7.8.23

Buen viaje, Joe

 



Joe, simplemente Joe. Omitiendo, desde siempre, el rango familiar de tío. Recuerdo tu aterrizaje entre la familia cuando Ana, también sin rango, nos presentó a su elección como compañero, era un día de piscina en el club de la carretera de Algete y de eso hace una vida. Irlandés observador, prudente, con humor certero, gran fumador y por entonces con un dominio muy escaso del español.


Asiduo de casa, con el tiempo se convirtió en nuestro profesor de inglés, amante de las conversaciones fluidas e interesantes. Con Joe comencé a leer la revista Time con la que abrimos los ojos a temas del mundo que por entonces, los primeros años de la democracia española, nos parecían lejanos y avanzados. Esas lecturas alimentaban las conversaciones en inglés que recuerdo en el antiguo piso de Capitán Haya junto con Martín, el mejor amigo de mi padre que nos acompañaba como alumno a Valentín, mi hermano más cercano en edad, y a mí. Aprendí inglés con Joe, adopté su acento y comprendí que es importante hacerse entender por encima de la pureza gramatical.


Su carácter observador le otorgaba la habilidad de imitar diferentes acentos hablando en inglés, le pudimos escuchar hablar inglés con los acentos de la India, de California, de Londres o de un español. Esa habilidad le vino muy bien cuando en el viaje de vida junto a Ana decidieron mudarse a vivir a Jerez, Joe con su español con pinzas en un perpetuo spanglish aterrizando en la tierra de origen de Ana donde se habla abreviando las últimas sílabas, uniendo palabras incompletas, suprimiendo la pronunciación del plural y en ocasiones terminando la frase con una risa.


—What is the meaning of the word: “ea”? nos preguntaba a los madrileños en uno de los encuentros familiares en Jerez.


El pobre había sido testigo de una conversación femenina, en Jerez, donde una mujer exponía su relato mientras fue interrumpida por un “ea” pronunciado por otra de las que escuchaban y coreado por sucesivos “eas” de todas las demás incluida la que estaba relatando los hechos que con ese “ea” dio por contados los hechos sin que Joe se pudiera enterar de qué fue lo que pasó.  Mientras nos contaba la anécdota con su humor pausado imitó con precisión los acentos andaluces.


Conocí Irlanda de su mano y “the best food of the world”, la cerveza Guinness cuando viajó desde su Donegal natal hasta Dublín para invitarme a almorzar.


Recordar a Joe es ver su figura espigada acomodada en su sillón con una copita de oloroso en la mesa, que le duraba horas, y un paquete de tabaco rubio ultra light al alcance de la mano, siempre dispuesto a una conversación salvo que jugara el Real Madrid que conseguía atrapar toda su atención. Durante años convivió y educó a sus maravillosos pastores belgas “Max” y “Duke”, mis únicas experiencias perrunas.


Te echará de menos la Feria de Jerez donde disfrutabas observando la alegría común y la sonrisa permanente de Ana vestida de volantes y te echará de menos Punta Umbría con sus atardeceres naranjas y su playa inmensa. Pero sobre todo, te echamos de menos los demás, dejas una profunda huella entre los que hemos tenido la suerte de vivirte. En eso se basa la inmortalidad ¿no? En los recuerdos vividos contigo que perduran en nuestra mente.


En el cielo te espera mi padre, con quien compartes muchos rasgos de personalidad y carácter. Os podéis hacer compañía, en spanglish, porque vuestra espera me temo que va a ser larga. Ana y mamá se quedan con nosotros para alegrarnos la vida.


Adiós, Joe, amigo. Buen viaje.

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