16.1.20

Puede ser un gran día

El despertador rompe la paz del descanso, es uno de esos de radio, programado para sonar a las 6:05 de la mañana. Ayer lunes vino Rosa, empleada del hogar de confianza. Le tocó limpiar a fondo la habitación seguramente con su fuerte mano pasando el paño de limpieza movió la rueda del volumen. 

Soy de muy mal levantar, prefiero ir poco a poco. Sintonizo mi emisora habitual con un volumen bajo, entre el uno y el dos. Susurrante mas que bajo. Para ir acostumbrando mi ser a la vida.

La muy joputa de Rosa me lo ha subido al ocho y con ello mi tensión arterial a catorce cuando ha sonado la radio informándome a voz en grito de las primeras medidas del gobierno de la publicidad continua. No sé si harán algo, pero cada reunión que hacen lo venden como si fueran los inventores de la piedra y de la pirámides del antiguo Egipto. ¡Qué poca vergüenza tienen!. Hablan para sus seguidores que les compran todos los mensajes sin filtro alguno.

Mi salto mañanero ha sido de medalla olímpica, casi choco con la lámpara del techo. ¡Joder! 

Empezamos mal y así sigue. Enciendo el grifo del agua caliente, el calentador de gas tarda en hacer efecto, desconozco los litro de agua que se desperdician en la espera, calculo que al menos dos o tres cubos de fregar diariamente. Mucha agua para el pensamiento sostenible de moda. Ahora la moda está en decir que somos sostenibles, el estadio superior  del ecologismo. Asociado a la marca. Es lo que hay.

Me desnudo y el agua sigue fría. ¡Me cago en todo! Me cubro con el albornoz y viaje a la cocina para revisar el calentador. El genio de mi hijo al apagar la calefacción la noche anterior ha movido la programación y eligió la posición de descanso en el panel del calentador, pensada como elección cuando nos vamos de viaje, no facilita agua caliente. Vuelta a la ducha. 

Si el día sigue mal para qué va a mejorar. Me corto afeitándome, en la comisura del labio. Con lo que sangra ahí. Estoy por acostarme de nuevo, va ser lo mejor, lo presiento, pinta mal el día.

Mi reloj me recuerda que ya voy tarde, cada minuto de retraso en salir son cinco o seis minutos más de atasco en la M-30. Bajo al coche sin desayunar y parto con prisa, tengo prevista una reunión importante en el trabajo donde me juego posiblemente un ascenso de categoría asignándome la gestión de un gran cliente.

Llueve. Buena noticia para el planeta, para reducir la contaminación en la ciudad y terrible para el tráfico. Todo el mundo en Madrid sabe que cuando llueve los coches se multiplican, nacen por generación espontánea o por esporas. Atasco y de los que se recuerdan. Casi las siete menos diez, el turno para la publicidad en la radio. Subo el volumen, es mi parte preferida, aprovecho y analizo lo que hace la competencia. Me dedico a ello. A la publicidad.

La M-30 está colapsada, los luminosos informan de un accidente en el carril lateral. Estoy a dos salidas, a un kilómetro y medio escaso. En condiciones normales, diez minutos. Veremos lo que me toca hoy.

El móvil suena, mi jefa impaciente

- Ruben ¿Vas a tardar?
- Ana hay un atasco monumental provocado por un accidente, no sé lo que tardaré. ¿Han llegado ya los clientes?
- Aún no. Han llamado que salen del aeropuerto ahora. Parece que el tráfico desde Barajas está muy mal.
- Espero llegar en veinte minutos.

¡Crash! Una furgoneta blanca de reparto ha decidido que sus prisas son más importantes que las del resto de los conductores. Ha alcanzado al coche de mi derecha. Su conductora se pone muy nerviosa y se queja de su cuello. Cincuentona con gafas de pasta anticuadas, ropa antigua, de vieja al volante, con el abrigo puesto de su Dacia Sandero, coche barato sin prestaciones modernas. Un viaje al pasado de la automoción puesto de moda gracias a las penurias económicas de muchos españoles. Sale el macarra de la furgoneta, con su gorra de beisbol encajada en la parte alta de su cabeza buscando aparentar centímetros que le faltan. La mejor defensa es un buen ataque, grita en su acento de español hablado con media boca abierta, mascando las palabras. No tío, la culpa es tuya. La señora estaba parada como todos los coches de la fila y tus prisas le han alcanzado. Inician movimiento lateral hasta el arcén para los papeles. La señora llama por su móvil.

Aviso a mi aplicación de navegación del accidente, somos una sociedad colaborativa por las redes sociales y con el móvil. A la señora del golpe la dejamos sola. En un arranque de civismo me viene la intención de llamar a la policía municipal para dar parte de lo que he visto justo en el momento que el tráfico se aligera y me permite avanzar. La reunión con los italianos es más importante, aprovecho el momento y acelero. Esta vez el tráfico mejora un centenar de metros puedo utilizar la primera salida disponible y salir de la ratonera. Dudo un segundo, giro el volante hacia la derecha y un BMW blanco de los llamados todocaminos, mitad coche mitad furgoneta, me golpea en mi ala derecha.

Mierda de día. Me quedo sin coche. La culpa ha sido mía. Joder.

Del BMW sale una mujer de treinta y muchos, delgada, bien arreglada, maquillada con gusto, ojos verdes, guapa. Preocupada por mí.

 - ¿Estas bien?¿Te has hecho daño? Perdóname, no te he visto entrar. Voy con prisa

Mi pensamiento práctico sonríe, la culpa es mía y esta pobre mujer me lo está poniendo fácil para el parte del seguro. Me evitaré la subida de prima por siniestro culpable para el año próximo.

- Estoy bien. Gracias. ¿Y tú? Me obligo a aparentar preocupación por ella. ¿Tu coche puede circular? Podemos avanzar hasta la salida y una vez arriba de la cuesta firmamos el parte del accidente en un minuto.

Que si puede circular, qué gilipollas soy. Si su coche-tanque está sin un rasguño. Más me vale preocuparme por el mío que a duras penas gira la rueda. Subo la cuesta mientras llamo a la compañía de seguros para que me envíe asistencia, la rueda roza con la chapa. No puedo continuar.

Gloria, así se llama la conductora, firma el parte que he redactado sin leerlo. Le da igual. Me dice que el coche es de renting. Se va con prisas, tiene una reunión importante me dice.

Veinte minutos después aparece la asistencia que se lleva mi coche al taller, consigo un taxi para llegar a la oficina, tarde muy tarde. Ana mi jefa está de los nervios, los italianos ya han llegado con su publicista en España que es quien va a coordinar la campaña europea a nosotros nos tantean para el marketing de cercanía y radio, algo minoritario en sus acciones que no les merece la pena encargarse prefieren buscar un proveedor pequeño y barato, nosotros.

La publicista, elegante, guapa, bien vestida. Gloria. Me mira con indiferencia, no me reconoce. Ella está en la cima. Me siento mientras noto la patada en el tobillo de Ana, nuestra pequeña compañía se juega mucho en este contrato.

- Comienzan las discrepancias en el nuevo gobierno... 

La radio susurra melodiosamente, las seis y cinco de la mañana. Hoy tengo un día importante. Ha sido un mal sueño. Me levanto con ánimo. Puede ser un gran día.

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