16.4.23

Mientras cocina Adán


 

Una de las cosas que más relajan a Adán es cocinar. De manera inconsciente repite una serie de gestos que le permiten alcanzar un nivel de concentración tal que hace difícil hablar con él simplemente porque no es capaz de escuchar.

 

Enciende la destartalada radio que siempre se opone a cambiar por una más moderna, le gustan los transistores antiguos con dos grandes botones, uno para encontrar el dial moviendo la aguja roja y el otro para encender y controlar el volumen. Elige su emisora favorita de solo música y la magia se inicia. A la segunda canción que suena, la mirada de Adán se enfoca, sus oídos se retraen y las manos entran en acción.

 

Es un día importante, estrena un juego de cuchillos. Abre el maletín para transportar sus herramientas y elige los que va a necesitar para su cocinado. Un cebollero, una puntilla y un pelador. 

 

Prepara las cebollas, el puerro, las zanahorias y un nabo. Las lava y seca previo a iniciar los cortes. Una voz lejana que no es capaz de identificar suena a lo lejos. Gira la mirada hacia la radio que sigue acompañando con su melodía la mañana en la fría cocina. Comienza a pelar la primera cebolla. –Eres un desgraciado– oye en un tono que casi le asusta. De nuevo esa voz, se gira y no ve a nadie. –Habrá sido la subnormal de la vecina de arriba que como siempre grita y hace ruidos– piensa mientras cabecea con la pretensión de eludir los pensamientos y regresar a la abstracción que alcanza mientras cocina.

 

Pela toda la verdura y la deposita en un plato grande junto a la tabla de cortar. Selecciona el puerro, es hora de estrenar el cuchillo grande. Primer tajo para descartar las hojas más verdes y duras que deposita en una cacerola mediana. Los recortes los aprovechará para hacer un caldo. Sitúa el puerro sobre la tabla mientras apoya la punta del cuchillo en uno de los extremos de la verdura, inicia la presión hacia abajo que desliza el filo cortando con precisión por el centro del tallo longitudinalmente hasta conseguir dos mitades exactas. Gira la verdura y vuelve a situar su herramienta dispuesta para cortar en láminas. 

 

–Pero es que no te enteras, te he dicho que eres un cabrón– Esta vez suena alto y claro. Adán no puede evitar asustarse y en el respingo, roza brevemente su pulgar que agarra el mango el inicio del filo, brota la sangre. Los cuchillos nuevo, afilados con láser, cortan solo con mirar.

 

Se chupa el dedo mientras busca la caja de tiritas, tras la cura se protege con un guante desechable que evita que la sangre llegue a la comida. Se lamenta por no estar concentrado y permitir que sus pensamientos bailen sin control.

 

–Adán es un mentiroso, Adán es un mentiroso...– con musiquita y entonación infantil la vocecilla de la discordia sigue importunando su momento lúdico de la mañana.

 

–¿Se puede saber quién eres?


–¿Ya te has olvidado de mí? Parece mentira, si me diste la vida.

 

–¿María? – Adán comienza a hilar recuerdos.

 

–Correcto. Vengo a exigir mis derechos.

 

–Tú no tienes derechos, tampoco existes, te recuerdo que moriste.

 

–Por tu culpa y sin avisar. Quiero que me resucites.

 

–Eso no puede ser.

 

–Hay precedentes. Tu amiga y admirada Eva lo hizo con su Kraken y no les ha ido mal a ambos.

 

–No es lo mismo, yo no soy Eva, tú no eres Kraken y además no me da la gana. Estás muy bien muerta y ahora que lo pienso, los muertos no hablan.

 

–Pues yo sí.

 

–Siempre fuiste impertinente, incisiva, hiriente, mandona, caprichosa, mafiosa y peligrosa. Por algo te llamaban La mantis.

 

–Pues di mucho juego en tu novela. Es hora de escribir una secuela aprovechando mi personaje, seguro que será un superventas y por fin tienes éxito con alguna novela. ¿eh, Mister patato

 

–¿Mister potato?

 

–Se me acaba de ocurrir al verte cocinar.

 

–Un mote bastante malo, por cierto. Una razón más por la que no mereces resucitar, has perdido frescura. Me gustabas más con tu acento de la costa de Cádiz, tus gafas oscuras de marca, tu ropa cara y tu manejo de su perro.

 

–Me necesitas para triunfar.

 

–Lo que necesito es que te calles y te duermas en el fondo de mi cerebro. No me molestes cuando estoy con los cuchillos.

 

–Me tienes que prometer mi resurrección para que me pueda plantear dejarte en paz.

 

–Sabes que en el próximo libro no va a poder ser porque ya está lanzado. Te prometo que para el siguiente lo hablaremos.

 

María mueve la mirada hacia la derecha, no se fía de Adán aunque tampoco puede hacer nada más que seguir molestando lo que sería improcedente para su demanda. Se gira hacia las neuronas que la mantienen en letargo como recuerdo, se acuesta entre ellas y vuelve a dormir. La esperanza de regresar la mantiene viva en su letargo.

 

–Descansa en paz, María –piensa en voz alta Adán mientras incrementa el ritmo de los cortes. Se ha retrasado demasiado. Las distracciones son peligrosas en la cocina. La radio está en silencio, se le han gastado las pilas. Ahora comprende la intromisión de su personaje abandonado, sin música no hay paz.

 

La radio vuelve a sonar mientras María recupera su estado de recuerdo. Cada personaje vive entre las líneas de un libro a Adán se permite conversaciones con los personajes.

 

Sopa de pollo con verduras, le gustan los caldos caseros. Una buena taza para empujar los antipsicóticos y olvidar las imaginaciones. Adán no deja de ser un esquizofrénico al que le gustan los cuchillos...

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