3.3.20

Jardinero de bonsais

Soy muy cuidadoso con mi trabajo, disfruto. Me relaja hasta el límite de perder la noción del tiempo, acaricio cada tallito, cada ramita, cada brizna. Todos los detalles son importantes. 
La belleza realmente es definitivamente el equilibrio, la perfección. ¿A quién no le abre lo bello? Todos elegimos por el atractivo.
Lo bello para serlo de verdad debe tener un 1% de imperfección, para evitar la simetría que convierte lo bonito en aburrido. La simetría supone admitir que existe algo igual que tu reflejo y ya dejas de ser algo  único, eres dos seres pegados, lo que te hace vulgar. La belleza es tal desde el momento que ese 1% llama la atención de manera imperceptible hasta conseguir atraer el deseo general.
Mi tarea de cuidado comienza lentamente, deslizando la palma de la mano por el jardín, mi corte de hierba preferido es el minúsculo, idealizo el corte de hierba del green en el golf, la agrostis stolonífera  un tipo de césped tupido y prieto como una alfombra persa de nudos. Una delicia el poder andar descalzo por ella, un placer pocas veces sentido. 
Me gusta que la pequeña pradera que cuido tenga el tallo del césped muy corto, si decides acariciarlo debes notar que es suave como la seda y corto, lo suficiente como para notar que existe sin llegar a pinchar.
El césped limpio, cortado en la misma dirección provoca un dibujo que al contraluz permite distinguir dos colores diferentes, uno brillante, el que recibe la luz y otro oscuro, el opuesto de cada pequeño tallo. 
Gusto de soplar a ras de superficie y observar el leve movimiento de los mini tallos que genera el aire expulsado en su dirección. 
Un peine de madera, con las cerdas cercanas y finas se convierte en mi herramienta preferida para alisar el prado, la madera evita la electricidad que crea la fricción de los fabricados en material sintético.
Recorto el exceso de longitud con una tijera de manicura, afilada y de fácil manejo. 
Cuido la parte central de la pradera respetando el borde de las raíces exteriores que asoman superficialmente avisando de la cercanía de la estrella del jardín. Es la parte más delicada de la composición, la que equilibra, la que adorna, la que da vida y atrae a los pájaros más golosos, hambrientos de su fruto dulce. 
Mi pequeño jardín huele a primavera, a suave dulce perfume de flores blancas, a frescor templado que invita a repetir. Su olor te abraza las neuronas, se te graba en la memoria para recordarte cómo huele la felicidad.
El pequeño jardín es capaz de mantener la temperatura que necesita de manera homogénea durante todo el año, las variaciones bruscas de varios grados le afectan negativamente, evito fuentes directas de calor, ya te digo que hay que cuidarlo.
Disfruto acariciando el césped, los bordes de las raíces y con sumo cuidado repaso las orillas de su pequeño lago.
Me acerco tanto en mi cuidado que sufro una sorpresa, algo fino entra en mi boca, ¡un pelo!
- ¿De qué coño será? 

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