29.3.22

El doctor Tiempo

 


Rafael repasa con su mirada la colección de diplomas colgados en la pared, testigos de asistencia a seminarios, cursos e incluso dos licenciaturas, medicina y biología. Varios marcos con fotografías destacadas junto a jefes de gobierno, premios Nobel y actrices famosas. 

 

El doctor Semper famoso por cultivar buenas relaciones y con un sin fin de pacientes satisfechos, tiene la consulta en el barrio más exclusivo de la capital. 

 

Rafael, casi seis meses después de solicitar la cita, se encuentra paseando por la sala de espera obviando los cómodos sillones y la montaña de revistas culturales y de viajes ordenadas por tamaños en la esquina de la mesa de metacrilato que ocupa el centro de la estancia.

 

La sala de espera es amplia y luminosa con vistas privilegiadas a la avenida frente al parque más famoso del reino. El sol vespertino calienta una estancia cómoda y solitaria mientras Rafa recorre con la punta de su dedo índice las costuras que hacen dibujo en la tapicería de los sillones mullidos y acogedores, tapizados en colores verde y caqui, que son una invitación a tumbarse para dormir la siesta.

 

–¿Rafael Miranda? –le llama una mujer entrada en carnes y mirada cautivadora, cubierta con una bata de color blanco.

–Sí. –Responde mirando a su alrededor comprobando que se encuentra solo él en la sala.

–Puede pasar, el doctor Semper le recibirá, haga el favor de acompañarme.

 

Rafa sigue a la joven hipnotizado con el andar de la mujer y los instantes que sus curvas se insinúan a cada paso en la tela de la bata. Con la nuca al descubierto gracias al recogido del cabello sobre la coronilla que transmite, en su caminar, una fragancia dulce y sutil que le trae a la memoria sentimientos del pasado.

 

La joven llama con los nudillos antes de franquear el paso al paciente.

 

El doctor repasa en el ordenador la incompleta ficha de su nueva visita, así comprueba que se trata de su primera visita. Se levanta para recibir a Rafael con una sonrisa amplia y luminosa.

 

Rafa se sorprende al descubrir una persona joven, atlética, tez morena, pelo negro, manos fuertes y sonrisa perlada. Por un momento intenta recordar las fechas de los certificados colgados de la pared en la sala de espera. 

 

–Esperaba pasar consulta con el doctor Semper, padre.

–¿Mi padre? –ríe el doctor– mi padre nos dejó hace varios años y era mecánico. Salvo que usted tuviera alguna avería en su automóvil, me temo que tendrá que conformarse conmigo.

–¿Entonces?

–Comprenderá que yo mismo debo ser el primer ejemplo del éxito de mi tratamiento. Pase y siéntese, por favor.

 

La consulta se prolonga durante casi dos horas, el doctor Samper promete resultados contrastables como los ejemplos mostrados que demuestran la calidad de los tratamientos. 

 

El precio del tratamiento completo hace dudar a Rafael, supone gastar la totalidad de su fondo financiero ahorrado tras una vida entera trabajando. Además de los riesgos inherentes a cualquier tratamiento médico, que debe firmar para autorizarlo asumiendo los efectos negativos posibles. 

 

–Nos vemos la semana próxima, Daniela le confirmará la cita, recuerde todo lo que hemos hablado. La próxima consulta será la más importante de su vida. Hasta entonces. –Le despide afablemente mientras aparece la mujer de la bata sincronizando su presencia con el apretón de manos del doctor.

 

La tarde está agradable con la luz solar languideciendo mientras los pájaros animan la vida con su piar incansable en el inicio de la primavera. Rafael pasea meditando sus opciones con el recuerdo fresco de la interesante conversación con Samper. Tiene una semana para resolver un dilema, entrar en el exclusivo club de la inmortalidad o continuar con su vida común. Está en la edad límite para tomar la decisión, las probabilidades de éxito disminuyen drásticamente a partir de los cincuenta años, es ahora o nunca.

 

El club inmortal le ofrece un vida prologada siempre que renueve el tratamiento cada cincuenta años. Acompaña la oferta una solución para adaptar toda la documentación oficial cada vez que necesite actualizar su formación o situación personal. Volver a empezar profesionalmente con una experiencia vital privilegiada, conocer nuevos amores, crear nuevas familias, vivir nuevas aventuras, avanzar en conocimiento y habilidades, ser testigo del nuevo mundo, de los avances de la técnica, de los viajes espaciales y, por desgracia, de nuevos métodos de guerra para destruirnos entre nosotros y al planeta.

 

Rafael regresa a su domicilio y tras saludar a Laura, su amante compañera de toda la vida, repasa el correo que ha recogido del buzón. Tiene por costumbre abrir su cajetín una vez a la semana, apenas reciben correspondencia ya todo es digital. Entre la publicidad de agencias inmobiliarias, descuentos de supermercados y resto de ofertas, destaca un sobre amarillento con cierre de lacre y letra cuidada escrita con pluma estilográfica.

 

Querido Rafael, he sido testigo, en la distancia, de tu vida feliz en compañía de Laura disfrutando del cariño y respeto de tus amigos. Hace cuarenta años me vi obligado a desaparecer de tu vida para construirme una nueva. Los pacientes del doctor Tiempo, al que has conocido hoy como doctor Samper, estamos obligados a reinventarnos cada ciertos años. Los accidentes aéreos o navales son muy socorridos para ello.

 

Permíteme que comparta contigo las consecuencias de mi decisión al entrar en el club de los inmortales, que conociendo el proceso, deberás notificar tu decisión en los próximos días. 

 

He prolongado mi vida muchos años, he tenido la posibilidad de disfrutar de una prórroga profesional maravillosa, nuevas compañeras y disfrutar con cada avance técnico. Cierto es que me ha costado mucho ponerme al día en costumbres, formas de alimentación y adaptarme a las prisas actuales. 

 

Te confieso que toda esta vida inmortal trae un coste social y emocional nada despreciable, poco a poco te verás obligado a despedirse de todas y cada una de las personas importantes en tu vida. De Laura, tu compañera de siempre, de Friki, tu perro fiel, de tu querida Ana, tu hija y de Rafita, tu recién nacido nieto. De tus amigos, compañeros y demás. Todos desfilarán sorprendidos de que te mantengas sin envejecer año tras año. Cuando todo esto pase, vivirás solo en un mundo que no es el tuyo, sintiendo un desapego enorme solo comparado con lo que siente el inmigrante obligado a huir que termina en algún lugar apacible al que debe adaptarse para sobrevivir.

 

La semana próxima termina mi plazo para renovar la prórroga para los próximos cincuenta años, te anticipo que mi decisión es no ejercerla, no sé qué es lo que pasará. Samper no sabe decirme el ritmo de envejecimiento que me espera ni qué ocurrirá más allá de la prórroga no realizada. Deseé quedarme en este mundo para mejorar las condiciones y evitar en el futuro las guerras. No he sido capaz, la pasión autodestructiva de la humanidad le hace repetir errores cada ciertos años. No veo remedio y a mi edad, ya me canso de intentarlo. 

 

Deseo despedirme en paz con el mundo e incumpliendo uno de los puntos firmados en el acuerdo con Samper, interferir en la vida la mis herederos, recomendándote que no repitas mi error. No entres en el club los inmortales.

 

Tu bisabuelo que te quiere, Ernesto Miranda.

13.3.22

Buen vecino


 

Por fin se va, tras todo el fin de semana gritado, corriendo y llorando con ese tonito de niño consentido. Atrás quedan las siestas irrecuperables que no hemos podido disfrutar, los amaneceres involuntarios a primera hora marcados por el subir de la manera más ruidosa posible las persianas y por el abrir y cerrar de cajones sin tope de goma, los bailes de salón con su zapateado de bota ortopédica y los sonidos guturales de los abuelos llamando al nieto a todas horas provocando las carreras sabiendo que molestan y mucho a los vecinos.

 

En varias ocasiones nos hemos quejado y ¿para qué? para recibir contestaciones chulescas –esto es lo que hay, no te lo crees ni tú, se trata de un niño pequeño y no vamos a coartar su crecimiento, etc. – Traduciendo el mensaje de los abuelitos, –a joderse–.

 

Tras el portazo, como no, silencio. Un gran contraste pasar del ruido perenne al vacío sideral. Los abuelos derrotados de puro cansancio ni se mueven. No tienen edad ni conocimiento para aguantar el ritmo que marca un nieto. 

 

Mañana lunes regresarán los albañiles para continuar la ruidosa obra de reforma en el piso situado justo encima de los abuelos con el nieto mimado y ruidoso. En un par de meses recibiremos a los nuevos vecinos, una familia con dos niños pequeños y por lo que parece, de los moviditos. Justicia divina. 

 

Como gesto de buena voluntad y vecindad, con mis mejores deseos, estoy pensando un regalo para el niño. Como hablan a gritos, me he sentido informado de que la semana próxima será su cumpleaños. El pobre es ¡tan majo!, de esos niños que en público, cuando se cruzan con otro adulto en el descansillo o en el portal, se callan y miran hacia el suelo, para pasar desapercibido y aparentar ser un buen niño. Conste que no le culpo, la responsabilidad de enseñar civismo y respeto corresponde a los adultos de su familia no a un chico que aún no controla sus esfínteres.

 

Un balón de fútbol lo suficientemente blando para que los botes no se sientan en el piso inferior, el mío, y tan rígido como para convertirse en un proyectil de destrucción masiva. Los abuelos necesitan una nueva decoración, un jarrón hecho añicos, un nuevo televisor y cambiar esa lámpara de araña, regalo de boda, que les recuerda a diario sus orígenes tan poco refinados.

 

Para la bienvenida a los nuevos vecinos de más arriba, una colección de canicas y un juego de bolos. Con la tarima flotante que están instalando seguro que no se escucha nada en el piso de abajo.

 

Los vecinos estamos para apoyarnos. Esos niños siempre contarán con mi ayuda.

Buen viaje, Joe

  Joe, simplemente Joe. Omitiendo, desde siempre, el rango familiar de tío. Recuerdo tu aterrizaje entre la familia cuando Ana, también sin ...