31.1.20

Nieve




-Te acompaño en el sentimiento, Eva
- Gracias. Apenas consigue hacerse oír, un suave hilo de voz acompaña su dolor.
Ha perdido a su eterno compañero tras una enfermedad brutal, desoladora, en un ejemplo de lucha sin descanso hasta que se dio por vencido, hasta que no le quedaron fuerzas. Se fue sin pelo, sin masa muscular, cansado, ojeroso, no era él, no era Luis. Aún en los peores dolores, no perdió la sonrisa, ni su picardía. Tras treinta y dos años juntos, se fue.
- Allí te espero, dijo antes del final.
Él mismo subió la dosis de morfina a sabiendas que podía ser mortal, los dolores se apoderaron de él. Con la habilidad propia del trato humano, de la enorme empatía que demostraban a diario los empleados y voluntarios del hospital de paliativos, le informaron del peligro de subirse la dosis. Una manera elegante de enseñar el camino al enfermo sin esperanza.
El día amaneció bonito, soleado, con una temperatura agradable propia del ecuador de la primavera madrileña. Pidió salir al jardín, cada habitación tiene una salida directa. disfrutó de las rosas amarillas y rojas plantadas a varios metros, del paseo silencioso del gato en su ronda por sus dominios, del volar de dos gorriones, repasó memorizando cada poro la cara de su amada Eva. Se besaron y abrazaron, la despedida. Sonrió antes de administrarse una dosis alta de morfina. En poco tiempo dejó de sufrir.
Eva se rompió por dentro, llevaba esperando muchos meses, disfrutando cada minuto y temiendo que fuera el último de verdad. Ha sido una bonita vida juntos. Un enorme vacío empieza a notar a su alrededor.
- Eva, ¿Me estás escuchando?. Su amiga Sofía la palmea en el dorso de la mano
- Perdona Sofi, no me centro. ¿Qué me decías?
- Te estaba recomendando que adoptes un perro
- ¿Un perro? si a mi nunca me han gustado los animales y además te destrozan la casa, por no hablar del olor que te deja
- Y la compañía que te ofrece, te obliga a salir a la calle tres o cuatro veces al día, socializas con los vecinos. He leído por algún sitio que vivir con un perro te alegra la vida y la prolonga
- No me veo con un animal, con lo desastre que soy yo para estas cosas
- Pues te vas a tener que organizar
- ¿Qué dices? No tengo que hacer nada, ahora no me apetece
Sofía se levanta un momento para recoger una caja grande de zapatos cerrada con un lazo de tela rosa, siempre ha sido un pelín cursi la Sofi. Deja la caja en el regazo de su amiga, mientras ilumina con una sonrisa su enorme cara redonda.
- Venga, ábrelo
- Mira que no estoy para regalos.
Con cuidado deshace el nudo del lazo y retira la cinta enrollándola con esmero, por si la puede reutilizar para algo, aunque el color se las trae. Abre la caja y...
- ¡Sofi!, ¡Tú estás loca! ya lo estás devolviendo
- No se puede devolver
En la caja un cachorro recién destetado de Bichón Maltés. Una bolita de pelo blanco. Al notar el aire al abrirse la caja, abre los ojos. Dos pequeñas aceitunas negras brillantes resaltan entre tanta blancura. Eva en un movimiento intuitivo acaricia al Bichón, que agradece la caricia frotándose por toda la extensión de la mano.
- Ya sois amigas, ¿Cómo la vas a llamar?
- No me la voy a quedar
- Es tuya
- Eres muy mala amiga, no me escuchas cuando hablo, no quiero perro
- Para no querer, no le quitas la vista de encima
- Puta
- Ramera
Conservan una broma desde la pubertad. Ahora con casi sesenta la siguen usando para cerrar disconformidades, discusiones o bromas.
- ¿Cómo?
- Sofía
- No puedes llamarla como a mí
- Nieve, por el color de su pelo
- Nieve, te presento a Eva, os cuidaréis mutuamente
Una buena amiga entrega un regalo de responsabilidad a Eva,  en su momento más difícil de la vida. No puede sustituir a Luis y aún así, Nieve se hace su hueco en la vida, en la casa y en el corazón de Eva. Nunca sabrá Sofía el enorme bien que le ha hecho a su amiga.

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