2.2.20

La vida es la vida

- ¿Cuándo fue la última vez que miraste a los ojos a tu marido? ¿Recuerdas el día que pasó de ser Emilio a mi marido? No hablo del día de la boda, sino de ese día donde el enamoramiento se encajó en un hábito diario y la persona mudó a rol. Piensa. Seguramente no fue un día, recuerda una época, una serie de situaciones, detalles.
- Recuerdo un desencuentro con mi suegra que Emilio en lugar de ponerse de mi lado, eligió defender a su madre sin analizar la situación ni mis sentimientos. Me dolió. Esa época nuestra comunicación se alteró, como el sexo.

Elena me mira invitándome a seguir hablando. De eso se trata de hablar. Elena es la psicóloga que hemos contratado para realizar sesiones que nos ayuden a encontrarnos de nuevo e intentar salvar nuestro matrimonio. Estancado desde hace varios años en una convivencia rutinaria, llena de matices padre-madre sin sitio para un nosotros. Me animo a seguir hablando.

- Mi suegra es prejuiciosa, opina sobre todo y todos, sin conocer la verdad de los hechos o situaciones, los mezcla con su visión moral y con su sentimiento de rechazo hacia mí, que nunca me aceptó del todo. Y te lo suelta según se le ocurre en la lengua, porque piensa con la lengua
- Veo que os lleváis bien
- Me callo por mi marido para no ponerle en una situación comprometida. Cada vez que coincidimos me mentalizo para no saltar ante cualquiera de sus comentarios que me dañan. Respiro hondo y me digo a mí misma que son un par de horas y después hasta la próxima vez dentro de un par de meses o tres
- ¿Has valorado plantarte y dejar claro que te molestan sus comentarios?¿Que te hieren?
- Eso pondría en una situación comprometida a Emilio
- Vaya, es la primera vez que le llamas por su nombre. ¿Qué has sentido para reaccionar así? ¿En qué pensabas cuando te he preguntado sobre tu valoración?
- En defender a Emilio.
- ¿Le cuidas?
- Sí
- ¿Como una madre o como compañera?
Silencio. Me quedo mirando a los profundos ojos de Elena. Avellana, pintados sus párpados con toques verdes. Sientes su mirada felina. Más de gato mimoso. Es un amor de mujer. Me dan ganas de besarla. Te enamoras de ella sin querer. Por no mencionar su olor. Usamos el mismo perfume, en ella huele a pasión controlada, en mi piel como a prestado. El perfume se evapora de mi piel muy rápido. 
- Sonia ¿Sigues aquí?
- Sí, perdona, me has hecho pensar. Creo que reacciono como madre protectora con él
- Olvidemos a tu suegra, que por lo que cuentas, para ti, es una fuente de conflicto emocional. Busquemos en el día a día. Descríbeme un día de convivencia, qué haces, qué hace Emilio, cómo os tratáis, ¿Os abrazáis, besáis, rozáis?. Háblame del día de ayer, por ejemplo
- El día de ayer no te sirve porque no coincidimos. Estuve de viaje por trabajo dos días en Málaga. Me voy al pasado domingo. Estuvimos solos hasta las siete de la tarde, los chicos fueron de excursión con los scouts a pasar el fin de semana a la sierra. Nos levantamos tarde, después de haber trasnochado, salimos de cena y copas con un grupo de amigos comunes aprovechando que estábamos libres de hijos. Al llegar a casa, hicimos el amor precipitadamente, estábamos cansados y se nos había pasado nuestra hora habitual. No se entretuvo mucho conmigo, fue más funcional que cariñoso. Me apetecía sexo, pero de otra manera. ¿Por qué es tan egoísta? Hace meses que no me echa un buen polvo, necesito más tiempo, que se dedique más a mí.
- ¿Se lo has dicho alguna vez?
- La verdad, no.
- No nos distraigamos, sigue con tu relato
- Nos levantamos tarde, los ruidos en la calle fueron creciendo, la campana de la iglesia de los capuchinos avisaba de la hora del culto. Las once vi en el reloj de la mesilla. Nos desperezamos en la cama. Emilio se despertó con ganas de mas. Se acercó a mi buscándome. Tras la experiencia de la noche, no me apetecía demasiado. Me libré de él mientras notaba su frustración. Reconozco que su acercamiento fue cariñoso y sincero. Fui brusca, lo sé. Mi manera de vengar la noche anterior, me sentí un poco objeto. El desayuno fue en silencio y enseguida me puse a cocinar, los domingos aprovecho y cocino para tener comida preparada para un par de días al menos. Mi marido sabe que me gusta cocinar a solas, sin que me molesten. Él se marchó a por el pan. Me trajo un ramo de flores muy bonito que no le agradecí lo suficiente. Solo le regalé una mirada a los ojos. Tampoco le besé, la verdad.
- ¿Notabas su frustración?
- Noté que mi pequeña venganza tocaba diana. Así aprenderá
- ¿Crees sinceramente que Emilio sabía qué había en tu cabeza?¿La razón por la que le estabas castigando?
Nuevamente nuestras miradas se mantienen fijas, sus ojos avellana me atrapan. No me dejan pensar. Solo deseo besarla. No lo entiendo, no me atraen las mujeres, me defino como heterosexual completa. Con Elena me pasa. Me atrapa con su mirada y deseo besarla.
- Sonia
- Emilio no tiene ni puta idea de lo que tengo en la cabeza. Cuando estoy así, siempre reacciona igual. Me ronda como un gato encelado, dando vueltas a mi alrededor buscando un indicio que le permita  adivinar qué me pasa. Si le abrazo o le beso, su desazón termina y se permite regresar a sus cosas. Suelo darle un beso un par de horas después, no por perdonarle, no por terminar mi malestar. Lo hago para quitármelo de encima. Cuando estoy así puede durarme el mosqueo varios días
- Sigue, por favor
- En la comida estuvo muy comunicativo, hasta nos reímos recordando anécdotas de la noche anterior que estuvo muy graciosa. Bebimos y ya no acostumbramos a hacerlo. Eso condicionó nuestra relación nocturna. Emilio recogió la mesa y la cocina mientras me limpiaba los dientes. Dejó todo perfecto, como cada vez que lo hace. Es muy ordenado y limpio, cualidades que valoro mucho. Decidí darle una segunda oportunidad, le pillé por sorpresa, fregando la sartén a mano, nunca la mete en el lavaplatos porque dice que se estropea. Le dije, Emilio, quiero follar. Se le cayó la sartén en el fregadero, me miró sin creérselo, esa frase no me ha oído nunca decirla. Creo que su limpieza de dientes fue de lo más breve. Esta vez sí que supo estar al nivel. Dormimos una siesta reparadora de una hora, a nuestra edad recuperarse de un noche de copas, cuesta mucho. Los chicos regresaron al poco rato y ya la rutina organizó nuestras vidas.
- ¿Qué sientes de todo esto?
- Fui un poco injusta con él, lo reconozco.
- ¿Qué más?
- A ¿qué te refieres?
- Le llamas, mi marido, él, Emilio según las situaciones. Quiero llegar al por qué, a las diferentes situaciones que organizan tu cerebro para referirte de diferentes maneras a Emilio. Sobre todo con los diferentes matices emocionales que transmites según el término utilizado. Emilio lo utilizas unido a situaciones cariñosas, mi marido a situaciones cotidianas y él cuando la carga emocional es negativa, casi unido a un reproche
- Puede ser. ¿Es un problema?
- En sí no. Sugiere un problema si en el relato predominara el él o el mi marido. La verdad lo que he oido hasta ahora no me hace pensar que existe un problema de convivencia, salvando las tensiones que te genera tu suegra que os afectan y mucho. A falta de oír su versión, el cuadro que me pintas tiene fácil solución. Menos rol de madre y más de compañera. Quiero escuchar a Emilio. Quedamos mañana a la misma hora los tres juntos ¿de acuerdo?
- Hasta mañana entonces

Emilio pasa al despacho, ha esperado pacientemente en la sala de visita ojeando revistas de viajes muy gastadas o entreteniéndose con su móvil. Se le ve nervioso, intranquilo

- Pasa, por favor, Emilio. ¿Cómo estás?
- Bien.

Mantiene su pose inquieta, no se llega a acomodar en el sillón. Sus nervios le impiden tener el control.

- ¿Qué sientes en este momento?
- Incomodidad, la verdad. No me siento cómodo hablando con extraños, sin ánimo de ofender, sobre mi matrimonio
- Todo lo que hablemos queda en absoluto secreto. Me habéis contratado para ayudar, no tengo ningún interés personal en vuestra vida. Si te sientes incómodo hasta el punto de la molestia, te puedes ir cuando desees. No hay ninguna obligación. Afectará a mi opinión final que será incompleta al solo contar con los sentimientos de Sonia
- Me quedo
- ¿Cómo definirías tu matrimonio con Sonia?
- Como normal, digo yo. Me fijo en los demás y estamos todos en la misma fase, casados hace diecisiete años con hijos de catorce y doce años, con muchas obligaciones como padres y ritmos diarios que te organizan la vida. El fin de semana pensado para descansar no es así, el sábado madrugo para llevar al pequeño a jugar al fútbol en campos que en ocasiones están a casi una hora de viaje. Me paso la mañana cogiendo frío mientras juegan, le animo, comento con otros padres agotadores que solo desean que su hijo sea el próximo Messi. Vuelta a casa. Me encuentro a Sonia cocinando o limpiando. Comemos rápido y los chicos se van a los scouts a pasar la tarde. Tras la comida, me quedo dormido en el sofá. Casi no tenemos tiempo para nosotros y el pequeño regresa a casa, en ocasiones con algún amigo. Cuando llega la hora de dormir estamos agotados. El domingo un poco mejor, me levanto más tarde aunque también está lleno de obligaciones. Mientras Sonia cocina para la semana, compro el pan, ayudo a los chicos con los estudios, hago la cama. Somos personas después de comer que podemos ver una película y sentir que descansas un poco. La semana está organizada por los horarios laborales y escolares. Siento que la vida me lleva

- Vaya, parece agotador
- ¿Cómo piensas que se siente Sonia?
- Igual, estamos cansados. Esta no es la vida que imaginábamos
- ¿En qué sentido?
- Nos hemos convertido en la repetición de la vida de nuestros padres
- ¿Qué echas de menos en esta vida?
- Estar tiempo juntos, disfrutar de la vida, salir, pasear tranquilos. Lo que conseguimos las pocas veces que estamos solos. No es que me sobren mis hijos, les quiero con locura. No es eso. Simplemente echo de menos tiempo a solas
- ¿Cómo lo conseguirías?
- Pienso en ello continuamente, no se me ocurre. 
- ¿Y el sexo?
- Organizado, el día determinado a la hora prevista, si fallas, no hay más oportunidades. Te esperas otra semana. Falta la emoción por lo imprevisto, la llama. Hasta el punto que si llega el día y hora, da igual como estés de cansado o tu punto de lujuria, lo aprovechas. El resultado, mejorable. Claro que lo echo de menos
- Cuéntame tu último fin de semana, estuvisteis solos ¿verdad?
- Los chicos se fueron de excursión de fin de semana y estuvimos solos. Me ahorré el tema fútbol que me agota, nuestras obligaciones bajaron al mínimo, salimos por la noche con amigos, bebimos un poco y nos acostamos tarde. Tuvimos dos sesiones de sexo en el fin de semana, algo que hacía años que no teníamos.
- ¿Cómo fueron?
- Distintas, el sábado por la noche, cansados, bebidos, trasnochados. Fue faena de aliño con varias horas de retraso sobre la habitual. El domingo surgió de repente, ahí Sonia estuvo muy participativa y disfrutamos mucho ambos
- Entiendo
- ¿Por qué me habéis contratado?
- Porque Sonia insistió. Piensa que necesitamos ayuda y quizá sea así, yo hubiera preferido hablarlo antes entre nosotros. Es muy reservada, siempre lo ha sido
- Háblame de tu madre y en cómo afecta a vuestra vida
- Mi madre es muy pesada, injusta con Sonia, habla de más, piensa con la lengua y sus comentarios suelen ser hirientes hacia los demás. Me estresa mucho ir a verla, ella es destructiva y en ocasiones la toma con Sonia. Me pilla en medio. Evito contrariarla, está viuda y solo me tiene a mí. Me hace daño ver cómo trata a Sonia y a los chicos.
- ¿Se lo has dicho?
- La que tendría que venir a terapia es mi madre, no nosotros. Tendrías una paciente para mucho tiempo y trabajo a destajo. No tiene arreglo. La cobrarías el triple, valorando tu trabajo lo que te supondría cada sesión con ella, el triple de esfuerzo
- ¿Tan mala es?
- Peor. Es dañina. Y ella lo sabe
- Vaya, lo siento
- ¿Cómo defines a Sonia?
- Lo mejor que tengo
- Estás muy enamorado de ella
- Desde que la vi hace veinte años
- ¿Te gustaría mejorar tu convivencia con ella?
- Para eso hemos venido
- Pensé que era porque lo había decidido Sonia

Emilio se fija en los ojos avellana de Elena, por primera vez.

- Me has pillado. También para mejorar 
- Mañana quedamos a la misma hora, en una sesión conjunta con ambos. Gracias por venir Emilio, ¿Ha sido tan grave?
- Ha estado bien, breve y cómoda. Hasta mañana

En el coche de vuelta a casa, ambos se mantienen en silencio recordando sus conversaciones. Sonia mantiene el contacto físico con Emilio. En los semáforos se miran, se sonríen. En el tercero, se besan en los labios.

- Estamos solos esta tarde, he mandado a los niños con mi hermana
- ¿Toda la tarde?
- Hasta las nueve que iré a por ellos
- ¿Dónde quieres ir?
- A casa contigo. Quiero disfrutar de nuestra soledad

Emilio acelera hasta el límite de velocidad autorizado

- No corras, tonto. Hay tiempo para todo
- Cuanto antes lleguemos mejor. ¿Puedes coger mi teléfono? está en el bolsillo de mi cazadora. Siléncialo. No quiero que nos molesten.
- Voy a silenciar los dos. Tenemos nuestra tarde

La tarde da para mucho, se sinceran, se escuchan, planean. Son conscientes que han priorizado su vida alrededor de sus hijos, de las obligaciones dejando a un lado lo más importante, la pareja. Esto se va a terminar. A partir de hoy esto se organiza de otra manera. Comparten ideas de cómo simplificar la vida de cómo organizarse de otra manera, de cómo priorizar estar juntos.

Los deseos son los dueños del país de los sueños, la vida es real y los sueños tienen pocos huecos donde mandan las obligaciones y las tareas. Una semana después están igual, encargándose del hogar y de los hijos. Con pequeños cambios que introducen, los chicos empiezan a tener responsabilidades en casa, lo de acompañarte al fútbol no será siempre, lo siento, tendrás que ir con otros padres como hacen otros chicos del equipo o en el autobús del club, tu padre se pasa la semana trabajando hasta tarde y no puede aguantar el madrugón y la paliza semanal de los sábados por la mañana; se mirarán más, se mimarán más e incorporarán alguna sorpresa en su vida íntima, pero poco más. 

La vida es la vida. 

Siempre queda la esperanza de un mañana mejor, cuando los hijos vuelen por sí solos.



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