23.2.20

Regalo

La semana próxima se casa mi hijo mayor, veintisiete años, un poco joven para la costumbre actual. Los jóvenes de hoy en día huyen del compromiso y suelen casarse más tarde, pasada la treintena. Ricardo, así se llama, encontró a su mujer ideal justo en el último año de sus estudios de derecho. Dieron juntos los primeros pasos en el mundo laboral, el master, la práctica jurídica, de becario explotado y finalmente encontrando trabajo. Ricardo optó por ingresar en un gran despacho de abogados para aprender y ser explotado con jornadas de doce horas diarias seis días a la semana. Nieves, la novia, prefirió ejercer en un pequeño despacho compartido con otra amiga, sus clientes en su mayoría mujeres las eligen para defender sus derechos en el juzgado de lo Social. Trabajo intenso que sí le permite, en cambio, disponer de un fin de semana completo para ella.
Ricardo y Nieves vinieron a visitarnos a casa para invitarnos a su boda. Quieren hacer una celebración pensada para compartir el momento con sus jóvenes amigos. La familia, un mal menor, está invitada. Eso sí, solo los más directos. Nada de primos, tíos, primos segundos y toda esa fila de compromisos de familia con la que no tienen contacto habitual. Junto con la invitación vienen dos tarjetas, una con el protocolo del enlace y otra con los datos de la cuenta bancaria a donde ingresas el dinero del regalo que piensan destinar a un viaje de un mes de duración a Australia y Nueva Zelanda.
- ¿No hay un sitio más lejos?
- Papá,  no empieces. Es el viaje de nuestras vidas y nos hace mucha ilusión
- Si es lo que queréis, bien está. No es momento para dar mi opinión, no me la han pedido y tampoco les importa mucho, la verdad. 
Tras la breve visita de Ricardo y Nieves, me quedo en shock. Mi hijo se casa, cómo pasa la vida
- ¿Sabes Encarna? No me lo imaginaba
- Raúl, si llevan cuatro años sin separarse ¿Qué esperabas?
- Que se fueran a vivir juntos y se casaran más adelante. Hay tiempo de sobra
- Tu hijo es muy tradicional y no me extrañaría que en ese mundo de despacho internacional estuviera muy bien visto el matrimonio por encima del emparejamiento
- Puede ser. Solo digo que no me lo esperaba. Espero que sepa elegir mejor de como lo hice yo la primera vez
- o yo las dos primeras 
- ¡Qué difícil es acertar con la pareja ideal!
- Mucho. 
- Pues regalar dinero me parece muy frío e impersonal. Además ¿Qué importe se espera que regalemos? No me gusta regalar dinero
- Eso es lo que quieren. El importe, deberá ser generoso. No sé qué importe se espera. 
- Miraré cuanto cuesta el viaje y en razón de ello, decidimos
- Vale. Lo que tú digas, bien estará Cariño
- Les quiero hacer un regalo diferente, me quedan dos meses para pensarlo

A la mañana siguiente, tras una larga meditada, decido escribir un libro de experiencias con entrevistas a personas de referencia de mi hijo, reflexionando sobre lo que significa matrimonio, vivir en pareja, la primera crisis, acertar en el amor, vivir la propia vida. Explicar en palabras de otros cómo se vive en pareja. Un manual de primeros auxilios.

- Encarna he pensado en escribir un libro corto de experiencias sobre los que supone vivir en pareja
- ¡Qué buena idea! ¿Cómo lo vas a hacer?
- Os voy a pedir a personas de referencia de Ricardo una reflexión en una carta con máximo cinco o seis páginas sobre algo que os ha marcado desde el punto de vista positivo o negativo la vida en común. Tú vas a ser la primera, voy a invitar a mi padre, a tus padres, a varios amigos, incluso a un socio de su despacho que conozco bien y alguno más que se me irá ocurriendo. Pueden ser relatos escritos o conversaciones que tengamos sobre las que yo puedo sacar las conclusiones más claras a modo de artículo de prensa. ¿Qué te parece?
- Puede salir algo chulo, espero que no te pongas pastelero. ¿Vas a invitar a su madre también?
- No jodas.

Encarna le cuesta escribir, mientras yo trabajo de periodista en un diario nacional de renombre, ella trabaja de vendedora en FNAC rodeada de libros, gran lectora y mi primera seguidora diaria en mi columna de análisis político. 

Tras dos días de concienzudo trabajo, me entrega un borrador de lo que considera que debe explicar a la joven pareja.

Queridos Nieves y Ricardo:

Me pide Raúl que os explique mi visión sobre la vida en pareja. No me considero una experta en ello, tengo la visión que me ha entregado la vida por haber tenido tres matrimonios en mi vida, estoy convencida que este último a su lado es el definitivo. Así lo siento desde hace doce años. La vida es una larga caminata donde en ocasiones tomas decisiones equivocadas y te unes al menos adecuado, en mi caso he necesitado de tres oportunidades para encontrar el amor, la comprensión y la estabilidad que llevaba buscando desde mi juventud. Os deseo lo mejor en vuestra vida y que ambos hayáis elegido de manera adecuada pues os vais a prometer fidelidad y amor eterno.
El mejor ejemplo que os puedo compartir sobre lo que significa la vida en pareja es relataros cómo terminé con mi primer marido y las razones que me llevaron a ello. No me arrepiento de haberlo hecho, solo lamento el largo tiempo que me costó tomar la decisión.
Me casé totalmente enamorada de un hombre mayor, casi de la edad de mi padre, con diecinueve años salí de la protección de mi madre en marcha a un hogar diferente. Mi difunta madre intentó hacerme cambiar de idea, que eres muy joven, que él es muy mayor, que es de otro país, con otras costumbres. Piénsatelo Encarni. Puedes esperar.
Hice caso omiso, ya sabéis lo terca que es la voluntad con esa edad. Me casé porque me daba la gana. No tuvimos viaje de novios no era su costumbre y además su sentido del ahorro era extremo, no gastaba ni para pipas. Me fui a vivir con él en una habitación en la casa de mis suegros, conviví con sus dos hermanas, otro hermano también casado y sus padres. El trabajo de la casa era para las mujeres y a la última en llegar le tocaba las funciones más desagradables, limpiar orinales, cuidar del anciano padre inválido y fregar los baños. La señora no hacía nada y mis cuñadas se encargaban de hacerme la vida lo más amarga posible, entre ellas hablaban beréber. Me costó mucho aprender esa lengua. Lo que nunca pude aprender fue mover la lengua gritando como hacen sus mujeres en las celebraciones populares. Vestir con un manto todo el día no me importó mucho, estar encerrada en la casa día tras día me consumió. Mi marido Ameqran se pasaba el día fuera de casa y en ocasiones tardaba días en aparecer, comerciante hábil solía viajar por varios puertos en busca de mercancías para vender en el interior de Marruecos. Durante una época sufrí de sífilis que me contagió tras uno de sus viajes donde frecuentaba prostíbulos y tabernas. 

En casa los pocos días que vivía también abusaba de la bebida. Sí ya sé que estáis pensando que los musulmanes no beben. Igual que existen cristianos buenos y malos, hay musulmanes seguidores de su doctrina y otros que no. Beber y violarme eran actos casi seguidos. 

Muchas de sus violaciones incorporaban violencia física. Llegó a dislocarme un hombro por la fuerza que utilizaba para inmovilizarme. Mi resistencia ante cada oportunidad de relaciones fue creciendo con el tiempo junto con mi odio por él y su familia.

La vida se complicó un poco más al fallecer mi suegro. La viuda se dejó llevar por la tristeza. Casaron a las hermanas para no hacerse cargo de su mantenimiento y quedamos en la casa solo los dos matrimonios. 

Mi cuñada nunca hablaba conmigo, ni lo intentaba. Sabía, porque los oía, que era víctima de abusos y palizas frecuentes. Su marido la violaba día tras día, siguiendo la rutina familiar. Nunca comprendí la poca empatía entre nosotras al ser ambas víctimas de abusos y vivir como prisioneras esclavas. 

Recuerdo que tuvo que ir a casa de su familia tras el aviso del fallecimiento de su madre, marchó para una semana de luto y lloros. Regresaba a su casa tras diez años de matrimonio estéril y doloroso. 

Me quedé sola en casa con los dos hermanos, mis ocupaciones de limpieza y cocina me impidieron darme cuenta de lo que iba a ocurrir. Mi función como mujer era servir la comida a los hombres y tras recoger podría comer yo si quedaba algo.

Esa noche tras su cena, me llamó Ameqran para compartir con ellos su sobremesa y me dio permiso para comer en su compañía. Se divertían ambos hermanos mucho, no paraban de reír y beber. Para disimular servían el alcohol en la tetera y bebían en vasos de los que utilizan para el té con hierbabuena.

Tras un buen rato bebiendo mientras yo comía en una esquina temiendo la sesión de golpes que me vendría por seguro esa noche, me tomó del brazo mi marido y me sentó ente ambos hermanos. Me sujetó con fuerza mientras su hermano me subía la túnica hasta más arriba del pecho, cortó mi ropa interior y empezó a sobarme con fuerza y poca habilidad mientras mi marido reía a carcajadas con los comentarios del hermano sobre lo blanca que soy, le recordaba la muerte decía. 

Me violaron por turnos hasta que terminé llorando hecha un ovillo sobre un cojín. Ambos hermanos descansaban tumbados durmiendo la mona exhaustos tras tanto sexo forzado. Con mucha dificultad, pues me dolía bastante todo el cuerpo, con marcas en las muñecas y un dolor horrible en mi interior, ni se habían molestado en utiliza algún lubricante, les daba igual. Me cubrí mi vergüenza con la túnica, sucia de comida y una mezcla de semen y sangre. Estaba en esos días ¿Sabéis? Me dirigí a la habitación de mis suegros fallecidos, tras meses cuidando del anciano sabía dónde de guardaba cada una de sus pertenencias. 

Encontré una vieja pistola recuerdo de su guerra contra los españoles, mi padre, militar me enseñó el uso de las armas. Comprobé su carga de balas y me dirigí al comedor donde seguían inconscientes  mis violadores. Apoyé el cañón de la pistola en la sien derecha de mi marido y disparé, desparramando sus sesos por la habitación. Su hermano despertó de su letargo con el ruido, de poco lo valió, dos disparos certeros le tumbaron definitivamente. Limpié el arma de huellas y la apreté bien en la mano de mi ya difunto marido. 

A la mañana siguiente,  tras ducharme y quemar en la estufa mi vestido manchado de sangre, me vestí de occidental y me dirigí con cuidado a la frontera Ceutí. Mi pasaporte español estaba caducado, el policía marroquí me dejó pasar gracias a una enorme cantidad de dishams que le entregué. 

Ya en España viajé hasta Barcelona para ganarme la vida. Pero esa es otra historia.

Este es mi regalo de boda, con moraleja. El mal está oculto y puede matar una relación, luchar por ella antes de que tengas que luchar por sobrevivir a ella.


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