4.7.20

Prioridades





Andrés es muy impresionable a las noticias, con tres meses de reciente paternidad se descubre pendiente de la respiración de su pequeño, alerta por sus ruiditos, analiza las deposiciones, se ha convertido en un auténtico experto vigilante. 

Lo que más anhela cuando regresa del trabajo es comprobar el milagro de la naturaleza y que un ser tan pequeño y frágil tenga sus genes. Las primeras semanas le costaba dejarse llevar a la hora de dormir, la preocupación por vigilar la correcta respiración de su pequeño niño no le permitía conciliar el sueño. Debora todo lo que se publica sobre el cuidado de bebés y los peligros a los que se enfrentan, magnificados en las revistas para padres que publican cientos de recomendaciones y temores ancestrales. 

El temor a la muerte súbita le tiene a mal traer. Noche tras noche vigila la respiración del pequeño Borja hasta que el peso del sueño le vence definitivamente. 

La vida de Borja se rige por la regla del tres, dormir, comer y cagar. Sin piedad, de manera rutinaria hasta el punto de sumir en el caos la vida de sus padres incapaces de conciliar su agenda vital con la de su hijo. Todavía no han asumido que el rey de las agendas es Borja durante bastante tiempo. 

Al estallar la pandemia, el gobierno confinó a toda la población para limitar sus efectos. Menos a Andrés que al trabajar en un sector esencial le obliga a salir de casa cada día. Su angustia es creciente “¿y contagio a mi niño?¿y si por mi culpa enferman mi mujer o mi hijo? Me paso el día relacionándome con personas”. 

Tiene miedo. Ese sentimiento irracional nace de nuestros temores más profundos y acentúan los gestos de protección. Ese miedo se refleja en su postura al andar y en la obsesiva distancia de seguridad que respeta al hablar con otras personas. Reacciona compulsivamente lavándose las manos cada pocos minutos. 

En su empresa instauran un protocolo de seguridad médica para proteger la salud de sus empleados, deciden que determinadas enfermedades en apariencia inofensivas si se encuentran controladas con su medicación pasan a ser de riesgo y sus pacientes son retirados del servicio presencial por precaución. 

Andrés comprueba como en unos días una parte importante de los compañeros han iniciado la gestión de su trabajo desde casa. Siente envidia, le encantaría quedarse en casa evitando sus salidas de casa y el riesgo de contraer una enfermedad que pueda hacer peligrar a su Borja. 

Comienzan a presentarse casos de baja médica por enfemedad entre sus compañeros de empresa, cierran por precaución pisos y zonas. El protocolo es sencillo, una baja médica por covid supone de inmediato que los más cercanos a su puesto de trabajo, pasan a estar de cuarentena durante dos semanas. La envidia le lleva a una rutina autodestructiva, se queja continuamente de su mala suerte en comparación con otros departamentos que al no tener contacto con clientes toda la plantilla se encuentra trabajando desde casa. 

Marisa, su mujer, le informa que su compañera en la oficina está de baja con síntomas. Alerta máxima. El labio inferior de Andrés tiembla, sus ojos se le salen de las órbitas, la rodilla izquierda sube y baja de manera inconsciente. 

¿Y Borja? 

No pasa nada, no seas paranoico 

Vamos al médico, mañana mismo 

¿No crees que estás exagerando? 

Mañana a primera hora vamos. Voy a mandar un whatsapp a mi jefa para avisarla que llegaré un poco tarde. 


A la mañana siguiente, Andrés traslada en la consulta, sin dejar translucir su preocupación y su deseo, traslada al médico que su mujer comparte puesto de trabajo con una mujer de baja por el virus. El médico siguiendo instrucciones de la consejería de Salud, no profundiza mucho, les firma baja médica para las siguientes dos semanas como cuarentena preventiva. Se siente feliz, ha conseguido su objetivo, no tener que ir a trabajar y proteger a su Borja. Las dos semanas culminaron con una prueba diagnóstica que les confirmó que no habían estado contagiados. Negativo. El protocolo de seguridad médica de su empresa es más estricto que el establecido por las autoridades sanitarias. Envía el resultado de su prueba como documento para regresar a su actividad presencial. Una semana tardan en comunicarle que la prueba esta incompleta, para valorar su capacidad de contagio, debe aportar una prueba más completa. Quedan en avisar al laboratorio contratado para ello. Pasan otros diez días hasta que el laboratorio se pone en contacto con él. 


Yo estoy bien, de verdad, si hay compañeros más graves y urgentes, citar a ellos primero, claro, claro, yo me sacrifico, sigo trabajando desde casa. Gracias. 

Su mujer le mira muy sorprendida mientras escucha la conversación telefónica de Andrés. No se esperaba un comportamiento tan irresponsable.

Andrés, ¿estás seguro de lo que haces?

No te preocupes, estoy trabajando desde casa 

La verdad, poco ¿eh? Que tu jefa te llamó el otro día para ponerte las pilas. 

No te agobies que sé lo que me hago. 


Dos semanas más tarde finalmente se realiza de nuevo la prueba ampliada que vuelve a confirmar que es negativo y sin capacidad para contagiar. Mes y medio después va a tener que volver a trabajar a la oficina. Y eso no. gusta. 

Vamos a ir al pediatra, Borja está con unas décimas 

Le están saliendo los dientes, es algo normal 

Prefiero ir al médico. 


Nueva visita al centro de salud, esta vez al pediatra, Andrés exagera un poco la situación, las décimas de fiebre de Borja la une a un comentario de la baja por virus de la compañera de la madre. El médico pediatra les facilita una nueva baja laboral preventiva mientras fija periodos de observación para el bebé. Nueva comunicación a la empresa de la mala suerte que está teniendo. Dos semanas pasan rápido y antes de regresar a su empresa, comunica, de nuevo, con el servicio médico informando de la baja por presunto virus que alcanzó a su hijo. El médico le comunica que por precaución debe realizar una nueva prueba analítica que se demorará otras tres semanas. 

Resultado negativo, de nuevo. A trabajar. Su jefa le llama por la tarde. - Andrés, el servicio médico te ha declarado apto, mañana viernes te esperamos. 

- Mira, verás, tengo el coche sin batería, se ha descargado después de tantos días inmovilizado. Si no te importa, me encargo de llamar a la grúa y me quedo en casa trabajando a distancia, ya el lunes voy 

Mañana a las ocho, si no tienes coche, vienes en transporte público 


Las ocho, las nueve, las diez y las once. Andrés se presenta en su puesto de trabajo con tres horas de retraso. 

Disculpa jefa tenía que hacerme unos análisis por la alergia ¿sabes? Y el laboratorio se ha retrasado. 

Me tenías que haber informado ayer cuando hablamos. Tu hora de entrada son las ocho en punto, como siempre. No puedes hacer lo que venga en gana. 

Perdona jefa, no volverá a ocurrir 

Tienes que compensar estas tres horas de retraso Andrés nota las miradas de sus compañeros de actividad, ellos llevan más de dos meses luchando con los nervios de los clientes, con la situación provocada por tener más de la mitad de la plantilla de baja y ninguno se ha quedado en casa “trabajando”. Las cifras de ventas de Andrés son irrisorias, más en su contra. Los compañeros han perdido el respeto que tenía atesorado por su responsabilidad y dedicación pre-covid. En dos meses lo ha perdido entero, nadie se cree tantas enfermedades con analíticas desmintiendo la enfermedad. 

Que viene el lobo, le anticipan en la hora de descanso sus enfadados compañeros. 

Efectivamente, su jefa le hace llamar a última hora de la jornada para comunicarle que la empresa ha perdido la confianza en él. 

- Tienes treinta minutos para recoger tus cosas. Te ruego me entregues tu teléfono y la tarjeta de identificación. Un vigilante te acompañará mientras recoges tus efectos personales y te abrirá la puerta de salida. Te deseo suerte en tu nueva vida. Adiós Andrés

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