6.1.20

Paloma viuda



Ascen enviudó hace dos años y se atrevió a quitarse el luto escasamente el mes pasado. Su Lorenzo se fue muy pronto, tras una enfermedad letal que desde que dio la cara hasta el suspiro final, fueron dos meses apenas.
Se casó con Lorenzo con veinte años y sus veintidós de vida de casados fueron agradables y fáciles de llevar. Dos hijas tuvieron, Ascensión, que hoy tiene veintiuno y Ramona, a quien llamaron así por su abuela materna pero que solo respondía al nombre de Mina, con diecinueve. Ambas estudian en la Universidad en Madrid. Su Lorenzo dejó muy preparado el futuro de ambas, asegurándose de que tuvieran un porvenir con mayores oportunidades.
Ascen se quedó sola en el pueblo, habitando esa casa grande que se construyeron en los años de bonanza. Lorenzo y Ascen regentaban un negocio de venta de electrodomésticos, siempre les fue muy bien. Ambos eran muy agradables y conocían cómo se maneja el vecindario, vendiendo a plazos a quien lo merece e incorporando un servicio de atención a domicilio a cualquier hora y día de la semana. El negocio seguía próspero porque Ascen no lo había abandonado, incluso le dedicaba muchas horas del día para llenar su soledad. 
Se quitó el luto y no le faltaron críticas a sus espaldas, no le importó. Dos años de luto son más que suficientes, no tiene intención de enterrarse en vida tras las ropas negras y con cuarenta y cuatro años. Ella tiene una figura muy atractiva, ojos grandes color avellana, melena corta hasta el final del cuello, pelo abundante, las curvas que tenía que tener y unas piernas largas. Se notaban carnes prietas. Una belleza.
Se gustó el primer día sin luto, cambiar medias negras por otras más claras, ponerse falda de color beige, acompañada de una blusa con un escote entreabierto que permitía insinuar su generoso pecho, terso y sin problemas de gravedad. Ese día volvió a sentirse mujer.
Salió a la calle decidida. Durante el corto paseo hasta su tienda, sintió las miradas de las mujeres a su espalda y alguna mirada de admiración masculina a sus andares, Ascen había vuelto.
Habían pasado dos meses desde aquel día y en la tienda se presentó Eulalia, la hermana mayor de su amiga Elisa. Su padre se empeñó en que todas sus hijas tuvieran un nombre que empezara por E: Eulalia, Elisa, Eva y Emilia. No tuvo hijos.
—Buenos días, Lala. ¿Necesitas algo? —la saludó sonriente Ascen, y sorprendida. Sabía que su familia, salvo Elisa, compraban en otra tienda de electrodomésticos que regentaba un primo de su padre, en la otra punta del pueblo.
—Ascen, vengo a hablar contigo. ¿Tienes un sitio más privado? —Ascen hizo una señal a su empleada y acompañó a Eulalia al pequeño despacho que tenía al final del local, donde ordenaba las facturas y tenía el ordenador para llevar la contabilidad de la tienda.
—Pasa, Lala. Es pequeño, pero suficiente para estar las dos tranquilas. Dime, ¿qué necesita tanto secreto?
—Como ya no estás de luto, todos los hombres del pueblo entienden que puedes ser un buen partido y vengo con recados de algunos a los que les gustaría cortejarte.
Ascen la miró muy sorprendida. Conocía de sobra esa costumbre antigua del pueblo de casar a viudas con viudos, costumbre de los años del hambre, donde se unían intereses: ella buscaba cobijo y mantenimiento, él cuidados y cocinera.
—Madre mía, Lala, ¿todavía se hacen así las cosas?
—Ea, prefieren utilizar una intermediaria antes que ofenderte y quedar en evidencia. Traigo recado de tres hombres que quieren cortejarte.
—Espera, espera —ya alarmada—, no me digas quiénes son, no me interesa y ni lo había pensado. Acabo de terminar el luto, pero por dentro sigo echando mucho de menos a Lorenzo. Además, tendría que explicárselo a mis hijas, que no sé si lo iban a entender. No me digas nada, ni un nombre.
—Ascen, no hay compromiso. Si necesitas más tiempo, así lo trasladaré, pero permíteme que te deje los nombres y te lo piensas con calma, el tiempo que tú necesites. Yo les transmitiré a ellos que es muy pronto aún y que sigues de luto por dentro.
Ascen no salía de su asombro, no se esperaba esta situación. Económicamente está muy bien, la tienda iba mejor que nunca y sus tres empleados eran fieles y honrados. Sus hijas están estudiando en Madrid y viven juntas en un piso que compró en el barrio de Moratalaz, muy bien comunicado. Ambas tenían un coche para desplazarse a clase y al pueblo cuando querían ver a su madre. Sentimentalmente, había descubierto el placer de la soledad, no tener que depender de nadie para nada. El cuerpo no le había pedido alegrías en estos años y parece que ese letargo sexual se mantenía. No estaba preparada para esto y menos para tener que elegir a un hombre a través de una intermediaria.
—Lala, es muy pronto, no estoy preparada. Agradece a estos hombres su interés, pero no me des sus nombres, no les beneficiará en nada. 
—Son buenos hombres, trabajadores, con su dinero y están también viudos. Unos señores limpios, ordenados y muy honrados.
—Lala, que no me des detalles, no me gustaría cruzarme con alguno por la calle y sentirme incómoda. Además, no es el sistema que elegiría para conocer a alguien.
—Bueno, como quieras, pero que sepas que no te van a faltar pretendientes. Eres muy guapa, con la vida resuelta y en buena edad. Solo hay que verte, hija. No quiero incomodarte más, me marcho, que tengo muchas cosas que hacer.
Ascen acompañó a Eulalia a la puerta del establecimiento, su sonrisa había desaparecido, estaba perpleja y no salía de su asombro. Ana, la empleada, notó el cambio de rictus y preguntó:
—¿Todo bien, jefa? —Ascen se giró para mirarla y asintió.
Pasó el resto de la mañana como flotando, en punto muerto. No fue una mañana de muchas visitas de compradores interesados, solo un par de clientes para comprar pequeños electrodomésticos, de los que se encargó Ana.
A la una y media cerraban para comer, hasta las cinco. Ascen volvió a su casa y una vez dentro llamó por teléfono a su amiga Elisa, la hermana de Eulalia. Elisa vive a escasos doscientos metros de Ascen y quedaron en verse a las cuatro, tras la comida.
Elisa, puntual como siempre, tocaba el timbre de la casa de Ascen y pasó al sentir el zumbido del pulsador que dejaba franca la puerta. Se dirigió directa a la sala de estar, donde sabía que Ascen tenía su rincón de leer.
—¿Qué es eso tan extraño que te ha pasado? —preguntó a modo de saludo Elisa.
—Hola, Eli, siéntate, que vas a alucinar.
Ascen le contó a su amiga la conversación de la mañana y Elisa, con una gran empatía, acompañaba su asentimiento de cabeza con sonidos que afianzaban la continuidad de la conversación: Ea… Hum… Mmm, Siii…
Elisa quedó en silencio mirando a los ojos de Ascen, tomó aire y sentenció:
—Joder con mi hermana. Sí, joder, mira que es antigua la jodía, y cómo le gustan estas cosas de ir de celestina, aparecer en todos los entierros, estar en todos los fregaos. Yo no le haría mucho caso. 
—Pero me ha hecho pensar.
—Claro, parece que te han despertado de un tortazo. A ver, Ascen, tienes dinero, una buena casa, tus hijas son mayores, una buena edad y encima eres muy guapa. No creo que te extrañe tanto ¿no?
—No me había parado a pensarlo, la verdad. No me he fijado en ningún hombre desde lo de Lorenzo.
—Amiga mía, enhorabuena, estás en el mercado. No te van a faltar pretendientes.
—Los hombres del pueblo son casi todos iguales y no me atraen. Además, tu hermana me hablaba de viudos, seguro que todos viejos, solitarios, buscando cocinera y compañera de cama. Yo le pido algo más al matrimonio. No estoy preparada, con lo bien que vivo sola ahora.
Elisa asentía. Se acercó para coger de la mano a su amiga:
—Haz lo que te pida tu cuerpo en cada momento —comentó mientras apretaba la mano de Ascen —y empezó a reír sin soltar la mano—. ¿Te imaginas a los viejos del pueblo rondando tu tienda todos los días? Piensa en Celedonio, que solo tiene dos dientes en la boca.
Ascen soltó la mano de Elisa de golpe:
—Quita, quita ¡Qué horror! ¿Te imaginas? ¡Ajjj! Ya no se me va a quitar esa imagen en todo el día, casi me dan ganas de volver a ponerme el luto.

—Vete este fin de semana a Madrid con tus hijas, distráete un poco y te ríes contando la anécdota de mi hermana la Celestina.

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