3.2.20

La madre de Venancio

- Venancio ¿Qué vamos a hacer ahora?
Paca se muestra desbordada por las circunstancias, implora una solución a su único hermano y además el mayor. El tanatorio lo han construido en el municipio vecino, gracias a un convenio de mancomunidad. Se queda pequeño para la ocasión. Despedir a Venancio Olmo muy querido en la comarca exige mayor capacidad y salas más cómodas. Muchos vecinos ancianos, casi impedidos, vienen a mostrar su último homenaje, vienen acompañados, por familiares la mayoría o por una asalariada sudamericana que les presta compañía y trato humano. 

Venancio durante años fue alcalde de su villa y prohombre de la comarca, dedicado a su campo, sus ovejas y la fábrica de queso. Para él cerrar la fábrica once años atrás le supuso el mismo dolor que perder un hijo al que has criado. Sus hijos emigraron a Madrid buscando otra vida y la encontraron, como tantos hijos del pueblo. Actualmente el pueblo se ha quedado vacío, solo moran personas mayores acompañados de apenas seis niños necesitados del autobús diario que les acerca al pueblo vecino para ir al colegio. Es un pueblo sin futuro. Salvo en verano que duplica su población acogiendo a los emigrantes que regresan buscando vacaciones tranquilas y baratas, son todo baratas.

- Te acompaño en el sentimiento

Venancio recibe condolencias de personas que no conoce de nada, las agradece con cara compungida, la que se espera que debe poner. Los últimos años de vida de su padre fueron duros para él, perder la vista por culpa del azúcar, vender el ganado al no poder mantenerlo y cerrar la fábrica. Desde entonces la relación pare e hijo se hizo más tensa por la intransigencia producto de la edad y por la negativa del hijo a dejar Madrid para mantener el negocio familiar que a duras penas ganaba para mantener a una familia.

Desde el pasado mes de junio, Venancio disfruta de su jubilación, tras cuarenta años trabajando como conductor de autobús en una empresa de servicio discrecional. Convive junto a su mujer Olvido en un barrio obrero de la periferia de sur de Madrid, con su hija pequeña, fea y orgullosa como su madre. Difícil que encuentres un tonto como yo para casarte hija, le ha repetido en varias ocasiones. La niña ronda ya los treinta y no se le conoce varón. Trabaja en una gestoría del barrio como administrativa con un sueldo bajo y expectativas más bajas todavía. El mayor, Oscar, al que se negó a poner su mismo nombre, se casó hace unos años y con dos hijos lleva su vida con normalidad. Poco pasa por la casa familiar. Evita cruzarse mucho con su madre, siempre capaz de crear conflictos donde no los hay.

La vida de Venancio es aburrida, se encarga de los recados diarios, hace su paseo rutinario y una vez a la semana queda con sus amigos de la peña amigos de los toros para ver una corrida en la tele de un bar con ambiente taurino que frecuentan habitualmente. Olvido le mangonea lo que no había hecho hasta ahora, fue dejar de trabajar y encontrarse instrucciones diarias de su mujer que desde el primer minuto dejó claro que no le quería a su lado como una sombra.

- Venancio, tenemos que hablar.

Paca sube el nivel de ansiedad de su tono al de queja.

- Espera a que sea la hora de comer, se irán todos los vecinos y nos quedaremos tranquilos.

A la una y cuarto comienza el desfile de dolientes de regreso a su casa, ya han cumplido, les han visto los familiares y el resto de vecinos atestiguan que han estado. A las dos y diez no queda ninguno. Olvido junto con la niña se llevan a la viuda a casa para que descanse un poco, coma algo y se tome su medicación. Paca y Venancio se quedan solos, cierran con llave la puerta del velatorio y se encaminan a la cafetería del edificio para comer. El menú es poco variado, les vale, no son exigentes. Comen para alimentarse, sin buscar lujos ni placer, no valoran el paladar. Todo les viene bien, su origen humilde les moldeó en la mínima exigencia en el comer. Pisto con huevo y filete a la plancha.

- ¿Me lo puedes poner todo en un plato?
- A mí también, gracias

Sentados en una mesa apartada, con una cerveza en la mano cada uno, los hermanos valoran las opciones.

- Madre necesita ayuda, no puede estar sola. Recién operada de cadera, tiene la movilidad muy reducida, necesita un andador para desplazarse incluso en casa.
- Ya. Tendremos que buscar a alguien de compañía, como tienen todos.
- Su pensión va a ser muy baja, me ha confirmado tu hija que lo ha mirado en su gestoría. Tu padre cotizó muy poco, a ella le van a quedar cuatrocientos euros al mes de pensión, con eso no tiene para pagar la compañía, su comida y los recibos de la casa.
- Pues tendrá que vender las tierras
- Escasos cincuenta mil euros sacaremos por las tierras.
- Pues buenos son, estirados le llegan para varios años. Al final tiene ochenta y nueve años, poco va a gastar
- Ya que estás jubilado, ¿te has planteado vivir en el pueblo?
- ¿Yo? Ni Olvido ni yo estamos hechos para vivir en el pueblo y menos para estar cuidando de Mamá. Y ya que preguntas ¿y tú?
- Sabes que estoy trabajando, me quedan cinco años para jubilarme y siguen en casa mis dos hijos que no se van ni con agua caliente. Se podrían ir con su padre, pero no quieren. Viven muy bien a la sopa boba
- Solo se me ocurre buscar a alguien de compañía
- Cobran unos mil euros al mes, yo no tengo dinero
- Ni yo, mi pensión es ridícula y sigo con la niña en casa. Ni puedo pagar ni mil ni quinientos euros. Vendemos las tierras, con eso tenemos para unos cuatro años
- ¿Y después?
- Dios dirá
- A mi, me vendría muy bien mi parte del dinero de la venta de las tierras y de la casa del pueblo
- Y ¿Qué hacemos con Madre?
- Nos la repartimos, un mes casa uno
- ¿De paquete? ¿Un mes en tu casa y después otro mes en mi casa?
- Tenemos sitio, tú tienes la habitación del chico que ya se fue y yo tengo una habitación libre que sería para mí y a Madre la dejo mi cama
- Tú estás loca. No podemos hacer eso, primer pensando en Madre, luego pensando en nosotros
- Lo he hablado con ella y está de acuerdo
- Ya me imagino la conversación, dinero, lo que cuesta, lo más barato y somos pobres. No creo que Olvido esté de acuerdo, además en mi casa no hay ascensor no la veo subiendo dos tramos de escaleras
- Olvido me ha dicho que lo que Madre necesite
- Alucino ¿le has contado todo? hablaré con ella
- Creo que no hay otra salida, no tenemos dinero, ella tampoco, las cuidadoras cuestan mucho, no se puede manejar sola, el ayuntamiento no tiene medios para atender a tanto anciano necesitado y solitario. Necesita a la familia

Venancio se siente acorralado, en su fuero interno sabe que es un error, no encuentra argumentos convincentes para oponerse. No lo ve por ningún lado.

- Luego hablo con Olvido
- Esto tenemos que solucionarlo los hijos
- Sí pero es mi mujer, vivimos juntos y su opinión me importa y mucho. Tú te divorciaste hace años y decides solo por tu cuenta. Estás forzándome a tomar una decisión dejándome sin salidas y sin poder consultar, no eres justa. Si tanto interés tienes, llévatela contigo y yo colaboro en los gastos.

Olvido no le facilita la decisión, tampoco se la cierra, lo deja todo el manos de Venancio.

- Si tu madre viene a casa, no quiero saber nada de ella, tú te encargas de lavarla, pasearla, llevarla al médico. Yo no voy a ser su cuidadora, que te quede claro

Venancio se siente atrapado, por un lado su hermana con un planteamiento económico apabullante, por otro lado su madre que no puede quedarse sola y por el lado contrario Olvido, madre e hija. decida lo que decida, está perdido, se va a equivocar con alguien. La tarde en el tanatorio se pasa muy despacio, a penas tres visitas, vinieron casi todos por la mañana. A la mañana siguiente, durante el entierro, Paca le vuelve a insistir.

- Tenemos que decidir
- De acuerdo, no parece que tengamos muchas opciones ¿verdad?

Ambos fijan los turnos, su madre irá por meses completos a vivir con sus hijos turnado su estancia turnando las casas. El que empieza turno se encarga de ir por ella a casa del hermano que cede la custodia el último día del mes.

Los primeros meses de convivencia sirven para ajustar los ritmos de la vida en los diferentes hogares. Venancio se relaja en el tercer turno, su temor a los roces entre su madre y Olvido son infundados, la convivencia es amena, enriquecedora e incluso fluida entre ambas mujeres. La vieja hace de abuela con la nieta y de suegra amorosa con la nuera. Hacer de madre es otra cosa. Construyen una gran alianza femenina, Venancio está rodeado, criticado, vigilado. Está solo en su propia casa.

La vida fluye, los turnos alternos ordenan la vida en ambas casas. Venancio ha dejado de temer por la convivencia, solo lamenta su suerte durante el mes de disciplina materna. Paca está feliz, encuentra que la solución es muy óptima y desde que pudieron vender las tierras y la casa, su situación económica ha mejorado.

Un año entero dura la armonía en casa de Venancio, el tiempo justo para el primer desencuentro entre Jimena, la abuela, y Olvido. La discusión es tremenda, las lenguas salpican veneno, mujeres luchando verbalmente, solo puede haber una señora de la casa. Jimena ha llegado a creerse que podría ser ella, no contaba con el fuerte carácter de Olvido. Desde ese momento, la convivencia se agría en casa. Venancio se pasa el día intermediando entre ambas. La disposición de Olvido para pasar la tarde con su madre hablando ha terminado. Venancio se encarga por las mañanas del aseo de su madre, su paseo ayudada con su andador. Tras la siesta de la tarde, se sienta cerca de ella por si quiere conversación. Con él no es lo mismo, no acostumbra a hablar con hombres, solo con mujeres. Lástima que ya no se crucen palabra.

- Madre, podría disculparse con Olvido
- Quia
- Madre, vivir así es muy duro
- Buf

Hasta el día del cambio de custodia, Olvido mantiene su cara de amargada demostrando el disgusto por convivir con su suegra. Se permite relajarse en cuanto sale Jimena por la puerta. Tiene un mes por delante para vivir. 

Esta situación no puede perpetuarse, no debe, pues lo hace, sigue así durante meses. El orgullo de ambas mujeres no les permite ceder. Venancio nota que su tensión crece con cada custodia. Su madre, cada vez más molesta, demuestra con su comportamiento que no piensa acomodar su estancia.

- Quiero volver al pueblo
- Madre, la casa se vendió
- Pues la compráis de nuevo
- Eso no puede ser, madre
- Tienes que arreglar esto, yo aquí no vuelvo y a la pesada de tu hermana no la aguanto más
- ¿Ha pensado que el problema puede ser usted?
- No haberme sacado del pueblo
- No puede vivir sola
- Mejor sola que mal acompañada

La última semana, Jimena está especialmente picajosa, todo le viene mal. Lleva dos semanas que no ha querido salir a la calle, por el frío, pasea por la casa a todas horas con su andador, dificultando el tránsito  y molestando a su nuera en su pequeña casa, chocando con los muebles y las puertas. No pasa tarde que Olvido olvide relatar todos los inconvenientes que provoca la vieja a Venancio. Pobre Venancio si no tiene bastante con cuidar a su madre, las quejas de Olvido le abrasan la mente.

- Paca, al otro lado del teléfono, no puedo más, esto no puede seguir así
- ¿Y qué hacemos?
- He hablado con varias residencias cerca del pueblo, parece que la Comunidad Autónoma subvenciona la estancia y solo les cobra el noventa por ciento de su pensión
- ¿Entonces?
- Vamos la semana próxima, he conseguido cita en la residencia La viña. Es posible que hasta conozca a algunas de las internas. Estará en su ambiente y nos liberará a ambos de estos turnos. Yo no puedo más, voy a cumplir setenta años y no estoy para estos disgustos
- Yo tampoco puedo con ella
- ¿Quedamos entonces el lunes? vamos con ella y si le gusta, se queda.
- Le gustará

Jimena regresa a su tierra, abandona el Madrid que siempre odió, los cambios de casa, sintiéndose siempre extraña y una carga en familia. Recupera su sonrisa al reconocer a dos amigas en la residencia. El fisio la ayuda para dejar la dependencia del andador, las cuidadoras la animan. Hasta sonríe un poco. No echa de menos a sus hijos, son de otro planeta. A la hijaputa de Olvido no la quiere volver a ver. Sus hijos la han tratado como una enferma desvalida, la han despojado de sus bienes, se han repartido la herencia y la han hecho sentir que sobraba. ¡Que les den!. Con noventa y dos años no tiene que aguantar nada de esto.

Venancio no consigue renovar el carné de conducir, no supera el examen médico. Para ir de visita depende de a su hija le venga bien llevarle. Las visitas se espacian durante meses. La memoria de Jimena se ralentiza y no hace cuentas. En la última visita no le reconoce.

Jimena deja entre sus cosas, una carta destinada a cada una de las personas de su familia. La encargada de la residencia se las entrega a Venancio el día que recoge sus pertenencias tras su entierro.

Venancio abre la carta destinada a su mujer, se teme a su madre, prefiere violar la correspondencia a tener un disgusto en casa

Querida Olvido:  Pasé unos meses muy agradables en tu casa y nunca te agradecí lo suficiente tu hospitalidad. Tu amargura de carácter provocó nuestro desencuentro que podrías haber evitado. Me condenaste a una convivencia aburrida con el amargado de mi hijo. Os deseo a los dos una larga vida para que podáis disfrutar juntos de la amargura e insatisfacción que tenéis en común, de esta manera valoraréis lo que me tocó vivir a mí en vuestra puñetera casa. Firmado, Jimena.

Con cierto desespero, abre el sobre dirigido a él

Querido hijo: Ya me he ido, descansa. ¿Te has planteado lo poco que se parecen a ti tus hijos? A saber con quién los hizo esa bruja. Firmado, Madre.

El resto de cartas terminan en la estufa de la entrada de la residencia. El odio arde muy bien. Hace una bola con las dos cartas abiertas y las lanza con rabia al centro de las llamas. Joder con la vieja.

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