21.2.20

Comida de despedida

Raquel se levanta pronto sin necesidad de despertador, se nota inquieta, ha pasado la noche con un sueño movido y sus reacciones han dejado huella en las sábanas. A diferencia de su dormir habitual, sin moverse del mismo sitio durante horas, esta noche ha bailado, saltado y girado sin parar. Suerte que su marido, Berto, está pasando la semana en Italia investigando sobre el renacimiento detalles imprescindibles para su próximo libro de texto. Es profesor de historia del arte en la Universidad. Con su dormir poco profundo, seguro que los movimientos de Raquel le habrían impedido conciliar el sueño, se libra de la mala leche que le entra cuando no le dejan descansar.

Raquel se viste con su elegancia diaria, añadiendo pequeños toques de distinción que resaltan su alta y delgada figura, últimamente la ropa le viene un poco justita de talla. Ejecutiva agresiva, Directora Financiera de una multinacional de la construcción, una leona en un mundo de hombres. Sofisticada, sonriente con mirada de hielo. Sus armas para sobrevivir en un mundo con códigos masculinos. Odia el fútbol y todo lo que conlleva en el mundo laboral, aún así se obliga a ponerse al día cada domingo y estudia los resultados de los partidos de liga e incluso los debates más repetidos por errores arbitrales o por fallos mayúsculos tanto defensivos como atacantes. Se pone al día para defenderse en las conversaciones de oficina y durante el tradicional desayuno del equipo directivo de todos los lunes.

Aitor también madruga, acostumbrado tras décadas amaneciendo antes de las seis de la mañana, mantiene sus rutinas de aseo, desayuno y vestimenta. Elige traje cómodo, tiene una mañana ajetreada en su empresa de servicios de obra, alquila casetas de obra con aire acondicionado y apariencia interior de oficina cómoda y elegante. Su seña de calidad diferenciada motivo de envidia por parte de la competencia. Aitor muy de su tierra, Tolosa, lleva la vida con naturalidad, extrovertido, exagerado en las risas, de muy buen comer nunca rechaza una buena copa en compañía. Su volumen corporal rebasa los límites del cinturón, toda su voluminosa barriga asoma por encima del cinto de cuero. Amigo de todos, hábil negociador consigue contratos ventajosos recurrentemente. Conoció a Raquel hace quince años durante las negociaciones que estableció la multinacional de construcción con proveedores para la planificación de su contrato para la segunda línea de alta velocidad para Andalucía.

Manolo, guapito de cara, brillante orador, seductor incansable muy enamorado de su mujer, Esther. Muy activo. No sabe quedarse quieto, los fines de semana siempre viaja. Motero aficionado, gusta de ir sin rumbo hasta donde le lleve el asfalto. Con Esther de compañía en otra moto japonesa de gran cilindrada son muy aficionados a retarse para ir a Valencia a almorzar, comer en Huesca o merendar en Sevilla. Donde les lleve el asfalto. Mientras está con Esther su rol habitual es el de amante y fiel compañero, disfrutan ambos su vida juntos. Cuando se separan, le encanta jugar coqueteando con todas las mujeres. En el fondo es muy inocente. Pocas veces le ha ocurrido que la mujer elegida interprete sus juegos como señales de acercamiento, esas pocas veces recurre a su fiel amigo Rubén, ese soy yo. Manolo trabaja de Responsable comercial de una constructora de segunda línea que le paga muy bien para evitar que fiche por las grandes.

Me presento, Rubén, muy de fiar, amigo de mis amigos, prudente, acalorado y visceral. Con mucha experiencia laboral en el mundo de la construcción. Ingeniero de Caminos, me ha tocado dirigir proyectos en medio mundo. Poco tiempo caigo por casa, el suficiente para recordar a mi familia, creerme que mi mujer es real e intentar tener una conversación con alguno de mis dos hijos que al crecer en estatura han decrecido en apego. Tras quince días en casa, regreso a Dabai durante seis semanas consecutivas. Me quedan dos años hasta terminar el puente colgante más alto de Medio Oriente.

Aitor nos ha llamado para quedar a comer y todos sabemos que estas comidas tienen postre, copa y copazo. Comida de las de no cenar. Nos une una gran amistad, muchos años de convivencia común,  de compartir negocios, proyectos, dudas, éxitos y dificultades.

Se va, Aitor vende la empresa y regresa a su Guipuzcoa del alma tras veintitrés años en Madrid. Se nos casa con una donostiarra con muchos posibles, diez años más joven que él. Su futuro suegro le ha convencido para dejar la capital, vender o ceder la gestión de la empresa de servicios de obra para vivir en Donosti y dirigir su empresa industrial familiar con más de seiscientos empleados. Su futura mujer, Arantxa, es muy agradable, alta, elegante, fiel embajadora de su tierra, también viene un rato a la comida. Pasará para conocernos a los amigos, invitarnos a la boda y volver a su tierra no vayan a pasar lista y no la encuentren por la calle.

Quedamos en un asador donostiarra, como no. Sidra, bacalao y chuleta. Un clásico. 

Raquel, raro en ella, es la primera en acudir. Se la nota nerviosa, disgustada, herida. Vive una relación discontinua con Aitor, se mantiene muy unida a su marido y no pretende romper su matrimonio bajo ningún concepto. Esporádicamente cae en su atracción por Aitor, físicamente no es su tipo, realmente se encuentra en las antípodas de su perfil de atracción. Intelectualmente la reta y eso la pone. Han desarrollado una relación intermitente, meses de amantes, meses de alejamiento. Sienten una gran afinidad personal. Raquel reconoce que se siente celosa de Arantxa por su figura delgada y alta, similar a ella. Celosa de la situación y rabiosa porque significa que Aitor se va de Madrid. Reconoce que no es justa del todo pues ella en ningún momento se planteó cambiar su vida con Berto. 

Aitor entra por la puerta acompañado de Arantxa, sonriente ella, la mirada de él, temerosa, propia de un cachorro recién destetado.

- Has llegado pronto Raquel. Mira te presento a Arantxa
- Encantada, me ha hablado muy bien de ti Aitor. ¿Trabajas en la empresa grande?
- Sí, me encargo de las finanzas en un mundo de hombres. Somos pocas las que soportamos este mundo de reglas masculino
- Te entiendo, yo trabajo en el mundo industrial en Euskadi y comparto lo mismo. Un mundo masculino con reglas propias donde la mujer tiene difícil encaje. También ayudo en el departamento financiero.

El fondo de ojos de Raquel no brilla, la cuesta sonreír, el dolor la inmoviliza. Pierde a su mayor apoyo en el mundo laboral y a su complemento personal esporádico. Sufre por la despedida.

Coincidimos en la puerta Manolo y yo. Saludamos a Arantxa y ya que estamos todos, pasamos al comedor en una mesa cerca de la sidra.

Arantxa nos saluda a cada uno, dedicándonos un par de minutos en exclusiva. Tiene la habilidad de hacerte sentir importante, denota un gran don de gentes. Muy elegante. Después se marcha precipitadamente, ni siquiera come algo. Un coche negro de VTC la espera en la puerta para llevarla al aeropuerto. Nos quedamos la pandilla de siempre.

- Aitor, enhorabuena por tu boda. Arantxa parece una gran mujer. Te deseo toda la felicidad. Arranca Raquel. 

El fondo de ojos de Raquel no brilla, la cuesta sonreír, el dolor la inmoviliza. Pierde a su mayor apoyo en el mundo laboral y a su complemento personal esporádico. Sufre por la despedida.

- Gracias Raquel, gracias amigos. No os voy a perder, mi idea es venir una semana al mes a Madrid para controlar mi empresa y despachar con el gerente que dejo al cargo
- Pensé que vendías la empresa, comento
- Esa era la idea, después le dí una vuelta. No necesito vender la sociedad y si la vida en Donosti no me convence mantengo el plan B
- Si eres de allí, ¿por qué no te va a convencer?
- Seguramente me he convertido en madrileño, por otra parte, la empresa es algo mío. Donde voy a trabajar es de mi futuro suegro
- Será tuyo en el futuro
- Será de Arantxa que no es lo mismo
- Luego te reservas una salida en el caso de que tu relación no fragüe. Raquel se une con interés a la historia
- Es una forma de decirlo. Espero que no se lo contéis a Arantxa. No creo que lo entienda
- Para no estar ni recién casado ya tienes tics de casado añejo. Bromea Manolo mientras le golpea con cariño el hombro
- Lo que os quiero decir que podemos mantener nuestra comida mensual y seguir con nuestras llamadas y whatsapps. Como si nada hubiera cambiado
- Mejor para ti, ¿no, Raquel?. Según lo digo, me arrepiento. 

Raquel y Aitor me miran queriendo encontrar un sentido diferente a lo que ellos han comprendido. Manolo no entiende y nos mira a todos por turno. Sonríe sin atreverse a enseñar sus dientes.

- ¿Es que entre vosotros hay algo?
- No. Responde rápidamente Raquel. ¿Por qué lo dices Rubén?
- Porque tenéis una gran relación y afinidad. Se nota de siempre os lleváis muy bien, sois el nexo de unión del grupo. No insinúo nada más. Y si lo hay me parece muy bien, sois adultos y no me tenéis que dar explicaciones. Cualquier cosa que hagáis en vuestra vida, os la apoyaré, para eso somos amigos
- Gracias Rubén, yo solo por aclarar. Se permite respirar y bajar su nivel de tensión
- Sí, Manolo. Rubén lo sabe porque nos pilló en una ocasión y prudentemente se mantuvo con la boca cerrada. Me pareció verle en un hotel donde su empresa había cerrado varias salas para una convención. Fue un segundo, intuí que nos vio salir juntos del ascensor. Gracias por tu discreción amigo
- Aitor, no. Se queja Raquel
- No pasa nada Raquel estamos entre amigos y nos cuidamos nuestros pequeños secretos
- No sigas por favor, me estás avergonzando
- ¿Desde cuando estáis juntos?
- No estamos juntos, hemos tenido algún encuentro, seguimos con nuestras vidas. La prueba está que Aitor se nos casa
- ¿Hace dos meses estabais juntos?
- ¿Qué pasa amigo? Aitor se incorpora un poco de su silla
- Si entre nosotros nos guardamos los secretos, podemos hablar con tranquilidad ¿no?
- Por favor, suplica Raquel
- Hace dos meses os pillé en el hotel como tú bien notaste y no dije nada, me quedé con mi dolor. Hasta hoy no he podido mirarte a la cara Raquel. Aún no lo he olvidado.
- Por favor
- ¿Qué pasa? pregunta Aitor
- Pasa que Rubén y yo tuvimos un encuentro una semana antes en el mismo hotel
- Joder. Manolo se sorprende. No me lo esperaba esto. Menuda es nuestra Raquel
- ¿Tú también?
- Sí, Manolo también, tres días después de Rubén y tres días antes de Aitor.

Las miradas de los tres se cruzan, Aitor lanza la primera carcajada, sonora y exagerada, como es él de natural. Los cuatro nos reímos hasta terminar llorando de la risa.

- Os tengo que decir una cosa. Interrumpe Raquel las risas del grupo al acompañar su frase con un rictus serio y formal

Los tres la miramos con atención

- Como podéis comprender no es algo de lo que me enorgullezca, creo que tengo una enfermedad. En ocasiones, mi cuerpo me pide mucha marcha, no lo puedo evitar, es un sufrimiento. Necesito sentir sin medida, no me puedo controlar, es como una adicción. No dura mucho, solo unos días y afortunadamente puedo disfrutar de una vida normal durante meses, pero ¡ai, ai, ai! cuando vuelven los picores, no me domino. Creerme que no disfruto con la sensación, sufro mucho y me invade una sensación de bajeza moral indescriptible. 

- ¿Berto lo sabe?
- Con detalle no. Sabe que cuando me dan los arrebatos, le exijo mucho. Desconoce que necesito mucho más de lo que él puede darme
- Lo entiendo
- Tengo que contaros algo. Mantiene una pausa larga, respira hondo y nos mira a los ojos de uno en uno. Estoy embarazada.

Nos miramos los tres entre nosotros y giramos la mirada hacia ella para que nos complete la información.

- Sois los padres

- ¿Y Berto?
- Tiene la vasectomía hecha desde antes de divorciarse de su primera mujer
- ¿Qué vas a hacer?
- Todavía no lo he decidido
- ¿Lo sabe Berto?
- No, aún no. 
- ¿Hay más candidatos? perdona que lo pregunte
- Solo vosotros

El silencio cae sobre la mesa. El camarero nos acerca la tortilla de bacalao a la vez que rellena la jarra de sidra. Silencio incómodo. Necesitamos hacernos a la idea. Hay conversaciones duras pendientes entre nosotros y sobre todos en nuestros entornos. Un poco de tiempo para pensar no viene mal.


Solo un minuto nos concede Aitor, que empieza a tararear al ritmo de ABBA.


- Mamma mía, una y otra vez. No se como resistirte... Mamma mía










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