicidad.

 

Es difícil encontrar un elenco de autores tan variado, complementario y rico para hacernos reflexionar sobre uno de los anhelos más comunes entre la humanidad, la felicidad. Leyendo los quince ensayos queda en entredicho su definición parece que es algo personal ya que algunos la describen como un estado de ánimo, otros como un objetivo vital por el que hay que luchar, otros ahondan en la filosofía, la historia o las artes para descubrirla, para otros existe en nuestro interior mientras que para otros dependerá de los logros alcanzados. Sea como fuera, es un tema de interés trasversal y universal.

 

Aconsejo una lectura pausada y meditada, ninguno de los autores busca el refrendo de su punto de vista, simplemente se han atrevido a exponer su opinión esperando encontrar lectores que se sientan identificados con su visión. Cada lector ganado a la causa de este libro acrecienta la sensación de felicidad de los autores.

 

Este libro está disponible en las mejores librerías de España y en Amazon:

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4.3.23

Despierta

 


 

Nota el zarandeo de su cuerpo acompañado de la voz apremiante de Ricardo. Ana se resiste a despertar, su cuerpo necesita reposo tras una agotadora semana donde ha tenido que lidiar con multitud de problemas en el trabajo, la impaciencia de varios clientes y la ineficacia de alguno de sus proveedores. Quiere dormir y olvidarse de todo.

 

Ricardo incrementa el ritmo y el tono de voz. –Mira que es pesado, como sea una tontería se va a enterar– piensa mientras siente que su voluntad de resistencia a abrir sus párpados se va resquebrajando. –Deben de ser las dos de la madrugada, si no es importante a Richi no se lo ocurre despertarme–

 

–¿Qué pasa?, ¿qué hora es?

–Cariño, rápido, vístete que nos tenemos que ir.

–¿Ir a dónde?, ¿por qué?, ¿qué es lo que pasa, Richi? –ahora sí que está despierta y nota cómo su respiración se dispara de ritmo al tiempo que toma conciencia de su entorno. Suenan alarmas y sirenas de coches de policía por la calle, de las casas cercanas le llegan ruidos propios de la mañana, carreras, gritos, niños, portazos...

 

La calle es el reino de las sombras, la iluminación general se ha cortado, simplemente las breves ráfagas de los halos de luz que preceden a los vehículos que aceleran el paso, iluminan a su paso las aceras donde descubres familias avanzando con paso precipitado llevando a sus hijos como pueden con algunas pertenencias en bolsas y mochilas.

 

–Nos tenemos que ir, Ana.

 

Ricardo ya está vestido con ropa de invierno y el mono de la moto, en la puerta del dormitorio se intuye entre la oscuridad una de las mochilas que utilizaban en sus años de montañismo y llevan una década en el alto de un armario. 

 

Ana acostumbra su mirada a la oscuridad, no funciona la luz, la han cortado. Su despertador con radio que descansa en la mesilla de noche está mudo. Se deja llevar por su confianza en Richi, debe ser grave el asunto que aún no consigue comprender.

 

Sus pies se calzan con las zapatillas que descansan preparadas en el lugar adecuado para recibirla por las mañanas. Amante de las rutinas y de sus cosas, como dice Richi. No soporta el frío del suelo y sus pies pasan del calor de la cama a la protección de las zapatillas. Según se incorpora, suena un estruendo enorme. Poco después la luz nacida de las llamaradas que anuncian dónde ocurrió la explosión, ilumina de color naranja el rostro de Richi y el resto de la habitación. –La central eléctrica– Una nueva explosión suena un poco más lejos.

 

–Eso debe ser donde la comisaría de policía– indica Ricardo.

–¿Qué está pasando, Richi?

–Es la guerra. Tenemos que salir de aquí. Hace un par de semanas nos recomendaron desde la Embajada regresar a casa y nos dejaron una instrucciones, ir a la frontera lo más rápido posible. Ya he recogido nuestras cosas, vístete para el frío que nos vamos en la moto.

–No me gusta la moto.

–No hay elección. Rápido.

 

Un moto con dos viajeros surge del garaje, con un bulto atado a la espalda del segundo ocupante. Por delante una carretera colapsada de vehículos ocupados por miradas húmedas, abiertas y temerosas que no dejan de escrutar el cielo temerosas de ver caer alguno de los misiles o los cohetes lazados desde los aviones enemigos. Un gran atasco donde solo avanzan con cierta rapidez las motos zigzagueando entre los vehículos que se mueven lentos o sufren paradas intermitentes. 

 

Ochocientos kilómetros les separan desde su residencia cercana al parque Bilychi al oeste de Kiev del Aeropuerto de Varsovia. A media que se alejan de la capital, el tráfico pierde densidad y les permite conducir el línea recta. Confían en llegar a Polonia sin necesidad de repostar en gasolineras. Días atrás, Ricardo guardó varias latas de gasolina en los baúles de la moto. El plan es conseguir un vuelo hasta Madrid o hacia cualquier destino de Europa del Oeste, volver a casa.

 

Las manos de Ana se aprietan junto al estómago de Ricardo, encuentran asidero en el cinturón de cuero que sujeta sus pantalones. Le traslada la tensión y el miedo en la rigidez del cuerpo pegado a su espalda. 

 

Rusia comenzó la invasión en 2014, la alimentaba con guerrillas locales y descaradamente ocupando y adhiriendo Crimea a la Federación. Ahora quiere el resto del país sin disimulos. 

 

Los pocos españoles que vivían allí huyeron junto a miles de niños y mujeres ucranianos obligados a separarse de sus padres a los que seguramente no volverían a poder abrazar. 

 

Ha pasado un año, Ucrania sigue en guerra, defendiéndose y contraatacando. Miles de muertos, incontables. Destrucción, odio y con la inevitable escalada bélica no parece que tenga una pronta y satisfactoria solución. Ana y Ricardo están bien, reconstruyeron sus vidas en España y dedican esfuerzos colaborando en ayudar a refugiados ucranianos para encontrar trabajo, vivienda y colegio para sus hijos. Muchos de sus amigos ucranianos que dejaron allí, ya no están, se los han llevado la crueldad y la lucha.

Buen viaje, Joe

  Joe, simplemente Joe. Omitiendo, desde siempre, el rango familiar de tío. Recuerdo tu aterrizaje entre la familia cuando Ana, también sin ...