6.2.20

Dentista con sorpresa

La mesa central salpicada de revistas desfasadas. Hola, Love, Lecturas, Viajar, Stilo, Muy interesante e incluso un catálogo de IKEA. Puestas al servicio de los que esperan con el fin de amenizar los largos y habituales minutos de acumulado retraso.

Frente a mí, sentada en el sillón más cómodo de la sala, una señora en los sesenta pasados lee con interés la columna que describe la vida de la exmujer de un torero famoso por el ruedo y las ruedas de féminas. Mantiene la postura sin perder el ritmo de la lectura, interesante sin duda. Su boca entre abierta dignifica su concentración. Me hace dudar sobre su estado de vigilia, tras diez minutos manteniendo postura y la misma hoja llego a pensar que está dormida con los ojos abiertos. Pues no, cambia de hoja. Lee despacio. Su lengua asoma brevemente para humedecer sus labios y su dedo para pasar pagina. Se concentra de nuevo en la historia. A su izquierda, sentada encorvada con un pie sobre el asiento, mascando chicle, está una joven morena de pelo corto con la vista perdida en la pantalla de su teléfono celular. No para de escribir, cambia de red social a red social, se informa y salta al chat para poner al día a sus amistades. Consulta su reloj, lleva media hora de retraso y eso la empieza a contrariar. Sopla orientando el flujo de aire con su labio inferior para despeinar su flequillo. A mi derecha, sentado en el suelo y apoyado en la mesa central, un niño de unos seis o siete años, sorprendentemente quieto y pacífico. Ha apartado parte de las revistas para hacerse hueco, está dibujando lo que aparenta ser parte de sus deberes escolares. Y yo, sentado mirando a mi alrededor, reviso mi reloj de pulsera, cuarenta minutos de retraso, siempre me pasa igual.

La pared opuesta, donde está el sillón elegido por la señora de la revista sirve como exposición de un par de orlas universitarias, diplomas acreditativos,  títulos oficiales de médico, cursos y congresos médicos, alguno de ellos en francés o en inglés. Doctores Sánchez Huete. Hermanos.

La sala de espera es el espacio diseñado como el salón del piso, a la derecha un pasillo que distribuye a tres habitaciones, en este caso consultas. Las puertas numeradas.

- Ricardo Gómez, consulta 2

Me llama la rubia de recepción, sin molestarse en levantar su delgado y bien proporcionado cuerpo de su mesa en la entrada. Su voz nasal, inapropiada para ese cuerpo, me despierta de mi letargo.

- Voy

Atravieso la puerta y entro en otro mundo, a imagen de una clínica, la sala dispone de un suelo de placas blancas, paredes blancas decoradas con pintura plástica. Muebles auxiliares de clínica y un sillón articulado propio de dentista, lámpara incluida. Esos sillones me gustan, con su fuente de agua y sus diferentes tornos y taladros preparados. Me quito la chaqueta que dejo cuidadosamente en una silla auxiliar y tomo posesión del sillón, incómodo por la postura que han dejado un tanto inclinado. El médico no aparece, es su estrategia de espera, la misma que utilizan en los aeropuertos para despegar, por fases. 

Aparece, al fin, con su mono de trabajo blanco, ropa de hospital. Su gran barriga acompaña su figura bonachona y amable. Calvo con poco pelo sobre las orejas, mirada dulce y voz grave. Un buen tío, de fiar.

Me da su mano y se dirige a su ordenador para repasar su orden de trabajo conmigo.

- Bueno, Ricardo, ¿vienes con ánimo?
- Vengo mentalizado
- Vamos allá

Me pone un protector de papel colgado de una cadena sobre el cuello. Decido quitarme la corbata para prevenir manchas. Me acomodo de nuevo y abro la boca.

- Abre más

El dentista aprieta la jeringa hasta comprobar que sale la primera gota y así asegurarse de eliminar el aire de su depósito. Apunta hacia la encía para adormecer con la anestesia la sensibilidad en mi boca cuando un sonido fuerte y brusco interrumpe la maniobra.

- Discúlpame, voy a ver qué pasa

El niño está encogido en la esquina, sentado en el suelo con sus rodillas en la barbilla, tiembla. Sus lápices están desparramados por el suelo, el dibujo se ha quedado en la mesa, roto por una de las esquinas, un trozo en forma de media luna ha sido arrancado. La hoja del dibujo mantiene un doblez propio de haber sido sujeto con fuerza.

La abuela está de pie mirando fijamente al niño, con un trozo de papel en la mano que aprieta con fuerza desmedida. Sus uñas se empiezan a clavar en su palma de la mano.

La chica del chicle mantiene su postura ajena a lo que ocurre, distraída con sus redes sociales y aislada con sus auriculares con la música a un volumen insano para la calidad de su oído.

- Abuela, respira hondo, abuela, abuela

El niño implora en el suelo.

Aparecen en la sala ambos facultativos, son iguales, hermanos gemelos. Los diferencias por la ropa y porque el dentista va con su ropa de hospital. El otro con un traje cómodo sin muchas pretensiones.

El doctor con traje se interpone entre la señora y el niño mientras comienza a hablar con tono sereno, suave. Evita el contacto físico con la abuela.

- Gertrudis, ya hemos hablado de esto muchas veces. Respira conmigo, dentro, retienes con el estómago, expulsamos lentamente por la boca. Bien. Otra vez, despacio

La mano de la paciente se abre poco a poco liberando fuerza y rabia.

La rubia de recepción por fin se ha levantado de su puesto e intenta comunicarse con la morena de pelo corto.

- Amanda, Amanda. Ven conmigo, por favor. Acompáñame

Amanda se retira uno de los auriculares mientras regresa al mundo de los vivos. Cae en la cuenta que algo pasa. Se fija en la rubia que la está invitando a pasar. Piensa que es su turno de consulta. Accede y sigue a la rubia hasta la puerta número 2.

- Ah, hola, pasa.

La recibo de pie, he recuperado mi corbata y la chaqueta. Le doy la mano y la invito a sentarse en el sillón de consulta.

Me pongo unos guantes, pulso con el pié el pedal para bajar el respaldo del asiento, mientras enciendo la lámpara.

- Dime ¿Estás preparada?

En mi mano, luzco la jeringa que había preparado el doctor Sánchez para anestesiarme.

- Si yo vengo a limpieza

- Así no te dolerá

El doctor regresa y se alarma con la imagen

- ¡Ricardo!¿Qué hace?¿A qué está jugando?

Vaya, me ha pillado. 

- Ricardo, el juego de los dentista es solo para ti, aquí cada uno tiene un juego distinto. Ven Amanda, sal de la sala, te llevo a la tuya que es la tres.

- Yo quiero jugar a los médicos. Me quejo

- Y yo, también. Demanda Amanda.

- Amanda, tu consulta es para jugar a los médicos en la sala tres. Recuerda que contrataste jugar con un hipnotizador y tú Ricardo contrataste jugar con un dentista que abusaba de ti. Mira, también tengo preparadas las cuerdas para cumplir tu deseo de ser dominado. La que te va a dominar viene motivada, está preparada en la sala. Está mi hermano calmándola porque se ha peleado con su nieto que tiene doble personalidad.

- Y ¿para mí?

- Te va a hipnotizar mi hermano y tendrás tu sesión de regresión a la infancia con el nieto. Va a ser una noche de miedo terrorífica.

Me animo a preguntar.

- ¿Sois médicos, verdad?

- Somos profesionales del terror a demanda, no somos médicos. Actuamos y disfrutamos con lo que hacemos. Siempre entregamos lo que demanda y contrata el cliente. Ustedes cinco han contratado un desenlace imprevisto, con programas incluidos de dominación, abuso, discusiones, cambio de parejas. La rubia es una experta manipuladora con experiencia en los últimos seis escape room que hemos organizado como este. ¿Quién quiere morir para escapar de su vida?¿Quién quiere matar para poder salir de aquí? Solo pueden salir cuatro con vida.

- ¿Y si nos arrepentimos? Y no matamos a nadie

- En la pantalla colgada de la pared en la recepción cada treinta minutos aparecerá un nombre según los criterios de selección de nuestro programa de análisis del comportamiento humano alimentado con las veintitrés cámaras repartidas por la casa. El ordenador toma la decisión. Si os fijáis ahora aparece el nombre de Amanda, pero puede ir cambiando en función del comportamiento individual de todos ustedes. Es en este momento, Amanda es la candidata a ser ejecutada por mi hermano y por mí. Si a las seis de la mañana no hay un muerto, nosotros ejecutaremos a la persona que su nombre aparezca en la pantalla. A las seis. Como fija el contrato que han firmado todos ustedes ante testigos. 

- Bienvenidos al death escape room. Han pagado para esto, para vivir una experiencia terrorífica. Cada uno de los cinco ha manifestado deseos de quitarse la vida, veremos hasta qué punto sus deseos son reales o no. Para eso han pagado cien mil euros cada uno. Disfruten de la experiencia, cinco horas de juego y tensión, puede que sus últimas cinco horas de existencia. Amanda ¿Quieres morir? ¿Qué vas a hacer al respecto?










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