17.1.20

La primera vez

Oscar se ha levantado nervioso, no puede evitarlo. Procura aparentar normalidad entre su familia. Prefiere evitar el roce y dedicarse a leer o a escuchar música. 

Es sábado, su madre, Carolina, lleva desde primera hora de la mañana trajinando en la cocina. Hoy vienen los hermanos mayores de Oscar, con sus novias a comer a casa. Ambos se independizaron en cuanto pudieron, con veinte y veintidós años respectivamente.

Oscar tiene veintiuno.

- A tu edad, tus hermanos mayores ya eran independientes.
- Cierto, pero yo estudio

Carolina tiene un don que ejerce a diario con habilidad y reiteración. Tocar los cojones a su hijo. Realmente tocar los cojones a todo el mundo. Oscar sospecha que sus hermanos se fueron de casa más por dejar de soportar a su madre que por sus ansias por enfrentarse al mundo.  Podían haber esperado un par de años mas, mejor les hubiera ido económicamente. 

A Carolina hay que aguantarla. El único que sabe hacerlo sin perder su equilibrio emocional es Jaime. El padre de Oscar quien soporta estoicamente las embestidas de su miura particular. Pobre Jaime, cuando Oscar se marche toda la atención destructiva de Carolina caerá sobre él. Se hará el sordo que es su gran habilidad. ¡Qué paciencia tiene!

Oscar tiene una cita especial hoy por la tarde. Sus padres se marcharán después de la comida a una boda en Aranjuez y tienen previsto dormir en el hotel de la celebración. No regresarán hasta el domingo a la cena. Oscar tiene la enorme casa a su disposición.

Durante la comida se muestra reservado, no quiere aparentar ansiedad ni translucir nada, su madre tiene un radar muy afinado. Participa poco en la conversación, su hermano mayor, Santiago, lleva el peso de la conversación contando anécdotas simpáticas de su trabajo como camarero. Se gana bastante bien la vida gracias a las propinas, más que generosas, de los habituales del restaurante donde pasa los días y las noches.

La sobremesa es breve, se arreglan y se marchan pronto. La boda es a las ocho y hay que llegar hasta allí. Los hermanos se fugan con algo de dinero en el bolsillo, generosidad de Jaime sin que se entere Carolina, muy de ahorrar.

Las siete y se queda solo en casa. Inicia su ritual de transformación, afeitado, encremado, perfumado, peinado, vestimenta. El olor penetrante de su colonia anuncia su con varios metros de anticipación. Sus nervios cada vez peor. Con veintiuno y hoy, por fin, se estrena.

Nota su pulso acelerado, presión arterial fuerte, su corazón lucha por salir del pecho. Cefalea, sudor de manos. Si nunca le han sudado.

Decide beber una tila para tranquilizarse. Está super amarga. Más azúcar. Pone música para relajarse. Si se pudiera dormir diez minutos. La ansiedad le puede. Mueve los dedos como un pianista enfadado.

Suena el telefonillo. Elena ha llegado. Se recompone, respira hondo, que no se te note impaciente. Se recuerda.

Del ascensor sale una sirena, bañada en un perfume con rasgos asiáticos. Es un choque de olores. Elena aparenta serenidad, quiere ir despacio, modera su ansiedad. Ambos se conocen, ya se han explorado, se han gratificado, rozado y susurrado, les falta hacerlo unidos, juntos, dentro. Culminar. 

Ambos viven en un entorno conservador, con profundas raíces religiosas y censurador de los sentimientos más naturales. Su educación frena sus instintos y la presión del qué dirán o de lo que se espera que hagan les asfixia. No son libres, hasta hoy. Se quieren, se atraen, se desean. Ya tienen edad. Ya es hora.

Zero y Light, ambas Coca-Colas se quedan en la bandeja del salón, sobre la mesa central. Es su momento, su oportunidad, su deseo. Son adultos. Sus cuerpos se llaman. A la mierda la apariencia de serenidad, el deseo les empuja. Hoy se conocen mejor que nunca.

Memorable, no. Recordable, sí, por lo simbólico. Tienen mucho que aprender, mucho que coordinarse, mucho que descubrir. Por hoy ya está bien. Sus sonrisas lo atestiguan. Ya lo han hecho. Han tenido su primera vez.

Vendrán otras, muchas otras. Siempre se acordarán de esta, de la primera.

- Elena, ¿Qué prefieres, hacer el amor o echar un polvo?
- Echar un polvo
- Entonces, vamos a empezar otra vez

Mejor, mucho mejor.

Haber preguntado antes.


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