12.4.20

Un mundo nuevo. Capítulo 5


Capítulo 5
Las cinco de la mañana en la oscura noche invernal de Moscú, el descanso del Coronel Alexander Petrov termina en el momento que su móvil privado suena muy fuerte y vibra sin piedad. Se despierta agitado, esa melodía, le cuesta reconocerla, en cuatro años nunca ha sonado ese teléfono. Se levanta con rapidez marcial, la activación a estado de alerta máxima es algo que se aprende en la academia militar y nunca se olvida. 
Rebusca en el bolsillo de su chaqueta del uniforme, localiza el teléfono, tiene una llamada perdida del único número registrado en su memoria. AAA a secas, sabe de quién se trata. Recuerda las instrucciones recibidas hace tiempo. Llamada perdida de AAA supone esperar nueva llamada en cinco minutos desde otro número desconocido, dejar que suene tres veces y colgar. Esperar un minuto, nueva llamada de AAA, colgar tras el tercer aviso. Un minuto más tarde un segundo número desconocido llamará y entonces sí puede contestar. Sigue el protocolo y finalmente recibe la voz distorsionada con tono de mujer de su superior.  
Activamos invisible, proceda a despertar a Vorobey (воробей, gorrión. Nota del autor)
A la orden. 
Fin de la comunicación. Petrov decide darse una ducha revitalizadora con agua fría y tras su afeitado con maquinilla eléctrica, se viste con su uniforme adornado con insignias de la Spetsnaz, las fuerzas especiales del ejército ruso, la élite, con quienes sirvió en Afganistán con varias medallas de reconocimiento por su labor en el frente. Impone respeto entre sus iguales encontrar a un oficial de las fuerzas especiales, son envidiados y respetados a partes iguales. 
Las seis menos cuarto de la mañana, decide ir a pie hacia el metro, manda un mensaje a su conductor para que no venga a recogerle a las siete en punto como cada mañana, le viene bien el frío de enero en su cara, le ayuda a despejar su mente e iniciar el nuevo trabajo encomendado. Es consciente que estos servicios a Madre patria no son reconocidos por nadie, en el caso que algo salga mal, los superiores te dejan solo ante los problemas. Su andar decidido calienta su cuerpo mientras cruza la espesa y húmeda niebla, para una día que no nieva ni llueve, el cielo despejado aprovecha para helar más si cabe la estepa rusa. La parada del metro se encuentra a escasos cinco minutos, una vez dentro, la gruesa ropa de abrigo le sobra, el clima en el interior de los túneles de transporte es mucho más cálido, le obliga a abrirse el abrigo de piel y quitarse su ushanka, el típico gorro de piel ruso. Al llegar al cuartel general, los soldados que montan guardia en a puerta se cuadran con respeto. 
Accede al típico edificio oficial de la época soviética, enorme, pasillos inmensos e infinidad de puertas. Aún siendo pronto, se nota actividad. Su despacho en la planta veintitrés es de los pocos con un rótulo exterior. Privado. Ninguno de los vigilantes del edificio tienen llave del despacho. Ni se acercan por la planta. Es el departamento logístico, el más confidencial y profundo del SFB. Solo los muy elegidos consiguen entrar alguna vez en las dependencias del Coronel. 
El despacho, espartano fiel al estilo militar, dispone de una caja fuerte del tamaño de una nevera doméstica, una mesa de madera con cajones cerrados también con llave y dos sillas de confidente frente a la mesa, el único gesto de comodidad se observa en el sillón acolchado usado por el Coronel. 
Petrov abre el cajón primero a su izquierda con una de las llaves que sujeta con una cadena a su cinturón. Saca su ordenador portátil, es un modelo que no encuentras en los comercios. Adapta el cable de conexión y abre los protocolos de seguridad para blindar sus comunicaciones. Mientras termina de arrancar todo el proceso, se levanta e introduce las claves de la combinación que le permite abrir la caja fuerte.  En el segundo estante de la caja blindada, dispone de una colección de teléfonos móviles, cada uno con un código escrito en un papel pegado. Elige uno de los del fondo, código WWG132017. 
Cierra la caja fuerte y regresa a su mesa con el teléfono. Lo enciende y al comprobar que tiene poca batería, utiliza un cable de recarga que guarda en otro de sus cajones, rebusca pues es un modelo antiguo y necesita un tipo de cargador en desuso. Su mesa dispone de una regleta de enchufes, conecta el cargador y espera paciente a que la batería alcance un mínimo para comenzar a utilizar el aparato. Un Nokia Lumia 630, cualquiera de sus hijos se rompería de risa al ver a su padre con un modelo antiguo como este. Nokia, una excelente marca que no se supo adaptar al mercado. Lo mejorcito que existía en telefonía portátil.  
El Nokia carga con rapidez, consulta su reloj, faltan unos minutos para las siete, la hora fijada para comunicar. Ha utilizado el canal de comunicación únicamente en dos ocasiones para comprobar que está activo, hoy será su inauguración operativa. Las siete en punto, es el momento. Petrov marca el único teléfono guardado en la memoria del aparato. Espera tono, uno, dos y tres. Puntual. 
Buenos días, profesor Lin  
¿Cómo está, Jia? Disculpe que la moleste, ¿tiene Vd una copia del libro de las mariposas? 
No lo tengo, lo siento, tengo el libro de los insectos 
Ese servirá. Le agradecería que me lo enviara por correo
Cuente con ello, profesor Li. ¿Desea algo más? 
Solo que me avise de cuando envíe el paquete para estar pendiente 
Descuide, así lo haré, un saludo muy cordial
Adiós. Mensaje entregado. Retira la tapa del teléfono, retira la tarjeta SIM de su interior y se entretiene rompiéndola con una tijera, cayendo  los trozos a un cenicero de cristal, tras el último trocito, busca en su cajón un mechero que prende para incinerar los trozos hasta hacerlos desaparecer. Necesita abrir la ventana para esparcir el olor a plástico derretido. Formatea el teléfono hasta anular cualquier rastro informático que le pueda asociar a su uso. Lo baña en alcohol antes de depositarlo sobre el mismo cenicero. El mismo final, el fuego crece gracias al líquido inflamable utilizado. Repite la operación varias veces hasta que se asegura que el móvil no es reconocible. El final del aparato es pasar por la potente trituradora que lo va a dejar totalmente destrozado e inutilizado. 
A 6.000 kilómetros de distancia, la agente Yelena, conocida en China como Jia, se dispone a salir a cumplir su misión. La tiene perfectamente preparada, hasta el más pequeño detalle. Primero compra un billete de avión para viajar a Beijing a última hora de la tarde, prepara la casa para una larga ausencia, tirando a la basura la comida para evitar que el olor alerte a los vecinos. Al salir tirará la bolsa al contenedor. En el armario de la entrada tiene dispuesta una maleta pequeña, tipo mochila donde de manera ordenada tiene algo de ropa, muda limpia y una bolsa de higiene en su interior. La maleta aparenta la típica bolsa para llevar un ordenador y algo de ropa ideal para viajes de trabajo de una o dos noches. La tiene preparada para poder salir de inmediato, cada dos meses cambia su interior adaptando la ropa al clima de esa época. Viajar sin maleta es altamente sospechoso y lo último que desea en llamar la atención. En el congelador de su nevera dispone de dos pequeños tubos de ensayo, los guarda con cuidado en uno de los bolsillos de su mochila. Con el clima local, en un par de horas estarán totalmente descongelados. Sale de lo que ha sido su casa en los últimos dos años, un minúsculo apartamento en un bloque de quince alturas, muchas puertas, muchas personas y muy poca relación entre ellas. 
Ya en la calle, tras pasar por el contenedor de la basura, se dirige al aparcamiento exterior de su bloque, localiza su motocicleta, se ajusta el casco de protección y sale de manera ágil a la gran avenida, siempre congestionada de tráfico. Gracias a su habilidad con el ciclomotor evita los atascos y al resto de motoristas casi suicidas que inundan las calles, conducen muy agresivos, cada centímetro de asfalto cuenta y luchan por cada uno de ellos. Wuhan es una ciudad con once millones de habitantes a los que no les gusta moverse a pie, los atascos son monumentales y la contaminación creciente, su aire plomizo, muy pesado fuera de la época de lluvias.  
Tras casi una hora y cuarto, llega a su primer destino. El Huanan Seafood Wholesale Market es un hervidero de personas, puedes encontrar todo tipo de animales vivos para cocinar, aves de corral junto con otras especies muy demandadas por los amantes de la cocina tradicional, murciélagos, serpientes y todo tipo de animales exóticos, alguno a precios desorbitados. Hace tiempo mientras se descongela su carga, pasea entre los puestos del mercado, analizando los sitios más propicios. Cuando se acerca la hora busca un aseo, tras lavarse muy bien las manos, creando curiosidad entre alguna de las mujeres que acceden al baño, se seca con papel que trae en su mochila. Se pone unos guantes tipo quirúrgicos y una mascarilla de protección, similar a las que llevan alguna de las personas aquejadas por la contaminación o con problemas de alergia. Los tubos de cristal pasan al bolsillo de sus pantalones. Sale del aseo y regresa a los puntos que a seleccionada en su paseo previo, se dirige al primero de ellos cuando cae en le llama la atención un puesto en el que no se había fijado con anterioridad. Este puesto es más grande que el resto, tiene varias jaulas con animales salvajes de varias especies, aves de corral en semi libertad, picotean semillas y basura que les lanza la dueña del puesto. 
¿También les da de comer a los otros animales? 
No, a los otros no. Con digestión tiene otro sabor 
¿Quieres algo? tengo oferta de murciélagos 
No, muchas gracias. He parado porque me ha recordado a mi abuela echando de comer a las gallinas 
Los jóvenes ya no sabéis cómo se vivía antes 
¿Me permite echarle comida? me hace ilusión. 
La señora acerca un cubo con basura a Yelena, mondas de fruta, desperdicio de verduras y restos de comida orgánica, un tanto nauseabundo. Con habilidad, Yelena abre el tubo de ensayo y vuelca su contenido en el interior del cubo, removiendo la basura para mezclar bien, esparce por el aire el alimento de las gallinas que enseguida se mueven para picotear su alimento, otra vez más y le devuelve el cubo a la señora. 
Veo que usas guantes, mejor porque huele bastante mal 
Muchas gracias 
¿Quieres una gallina? 
Mejor la semana próxima, que tenga un buen día. 
Yelena continúa su paseo por el mercado, el pequeño restaurante de comida rápida especializado en sopa de murciélago está atestado, compradores de toda la provincia lo eligen para descansar al finalizar sus compras y degustar este plato tan típico y demandado. En un cubo de basura, deja caer con disimulo el tubo abierto ya vacío, regresa al aseo para quitarse con seguridad los guantes. Primero con el dedo índice de la mano izquierda se presiona la palma de la mano derecha hasta conseguir un pliegue en el guante que le permite asirlo sin rozar su piel, se lo retira mientras lo deja en dentro de la palma de la mano izquierda una vez que le ha dado la vuelta, después con dos dedos de la mano liberada rozando la muñeca introduce los dedos dentro del guante para hacer palanca y retirarlo mientras se va dando la vuelta, ambos guantes caen al suelo en un rincón. Se vuelve a lavar las manos a conciencia con jabón desinfectante y tras el secado, nuevos guantes. Dentro del aseo utiliza la solución dentro del tubo de ensayo para recargar dos pequeñas jeringuillas similares a las utilizadas para la insulina, con la aguja hipodérmica atraviesa el tapón del tubo y traspasa el líquido del tubo a las dos jeringas.  Antes de salir, cerciorándose que no hay nadie mirando, estampa el tubo contra el suelo detrás de la puerta, caerá una vez la puerta se cierre con Yelena en el exterior. El cristal del tubo se hace añicos, esparciendo un minúscula gota de líquido en el suelo. 
Regresa a su paseo entre los puestos, comienza a bajar la afluencia, se acerca la hora del cierre. Se le termina el tiempo, acelera el paso decidido hacia su siguiente destino, los pangolines enjaulados. En principio está prohibida su venta, lo que ocurre en realidad es que su precio es tan elevado que pocas familias se pueden permitir su consumo. Maneja con sumo cuidado las jeringas, sin permitir que salga líquido alguno tiene una en cada mano. Consigue pinchar con disimulo el lomo de un animal, que chilla sorprendido, despertando de su letargo al vendedor que empieza a increpar a un anciano que pasa cerca de la jaula, iniciando una discusión en voz alta que llama la atención de un aburrido policía que se acerca gritando a su vez. Los curiosos se arremolinan al olor de la discusión buscando diversión. Yelena aprovecha para pinchar un gallo vivo que asoma por fuera de la bolsa de una compradora, un pinchazo corto, le queda muestra para agotar el contenido de la jeringuilla y decide terminarla en el gordo glúteo del policía que se dirige a la discusión con dificultad entre medias de la multitud. Siente el pinchazo y se gira sin poder determinar el origen del pinchazo, se centra en su deber apartando personas fabricándose hueco para avanzar en dirección al altercado. Su mano rasca donde el pinchazo ha hecho diana. Las jeringuillas han caído al suelo en el camino de Yelena hacia el exterior. 
Se retira los guantes con habilidad, en el bolsillo dispone de una muestra de gel desinfectante que utiliza con precisión de cirujano para limpiarse cada poro de piel de sus manos y muñecas. Sube a su moto y se pierde en el tráfico con dirección a la estación de tren que le llevará al aeropuerto.
En la estación visita el aseo para lavarse las manos concienzudamente, vuelve a ponerse guantes y marcha en el tren hacia el aeropuerto. En el camino, accede a un bolsillo exterior de su mochila, elige el mismo teléfono que utilizó en la llamada con Petrov. Selecciona el segundo teléfono que tiene en la memoria para enviar un mensaje de texto. 
Enviado el libro, espero que llegue pronto. 
Un minuto más tarde recibe una llamada que contesta en silencio. Nuevas instrucciones, debe quedarse en Beijing una semana, en el aeropuerto debe dirigirse al KFC de salidas, una camarera le dará instrucciones. 

Marllow regresa a casa satisfecho, se siente el dueño del mundo, todo ha salido de pedir de boca. Desea compartir con su mujer el éxito, la llama en un par de ocasiones sin suerte, Molly fiel a su costumbre, deja su teléfono en casa mientras disfruta de su paseo por la naturaleza desconectada. John no entiende esa costumbre por desconectar. Sabe que luego no le va a devolver la llamada porque las pocas veces que lo hizo siempre le pilló ocupado salvando el mundo por lo que hace tiempo que decidió no volver a hacerlo. Si el Presidente quiere hablar con ella, que llame. Molly llevará, más que le pese, el teléfono consigo durante toda la mañana esperando una llamada. Será a la hora de comer cuando John vuelve a intentar comunicar, una conversación corta casi como un telegrama. John se ha enfriado con la espera y otros temas han surgido que le entretienen. 
Susan despacha con el Presidente asuntos de interés preparando la comparecencia ante la prensa minutos después de aterrizar con su helicóptero en la Casa Blanca, repasan los hechos de la Cumbre, los aspectos más beneficiosos para el pueblo americano de los nuevos convenios firmados y su impresión de que estamos ante el inicio de una nueva era de bienestar mundial tras esta Cumbre. Mientras repasan los términos de la declaración, John se quita los zapatos y los calcetines, odia los calcetines, necesita descansar, estira sus piernas a lo largo del cómodo sofá instalado en su despacho volante. Susan deja los papeles sobre la mesa baja junto al sofá y comienza a un masaje a los pies presidenciales ayudada de crema hidratante que lleva en el bolso. John cierra los ojos y se relaja por primera vez en varios días, ¡Qué manos tiene Susan! Un masaje de pies relaja hasta el punto que tú decides si prefieres dormir o sexo. Sexo, ¡Qué bien suena y cuánto tiempo sin practicarlo! Elige dormir, lo necesita más, parte de su cuerpo le recuerda que está listo para algo más, solo es la reacción al sueño, para Susan ese detalle creciente en los pantalones presidenciales no se le pasa de largo, deja los pies y arropa al Presidente con una manta de viaje perfectamente doblada en el brazo del sofá. Abandona el despacho para permitir al Marllow una siesta reparadora e informa a los demás que pueden descansar mientras dure la paz a bordo.  

Ivanov repasa una pila de documentos en su despacho del avión presidencial. Cierra el ceño uniendo las cejas, un gesto que pocos tienen la oportunidad de ver, ocurre en las escasas ocasiones en las que se encuentre concentrado al máximo. El General Volkov se le acerca, espera a que su presencia sea notada. Recibe un gesto con la mano ordenándole acercarse, se agacha para comunicar al oido que el plan está en marcha. Ivanov asiente mientras continúa la lectura. No cambia ni un músculo de su cara. Prepara las reuniones con sus Ministros para fijar la nueva estrategia económica y de exteriores para los próximos meses. La política le exige actuar, es consciente que todo el mundo va a estar pendiente de sus próximos pasos y decisiones, no va a desvelar su plan real, aún así tiene que centrarse en aparentar interés por mejorar los acuerdos comerciales de Rusia con el resto de naciones, empezando con China, su vecino del sur.


Xiao Pi regresa con ilusión a su país, espera poder disfrutar de una cena junto con su amada esposa que le recibe paciente en su casa. Se ha vestido para la ocasión, cómoda y elegante, con unos pantalones un tanto ajustados. Sabe que a su marido observar sus pocas curvas le agrada. Le nota muy contento con el desarrollo de la Cumbre, es todo alegría y sonrisas, pocas veces recuerda verle de tan buen humor. Conoce por la prensa del éxito de la delegación china en la Cumbre, decir delegación china es decir Xiao Pi, todo es gracias a su mérito y sobre todo a su paciencia con el negociante e incansable Presidente norteamericano. La cena es agradable, con los platos cantoneses preferidos del Presidente. 
Se sientan juntos, en la intimidad les gusta tocarse, acariciarse y besarse como novios que descubren los límites. La mano de Xiao explora entre la ropa de su mujer. Su memoria le trae al recuerdo reciente de la asistente que le asignaron en Japón, debe tener cuidado, es evidente que alguno de sus colaboradores conoce muy bien sus gustos y lo que pueden ser debilidades. 
La piel de su mujer, fina y delicada produce el efecto deseado, unido a la emoción por el éxito de la Cumbre terminan, sin saber muy bien cómo, desnudos consumando un amor ya antiguo y asentado. Un baile reconocible y con final feliz para ambos. 
Te veo en forma Pi  
Es el efecto que produces en mí.
Esa noche comparten lecho, ambos se reconocen la necesidad de sentirse queridos, notar el roce de su cuerpo con la suave piel de su cónyuge. El equipo de servicio asignado al matrimonio presidencial sabe que esta noche no se le puede interrumpir, no conviene alterar el sueño de la señora. 


Laura inicia la semana con nueva campaña comercial dictada por su entidad, esta vez se centra en los comercios del barrio, rebaja de condiciones para la cesión de las ventas por tarjeta de crédito, descuento en los seguros asociados y posibilidades de financiación anticipando ventas en función del histórico de facturación por tarjeta. Se reparte los comercios por calles entre ella y Juan, su apoderado. También le asigna unas pocas a Mayte quien aunque se encarga de la caja, es muy dispuesta a ayudar ya que conoce a mucha gente en el barrio. Mayte queda con el veinte gestiones, básicamente de comercios que ella conoce o han sido clientes con anterioridad. 
Laura en seguida se pone en marcha, a las diez de la mañana sale a pasear por las calles que se ha repartido con Juan. Inicia el recorrido visitando tiendas que son clientes en la actualidad, se deja caer preguntando cómo van las ventas, el inicio de año, sus perspectivas y alguna petición de ventas consigue, algún seguro, un TPV y dos tarjetas de crédito. Empieza bien la mañana, su estrategia es muy efectiva, junto a cada establecimiento que visita ya cliente le pregunta si tiene relación con la tienda vecina para que se la presente, así sus propios clientes se convierten en sus embajadores y es capaz de llegar a más personas de manera eficaz. Junto a la tienda de electrodomésticos se encuentra la floristería A&C, tiene suerte, Adolfo está en la puerta arreglando alguna planta y solo, sin clientes que comprometan la visita. 
Buenos días, Adolfo 
Buenos días Miguel 
Mira, te presento a Laura, la mejor Directora de Banco que tiene el barrio, me ha dicho que le gustaría conocerte. 
Adolfo se queda mirando a Laura, se sorprende a sí mismo ensimismado con la mirada fija en Laura, tarda unos segundos en reaccionar 
Hola, encantado, mi nombre es Adolfo. 
Mientras se dan la mano, Adolfo aprecia la suavidad de la piel y el perfume con un toque a melocotón 
Hola, soy Laura, la Directora de la sucursal del Banco Comercial de la plaza. 
La conversación para Laura es formal, muy de negocios, ventajas de su oferta, sabes que somos el mejor banco, el más barato en comisiones y toda la retahíla de ventajas comerciales que sabe de memoria y es capaz de explicarlas de manera natural y convincente. Adolfo no es capaz de escucharla, una nebulosa le impide concentrarse para estar atento a la conversación, no recuerda los años que hace que no sentía algo igual, vuelve a la pubertad a lo que sentía por Tere, aquella vecina del barrio un tanto vulgar, ordinaria y descuidada, pero a él le gustaba su punto marimacho y su personalidad. Le viene a la memoria que nunca se atrevió a declarar su amor adolescente a Tere, se desvaneció pronto, como todo en esa edad, se queman etapas muy rápido, creces a base de ensayo y error. Con los años supo que a Tere le gustan las mujeres. Bien mirado era de esperar. 
Con Laura le ocurre lo mismo, contesta sin ser muy consciente de qué le ha preguntado ni sobre qué acuerdo han llegado. Da igual, se enterará cuando vaya a la sucursal a final de la semana. Los ojos de Laura le atrapan. Esta sensación nunca la vivió con su Carmen, aquello fue el amor surgido de la amistad, de compartir pasión por los colores del mismo equipo, compañeros en el Calderón, surgió sin pasión, vino consecuencia de un casto beso espontáneo tras un gol de Forlán. Ese beso catapultó su relación, originó su convivencia, una vida de amor sin pasión, natural, ordenada, amistosa, normal, formal. La quiso, la quiere aún. La echa de menos, mucho, tanto que duele. Nunca sintió la hipnosis, la atracción, el deseo imparable. Con Laura sí, espero que no sea un problema. 
- Vaya, vaya. Parece que estás vivo, Adolfo. Se dice para sus adentros mientras sonríe

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