22.12.19

Primer adiós

Me gustaría que nos acompañaras a la consulta con el cirujano.
- Claro, confirmo extrañado con la solicitud. ¿Cuándo es y dónde?
- En la clínica Quirón de Juan Bravo a las 12 de la mañana el jueves.
Consulto mi agenda en el móvil, debo ajustar alguna cita, nada que no se pueda solucionar.
- Vale a las 11 paso a buscaros y vamos juntos.

La clínica Quirón ha tenido obras durante los últimos años, le han lavado la cara, se ve más moderna, más cómoda. Hace años su imagen recordaba a las tradicionales clínicas de monjas, limpio con aire antiguo. 

La zona de consultas aún no ha recibido el baño modernizador, el acceso incómodo y la sala de espera poco acogedora. 

Amenizo la espera poniéndome al día de correos electrónicos del trabajo, es mi manera de evitar preocuparme. Intento iniciar conversaciones banales para pasar el tiempo. No está el ambiente para ello. Mi madre a penas disimula su preocupación se entretiene repasando los sobres con los resultados de las pruebas médicas que han realizado a mi padre. Mi padre, fiel a su costumbre, opta por resolver alguno de sus complicados pensamientos. Se suele entretener en silencio, ajeno a los movimientos a su alrededor. Nunca ha sido curioso, no va a empezar a los setenta y cinco años. Sabe lo que tiene, lleva con sus problemas desde siempre, le acompañan en su vida. Imagina que tiene pocas opciones para elegir. Su conciencia católica le acompaña siempre, le da sosiego y una visión más calmada de su futuro. Tiene fe. La fe trae consuelo y paz. Su rostro es la definición de estar en paz consigo mismo. 

Nuestro turno, acompaño a mis padres a la consulta. Nos recibe el cirujano, un señor de unos sesenta y pocos años, grande, elegante y risueño. Su sonrisa tranquiliza.

- Pasad, sentaos. Mira Oscar, el cateterismo nos confirmó las sospechas de su cardiólogo. Obstrucción grave de las arterias que alimentan el corazón. Prácticamente cerradas. Por eso te cansas tanto y tan rápido, no te llega sangre ni oxígeno al resto del cuerpo.
- Sí, eso me dijo el doctor que realizó la prueba
- En esta situación, volver a colocar un Sten sustituyendo a los que te instalaron hace doce años, no soluciona nada. En mi opinión solo queda una opción, cirugía. Realizar tres bypass coronarios para salvar la zona necrosada y permitir el flujo de sangre.
- Con esa idea vengo. 
- Si lo tienes claro, en tu situación, más pronto que tarde.
- ¿Qué fechas tienes?
- Podemos hacerlo la semana próxima, el jueves por la mañana.
- Sea.
- Poco te lo piensas, amigo.
- No hay otra opción ¿verdad? pues cuanto antes.
- Te voy a explicar la intervención. Se dirige a mí, el hijo. Hay dos técnicas para esta intervención, la extra corpórea donde conectamos el cuerpo a un corazón mecánico, mientras extraemos el original y lo reparamos en una mesa a parte, al finalizar volvemos a colocarle en su sitio. La otra técnica es provocar una hipotermia controlada para reducir al mínimo los latidos de manera que nos permita operar directamente y reducimos el riesgo. ¿Hasta aquí bien?
- Sí, continúa.
- Nosotros utilizamos la segunda técnica es un poco más segura. No podemos decir que no hay riesgos, porque esta operación en sí, los tiene. También te puedo decir que nuestro porcentaje de éxito supera el 97%.
- Eso tranquiliza, no puedo dejar de pensar que en mi caso el todo o nada, estadísticamente hablando.
- Vamos a confiar, Oscar. ¿Tenéis alguna duda?. Bien pues fuera la enfermera les informará del protocolo, les cerrará la cita con el hospital. Tendrá que ingresar la tarde noche anterior. 

Los trámites administrativos te distraen, un nuevo escenario se abre ante mí, una posibilidad que ni había contemplado hasta ese instante. Informo a mis hermanos para que vayan haciendo planes para la semana próxima. Mi madre está en shock, su mirada se pierde en el infinito. No está preparada para esta incertidumbre como tampoco lo está para asumir la pérdida. Delega en nosotros sus sentimientos. Elige enfundarse en su frialdad emocional para protegerse de la sensación de miedo a la pérdida.

Durante los seis días que faltan para la operación, me siento perdido. Me entretengo afrontando mucho trabajo, todo por entretener el cerebro. No me quiero preparar, rechazo la idea de que el 3% de resultados negativos del cirujano tenga el nombre de mi padre.

El día señalado madrugo, quiero estar el primero en la habitación. Mi madre ha dormido en el hospital, realmente ha estado en el hospital, dormir, no lo ha conseguido. Ni la pastilla que le dio la monja por la noche ha tenido efecto. 

- ¿Cómo estás, papá?
- Bien. Cuida de tu madre mientras esté en el quirófano. Está muy preocupada.
- Es para estarlo. ¿Y tú cómo lo afrontas?
- Estoy tranquilo, confío en el doctor Ruiz. Y si tiene que pasar, estoy preparado.
- Tú sí, pero ¿nosotros?
- Eres fuerte. Ten fe. Confío en salir de esta.
- Papá...

Me aprieta la mano, su gesto más cariñoso conocido. Me mira a los ojos, esos ojos negros profundos, esos ojos que hablan. Su mirada me dice PAZ.

Se lo lleva el celador, no me he podido despedir, no me ha dejado. Me quedo tranquilo.

- Mamá, vamos a desayunar, aquí no hacemos nada. La operación dura dos o tres horas. Vamos a salir de aquí. No me gustan como huelen los hospitales.

La operación, un éxito. Esta vez no hizo falta despedirse, la próxima espero que sus ojos me lo permitan. Lo pasé muy mal esas horas de incertidumbre.

Mi primer adiós fue con una mirada, ¿qué más se puede decir?

Adiós papá, me alegro que sigas con nosotros.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comparte tus sensaciones y emociones. Gracias

Buen viaje, Joe

  Joe, simplemente Joe. Omitiendo, desde siempre, el rango familiar de tío. Recuerdo tu aterrizaje entre la familia cuando Ana, también sin ...