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3.10.21

Ya estamos todos

 




Parece lejano y no hace tanto. Recuerdo el final de la liga 2019-20 que vivimos confinados y los jugadores se tuvieron que hacer a jugar en estadios vacíos. La liga 2020-21 solo pudimos disfrutarla  por televisión animando a la pantalla sin que nuestro aliento se trasladara a los jugadores y aun así quedamos campeones. Comenzamos esta temporada con turnos de asistencia por sectores no siempre bien explicados ni comprendidos. Un avance para los aficionados condicionado por la normativa vigente. Nos sorprendía, visto con distancia, ver estadios en países cercanos con menos tasas de vacunación repletos de público y sin mascarillas. Aquí somos prudentes y vamos poco a poco.

 

Todo llega y desde el inicio del mes de octubre abrieron la posibilidad de completar los aforos de los campos. Para eso nos hemos vacunado ¿no? para ir a ver al Atleti.


El sábado 2 de octubre, partidazo, Atlético de Madrid reencontrándose consigo mismo contra el F.C. BARCELONA en crisis económica, moral e institucional postMessi.


Campo lleno hasta la bandera. Casi setenta mil seguidores rojiblancos huérfanos de fútbol en directo, salvo a los que nos ha tocado la suerte en la ruleta de los turnos. El himno coreado a pleno pulmón coincidiendo con la salida al campo de los jugadores quedó con unos decibelios más bajo de lo habitual por el matiz de la puta mascarilla.


El plan del Cholo estaba avisado, contundencia en las dos áreas. Empezamos un poco dubitativos en la medular sin conseguir imponer nuestro ritmo, destellos de calidad de Joao y Lemar calentaron el ambiente aumentando la esperanza de un buen resultado. Un impresionante control orientado del portugués desarboló a su marcador, le permitió pasar a un Suarez colaborador que supo ver el desmarque de veinte quilates del francés y gol tras esperar a que el portero se venciera.


Tras unos minutos de reacción de un Barcelona mandados por un chaval de diecisiete años, con gran futuro y aún un poco verde para jugar con los mayores, los de la capital catalana echaban de menos a su corazón argentino, a ese que por necesidad económica dejaron marchar y en el campo deja un enorme agujero de calidad.


Se quitó el Atleti esa reacción con otra jugada de calidad de los tres de antes, tras pase a Joao a Lemar que encuentra desmarcado a un Suárez hábil y con grandes dosis de sangre fría que jugó con defensa y portero para definir como un crac. Su corazón deseoso de venganza por el moobing sufrido hace poco más de un año, encontró la paz que otorga la revancha.


2-0 y a la ducha. El segundo tiempo, diseñado por el Cholo, recordó a aquellos Atléticos de Madrid de años pasados en el Calderón. Afianzarse con un pie atrás y encontrar alguna contra. Las pocas que tuvimos murieron en las manos del portero alemán o en carreras o pases incompletos de un todavía falto de forma Griezmann. 


Ganar el partido era importante, batir una estadística también. Por primera vez en la historia el Atleti termina tres partidos consecutivos contra el Barcelona sin encajar un gol. 


Pero esto no es una crónica deportiva, es un canto a la vuelta a la normalidad. Anoche en el Metropolitano rugimos como antaño setenta mil creyentes de la religión del luchar como hermanos, del no rendirse nunca y del esfuerzo como bandera. 


Nos reunimos, de nuevo, tras muchos meses de racionamiento. Ya estamos todos. Para esto nos hemos vacunado ¿no?


Aupa Atleti.


 

27.2.21

PRIMER ATLETI. Incluido en mi nuevo libro: PRIMERA VEZ

 



Anticipo del nuevo libro: PRIMERA VEZ.

Pueden adquirir ejemplares en Amazon o contactando con el autor aquellos que prefieran ejemplares firmados o dedicados. Existen formato papel y digital.


Primer Atleti

Triste día de final de mes, un 30 de octubre de 1993 con frío y tonos en gris amenazantes de lluvia e incluso nieve. Diego no para quieto en ningún momento, está muy

nervioso. Ha llegado el día esperado; ni la lluvia ni la nieve más inoportunas le van a privar de ir a ver a su Atleti esa tarde.

La jornada se hace larga, los minutos pasan muy lentos. Como si no fueran de sesenta segundos, ese día los minutos duran cien, doscientos. La comida, preparada con cariño por su madre, huele muy bien. Su plato preferido es el elegido para degustarlo ese día, ¡su día con mayúsculas! Se trata de lenguado en salsa verde y patatas panaderas. Pero el estómago de Diego está cerrado, no puede con todo. Por primera vez en la vida no termina aquel plato. Su madre arquea una ceja, no quiere preocuparse y lo achaca a los nervios. Le conoce y se queda vigilante.

Las seis y Diego lleva preparado ya más de una hora. Ha elegido la camiseta rojiblanca con el nueve y con su nombre impreso en la espalda, un regalo de Reyes. Le está grande, cosa que agradece, así puede lucirla sobre el jersey. Solo queda tapada por el abrigo y por la bufanda de lana roja y blanca tejida por la abuela Luisa.

Doce años, tres meses... y el día más importante de su vida. Cruza la puerta junto a su padre, Miguel. Orgulloso de su hijo, quiso darle la sorpresa de un partido de liga en el Calderón. Miguel no es del Atleti, huele a vikingo por los cuatro costados, es el único madridista en la familia. Pero este sábado es simplemente el padre de Diego, se le ve nervioso, más silencioso de lo habitual, desea que su hijo sea feliz, desea que gane el Atleti.

Viajan en metro. Miguel, por acompañar a Diego, luce una bufanda rojiblanca propiedad de su suegro Diego, socio desde que nació. El calor del metro obliga a descolgar los abrigos. Con una mano en la barra del vagón, la izquierda la utilizan para sujetar su prenda gruesa. Tras casi una hora de viaje, llegan por fin a la estación de Pirámides. Se le antoja estrecha y pequeña, a duras penas puede esta engullir a todos los aficionados que salen apresuradamente de los vagones buscando la calle, aire fresco y menos viciado.

Algunos aficionados cantan el himno del club, otros jalean acompañando. Cuando salen a la plaza ya es noche cerrada en el exterior, los días de otoño son cada vez más cortos, se nota que se hace más tarde. Aunque Diego es más de luz, más del día, este sábado para él no se pone el sol. Se ajusta el abrigo y la bufanda, siente el cambio de temperatura.

Hacen parada en un puesto de venta de chucherías. Miguel compra una botella de agua y una bolsa de pipas. Han llegado con tiempo, su intención es pasar por la tienda del club. Tiene las pupilas tan abiertas que no cabe en sí de gozo. Allí admira equipaciones, complementos, balones, botas, juegos de mesa y hasta albornoces; todo con el escudo del club. Es observado por Miguel, que se siente generoso y está dispuesto a redondear la sorpresa con un regalo de recuerdo. Diego no se decide, da vueltas por la tienda igual que un marchante de arte en una sala de exposiciones.

Un instante le delata con ese brillo en la mirada... esa alegría al final de sus ojos marrones. Se trata de una tarjeta con la foto de su ídolo, Caminero, y firmada. Las miradas de padre e hijo se cruzan un instante y Miguel asiente mientras sonríe; Diego le sale muy barato, se conforma con poca cosa. Guarda la foto en el bolsillo interior de su abrigo, Diego está seguro de que le dará suerte en el partido. Miguel sujeta el brazo izquierdo de su hijo para luego mantenerse, juntos, entre todas aquellas personas. Es día grande, el campo se va a llenar.

Atlético de Madrid-Barcelona, partidazo: el Barcelona de Koeman, Guardiola, Romario, Bakero, Zubizarreta, todos unos cracs; el Atleti, apañado con coraje y corazón, como dicta su himno.

Miguel localiza la puerta que les corresponde, ha conseguido que le preste su abono, y el de un «amigo vecino», su suegro. Su suegro no tiene el corazón como para soportar un partido contra en Barça y, si es para su nieto, todo son facilidades.

―Solo espero que un madridista como tú no le gafe la ilusión al niño ―le recordó cuando le dejó los carnés.

Las localidades son muy buenas, están en la zona que tiene acceso por la M-30. A cubierto, por si decide llover; a la altura del palco presidencial, justo encima del banquillo local. Diego no deja detalle sin escrutar, disfruta hasta del calentamiento previo de los jugadores.

―Mira, papá, ahí están los titulares. Allí, los suplentes.

Los atléticos lucen camisetas de algodón, con manga larga y cuello. A todos le viene grande, es la moda, se trata del mismo modelo que lleva Diego.

―¿Eres el nieto de Diego? A ver si nos traes suerte hoy ―comentó un aficionado de la fila anterior. 

El partido empieza vibrante, con dominio alterno. Se nota al Barcelona mejor posicionado y con grandes jugadores. Seguros y orgullosos, defienden la primera posición en la clasificación de la Liga. El Atleti es peleón, no deja de ser un equipo de media tabla; los décimos y con una plantilla apañada sin grandes estrellas, un equipo preparado para correr en velocidad y jugar a la contra.

A los diez minutos entra el primero del Barcelona. Romario se ha marchado de Solozábal con una habilidad propia de un genio del balón. En media hora Romario marca tres goles y estrellado un balón en el larguero. Pinta mal. Miguel mira a Diego preocupado por su posible desilusión. Diego sigue animando y vibrando con cada jugada de su equipo. Festeja los saques de esquina como previos a gol, corea los cánticos de los animadores del fondo, incansables, sin desfallecer por el resultado adverso ni por la temperatura fría de la noche.

En el descanso los bocadillos de chorizo que les ha preparado su madre vuelan. Esta le dijo:

―Te los voy a hacer de chorizo, así es un bocadillo rojiblanco. Si quieres, a tu padre le dejo solo la miga en blanco.

―No, mamá, hoy papá es del Atleti.

Los bocadillos vuelan mientras calienta Kiko. Y la segunda parte empieza con presión atlética y en dos minutos Kosecki inaugura el marcador local. El campo es una olla a presión, todos animan, mucha es la distancia en el marcador, hay fe en los chicos.

La falta lejana disparada por Pedro, con mucha fuerza, se cuela entre las manos de Zubizarreta. Veintipocos minutos y marca el segundo gol. Se abre la puerta de la esperanza en una afición que anima ahora más fuerte si cabe.

A la media hora un nuevo tanto de Kosecki empata el partido. Solo en ese momento los nervios traicionan, durante unos minutos, a Diego. Tras la expulsión de Pirri su ánimo se viene un poco abajo. La inseguridad y el tremendismo colchonero hacen mella en su fe. El «fondo» sigue animando sin parar. Diego siente la mano de su padre en la rodilla; la está moviendo constantemente con un gesto inconsciente, no es para menos, hemos empatado con el Barcelona.

Faltan dos minutos, el acoso del Barcelona es incesante, un balón es rechazado y sale corriendo, veloz, es Kosecki hacia la portería rival. Le acompaña a su izquierda Caminero, que recibe el pase y remata cruzando para evitar la salida del portero... ¡Gol!

―¡Gol... gol!
―De Caminero, hijo.
―¡Gol...!

Se abrazan padre e hijo. Hace años que ambos no se abrazaban; crecer tiene como condicionante que abandonas el roce con tu padre. Ese momento vale oro. Diego es feliz. Gol de Caminero, gol de su Atleti, gol para ganar al Barcelona. Siente el calor de su padre, lo echaba de menos.

Para Miguel es un instante de felicidad, ha merecido la pena ir al fútbol. Ese abrazo de Diego significa mucho, muchísimo. Se compromete a buscar oportunidades para compartir tiempo con él. «Y si hay que hacerse del Atleti, se hace uno del Atleti». Además, le ha gustado cómo juega el equipo, cómo lucha, cómo se anima en este campo; qué diferencia con el otro.

Besó en la frente a Diego, que le miró sorprendido mientras seguía saltando como loco.

―¡Gol de Caminero! ¡Gol!

La vuelta a casa la hacen en una nube. No importa el calor del metro ni lo abarrotado que va, tampoco el hambre le recuerda que casi no había comido hasta ahora. Sentado en el vagón, Diego mira a su padre, que acaricia la bufanda del Atleti.

―¿Sabes, Diego?, me he convencido, es mi primera vez también. Soy del Atleti.

18.8.20

Ganar y ganar y volver a ganar


La ilusión abona la esperanza. La realidad de las victorias o las derrotas alimentan o rompen el equilibrio emocional del aficionado. En la alegría todo es fácil. Es en la derrota cuando surge un luto que cada uno lleva de manera personal. 

El aficionado pragmático, con experiencia de sufridor y memoria suficiente como para recordar cada golpe y cada "casi lo conseguimos". Ese aficionado pausado, un tanto distante queriendo dominar sus sentimientos y sus reacciones. De lágrima fácil y espíritu inquebrantable te lo puedes encontrar gritando como loco en Hamburgo tras el triunfo agónico del Atleti ante el Fullham, masticando por tercera vez la salchicha espaciada alemana que repite como el pepino en verano. O en Bucarest disfrutando del mejor Falcao de la historia donde él solo destrozó a los hermanos bilbaínos en pocos minutos. Y en tantos otros lugares. También lloró en Lisboa durante esa final del minuto 94, el año del descenso, en Getafe cuando no se consiguió ascender por un gol. No vive del fútbol, tiene una vida plena y ni el Atleti le condiciona su vida. Sabe disfrutar del Atleti cuando sale cara y sufre menos cuando sale cruz.

El aficionado pasional, con experiencia animando incondicionalmente. No comparte ir al campo a comer pipas. Solo comprende seguir el partido saltando y bailando. Los noventa minutos de pié, cantando y animando. Se siente más auténtico, más comprometido y más importante cuando anima y gracias a su impulso los jugadores corren, saltan y aciertan más. El equipo no puede vivir sin él. No analiza mucho, es una persona de acción. Su mérito consiste en terminar ronco al final de cada partido. Vive todos los eventos y finales en directo. Viajó en coche compartiendo aventura con otros tres como él para asistir a las finales de Hamburgo, Bucarest, Lisboa, Lion y Milán. Incluso un verano se animó a visitar el Principado de Mónaco para la Supercopa. Casi se arruina con los precios del principado y tuvo que lidiar con el enfado de la familia por irse a mitad de agosto para ver un partido de verano. Pero allí estuvo apoyando a su Atleti. Él sin el Atleti no puede vivir, no puede respirar. 

El aficionado verbal. Ese que piensa con la lengua, locutor incansable de cada jugada del partido. Habla, anima, critica, escribe en el chat y comenta con los vecinos de grada cada acción. Somete a juicio sumarísimo cada instante. Radia los partidos criticando a los jugadores en cada jugada desafortunada. Tiene sus jugadores preferidos, siempre a salvo de la crítica y otros que al menor fallo o imprecisión les fulmina sin piedad. Se siente frustrado cada vez que perdemos, vuelca su frustración en el entrenador, en un jugador o en el consejero delegado. Su visión sobre cómo debe ser el Atleti es emocional, cambiante y desmedida, justo como dice su personalidad. Otro que no entiende la vida sin el Atleti. Por encima de la familia, amigos u otras aficiones.

El aficionado temeroso, el deprimido por obligación. Si algo puede salir mal, con el Atleti, saldrá mal. Su filosofía es de sufrir cada instante y si es posible, con anticipación. No hay partido que desde unas horas antes no te traslade sus miedos y "el verás que hoy no ganamos" o "con esta alineación no jugamos ni a las chapas".  Su ejemplo más fiel es ir ganado 3-0 a falta de cinco minutos del final y todavía ver peligro en la remontada del rival. Sus piernas no paran de vibrar durante los noventa minutos, los nervios se apoderan sus rodillas y le impiden parar. Hay un instante donde disfruta, justo en el pitido final si hay victoria. Durante unos minutos, justos los que necesita para concentrarse en el siguiente partido, en el próximo rival y encontrar razones que nos imposibiliten ganar. No comparto su visión atlética, la respeto por supuesto, como a todos. Todos los que me he encontrado de este grupo, puedo asegurar que son los que tienen el sentimiento de pertenencia más acusado. Se sienten más del Atleti que ninguno. Sufren más que nadie, cierto es, Sentir, todos los aficionados sentimos a nuestra manera, por igual. Sufriendo más o menos.

Esta semana pasada nos eliminó el Leipzig, un equipo alemán muy bien preparado físicamente con un juego moderno, presionante y algo de suerte. Nosotros jugamos a un nivel muy inferior, sin garra, colocación y siempre a remolque. Desconozco si ha influido el calendario, la semana de vacaciones tras la liga tardía por el virus o si simplemente son mejores. Mi corazón atlético me dice que no jugamos bien y si esta vez tuviéramos eliminatoria a doble partido, habríamos remontado. Mi cerebro atlético me dice que en este año de transición bastante hemos hecho, construir un equipo sólido y joven lleva tiempo. Parece que necesitamos un delantero goleador que nos ayude a ganar. Perder a Griezmann tiene su precio hasta que explote Joao y el equipo asimile automatismos en ataque, a semejanza de los adquiridos en defensa.

¿Frustrado por la eliminación? la verdad, no. ¿Me hubiera gustado ganar? claro que sí. Quiero ganar la Champions y la Liga. Para ello hay que crecer, que nos respeten las lesiones y meter miedo desde el primer partido. Nos tienen que temer.

El año que viene hay que mejorar, como aficionado no me vale juzgar la temporada en función de nuestros objetivos mínimos de cada año, quedar tercero y entrar en Champions. Solo desde la ambición se espera el triunfo, ser líder. Ganar. Valoro la vida en función del mercado y de la competencia. El Atleti tendrá un buen año si gana, no me importan los objetivos, el único fin que entiendo es ganar y así, siempre cumples los objetivos. Es hora de creernos que somos grandes, los hay más ricos, sí. Ninguno con nuestro corazón, nuestra afición y nuestro sentimiento. 

Toca volver a levantarse y crecer.

Como decía nuestro Luis Aragonés: "Ganar y ganar y volver a ganar"

Aupa Atleti

13.1.20

Como casi siempre perdimos por penaltis, la próxima vez campeones

Las horas previas prefiero estar ocupado en otras actividades. Parte de la vida del seguidor está condicionada por los tics y supersticiones que te vas creando con las experiencias vividas animando a tu equipo. Llegas a vestirte igual que hiciste en la última victoria, repites zapatos e incluso menú. Todo con tal de ayudar.


Hoy es la primera final del año, en un torneo de nueva creación al que fuimos sin mucha ilusión, hasta el punto que solo cincuenta socios solicitaron entradas para la semifinal, el club a estos pocos animosos les regaló las entradas. Otra cosa es el viaje y estancia en Arabia Saudí.



Para sorpresa de todos los comentaristas, organizadores, periodistas y resto del universo fútbol, el Atleti ganó al Barcelona gracias a su cambio de estrategia en los últimos veinticinco minutos, remontó el partido y provocó una crisis institucional en Barcelona que son de muy mal perder.



La final contra el vecino, contra el de siempre. Además lleva mejorando su juego y resultados en los últimos meses. No tenemos enfrente a Cristiano, quedan los demás. Casi cualquier miembro de la plantilla blanca vale como la suma de la plantilla atlética. Es un juego descompensado en función del poderío económico de cada equipo. 


Mi esperanza, nuestra esperanza es la lucha, el coraje y la suerte se alíen a favor de los nuestros de nuevo.


Primera parte muy de vigilarse ambos equipos, el Atleti presionando en campo contrario, incomodando al Real Madrid en todo el campo. Cuando el Atleti tiene el balón, se atasca. Aparentemente no tiene plan de ataque solo plan de presión. Juega a ahogar al contrario, a agotarlo, a esperar su oportunidad.



El Real Madrid abusa de los balones cruzados a los extremos, intenta hacer dos contra uno contra los laterales rojiblancos. Se choca contra un muro. El Madrid juega sin ideas, ataca sin daño. Un leve remate permite a Oblak adornarse con una palomita, para la foto, para el recuerdo. Sin peligro.



Ambos lo dejan todo fiado a la segunda parte. La continuación mantiene el mismo planteamiento durante los primeros veinte minutos, hasta que empiezan los cambios de refresco.


Zidane lo fía a los jóvenes, no tiene más banquillo. Se equivoca, no tienen perfil. Las finales son para hombres, estos son niños, habilidosos con poco carácter. El carácter lo suple su capitán manteniéndose en el campo a pesar de un esguince más que evidente.

Simeone mueve el banco con más criterio, elige experiencia, habilidad y músculo. Le gana la partida posicional.  Poco a poco la posesión del balón cambia, el Atleti se cree que puede, se va acercando. Al Madrid le faltan oxígeno e ideas. Al Atleti le sobran garra y lucha faltándole un toque de visión y puntería.

Final del partido, la prórroga va pintándose de rojiblanco. Corre más, ataca más, se lo cree más. El peligro no llega el partido muere al borde de las áreas. Es un partido táctico, igualado. Solo se puede ganar a los puntos.

En los últimos minutos el Atleti puede ganar, incluso una expulsión al borde de la agresión de Valverde a Morata, le roba una ocasión de gol mano a mano contra el portero, le roba el sueño de una posibilidad. Tangana, nervios, empujones. Esto se acaba.

¡A los penaltis no!. ¡Que al Atleti le cuesta marcarlos!. 

Final. A penaltis y ganó el de casi siempre, por penaltis. El Madrid los juega con la confianza de quien casi siempre los gana, el Atleti se enfrenta a ellos con la inseguridad del que falla más veces que acierta.

Apago la tele, orgulloso del trabajo realizado, del planteamiento del Mister, del esfuerzo, del coraje. Nos faltaban Koke y Costa, no se notó por garra. Yo les eché de menos, qué quieres que te diga.

Me preparo para la siguiente, este año tendremos más roce con los vecinos. La siguiente vez será más en serio, será nuestra oportunidad, será la de verdad.

Vamos Atleti. Ya queda menos. Lo tenemos en la mano. Ya cuento los días que faltan para nuestra próxima oportunidad. Seremos campeones


2.1.20

Jugando con los números 2020 - 2002. Ascenso del Atleti

Empezamos año y me pongo a jugar con los números, pensar en el 2020, nuestro año recién estrenado, me lleva al 2002 año del sufrimiento y de la alegría final.

27 de abril de 2002. Luis Aragonés se sienta en el banquillo, en el banco de fuera. Vestido con su chandal azul oscuro y su escudo, nuestro escudo, el del Atleti, en el corazón. Su chandal huele a humo, a tabaco, muchos cigarrillos consume durante el encuentro. Con gestos de rabia intenta animar a sus jugadores. No para. Lleva a su Atleti en la sangre.

El partido pide cabeza, calma, llevar el ritmo, no precipitarse. Luis es todo lo contrario, raza, pasión e intensidad. El partido empieza loco. Marca el Nastic, ya empezamos, tarde de pasión rojiblanca. 

La afición llena el viejo Calderón. Hasta la bandera. Hay ganas de ascenso. Dos años en segunda son muy, muy largos. Injusto este segundo año tras aquel larguero en Getafe en el descuento del último partido de liga. Ese balón significaba volver a primera en 2001. No estaba escrito. Otro año de purgatorio.

Ese año consumí más prensa escrita y radio sobre el Atleti que en todo el resto de mi vida. Un equipo apañado, con coraje y corazón. Poco juego y mucha intensidad. Y gol. El uruguayo Correa, Marcos Alonso, Mono Burgos en la portería y un muy niño Fernando Torres empujaban cada fin de semana a este equipo con alma de Aragonés.

El club se volcó en este partido, si el Atleti gana es de primera. Incluso hizo lo que nunca un atlético debe, vender la piel antes de matar al oso. Cuando el marcador se puso favorable con el 3-2, el video repetía un lema: "somos de 1ª"

Espérate que es el Atleti. Empatamos, remontamos, nos empataron de nuevo. Ese Cuellar qué bueno era. Correa metió el golazo de su vida, el campo se vino abajo, el 3-2. Parecía definitivo. 

Recuerda, somos el Atleti. El marcador publicitando que somos de primera y nos pitan falta en contra en el borde del área rojiblanca, en el descuento, en el puto minuto 91 y Cuellar de nuevo marca un golazo, por toda la escuadra. Después la heroica. Hasta Mono Burgos subió al área contraria. No había tiempo. Oportunidad perdida.

El Atleti no estaba muerto, también usa otras vidas. Esta vez se vistió de blanco y azul. Del vecino Leganés que nos hizo el favor el domingo 28. Ganó al Recreativo en Huelva, 1-2. Ese resultado convirtió al Atleti en equipo de primera. A falta de cuatro jornadas, el Atlético de Madrid tenía 12 puntos más que el cuarto clasificado, el Recreativo, al que le tiene ganado la diferencia de goles particular. Matemáticamente el Atleti vuelve a ser de primera.

Me alegré. Recuerdo que la rabia del casi del sábado no me permitió disfrutar del todo por el ascenso el domingo. Prefiero ganar en mi campo, no de carambola. Pero, oye, también vale.

Lo que me trae el juego de números, un recuerdo, un sentimiento, una hermandad, una afición. Mi cerebro quiso que los años 2001 y 2002 los tuviera aparcados. En 2003 nació mi hijo mayor y con el Atleti en primera, ¿Qué más se puede pedir?

Aupa Atleti.

29.12.19

Un atlético en el parón de Navidad.



Ser del Atleti no es un sentimiento, eso es para los del Betis; ni ser mas que un club, eso es para los del Barcelona; ni pensar que posees el gen de la superioridad, eso lo dejo para los del Madrid (Real). No, ser del Atleti es una religión.

Somos sufridores, victimistas, temerosos de la condena en el último segundo por un error, duros a base de golpes y sinsabores. Alegres en las victorias y preparados para las derrotas. Los seguidores atléticos ante todo valoramos el esfuerzo, el coraje, el intentarlo aunque sea imposible. 

Durante años recordamos gestas como las remontadas al Barça, ganar la liga con un empate angustioso o perder en el descuento la Copa de Europa.

Ser del Atleti te prepara para la vida, mejor que hacer el servicio militar. Curte, enseña, hermana. No conozco ningún atlético fracasado. Solo conozco a luchadores.

Luchan como hermanos, dicta nuestro himno y eso esperamos de nuestros jugadores, que luchen, que ganen. Lo de jugar bonito para otros, lo que vale es el resultado.

Soy atlético desde que tuve el don de la razón, tendría siete u ocho años cuando me decidí. Me gustó el brío de Luis Aragonés y de Irureta, la elegancia de Gárate. Me enamoraron. Elegir por tu cuenta tu club tiene mérito. Por supuesto que desde que nacieron mis hijos, son socios del Atleti. Faltaría. El honor de la elección, de principio no les corresponde. Hay que educar el sentimiento.

En mi caso y en mi casa, mi padre es poco futbolero y poco de ver fútbol, le tiraba un poco más lo blanco sin pasión, cierto es. Nos dejó hacer, le daba igual. Tres de sus cuatro hijos somos del Atleti. Sin influencia, lo bueno surge de manera espontánea.

Con tanta experiencia atlética, sabes que cada temporada hay un mes malo. El mes de la pájara. Hace años eran los enero. Solía ser cuando echabas por tierra las opciones a ganar la Liga y a luchar por la Copa del Rey, antes del Generalísimo. Ahora el mes para olvidar, noviembre. Justo después de empezarte a ilusionar con el enésimo proyecto. 

Después quedan meses a remolque de los dos grandes esperando a que fallen para tener opciones de liga. Solo hemos ganado la liga en las ocasiones que éramos nosotros quienes fijábamos el ritmo y los demás venían buscando nuestro error. No aprendemos. Este año veo que no toca liga, salvo sorpresa y faltan mas de cinco meses.

En el parón de vacaciones navideñas, con la ausencia de noticias deportivas, empiezan las especulaciones periodísticas. Por un lado, el interés por publicar algo por parte de la prensa, por otro lado los representantes de los jugadores que les interesa calentar su situación para mejorar contratos y ganar comisión. En el fondo, todos nosotros consumimos cualquier noticia publicada de nuestro club, nos creemos que vamos a solucionar nuestros problemas con un fichaje estrella en enero, no sé con qué dinero. El fútbol vende mucho humo, muchas ilusiones y pocas realidades.

El mejor fichaje es el equipo, la madurez que da el conocimiento de los nuevos en la plantilla que empezaron hace cuatro meses, necesitan tiempo para aprender el idioma, las formas de trabajar, las estrategias y adaptarse al clima. Nada es espontáneo. El equipo encontrará su mejor versión a la vuelta de las vacaciones, los lesionados aparecerán de nuevo con fuerza. Ganaremos confianza y tendremos nuestro gesto de valentía derrocando al actual campeón de Europa. Seremos importantes, seremos fuertes y temidos de nuevo.

Sobrevive mi ilusión a la pasión de los miembros de mi peña atlética. Me van a perdonar que les nombre y también mi confesión, he silenciado el grupo de WhatsApp. Según el partido que estamos jugando podemos llegar a los 150 mensajes que viajan desde el pesimismo generado por el primer error del encuentro a la alegría desbordante cuando finaliza el partido con victoria. Tenemos auténticos community manager de jugadores que los defienden a muerte, idolatran y condenan a otros menos afortunados en función del estado de ánimo del escritor en el chat

Las opiniones en el grupo de WhatsApp son un desahogo necesario para calmar los nervios, ver al Atleti no es disfrutar, es sufrir. En el campo todos animamos, en el chat es otra cosa. Si leyéramos tras un partido los comentarios escritos, alguno se arrepentiría sin duda. No los han escrito la razón, los escribieron frustración y nervios. Dos conciencias muy atléticas, incrustadas en el ADN rojiblanco.

Los lunes por la noche me entretengo releyendo el chat del día, es el día de las soluciones fantásticas, algún compañero peñista merece un doctorado en filosofía. Los comentarios, sacados del contexto de la pasión rojiblanca son hasta graciosos. Los atléticos nos juzgamos por el sentimiento, no por las palabras.

Nos queremos como hermanos, nos respetamos como atléticos, mas que una razón nos une un sentimiento: coraje y corazón.

No hay nada igual, no hay un club igual. Nos envidian los vecinos y rivales, este ambiente es nuestra mayor fortaleza.

Es mi religión. Aupa Atleti.

Buen viaje, Joe

  Joe, simplemente Joe. Omitiendo, desde siempre, el rango familiar de tío. Recuerdo tu aterrizaje entre la familia cuando Ana, también sin ...