26.9.21

Fin de semana en la gran ciudad

 




Reyes, como todos los meses de septiembre planea un fin de semana largo en Madrid. El año pasado por aquello del confinamiento no pudo disfrutarlo. Tres días lejos de la censura y las miradas inquisidoras de sus vecinas del pueblo. Se siente vigilada desde que la pillaron disfrutando de tardes de pasión con Eulogio, su primo segundo por parte de madre con quien siempre tuvo una gran afinidad. No se ennoviaron por el qué dirán y porque necesitaban pedir una bula papal para poder desposarse. Al final la presión social pudo con ellos, sobre todo la presión que ejerció su fallecida madre, prima de la madre de Eulogio.

 

Con el pasar de los meses, a él le emparentaron con Lucía, una niña buena y sosa de la localidad quien curiosamente era heredera de un número incontable de fincas de labor, La marquesa. Un partidazo. Lástima de su poca fogosidad, acomplejada por su pelo pobre y su mirada estrábica hacia la izquierda. Solo un hijo, suficiente para encargarse del campo cuando ellos envejezcan.

 

Los cuerpos que se atraen son como imanes potentes, ya los puedes esconder, vestir o enterrar que si el polo opuesto pasa cerca, terminan por juntarse. Tras años evitándose, coincidieron en el funeral de Asunción, la madre de Reyes y 

tras esos momentos, encontraron escusas perfectas para reencontrar su pasión. Les pillaron besándose en la puerta de casa de Reyes, un descuido por su parte el haber abierto antes de su despedida pasional. La marquesa fue apercibida y ordenó a su marido que tomara distancia de su prima para que no se repitiera. El resto de las vecinas, temerosas de que la perdida de Reyes pusiera su mirada en alguno de sus hombres, la hicieron vacío mientras murmuraban a sus espaldas en cuanto se cruzaban con ella. La temían por su belleza, por su libertad y porque en el fondo no se sentían seguras de sus hombres.

 

Solo encontró comprensión en su amiga Laura, la de toda la vida, que sabía del enorme amor que existía desde siempre entre ambos primos. 

 

Laura, le encargó lotería de navidad comprada en Madrid. Reyes lo hacía solo por su amiga, dedicar una hora de su fin de semana para guardar la cola que se formaba entre turistas de media España para comprar sus encargos de décimos de las apuestas de la lotería navideña. Para hacer más corta la espera de la lenta fila de apostantes, decidió probar sus auriculares nuevos que acababa de comprar en FNAC. Como cada año, su primera compra siempre tenía algo relacionado con la tecnología. Unos auriculares tipo piloto de avión, inalámbricos para poder escuchar con nitidez música o sus series favoritas. En esta ocasión, eligió música de los ochenta. Los auriculares son magníficos, con una calidad de sonido excelente y un aislamiento acústico perfecto.

 

La fila avanza a un metro por minuto y medio, son muchos los apostantes y la compra media supera los seis décimos.

 

Tres días de compras, disfrutar del ambiente e ir al teatro. Ella sola sin nadie que la vigile.

 

Charles sobrevive mal que bien compartiendo un piso minúsculo con otros cinco compatriotas todos procedentes de Nigeria. Tras meses de viaje y trabajos en semi esclavitud para mantenerse durante su travesía, llena de dificultades y peligros, donde se enfrentaron a un oleaje especialmente bravo mientras cruzaban el estrecho. Vio morir a dos niños, una madre gestante y cuatro varones adultos. Charles no sabe nadar y por precaución se ató la muñeca a la barca. Esa decisión le ayudó a conservar su vida a diferencia de alguno de sus compañeros de travesía que en los golpes de mar saltaron fuera de la embarcación siendo incapaces de regresar al bote, ahogándose sin remedio.

 

Para Charles el fin de semana es la mejor oportunidad para vender su mercancía, traslada en una lona de grandes dimensiones bolsos y monederos que imitan el diseño de grandes y caras marcas de moda. Para facilitar su rápida recogida y huida su mercancía está atada a la lona de manera que cuando aparece la policía, es capaz de recoger todo su tenderete tirando de una cuerda y echándose al hombro su tienda en menos de dos segundos para salir corriendo un centenar de metros, los suficientes para que la policía no inicie su persecución. Es más una labor disuasoria que persecutoria. Sus ventas perjudican al pequeño comercio del centro y la imagen que quiere ofrecer Madrid a sus turistas no incluye este tipo de comercio pirata. Cierto es que sus compradores habituales son turistas de provincias con poco poder adquisitivo y que valoran una buena imitación para poder lucir en sus pueblos bolsos de Gucci, Carolina Herrera o Loewe sin serlo.

 

A la salida de FNAC, Reyes dedica unos minutos a observar los bolsos expuestos en la manta. Uno de ellos está ahí por ella, nota su llamada, una copia perfecta de un Coach de color azul marino, discreto y muy ponible. Tras un breve regateo, del que no se siente especialmente orgullosa ni habilidosa, consigue su capricho a treinta y cinco euros. Camina bajando la calle del Carmen hasta que topa con la larga cola de la lotería.

 

–Solo por ser tú, Laura. Me voy la tirar aquí dos horas. –Piensa Reyes mientras asciende hasta el final de la fila.

 

Ordena sus compras, aprovecha para sacar de su caja los auriculares, conectarlos a su teléfono y tras dejar en una papelera la caja y sus instrucciones, reordena sus pertenencias en su nuevo bolso.

 

La música de Nacha Pop, Mamá, Depeche mode y Tequila suenan con fuerza. Sus recuerdos de las noches de baile y fiesta con Eulogio en su juventud le vienen a la memoria al ritmo de los acordes conocidos y reconocidos desde entonces. La fila avanza, ya recupera la calle del Carmen, a escasos cuatro metros de la entrada de la administración de lotería más famosa de España. Repasa el papel donde tiene anotado el encargo de Laura –Un décimo par terminado en seis y que tenga un ocho entre sus otros dígitos y otro con la fecha de su cumpleaños 13764– 

 

La de supersticiones que deben aguantar los vendedores de la administración, sin perder su sonrisa le consiguen sus deseos y sale, siempre acompañada de su música, del local mientras guarda sus décimos en el bolsillo interior con cremallera de su nuevo bolso.

 

Una carrera desenfrenada se inicia en la plaza del Callao, hay un evento autorizado para dentro de media hora y la policía tiene orden de desalojar la plaza de manteros para poder acordonar la zona. 

 

Una patrulla de refuerzo sin experiencia en el centro de la ciudad, es la encargada de expulsar a los manteros, doce nigerianos que venden ropa y complementos en el pico del FNAC entre Carmen y Preciados.

 

Los policía inexpertos persiguen a los manteros más metros de los recomendados. Los nigerianos son fuertes y veloces, huyen de sus perseguidores con determinación, cargando sus grandes lonas donde transportan su preciada mercancía con la que se ganan la vida. Se dividen siete por la calle del Carmen y cinco por Preciados. A toda velocidad bajan la calle evaluando a conveniencia de desviarse hacia la izquierda en cuesta arriba hacia la plaza del Carmen o continuar hacia Sol. Las viandantes se apartan hacia las fachadas evitando la estampida de los fuertes subsaharianos cargados, salvo una mujer ajena al ruido externo por su perfecto aislamiento acústico lleno de música y la mirada perdida buscando la cremallera del interior de su bolso.

 

El choque inevitable se acompaña de gritos de otras personas que con ánimo de prevenir a Reyes movían sus brazos y subían la voz. Primero le rozó el hombro de uno de los corredores que la hizo trastabillarse, el segundo mantero chocó de lleno con ella y sin bajar su ritmo continuó corriendo mientras Reyes perdía el equilibrio e iniciaba su caída hacia el suelo, el tercer mantero, Charles, sin poder evitarlo, golpeó con su rodilla la sien de Reyes de manera que su cabeza giró con fuerza hacia su izquierda con la mirada perdida y sus auriculares volando. Del violento golpe Charles consigue no caer y tras una mirada de reojo ve caer a una mujer y a varios viandantes rodearla para ayudar.

 

Los servicios médicos de urgencia se hicieron cargo de Reyes, evacuándola en ambulancia hacia el hospital más cercano. 

 

La ausencia de noticias en prensa me hace pensar que sobrevivió.

 

Por la noche, metros más abajo, junto a una papelera, un indigente analiza el contenido de un bolso azul y unos auriculares rotos. Dos décimos de lotería, un teléfono móvil y un monedero con trescientos euros. Lo suficiente para vivir un par de meses. La lotería se puede vender a los últimos de la fila de la administración, el móvil también tiene su mercado, lo apaga para que no suene, seis llamadas perdidas de “Lau” y “Eu”. Mañana lo venderá. La documentación de la dueña, al buzón, Correos si quiere se encargará de que llegue a su propietaria.

 

Multitud de personas aisladas compartiendo espacio y tiempo. Muchas de ellas solas y otras muchas aisladas por sus auriculares. La mayoría son turistas procedentes de provincias. Comparten su plan, Primark, comprar lotería, ir la ver El rey león y cenar lo que se pueda. La normalidad de siempre. Terminó la pandemia.

 

Un fin de semana en el centro de la gran ciudad. Reyes, víctima colateral. 

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