Sus bonitos ojos marrones fijan su mirada en el fondo de los míos, atrapándolos hasta conseguir que te sientas su esclavo, inmovilizando mi voluntad. Percibo un fondo reconocible de un antiguo mensaje con código de pareja asentada. Acompaña su mirada los labios entre abiertos y húmedos gracias al tránsito de la punta de su lengua.
La imagen taladra mi cerebro, me lleva a tiempos antiguos, más físicos, más de conocer los límites del otro. Mi memoria tarda en identificar los signos en la noche de los recuerdos, la zona donde viven las neuronas más oscuras y dormilonas.
Mi cuerpo reacciona antes que la memoria, ¿será cierto que tenemos dos cerebros?
La cabeza pide cautela, calma, no te precipites, recuerda todas las enfermedades y los riesgos que corres en una aventura física, ahí la memoria sí que fluye la muy cabrona, la imagen de la fila de todos los medicamentos que pautados para desayuno, comida o cena. Uno tras otro, junto con sus interacciones y efectos secundarios que de manera imprudente tuviste que leer y memorizar en su momento.
El cerebro de verdad, está dispuesto, no quiere charla, ha recordado el significado de su mirada. Levántate y anda dijo el profeta, ¡vamos, actúa!
- ¿Qué?
- ¿Vamos?
- ¿A dónde?
- Donde me lleven tus ojos
- Hay tonto, que no tenemos edad
- No hay limitación alguna por los años, vamos
- Y ¿cómo se te ocurre? ¿ahora?
- Sí ahora, me lo has pedido
- ¿Yo? todavía no me he duchado
- Dúchate después
Arancha se resiste poco, juguetea con Manolo, se acarician de camino a la alcoba por el pasillo, caen prendas, las zapatillas se quedaron junto al sofá, el jersey en el suelo de la entrada, la camiseta en el pasillo, el pantalón cómodo de estar en casa ya en la puerta de la alcoba. Un movimiento brusco de Manolo consigue apartar la colcha junto con la manta de la cama principal.
Bailan un valls conocido, la música la pactaron hace décadas, se saben de memoria las notas, dónde apretar, cuando frenar, acelerar, insistir o gritar.
La experiencia es un grado, les permite llegar a la cumbre. Tumbados juntos, jadeando aún, celebran su éxito, ríen por su hazaña común. ¿Cuánto tiempo ha pasado?
- Una sorpresa muy agradable
- Tantos días juntos, compartiendo hora tras hora, no sé qué ha pasado por mi cabeza, debe ser el haber estado ordenando fotos, eras tan guapo, atento, amable conmigo
- ¿Era?
- Ahora estás más cascarrabias e impaciente y sin pelo y con la mitad de los dientes ¿qué quieres que te diga?
- Pues te sigo viendo muy atractiva y apetecible
- Adulador
- ¿Repetimos?
- Otro día, ya he tenido bastante y además, no juegues con la suerte, Manolito
- ¡Papá!¡Papá! despierta. ¡Papá!
Alicia, zarandea a su padre que se ha quedado traspuesto en el sillón orejero, su preferido.
- Papá ¿Estás listo? tenemos que ir a por las cenizas para despedirnos de Mamá
- Me estaba despidiendo de ella de la mejor manera. No pude acercarme al hospital, no me dejaron, se fue sola después de cincuenta y dos años en común, no me dejaron ir a despedirme de ella. Ese dolor no me deja vivir.
- Papá, vamos, te vendrá bien salir por fin a que te de el aire. Recitar su nombre a los cuatro vientos, a recordar los buenos tiempos, todos necesitamos poner cara y nombre a la memoria. Ven, tus nietos te esperan en el coche
- La echo de menos ¿sabes Alicia?
- Todos la echamos de menos
- Tengo grabado su olor, su presencia, que llenaba la casa aun sin moverse. Y su mirada. ¡Qué mirada!
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