5.8.20

¡Vaya herencia!


No 

Papá, piénsalo bien. Está en juego nuestro futuro

Que no

Nada, imposible, no quiere razonar. Piensa Juan tras la enésima discusión con su padre Ricardo, fundador de la empresa agroalimentaria “Conde de Chinitas” especializada en ofrecer productos de alta calidad gastronómica, aceites y vinos fundamentalmente.

Al frente de la almazara se encuentra Juan, el hijo mayor, muy estudiado en dos universidades donde se graduó en administración de empresas y el posterior master en dirección de  empresas conseguido en Inglaterra. La bodega es cosa de la enóloga de la familia, Amparo, su hermana. Entre los dos han conseguido mejorar la calidad de los productos e incrementar la producción que tiene muy buena salida en supermercados de nivel alto y tiendas de capricho. La empresa creada por su padre hace treinta años, florece gracias al talento de sus herederos.

Ricardo se mantiene en el cargo de Presidente de Honor y ejerce con mano de hierro los destinos de la familia. El consejo familiar es quien dirige los destinos de “Conde de Chinitas, S.A.” y de la propia familia. Ricardo mantiene el 50% de las acciones en propiedad, sumando el usufructo viudal le otorga la mayoría en el consejo.

En los últimos años, desde que doña Carmen les dejó, Ricardo ha vagabundeado sin rumbo, perdido sin la brújula que le guiaba, Por primera vez en su vida marchó de vacaciones a África a un safari. Nunca le gustó la caza, nunca hasta que se cruzó en su vida esa modelo retirada alemana, famosa por su facilidad para emparejarse con millonarios. Cristina. Conocía más camas que las kellys de los hoteles. Florecieron amistades en ambientes diferentes a los acostumbrados. Ricardo se pasó varios meses que no paró. Marbella, Mónaco, París, Baqueira en invierno, Madrid. Ya nunca estaba en la finca. Los negocios los gestionan sus hijos que atienden a los clientes con habilidad y profesionalidad más que contrastada.

La prensa rosa encontró en Ricardo un nuevo objetivo, siempre en fiestas, acompañado de jóvenes mujeres, más jóvenes que su hija Amparo. Y de manera repetida, Cristina, la alemana. Incluso surgió una supuesta hija ilegítima, embrollo que se solucionó en pocos días al divulgarse que había repartido su herencia en vida, salvo la participación en la empresa. La supuesta hija evitó luchar contra Amparo y Juan. Tenía todas las de perder.

Tras meses de líos de faldas, dedicación alemana, fiestas, viajes y juergas; Juan redujo los gastos de representación de su padre un ochenta por ciento. Llegó a un punto insostenible para la propia empresa. Surgieron los primeros encontronazos entre ambos.

Tras el safari, donde parece que fraguó nuevas amistades, Ricardo solicitó un préstamo a la Caja Rural con la garantía de la finca y respaldado con la solvencia de la empresa. Era el momento de emprender nuevos negocios. Cuando Juan se enteró, explotó de indignación. Amparo defendió a su padre frente a a rabia de Juan. Tiempo después se arrepintió por ello. La carga del préstamo compromete la viabilidad de la empresa de manera innecesaria. 

La oportunidad de negocio donde se metió Ricardo no fue tal, un trilerismo financiero de manual. Le engañaron y bien. Adquirió una sociedad en Suiza con un depósito bancario de mil euros.

La semana pasada llegó una demanda del juzgado, citan a Ricardo como investigado por los delitos de blanqueo de dinero y fuga de capitales.

Juan lleva una semana intentando que su padre les ceda las acciones de la empresa para evitar el desprestigio de la marca y la futura quiebra. Varios de los clientes más importantes, las grandes superficies comerciales, sensibles a la buena reputación de sus proveedores protegiendo la suya propia anunciaron que suspendían los pedidos hasta el esclarecimiento de las informaciones aparecidas. Sin esos tres clientes, la empresa no puede sobrevivir. Sin el préstamo en vigor, con ajustar costes habría sido suficiente mientras encuentras otros mercados, con la carga millonaria del préstamo es imposible vivir. Están en quiebra.

Papá, por última vez. 

Que no, la empresa no la cedo

Nos la va a quitar la Caja junto con la finca y el legado de mamá.

Mencionar a doña Carmen hace reaccionar a Ricardo, asiente y ordena llamar al abogado del consejo. 

¿Cuánto dinero necesitamos?

Con devolver a la Caja los seis millones, podemos vivir. Y saliendo tú de la empresa podríamos tener una oportunidad.

El dinero se soluciona, no hay problema. Pero hijo te voy a decir que quizá lo más inteligente es esperar y si la Caja ejecuta la garantía presentarnos en la segunda subasta y ganamos dinero

Mientras tanto la empresa habrá muerto y nuestros productos estarán fuera del mercado

Montamos otra empresa de nuevo

Papá, la reputación y el buen nombre son importantes en los negocios. No es posible reinventarse con otro nombre que ya no estamos en los años noventa. Y dime ¿qué has dicho del dinero?

Tengo el dinero, no se ha perdido en ninguna inversión fallida, simplemente lo gestiona un testaferro que me lo devolverá en el momento en que se lo pida.

¿Cristina? - interviene Amparo

Ricardo sin contestar, pone cara afirmativa.

Papá, ese dinero ha volado. Te ha engañado, como a tantos. Llámala delante de nosotros, verás.

La llamada telefónica confirma las sospechas de Amparo.

Ricardo deja una herencia negra, muy oscura. Su empresa herida de muerte, endeudada, sin ventas confirmadas, exceso de producción al fallar las  ventas y con el futuro muy comprometido, los mejores clientes abandonando su confianza, la familia descompuesta y él investigado por delitos fiscales. Si doña Carmen levantara la cabeza, una buena colleja le daría.

Ricardo pacta con los hijos cederles sus acciones, escribir a los principales clientes para explicarles que en todo caso, él no posee ninguna participación en Conde de Chinitas, S.A. y cambiará de residencia, se muda al piso de Madrid. Cristina sale de su vida, ya le ha desplumado. Sus hijos tienen unos años duros de trabajo para parar el desastre.

Ricardo, ¡Vaya herencia!


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