12.12.20

Venganza



Sus pisadas decididas, fuertes y rítmicas suenan amplificadas por el eco de la calle vacía, el piso adoquinado ayuda al efecto sonoro. Las botas camperas de color negro desgastadas por el uso sobreviven gracias al cuidado diario, cepillo y betún. Rubén lo aprendió de su abuela -unos zapatos cuidados y limpios dicen mucho de quien los lleva-.

El ritmo del paso señala la prisa del viandante, las cinco de la mañana, no sabría decirte si es pronto o tarde. La ropa de Rubén es más propia de quien regresa que de quien sale. Es tarde. Cada centenar de metros vuelve la cabeza para echar un vistazo rápido como asegurándose de que no viene nadie en su búsqueda.

Rubén murmura algo entre dientes, mastica sus palabras hasta convertirlas en un ruidito prácticamente inaudible, salvo para su cerebro. 

- Te lo tienes merecido por cabrón ¿Qué te habías pensado?¿Que iba a consentir siempre tus mentiras? Se acabó

Se acabó, cabrón, se acabó 

Se acabó 

Dos kilómetros más al sur, en un banco junto al Templo de Debod, Ismael reposa mirando hacia la oscuridad de la casa de campo. Es demasiado pronto para disfrutar de una de las mejores vistas de Madrid. La humedad de la madrugada escarcha el entorno, el reflejo de la luz de la luna ilumina las minúsculas gotas de agua sobre la barandilla metálica del mirador y el cabello de Ismael. Y él sin moverse. 

Desde su derecha se acerca corriendo Adela, madrugadora compulsiva, dedica los amaneceres a correr enfundada en su ropa deportiva de marca con predominio del color rosa como seña de identidad. Diez kilómetros cada mañana para activar su vida, intenta compensar con ejercicio su vida sedentaria. Su lucha para evitar el crecimiento de sus muslos y la flacidez como le ha pasado a sus hermanas, la motivan cada mañana. Odia la herencia genética que la predispone a convertirse en un AS de picas. Tirando a bajita, culo y muslos amplios, hombros estrechos y pecho inexistente. No quiere ser como la abuela, ni como su madre y hermanas. ¿Por qué?

Adela observa a un hombre sentado en el banco frente a la barandilla, -debe estar bebido para estar ahí sentado con la pelona que está cayendo-. A medida que reduce la distancia y al no observar movimiento alguno se plantea que está dormido, seguramente por efecto del alcohol. Por un instante se preocupa por él, - va a pillar una pulmonía -, piensa. Descarta en su cabeza el parar a preguntarle, ya es mayorcito, sabrá cuidarse. Justo en el momento que la ruta de su carrera pasa junto al banco donde descansa Ismael, siente que sus pies resbalan, siente un líquido viscoso que unido al rocío de la noche sobre el suelo de granito le hace perder el equilibrio. Cae de culo y siente de inmediato que sus mallas deportivas de color negro con una raya rosa del ancho de tres dedos se empapan. Nota su culo y el inicio de sus muslos mojados.

Ismael ni se inmuta, no da señales de ser consciente del accidente que ocurre a un metro escaso de sus rodillas.

Hola, ¿Te encuentras bien?, pregunta Adela

Silencio. Ismael mantiene su postura. Adela se incorpora mojándose la mano izquierda al apoyarla en el suelo para hacer palanca para levantarse. - Espero que no sea vómito, me puede dar algo - Mira la palma de su mano y girándola hacia la luz de la farola más cercana. Color oscuro. Ismael sigue sin reaccionar. Le toca en el hombro.

Hola, ¿Estás bien?

El grito de Adela se oye hasta en Plaza de España, Ismael cae sobre el banco en una postura forzada. No ha emitido ningún sonido, Mantiene la piernas recordando su postura sentado y el cuerpo rígido sobre las tablas que hacen la función de asiento. Apoya su peso en el hombro izquierdo.

Adela vuelve a insistir, mueve su hombro derecho sin conseguir respuesta. En el brazo derecho de Adela tiene su teléfono móvil que utiliza como podómetro testigo de sus carreras y como sintonizador de radio que ameniza sus carreras en solitario. Llama a emergencias que envían en menos de cinco minutos un coche de la policía municipal y una ambulancia al lugar.

Tras un breve reconocimiento médico le estabilizan, mantiene un pequeño hilo de vida y a él se aferran para salvarle la vida. Se lo llevan con prisa al hospital más cercano.

Ha perdido mucha sangre. Informa el médico de la ambulancia al agente que prepara el atestado de los hechos.

El mismo agente que interroga a Adela sobre lo sucedido.

A estas alturas, Rubén ha tenido tiempo suficiente para llegar a su casa. Su respiración agitada denota el esfuerzo realizado durante la marcha rápida, Intenta una y otra vez limpiar los restos de sangre de su mano, - El muy cabrón se lo merecía -, Sigue mascullando palabras entre dientes. - A mí no vuelves a hacérmelo -, -cabrón mal nacido -. La sangre seca marca con su oscuro granate las comisuras de las uñas justo donde se une con la carne. Se frota con decisión ayudado del cepillo de uñas que casi nunca utiliza. Descubre manchas en su jersey de cuello alto, negro claro.

Instintivamente se lo quita y decide ducharse. Necesita pensar. Debe organizar una historia creíble sobre su noche. Piensa en deshacerse de su ropa manchada. Prepara una bolsa de basura con la ropa que llevaba puesta esta noche. Duda si tirar sus botas o no, las tiene cariño, esos pliegues sobre la piel que marcan su historia le traen buenos recuerdos. Decide indultarlas, una vez que suba de tirar la basura las limpiará. El camión del servicio de basuras pasa poco antes de las siete de la mañana para vaciar los cubos de desperdicios de los vecinos de su portal.

El agente interroga a Adela, sobre su profesión, razones para estar en el parque y parece que le cuadra la versión de la corredora en cuanto le enseña el histórico del podómetro. diez kilómetros diarios casi por la misma ruta y con el mismo horario. En la conversación el agente, reconstruye con su imaginación los hechos.

Ismael estaba inconsciente, ha perdido mucha sangre. El pene fuera del pantalón hace pensar que alguna experiencia sexual disfrutaba, muy posiblemente recibía una felación. Uno de los testículos se lo han arrancado de manera traumática. - De un mordisco - Un crimen pasional seguramente. Eso es trabajo del inspector de policía, el agente va uniendo datos para su informe. Libera a Adela que se ha quedado fría durante la hora que se ha mantenido en el lugar de los hechos. Regresa a su domicilio, por hoy ya ha tenido suficiente. Se dirige a la acera por un camino de tierra que une el templo con Paseo Rosales. Pisa algo blando. -Una mierda de perro, seguro -, levanta su pie y una masa ovalada con un colgajo parecido a un cordón aparece bajo sus nike.

Agente, creo que he pisado el testículo que buscan.

Rubén no consigue dormir, rememora el momento de furia que sintió cuando Ismael le confesó que no podía seguir así, no quería renunciar a su vida, a sus hijas. Reconoció su cobardía para enfrentarse a su entorno. - No soy tan valiente como tú, Rubén. Lo dejaste todo por mi. Lo siento yo no puedo hacer eso -

Compartían un juego, Rubén ataba a Ismael a un banco del parque mientras con caricias le llevaba al límite. Hoy rebasó ese límite,  le arrancó con violencia uno de sus atributos de un desgarrador mordisco. Por un momento se le ocurrió introducírselo en la boca al hijo de puta de Ismael. Lo tiró al aire mientras tapaba la boca de su ya examante para acallar los alaridos e insultos que profería. La sangre brotaba con fuerza bombeando flujo oscuro de manera rítmica, en pocos minutos perdió el conocimiento por el dolor y la pérdida de fluido. Le desató y marchó a paso ligero en dirección Moncloa dando un rodeo pues su casa está en dirección opuesta. Se deshizo de la cuerda en un cubo de basura y se perdió entre las calles solitarias de Madrid.

La policía no consigue encontrar las razones por las que un hombre pierde un testículo en mitad de la noche, las marcas en las muñecas y tobillos insinúan que en algùn momento estuvo atado. ¿Una prostituta?, ¿un chapero? Por la zona siempre encuentras compañía de alquiler. Ismael se encuentra grave, los médicos le han salvado la vida tras varias transfusiones de sangre. Dice que no se acuerda de nada.

Tiene mucho que callar, nota el peso de las miradas inquisitorias de sus hijas y las de su mujer quien siempre sospechó en silencio la existencia de otra. Las tres en silencio esperan una explicación, una razón, un algo. Ismael tiene mucho que callar y mucho que perder. El análisis de sangre detectó restos de sustancias prohibidas. Utiliza esa coartada para su afianzar su versión del olvido de todo lo ocurrido. 

Estaba drogado y no recuerdo nada, agente. 

Ya encontrará una versión para su familia en la intimidad de su casa. En conciencia reconoce que le ha jodido la vida a Rubén, el único amor que ha tenido en su vida. Su penitencia será vivir una vida convencional y hetero sin emociones y carente de pasión. Sin amor, con cariño y convivencia. Nada más.

Adela cambiará su rutina diaria, no volverá a pasar por el parque pisahuevos, se deshará de su ropa deportiva sucia de sangre ajena. Varias semanas de tratamiento médico necesitará  para recuperar su control vital y enfundarse una nuevas mallas para trotar por el amanecer madrileño. En otra dirección.

Rubén se mudará a Tarifa, el destino soñado por Ismael y él como refugio para su amor. Se dejará seducir por varios príncipes tostados al sol y el viento del sur. Calmará sus instintos y su corazón se quedará vacío para siempre, sin alma.

La vida no es como la imaginas, es como viene. Termina en tablas, nadie gana, solo sobrevives.

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