12.1.20

La vida de Lucía

Lucía se levanta con cuidado, sus huesos marcan el ritmo de su vida. Necesita calor, utiliza una manta eléctrica para dar vida por la noche a sus articulaciones.

La cama, de 135 cm, como las de antes. En su momento escasa por la envergadura de ambos, su Rafael abultaba mucho, grande y fuerte de joven que maduró a enorme y gordo después. Él se quedaba con casi toda la cama. Lucía, buscaba su huequecito acoplándose a la anatomía de su compañero que en agradecimiento compartía su calor personal. Lo mejor de su Rafael, su calor.

Cuando Rafael se fue, hace un par de inviernos, su corazón dejó de palpitar. Demasiado cuerpo para mantener con lesiones cardiacas. La dejó sola, sin despedirse. Un domingo en la siesta, se acostó y ahí se quedó. No le oyó llamarla, si es que lo hizo. No sintió ningún aviso. Solo recuerda que tras la película de la sobremesa le pareció raro que siguiera en la cama. Fue a despertarle porque después por la noche  le cuesta conciliar el sueño si duerme mucha siesta. Allí estaba, en su posición, tumbado en su costado izquierdo.

La llamó, zarandeó, gritó. Inútil. Se había ido. No se habían despedido.

Su vida desde entonces en soledad. Con sus achaques, sus dolores y con frío, desde entonces con frío.

Consigue finalizar los movimientos para vestirse con ropa cómoda para estar por casa. Es miércoles, hoy viene su hija Laura con la compra y algo cocinado para tirar la semana. 

Se rasca la cabeza, nota poco pelo. Con la melena tan poblada que tenía de joven. Lástima de embarazos. Cuatro embarazos y solo uno viable, el de Laura. Los otros se fueron según nacieron. Igual que su pelo, se fue y no volvió. La lámpara no funciona, se ha fundido la bombilla. Desenrosca y comprueba que los hilos se han separado. Se la llevará para comprar una igual en la ferretería que está cerca del mercado.

Anda despacio, dejando su habitación con la ventana abierta para ventilar, destino a la cocina. Prepara su desayuno habitual, una tostada y un café con leche. Poca cosa. Enciende su radio, sintonizada de siempre con su cadena preferida. Coincide en ese momento con publicidad. La radio es su gran compañía diaria, hasta habla con ella.

- Los Fernández son muy amables. Canturrea el divertido anuncio de limpieza de alfombras que es un habitual a esa hora. Siempre le hizo gracia, qué tendrá que ver la limpieza de alfombras con la amabilidad. Si algún día decide limpiar las suyas les llamará. 

Suena la puerta de la calle al cerrarse, llega Laura.

- ¿Mamá?
- Estoy aquí

Laura llega cargada con tres bolsas, ya ha pasado por el mercado y el súper. Deja un papel sujeto con un imán en la nevera, retirando otro igual del miércoles anterior.

- Mira Mamá aquí te dejo el menú de la semana

Coloca las fiambreras de comida que ha preparado en la nevera, con notas adheridas indicando el día de la semana previsto para cada plato. Reparte la verdura y fruta en el cajón. 

Besa a Lucía y se sienta junto a ella para acompañarla en su desayuno.

- Me he encontrado a Paca en el pollero
- ¿Y cómo está?
- Dice que mucho mejor, ya se atreve a andar sola. Se operó hace dos meses de cadera y está encantada.
- La llamaré para que se pase por aquí. No me siento muy católica para salir con estos fríos.

Laura se prepara otra tostada. Renegando de la carmela.

- Mamá te voy a comprar un tostador de pan, esto de la carmela es un atraso.
- A mí me gusta como queda. El pan de tostador queda más seco
- Y más rápido, te tuesta ambos lados simultáneamente. No tienes que estar dando la vuelta.
- Para lo que tengo que hacer, así me distraigo
- He pensado llevarte a la peluquería
- ¿A mí?
- Sí, para que te arreglen un poco, así sales y te relacionas con otras mujeres
- ¿Qué van a hacer con estos cuatro pelos que me quedan?
- Venga te ayudo a vestirte y nos vamos. Tengo hora reservada
- No me apetece
- Lo sé, pero no te puedes negar. Me vas a hacer quedar mal si no vamos

Tras un breve paseo llegan a la peluquería. Una de esas de barrio obrero, en el salón de su casa, Amparo ha organizado su oficio. Palangana para lavar la cabeza, espejo, sillón profesional giratorio y reclinable. Está todo apagado.

- No hay nadie. Estará haciendo la compra
- No espera, creo que he oído un ruido. Volveré a llamar

Al abrir la puerta aparece la cara amable, redonda y feliz de Amparo.

- Hola Lucía, hola Laura. Pasad.

El salón está a oscuras, Lucía casi tropieza con una silla en su camino. Amparo enciende la luz

- ¡Sorpresa!

Lucía mira con picardía y cariño a Laura. Frente a ella, sus amigas de toda la vida. Angelines, Conchita, Dolores y María Asunción. Compañeras de colegio, instituto, boda y hasta de paritorio.

- ¿Y esto?
- ¿No recuerdas Mamá? este año celebráis los sesenta años de la salida del colegio. Decidisteis celebrarlo hoy, en febrero en recuerdo al accidente de  Marta. 
- Sesenta años. ¡Cómo pasa la vida! Ya tengo setenta y seis que me pesan como si fueran noventa.

La alegría de las amigas se nota por el tono de voz que emplean, un poco sordas todas, elevan la voz como colegialas. Ríen y hasta se bromean entre ellas. La fiesta continuará en un restaurante cercano, tienen tiempo. Ampara debe dejarlas bellas y deslumbrantes.

- Lucía, a la comida viene mi cuñado Manuel
- Ese está calvo
- Será posible, ¿Cómo puedes ser tan exigente?
- No quiero aguantar a un viejo, bastante tengo yo conmigo misma todos los días
- Te hará compañía
- Me voy a comprar un perro. Prefiero un perro o un loro antes que a un viejo. Es buena persona, pero prefiero estar sola. Todavía no me acostumbro a la ausencia de Rafael como para meter a otro hombre en casa

Las amigas ríen y charlan, básicamente de sus achaques, citas médicas y se ponen al día de sus familias.

Lucía dedica una mirada de cariño a su Laura. Qué sorpresa tan agradable. Hace mucho tiempo que no está con ellas, desde el entierro de Rafael. Las echa de menos.

- Gracias, hija

Laura se va a sus quehaceres. Lucía está en buenas manos.

- En dos horas vuelvo a por ti, habrá que vestirse para la comida

Lucía siente que han cambiado los papeles, ahora Laura se comporta como su madre. La vida será así, no le gusta. Volverá a ser ella la dueña de su vida.

- Iré a casa yo sola, ven a por mí a casa para ir juntas al restaurante
- De acuerdo Mamá, adiós

Hoy es un gran día, echo de menos a Rafael, con él la fiesta sería un éxito. 

- ¿Te has enterado de...?

Lucía sonríe, no recuerda que le duelan los huesos.










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