10.1.20

Personaje

- ¿Otra vez? Tú no puedes estar aquí
- Ya ves, no te vas a librar de mí tan fácilmente
- No debería estar hablando contigo. Ya no estás
- Eso te crees tú
- Te recuerdo que yo soy el escritor
- Me da igual, estoy dentro de ti y me apareceré cuando me apetezca
- Tu personaje murió en la novela anterior, se acabó, desaparece
- Si estoy aquí es porque te arrepientes de alguna manera. No quieres olvidarme. Si de verdad estoy muerto como dices, bórrame.

Roberto era un personaje secundario de mi última novela. Una aventura policíaca del género negro con detectives, ambientes llenos de vicio, humo, drogas y alcohol. Le cogí cariño, se comportaba como mi hermano pequeño, leal, simpático, inocente, capaz de encontrar la humanidad más oculta en los más villanos. Como escritor no supe sacarle más provecho en la novela. No avanzaba en la trama, llegó a ser un personaje molesto, no era primordial para la resolución del caso, tampoco se enamoró de la corista, sin vicios reconocidos, no era extorsionable, insulso para una trama llena de sobresaltos, sorpresas y giros inesperados. En el Cluedo lo hubieras descartado antes de empezar. Y para colmo con una profesión anodina, sexador de pollos.

Me lo cargué y de forma triste, trivial, circunstancial, en un accidente de tráfico. Me dolió matarle. Yo le creé y también le borré. Un sacrificio innecesario, finalmente la novela resultó ser un fracaso absoluto, escasas ventas y muchas críticas.

Las críticas y opiniones de mis escasos dos docenas de lectores fueron sin piedad. Ten amigos para esto.

Calificaron la novela igual que al personaje de Roberto. Las más crueles que recuerdo fueron
* tras cien páginas, aún no ha pasado nada. De mi amigo Esteban. 
* me he perdido, al final no sabía quién es quién. Anónima aunque por su redacción adivino a mi hermano Luis.

Los ejemplares editados y no vendidos, se trituraron. Para mi tortura, me quedé con cinco ejemplares que ahí están, en lugar preferente del estante del fracaso junto con el resto de mis publicaciones.

Como penitencia me queda Roberto, producto de mi imaginación. Un calvario diario que se atreve a contestarme hasta en sueños.

- Escribe un libro con mi personaje
- No puede ser, estás muerto
- En una época anterior. Aprende de la saga de la Guerra de las galaxias, juega con las épocas.
- Olvídalo. No tienes gancho
- ¿y tú te llamas escritor? invéntate algo para mi

Me giro en la cama y consigo dormirme. Roberto no ha aprendido a entrar en la fase de sueño profundo. Afortunadamente.

Suena el despertador. Las seis. Mierda, es lunes. Me tengo que ir a trabajar para ganarme la vida. Administrativo en la Gestoría Antúnez, que desempeño con pocas emociones y escasas habilidades. Mi única compañía es Olga que los lunes me recuerda a Olivia, la novia de Popeye. Delgada como un lápiz, siempre de negro y fea de las de verdad. Es tan fea que corta el hipo. 

Antúnez se pasa las mañanas visitando clientes y regresa la media tarde, poco antes de cerrar dejando su rastro de anís. Olga es muy eficaz, una verdadera máquina, ella realiza el ochenta por ciento del trabajo de la gestoría. Antúnez no se encarga de nada administrativo, El capta y mantiene a los clientes que eficazmente atiende Olga.

¿Que qué hago yo? Pues poco, la verdad. Mi principal habilidad es perder el tiempo aparentando estar ocupado. Tan bien realizo la simulación que Antúnez ha entrevistado a varias personas para encargarse de los nuevos pedidos, ya que yo estoy a tope.

Para evitar que Olga se harte y me denuncie al jefe, me encargo de sacarla un par de días entre semana, al cine, a tomar algo, incluso algún roce consumado también. La tengo en el bote. Mucho cuidado debo tener porque es de las que se emocionan y ennovian para cazar al pardillo de turno. 

Los fines de semana me escaqueo con la excusa del cuidado de mi madre en una residencia. A mi madre la despacho en una hora el domingo por la mañana mientras sigue la misa por televisión. Da igual quien vaya, no te reconoce. Hay día que me presento como su padre o como su primo, incluso he llegado a ser la Reina de Inglaterra. Da igual su Alzheimer es devastador, creo que ni se reconoce a si misma en el espejo. El resto del fin de semana, escribo, borro, escribo, borro hasta completar un proceso auto destructivo del que no soy capaz de salir.

- Hola Pedro. Ese soy yo
- Joder Roberto, déjame en paz
- Te recuerdo que me prometiste escribir un libro con mi personaje
- Esa promesa no la recuerdo
- ¿Has avanzado ya en la idea?
- No escribo sobre muertos ¿te vale una esquela?
- Piénsalo, si escribes sobre mi, desapareceré de tu cabeza porque me quedaré en el papel

Roberto se ha quedado conmigo, me acompaña en este edificio tan bonito todo de blanco, con los pasillos de paredes de azulejo blanco, huele a amoniaco por las esquinas. No entiendo por qué me atan a la cama tras a cena. Cambió todo desde el día que me lié a golpes de orinal con otro interno, Oscar, al que llamaba Roberto y le gritaba: te voy a matar otra vez.

- Buenas noches Pedro
- Vete a la mierda. Estás muerto

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