18.8.20

Ganar y ganar y volver a ganar


La ilusión abona la esperanza. La realidad de las victorias o las derrotas alimentan o rompen el equilibrio emocional del aficionado. En la alegría todo es fácil. Es en la derrota cuando surge un luto que cada uno lleva de manera personal. 

El aficionado pragmático, con experiencia de sufridor y memoria suficiente como para recordar cada golpe y cada "casi lo conseguimos". Ese aficionado pausado, un tanto distante queriendo dominar sus sentimientos y sus reacciones. De lágrima fácil y espíritu inquebrantable te lo puedes encontrar gritando como loco en Hamburgo tras el triunfo agónico del Atleti ante el Fullham, masticando por tercera vez la salchicha espaciada alemana que repite como el pepino en verano. O en Bucarest disfrutando del mejor Falcao de la historia donde él solo destrozó a los hermanos bilbaínos en pocos minutos. Y en tantos otros lugares. También lloró en Lisboa durante esa final del minuto 94, el año del descenso, en Getafe cuando no se consiguió ascender por un gol. No vive del fútbol, tiene una vida plena y ni el Atleti le condiciona su vida. Sabe disfrutar del Atleti cuando sale cara y sufre menos cuando sale cruz.

El aficionado pasional, con experiencia animando incondicionalmente. No comparte ir al campo a comer pipas. Solo comprende seguir el partido saltando y bailando. Los noventa minutos de pié, cantando y animando. Se siente más auténtico, más comprometido y más importante cuando anima y gracias a su impulso los jugadores corren, saltan y aciertan más. El equipo no puede vivir sin él. No analiza mucho, es una persona de acción. Su mérito consiste en terminar ronco al final de cada partido. Vive todos los eventos y finales en directo. Viajó en coche compartiendo aventura con otros tres como él para asistir a las finales de Hamburgo, Bucarest, Lisboa, Lion y Milán. Incluso un verano se animó a visitar el Principado de Mónaco para la Supercopa. Casi se arruina con los precios del principado y tuvo que lidiar con el enfado de la familia por irse a mitad de agosto para ver un partido de verano. Pero allí estuvo apoyando a su Atleti. Él sin el Atleti no puede vivir, no puede respirar. 

El aficionado verbal. Ese que piensa con la lengua, locutor incansable de cada jugada del partido. Habla, anima, critica, escribe en el chat y comenta con los vecinos de grada cada acción. Somete a juicio sumarísimo cada instante. Radia los partidos criticando a los jugadores en cada jugada desafortunada. Tiene sus jugadores preferidos, siempre a salvo de la crítica y otros que al menor fallo o imprecisión les fulmina sin piedad. Se siente frustrado cada vez que perdemos, vuelca su frustración en el entrenador, en un jugador o en el consejero delegado. Su visión sobre cómo debe ser el Atleti es emocional, cambiante y desmedida, justo como dice su personalidad. Otro que no entiende la vida sin el Atleti. Por encima de la familia, amigos u otras aficiones.

El aficionado temeroso, el deprimido por obligación. Si algo puede salir mal, con el Atleti, saldrá mal. Su filosofía es de sufrir cada instante y si es posible, con anticipación. No hay partido que desde unas horas antes no te traslade sus miedos y "el verás que hoy no ganamos" o "con esta alineación no jugamos ni a las chapas".  Su ejemplo más fiel es ir ganado 3-0 a falta de cinco minutos del final y todavía ver peligro en la remontada del rival. Sus piernas no paran de vibrar durante los noventa minutos, los nervios se apoderan sus rodillas y le impiden parar. Hay un instante donde disfruta, justo en el pitido final si hay victoria. Durante unos minutos, justos los que necesita para concentrarse en el siguiente partido, en el próximo rival y encontrar razones que nos imposibiliten ganar. No comparto su visión atlética, la respeto por supuesto, como a todos. Todos los que me he encontrado de este grupo, puedo asegurar que son los que tienen el sentimiento de pertenencia más acusado. Se sienten más del Atleti que ninguno. Sufren más que nadie, cierto es, Sentir, todos los aficionados sentimos a nuestra manera, por igual. Sufriendo más o menos.

Esta semana pasada nos eliminó el Leipzig, un equipo alemán muy bien preparado físicamente con un juego moderno, presionante y algo de suerte. Nosotros jugamos a un nivel muy inferior, sin garra, colocación y siempre a remolque. Desconozco si ha influido el calendario, la semana de vacaciones tras la liga tardía por el virus o si simplemente son mejores. Mi corazón atlético me dice que no jugamos bien y si esta vez tuviéramos eliminatoria a doble partido, habríamos remontado. Mi cerebro atlético me dice que en este año de transición bastante hemos hecho, construir un equipo sólido y joven lleva tiempo. Parece que necesitamos un delantero goleador que nos ayude a ganar. Perder a Griezmann tiene su precio hasta que explote Joao y el equipo asimile automatismos en ataque, a semejanza de los adquiridos en defensa.

¿Frustrado por la eliminación? la verdad, no. ¿Me hubiera gustado ganar? claro que sí. Quiero ganar la Champions y la Liga. Para ello hay que crecer, que nos respeten las lesiones y meter miedo desde el primer partido. Nos tienen que temer.

El año que viene hay que mejorar, como aficionado no me vale juzgar la temporada en función de nuestros objetivos mínimos de cada año, quedar tercero y entrar en Champions. Solo desde la ambición se espera el triunfo, ser líder. Ganar. Valoro la vida en función del mercado y de la competencia. El Atleti tendrá un buen año si gana, no me importan los objetivos, el único fin que entiendo es ganar y así, siempre cumples los objetivos. Es hora de creernos que somos grandes, los hay más ricos, sí. Ninguno con nuestro corazón, nuestra afición y nuestro sentimiento. 

Toca volver a levantarse y crecer.

Como decía nuestro Luis Aragonés: "Ganar y ganar y volver a ganar"

Aupa Atleti

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