Mostrando entradas con la etiqueta historia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta historia. Mostrar todas las entradas

27.5.23

La ilusión de Elena

 


 

Elena repasa sus fichas con interés, no quiere olvidar ninguno de los detalle que definen cada una de sus obras. Tiene por costumbre sacar una foto a cada una de sus pinturas cuando decide que están terminadas y elabora una ficha donde explica el significado, la inspiración e incluso el porqué de los colores elegidos. También indica la fecha y el nombre de la galería a la que cedió la venta o el nombre del comprador directo.

 

Firmó un contrato con un galerista que se dice especializado en nuevos talentos, presume de haber descubierto a artistas hoy en día consagrados que iniciaron el despegue gracias a haber expuesto en su local.

 

Esta semana es la Feria Internacional de Arte Moderno, siete días únicos donde el centro del mundo del arte aterriza en el mismo punto, el escaparate definitivo para cualquier artista. Elena se siente emocionada con la perspectiva de darse a conocer para el mundo experto. Algo parecido a lo que deben sentir los toreros cuando confirman alternativa en la Plaza de Las Ventas durante de Feria de San Isidro o un futbolista cuando juega por primera vez en un partido de Champions. Es el momento cumbre para cualquiera artista.

 

Decide su indumentaria, elegante pero informal, sin dar imagen de alternativa como gusta a muchos artistas y tampoco de niña bien del Barrio del Viso. Viste de ella misma, fresca y segura con el aroma a vainilla de su colonia preferida.

 

La emoción de su oportunidad la empuja a llegar antes de tiempo, no quiere perderse nada del ambiente. Tras el descanso de la comida, a las cinco de la tarde, comienzan a abrir los diferentes expositores y se van acomodando sus artistas invitados a la espera de la afluencia de público y expertos unos minutos más tarde. Veinte minutos más tarde, salvo unos pocos todos los expositores han abierto. Elena espera que aparezca su galerista, Sofía. Cinco minutos más tarde el público comienza a desfilar y la galería de Sofía permanece cerrada, la única que no ha abierto y es el día de la inauguración. Quizá el más importante de la semana.

 

Con cuarenta minutos de retraso aparece Sofía, mascullando una excusa poco convincente culpando al mismo tráfico que han sabido sortear los demás, incluida la propia Elena.

 

Encendidas las luces, comprueba que las obras expuestas son de otros autores.

 

–¿Y mis cuadros? –pregunta extrañada.

–No han venido. A ti te toca mañana.

–No, perdona, quedamos en que yo abría la feria –mientras Elena busca en su WhatsApp la prueba de la conversación mientras sospecha que ha colado a otro artista enchufado mientras excusa echando la culpa a otros de su incumplimiento.

 

Sofía llama por teléfono a otra de sus pintoras, Rosa, con quien coincidió Elena durante la espera. Ambas tenían la misma hora para exponer sus obras. Muy propio de Sofía que para intentar agradar a todos sus artistas les usurpa su momento de gloria en exclusividad y las obliga a compartir tiempo y espacio. Rosa tras treinta minutos esperando consideró superada la falta de respeto que se merecía y regreso a su ciudad de origen. Había conducido casi quinientos kilómetros para acudir a la Feria y no estaba dispuesta a soportar ese retraso injustificado.

 

Cuarenta minutos de retraso, considerando que Elena tiene hora y media de exposición, la han privado de la mitad de su tiempo por el retraso injustificado. Tras un rápido vistazo, comprueba que sus cuadros no están expuestos, un calor de indignación asciende desde sus entrañas hasta la cara que comienza a entonarse con un rubor lleno de rabia y frustración.

 

Desde el inicio de su relación, Sofía demostró una profesionalidad carente de detalle, incumplimientos, retrasos y miles de excusas siempre por culpa de terceros unida a la poca promoción de las obras de Elena fueron minando el ánimo de la artista. Se consolaba pensando que al ser una artista desconocida bastante suerte tenía por haber llamado la atención de una galerista pequeña. Pero esto de hoy ha superado todos los sinsabores anteriores.

 

Justo cuando Elena decide marcharse, aparece una tercera artista que tiene hora fijada para una hora después y Sofía aprovecha su aparición para ofrecerle toda la tarde porque ahora tiene hueco. Las miradas de Elena y la tercera pintora se cruzan, no se conocen de antes pero esa mirada habla a gritos.

 

Las relaciones regladas únicamente por los acuerdos suscritos en un contrato tienen mucho de frialdad profesional. Añadir respeto personal, cercanía y calidez humana al contrato formal ayuda a alcanzar un nivel de mutua confianza que fructificará en mayores beneficios para ambas partes. A todo el mundo le gusta trabajar en un ambiente cordial, con trato personal y resultados profesionales. Este ambiente crea las condiciones naturales para que ambas partes den lo mejor de sí lo que redundará en una mayor colaboración y finalmente en mejores resultados.

 

La puntualidad es una muestra de respeto además de una demostración del interés por el buen fin de la colaboración. Al igual que cumplir con los trabajos comprometidos y acuerdos previos a la reunión es el mínimo profesional que ayuda a establecer una base sobre la que construir el proyecto. 

 

Durante los eventos de especial relevancia, como la Feria Internacional de Arte Moderno (FIAM), todas estas de exigencia sobre puntualidad y compromiso se incrementan. Elena espera lo mejor de la relación para satisfacer emocionalmente todas las expectativas puestas en esta oportunidad única.

 

La profesionalidad en el mundo de las artes debe ser mucho más estricta en su cumplimiento ya que los proyectos traen consigo altas dosis de emocionalidad por parte de los artistas.

 

Frustrada y muy enfadada Elena regresa a su mundo, oyendo a modo de excusas inconexas a Sofía prometer una vaga y poco creíble compensación por el error. Ya no se cree nada de ella. 

 

Lo tiene decidido, la siguiente colección de cuadros irá por otra galería, Sofía no la va a volver a encontrar. No va a repetir con ella, no se merece este trato, ni sentirse ninguneada de nuevo. Decide aprovechar la tarde visitando al resto galeristas de pequeño tamaño para darse a conocer, recopilar contactos y observar cómo promocionan obras del mismo nivel que el suyo. Cualquiera menos Sofía para su siguiente colección.

 

Trata a tus clientes y proveedores como te gustaría que te trataran a ti. Si juegas a tu interés sin dar nada a cambio, en algún momento, tu negocio se echará a perder. La mala reputación destruye el futuro de los negocios. 

 

Elena sigue su camino hacia el futuro, ya cumplirá su ilusión en otra ocasión de tener éxito en la FIAM, tiene tiempo. Sofía no lo sabe, pero el suyo se agota, ha entrado en un callejón sin salida. 

4.3.23

Despierta

 


 

Nota el zarandeo de su cuerpo acompañado de la voz apremiante de Ricardo. Ana se resiste a despertar, su cuerpo necesita reposo tras una agotadora semana donde ha tenido que lidiar con multitud de problemas en el trabajo, la impaciencia de varios clientes y la ineficacia de alguno de sus proveedores. Quiere dormir y olvidarse de todo.

 

Ricardo incrementa el ritmo y el tono de voz. –Mira que es pesado, como sea una tontería se va a enterar– piensa mientras siente que su voluntad de resistencia a abrir sus párpados se va resquebrajando. –Deben de ser las dos de la madrugada, si no es importante a Richi no se lo ocurre despertarme–

 

–¿Qué pasa?, ¿qué hora es?

–Cariño, rápido, vístete que nos tenemos que ir.

–¿Ir a dónde?, ¿por qué?, ¿qué es lo que pasa, Richi? –ahora sí que está despierta y nota cómo su respiración se dispara de ritmo al tiempo que toma conciencia de su entorno. Suenan alarmas y sirenas de coches de policía por la calle, de las casas cercanas le llegan ruidos propios de la mañana, carreras, gritos, niños, portazos...

 

La calle es el reino de las sombras, la iluminación general se ha cortado, simplemente las breves ráfagas de los halos de luz que preceden a los vehículos que aceleran el paso, iluminan a su paso las aceras donde descubres familias avanzando con paso precipitado llevando a sus hijos como pueden con algunas pertenencias en bolsas y mochilas.

 

–Nos tenemos que ir, Ana.

 

Ricardo ya está vestido con ropa de invierno y el mono de la moto, en la puerta del dormitorio se intuye entre la oscuridad una de las mochilas que utilizaban en sus años de montañismo y llevan una década en el alto de un armario. 

 

Ana acostumbra su mirada a la oscuridad, no funciona la luz, la han cortado. Su despertador con radio que descansa en la mesilla de noche está mudo. Se deja llevar por su confianza en Richi, debe ser grave el asunto que aún no consigue comprender.

 

Sus pies se calzan con las zapatillas que descansan preparadas en el lugar adecuado para recibirla por las mañanas. Amante de las rutinas y de sus cosas, como dice Richi. No soporta el frío del suelo y sus pies pasan del calor de la cama a la protección de las zapatillas. Según se incorpora, suena un estruendo enorme. Poco después la luz nacida de las llamaradas que anuncian dónde ocurrió la explosión, ilumina de color naranja el rostro de Richi y el resto de la habitación. –La central eléctrica– Una nueva explosión suena un poco más lejos.

 

–Eso debe ser donde la comisaría de policía– indica Ricardo.

–¿Qué está pasando, Richi?

–Es la guerra. Tenemos que salir de aquí. Hace un par de semanas nos recomendaron desde la Embajada regresar a casa y nos dejaron una instrucciones, ir a la frontera lo más rápido posible. Ya he recogido nuestras cosas, vístete para el frío que nos vamos en la moto.

–No me gusta la moto.

–No hay elección. Rápido.

 

Un moto con dos viajeros surge del garaje, con un bulto atado a la espalda del segundo ocupante. Por delante una carretera colapsada de vehículos ocupados por miradas húmedas, abiertas y temerosas que no dejan de escrutar el cielo temerosas de ver caer alguno de los misiles o los cohetes lazados desde los aviones enemigos. Un gran atasco donde solo avanzan con cierta rapidez las motos zigzagueando entre los vehículos que se mueven lentos o sufren paradas intermitentes. 

 

Ochocientos kilómetros les separan desde su residencia cercana al parque Bilychi al oeste de Kiev del Aeropuerto de Varsovia. A media que se alejan de la capital, el tráfico pierde densidad y les permite conducir el línea recta. Confían en llegar a Polonia sin necesidad de repostar en gasolineras. Días atrás, Ricardo guardó varias latas de gasolina en los baúles de la moto. El plan es conseguir un vuelo hasta Madrid o hacia cualquier destino de Europa del Oeste, volver a casa.

 

Las manos de Ana se aprietan junto al estómago de Ricardo, encuentran asidero en el cinturón de cuero que sujeta sus pantalones. Le traslada la tensión y el miedo en la rigidez del cuerpo pegado a su espalda. 

 

Rusia comenzó la invasión en 2014, la alimentaba con guerrillas locales y descaradamente ocupando y adhiriendo Crimea a la Federación. Ahora quiere el resto del país sin disimulos. 

 

Los pocos españoles que vivían allí huyeron junto a miles de niños y mujeres ucranianos obligados a separarse de sus padres a los que seguramente no volverían a poder abrazar. 

 

Ha pasado un año, Ucrania sigue en guerra, defendiéndose y contraatacando. Miles de muertos, incontables. Destrucción, odio y con la inevitable escalada bélica no parece que tenga una pronta y satisfactoria solución. Ana y Ricardo están bien, reconstruyeron sus vidas en España y dedican esfuerzos colaborando en ayudar a refugiados ucranianos para encontrar trabajo, vivienda y colegio para sus hijos. Muchos de sus amigos ucranianos que dejaron allí, ya no están, se los han llevado la crueldad y la lucha.

28.1.23

Educación inclusiva

 



Educación inclusiva, sostenibilidad, justicia, honradez, igualdad, son todos conceptos loables y deseados que se convierten en objetivos por los que luchar porque no llegamos nunca a alcanzar su nivel óptimo. Definirse como inclusivo, sostenible, justo, honrado o igualitario intrínsecamente no es más que una mentira a medias, utilizamos estos adjetivos como una definición reconociendo que hemos alcanzado una medida superior al resto de la sociedad sin admitir que estamos lejos de conseguir implantar estos objetivos entre toda la humanidad.

 

Me voy a quedar con el primero de la lista, la educación inclusiva y para ello, permíteme querido lector, que hable en primera persona. Colaboro desde hace más de siete años con Fundación Oxiria, entidad que forma a jóvenes con discapacidad intelectual que han dado por finalizado sus ciclos escolares y buscan una orientación para la vida con el objetivo de la inclusión laboral. 

 

Fundación Oxiria ofrece un título propio en ISEP-CEU: "Auxiliar en actividades de Comercio, Servicios y Arte floral", además de ampliar las oportunidades de estos jóvenes, una vez que se gradúan, con una salida para los jóvenes con dos programas de continuidad. AMI (Acompañamiento para el Mundo Inclusivo) y, el que es el deseo de todos los jóvenes, PIL (Programa de Inserción Laboral) donde los alumnos ya han firmado veintitrés contratos laborales en empresas con alto compromiso por la integración. Estos dos últimos programas se desarrollan en las instalaciones del CES Don Bosco.

 

Los estudiantes de Fundación Oxiria tienen la oportunidad de estudiar compartiendo espacios y ambiente en centros de estudios superiores, normalizando el contacto con estudiantes de grado superior de Formación Profesional o en ambiente universitario. Son ejemplos reales de inclusión. 

 

Comparten todos ellos la edad, el físico, sus inquietudes por el ocio, la tecnología, las relaciones humanas y los deseos propios que demandan sus hormonas con pocos años de entrenamiento adulto. La inclusión no equivale a igualdad ni a homogeneidad, la inclusión es respeto por la diferencia hasta el punto de que convivo dando el mismo trato que espero que me dediquen a mí. 

 

El otro día en clase les preguntamos a los alumnos de Fundación Oxiria qué es para ti la discapacidad. –Es lo normal– dijeron sin mucha reflexión tal y como lo sienten. Qué mejor definición para reconocer la labor de los colectivos e Instituciones que colaboran con los alumnos de Fundación Oxiria. Expresamente hablo de los alumnos y personal tanto de ISEP-CEU como de CES Don Bosco, así como los alumnos voluntarios de CUNEF. Mi reconocimiento y admiración por todos ellos.

 

En esa misma clase compartí mi definición de discapacidad: "ver el mundo con la mirada limpia". En Fundación Oxiria compartimos esfuerzos y voluntad, además de los maravillosos profesionales que trabajan cada día, un total de dieciocho voluntarios que donamos tiempo por y para el bien de estos chicos. Cada vez que explico mi dedicación suele venir acompañada por el reconocimiento del oyente que lo valora como una gran labor y no me canso de explicar que yo recibo más de lo que doy. Los alumnos con discapacidad intelectual ven el mundo con el alma pura e inocente. Su capacidad cognitiva se quedó en la mejor de las edades, esa donde se desarrollan el amor incondicional y el cariño. Cada día que compartes con ellos te entregan: amor, gratitud, sonrisas y cariño. No hay moneda que pague esto.

 

Mantener esta historia de éxito cuesta mucho trabajo y necesita apoyo financiero. Tienes la posibilidad de apoyar a nivel particular o de como donante, padrino o mecenas. Solo tienes que ponerte en contacto con la Fundación Oxiria desde su página web (https://www.fundacionoxiria.org) o conmigo si te es más cómodo.

 

Está abierto el plazo de inscripción para nuevos alumnos para la promoción que inicia programa en septiembre de 2023. Si conoces alguna familia con hijo con discapacidad intelectual siempre que tenga autonomía para moverse solo por el transporte público o que pueda adquirir esa habilidad, no lo dudes, estás a tiempo para trasladar este artículo o ponerles en contacto. Quedan pocas plazas disponibles.

 

¿Conoces alguna persona en esta situación a la que desees un futuro en inclusión y con expectativas de inserción laboral? No lo dudes, llama o escribe a: ana_arroyo@fundacionoxiria.org (teléfono: 608012949).

 

23.1.23

Rebajas

 


–Me gustaría ir al Centro para descambiar una cosa y conseguir una chaqueta nueva y sabes que me fío mucho de tu criterio– la caída de ojos tierna e interesada de Sofía hace irresistible su argumento y el jugueteo de los dedos con el primer botón de su escote, con ese movimiento insinuante de ahora abro y enseño, ahora cierro y te quedas con las ganas... Sabe que su propuesta no casa con el plan ideal de su marido Juan, ni por asomo en el universo más complejo y lejano a su realidad habría imaginado que le iban a proponer como plan estrella del sábado por la tarde ir de rebajas.

 

Sofía sabe cómo convencer y sonreír a cada paso para ganarse la voluntad de Juan, él espera que su esfuerzo tendrá recompensa como solo Sofía sabe hacer y por experiencia sabe que eso será más tarde, terminará insinuándose por sorpresa a una hora desacostumbrada para adornar más la picardía.

 

Tras dos semanas de periodo de rebajas, Juan alimenta su esperanza de que la afluencia de compradoras sea escasa, sabedor del tiempo que se toma Sofía para enfundarse en las prendas que va eligiendo y de las dificultades para acceder a los probadores por la enorme demanda de compradores a la espera de su turno.

 

Primera hora de la tarde y le cuesta encontrar una plaza libre en el aparcamiento subterráneo de la calle Velázquez, estratégicamente situado en el centro de la Milla de Oro, territorio conocido del Barrio cercano al Parque de El Retiro donde coexiste la mayor concentración de tiendas de marca de toda España.

 

Visto desde arriba, las aceras son insuficientes para organizar el tráfico humano con cambios de ritmo a cada escaparate. Concentración de rubias de bote perfumadas en exceso, vestidas con ropas cómodas de marca. Solas o por parejas buscan, tocan, comparan y revisan todo tipo de prendas que van desechando sucesivamente salvo que encuentren algo parecido a lo que idearon en su plan de compra perfecta.

 

Sofía escoltada por Juan accede por una ancha puerta de carruajes que permite descubrir una de las manzanas de comunidad propias del Barrio de Salamanca. Los edificios se construyen siguiendo las lindes de unas calles separadas más de lo habitual entre las paralelas lo que permite edificar alrededor de un patio de comunidades ancho y alargado. Algunos se convierten en jardines secretos que disfrutan sus pocos vecinos, otros se reconvirtieron en galerías comerciales aprovechando los bajos de los edificios colindantes.

 

El flujo humano desciende dentro de estos grandes patios, los locales comerciales ofrecen mercancía más exquisita lejos de la mordaza propia de las grandes marcas de consumo, viajes exóticos a medida, una financiera especializada en hipotecas inversas y productos de ahorro para la jubilación, un anticuario con muebles señoriales propios del barrio y en la esquina del fondo, un local con cristales tintados de negro sin rotular.

Sofía pulsa el timbre y de inmediato el característico zumbido permite la entrada al local. Un mujer con los treinta avanzados, muy bien vestida con un vestido al vuelo que luce sobre unas piernas interminables gracias a sus tacones altos en demasía, pelo con mechas sutiles, sonrisa blanqueada y voz amable sale a recibirles.

 

–¿Sofía Llanos? Me alegro de conocerla, pasen por favor, Mariana les está esperando.

 

Juan no sabía que tuvieran cita ni para qué aunque se encuentra encantado admirando a la treintañera.

 

–Señor, puede esperar en esta salita ¿le apetece un café mientras espera?

 

Sofía entra en una sala situada enfrente donde una mujer de su misma edad la recibe de pie frente a la puerta.

 

–Buenas tardes, Sofía, veo que te has decidido. ¿Necesitas que te recuerde las condiciones del renting temporal?

–Gracias, lo tengo claro, no es necesario.

–De acuerdo, entonces solo nos tienes que concretar el plazo de duración del contrato para determinar la conservación y si nos cedes para co-reting tu fianza, lo que reducirá bastante la factura mensual.

–Eso sí que necesito recordar. Estoy pensando en tres meses, solo para el invierno. ¿Qué precio se queda final?

–Mira, aquí tienes la oferta con todos los detalles.

 

Rotating arranged marriage. Rental contact. (1)

 

La cliente elige la duración de su contrato, con un mínimo de un mes y hasta un máximo de doce meses. Ofrecemos dos modalidades con o sin pacto de recuperación de la fianza. 

 

El precio final se puede reducir en hasta un cuarenta por ciento si la cliente cede a terceros, seleccionados por Happy Wife (2) (en lo sucesivo, La compañía), el uso de la mercancía entregada como fianza.

 

Durante la duración de este contrato, la cliente dispone del uso y disfrute de un varón de compañía seleccionado por ella entre los candidatos propuestos por La compañía, responsabilizándose de su cuidado, alimentación y acogimiento en los mismos términos que disfruta la mercancía entregada como fianza.

 

Los varones, tanto el recibido como parte del contrato como el entregado como fianza, reciben el mismo tratamiento de limpieza de memoria de forma que sus recuerdos del periodo contratado serán una repetición de otros similares almacenados en su cerebro.

 

La compañía se reserva el derecho a rescindir el contrato en caso de fallecimiento o enfermedad grave de alguno de los varones. 

 

En el caso de que la cliente decida, tras el periodo contratado, no recuperar su mercancía de fianza, compensará a La compañía con el equivalente de doce meses de alquiler en concepto de comisión por las gestiones para vender su mercancía usada.

 

–Tres meses, vamos a empezar con poco. Y quiero recuperar a Juan al final del contrato, sin cederle en este tiempo.

–¿Está segura? Si lo haces por él, te aseguro que no recordará nada de lo que le ocurra en este tiempo con otra mujer. Si lo dejamos aparcado, te va a salir muy caro el servicio.

–No es por lo que él pueda recordar, sino por mí. Me avergüenza que otra mujer conozca lo malo que es en la cama...

 

 

Nota 1: Matrimonio de rotación concertado. Contrato de alquiler.

Nota 2: Esposa feliz

 

 

14.1.23

Síndrome de la hoja en blanco

 



Llaman "Síndrome de la hoja en blanco" al bloqueo creativo del escritor, ese que aparece cuando no se te ocurre nada que plasmar en la hoja o cuando la idea que te está rondando por la cabeza no llega a mutar en un texto concreto.

 

Así llevo varias semanas, el mismo tiempo en el que han coincidido las vacaciones navideñas y mi proceso de análisis interior de el por qué no he conseguido dar a conocer mi última novela, Quién, a un público más amplio.

 

He realizado presentaciones de la novela en cuatro ciudades diferentes, presencia activa en medios de comunicación escritos, radio e incluso televisión local; he llegado a ser hasta intrusivo en redes sociales dando a conocer mi novela y tras todo esto, siento que toco techo.

 

La promoción por redes sociales, por muy necesaria e intensa que sea tiene la virtud de su capacidad de llegada a personas que te siguen, en mi caso, amigos, antiguos compañeros de trabajo, clientes y muchos compañeros de las letras. Entre todos ellos, muchos han adquirido la novela, incluso a los que no les interesa la lectura. Aquí siento que son una excepción los ejemplares que me quedan por vender. 

 

Durante las presentaciones del libro y en los días posteriores se vendieron ejemplares en las librerías del lugar, nuevos lectores que si no olvidan, ganaré para próximos títulos en los que trabajo.

 

Las apariciones en prensa ayudan a dar cierta relevancia al autor y a su obra aunque su impacto es limitado y su llamada a la acción para la compra no creo que sea inmediata. Lo mejor de la presencia en prensa es su capacidad para ser reenviada utilizando las redes sociales y de esta manera multiplicar su audiencia.

 

¿Y ahora, qué? Me encuentro en una encrucijada o recupero el trabajo con mi próxima novela "Barro" que tuve que dejar aparcada para centrarme en la promoción de "Quién" o me reinvento en nuevas promociones para seguir animando las ventas de mi actual novela en el mercado.

 

Me conozco, sé que aunque llevo varios intentos infructuosos para seguir presentando mi novela y el desánimo busca su hueco en mi alma, me concederé una nueva oportunidad para dar a conocer a "Quién". Las excelentes críticas que estoy recibiendo de los lectores me animan a continuar en este camino con poca recompensa económica.

 

No es por presumir pero creo que la novela tiene un nivel alto que puede ser del interés del público lector en general y en particular, de los amantes de la novela negra contemporánea. La novela tiene ritmo, una historia original, una trama sorprendente, variedad de personajes que se complementan, localizaciones atractivas y aun siendo ficción, muy creíble. Los que la han leído me dicen que sienten que están viendo una serie de televisión.

 

¿Y entonces, por qué no revienta el mercado? Algo estoy dejando de hacer, quizá he agotado mi capacidad de llegada, mi influencia es menor de lo que imaginé o simplemente no sé alcanzar otros mercados. Creo en la calidad del producto terminado, lo que descarta que esta sea la razón de su freno en la explosión comercial. Además me avalan los comentarios recibidos de personas que no conozco ni no tienen por qué dedicar tiempo a regalarme el oído. 

 

Es un mercado saturado y bajo el dominio de un oligopolio dual donde dos grupos editoriales controlan más del 90% del mercado en España, con un exceso de oferta en las librerías. Cada año, salen al mercado en España 80.000 títulos nuevos a los que hay que sumar la auto-publicación. Las estadísticas que traslada el sector demuestran que desde la pandemia, sube el número de ventas de libros e incluso de lectores.

 

Solo tengo que aprender a encontrarlos mientras lucho para que las pocas librerías que tienen mi libro en su catálogo lo mantengan. Si pierdo los puntos de venta es del todo imposible crecer.

 

Mientras todo esto ocurre, mi parte creativa se resiente. No hay nada peor que enfrentarse al reto de escribir que pensar que el resultado final por muy trabajado que esté, no interesará a casi nadie.

 

Nos encontramos en las letras.

1.1.23

1 de enero

 


Trasnochar le afecta bastante por su costumbre de despertarse todos los días a la misma hora, llueva, truene o haga sol. Después de aguantar casi dos horas del tedio televisivo tras comer las uvas con las campanadas y brindar, se acularon en los sillones para mirar la pantalla, comentar entre bostezos si alguien conocía al artista que por turno se asomaba por el escenario y mantener una conversación banal interrumpida cada vez que asomaba un nuevo cantante. Cambiaban de canal en cuanto cortaban para realizar una pausa publicitaria o si el artista en cuestión no era del gusto de alguno de los hermanos.

 

Su cuñada, aburrida, decidió recoger poco a poco los platos y copas para adelantar trabajo y, de paso, encenderse algún que otro cigarro en la cocina, lejos de la mirada censora de su marido.

 

Los canales compiten ofreciendo la misma oferta enlatada de música de calidad variable, tras la tercera vez que apareció repetido un cantante imitador de El Fary decidió que era su momento, Andrés se levantó dando por concluida su participación en la fiesta. 

 

Doscientos metros dista su casa de la vivienda de su hermano y cuñada. Calle abajo se cruza con varios jóvenes con paso acelerado camino a sus fiestas de fin de año, alegres y llenos de vida hormonada, atufando a desodorante a base de feromonas. ¿Dónde quedó la costumbre de usar colonia o perfume? 

 

El ruido de los cohetes y petardos lanzados desde las ventanas le acompaña durante su corto recorrido hasta su domicilio. Sin quejarse vigila las ventanas que se abren para reaccionar si ve caer algún petardo que le pueda buscar.

 

Una vez en casa, ni el viejo Sultán levanta los ojos para saludarle, prefiere mantenerse recostado en su manta de dormir junto al sofá. Ni un ruido, es hora de acostarse. Dientes, pis y a la cama, como le decía su madre hace cincuenta años.

 

A las seis de la mañana su entrenado cuerpo le exige levantarse, y sin atisbo de pereza, salta abandonando su caliente cama. Necesita un café bien cargado antes de encargarse de Sultán que ya merodea a su alrededor. Los finos pantalones de su pijama no son capaces de abrigarle las piernas y un incipiente temblor incontrolado en sus muslos le marca el ritmo con sus convulsiones mientras reconoce la tosecilla esa que aparece siempre que tiene frío. 

 

Sustituye en la alcayata de la pared de la cocina, el calendario con hojas mensuales, esta vez tocan fotos de montañas nevadas. Inaugura la hoja con el mismo pensamiento de cada uno de enero: –actuarialmente ya tienes un año más— De esta manera se flagela sin esperar a su cumpleaños en mayo. La autocompasión es uno de sus deportes preferidos que sigue con ahínco para destruir su escaso ánimo jovial.

 

Este año le caen sesenta y no quiere ni pensarlo, su deterioro físico asoma implacable anunciando con breves señales lo que le viene, la próstata, el mal dormir, la lívido que le abandona, las rodillas crujientes y ese puto dolor de espalda. Poco queda de aquel orgulloso treintañero sonriente que arrasaba entre las féminas. Huyó del compromiso y desde hace años la losa de la soledad le acompaña cada atardecer, Sultán su viejo compañero es ya un anciano que holgazanea casi todo el día. La radio, seguir alguna que otra serie de relleno en su plataforma de televisión preferida y releer sus innumerables novelas que pueblan su librería son su única compañía.

 

Elena, su cuñada fumadora, le invita cada dos semanas al club de lectura que organiza en su casa sentándole siempre junto a Floren, una viuda sin hijos muy guapa, elegante, divertida, sonriente, perfumada y más simple que un ajo porro. 

 

–Te conviene Floren, algo me dice que sois compatibles.

–Elena, te lo agradezco, pero a mi edad no estoy para recordar cómo se conquista a una mujer.

– Si a Floren ya la tienes ganada, solo hay que ver cómo te mira...

 

Andrés recuerda para sí las veces que coincidió con Floren veinticinco años atrás. Un volcán lleno de pasión, desinhibida, viciosa e insaciable. Mal casada con un notario viejo, rico y del opus. Parece que salvo para procrear no la tocaba y como resultó que no podían concebir entre ambos por incompatibilidad seminal terminó por abandonarla por inservible. Andrés llenó los enormes vacíos físicos y emocionales de Floren. Todo fue perfecto hasta que ella le confesó su amor y su deseo de compartir vida. Andrés huyó del compromiso permitiendo que su decisión labrara el inicio de una profunda melancolía que con el paso de los años fue creciendo. Media vida después se la encontró en una de las citas literarias de Elena y notó cómo su acartonado corazón despertó un deseo antiguo y reconocible. 

 

¿Es posible recuperar, a los sesenta, la pasión perdida y su antiguo vicio? nota cómo su cuerpo despierta de un largo coma físico y emocional que durante una generación le tuvo postrado en una vivencia tenue y aburrida. Durante las últimas semanas el viejo recuerdo Floren mirando a Cuenca le despierta con sudores y palpitaciones. Algo tiene que hacer al respecto, tanta contención no es sana.

 

Sultán le recuerda que es la hora de su paseo matutino, le empuja las piernas apremiando a su dueño para bajar a la calle. Encuentra a Andrés muy extraño últimamente, despistado y hasta sonriente. Cuando le huele la entrepierna, reconoce los matices de las notas propias del celo. A sus doce años perrunos no recuerda haber olido nunca así a Andrés —¿será que los humanos tardan en madurar? mientras la hembra que elija no me moleste que haga lo que quiera— piensa Sultán. 

 

Sultán, en su vejez, sabe lo que le conviene a Andrés. Si tiene la posibilidad de ayudarle lo hará, pero ahora lo urgente es bajar a la calle antes de que estalle su vejiga.

2.9.22

Tímido

 


Es una putada perder todas las oportunidades que me pone la vida por delante. Semanas pasé bebiendo los vientos por Elena sin atreverme a dar el paso, recibí miradas de permiso y casi súplica para que me atreviera. Me acojoné ¿y si se ofende, se molesta o no vuelve a hablarme?

 

Como fiel escudero la acompañaba a todas las fiestas, ponía el hombro para sus emociones, escuchaba sus dilemas adolescentes, era el perfecto amigo sin derecho a roce. El pagafantas de turno. En esas fiestas me refugiaba en la seguridad de mis amigos de siempre y justo antes de terminar la juerga, Elena venía a buscarme para que la escoltara hasta su casa. Era mi oportunidad y siempre la dejé escapar. Apareció el chulo ese de Esteban que hizo lo que quiso con ella y le destrozó el corazón. No volvimos a coincidir, me dejé ligar por Claudia, paliducha, fea y con esas gafas fabricadas para el salpicón que nunca llegué a estrenar. Duró lo que ella quiso, poco tiempo. Fea sí y muy puta. El lelo de su novio, léase yo, no supo aprovechar. El día que ella dio el primer paso para avanzar en el conocimiento físico di un respingo y salí huyendo. Si siempre fui bastante gilipollas.

 

Al terminar mis estudios solo encontré ofertas de empleo donde buscaban vendedores. La necesidad aprieta y acepté un trabajo como comercial de maquinaria de calibrado de neumáticos. Mi labor consistía en visitar talleres de reparación de vehículos para comentarles las bondades de la herramienta que me encomendaron vender y ampliar la explicación a las facilidades de financiación que tenemos negociadas para facilitar la adquisición. Toda la timidez que me paraliza frente a una mujer desaparece cuando comparto con hombres, ahí me conocen como buen conversador, excelente escuchante, amigable y sonriente, vamos que caigo muy bien. Gracias a estas habilidades mis cifras de ventas sorprendieron en la empresa pues superaban las habituales de un primerizo. 

 

A los pocos meses ampliaron mi cartera de productos y comencé a vender maquinaria más elaborada y mis visitas a talleres se multiplicaron con gestiones a empresas con flota propia de vehículos. Gané buenas comisiones por ventas y mi autoestima creció hasta alcanzar niveles que nunca había sentido.

 

–Mañana te toca ir a sustituir a López que está enfermo. Tiene cerrada una visita al taller Emilio Torres en el barrio de La Lanza.

–¿La demostración de qué producto es?

–Ve con la mente abierta, es un taller de los grandes y una enorme oportunidad. Que sepamos, toda la maquinaria de la que disponen es de nuestro competidor italiano. Si consigues meter la cabeza ya es mucho.  

–Vale, yo me encargo. ¿Por quién pregunto?

–Por E. Torres hijo. Se hace cargo del negocio porque el padre se retira.

 

La mañana se levanta nublada, una sueve brisa anticipa que el otoño se asoma. El aire procedente de la sierra recuerda que la cazadora ya es la prenda del momento. Descarto subir a casa de nuevo y apechugo con mi camisa. Los pezones, duros como el botón de un bolígrafo, subrayan mis iniciales bordadas en la pechera. I.I. La doble i. Ignacio Imaz. Así me llamo.

 

A las nueve, el taller está en pleno fragor. Mucha actividad, movimiento de carros con piezas, ruidos de aceleración de motores, silbidos propios de compresores y todo ello rodeado por medio centenar de coches entre los que están atendiendo y los que se encuentran en espera de alguna pieza o que simplemente a que regrese el propietario para llevárselo. Cuento, a vuela pluma, al menos quince mecánicos más dos personas más en administración y recepción. Un taller de los grandes, con una actividad envidiable, una oportunidad de negocio de las que no se me escapan. Pregunto por Torres y me señalan con la cabeza hacia unos pies que asoman bajo un vehículo que tiene un potente haz de luz en sus bajos.

 

–¿Torres? Hola, vengo de Maquinaria Imaz. Cierto, se me ha olvidado explicar que solo conseguí trabajo en el negocio familiar.

 

Recibo por respuesta un guante que asoma por debajo del Peugeot con el dedo índice extendido. Comprendo que es el tiempo de espera que me toca. Me entretengo repasando con la mirada la maquinaria que utilizan en el taller, voy girando sobre mis talones para repasar los modelos, detectar las que más uso tienen y las residuales. En pleno proceso de inspección ocular, a mi espalda, chirrían las pequeñas ruedas que mueven la tabla sobre la que está Torres trabajando bajo el vehículo.

 

Me giro para recuperar mi orientación y dirigirme hacia el dueño que en ese momento me da la espalda mientras acciona unos botones para bajar el coche hasta el suelo. Unos pantalones de mono color verde, bastante limpios, la verdad y una camiseta sin mangas tipo baloncesto del mismo color. Noto mi lengua como se estropajea por momentos. Un culo perfecto, de los que llenan el espacio dentro de los pantalones sin dejar nada para la imaginación, hasta soy capaz de dibujar el contorno del tanga. Un culo para azotar, sin duda. Bajo los tirantes, dos maravillas luchan por salir de su cárcel de algodón. Melena corta recogida en una coleta. No me encuentro la saliva suficiente como para hidratar mi boca, seca como el desierto. Se gira y la perfección en la tierra reclama mi interés con unos ojos verdes que brillan con picardía. –Madre mía, es perfecta–.

 

–Hola Nacho ¿te vas a quedar ahí parado con la boca abierta sin decir nada?

 

Algo cambia en mi interior, solo sigo mi instinto de vendedor. Hay que vender como sea y lo primero es ganarse la confianza del cliente. Adelanto dos pasos para saludar y le planto un beso en todos los morros que silencia el patio de trabajo. Las máquinas paran durante ese instante mágico mientras recupero mi saliva y siento como escriben sobre mi camisa dos botones de bolígrafo de color verde.

 

–Hola Elena.

10.7.22

De hoy no pasa


 

Sofía recorre con la mirada el dormitorio. Sentada sobre la almohada con la pierna derecha cruzada apoyando el pie cerca de la rodilla de la pierna contraria. Espalda recta sobre el cabecero de madera de la cama. Madruga, un desasosiego antiguo la visita cada pocos días, el recuerdo de una tarea pendiente que no termina de culminar.

 

A su derecha, estirado todo lo que le permite su anatomía, Alfredo. En su momento fue guapo, seductor e irresistible. Los años le han criado una tripa prominente que dobla el volumen de su cintura, poco pelo en la cabeza, canas en el pecho y las uñas de los pies descuidadas. Eso fue desde que perdió vista y ahora fía la pedicura al calendario. Un aviso del móvil cada cuatro sábados le recuerda su sesión de contorsionismo imposible. Semejante estómago le impide doblarse como necesita para utilizar con precisión el cortaúñas. Sofía nota que bajo la barriga, un bulto morcillón lucha por sobrevivir donde el recuerdo sitúa despertares hinchados de poder, de eso hace casi veinte años. Alfredo ya ni recuerda aquellas sensaciones por domar la erección mañanera. Un desperdicio de ser en decadencia. El hijoputa ronca como un oso cavernario. Sofía no recuerda en qué momento llegó a acostumbrarse a ese nivel de decibelios con ritmo que preceden angustiosos minutos de ahogamiento. Una apnea incurable que para aliviarse debe perder más de veinte kilos.

 

–¡Qué ser! Le dejo. No le soporto más–. Me repito mentalmente. Sábado, encima hoy me vendrá a buscar, ya son demasiados días excusándome con cansancios, dolores y sueños. Hoy se le alinearán los astros. Hubo momentos que en cuanto me tocaba me encendía la mecha pirotécnica hasta llegar al castillo de fuego y placer. Siempre ha sabido dónde, cómo y el momento adecuado para pulsar cada tecla de mi cuerpo. La caída de las hojas del calendario olvidó la mecha y los fuegos artificiales. Tras tantos años compartiendo lecho, ahora, cuando me toca es como si me tocara yo misma, descubres que sus manos son las tuyas, su respiración es la tuya, su ritmo es el tuyo. Alfredo es muy efectivo, domina el orden, el dónde, el cómo e incluso el cuánto. Al final siempre llega a la diana, tengo premio, sí, sin sorpresas ni emociones. Cumple y no me quejo, a mí me toca corresponderle y de esta manera renovamos el pacto de convivencia por unas semanas más.

 

Y eso toca hoy. Pero no quiero renovar. Quiero dejarle, como he deseado durante toda la vida. Soy muy tonta, lo reconozco, me dejo llevar y por complacer a todos navego sobre la ola de la vida de los demás surfeando sin caer jamás. ¿Y si a mí lo que me gusta es bucear en la vida? Pasan los años y mi vocación por agradar la vida a los demás hipoteca la mía.

 

Veintidós años hace que terminé mis estudios y regresé a Alicante tras unos años de libertad en Madrid donde conocí a personas muy interesantes y algún que otro escarceo amoroso que me alegró la estancia. 

 

Durante el trayecto en autobús repasé mentalmente los argumentos para armarme de razones y dejarlo con él. La distancia y los contactos esporádicos habían dilatado un noviazgo vacío donde dos personas tan alejadas en lo fundamental se reunían durante las vacaciones y algún fin de semana para beber y pasear con la pandilla de siempre, follar precipitadamente antes de dejarme en casa de mis padres para regresar, el domingo, yo sola a continuar mis estudios de biología en Madrid.

 

Una vez desciendo del autobús, en la dársena, un grupo de adolescentes veinteañeros montan jaleo con pancartas y globos con mi nombre escrito. Disfrazados tras unas gafas de plástico con narizota incorporada y bigote el grupo corea mi canción favorita. Alfredo ha movilizado a la pandilla al completo para darme un recibimiento festivo, han sido cinco años muy largos para él.

 

Esa tarde no pude descansar, tras dejar la maleta en casa, me dejé llevar y la fiesta se prolongó hasta el amanecer. No pude dejarle, no era el momento. Mal dormí en mi cama de siempre dando vueltas sin poder conciliar el sueño y repitiéndome los argumentos para romper con él. No es tan difícil, me repetía.

 

Me desperté a la hora de comer, tras el poco descanso y la mucha humedad de mi tierra a la que había dejado de acostumbrarme tras los años pasados en Madrid, descubro mi imagen en el espejo y me saludan unos ojos saltones como los de una rana. Mi alma luchaba por regresar a la almohada buscando el sosiego y la paz que tanto anhelaba.

 

–Sofia, ahora tendrás que organizarte la vida ¿no?

–No me marees ahora, mamá. Terminé el último examen ayer, dentro de unos días me organizaré para empezar a buscar trabajo. No voy a quedarme aquí para siempre.

–Claro, hija, claro. El sábado nos ha invitado a comer Elena, la madre de Alfredo. Entre las dos tenemos muy avanzado el plan de la celebración de vuestra boda.

 

No me lo podía creer, el plan de mi madre consiste en encerrarme en un matrimonio que está muy lejos de mis planes vitales. Ella sigue detallando su plan de la celebración mientras mi cerebro busca un rincón de paz lejos de todo eso. Miro a mi padre buscando apoyo y le encuentro embobado centrando toda su atención en mi madre. No tengo salida. No me voy a casar, si le voy a dejar. Luego pensaré cómo solucionar este disgusto a mis padres, con la ilusión que tienen por verme casada. 


Me gustaría que tuvieran ilusión por verme feliz o incluso que me preguntaran mis deseos antes de darlos por conocidos. Claro que cinco años de viajes para coincidir con Alfredo a ojos de los demás es una demostración de amor incondicional. El muy cabrito solo en dos ocasiones se le ocurrió visitarme en Madrid, cuando está a la misma distancia.

 

Mi madre sigue relatando su plan de mesas, menú, vestidos, banda de música, etc. Lo tiene todo muy pensado, ha diseñado la boda ideal que le hubiera haber tenido a ella y que no pudo ser por casarse casi en secreto repudiada por su familia por elegir a un hombre de mala reputación. Si mi padre es un bendito...

 

La dejo con la palabra en la boca para refugiarme en mi habitación, necesito pensar cómo dejo a Alfredo antes de que todo esto se salga de madre.

 

Un nuevo ronquido me despierta de mis recuerdos, las siete de la mañana, los riñones me duelen por la postura. Veintidós años han pasado y no hay ningún día que me olvide de recordarme que tengo una tarea pendiente, dejarle. 

 

Hada, mi perrita, nota que estoy despierta. Me aguarda en el pasillo, justo en la puerta de mi habitación que tiene prohibida traspasar. Con su carita graciosa, espera paciente que me dirija hacia ella para el paseo matinal. Es la única que me entiende, la que me defiende cuando discuto con Alfredo y es la única que se atreve a ladrarle.

 

Está decidido, hoy le dejo. Recupero la horizontalidad, abrazo la almohada y entro en el mundo de los sueños. El lugar donde siempre estoy sola y se me ve sonreír. Un mundo donde no existe Alfredo, solo yo. La semana que viene es nuestro aniversario, quizá no es el momento más oportuno. Vale, le dejaré dentro de diez días, está decidido.

 

 

 

 

Buen viaje, Joe

  Joe, simplemente Joe. Omitiendo, desde siempre, el rango familiar de tío. Recuerdo tu aterrizaje entre la familia cuando Ana, también sin ...