18.12.21

Turnos en Navidad

 


 

Para empezar, un veinticinco de noviembre, por primera vez en los últimos siete años, Miguel dijo que no.

 

–¿No? –replicaron a dúo sus compañeras.

–Este año, no, lo siento, yo también tengo derecho.

–Pues a ver cómo lo hacemos –reflexiona Arancha.

–Vosotras veréis pero conmigo no contéis.

–¿A que se debe este cambio, si a ti nunca te ha interesado la Navidad? –Insiste Consuelo.

–Creo que no tengo por qué dar explicaciones. Estoy en mi derecho, y como el año pasado me tocó a mi trabajar esos días, estoy exento para este. Os lo aviso con tiempo para que os podáis organizar.

 

Arancha y Consuelo se miran sorprendidas mientras en sus cerebros se multiplican las cábalas y deseos.

 

Cerebro de Arancha: Pues este año, nochebuena toca en mi casa, vienen mis padres, mi hermano Luis, la pesada de mi cuñada con sus insufribles niñas gemelas. Que por cierto no tienen ningún parecido con mi hermano, a ver si mis sospechas de antaño se confirman y son el resultado de un desliz de la paticorta esta. Claro que para eso debió encontrar un sosipollas como mi hermano y de estos no abundan. ¿Y cómo lo hacen? Si se pone a cuatro le queda todo muy bajo para el larguirucho de Luis, usarán cojines para elevar sus rodillas, mejor se pondrá de espaldas, ¿y verle esa cara de morsa? por mucho que le gusten a Luis los animales, no me lo imagino. Tumbada de espadas. Ayer cuando me tumbé mi vista fue directa a la lámpara del techo la habitación, tenemos que cambiarla se ha quedado antigua y muy fea, además da demasiada luz y no luce el color pastel de las cortinas esas tan monas que compramos en la primavera. No me gusta, a ver cómo se lo digo yo a este porque esa lámpara fue un regalo de su abuela. Para la cena creo que lo mejor va a ser asar un pavo, como los americanos, y tengo que encargarlo con tiempo para que no se me complique luego. Joder con Miguel, qué lío nos ha montado.

 

Cerebro de Consuelo: Ostias, ¡qué buena oportunidad para librarme de la cena familiar en casa de mi hermana!, mira que me jode tener que ir sonriendo todos los años para contener las ganas de contestar a la suegra de mi hermana que para cuándo voy a tener novio, que se me pasa el arroz o que si me gustan las mujeres. Soportar las miradas llenas de intención de mi cuñado, llenarme de paciencia con los pesados y ruidosos de mis sobrinos; y no tener ni un minuto tranquilas para poder charlar entre las hermanas para terminar conjurándonos para vernos un día de estos y estar tranquilas. La nochebuena de mierda de todos los años. Por una vez me vendría bien, mira que odio la navidad y todo lo que trae. Juntarse y ser felices por obligación cuando lo que de verdad me apetece es descansar tranquila, sentarme a leer y disfrutar de esa paz que se consigue solo cuando vives sola. Otra cosa es ponérselo fácil a la bruja de Arancha que va a pretender sacar ventaja de su situación familiar como si eso tuviera algún derecho escrito. Y Miguel mirándonos con esa media sonrisa de sorna que usa cuando se lo está pasando muy bien. Que no se me olvide que esta tarde debo pasarme por los grandes almacenes que hay ofertas de toallas y me gustaría cambiar un juego que ha cogido olor a húmedo, mira que tengo cuidado y nada, siempre me pasa lo mismo. Me dan una ganas de abofetear a Miguel y quitarle esa sonrisita. Menuda has liado, cabrón.

 

Cerebro de Miguel: nada.

 

–Consuelo, ¿qué opinas? – rompe el hielo Arancha.

–Pues no sé. No lo había pensado hasta ahora. Desde que entré a trabajar aquí, siempre se encargó Miguel.

–Lo normal es que se elija por antigüedad en la empresa –se anticipa Arancha quien pone en valor el estar en plantilla desde que se abrió el centro.

–No hay nada escrito que lo fije –se mete en la conversación Miguel.

–Antes de la antigüedad tiene prioridad el rango profesional –indica Consuelo al saberse ella con mayor nivel que sus compañeros.

–Lo único que está claro es que al haber sido yo el que realizó la guardia de Navidad el año pasado, estoy exento este. –Miguel quiere salirse de esto.

–No hay nada escrito que indique lo que estás diciendo, Miguel –Consuelo, saca el rango.

–¿Y hay algo escrito que regule cómo se asigna la guardia? –Arancha comienza a temerse lo peor –Podemos sortearlo entre los tres.

–La norma de la empresa dice que el responsable de departamento es el encargado de fijar los turnos de guardia de cada mes y no veo el por qué debe existir diferencia entre los diferentes meses. Luego la guardia de Navidad le tocará al que por turno de festivo le corresponda. No hay sorteo, ni mandangas –Consuelo saca galones.

 

El silencio se impone en la sala, los cerebros de los tres repasan mentalmente el orden de los turnos.

 

Cerebro de Arancha: Mierda, me toca a mí, el día uno de noviembre le tocó a Miguel y el nueve de noviembre a mí. Luego el seis de diciembre le tocará a Consuelo y el ocho a Miguel. Pero la Navidad es especial.

 

Cerebro de Miguel: Esta vez me libro, solo faltaba que me hubiera tocado de nuevo. Pero mira la jodida de Consuelo que no me quería librar este año después de haber sido yo voluntario durante varios años.

 

Cerebro de Consuelo: Piensa, piensa.

 

–Lo justo sería librar a Miguel este año del turno de Navidad ya que el año pasado le tocó porque se prestó voluntario y me lo cambió a mi. –Consuelo indica.

 

Miguel asiente agradecido aunque sospecha que la bondad expresada por Consuelo tiene mucho de calculada al comprobar que no le tocaba, por turno, a él. Le queda la duda de qué hubiera pasado si por turno le correspondiera a él.

 

»–Por turno te toca a ti, Arancha.

 

–Lo sé, pero es un día muy importante para mi familia y vienen todos a mi casa por nochebuena.

–Estamos hablando del turno de Navidad, no del veinticuatro. –Recuerda Consuelo.

–Por eso, cenaremos y nos acostaremos tarde. El veinticinco es un día de mucho trabajo y no es buena idea venir cansada.

–Ya, pero te toca.

–Estoy de acuerdo con librar a Miguel, ya bastante ha hecho él todos estos años. ¿El día de año nuevo?

–Me toca a mí –recuerda Consuelo –y ese sí que es un día de muchísimo trabajo.

–Podíamos cambiar las guardias entre nosotras. Yo hago año nuevo y a cambio, tú haces Navidad –propone Arancha.

 

Cerebro de Consuelo: Si vengo en Navidad tengo la excusa perfecta para librarme de la familia de mi hermana y un año que gano porque a sus suegros no los volveré a ver en doce meses y al mirón de mi cuñado hasta verano es difícil. En el fondo me da igual.

 

–Pues mira, me viene mal, la verdad, tengo planes y ya me organicé para trabajar en fin de año.

–Pero si estás soltera y sin hijos.

–Tengo el mismo derecho que una madre de familia. Tener pareja e hijos no veo que sea prioritario. Además las normas de la empresa son claras y no se prioriza en función de la edad de los hijos, tener familia o pareja. Te toca a ti, Arancha. No le des más vueltas. Venga a trabajar, que tenemos mucho tajo hoy.

 

A media mañana, Miguel se acerca a Consuelo.

 

–¿Y qué te cuesta? Los dos sabemos que hasta te vendría bien trabajar en Navidad.

 

Miguel recibe una sonrisa enigmática como respuesta. Consuelo sigue concentrada en su trabajo.

 

–Se lo cambiaré yo, entonces. Por el día de Reyes.

 

Consuelo centra toda su atención en Miguel. 

 

–¿Qué?, ¿que vas a hacer qué?

–Tía, me da pena. Sé que puede llegar a ser un poco pesada, pero los dos sabemos lo importante que es para Arancha la nochebuena en familia, aunque después termine de los nervios con su cuñada.

–Habíamos hecho planes...

–Lo podemos cambiar a fin de año, no me importa. Pasar la noche con tu hermana y su familia no es mi idea de un buen plan.

–No se puede notar que estamos juntos, Miguel.

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Buen viaje, Joe

  Joe, simplemente Joe. Omitiendo, desde siempre, el rango familiar de tío. Recuerdo tu aterrizaje entre la familia cuando Ana, también sin ...