23.1.20

Una semana con el abuelo







Laura deambula por la cocina haciendo tiempo, el calor estival es insoportable a la hora de la siesta. Su abuelo Manuel reposa en su sillón en una postura poco recomendable para su dolor de espalda. 
Por experiencia conoce Laura la conveniencia de permitirle descansar, lo necesita. Si le despiertas de su siesta se pondrá muy impertinente y no merece la pena. Total está dormido.
Se turnan los cuatro nietos para acompañar al abuelo por semanas durante el mes de julio. 
La vida en la aldea asturiana es tranquila, demasiado para Laura acostumbrada a la marcha de Oviedo. En la aldea quedan más vacas que vecinos y los que quedan comparten edad con el abuelo. Está Chisco el viejo gruñón de la casa más cercana y Covadonga una vieja maestra que se quedó sorda hace muchos años. Suelen refugiarse en sus casas la mayor parte del tiempo, salvo los escasos días de sol que aprovechan ambos para captar el calor para sus cuerpos y salen para encontrarse bajo el manzano que une las tres propiedades.
La mañana la entretiene el abuelo en pastorear y pasear por las sendas que llevan al monte. A eso de la una ya cansado regresa a su sillón. Antes de la comida, caen diez minutos de sueño reparador, tras su comida, abundante como buen asturiano, siesta en el mismo sillón. La tarde transcurre despacio con la radio de fondo, entretenido con tareas manuales que mantiene ágiles sus dedos.
A Laura su semana se le hace eterna, sin wifi y sin jóvenes por los alrededores, no tiene nada que hacer. Pocos libros se ha traído y su ánimo tampoco encuentra consuelo en la lectura. Le duele el alma. Pelayo, su novio de los últimos dos años decidió cambiar, ya no te quiero le espetó y la despachó para arrimarse a una nueva que había aparecido por la Uni. Sin ninguna explicación la despachó, está   dolida, despechada, sintiéndose un envase utilizado, un desperdicio. No es que su relación hubiera sido muy pasional desde el principio, tampoco se atrajeron como imanes, ni se buscaban continuamente. Era una relación muy relajada, casi distante. Empezaron como por obligación, los amigos de la pandilla empezaron a ennoviarse entre ellos y solo quedaron ellos, se juntaron porque era lo más cómodo, lo esperado y se llevaban bien. 
En ningún momento se paró a pensar sus sentimientos hacia Pelayo. Al llegar a la aldea recapacitó y llegó a la conclusión que estaban juntos por presión social, tenían que haber mantenido la amistad sin pasar a otro estadio.
Físicamente, Pelayo, no es su tipo. Ahora cae en la cuenta de su tacañería con los besos, las caricias y el infrecuente, escaso y aburrido sexo entre ellos. Con veinte años follaba menos que sus padres tras veinticinco años casados. Eso no es normal.
El abuelo todas las noches antes de acostarse la invita a salir con él la mañana siguiente a dar una vuelta por las vaques, así te da el aire. No la apetece madrugar, andar diez kilómetros, ver vacas, árboles e insectos. Demasiado para su cuerpo sedentario. Esa noche, tras la breve cena, su abuelo la vuelve a invitar.
- Vale. Pero no me canses mucho güelu
Manuel se va a dormir con una sonrisa en la cara. Le ha hecho feliz.
- Mañana a las seis salimos, ponte el despertador.
Manuel gusta de descansar en la cama desde bien pronto. No se duerme hasta casi las once, su rutina es acostarse pronto manteniendo el calor en la cama, escuchando su radio, hasta habla con ella. La radio es su única compañía durante el largo y duro invierno. Es su familia y con ella mantiene conversaciones continuamente
- ¿Puedo pasar güelu?
- Pasa hija ¿Qué te preocupa?
Laura busca consuelo, se tumba en la cama apoyando su cabeza en el pecho de Manuel quien ha apretado su brazo derecho para abrazarla.
- No entiendo por qué me ha dejado Pelayo. ¿Qué les pasa a los hombres?
- Al hombre se le gana en la cama y con la risa. Manuel sentencia.
Laura mira a su abuelo, en pocas palabras ha dado en el clavo. Con Pelayo poca cama y nada de risas.
Se acurruca un poco más junto a Manuel quien la acoge bajo su brazo derecho y la arropa con la colcha fina. No necesitan hablar más, con ese abrazo basta.
Primero una lágrima, después otra y otra y otra hasta llegar al hipo. Laura se desahoga, su dolor, su rabia, su tristeza necesitan salir. Moja el pecho de su abuelo quien no se mueve, simplemente acaricia la cara de Laura una y otra vez. Cuando el hipo y el riego de Laura desaparecen, se decide a comentar
- Laura si no le quieres ¿para qué estar con él? Tú te mereces estar con alguien al que quieras y que te quiera.
- No me gusta nadie en Oviedo
- ¿Quién te dice que debe ser de Oviedo o de Gijón o asturiano? Cuando le conozcas lo sabrás
- Nadie me quiere güelu
- Yo sí, mi niña
- No cuenta, pero gracias por decírmelo
Las seis de la mañana es muy pronto para Laura, aún así se ha despertado a tiempo, preparado café, dos tazas y el zurrón con el almuerzo para el paseo. El tenue amanecer matizado por las verdes montañas abre el día, la hierba está húmeda de la noche, nota fresco. Elige una sudadera, se cuelga el zurrón y se sitúa a la derecha de Manuel. Comienzan a caminar por el sendero en dirección a la montaña, las vaques veranean en alto, sueltas alimentándose del prado natural. 
Manuel ha bajado su ritmo habitual para facilitar a Laura acomodarse a su marcha, oye cómo resuella al ritmo del esfuerzo andando cuesta arriba. No son de hablar sin necesidad, la conversación la guardan para luego durante el almuerzo.
- Jacintaaaaa. Manuel llama a una de sus vacas que se ha apartado de la manada. 
- ¿Cual es?
- Aquella roja, la que está apartada. Se habrá peleado con Rosa, la número 432, es muy mandona y gusta de molestar bastante al resto de la manada.
- ¿Las conoces a todas?
- Claro, a todas
Manuel acaricia a varias de sus vacas que se acercan al reconocerle. Habla con cada una de ellas, se prodiga en caricias.
- Las vacas buscan el roce, sentir el cariño. Como los novios
- Güelu 
- No es una crítica. Cuando encuentres el amor y a la persona adecuada te saldrá de manera natural acariciar, besar, rozarte y la pasión. Obligar a los sentimientos no produce satisfacción ni placer más bien al contrario, tensión y un dolor interno que crece poco a poco en tu interior. Ven toca a Jacinta es muy dócil y mansa, no temas. Ven
Laura ayudada por Manuel acaricia el lomo y la testuz del animal, tras los primeros segundos de temor nota como sus caricias producen un relajo en el animal y en ella misma.
- ¿Lo ves? Dar y recibir caricias cuando hay sentimientos producen satisfacción y atracción. Jacinta te ha admitido en unos segundos, los mismos que has necesitado tú para sentir que te hace bien acariciar. Ambas habéis ganado y ambas al rozaros os habéis sentido más cercanas. Jacinta te recordará de por vida cada vez que vengas por aquí.
- Es una vaca
- Las vaques tienen sentimientos más limpios que muchas personas y sobre todo que casi todos los novios del mundo. Si alguna vez te sientes mal, un rato con ellas te devuelve la confianza en la vida
La mañana pasa fugaz, el sol gana ya la vertical. La sudadera de Laura abre su cremallera aun pronto para quitársela es un signo que va a hacer calor también hoy.
Eligen una piedra grande y plana en una zona de sol y sombra para la pausa del almuerzo. Manuel come con pasión rural, Laura más comedida se siente más cansada físicamente que hambrienta. Está disfrutando del paseo y la experiencia con su abuelo. Empieza a alegrarse por su oportunidad de convivencia a solas.
El regreso a casa es también en silencio, hay que respetar los tiempos de silencio y reflexión del Güelu. 
- Un coche, anuncia Manuel
Laura reconoce el vehículo color rojo de cuatro puertas, su ceño se tensa. Su rictus gira a tensión
- Es el coche de Pelayo. ¿Qué coño quiere este y qué hace aquí?
- No tienes más que preguntarle
Pelayo sale al encuentro de ambos
- Buenas tardes
Manuel saluda con la cabeza mientras continua desfilando hacia su casa
- Os dejo solos para que podáis hablar tranquilos
Laura se para frente a Pelayo, le mira fijamente dispuesta a la batalla.
- Hola Laura
- ¿Qué haces aquí?
- Vengo a hablar contigo, siento que me porté mal y te mereces una explicación
- Quedó todo muy clarito el otro día. Cambiaste de novia y ya está
- No he cambiado de novia, la he dejado
- Un record, dejas a dos novias en el mismo mes. Enhorabuena
- Siento haberte hecho daño, no supe hacerlo mejor, te mereces una explicación y disculparme 
- No voy a volver contigo Pelayo
Laura está muy dolida y muy lejos de ponerle fácil las cosas a su ex novio.
Manuel se tropieza en la entrada de la casa y cae de bruces al suelo
- ¡Güelu!. Corre Laura hacia él mientras grita
Pelayo reacciona y sale detrás de Laura. Manuel está en el suelo, no se mueve. Llegan ambos jóvenes a su altura.
- Espera, déjame un segundo. Pelayo estudiante de medicina se hace cargo de la situación. Nota que algo pasa, por encima del golpe y su consecuencia en el rostro.
- Vamos a girarle para que se mantenga tumbado en posición fetal. Mientras le reconozco.
- Se ha caído, nada más
- Lau, me temo que puede ser algo más
- Manuel, Manuel ¿Cómo te encuentras?
Manuel tiene dificultad en hablar, mira a ambos buscando una explicación. No les ve bien. Dirige la mirada hacia Laura, intenta hablar
- Veo mal. Se le escucha
- Lau, llama a una ambulancia tenemos que llevarle a urgencias
La ambulancia tarda veinte minutos en llegar, durante ese tiempo Pelayo intenta que Manuel siga la conversación, está desorientado. Cuando llegan los sanitarios se lo encuentran en la misma posición, cubierto con una manta. Se hacen cargo de él. Laura sube a la misma ambulancia para acompañarle.
- ¿A qué hospital le llevan?
- Al Covián
- Os sigo
En la sala de espera del hospital, Pelayo se sienta junto a Laura, en silencio. Está preocupado por Manuel.
- ¿Qué tiene mi güelu?
- No soy médico aún, vamos a esperar
- En la casa no dudaste y enseguida reaccionaste pidiéndome que llamara a urgencia. El médico de la ambulancia me ha dicho que quizá le hayas salvado la vida. ¿Qué tiene?¿Un infarto?
- Puede que un ictus, vamos a esperar.
- Gracias por estar aquí 
- Somos amigos, no te voy a dejar sola en este trance. ¿Has llamado a tus padres?
Niega con la cabeza
- ¿Quieres que les avise yo?
Laura a penas contesta, asiente con la cabeza imperceptiblemente
La puerta de urgencias se abre
- ¿Familiares de Manuel Noriega?
Laura se pone en pié 
- Sí
- Ha habido suerte, han avisado pronto y de manera oportuna, ha sufrido un ictus. Parece que hemos llegado a tiempo. Le haremos más pruebas y queda ingresado unos días. 
- ¿Puedo pasar?
- Por supuesto, pasad a verle un momento. En cuanto le asignen habitación, os quedáis allí más cómodos
Manuel descansa en una camilla, le han curado el golpe en la cara, muestra la nariz amoratada señal que su cuerpo no reaccionó protegiéndose de la caída. Mira a ambos jóvenes.
- No te preocupes mucho mi niña, estas cosas pasan a los viejos, nos caemos. Menos mal que estás aquí Pelayo, gracias por ocuparte de Laura.
- Vamos a subirle a la habitación, pueden esperarle allí.
- ¿Qué habitación?
- La 304. Pueden subir por el ascensor junto a la máquina de café. En diez minutos le subimos
La habitación se encuentra vacía, sin cama es impersonal y fría.
- Gracias Pelayo por ayudarme, no sé qué habría hecho de estar yo sola
- Lo mismo Lau, lo mismo
- No habría reaccionado tan bien como tú
- Siempre reaccionas de la manera adecuada, aunque te estén haciendo daño
Laura regresa mentalmente a la conversación interrumpida en la casa
- Pelayo no es el momento. 
No necesitan hablarse son amigos desde la infancia, se conocen muy bien, ambos saben lo que pasa. Toca dejar fluir la vida, liberarse de unas cadenas que se han atado inconscientemente. Son amigos, nada más. Un abrazo lo atestigua
- Veo que ya os habéis perdonado. Entra la cama con Manuel en la habitación. Espero que me invitéis a las bodas, a las dos
- Güelu, ¡Cuánto me alegro que estés mejor!
- Voy a avisar a tus padres, querrán venir 
Laura se lanza a la cama para abrazar a Manuel
- Mi niña
- Güelu
No hace falta más, un abrazo, las caricias y el roce. Nada más. Manuel consigue una prórroga.



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Buen viaje, Joe

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