24.12.21

Por joder

 


Yolanda es muy de joder, lo tiene dibujado en la cara. –Tiene guiño– dicen las viejas vecinas del portal cuando se cruzan con ella, una vez que se han asegurado de que no las puede escuchar. Yolanda tiene ojos diminutos, separados y escondidos tras unas gafas de pasta negras pasadas de moda desde hace más de un lustro. Tampoco es Yolanda muy de gastar, estira la ropa hasta el límite del tinte oscuro de los hilos de sus prendas. 
 
El desgaste de su ropa se disimula al vestir siempre de negro o de grises muy oscuros. –El color negro estiliza la figura– le cuenta a su hija treintañera que vive con ella por falta de novio que la soporte.
 
El As de picas y La moscorrofio, los motes con los que bautizó, muy acertadamente, el conserje a madre e hija del cuarto A. Una siempre de negro con pantalones incapaces de tapar su enorme culo y sus cortas piernas; sus hombros estrechos y su cabeza pequeña dibujan el perfil completo de un mote muy bien traído. La otra, igual pero en versión joven. Lo que era un físico admisible hace cuarenta y cinco años en el pueblo ya no lo es tanto en la época actual en la capital. Ni el más desesperado soltero es capaz de parar su mirada en semejante adefesio. La pobre hija, fea como Betty la de la serie de televisión de finales del siglo XX también ha heredado la mala leche y el hablar cortante de Yolanda.
 
Ella es muy de joder, y se nota. La semana pasada, ambas, madre e hija, decidieron ponerse sus tacones para moverse por la casa. Al pobre Andrés, vecino del tercero A se le ocurrió tocar el piano el pasado viernes para celebrar la visita de su nieto Alejandro, un virtuoso del violín. Ambos disfrutaron interpretando un concierto con obras de Mozart y Haydn. Abuelo y nieto en perfecta sintonía. Varios de los vecinos aprovecharon apagando sus radios y televisores, bajando la intensidad de las luces para disfrutar de cada acorde del sonido envolvente que recorría el patio interior de la finca. 
 
A las Yolanda, madre e hija, les molestó la música porque no les dejaba oír bien su serial turco de la tele. Podían haber subido un poco el volumen de la televisión, pero son de la opinión que si se sube gasta más luz y eso es sinónimo de tirar el dinero. Un razonamiento muy en la línea del nivel de su intelecto.
 
Solo por joder, se pusieron tacones. Mala idea, Yoli, mala idea, llevabas veinte años sin calzarte en altura y tus juanetes echan de menos los zapatos de monja con plantillas que utilizas a diario. Resultado, un dolor de pies horroroso, paralizante y atroz que le sube por toda la columna hasta anidar en su hipotálamo criando una migraña. 
 
Prepara la cena, dos tortillas francesas y un poco de jamón de york, subida en sus siete centímetros de desnivel. Una tortura que tras todo el día jodiendo se convierte en un dolor tan horrible que decide concederse un descanso.
 
Recorre el pasillo hasta su habitación con pasos cortos y apresurados. Necesita sus pantuflas de casa, mata por calmar ese dolor. Se sonríe pensando en la desesperación de Andrés.
 
–Así aprendes la lección y no vuelves a molestarme a la hora de la serie con tu música antigua– ­ piensa Yolanda mientras se descalza lanzado un suspiro de satisfacción.
 
A esa misma hora, Andrés atraviesa el portal de la finca tirando de su maleta con ruedas. Tras una semana de vacaciones con su nieto en Praga y Viena donde has asistido a dos conciertos de cámara en las capitales de la música.
 

3 comentarios:

  1. Jajaja..... Muy bueno. Muy ingenioso!!!! Gracias!

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  2. Muy buena la pintura de personajes. Se produce cierta confusión porque parece que se pusieron los tacones en el mismo momento en que Andrés y su nieto hacían música, pero resulta que era cuando estaban volviendo de las vacaciones.
    Tema aparte: esa foto de los pies con tacones es muy sexy, y no coincide para nada con los supuestos pies del personaje.

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