14.2.20

San Valentín

- Vaya mierda
- ¿De qué te quejas, Berta?
- El cabrón del jefe me ha encargado el artículo de mierda de todos los años. San Valentín. Y va el cachondo y me pide un enfoque real, actual y lejos de convencionalismos ñoños
- Pinta bien
- Yo hubiera preferido que me asignara a política municipal de Madrid, a ver qué opinan los de Vox sobre el intento de prorrogar presupuestos para no contar con ellos o los movimientos de Ciudadanos para hacerse querer en el PP o los líos del PSOE que reniegan continuamente de sus socios de Podemos. Los líos políticos que es lo que me gusta
- Te ha encargado otro lío
- Yo que soy anti amor, vaya mierda

Paso la mañana repasando artículos de amor, enamoramiento y ñoñeces varias publicados en los últimos años por estas fechas en varios periódicos y revistas. Tras dos horas de investigación, necesito un descanso. Mi mente no está preparada para tanta dosis de pasteleo. He encontrado alguna publicación con enfoque psicológico hablando de las fases del amor, otras patrocinadas por un portal de infidelidades hablando de los efectos terapéuticos para la pareja si eres infiel y por supuesto, no te pillan e incluso alguno desde el punto de vista de la neurociencia que nos abre los ojos sobre las reacciones químicas y sensoriales que producen las hormonas asociadas al amor y al sexo en nuestro cerebro y por consiguiente en nuestro comportamiento.

Me marcho a que me de el aire, tengo dos días por delante para completar el encargo, no es mucho tiempo. Para mí escribir sobre el amor se me hace muy complicado, nunca he disfrutado de ese sentimiento. Soy coja emocional. Nunca me ha gustado compartir mi vida con nadie, tampoco recuerdo sentirme obnubilada hasta el límite de perder consciencia de lo que pasa a mi alrededor. He visto y acompañado a amigas en su proceso de enamoramiento y consolidación con sus parejas, incluso a mi mejor amiga, Petra, la fue bien. Se enamoró y se casó con su Miguel. Yo les veo felices, nadie sabe qué pasa dentro de su casa o entre las sábanas, se les ve consolidados con sus complicidades, miradas e incluso roces en público. Llevan unos diez años juntos. Miguel ya es amigo mío, su trato amable y sincero me ganó, no soy mucho de ampliar amistades. Ver a Petra tan bien con él me abrió la mente a admitirle en mi vida.

Por la calle observo el comportamiento humano, en el polígono donde está mi periódico hay edificios de oficinas, las rutinas de paseo diario son muy de grupos que bajan a desayunar o a comer. Ves grupos de tres, de cuatro, alguna pareja. Poco amor, mucha pandilla con sus roles replicados de las uniones adolescentes, el graciosillo, la triste, el agonías, el que lo sabe todo, quien busca rumores, el macho alfa, el pibón. No suelen ser relaciones amorosas, aún rollo hay, son más compañeros de trabajo. No me sirve para inspirarme.

Decido ir a un hotel grande del centro, para sentada en la recepción, observar a parejas que entran con poco equipaje. Alguna veo, nada llamativo. Turistas de paso por Madrid que vuelven a descansar tras la comida, antes de su sesión vespertina de tiendas, restaurantes, teatro, cines o museos. Veo dos parejas de ejecutivos, bien vestidos ambos que suben precipitadamente a una habitación. Un rollo pasional. Tampoco me inspira.

No encuentro el amor, no sé de qué voy a hablar. Le diré a mi jefe que soy coja emocional y no se me ocurre nada.

- Adolfo, oye he estado investigando sobre el encargo que me han realizado, la columna sobre San Valentín. Y no se me ocurre nada original, te reconozco que me cuesta mucho hablar de amores. ¿Es posible pasarle el encargo a otra persona? Yo te escribo sobre lo que te apetezca.

Me mira mi jefe fijamente, pausa su respuesta como manera eficaz de comunicación, consigue dar una énfasis y su importancia a lo que va a decirme sin necesidad de levantar la voz.

- Berta, nadie mejor que tú para hacer el reportaje sobre San Valentín. Eres neutral al respecto, incluso lejana, muy buena reportera y la que mejor describe los sentimientos humanos de toda la plantilla. Seguramente tienes la necesidad de analizar cada comportamiento para entenderlo, te falta sentir de lo que hablas. Eres brillante y lo vas a hacer muy bien. Por cierto no es una columna, es una reportaje de hasta dos páginas. Me la juego contigo, no hagas que me arrepiente.

Salgo de su despacho peor de como entré, mi determinación para no escribir me la ha desmontado. Es un buen jefe y un cabrón también. Vaya marrón me ha tocado.

Decido investigar un poco, en la máquina de café veo a Oscar, el universitario. Un chico espigado, pelirrojo y pecoso. Para mí, poco atractivo. Ese color zanahoria con el fondo blanco de piel no me atrae. El chico es simpático y cae bien a todo el mundo. Le sondeo sobre cómo se relacionan los jóvenes como él. Me pone al día sobre aplicaciones de contactos casuales, me explica el aquí te elijo, aquí quedamos y luego follamos. Nada de amor, nada de compromiso, un supermercado del contacto. Me parece muy triste y lo más lejano a la humanidad que me pueda imaginar. Seré coja emocional y este recurso no se me ocurre para mí. No me gustaría sentirme como una mercancía en un escaparate a imagen de las meretrices de Amsterdam.

Solo me queda un día para escribir mi artículo, me empiezo a agobiar. No solo porque no se me ocurre nada, sino porque tampoco me he ganado el sueldo escribiendo ninguna noticia de interés diario.

- Berta ¿me acompañas al Congreso de los Diputados? voy a ver qué se cocina por allí. Quiero desayunar con un par de políticos de la oposición. Necesito encontrar algún hilo para seguir. Me propone mi compañero Raúl. Chico majo, compañero de sección, empezamos juntos el mismo día. Tiene un año más que yo, nos llevamos bastante bien.
- Vale, no tengo otra cosa mejor que hacer
- ¿Con qué estás, qué te ha encargado Adolfo?

Ahora entiendo el interés por mi compañía, quiere sonsacarme en qué estoy

- Que escriba sobre San Valentín
- No jodas, ¡Qué marrón!

Y se ríe, lo mataba ahora mismo

Llegamos al edificio auxiliar del Congreso, justo frente al Palacio, donde están los despachos de los Grupos Parlamentarios y de los Diputados. Raúl se marcha en busca de los disputados con los que tiene interés, alguna noticia le debe estar rondando y necesita contrastar fuentes. Los del hilo no me lo he tragado. Yo decido ir a la cafetería a ver con quién me encuentro.

Coincido con una diputada de izquierdas de provincia de Cádiz, me acerco a ella, mis orígenes son de allí. Ya nos conocemos de otras ocasiones  y nos saludamos con cortesía.

- ¿Qué tal te va, Carmen? Te veo un poco sola por aquí
- Hola Berta, la vida de congresista en bastante aburrida, demasiado masculina y no me llego a acostumbrar a los ritmos de Madrid, a las prisas y a la lejanía de los míos
- ¿Y cómo vas a celebrar San Valentin?, por cierto, no te he preguntado ¿Estás casada?
- Algo así, sí. Se acaricia su prominente barriga. No podría hacer esto sin pareja estable. Nos casaremos cuando nazca la niña.
- Enhorabuena. ¿Para cuando la esperas?
- Para principio de mayo, ya falta poco

Nuestra conversación de marujas la continuamos durante un buen rato, que si vas a ir a los carnavales, los planes de Semana Santa, que me pierdo la feria este año con el nacimiento, todo lejos de lo que el español medio imagina que se habla en este recinto. Mi radar de periodista vibra, de reojo he visto un cruce de miradas cómplices. ¡Ostras!

- ¿Quienes son esos?
- Mira el calvito delgado bien arreglado es Matías Gómez, su primera legislatura, como yo. Es de VOX Málaga. Un tío simpático y agradable. Puedes hablar con él de cualquier cosa e incluso su talante dialogante y humano te sorprende. Quizá prejuzgo a las personas por su ideología en vez de por su comportamiento.
- Ya, luego hablaré con él. Y ¿la rubia de mechas de pelo descuidado? la que está en la mesa del fondo
- Esa es de nueva, no he hablado con ella aún. Un poco seca, una podemita del norte con cara amargada. Muy radical, anticapitalista. Parece que empezó en movimientos okupas y anti desahucios
- ¿Cómo se llama?
- Ainhoa
- ¿Por?
- Me gusta conocer a todos los diputados, su lado humano. A mi, las ideologías no me gustan, las identifico con enfrentamiento y división.
- Por eso hablo contigo Berta, no pareces periodista
- Me lo tomaré como un halago
- Dame un beso que me voy, tengo que ir a baño, con este embarazo no paro de orinar, chica. Me alegro de verte, espero verte pronto

Me acerco hacia Matías. 

- ¿Matías? Soy Berta Alonso de El Observador
- Encantado Berta ¿Qué puedo hacer por ti?
- Me gustaría conocerte, estoy interesado en conocer el lado humano de los nuevos diputados de esta legislatura, saber ¿qué te ha traído aquí?, ¿dónde nació la vocación política?, ¿que esperas conseguir para tus electores?, tu situación personal, el fondo humano, por encima de la ideología
- Interesante, pues ya que estamos, pregunta
- Háblame un poco de ti

Matías, efectivamente es un tipo agradable, simpático, se deja querer. No es político, ha llegado hasta aquí por la hartura que le provocó los políticos históricos malagueños que no han hecho nada por su tierra, salvo sacar provecho de ella. Me da la sensación que hubiera encajado casi en cualquier lista política. Su fondo es conciliador, no busca el enfrentamiento, prefiere la conversación. Un tipo para irse con él de fin de semana. No es atractivo, es agradable. Soltero, heterosexual, desde el primer minuto me queda claro. No para de enviarte mensajes. Me quedo con la sensación que no duerme solo las noches que pasa en Madrid.

- Mañana es San Valentín ¿Qué esperas del amor?
- Una pregunta difícil para un político. No me la tengo preparada. Realmente espero del amor que me encuentre. En el amor me siento como una marioneta gastada, me ilusiono en la función y termino en el fondo del cajón de los juguetes
- ¿Tan solo te sientes?
- Solo, no, nunca llego a estar solo. Creo que es más bien que me encuentro en un estado pendiente de enamoramiento, una botella vacía con el embudo colocado. Esperando que me llenen.
- Curiosa imagen, por último ¿Qué diputada, soltera, te llama más la atención?
- Prefiero no molestar con mi respuesta, ni por omisión ni por mención. Espero que me entiendas
- ¿Te gustan?
- Por lo general encuentro a la mayor parte de las mujeres interesantes. No me pidas más datos
- ¿Qué le pides a San Valentín?
- Que se acuerde de mí.

Dejo a Matías con sus obligaciones, me ha caído bien. Buen tipo, de fiar. Me acerco a Ainhoa, que sigue en su mesa del fondo. Nos saludamos, esta conversación me cuesta más. Ainhoa es burgalesa del Condado de Treviño, criada en el sentimiento de injusticia y abandono por parte de las instituciones. Sus vecinos comprueban a diario las diferencias con sus vecinos alaveses que les rodean físicamente demostrando su mayores posibilidades económicas. Eso fue el germen de su resistencia ideológica. De temperamento seco, cuesta mantener una conversación con ella. Suele terminar las frases pronto y no te genera calidez para mantener la charla. Tienes la sensación que molestas y que desea terminar. La hago sufrir, me quedo. Muy al fondo detecto que lo agradece, se siente sola en este ambiente.

- Mañana es San Valentín ¿Qué esperas del amor?
- Que se manifieste, que venga a por mi
- ¿Piensas que viene solo o tenemos que hacer algo nosotras?
- ¿Tienes pareja?
- No. Me cuesta mucho. Creo que soy una enferma del desamor. Huye de mí
- Parece que somos hermanas. Quizá espero un milagro porque no hago nada por encontrarlo. No me veo acercándome a un hombre para llamar su atención

Ainhoa si se arreglara un poco, sacaría mucho más partido de su cuerpo. Se le adivina debajo de esas ropas hippies una buena figura, proporcionada, alta y delgada. Hasta guapa bien maquillada y peinada, no son esos pelos descuidados con coleta. Pies muy grandes, que llaman la atención, lo demás se lo cambiaba yo de carril.

Me despido de ella, deseándola suerte en su primera legislatura. 

-Nos volveremos a ver
- Seguro, suelo leerte en tu periódico. Me gusta cómo enfocas los temas. O como te dejan enfocarlos.

Seca, amable, solitaria, un diamante en bruto. Me cae bien.

Se acerca la hora de comer, mi instinto me dice que me quede por ahí, por el barrio de las letras. Regreso a mis orígenes, cuando era becaria que me destinaron a hacer prácticas en una revista del corazón. Del corazón amarillo, más que rosa. Me tocó preguntar a famosos impertinencias en la salida del aeropuerto, de restaurantes o en la peluquería. Odiaba ese periodismo visceral.

Paseo cerca de la plaza de las Cortes, cuando veo a distancia a Matías, solo, paseando a buen paso en dirección a Atocha. Decido seguirle con discreción. A la altura de la calle huertas me aparto de su vista por si se gira. Justo en la esquina coincide con Ainhoa. Bingo, si lo sabía yo.

Siguen juntos hasta una taberna acristalaba donde se les puede ver comer animadamente con conversación y gestos de complicidad. 

El viernes una historia inventada de la pasión de los polos apuestos sale publicada en El Observador. A doble página, una novela breve sin sentimentalismos que describe la atracción de un podemita y una hija de un industrial del barrio más conservador de Madrid. 

La definición de los personajes es perfectamente identificable con mis Matías y Ainhoa, cambiando los géneros y sus afinidades políticas. El amor existe donde menos te lo esperas. 

Recibo un mensaje de Ainhoa a mi WhatsApp

- Bonita historia. Gracias.



13.2.20

Trabajo en el polígono

La rutina diaria te ayuda a adormecer el tedio diario de ir a un trabajo poco motivante, mal pagado y con un ambiente sombrío. Me llamo Esteban, Hurko me llaman los amigos. Tengo cuarenta años, los últimos dieciocho me mantengo con un trabajo en un almacén de material de obra, sobreviví a la crisis de la construcción de milagro, por ser joven y ganar poco.
Cada mañana me acerco al polígono en ferrocarril, la estación más cercana a mi humilde casa está a diez minutos andando. Mi mujer, Gloria, también utiliza el ferrocarril para ir a su trabajo en Madrid, en sentido contrario a mi trayecto, nos separamos cada día en la entrada de la estación, ella al andén número 2 y yo en el 1. Su tren llega siempre antes, a las 7:35, el mío a las 7:42.
El andén número 1 lo llenamos los cinco viajeros de todos los días, a cada uno le he imaginado un nombre y una ocupación en función de su forma de vestir y el destino donde se suelen bajar. 
Asun, muestra de escuela, morena, con peinado de pelovieja sujeto con laca y horquillas, pelo ahuecado de peluquería de pueblo. Traje de chaqueta con falda de color  oscuro, grueso de punto, el que elige una mujer para aguantar la jornada en un sitio frío. Siempre lleva su cartera de documentos asida. Tiene una verruga bailadora bajo el labio inferior, es tan grande que vibra a cada paso. Se bajará dos estaciones más allá en una población grande, ciudad dormitorio de Madrid. Los de allí, siempre presumen que su ciudad es La Moraleja del Sur. Será, por qué discutir.
Sentado en el banco de la pared, Eustaquio, con su mono de trabajo azul con remates brillantes en las perneras, con cara cansada, es el único que tengo segura su dedicación. Es del servicio de recogida de basuras, termina pronto tras una noche enganchando los cubos al mecanismo de la parte trasera del camión con su volquete para facilitar la caída de las bolsas de basura a la trituradora. Regresa a casa, tiene suerte, aunque a mí su trabajo que está muy bien pagado, no me atrae por mis dificultades para conciliar el sueño por el día.
Fumando un cigarillo pasea por el andén, Roberto, siempre en su traje inmaculado, le he contado tres trajes, dos de uso alterno, días pares e impares y otro de más calidad que elige para las ocasiones especiales. Huele a distancia a una mezcla de humo, tabaco y perfume de moda. Hoy lleva el traje bueno, estamos a fin de mes, tendrá alguna reunión importante. Trabaja en mi mismo polígono, en una empresa de import-export a donde suelen llegar furgonetas con chinos, hindúes o paquistaníes. En ocasiones coincidimos en alguno de los bares del polígono, con el menú a 8 euros. Nos saludamos con un movimiento de cabeza, amables pero sin roce. El con los de traje y yo con los del mono. Mismo menú, dos clases de obreros.
Por último, la estudiante, Marta, rubia muy delgada, pero mucho, necesita alimentarse mucho. Cada día  mañana cuando nuestras miradas se cruzan me vienen ganas de decirle algo. Me atrae hasta el punto de alimentar mi imaginación siempre en ebullición. Finalmente se queda en eso, en miradas cruzadas. Viste siempre en vaqueros, con camisas amplias y zapatillas de tenis. Pelo liso, recogido con una goma la coleta, rubia de reflejos, su base es castaña oscura. Poco maquillada, suele llevar una carpeta y algún libro que cruza sobre su escaso pecho. Más merece la pena que lo potencies que taparlo. Me gustan los pechos pequeños. La chica tiene morbo, es la típica mujer que mejora desde atrás, los pantalones ennoblecen su trasero. Para azotar. Me obligo a pensar en otra cosa que me pierdo.
Viene el tren, cada viajero se posiciona en su lugar de referencia donde suele parar nuestra puerta preferida para elegir sentarnos en el mismo asiento cada día. Me gusta la segunda ventana en el sentido de la marcha. El vagón está casi lleno de estudiantes que van a la universidad del Sur. En tres estaciones, nos quedaremos los cuatro de siempre, en la cuarta nos bajamos los del polígono.
A mi espalda, en la fila posterior charlan animadamente dos estudiantes de ADE inventando el mundo económico de la empresa. Aprenden mucha teoría, les falta roce con el mundo real. No puedo evitar sonreír escuchando sus dudas, están debatiendo sobre el control de costes y almacén. De eso les puedo dar yo una clase, de cómo maximizar el espacio y la rotación de almacén.
Hoy pasa el revisor, nos toca cada tres días, me reconoce y ya ni me pide que le enseñe el abono transporte. Con una leve inclinación de cabeza cerramos el control.
La parada de la universidad. Una avalancha de estudiantes bajan, llenos de ilusiones, de hormonas, de ganas de vivir, de ligar, de pasarlo bien. Todos limpios, responsables y sabedores que el futuro de España estará en sus manos. Buena generación, preparada, honrada, inocente. Tienden a ir uniformados, todos de vaqueros, mayoritariamente con zapatillas de deporte, sudaderas y mochilas para llevar sus carpetas, cuadernos y algún que otro libro. Me dan envidia, yo quise trabajar, no me dio la gana estudiar, lo hice solo por fastidiar a mi padre. Mi venganza infantil hacia mi padre me salió mal. Por mi lado, perdí formación y oportunidades en la vida, por otro lado mi padre me trató bien, el pobre entendió que tenía un hijo poco capacitado echado a perder con los estudios y que debía salir adelante con trabajo, con poco porvenir. Tiró de contactos y me encontró mi primer trabajo. Me quedé solo con los estudios básicos a diferencia del resto de mi familia. Mi padre es un médico reconocido jubilado. Mis hermanos salieron adelante mejor que yo, viven en Madrid en barrios acomodados, con buenos trabajos. Yo sobrevivo en un almacén con un sueldo bajo y vivo en un pueblo más allá de las ciudades dormitorio. Ellos con sueldos altos y vida de lujo, yo con un coche de doce años que me regaló mi padre cuando se compró el nuevo hace siete años. Lo reconozco no estudié por fastidiar y el único que salió perjudicado fui yo. ¿Qué voy a hacer? Pues continuar.
Como cada día, al pasar frente a la encina de la dehesa, consulto mi reloj. Vamos adelantados un minuto, en un par de minutos llegaremos al polígono.  Me levanto para dirigirme a la puerta, en seguida estamos en la estación.
Un frenazo imprevisto, la inercia me empuja hacia adelante, llego a sujetarme en la barra vertical de milagro, no lo suficiente, termino en el suelo. Menudo porrazo me llevo en la frente.
El revisor se dirige a la cabecera del tren con paso rápido. Nos asomamos varios viajeros por la ventana. No vemos nada. El tren reanuda su marcha despacio. Entramos en la estación del polígono a la hora establecida. Me duele la frente por el golpe y noto un run-run en mi cerebro anticipo de una migraña, me las conozco y esta viene fuerte.
Padezco de migrañas, suelen ser nocturnas de las que me desvelan a las tres o cuatro de la mañana. Me recetaron una medicación muy potente después de años de seguimiento. Esta pastilla me quita el dolor unas dos horas después de ingerida, lo que no me libera es del resto de síntomas, visión periférica borrosa, lentitud mental y dolor articular, la gripe la llamo yo. Bajo del tren y noto que el dolor avanza rápidamente, busco en el bolsillo de mi cazadora la pastilla salvadora, suelo llevar una. Esta cazadora es nueva, me la regaló mi hermano en su enésimo cambio de armario. Mi ropa es de marca, de muy buena calidad gracias al capricho de mi hermano que cambia continuamente de prendas sin apenas haberlas usado. Como la cazadora, para mi es nueva, no he tenido oportunidad para guardar en su interior una pastilla, siempre llevo una. Llego a la nave de mi empresa y me dirijo directo al botiquín buscando algún calmante. Me espera un día muy largo. Paracetamol. Solo me hace cosquillas, algo es algo. Tengo que parar ese dolor. La gripe avanza con rapidez, veo un poco borroso y empiezan a molestarme las rodillas. El dolor presionante y pulsátil en mi cerebro no me permite pensar con claridad.
Informo a mi encargado que no me encuentro bien.
- Estas aquí ¿no?, pues si has llegado ponte a trabajar
Me encargo del toro mecánico con volante, me toca descargar un camión trailer lleno de pallet con cajas enormes de madera. Bajo con habilidad caja tras caja, hasta que ocurre un pequeño accidente. Mi visión está borroso producto del dolor, mi pensamiento y reflejos van más lentos. Al girar el volante para apartar el toro del camión, no mido bien el espacio y choca la caja con la estructura metálica del camión. La madera se astilla y la carga se desparrama por el suelo con estrépito. Ante mis ojos me encuentro con decenas de cajas de madera, alguna se rompe del golpe y asoma su carga. Armas. Pistolas y fusiles. El encargado se pone nervioso, me increpa. A estas alturas la migraña ha anulado mis sentidos. Me quedo paralizado hasta que me zarandea el brazo.
- Hurko, quita este trasto de en medio. Y baja vamos colocar la carga de nuevo en el pallet. Vamos.
Coloco la carga diligentemente y las dos cajas rotas las dejo para el final, para la zona superior. Regreso a mi toro para mover el pallet completo hasta su posición asignada en el almacén. Dos de las pistolas desaparecen de las cajas rotas y terminan escondidas en el mono de trabajo de Hurko. 

No sé qué hacer con ellas, tampoco sé para qué las he cogido, ha sido un gesto instintivo. Ya veré

El dueño, don Luis viene a verme durante el descanso del almuerzo a las diez de la mañana.
- Hurko, ¿podemos hablar?
Con la boca llena de mi bocadillo de chorizo asiento la cabeza mientras apresuro a masticar y tragar el trozo.
- Mira Hurko, por tu accidente has podido comprobar que tenemos un encargo especial. Necesitamos discreción por tu parte ¿eh?
- Yo no he visto nada, don Luis
- Buen chico, antes de irte a comer, pasa por mi despacho, tengo algo para ti que te ayudará con la amnesia.

El resto del turno de mañana es tranquilo, me permito el lujo de cerrar los ojos un rato, el dolor de cabeza me está matando.

D. Luis me entrega un sobre en efectivo con el equivalente a dos meses de sueldo.
- Esto es medicina para olvidar. ¿Estamos? Dentro de tres meses tendrás otro incentivo igual. ¿Lo tienes claro?

Asiento. No me atrevo a contar el dinero, al peso entiendo que son unos dos mil euros. Mucho es para mí.

- Gracias D. Luis, no es necesario
- Tenemos un trato Hurko. Quizá quieras participar en alguna carga de material especial. Un sobre como este tendrás cada vez
- Es legal ¿no?
- Déjame a mi el papeleo, tú ocúpate de hacer bien tu trabajo y no volver a romper producto. Nuestros clientes son muy celosos con este aspecto.

Al finalizar la jornada regreso a casa en tren, pienso qué hacer con el dinero y las pistolas que llevo en mi mochila. Me siento diferente, importante. Ser delincuente te hace ser más audaz y atrevido.

El tren para en la estación de la universidad, veo en el andén a Marta, la estudiante del culo bonito. Se sube en mi vagón, nos cruzamos la mirada. Me decido a saludarla.

- Hola, puedes sentarte aquí. Mientras aparto la mochila del asiento de enfrente.
- Hola. Me llamo Laura
Sonrío.
- ¿De qué te ríes?
- Me llamo Esteban aunque muchos me llaman Hurko
- ¿Hurko?
- Sí de joven tenía mucho pelo, iba con barba, melena y solía vestir de negro. Me apodaron y así se quedó
- ¿Por qué te reías?
- Por tu nombre, no es nada, disculpa. Todos los días coincidimos en el andén por la mañana las mismas personas, en mi imaginación os bauticé a cada uno. Te tocó Marta, tu cara me decía que te llamas Marta.
- Marta se llama mi madre
- Algo acerté con el nombre. Laura está muy bien, te pega también
- Vaya, gracias. ¿Y a los demás cómo los llamas?
- A la profesora, Asun
- ¿La seca? Esa se llama Emilia y no es profesora, trabaja en la biblioteca
- ¿La conoces?
- Es mi vecina
- ¡Qué casualidad! Veo que estás en la universidad. ¿Qué estudias?
- Estoy terminando la tesis para conseguir el doctorado en Economía
- También tienes bonito el cerebro. Muy completa
- ¿La tesis sobre qué la estás elaborando?
- Economía sostenible y riqueza en el tercer mundo occidental. Sobre cómo mejora la economía en los barrios pobres de las capitales y en las familias pobres gracias a la sostenibilidad.
- Sostenibilidad, qué bien suena. Y ¿cómo podemos sostenernos ambos?
- No corras tanto Caperucito
- Si nos conocemos de antiguo
- No te pases que estás casado
- Mucho sabes de mí
- Te veo todos los días de camino a la estación
- Sostenible y observadora
El tren se aproxima a nuestra estación. Nos despedimos en el andén.
- Hasta mañana Laura
- Hasta mañana Esteban

Sigo con la mirada su marcha, su perfil de espaldas me hipnotiza. Tiene un culo como para perderse.

Oigo a mi espalda.

- Esteban, cierra la boca que se te va a caer la baba

Mi mujer Gloria que me acaba de pillar revisando el culo a otra.

- Si los de tu edad para los estudiantes sois transparentes. Ni te hagas ilusiones
- Solo miraba la carta por curiosidad, en casa tengo el menú especial

La abrazo hacia mí, aunque me hace la cobra a mi intento de beso. Me ha pillado bien.

Cruzamos la plaza que hay a la salida de la estación, al llegar a la puerta de nuestra casa, bajan de una furgoneta cuatro individuos fornidos, musculosos con cadenas y bates de beisbol en las manos.

- Gloria, vete corriendo a la policía, corre.

Me interpongo entre ellos y Gloria ganado tiempo

- Hurko, Hurko, tienes algo que nos pertenece. No queremos hacer daño a tu mujercita, ni a ti. Nos ha contado don Luis que has sido tú el que rompió un para de cajas de mercancía y han desaparecido dos ejemplares. Por tu bien espero que nos lo entregues

Veo que no vienen que buenas intenciones, valoro mis opciones, decido abrir la mochila y sacar ambas pistolas. Se las acerco al cabecilla que las mira y hace un gesto a uno de sus socios para quitármelas de la mano, las revisa y hace un gesto de conformidad.

- No las he tocado, están nuevas

Me rodean los tres y empiezan a repartir golpes con los bates sin que tenga oportunidad para defenderme. Las luces de las sirenas de la Guardia Civil aparecen en la esquina, paran de golpearme y se van gritándome en jefe mientras subía a su furgoneta

- Has tenido suerte, te dejamos vivir porque las has devuelto. A la próxima nos cargamos a tu mujer y luego a ti.

Cuatro costillas rotas, tres dientes y molestias en hígado y riñones. Orino sangre durante un par de días. La próxima semana la pasaré en el hospital del Sur. He tenido suerte no paran de repetirme el personal facultativo del centro.

El último día de hospital, recibo la visita de don Luis, muestra su enfado y desilusión conmigo. Ha perdido un negocio muy rentable por mi culpa.

- Mira, la parte buena es que estamos vivos porque esta gente es muy peligrosa. La parte mala es que con la actividad habitual de obra no podemos subsistir y vamos a reducir empleo. Estás despedido Esteban, te deseo buena suerte
- No puede hacer eso, don Luis
- Lo estoy haciendo
- ¿Y si hablo con la policía?
- Te echaré a los perros esos, ya viste como te dejaron en un momento

Aguantamos ambos la mirada furiosa
- Estás despedido
- Se está equivocando, voy a ir al juez
- No vas a ir a ningún sitio
- No puede despedirme
- Claro que puedo y me voy a encargar que nadie en la comarca te contrate
- No se atreverá

Gloria llega llorando del tren de Madrid, directa al hospital.

- Me han despedido Esteban, no entiendo nada
- Creo que las explicaciones las debes pedir aquí. Interviene don Luis
- Cariño, es mi jefe, viene para decirme que también me despide
- ¿Por qué?
- Porque se lo han ordenado
- Váyase de aquí, fuera
- Señora, le estoy haciendo un favor, ya me lo agradecerá algún día

El viernes tras la comida, me dan el alta hospitalaria. Camino a casa nos cruzamos con Laura que se dirige a su casa. Nos saludamos con afecto que nota Gloria y sus celos me lo hacen pagar el resto de la tarde. 

A las diez de la noche, llaman a la puerta. Gloria sale a recibir, ante ella en la puerta, dos hombres corpulentos con traje.

- ¿Está Esteban? 
- Sí, ¿Quienes sois?

La apartan a un lado y acceden a la vivienda. Estoy tumbado en el sofá revisando los canales de televisión, cuando me sorprenden y sin mediar palabra, recibo tres disparos. 

Muerte instantánea. Fin de mi aventura mafiosa.

El viernes a las ocho de la noche funeral por Estaban Guardián López en la Parroquia del colegio. Acuden Gloria mi lejana familia y los cinco del andén. 



11.2.20

Sebas y Lucía

Sebastián, Sebas para todo el mundo, organiza su maleta con precisión milimétrica. Su método de almacenaje de ropa es curioso, comienza extendiendo su prenda más grande, la cazadora, sobre la cama con las mangas extendidas perpendiculares al tronco de la prenda, superpone las camisas manteniendo el dibujo y las camisetas a continuación, finalmente en el centro deposita las mudas de ropa interior y los pares de calcetines hechos una bola. Enrolla en un ovillo la prendas juntas y las guarda en la maleta. Posteriormente los pantalones los enrolla tras doblarlos por la mitad longitudinalmente. Se convierten en un rulo que introduce en la maleta por sus laterales. Es su técnica para evitar que se arrugue la ropa. El último hueco es para su bolsa neceser, el cargador del móvil y un par de paquetes de pañuelos de papel.

Tiene por delante un fin de semana de descanso en un hotel de la costa. Ha quedado con Lucía, su amiga con derecho a roce con quien tiene mucha afinidad y está profundamente enamorado de ella, hasta el punto de admitir esta relación discontinua de atracción fuerte y descansos breves le saben a poco, echa de menos mayor compromiso. Su esperanza es llegar a formalizar su relación en algo identificable como definitivo. Llevan así tres largos años, llega un momento que con treinta y dos años deseas orden, sosiego y vida en común.

Lucía por su cuenta está preparando el equipaje con muchas dudas, si hace calor ¿qué me pongo?, si refresca ¿qué me llevo?, cada situación que su mente prevé supone una reacción, elegir ropa y dejarla sobre su cama. Se ríe de sí misma, tanta previsión le supone completar dos maletas tipo avión y un neceser del tamaño de una nevera portátil. Mucho lleva para dos noches. Nunca sabes.

Sebas avisa al telefonillo para que baje, la espera en la calle en su cabify camino de la estación de Atocha. En menos de cuatro horas estarán en el hotel con vistas al mar.

Eligen, como siempre, el vagón del silencio que facilita el AVE para los viajeros que demandan viajar sin niños ni conversaciones. Lucía abre la tapa de su iPad donde se ha descargado varios capítulos de su serie favorita del momento, Sebas dispone de un libro en papel, le gusta leer en papel, acariciar las páginas, sentir ese olor tan especial. Un romántico de la lectura. Se concentra mucho cuando lee. Lucía le observa, llena de ternura al ver hasta qué punto se evade de la realidad inmerso en la historia que está imaginando al pasar las páginas de su libro. Le acaricia el pelo, Sebas reacciona asiendo la mano de Lucía para besarla en la palma. Tienen complicidad y gestos de matrimonio bien llevado.  A ojos de los demás son una pareja estable y consolidada.

Del tren al taxi y del taxi al hotel directos. La tarde invita a un paseo previo a la cena. El clima de la costa es totalmente diferente al madrileño, migran del frío seco al templado húmedo. Les sobra ropa de abrigo, recuperan prendas propias de primavera, sin abusar que la caída del sol es traicionera y la humedad se te mete en los huesos. 

Durante el paseo se ponen al día, llevan sin coincidir una semana. Un breve saludo por teléfono el miércoles, para marcar territorio y poco más. Lucía se encontraba por trabajo en Londres y Sebas en su plácida plaza de profesor de instituto en Carabanchel, barrio madrileño cada vez más multiétnico. 

- ¿Te apetece cenar allí? ¿En el puerto?
- Vale, no tengo mucha hambre, la verdad, te acompaño.
- Es de raciones, pedimos lo que te apetezca y una copa de vino.

Su conversación fluye natural, tienen una gran complicidad desde hace tiempo, comparten los momentos con alegría que luego recuerdan con ilusión. Su álbum personal de recuerdos es amplio y sonriente.

- ¿Lucía?

Aparece un hombre de unos cuarenta años, muy bien cuidado, aparente, bronceado de barco, sonrisa banca perfecta, ropa de marca, mocasines sin calcetines. Signo de poderío en la costa. Huele a perfume de marca.

La cara de Lucía muda, su sorpresa inicial consigue que su sonrisa caiga, las arrugas de la frente, esas que le marcan en vertical hasta unirse en el nacimiento de la nariz, se tensan; sus cejas se unen y la boca siente un espasmo, similar al del inicio del vómito. Su cara está blanca. Muy blanca.

- ¡Oscar!
- ¿Qué haces aquí?¿No estabas con tu madre?¿Quién es este?
- Es un amigo, Sebas te presento a Oscar
Se saludan moviendo la cabeza y midiendo la situación. Sebas intuye algo que le supera, tensa los músculos y cierra instintivamente el puño derecho que tiene bajo la mesa.
- ¿Qué haces aquí?
- He venido a descansar el fin de semana
- ¿Y tu madre?
- En su casa
- Te juro que no te entiendo. ¿Por qué me mientes? ¿Y este?¿Es tu rollito?

Sebas hace el intento de levantarse, la mano y la mirada de Lucía se lo impiden.

- Sebas, dame unos minutos, luego te explico

Salen del restaurante en dirección al paseo marítimo Lucía seguida de Oscar quien en el instante de salir del local, se gira para comprobar y recordar la cara de Sebas.

Sebas pide la cuenta de las bebidas, no llegaron a pedir raciones, con lentitud se levanta, recoge su cazadora y marcha sin rumbo fijo. Lo que ha presenciado le puede explicar muchas cosas, por que parece, Lucía no ha sido franca con él y puede que esté casada o algo parecido. Siente un dolor inmenso en su pecho, nota un ahogo, el pulso se le dispara. Se siente roto por dentro. El dolor de amores es el peor de todos, afecta a todos los órganos. Una reacción nace de su estómago, le obliga a correr hasta la orilla del mar, vomita el poco vino blanco ingerido y poco más. Se marea y decide sentarse en la arena apartado del agua.

No entiende nada, solo siente dolor y pérdida de tiempo.

- ¡Oscar!

Escucha un grito de voz de Lucía a su espalda, no le da tiempo para girarse cuando nota un cuerpo abalanzándose sobre él. El frío le invade, el calor húmedo le alcanza el vientre, siente dos entradas violentas en su vientre provocados por una navaja. Nota la pérdida de sangre, nota que pierde la consciencia, le falla la vista. Un brazo poderoso le  sujeta la garganta, su postura es muy forzada pues le ha sorprendido el ataque medio girado y sentado, su brazo derecho está bajo su cuerpo. El agresor está en forma, sabe luchar y ya ha clavado en dos ocasiones su arma. Espera la definitiva. No tiene fuerzas ni habilidad para defenderse.

Un disparo, dos. Oscar cae en la arena junto al agonizante Sebas. 

Dos días más tarde despierta Sebas en la UCI del hospital Central, una enfermera le sonríe.

- Vaya, buenas tardes, bienvenido, le hemos recuperado.
- ¿Dónde estoy?¿Qué día es hoy?
- Tranquilo Sebastián.
- Sebas
- Tranquilo Sebas, voy a avisar al médico

Una semana después Sebas consigue el alta hospitalaria para regresar a Madrid donde continuará el seguimiento médico de sus heridas. Por centímetros, le dijeron. Has tenido suerte.

Lucía ha desaparecido, no devuelve las llamadas, en su casa ya no vive, se ha esfumado. Tras una semana buscándola sin resultado, abandona la búsqueda. No entiende nada, no quiere hacerse más daño.

Una semana después recibe un paquete en casa, envuelto con papel de estraza, como los de Amazon. No ha pedido nada que recuerde, viene a su nombre, lo admite y cierra la puerta al repartidor. Se dirige a la cocina para abrirlo con un cuchillo, dentro de la caja hay un álbum de fotos de 15 centímetros, de esos que venden en los chinos, con veinte fotos de Lucía con él, sonrientes. Una nota acompaña:

Fue real, yo no. Te quiero, Lucía.

Nada más, todo muy enigmático. Decide investigar un poco por internet, ninguna noticia ni mención al ataque y los disparos en la playa unos días antes. Ningún registro de Lucía. Sus páginas en redes sociales se han borrado. Es como si nunca hubiera existido.

Antes de pedir el alta para volver a su rutina de las clases, decide regresar a la costa unos días, volver al hospital, al hotel, a la playa. Preguntar por ahí, necesita conocer, siente que son importantes esos dos días que estuvo al borde la muerte.

El rastro es muy débil, comienza por el hotel. En recepción no recuerdan mucho salvo que sí, que había una habitación con tres maletas y un neceser sin abrir, la cama sin estrenar. Como si hubieran vuelto a Madrid sin dejar rastro. Le acompañan a la habitación de la consigna, allí encuentra su maleta, cerrada sin signos de intento de abrirla. De las maletas de Lucía, ni rastro.

- Las guardamos aquí juntas, habrá venido por ellas en otro turno. No sé nada más. ¿Necesita algo más?
- Necesitaría la factura con los nombres de la habitación de ese fin de semana, lo tendré que pagar
- Ya se abonó, nos lo pagaron desde el mayorista de viajes
- ¿Sería posible la factura?
- Sí, venga conmigo a recepción
- En esta factura solo aparece mi nombre
- Es el único que tenemos registrado

No saca nada en claro, más intriga si cabe. Deja su recuperada maleta en su coche y se encamina con paso calmado hacia el hospital.

Intenta recordar ¿Susana?¿Sonia?¿Sofía?¿Cómo se llamaba la enfermera que me atendió? A ver si consigo verla. A las dos y media de la tarde se sienta frente a la puerta de servicio, por donde entran y salen los empleados del hospital. Tras más de media hora esperando y revisando a cada persona que traspasa la puerta, decide ir a comer, tiene ocho horas hasta el siguiente turno. No hay suerte, no la ha reconocido. El puerto se encuentra a escasos quince minutos andando, decide ir a dar una vuelta.

Un breve estremecimiento le sacude a la altura de la zona de la playa donde le apuñaló el Oscar ese. En principio decide acercarse al restaurante de la cena, finalmente cae en la cuenta que el puerto es un recinto cerrado, incluida su pequeña playa y cuenta con circuito de televisión. Descubre varias cámaras de vigilancia. Solo tiene que enterarse dónde está la central de guardia. Mientras, toma un bocadillo con un cerveza en un kiosko con terraza, se distrae revisando el paisaje de bikinis y medios bañadores que le animan la comida.

Pregunta al camarero si sabe dónde están los guardias de seguridad, le dirigen al club náutico en su lateral tras una puerta con el logotipo de Segurpuerto.

La puerta está cerrada, llama sin éxito. Localiza a unos cincuenta metros a un vigilante uniformado, fumando a la sombra de una palmera. 

- Hola
- Buenas tardes
- Me pregunto si es posible hablar con el responsable de seguridad o con la persona del centro de control
- ¿Eres policía?
- No. Nada más lejano. Simplemente quisiera repasar unas imágenes del otro día. Tuve un incidente.
- Me temo que necesitarás una orden judicial para ello
- ¿Cuántos días mantenéis las imágenes?¿quince, un mes, siete días?
- No lo sé, creo que máximo un mes. Depende de la jefa.
- ¿Puedo hablar con ella?
- Ahora no está, vendrá a eso de las cinco de la tarde. Pregunta por Maite. Es una morena fuerte.

A las cinco y diez, regresa Sebas a la puerta de metal y vuelve a llamar en un par de ocasiones. Sin éxito. Se vuelve para marcharse cuando suena una voz femenina por el telefonillo de la puerta.

- ¿Quién eres?
- ¿Maite?
- Sí, ¿Quién eres?
- Me llamo Sebastián García, he hablado antes con un compañero tuyo y me ha comentado que debo hablar contigo.
- ¿Para qué?
- Hace un par de semanas me asaltaron en la playa y me gustaría saber si es posible revisar imágenes porque tengo la sensación que la policía no actúa muy diligentemente
- Para ello necesitarás una orden judicial
- Solo me gustaría hablar contigo
Un zumbido prolongado abre la puerta
- Pasa

Sebas entra en un recibidor que da acceso a tres salas, dos vestuarios diferenciados por género y una sala que sirve de control y de despacho. En la puerta de esa sala la espera una mujer morena, de complexión fuerte ganada a base de gimnasio. Mirada franca, lista y perspicaz. Tiene apariencia de jefa.

- Hola, soy Sebas
- Pasa, Sebas. Maite

Da la mano a Sebas que siente la fuerza que transmiten sus dedos al apretar su palma.

- No puedo darte imágenes, está totalmente prohibido
- Lo entiendo, solo me gustaría saber si puedo verlas, para poder dirigir a la policía al momento exacto.
- ¿Qué día estás buscando?
- El viernes 3, hace dos semanas
- Mmm. Voy a ver
Rebusca en un armario ignífugo.
- ¡Qué raro! No está ese día
- Mira que no me extraña
- ¿Por qué lo dices?
- Porque todo lo que pasó ese día fue muy raro. Me asaltó un energúmeno en la playa cuando empezaba a anochecer. Me clavó un cuchillo en dos ocasiones y casi me mata. Mi novia, que ha desaparecido, le mató con una pistola. Mi novia se ha esfumado, tampoco sabía que manejara armas con precisión, es como si no existiera. Sus maletas han desaparecido del hotel sin dejar rastro, en su casa no la conoce nadie, su teléfono no tiene línea. Como el humo se ha disipado. En prensa no ha aparecido ninguna reseña ni a mi apuñalamiento ni al muerto por un disparo. Todo muy raro
- ¿Has ido a la policía?
- Me vinieron a interrogar al hospital y no he vuelto a saber de ellos
- ¿El día 3? Ese día libré. Me dijo mi compañero Esteban que fue movida la noche. Le voy a llamar a ver qué me cuenta

La breve conversación telefónica entre ambos compañeros no le aclara mucho a Maite e incrementa su curiosidad.

- Espera, siempre hay posibilidades. No son cintas de vídeos, vamos a ver si te sirve, creo que puedo ayudarte. Tenemos cesión de imágenes de dos barcos amarrados en el puerto que por seguridad comparten sus imágenes con su central de alarmas y con nosotros.

Entra en el ordenador y tras varias claves de seguridad accede al archivo de memoria de una de las cámaras de un catamarán de ocho metros de eslora.

- Nada, este solo mantiene en memoria siete días. No hemos tenido suerte.

Prueba con otra fuente, un barco de recreo a motor de siete metros con muy buena pinta.

- Mira este tiene un mes de memoria. Vamos a revisar ese día.

La imagen, un poco lejana, ya que el enfoque principal de la cámara son las cercanías de la embarcación, distingue la imagen de un hombre encorvado hacia adelante vomitando en la orilla.

- Ese soy yo. Avanza un poco

Se ve la pelea, cómo Sebas intenta sin éxito librarse del ataque. Aparece una mujer corriendo con la mano en su bolso. Dos detonaciones y el asaltante queda inmóvil en la arena sobre el cuerpo de Sebas. La mujer acude en ayuda de Sebas, le aprieta su mano derecha sobre una de las heridas mientras llama por teléfono. En cinco minutos acuden dos ambulancias, dos coches de la policía municipal y una unidad de la Guardia Civil. En esta última se sube la mujer y salen a toda prisa con las luces de alarma iluminando de azul su camino.

- Joder. ¿Y cómo no hemos sabidos nada de esto?
- Ni la prensa ni la policía, ni nadie
- ¿Quieres una copia?
- Si me haces el favor. ¿Puedes avanzar un poco además para ver qué ocurre después?

La noche avanza y las imágenes se van oscureciendo hasta no ver nada más que el brillo de las sirenas de las ambulancias y los coches de policía. En cinco minutos no queda nada.

- Parece que no se ve más
- ¿Te importa mirar a primera hora de la mañana? Pasamos rápido y si no vemos nada, con lo que me das, me vale. Oye, de verdad, muchas gracias. Eres la primera persona que me ayuda en este tema.

El video de la primeras horas del día no muestran nada llamativo. Unos amantes de fin de noche desfogándose tras unos bultos, un jubilado que viene a bañarse a primera hora, nada que ayude a Sebas.

Sebas se dirige de nuevo a la puerta del hospital, con su pendrive en el bolsillo. Espera paciente a la entrada y salida del turno. Cuando ya iba a desistir reconoce a la enfermera de la UCI, se levanta y se dirige hacia ella despacio, no quiere crear alarma.

- Hola

Ella le mira, sin llegar a reconocerle. Quiere sonarle la cara, no la localiza en su memoria.

- Soy Sebas, me estuviste cuidando en la UCI hace dos semanas. Me pasé dos días inconsciente por las heridas de arma blanca
- Ay, sí, Sebas. ¿Cómo estás?
- Mucho mejor, la verdad. ¿Tienes dos minutos?
- Claro que sí, ¿Qué necesitas?
- Necesito completar qué ocurrió los dos días que estuve en la UCI. Solo recuerdo que intentaron matarme y cuando desperté te vi a ti.
- Poco puedo contarte, hacemos turnos de doce horas en la UCI, descansamos día y medio antes de regresar. Me tocó recibirte la madrugada del sábado tras quirófano. Te operaron y me encargué de tu seguimiento durante las primeras seis horas, después le tocó a Miguel el siguiente turno. Despertaste al poco de iniciar yo mi turno de ese día.

- ¿No sabes si me acompañó alguien?

Sebas le enseña en la pantalla de su teléfono una foto de Lucía.

- ¿Estaba ella?
- No. Sí, espera. La vi el día que ingresaste. Vino con un agente de la Guardia Civil vestido de paisano, lo sé porque se identificó con su placa. Preguntaron por ti y se fueron. Era ella, seguro.
- ¿Guardia Civil?
- Eso dijo, no me fijé mucho, la verdad. Estaba muy pendiente de tus constantes vitales
- Te voy a dar mi numero de teléfono, si recuerdas algo, por favor mándame un mensaje o me llamas
- De acuerdo. Suerte Sebas.
- Por cierto ¿Cómo te llamas?
- Sonia
- Muchas gracias, Sonia

Camina de regreso hacia su coche, aparcado cerca del hospital, con el rabillo del ojo detecta una cara repetida. Juraría que la ha visto en tres ocasiones hoy. Se fijará más en lo sucesivo. Llega a su vehículo, abre el maletero y comprueba que su doble equipaje, el de hoy y el recuperado del hotel, se mantienen en su sitio. Disimula como si estuviera cogiendo algo, se decide por un jersey, la humedad empieza a notarse. En esta maniobra se fija en la acera contraria. La misma cara de nuevo. Cierra el coche, se viste con su jersey y camina hasta la siguiente esquina, donde se mantiene a la espera para ver la reacción de su presunto perseguidor.

En menos de un minuto oye los pasos apresurados de  una mujer que cruza la esquina y se queda en shock al verle esperarla.

- Hola ¿Te puedo ayudar?
- Buenas noches. Intenta disimular continuando el paseo
- Te he visto hoy en varias ocasiones. ¿Por qué me sigues?
- ¡Qué tontería! yo no te estoy siguiendo
- Ya me has encontrado, dime ¿Qué buscas?
- Yo no busco nada
- Bueno por buenas noches, sigue tu marcha

Los ojos marrones de la chica se quedan fijos en Sebas durante unos segundos, después sondea a su alrededor.

- Me manda Lucía
- ¿Está bien?¿Dónde está?
- Está bien. Te pide que te tranquilices en unos días se pondrá en contacto contigo en Madrid
- Y ¿Cómo sé que es cierto?
- Porque me ha dado una cosa para tí.

Le entrega un sobre con una foto de los dos sonriendo, la foto corresponde a un viaje que hicieron hace dos años a Praga. Por detrás de la imagen escribió, es su letra, 

Mi hombrecito, espérame en casa pronto iré a verte. Te quiero.

Mira Sebas la foto y el mensaje, lo analiza. Es la letra de Lucía, su foto y su forma de expresarse, le llama hombrecito, el apelativo que utiliza cuando se pone ñoña, salvo la familiaridad de hablar de casa en lugar de tu cueva como la suele llamar y el te quiero, nunca en la vida ha sido capaz de decírselo, salvo en el mensaje del paquete del álbum. Esos detalles hace que desconfíe. Agarra el brazo de la mensajera.

- Es falso. Dime ¿Quién eres?

Nota un pinchazo en el brazo. Una jeringa se clava inyectando un líquido que consigue que Sebas se adormile al instante. 

A las siete de la mañana despierta Sebas tumbado en la acera. El ruido del camión de la basura al volcar los cubos le despiertan. Recuerda el pinchazo en el brazo. ¿Por qué? No entiende nada.

Regresa a su coche y decide ir a la policía para preguntar por la investigación acerca de su ataque en la playa.

En la comisaría le hacen esperar casi hora y media antes de atenderle. Le hacen pasar con el comisario quien le atiende con amabilidad y no le transmite ningún avance en la investigación. Palos de ciego. No saben nada. Tampoco comparte el pendrive algo le dice que se lo custodie, los que se llevaron la cinta de seguridad deben estar muy seguros de haber borrado pruebas visuales de ese día, no sabe si la policía está ayudando a encubrir.

No sabe cómo continuar, ni domina el mundo de la investigación criminal. Está perdido. Ya no sabe quién es Lucía, si se llama Lucía, dónde está el muerto, por qué le intentó matar, las molestias que se han tomado para silenciar el incidente. Hay dos días de su vida borrados. No ha pasado nada. Sube a su coche y se dirige sin rumbo por las concurridas carreteras de la costa. Abre la ventanilla, el aire húmedo y cálido le golpea el rostro, siente su incapacidad para avanzar, para comprender. Termina su recorrido en un chiringuito famoso de la playa más afamada de la provincia. El local está prácticamente vacío, ni es el día ni la hora de atención frecuente. Solicita una cerveza con una ración y espera en la terraza, a la sombra del techado de cañas, mirando al mar. Su mar siempre le entrega paz y sosiego.

Una voz conocida le habla a su espalda, trae con una bandeja su comanda. Deposita la bandeja sobre la mesa y se sienta a su lado. Lucía. Sebas la mira sin saber qué decir.

- Hola Hombrecito
- Realmente ¿Quién eres?
- Soy Lucía y dentro de mi vida de ficción, lo nuestro es lo único real
- Explícate por favor, solo sé que me han intentado matar por celos, entiendo. Tú me defendiste de dos certeros disparos, no sabía que llevaras armas. Desapareciste. Alguien se tomó la molestia de borrar pruebas. ¿Te llamas Lucía?
- Entiendo tu desconcierto. He venido a explicarte, te lo mereces. Estoy actuando en contra de las normas. Tú te mereces una explicación. Soy agente del CNI mi misión era infiltrarme en una organización que vive del tráfico ilegal de armas y mujeres. Me tuve que hacer amiga de su blanqueador de dinero, un financiero sin escrúpulos y muy peligroso. Oscar. Simulamos incluso un matrimonio. Para él real, para mi de ficción. Se casó con Lucía Peregrina de Andrés, nombre real, apellidos falsos. Oscar pensaba que yo trabajaba en una multinacional de alimentos infantiles, lo que me permitía el ir y venir sin dar muchas explicaciones. Y en esto, apareces tú. Recuerda cómo nos conocimos. Al principio no fuiste más que un oasis emocional en mi vida de mentira, poco a poco fuiste ganando espacio en mi corazón y nuestros encuentros se fueron intensificando, cada vez encontraba alguna excusa para poder pasar contigo un par de días. Al final me pilló y casi te matan. Por eso no nos permiten tener pareja en el trabajo porque podemos comprometer la vida de un civil sin formación en defensa personal. Siento en el alma lo que te ocurrió, menos mal que llegué a tiempo. Parece que he tirado por la borda cuatro años de seguimientos e información. La mafia oriental ya estará en alerta por el tiempo que lleva desaparecido Oscar. A mi me han ocultado por seguridad. Solo he salido de mi escondite y de mi nueva identidad para advertirte. Vete a Madrid, no te expongas, no hagas preguntas. Es gente muy peligrosa y pueden ir a por ti para utilizarte de cebo para llegar a mí.

- ¿Eres espía?
- Algo así
- ¿Y te acuestas con delincuentes para sacar información?
- No es agradable, créeme
- No me creo nada
- Es la verdad. Me viste matar a Oscar, estoy segura que algo en tu cabeza empieza a creerme.

Sebas saca de su bolsillo la foto con la nota por detrás.

- ¿Esto lo mandaste tú?
- No. ¿De dónde lo has sacado?
- De una mujer que me estaba siguiendo y me pinchó un somnífero en el brazo.

Lucía revisa la nota. Se parece mucho a su letra. Mira a Sebastián, su cara muda, pierde su perfil amable y amoroso, gana el profesional.

- Vámonos ya
Se levantan y se dirigen a los coches.
- Deja el tuyo ahí, seguramente te lo tienen localizado y vigilado. Sube al mío.

En la carretera toman rumbo hacia el norte.

- Pásate al asiento trasero y túmbate. Sí, no me mires así, hazme caso. Rápido

Según se acomoda Sebas en el asiento, tumbado con las piernas encogidas. Lucía se recoge el pelo y se coloca una gorra tipo beisbol, se sube el cuello del polo. De lejos nadie puede asegurar que sea una mujer.

Dos porsche cayenne negros cruzan a toda velocidad en dirección sur, calcula como mucho cinco minutos de ventaja contando la ida y la vuelta. Cuando pierde por el retrovisor la imagen de los dos coches. Toma el desvío hacia la izquierda en dirección al interior de la provincia mientras llama por teléfono a alguien.

- Agente en riesgo, localicen posición, necesito refuerzos de inmediato. Evacuación de testigo amigo
Entran en un pueblo solitario, casi desierto. En el polígono industrial a las puertas de la población localiza una nave con la puerta abierta, abandonada. Entra con su coche baja e intenta cerrar la puerta de la nave. El óxido se lo impide. Pide a Sebas que baje del coche y se esconda en la oficina al final de la nave. Lucía repasa su arma reglamentaria y dos cargadores adicionales. Poca munición para parar a la mafia que vendrá bien armada. Vibra su móvil.

- Sí. ¿Diez minutos? Mucho es. Rápido por favor

Mira hacia el fondo de la nave, donde se encuentra Sebas, sufre por él. Se arrepiente de haber sido tan imprudente. Seguro que el del chiringuito ha avisado a la mafia. Era el cebo, van a por ella y van a matarles a los dos.

Seis minutos más tarde uno de los Cayenne asoma por la carretera a baja velocidad, están buscándoles. Parece que se han dividido. Adivina tras los cristales tintados que deben ir tres en el coche. No para continua su marcha. Oculta tras la ventana rota sigue con la vista al coche. Han pasado de largo. Se relaja un segundo. Impaciente mira el reloj cada pocos segundos. Los diez minutos se le están haciendo eternos. Escucha la rodada de un vehículo, el otro Cayenne. Les han localizado, han pedido refuerzos. Mientras aparca en la entrada del polígono, regresa el primer vehículo negro para unirse. Descienden siete matones entrenados, seis hombres y una mujer, bien equipados con armas de asalto y calzado militar. La mujer da instrucciones. Se distribuyen en abanico  eficazmente, Lucía valora su entrenamiento militar. Mercenarios entrenados. Vuelve a consultar su reloj, los diez minutos prometidos están a punto de vencer y sin noticias. 

Los mercenarios se dividen en dos grupos, tres de ellos se dirigen por la calle a su derecha, una calle en cuesta, les pierde de vista al pasar la esquina. Los otros cuatro vienen de frente hacia donde se encuentran ellos. 

Sebas aparece a su espalda.

- Agáchate, ordena susurrando
- ¿Qué puedo hacer?
- Nada, esconderte y no hacer ruido. Vienen a por mí
- Vienen a por los dos

Un disparo se escucha a lo lejos, los mercenarios corren a protegerse. Otro disparo, una ráfaga. Escuchan un tiroteo que no cesa. Los mercenarios se despliegan para ir a ayudar a sus compañeros. Desaparecen por la misma calle. Van tres con rifles de asalto, se mueven con rapidez y prudencia. La jefa se queda a resguardo hablando por su teléfono, solicita instrucciones. 

Se asoman con cuidado Lucía y Sebas.

- Maite
- ¿La conoces?
- Es la jefa de seguridad del puerto. Me dio un video con lo sucedido el día que me atacó Oscar y le tuviste que matar
- ¿Te dio un video? Si nos llevamos las cintas
- Conectó a las cámaras privadas de dos embarcaciones amarradas en el puerto
- ¿Y eso se te ocurrió a ti solo?
- Eso parece. Voy a hablar con ella
- ¿Estas loco? Te puede matar
- ¿Y qué hacemos?¿Nos quedamos esperando que vuelvan los legionarios esos para descuartizarnos?
- Sebas, no salgas.
- Cúbreme

Sebas se incorpora y se dirige hacia la puerta.

- Maite. La llama

Maite se gira hacia donde está Sebas, sube su mano, le apunta con una pistola.

Sebas levanta las manos

- ¿Qué haces?
- No te muevas
- Maite. ¿Podemos hablar?¿Tienes que apuntarme con eso?
Maite mira alrededor, no deja de apuntar.
- ¿Dónde está tu amiga?
- Me dejó aquí hace un rato, siguió su camino.

Maite sigue girando su vista. No es capaz de distinguir a nadie. Lucía está perfectamente mimetizada con el entorno, no es fácil distinguirla. El tiroteo ha finalizado. Maite llama por el comunicador  a los miembros de su equipo, sin respuesta. Se pone cada vez más nerviosa.

- Baja hacia aquí
- No voy a bajar, quiero hablar contigo
- Sebas baja, no me hagas repetírtelo, te advierto que tengo muy buena puntería
- Y los que han venido a rescatarme, que han terminado con tu equipo A, también tienen buena puntería y medios. No te veo capaz de luchar con una pistola

La esquina la doblan seis hombres armados, los mercenarios regresan juntos e ilesos. Sebas decide regresar a la nave. Maite dispara tarde y falla. Los mercenarios instintivamente se sitúan en posición de combate acercándose cubriéndose y por turnos en dirección a la nave donde se oculta Sebas.

El primer mercenario se encuentra a escasos cuatro metros de la puerta de la nave. Un certero disparo le alcanza en la cabeza. Uno menos.

Identifican el sonido con una pistola y procedente de la misma nave o inmediaciones. Se agachan todos poniéndose a cubierto. Comienzan a avanzar, manteniéndose agachados, hacia la puerta de la nave industrial. Un nuevo disparo suena, esta vez alcanza a otro mercenario en el brazo que se queja en alemán. Una lluvia de disparos golpean la entrada de la nave y sus alrededores. No han localizado aún a  Lucía que se mantiene protegida y mimetizada. Un tercer mercenario avanza apuntando con su subfusil recibe un balazo en la pierna. Ya ha derribado a tres. Una nueva lluvia de disparos cae sobre ellos. Sebas nota las balas silbar cerca de su cabeza. Esto se pone feo.

Lucía se arrastra por el suelo y reptando llega hasta la posición de Sebas.

- No tenemos muchas opciones, en breve esa gente se nos van a echar encima. Tenemos que irnos. Vamos al coche.
- Es una locura, vámonos de aquí

Alcanzan la nave tres mercenarios y Maite. Acaban con Lucía de dos disparos certeros. Se acerca Maite hasta el cuerpo agonizante de Lucía, la remata de un disparo en la cabeza. Mira a Sebas, levanta su arma y fin de la historia.

En las noticias de los canales de televisión, relatan que miembros de la Seguridad Nacional han desactivado un comando activo yihadista muy peligroso que estaba planeando un gran atentado en nuestro país. Han incautado gran número de explosivos en su vehículo, preparado para perpetrar una masacre.

Sebas, tras tres días en coma inducido tras su operación, despierta en la UCI


- Vaya, buenas tardes, bienvenido, le hemos recuperado.
- ¿Dónde estoy?¿Qué día es hoy?
- Tranquilo Sebastián.
- Sebas
- Tranquilo Sebas, voy a avisar al médico

Buen viaje, Joe

  Joe, simplemente Joe. Omitiendo, desde siempre, el rango familiar de tío. Recuerdo tu aterrizaje entre la familia cuando Ana, también sin ...