4.6.20

Me voy al banco







Quiero ir al banco, necesito ir, para mí es algo irresistible. Desde que nos confinaron a todos en casa para evitar males mayores echo de menos mis rutinas, mis paseos por el parque, jugar a la encontradiza para echar un rato con la Eulogia, la Marta o la Ascen; corregir al conserje sus maneras de limpiar la escalera y el poco brillo que saca al pomo de la puerta, ir a comprar los viernes cuando más gente hay en el mercado. Con lo que me gusta a mí hablar con todos mientras esperamos.

E ir al banco. No soy millonaria, ni mucho menos. Son tan amables, como los de las alfombras esas que anuncian todas las mañanas en la radio. Siempre te atienden con una sonrisa, la empleada de caja me conoce por mi nombre y todo. Me gusta ir, siempre se aprende algo.

Esta mañana he madrugado para ir de las primeras, como te distraigas se forman una cola larguísima que  te obliga a dedicarle toda la mañana. Cuando he llegado a la puerta de la sucursal, ya esperaban tres clientes. Dos viejos, uno de ellos acompañado por una sudamericana pendiente del equilibrio del mayor que con mano temblorosa se apoya en un bastón. Y un joven con mono de trabajo. Aguardo mi sitio en la fila. En diez minutos, justo antes de la hora de abrir, calculo que somos cuarenta para entrar.

Mantienen la costumbre de los primeros días del confinamiento de abrir la puerta y permitir el acceso de uno en uno. Va rápido, en tres minutos me permiten pasar. Me dirijo a la caja, Nieves, la empleada que siempre me atiende no está, en su lugar se encuentra un hombre cercano a los sesenta que con aire torpe y cadencioso realiza el trabajo demostrando poca habilidad. Debe estar sustituyendo a Nieves y se ve que él no es un profesional de la caja.

- Buenos días ¿En qué puedo ayudarla?
- Vengo a hacer un donativo en la cuenta de la parroquia de San Valero
- ¿Sabe la cuenta?
- No
- Podría haber realizado la transferencia desde la aplicaron del móvil o desde el cajero automático sin necesidad de esperar la fila
- Yo con esas cosas no me aclaro, prefiero que me lo hagáis vosotros. Nieves sabe qué cuenta es
- Nieves hoy no está, me toca a mí y si no me dice la cuenta me temo que no puedo ayudarla
- ¿No puede buscar la cuenta en su ordenador?
- Me temo que sin conocer el titular de la cuenta, no puedo hacerlo
- ¿Estará Nieves mañana?
- Me temo que no, pruebe el lunes
- Bueno pues me voy, ya volveré el lunes

No me importa esperar, total, el donativo mensual de diez euros es lo de menos, realmente me gusta venir y poder charlar con los del Banco. Como es muy pronto, no está ni la panadería abierta, regreso a casa con paso lento en la esperanza de encontrarme a alguna vecina con la que poder charlar.

En la puerta de mi urbanización, ya con la llave en mis manos, dispuesta a abrir, escucho a mi espalda que me llaman

- Rosa, Rosa

Me giro y veo a mi antigua cuñada, hermana del aburrido de mi ex. Sole. Con ella siempre me llevé bien, es alegre, lista, despierta. Todo lo contrario que su hermano. Cuando le mandé a tomar vientos, me llamó Sole para decirme lo bien que había hecho por dejar a su hermano. No la veía desde hace un par de años.

- Sole, ¿eres tú? Con esto de las mascarillas, todos parecemos forajidos
- Sí, soy yo.
- ¿Qué haces por este barrio?
- He venido a verte. Pero no estabas en casa.
- He ido al banco, pero pasa, ven te invito a un café. Estarás sin virus ¿no?
- Sí estoy bien, tranquila

Ambas caminamos a poca distancia una de otra. Un comportamiento extraño, impropio de nosotras, en un par de meses, este virus ha cambiado nuestro comportamiento social. Lo habitual era que Sole y yo fuéramos cogidas del brazo, muy juntas. 

En mi cocina, mientras termina de preparar el café y las tostadas, Sole me cuenta el motivo de su visita.

- Te veo muy bien Cuñada
- Ya no soy tu cuñada
- Para mí siempre serás mi cuñada. Mira resulta que mi hermano se ha ido con el virus este
- ¿Qué hermano?
- Tu Manolo
- No lo sabía. ¿Cómo fue?¿Cuándo?
- A finales de marzo, se fue en un par de días
- Joder, me da pena, pobre hombre
- Como no os hicisteis papeles, eres su viuda
- Nosotros nos casamos por la iglesia y eso no se deshace. Otra cosa es que ya no le aguantaba en mi vida y le eché de mi casa
- Lo cierto es que dejó testamento y tenemos que ir al notario para abrirlo
- ¿Cuando?
- Hoy
- Tú siempre con las prisas, me podía haber avisado antes ¿no?
- Me enteré ayer por la noche y he venido a verte a primera hora, no quería darte la noticia por teléfono y antes de la hora de dormir. Sé lo mucho que te cuesta coger el sueño.
- Si yo de esto no entiendo, ¿Qué me pongo?¿Debo ir de negro?
- No lo veo necesario, la verdad. Hemos quedado a las once de la mañana. Si no entiendes algo, el notario lo explicará

El testamento resulta que es muy complicado, acciones, dos casas, un plan de pensiones, un seguro de vida e infinidad de detalles para repartir entre sobrinos. Todo el patrimonio me lo deja a mí, que le eché de casa. Me sorprende.

Mañana tengo que ir al banco para que me expliquen qué hacer, vaya lío. Joder con Manolo, no sabía yo que tuviera tanto dinero. Mañana al banco, seguro que la Directora me empieza a hacer caso.

Mañana a madrugar, de nuevo al banco. Organizaré mi herencia, veré que hago con el dinero. No están los tiempos para derrochar. El donativo, puede esperar.

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