18.7.20

Noche de chicas





Mira que es incómoda la puta mascarilla, todo el día con ella puesta. Añade que estamos en verano y la temperatura no baja de treinta y cinco grados. Insoportable. La piel de mi cara comienza a revelarse en forma de acné. No he tenido problemas de piel desde la pubertad y de eso ya ha pasado media vida.

Hoy he quedado con mis dos incondicionales amigas de confidencias, noche de chicas. El tipo de velada donde los sentimientos se aliñan con cerveza y donde nuestro ritual exige terminar compartiendo una tarrina de litro de helado de vainilla con macadamias. Para envidia de mis incondicionales, mi metabolismo elimina toda esa grasa casi de inmediato, respetando mis muslos y nalgas. Poderosas y firmes sin rastro de acumulación. Tengo el culo de una treintañera cosa que me agrada. 

Nos encontramos en el local de siempre, Nuria e Idoia me esperaban en nuestra mesa habitual, la del fondo, ideal para poder hablar sin escuchas ajenas. 

- Marisa. Me llaman al unísono

Ritual de abrazos y besos a la oreja, no podemos fastidiar el maquillaje. Estamos las tres muy guapas, realmente nos esmeramos mucho más en arreglarnos cuando quedamos para ir de chicas que con cualquier otro plan. Por el rabillo del ojo somos conscientes de la expectación creada entre los camareros y clientes al ver a tres modelos saludarse, con ropas favorecedoras y sexis. Mi vestido ajustado de cintura y vaporoso en las piernas, con una abertura situada donde deben estar para lucir mis hermosas piernas asomando hasta donde se debe para presumir de escultura, el pecho recogido lo que me permite salir sin la opresión del sujetador y unas sandalias de tacón perfectas para prolongar figura y permitir lucir unas uñas perfectamente lacadas de color rosa coral.

El calor exterior se mitiga con el aire acondicionado, muy de agradecer.  Tras media hora en el local empiezo a echar de menos una prenda más, mis pezones, duros como perchas por efecto del frío marcan dos remaches entre el estampado.  Nuria e Idoia no son ajenas a la situación, que esperaban las muy putas para poder reírse de mí.

- Brindemos por las puntas de Marisa
- Calla, puta

La cena, frugal, transcurre en armonía. Las cervezas caen a un ritmo difícil de seguir. Son muchos años como expertas bebedoras de cebada, nuestro entrenamiento nos ha costado.

Propongo cambiar de sitio, deseo bajar la tensión de mis pezones en un clima menos frío. Disfrazadas tras nuestras mascarillas las tres con paso coordinado a ritmo de pasarela, buscamos una terraza acogedora para disfrutar de la noche y abrazar la poca brisa que refresca el ambiente.

Soy feliz junto a mis amigas, me entienden, nos apoyamos, sabemos todo de cada una. Cada una de nosotras somos lo más importante en la vida para las otras dos. No necesitamos hombres, ni madres, ni hijos. Solo nosotras. 

La noche de chicas la organizamos cada cuatro meses o cuando una tiene necesidad de ser escuchada. Esa noche es un oasis de felicidad, complicidad y empatía que me permite cargar las pilas para una temporada. Una ilusión. Esta noche al regresar a casa, vuelvo a mi mundo real, con mis dos hijas y mi marido que me quiere. Me gusta esa vida y hasta soy feliz. No digo yo que no. Pero que quede claro, echo mucho de menos a mis chicas.


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