31.12.19

Noventa y tres años

Eulogia se mueve con dificultad, sus noventa y tres años pesan, frenan, cansan. Arrastra los pies enfundados en unas zapatillas ortopédicas modelo monja. Cómodas, el diseño no es importante. Las clientes adoran la comodidad y su facilidad para poder calzarse y descalzarse sin mucha ayuda.

Un temblor insistente en sus manos baila la taza en el viaje desde el armario de la cocina hasta la mesa. Escasos metro y medio de riesgo.

El invierno duro y seco del centro de la península amanece con termómetros coqueteando con los negativos, una escarcha brillante en el horizonte desde su ventana de la cocina donde observa que comienza a levantarse perezosamente la espesa niebla mañanera. 

Las nueve y media de la mañana. Con estos fríos, para qué levantarse antes. No le conviene coger frío. Sus huesos desgastados agradecen el calor de la cama, alimentado con una manta eléctrica que le regaló su hija Lala el invierno pasado.

La taza llega a destino, toca el turno a la tostada. Su viaje desde la encimera, una vez ha saltado del electrodoméstico, hasta el plato en la mesa, baila que te baila.

Repasa meticulosamente sus viandas. Leche, café descafeinado, tostada, aceite, ajo, tomate, azúcar. Parece que está todo. La edad convierte al humano en un repasador de listas. Una vez sentada, levantarse por algo olvidado es un suplicio.

Enciende la radio, su fiel compañera. Es la hora de terminar las tertulias políticas. La aburren, no aportan nada, los que hablan de todo siempre son los mismos. Son capaces de describir la Apocalipsis más absoluta cada semana y al final, nadie se carga este país. Nos encargamos los demás con nuestros perjuicios, envidias y partidismos.

Eulogia solo busca entretenerse. Lo que más valora, las llamadas los oyentes para opinar sobre el tema propuesto en el programa. Hoy el tema propuesto invita a la escatología. Este Herrera siempre repite con lo mismo, le gusta. Cambia de emisora. Alterna por las mañanas Onda Cero y Cope, según el tema y por variar. Le gustan ambos uno por brillante y atrevido, el otro por ser de toda la vida y gracioso. Por las tardes amplía a la SER y deja Onda Cero, esa Julia no le gusta. Es muy roja y sectaria. No entiende qué hace en esta cadena. La noche se la entrega a Onda Cero.

Encuentra en el dial de rosca, con habilidad milimétrica la posición de cada una de sus emisoras de compañía.

El pitidos de las noticias de las once la recuerdan que hoy es un día especial, la boda de su nieta Rosa. No le apetece mucho, la verdad. Han insistido tanto, que no ha podido negarse.

Rosa se casa con un forastero, irlandés, al que conoció hace un par de años en esos estudios becados que hacen los jóvenes al finalizar la carrera. Beca de intención, a coste subvencionado al cien por cien por los padres de las criaturas. Al final, ¿Para qué? para que se enamore de un vikingo y se vayan a vivir a Alemania. ¿Qué se le habrá perdido a Rosa en Alemania?

Las once, en un rato vendrá Gloria, su peluquera. La asiste a domicilio. Las cosas de Lala. Si no viniera, iría con cualquier apaño. Total nadie se va a fijar en una vieja arrugada.

El timbre de la puerta la moviliza.
- Ya va.
Su caminar, cansado, es firme y llega con prontitud a la puerta para dejar acceder a Gloria.
- Pasa hija. A ver qué puedes hacer con mis cuatro pelos.
- Va a quedar Vd muy guapa Eulogia.

En medio del arreglo entra Lala, con su propia llave. Viene exageradamente peinada. La madre de la novia.
- Hija, recuerda que la protagonista en Rosa.

Lala se resiste a admitir que los hombres se fijan más en su hija que en ella. Con lo que ha sido ella. Su intención es ir deslumbrante. Sabe que es el día de Rosa. No se olvida del dicho que de las bodas, salen otras bodas. Si pudiera ella pescar un buen partido. Lleva sola tantos años que se le ha olvidado cómo se usa.

Diez años desde que se fue Manolo, encontró la felicidad en una Rusa. Pálida, rellena y siempre sonriente. Sasa, suena como chacha. Le duró poco, el tiempo que tardó Sasa en darse cuenta que el patrimonio y el dinero que manejaba Manolo, no era de él, sino de Lala. Intentó regresar, Lala no le dejó. Vete, no te quiero volver a ver. Hay días que echa de menos un hombre, pocos. Son muy básicos y ella lo que busca no lo hay. 

- Mamá, he pensado en venir a recogerte a las siete. Te llevaré en mi coche al Ayuntamiento.
- Lo que tú digas, hija. ¿Ayuntamiento?
- Sí, se casan por lo civil.
- Pues vaya. Entonces, ¿Para qué tanto arreglo? y las fotos, con lo bien que salen en la iglesia, tan bonita.
- Mamá, no quieren boda tradicional. Qué le vamos a hacer. Será como ellos desean.
- ¿Qué te vas a poner?
- Un vestido azul y los zapatos esos de color marfil.
- Ah. ¿Y pegan?
- Los he teñido del mismo color que el vestido. ¿Y tú?
- Cualquier cosa, ya veré. Seguramente el vestido azul marino.
- ¿El mismo que te pusiste el año pasado en tu cumpleaños?
- El mismo

Lala tuerce el morro, no le gusta que repita vestido. En las fotos va a parecer que es la misma fiesta. Calla la boca, sabe que su madre tiene años y mantiene intacta su capacidad de decisión y su genio.

-  Ya está doña Eulogia, ha quedado Vd muy guapa.
- Gracias Gloria, ¡qué manos tienes! Me has dejado muy bien, la verdad.
- Solo falta un poco de laca.
- Vamos a contribuir al agujero de ozono, vamos, dale juego a la laca.

El humo pegajoso de la laca se pega en los pulmones de Lala quien tose sin parar durante unos minutos. No puede con ese pegamento. Se asfixia. Se asoma por la ventana de la habitación de su madre, buscando oxígeno. El frío la calma.

Noventa y tres años. Y de boda. Noventa y tres. Mejor boda que funeral. En los últimos años ha ido a demasiados. Queda ella y Nuria, otra de su generación. Sorda y aburrida. Noventa y tres. El secreto de la longevidad española. Luchar contra el aburrimiento y la soledad. La boda le da carnaza para opinar y comentar en los próximos dos meses. Eso alimenta. Eso es vida. Si hay suerte, se queda embarazada y en un año tenemos bautizo. Necesita eventos sociales, le provocan pereza y le alimentan la vida.

Sale canturreando,  con su vestido azul marino, está contenta. El temblor de la mano se ha parado. Sus neuronas se activan. Se va de boda.

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