12.3.20

Primero lo importante

Apelamos a la responsabilidad individual para que los ciudadanos limiten sus desplazamientos especialmente los colectivos de mayor riesgo. El último mensaje lanzado desde el Gobierno para preparar a los españoles en su concienciación para evitar la propagación de la enfermedad.
Paralelamente los expertos sanitarios definen la población de mayor riesgo a las personas de edad avanzada con problemas previos respiratorios o coronarios y especialmente a aquellos que unen dos o tres de estas características. 
Resulta paradójico encontrar aglomeraciones de personas de alto riesgo en los supermercados y mercados comprando ingentes cantidades de comida, jabón, detergente e incluso papel higiénico. 
Colas y colas de viejos en el supermercado, unos tosiendo, otros con mascarilla, la mayoría simplemente asustados de que les falten productos. 
Desde el pasado martes, cuando el gobierno decretó que España entraba en régimen de vigilancia reforzada y cambió los mensajes hasta ese momento tranquilizadores por otros mensajes con un tono más tenso y preventivo, nuestra población de alto riesgo ha decidido dedicar su tiempo a desarrollar actividades incompatibles con su situación de población de alto riesgo. Deciden acudir en masa a  comprar en Grandes Superficies, ir al médico para que les recete sus medicinas habituales e al banco. 
Donde vayas te encuentras con viejos. Inconscientes, con el temor en la mirada anticipándose a una imaginaria escasez, preocupados por la caída de los mercados que les provoca una sensación de quiebra y ruina económica.
Analizando el riesgo real a sufrir como país un desabastecimiento general o el riesgo de sufrir una crisis financiera que nos empuje a una quiebra económica que nos sume en la indigencia; aunque preocupantes son riesgos inferiores a los problemas de salud en población débil cuando toman decisiones que les lleva a convivir en aglomeraciones de personas  sin guardar la distancia de seguridad recomendada. Multiplicando el riesgo de manera exponencial.
Teodoro aguanta paciente la cola en el Ahorra Más, habituado a su cesta semanal de productos hoy se encuentra empujando un carro repleto de productos que ha elegido Concha. Encuentra del todo exagerada tanta compra, ni en Navidad ve un carro como ese. Conoce a Concha y es mejor no discutir con ella al respecto de la compra y la cocina. Es su departamento y no admite injerencias de ningún tipo, por supuesto, según la única opinión válida, la de Concha, Teo no tiene ni idea de cómo se organiza una casa. En su momento cuando trabajaba en su despacho de abogados sabía mucho de leyes, de juicios y recursos, de las cosas de casa nada hasta el punto que en la cocina no entra ni para servirse una cerveza. Por lo pronto es mejor mantenerse con la boca cerrada. Teo empuja con paciencia al ritmo que avanza la fila en dirección a la caja. Llevan hora y media en el super rodeados de todos los ancianos del barrio, con el mismo miedo común. Miedo a que falte. Cuando pague la compra, contratará el servicio a domicilio a su edad no están para cargar mucho peso. Salvo lo fresco y los imprescindible que Concha seleccionará con ansia en la misma caja que serán los que lleven en bolsas hasta su domicilio.
Tras la agotadora experiencia en el supermercado decide ir al Banco para hablar con la Directora. Susana. Una chica muy maja y servicial que le suele atender con mucha paciencia.
La sucursal del Banco se encuentra frente de su casa, cruzando por el semáforo son escasos cuarenta metros. Atraviesa la puerta con la esperanza de poder hablar con Susana en un rato. Se sorprende al ver esperando más de cuarenta personas, todos los asientos previstos para acomodar a los clientes que esperan están ocupados, incluso las sillas de atención al público también. Se nota ansiedad e impaciencia en todos los clientes, los empleados tienen la mirada apagada y resoplan agotados por el ritmo incansable por atender a tanto público, se agobian solo de ver la espera de clientes. No tienen tiempo ni para salir a tomar un café. Lo pasan mal. 
Teo se dirige a la máquina que ordena las citas, su número el A34, en el mismo papel térmico le informa que tiene 19 personas por delante. No se lo puede creer. Se intenta marcar un viejo, colarse por la cara. No cuela, la sucursal está llena de viejos que se lo impiden, solo al notar sus intenciones le gritan
- Está ocupada, te toca esperar
- Ya, ya. Solo miraba si había alguna silla libre al fondo
Teo disimula su frustración, le toca esperar o largarse. Lo prudente para su salud es irse a casa ya bastante riesgo ha asumido con la experiencia en el supermercado. Lo valora e inicia el camino de regreso cuando justo salta el aviso sonoro anunciando el siguiente en el orden de atención. Un vecino se levanta y con paso dificultoso se acerca hacia la mesa que le asignan, deja una silla libre junto al cajero automático instalado en el centro del patio. Cacharro enorme instalado en el centro para molestar. La casualidad decide por él, finalmente se queda. Lo importante es lo importante, su dinero. Sus ahorros para complementar la pensión, no vayan a quedarse en la indigencia. Mira el reloj que hay en la pared, las once y cuarenta.
El servicio de caja cierra a las once y media, atienden a tres personas con número que se mantenían a la espera, cuando terminan su trabajo, uno de los cajeros se encarga de cuadrar, el otro, Miguel, abandona el mostrador para acercarse a los clientes que esperan a ser atendidos por la Directora o por alguna de las comerciales. 
- ¿Les puedo ayudar en algo?¿Saben que pueden realizar gestiones por el cajero o por el teléfono?
Nadie le responde, comparten los mismos temores a la ruina, a perderlo todo. Con lo tranquilos que estaban con los antiguos depósitos a plazo y sus cartillas de ahorro. Aquello sí que era fácil de entender. Ahora con estos líos la Bolsa no gana para sustos. Cierto es que sumando los últimos tres años han ganado con sus inversiones, pero claro en los últimos días ese beneficio se ha evaporado. ¿Y si quiebra todo?¿Y si terminan arruinados?. Pasan otros dos clientes, esto va muy lento. Cerca de la una y cuarto, cuando su estómago le está recordando que en quince minutos es su hora de comer, le toca su turno. Susana le espera de pié en la puerta del despacho, le reconoce.
- Buenos días Teo, pasa. No te doy la mano, nos han recomendado reducir el contacto por prevenir ¿sabes? Pasa, siéntate por favor
- Mira Susana estoy muy asustado con todo esto, parece que todo se termina. Me gustaría venderlo todo y dejarlo en la cuenta.
- ¿Cuánto quieres pagar a Hacienda?
Golpe bajo, esto no se lo esperaba. Lo de pagar lo lleva siempre mal
- Mira, voy a enseñarte tus posiciones, tienes plusvalías desde el inicio de tus inversiones. Si decides vender tendrás que pagar impuestos por los beneficios. Que los tienes. Además no es buena idea, recuerda la crisis anterior del SARS o la de la Gripe aviar, en ambas crisis sanitarias, también provocadas por virus como este, la bolsa cayó rápidamente. Cierto es que  en cuanto pasó la crisis sanitaria se recuperó al momento y continuó subiendo hasta alcanzar una subida del 10% al año ¿te lo quieres perder? ¿Ahora? ¿Sabes que los ricos están dando órdenes de compra en bolsa porque está barata?

Hace una pausa breve para enfatizar como importante su siguiente pregunta

- ¿Y vosotros os vais a ir al pueblo como hacen otros vecinos para minimizar contactos y riesgos?
- ¿Al pueblo?, no sé, lo que diga Concha. Me extraña con todo lo que hemos comprado esta mañana.

Susana le cambia el tema de conversación con mucha habilidad, aprovecha la cara de duda que se le ha puesto a Teo para levantarse y hacerle entender que la conversación ha terminado, tiene todavía varios clientes esperando para repetir la conversación.

Teodoro vuelve a casa sin tener muy claro en qué situación han quedado sus ahorros, se fía de Susana, es mejor dejarlo así. No entiende de Bolsa y lo cierto es que está ganando. Lo último que se le pasa por la cabeza es pagar impuestos por vender. Se siente cansado, entre la compra y el banco está agotado.

- ¿Ya estás aquí? ¿Puedes poner la mesa?
- Claro, Cariño. Me lavo las manos y en un minuto.
- No tengo sitio en la nevera para guardar tanta comida, mira si tú consigues guardar lo que está encima de la mesa dentro del frigorífico.

Suspira, sus tareas no terminan aún. Está deseando poder dormir la siesta, se encuentra muy cansado. Ese picor de garganta que le acompaña desde esta mañana va a más, siente un poco de frío en la espalda.

- Creo que tengo algo de fiebre
- Ay Dios, ay, ay. ¿Qué vamos a hacer?
- Por lo pronto tomarme la temperatura





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