11.2.20

Sebas y Lucía

Sebastián, Sebas para todo el mundo, organiza su maleta con precisión milimétrica. Su método de almacenaje de ropa es curioso, comienza extendiendo su prenda más grande, la cazadora, sobre la cama con las mangas extendidas perpendiculares al tronco de la prenda, superpone las camisas manteniendo el dibujo y las camisetas a continuación, finalmente en el centro deposita las mudas de ropa interior y los pares de calcetines hechos una bola. Enrolla en un ovillo la prendas juntas y las guarda en la maleta. Posteriormente los pantalones los enrolla tras doblarlos por la mitad longitudinalmente. Se convierten en un rulo que introduce en la maleta por sus laterales. Es su técnica para evitar que se arrugue la ropa. El último hueco es para su bolsa neceser, el cargador del móvil y un par de paquetes de pañuelos de papel.

Tiene por delante un fin de semana de descanso en un hotel de la costa. Ha quedado con Lucía, su amiga con derecho a roce con quien tiene mucha afinidad y está profundamente enamorado de ella, hasta el punto de admitir esta relación discontinua de atracción fuerte y descansos breves le saben a poco, echa de menos mayor compromiso. Su esperanza es llegar a formalizar su relación en algo identificable como definitivo. Llevan así tres largos años, llega un momento que con treinta y dos años deseas orden, sosiego y vida en común.

Lucía por su cuenta está preparando el equipaje con muchas dudas, si hace calor ¿qué me pongo?, si refresca ¿qué me llevo?, cada situación que su mente prevé supone una reacción, elegir ropa y dejarla sobre su cama. Se ríe de sí misma, tanta previsión le supone completar dos maletas tipo avión y un neceser del tamaño de una nevera portátil. Mucho lleva para dos noches. Nunca sabes.

Sebas avisa al telefonillo para que baje, la espera en la calle en su cabify camino de la estación de Atocha. En menos de cuatro horas estarán en el hotel con vistas al mar.

Eligen, como siempre, el vagón del silencio que facilita el AVE para los viajeros que demandan viajar sin niños ni conversaciones. Lucía abre la tapa de su iPad donde se ha descargado varios capítulos de su serie favorita del momento, Sebas dispone de un libro en papel, le gusta leer en papel, acariciar las páginas, sentir ese olor tan especial. Un romántico de la lectura. Se concentra mucho cuando lee. Lucía le observa, llena de ternura al ver hasta qué punto se evade de la realidad inmerso en la historia que está imaginando al pasar las páginas de su libro. Le acaricia el pelo, Sebas reacciona asiendo la mano de Lucía para besarla en la palma. Tienen complicidad y gestos de matrimonio bien llevado.  A ojos de los demás son una pareja estable y consolidada.

Del tren al taxi y del taxi al hotel directos. La tarde invita a un paseo previo a la cena. El clima de la costa es totalmente diferente al madrileño, migran del frío seco al templado húmedo. Les sobra ropa de abrigo, recuperan prendas propias de primavera, sin abusar que la caída del sol es traicionera y la humedad se te mete en los huesos. 

Durante el paseo se ponen al día, llevan sin coincidir una semana. Un breve saludo por teléfono el miércoles, para marcar territorio y poco más. Lucía se encontraba por trabajo en Londres y Sebas en su plácida plaza de profesor de instituto en Carabanchel, barrio madrileño cada vez más multiétnico. 

- ¿Te apetece cenar allí? ¿En el puerto?
- Vale, no tengo mucha hambre, la verdad, te acompaño.
- Es de raciones, pedimos lo que te apetezca y una copa de vino.

Su conversación fluye natural, tienen una gran complicidad desde hace tiempo, comparten los momentos con alegría que luego recuerdan con ilusión. Su álbum personal de recuerdos es amplio y sonriente.

- ¿Lucía?

Aparece un hombre de unos cuarenta años, muy bien cuidado, aparente, bronceado de barco, sonrisa banca perfecta, ropa de marca, mocasines sin calcetines. Signo de poderío en la costa. Huele a perfume de marca.

La cara de Lucía muda, su sorpresa inicial consigue que su sonrisa caiga, las arrugas de la frente, esas que le marcan en vertical hasta unirse en el nacimiento de la nariz, se tensan; sus cejas se unen y la boca siente un espasmo, similar al del inicio del vómito. Su cara está blanca. Muy blanca.

- ¡Oscar!
- ¿Qué haces aquí?¿No estabas con tu madre?¿Quién es este?
- Es un amigo, Sebas te presento a Oscar
Se saludan moviendo la cabeza y midiendo la situación. Sebas intuye algo que le supera, tensa los músculos y cierra instintivamente el puño derecho que tiene bajo la mesa.
- ¿Qué haces aquí?
- He venido a descansar el fin de semana
- ¿Y tu madre?
- En su casa
- Te juro que no te entiendo. ¿Por qué me mientes? ¿Y este?¿Es tu rollito?

Sebas hace el intento de levantarse, la mano y la mirada de Lucía se lo impiden.

- Sebas, dame unos minutos, luego te explico

Salen del restaurante en dirección al paseo marítimo Lucía seguida de Oscar quien en el instante de salir del local, se gira para comprobar y recordar la cara de Sebas.

Sebas pide la cuenta de las bebidas, no llegaron a pedir raciones, con lentitud se levanta, recoge su cazadora y marcha sin rumbo fijo. Lo que ha presenciado le puede explicar muchas cosas, por que parece, Lucía no ha sido franca con él y puede que esté casada o algo parecido. Siente un dolor inmenso en su pecho, nota un ahogo, el pulso se le dispara. Se siente roto por dentro. El dolor de amores es el peor de todos, afecta a todos los órganos. Una reacción nace de su estómago, le obliga a correr hasta la orilla del mar, vomita el poco vino blanco ingerido y poco más. Se marea y decide sentarse en la arena apartado del agua.

No entiende nada, solo siente dolor y pérdida de tiempo.

- ¡Oscar!

Escucha un grito de voz de Lucía a su espalda, no le da tiempo para girarse cuando nota un cuerpo abalanzándose sobre él. El frío le invade, el calor húmedo le alcanza el vientre, siente dos entradas violentas en su vientre provocados por una navaja. Nota la pérdida de sangre, nota que pierde la consciencia, le falla la vista. Un brazo poderoso le  sujeta la garganta, su postura es muy forzada pues le ha sorprendido el ataque medio girado y sentado, su brazo derecho está bajo su cuerpo. El agresor está en forma, sabe luchar y ya ha clavado en dos ocasiones su arma. Espera la definitiva. No tiene fuerzas ni habilidad para defenderse.

Un disparo, dos. Oscar cae en la arena junto al agonizante Sebas. 

Dos días más tarde despierta Sebas en la UCI del hospital Central, una enfermera le sonríe.

- Vaya, buenas tardes, bienvenido, le hemos recuperado.
- ¿Dónde estoy?¿Qué día es hoy?
- Tranquilo Sebastián.
- Sebas
- Tranquilo Sebas, voy a avisar al médico

Una semana después Sebas consigue el alta hospitalaria para regresar a Madrid donde continuará el seguimiento médico de sus heridas. Por centímetros, le dijeron. Has tenido suerte.

Lucía ha desaparecido, no devuelve las llamadas, en su casa ya no vive, se ha esfumado. Tras una semana buscándola sin resultado, abandona la búsqueda. No entiende nada, no quiere hacerse más daño.

Una semana después recibe un paquete en casa, envuelto con papel de estraza, como los de Amazon. No ha pedido nada que recuerde, viene a su nombre, lo admite y cierra la puerta al repartidor. Se dirige a la cocina para abrirlo con un cuchillo, dentro de la caja hay un álbum de fotos de 15 centímetros, de esos que venden en los chinos, con veinte fotos de Lucía con él, sonrientes. Una nota acompaña:

Fue real, yo no. Te quiero, Lucía.

Nada más, todo muy enigmático. Decide investigar un poco por internet, ninguna noticia ni mención al ataque y los disparos en la playa unos días antes. Ningún registro de Lucía. Sus páginas en redes sociales se han borrado. Es como si nunca hubiera existido.

Antes de pedir el alta para volver a su rutina de las clases, decide regresar a la costa unos días, volver al hospital, al hotel, a la playa. Preguntar por ahí, necesita conocer, siente que son importantes esos dos días que estuvo al borde la muerte.

El rastro es muy débil, comienza por el hotel. En recepción no recuerdan mucho salvo que sí, que había una habitación con tres maletas y un neceser sin abrir, la cama sin estrenar. Como si hubieran vuelto a Madrid sin dejar rastro. Le acompañan a la habitación de la consigna, allí encuentra su maleta, cerrada sin signos de intento de abrirla. De las maletas de Lucía, ni rastro.

- Las guardamos aquí juntas, habrá venido por ellas en otro turno. No sé nada más. ¿Necesita algo más?
- Necesitaría la factura con los nombres de la habitación de ese fin de semana, lo tendré que pagar
- Ya se abonó, nos lo pagaron desde el mayorista de viajes
- ¿Sería posible la factura?
- Sí, venga conmigo a recepción
- En esta factura solo aparece mi nombre
- Es el único que tenemos registrado

No saca nada en claro, más intriga si cabe. Deja su recuperada maleta en su coche y se encamina con paso calmado hacia el hospital.

Intenta recordar ¿Susana?¿Sonia?¿Sofía?¿Cómo se llamaba la enfermera que me atendió? A ver si consigo verla. A las dos y media de la tarde se sienta frente a la puerta de servicio, por donde entran y salen los empleados del hospital. Tras más de media hora esperando y revisando a cada persona que traspasa la puerta, decide ir a comer, tiene ocho horas hasta el siguiente turno. No hay suerte, no la ha reconocido. El puerto se encuentra a escasos quince minutos andando, decide ir a dar una vuelta.

Un breve estremecimiento le sacude a la altura de la zona de la playa donde le apuñaló el Oscar ese. En principio decide acercarse al restaurante de la cena, finalmente cae en la cuenta que el puerto es un recinto cerrado, incluida su pequeña playa y cuenta con circuito de televisión. Descubre varias cámaras de vigilancia. Solo tiene que enterarse dónde está la central de guardia. Mientras, toma un bocadillo con un cerveza en un kiosko con terraza, se distrae revisando el paisaje de bikinis y medios bañadores que le animan la comida.

Pregunta al camarero si sabe dónde están los guardias de seguridad, le dirigen al club náutico en su lateral tras una puerta con el logotipo de Segurpuerto.

La puerta está cerrada, llama sin éxito. Localiza a unos cincuenta metros a un vigilante uniformado, fumando a la sombra de una palmera. 

- Hola
- Buenas tardes
- Me pregunto si es posible hablar con el responsable de seguridad o con la persona del centro de control
- ¿Eres policía?
- No. Nada más lejano. Simplemente quisiera repasar unas imágenes del otro día. Tuve un incidente.
- Me temo que necesitarás una orden judicial para ello
- ¿Cuántos días mantenéis las imágenes?¿quince, un mes, siete días?
- No lo sé, creo que máximo un mes. Depende de la jefa.
- ¿Puedo hablar con ella?
- Ahora no está, vendrá a eso de las cinco de la tarde. Pregunta por Maite. Es una morena fuerte.

A las cinco y diez, regresa Sebas a la puerta de metal y vuelve a llamar en un par de ocasiones. Sin éxito. Se vuelve para marcharse cuando suena una voz femenina por el telefonillo de la puerta.

- ¿Quién eres?
- ¿Maite?
- Sí, ¿Quién eres?
- Me llamo Sebastián García, he hablado antes con un compañero tuyo y me ha comentado que debo hablar contigo.
- ¿Para qué?
- Hace un par de semanas me asaltaron en la playa y me gustaría saber si es posible revisar imágenes porque tengo la sensación que la policía no actúa muy diligentemente
- Para ello necesitarás una orden judicial
- Solo me gustaría hablar contigo
Un zumbido prolongado abre la puerta
- Pasa

Sebas entra en un recibidor que da acceso a tres salas, dos vestuarios diferenciados por género y una sala que sirve de control y de despacho. En la puerta de esa sala la espera una mujer morena, de complexión fuerte ganada a base de gimnasio. Mirada franca, lista y perspicaz. Tiene apariencia de jefa.

- Hola, soy Sebas
- Pasa, Sebas. Maite

Da la mano a Sebas que siente la fuerza que transmiten sus dedos al apretar su palma.

- No puedo darte imágenes, está totalmente prohibido
- Lo entiendo, solo me gustaría saber si puedo verlas, para poder dirigir a la policía al momento exacto.
- ¿Qué día estás buscando?
- El viernes 3, hace dos semanas
- Mmm. Voy a ver
Rebusca en un armario ignífugo.
- ¡Qué raro! No está ese día
- Mira que no me extraña
- ¿Por qué lo dices?
- Porque todo lo que pasó ese día fue muy raro. Me asaltó un energúmeno en la playa cuando empezaba a anochecer. Me clavó un cuchillo en dos ocasiones y casi me mata. Mi novia, que ha desaparecido, le mató con una pistola. Mi novia se ha esfumado, tampoco sabía que manejara armas con precisión, es como si no existiera. Sus maletas han desaparecido del hotel sin dejar rastro, en su casa no la conoce nadie, su teléfono no tiene línea. Como el humo se ha disipado. En prensa no ha aparecido ninguna reseña ni a mi apuñalamiento ni al muerto por un disparo. Todo muy raro
- ¿Has ido a la policía?
- Me vinieron a interrogar al hospital y no he vuelto a saber de ellos
- ¿El día 3? Ese día libré. Me dijo mi compañero Esteban que fue movida la noche. Le voy a llamar a ver qué me cuenta

La breve conversación telefónica entre ambos compañeros no le aclara mucho a Maite e incrementa su curiosidad.

- Espera, siempre hay posibilidades. No son cintas de vídeos, vamos a ver si te sirve, creo que puedo ayudarte. Tenemos cesión de imágenes de dos barcos amarrados en el puerto que por seguridad comparten sus imágenes con su central de alarmas y con nosotros.

Entra en el ordenador y tras varias claves de seguridad accede al archivo de memoria de una de las cámaras de un catamarán de ocho metros de eslora.

- Nada, este solo mantiene en memoria siete días. No hemos tenido suerte.

Prueba con otra fuente, un barco de recreo a motor de siete metros con muy buena pinta.

- Mira este tiene un mes de memoria. Vamos a revisar ese día.

La imagen, un poco lejana, ya que el enfoque principal de la cámara son las cercanías de la embarcación, distingue la imagen de un hombre encorvado hacia adelante vomitando en la orilla.

- Ese soy yo. Avanza un poco

Se ve la pelea, cómo Sebas intenta sin éxito librarse del ataque. Aparece una mujer corriendo con la mano en su bolso. Dos detonaciones y el asaltante queda inmóvil en la arena sobre el cuerpo de Sebas. La mujer acude en ayuda de Sebas, le aprieta su mano derecha sobre una de las heridas mientras llama por teléfono. En cinco minutos acuden dos ambulancias, dos coches de la policía municipal y una unidad de la Guardia Civil. En esta última se sube la mujer y salen a toda prisa con las luces de alarma iluminando de azul su camino.

- Joder. ¿Y cómo no hemos sabidos nada de esto?
- Ni la prensa ni la policía, ni nadie
- ¿Quieres una copia?
- Si me haces el favor. ¿Puedes avanzar un poco además para ver qué ocurre después?

La noche avanza y las imágenes se van oscureciendo hasta no ver nada más que el brillo de las sirenas de las ambulancias y los coches de policía. En cinco minutos no queda nada.

- Parece que no se ve más
- ¿Te importa mirar a primera hora de la mañana? Pasamos rápido y si no vemos nada, con lo que me das, me vale. Oye, de verdad, muchas gracias. Eres la primera persona que me ayuda en este tema.

El video de la primeras horas del día no muestran nada llamativo. Unos amantes de fin de noche desfogándose tras unos bultos, un jubilado que viene a bañarse a primera hora, nada que ayude a Sebas.

Sebas se dirige de nuevo a la puerta del hospital, con su pendrive en el bolsillo. Espera paciente a la entrada y salida del turno. Cuando ya iba a desistir reconoce a la enfermera de la UCI, se levanta y se dirige hacia ella despacio, no quiere crear alarma.

- Hola

Ella le mira, sin llegar a reconocerle. Quiere sonarle la cara, no la localiza en su memoria.

- Soy Sebas, me estuviste cuidando en la UCI hace dos semanas. Me pasé dos días inconsciente por las heridas de arma blanca
- Ay, sí, Sebas. ¿Cómo estás?
- Mucho mejor, la verdad. ¿Tienes dos minutos?
- Claro que sí, ¿Qué necesitas?
- Necesito completar qué ocurrió los dos días que estuve en la UCI. Solo recuerdo que intentaron matarme y cuando desperté te vi a ti.
- Poco puedo contarte, hacemos turnos de doce horas en la UCI, descansamos día y medio antes de regresar. Me tocó recibirte la madrugada del sábado tras quirófano. Te operaron y me encargué de tu seguimiento durante las primeras seis horas, después le tocó a Miguel el siguiente turno. Despertaste al poco de iniciar yo mi turno de ese día.

- ¿No sabes si me acompañó alguien?

Sebas le enseña en la pantalla de su teléfono una foto de Lucía.

- ¿Estaba ella?
- No. Sí, espera. La vi el día que ingresaste. Vino con un agente de la Guardia Civil vestido de paisano, lo sé porque se identificó con su placa. Preguntaron por ti y se fueron. Era ella, seguro.
- ¿Guardia Civil?
- Eso dijo, no me fijé mucho, la verdad. Estaba muy pendiente de tus constantes vitales
- Te voy a dar mi numero de teléfono, si recuerdas algo, por favor mándame un mensaje o me llamas
- De acuerdo. Suerte Sebas.
- Por cierto ¿Cómo te llamas?
- Sonia
- Muchas gracias, Sonia

Camina de regreso hacia su coche, aparcado cerca del hospital, con el rabillo del ojo detecta una cara repetida. Juraría que la ha visto en tres ocasiones hoy. Se fijará más en lo sucesivo. Llega a su vehículo, abre el maletero y comprueba que su doble equipaje, el de hoy y el recuperado del hotel, se mantienen en su sitio. Disimula como si estuviera cogiendo algo, se decide por un jersey, la humedad empieza a notarse. En esta maniobra se fija en la acera contraria. La misma cara de nuevo. Cierra el coche, se viste con su jersey y camina hasta la siguiente esquina, donde se mantiene a la espera para ver la reacción de su presunto perseguidor.

En menos de un minuto oye los pasos apresurados de  una mujer que cruza la esquina y se queda en shock al verle esperarla.

- Hola ¿Te puedo ayudar?
- Buenas noches. Intenta disimular continuando el paseo
- Te he visto hoy en varias ocasiones. ¿Por qué me sigues?
- ¡Qué tontería! yo no te estoy siguiendo
- Ya me has encontrado, dime ¿Qué buscas?
- Yo no busco nada
- Bueno por buenas noches, sigue tu marcha

Los ojos marrones de la chica se quedan fijos en Sebas durante unos segundos, después sondea a su alrededor.

- Me manda Lucía
- ¿Está bien?¿Dónde está?
- Está bien. Te pide que te tranquilices en unos días se pondrá en contacto contigo en Madrid
- Y ¿Cómo sé que es cierto?
- Porque me ha dado una cosa para tí.

Le entrega un sobre con una foto de los dos sonriendo, la foto corresponde a un viaje que hicieron hace dos años a Praga. Por detrás de la imagen escribió, es su letra, 

Mi hombrecito, espérame en casa pronto iré a verte. Te quiero.

Mira Sebas la foto y el mensaje, lo analiza. Es la letra de Lucía, su foto y su forma de expresarse, le llama hombrecito, el apelativo que utiliza cuando se pone ñoña, salvo la familiaridad de hablar de casa en lugar de tu cueva como la suele llamar y el te quiero, nunca en la vida ha sido capaz de decírselo, salvo en el mensaje del paquete del álbum. Esos detalles hace que desconfíe. Agarra el brazo de la mensajera.

- Es falso. Dime ¿Quién eres?

Nota un pinchazo en el brazo. Una jeringa se clava inyectando un líquido que consigue que Sebas se adormile al instante. 

A las siete de la mañana despierta Sebas tumbado en la acera. El ruido del camión de la basura al volcar los cubos le despiertan. Recuerda el pinchazo en el brazo. ¿Por qué? No entiende nada.

Regresa a su coche y decide ir a la policía para preguntar por la investigación acerca de su ataque en la playa.

En la comisaría le hacen esperar casi hora y media antes de atenderle. Le hacen pasar con el comisario quien le atiende con amabilidad y no le transmite ningún avance en la investigación. Palos de ciego. No saben nada. Tampoco comparte el pendrive algo le dice que se lo custodie, los que se llevaron la cinta de seguridad deben estar muy seguros de haber borrado pruebas visuales de ese día, no sabe si la policía está ayudando a encubrir.

No sabe cómo continuar, ni domina el mundo de la investigación criminal. Está perdido. Ya no sabe quién es Lucía, si se llama Lucía, dónde está el muerto, por qué le intentó matar, las molestias que se han tomado para silenciar el incidente. Hay dos días de su vida borrados. No ha pasado nada. Sube a su coche y se dirige sin rumbo por las concurridas carreteras de la costa. Abre la ventanilla, el aire húmedo y cálido le golpea el rostro, siente su incapacidad para avanzar, para comprender. Termina su recorrido en un chiringuito famoso de la playa más afamada de la provincia. El local está prácticamente vacío, ni es el día ni la hora de atención frecuente. Solicita una cerveza con una ración y espera en la terraza, a la sombra del techado de cañas, mirando al mar. Su mar siempre le entrega paz y sosiego.

Una voz conocida le habla a su espalda, trae con una bandeja su comanda. Deposita la bandeja sobre la mesa y se sienta a su lado. Lucía. Sebas la mira sin saber qué decir.

- Hola Hombrecito
- Realmente ¿Quién eres?
- Soy Lucía y dentro de mi vida de ficción, lo nuestro es lo único real
- Explícate por favor, solo sé que me han intentado matar por celos, entiendo. Tú me defendiste de dos certeros disparos, no sabía que llevaras armas. Desapareciste. Alguien se tomó la molestia de borrar pruebas. ¿Te llamas Lucía?
- Entiendo tu desconcierto. He venido a explicarte, te lo mereces. Estoy actuando en contra de las normas. Tú te mereces una explicación. Soy agente del CNI mi misión era infiltrarme en una organización que vive del tráfico ilegal de armas y mujeres. Me tuve que hacer amiga de su blanqueador de dinero, un financiero sin escrúpulos y muy peligroso. Oscar. Simulamos incluso un matrimonio. Para él real, para mi de ficción. Se casó con Lucía Peregrina de Andrés, nombre real, apellidos falsos. Oscar pensaba que yo trabajaba en una multinacional de alimentos infantiles, lo que me permitía el ir y venir sin dar muchas explicaciones. Y en esto, apareces tú. Recuerda cómo nos conocimos. Al principio no fuiste más que un oasis emocional en mi vida de mentira, poco a poco fuiste ganando espacio en mi corazón y nuestros encuentros se fueron intensificando, cada vez encontraba alguna excusa para poder pasar contigo un par de días. Al final me pilló y casi te matan. Por eso no nos permiten tener pareja en el trabajo porque podemos comprometer la vida de un civil sin formación en defensa personal. Siento en el alma lo que te ocurrió, menos mal que llegué a tiempo. Parece que he tirado por la borda cuatro años de seguimientos e información. La mafia oriental ya estará en alerta por el tiempo que lleva desaparecido Oscar. A mi me han ocultado por seguridad. Solo he salido de mi escondite y de mi nueva identidad para advertirte. Vete a Madrid, no te expongas, no hagas preguntas. Es gente muy peligrosa y pueden ir a por ti para utilizarte de cebo para llegar a mí.

- ¿Eres espía?
- Algo así
- ¿Y te acuestas con delincuentes para sacar información?
- No es agradable, créeme
- No me creo nada
- Es la verdad. Me viste matar a Oscar, estoy segura que algo en tu cabeza empieza a creerme.

Sebas saca de su bolsillo la foto con la nota por detrás.

- ¿Esto lo mandaste tú?
- No. ¿De dónde lo has sacado?
- De una mujer que me estaba siguiendo y me pinchó un somnífero en el brazo.

Lucía revisa la nota. Se parece mucho a su letra. Mira a Sebastián, su cara muda, pierde su perfil amable y amoroso, gana el profesional.

- Vámonos ya
Se levantan y se dirigen a los coches.
- Deja el tuyo ahí, seguramente te lo tienen localizado y vigilado. Sube al mío.

En la carretera toman rumbo hacia el norte.

- Pásate al asiento trasero y túmbate. Sí, no me mires así, hazme caso. Rápido

Según se acomoda Sebas en el asiento, tumbado con las piernas encogidas. Lucía se recoge el pelo y se coloca una gorra tipo beisbol, se sube el cuello del polo. De lejos nadie puede asegurar que sea una mujer.

Dos porsche cayenne negros cruzan a toda velocidad en dirección sur, calcula como mucho cinco minutos de ventaja contando la ida y la vuelta. Cuando pierde por el retrovisor la imagen de los dos coches. Toma el desvío hacia la izquierda en dirección al interior de la provincia mientras llama por teléfono a alguien.

- Agente en riesgo, localicen posición, necesito refuerzos de inmediato. Evacuación de testigo amigo
Entran en un pueblo solitario, casi desierto. En el polígono industrial a las puertas de la población localiza una nave con la puerta abierta, abandonada. Entra con su coche baja e intenta cerrar la puerta de la nave. El óxido se lo impide. Pide a Sebas que baje del coche y se esconda en la oficina al final de la nave. Lucía repasa su arma reglamentaria y dos cargadores adicionales. Poca munición para parar a la mafia que vendrá bien armada. Vibra su móvil.

- Sí. ¿Diez minutos? Mucho es. Rápido por favor

Mira hacia el fondo de la nave, donde se encuentra Sebas, sufre por él. Se arrepiente de haber sido tan imprudente. Seguro que el del chiringuito ha avisado a la mafia. Era el cebo, van a por ella y van a matarles a los dos.

Seis minutos más tarde uno de los Cayenne asoma por la carretera a baja velocidad, están buscándoles. Parece que se han dividido. Adivina tras los cristales tintados que deben ir tres en el coche. No para continua su marcha. Oculta tras la ventana rota sigue con la vista al coche. Han pasado de largo. Se relaja un segundo. Impaciente mira el reloj cada pocos segundos. Los diez minutos se le están haciendo eternos. Escucha la rodada de un vehículo, el otro Cayenne. Les han localizado, han pedido refuerzos. Mientras aparca en la entrada del polígono, regresa el primer vehículo negro para unirse. Descienden siete matones entrenados, seis hombres y una mujer, bien equipados con armas de asalto y calzado militar. La mujer da instrucciones. Se distribuyen en abanico  eficazmente, Lucía valora su entrenamiento militar. Mercenarios entrenados. Vuelve a consultar su reloj, los diez minutos prometidos están a punto de vencer y sin noticias. 

Los mercenarios se dividen en dos grupos, tres de ellos se dirigen por la calle a su derecha, una calle en cuesta, les pierde de vista al pasar la esquina. Los otros cuatro vienen de frente hacia donde se encuentran ellos. 

Sebas aparece a su espalda.

- Agáchate, ordena susurrando
- ¿Qué puedo hacer?
- Nada, esconderte y no hacer ruido. Vienen a por mí
- Vienen a por los dos

Un disparo se escucha a lo lejos, los mercenarios corren a protegerse. Otro disparo, una ráfaga. Escuchan un tiroteo que no cesa. Los mercenarios se despliegan para ir a ayudar a sus compañeros. Desaparecen por la misma calle. Van tres con rifles de asalto, se mueven con rapidez y prudencia. La jefa se queda a resguardo hablando por su teléfono, solicita instrucciones. 

Se asoman con cuidado Lucía y Sebas.

- Maite
- ¿La conoces?
- Es la jefa de seguridad del puerto. Me dio un video con lo sucedido el día que me atacó Oscar y le tuviste que matar
- ¿Te dio un video? Si nos llevamos las cintas
- Conectó a las cámaras privadas de dos embarcaciones amarradas en el puerto
- ¿Y eso se te ocurrió a ti solo?
- Eso parece. Voy a hablar con ella
- ¿Estas loco? Te puede matar
- ¿Y qué hacemos?¿Nos quedamos esperando que vuelvan los legionarios esos para descuartizarnos?
- Sebas, no salgas.
- Cúbreme

Sebas se incorpora y se dirige hacia la puerta.

- Maite. La llama

Maite se gira hacia donde está Sebas, sube su mano, le apunta con una pistola.

Sebas levanta las manos

- ¿Qué haces?
- No te muevas
- Maite. ¿Podemos hablar?¿Tienes que apuntarme con eso?
Maite mira alrededor, no deja de apuntar.
- ¿Dónde está tu amiga?
- Me dejó aquí hace un rato, siguió su camino.

Maite sigue girando su vista. No es capaz de distinguir a nadie. Lucía está perfectamente mimetizada con el entorno, no es fácil distinguirla. El tiroteo ha finalizado. Maite llama por el comunicador  a los miembros de su equipo, sin respuesta. Se pone cada vez más nerviosa.

- Baja hacia aquí
- No voy a bajar, quiero hablar contigo
- Sebas baja, no me hagas repetírtelo, te advierto que tengo muy buena puntería
- Y los que han venido a rescatarme, que han terminado con tu equipo A, también tienen buena puntería y medios. No te veo capaz de luchar con una pistola

La esquina la doblan seis hombres armados, los mercenarios regresan juntos e ilesos. Sebas decide regresar a la nave. Maite dispara tarde y falla. Los mercenarios instintivamente se sitúan en posición de combate acercándose cubriéndose y por turnos en dirección a la nave donde se oculta Sebas.

El primer mercenario se encuentra a escasos cuatro metros de la puerta de la nave. Un certero disparo le alcanza en la cabeza. Uno menos.

Identifican el sonido con una pistola y procedente de la misma nave o inmediaciones. Se agachan todos poniéndose a cubierto. Comienzan a avanzar, manteniéndose agachados, hacia la puerta de la nave industrial. Un nuevo disparo suena, esta vez alcanza a otro mercenario en el brazo que se queja en alemán. Una lluvia de disparos golpean la entrada de la nave y sus alrededores. No han localizado aún a  Lucía que se mantiene protegida y mimetizada. Un tercer mercenario avanza apuntando con su subfusil recibe un balazo en la pierna. Ya ha derribado a tres. Una nueva lluvia de disparos cae sobre ellos. Sebas nota las balas silbar cerca de su cabeza. Esto se pone feo.

Lucía se arrastra por el suelo y reptando llega hasta la posición de Sebas.

- No tenemos muchas opciones, en breve esa gente se nos van a echar encima. Tenemos que irnos. Vamos al coche.
- Es una locura, vámonos de aquí

Alcanzan la nave tres mercenarios y Maite. Acaban con Lucía de dos disparos certeros. Se acerca Maite hasta el cuerpo agonizante de Lucía, la remata de un disparo en la cabeza. Mira a Sebas, levanta su arma y fin de la historia.

En las noticias de los canales de televisión, relatan que miembros de la Seguridad Nacional han desactivado un comando activo yihadista muy peligroso que estaba planeando un gran atentado en nuestro país. Han incautado gran número de explosivos en su vehículo, preparado para perpetrar una masacre.

Sebas, tras tres días en coma inducido tras su operación, despierta en la UCI


- Vaya, buenas tardes, bienvenido, le hemos recuperado.
- ¿Dónde estoy?¿Qué día es hoy?
- Tranquilo Sebastián.
- Sebas
- Tranquilo Sebas, voy a avisar al médico

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