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10.1.21

Temporal en Madrid

       



       La nevada histórica que llevaban anunciando en las noticas los últimos días se ha cumplido, treinta horas de caída de copos blancos sin un minuto de respiro. No hemos visto nada igual en nuestras vidas, los mayores intentan recordar acontecimientos similares ocurridos hace años y no se ponen de acuerdo sobre cual fue más grande. Lo cierto es que esta es enorme.

Los primeros copos aparecieron antes de la hora de comer del viernes y como suele ocurrir en estas latitudes, apenas cuajó, los copos mutan a estado líquido en cuanto se posan en calzada, acera, vehículos o tejados. Solo a base de insistir en la caída el mundo vegetal comienza a admitir la acumulación de nieve entre sus ramas y hojas. 

Tres horas más tarde, coincidiendo con el final de la jornada laboral en muchas de las empresas se empezó a acumular en el suelo y sobre los coches estacionados en la calle. La estampa de las calles era de postal, diez o doce centímetros de espesor blanco y frío cubría todas las superficies expuestas. Y la nieve seguía cayendo sin parar, a un ritmo suave y constante. Padres con hijos en el final de sus vacaciones de Navidad aprovechan para jugar con la nieve y esculpir muñecos en los parques y jardines. Los que cumplen su horario laboral salen como todos los viernes a la hora de comer y se enfrentan al camino de regreso a casa con la circulación cada vez más complicada por la acumulación de copos en la calzada y la inexperiencia al volante en situaciones invernales de los conductores por estas latitudes. Viernes es sinónimo de atasco por las carreteras de la ciudad, el resto de días la vuelta a casa se reparte entre las tres y las ocho lo que se traduce en mucho tráfico continuo con apenas interrupciones. Los viernes todos salen a las dos y media. Los diseños de las carreteras no contemplan este flujo concentrado y aparecen los parones y atascos en los trayectos. Hoy con la nieve, mucho peor.

Agustín ha conseguido escaparse un poco antes de la oficina, suerte que no hay ningún jefe al frente hasta el próximo lunes. Todos disfrutan de días de descanso tras un año muy jodido de trabajo por culpa de este virus que ha venido a visitarnos para recordar que no somos inmortales. Sobrelleva la mañana con un café bebido y media tostada con tomate. Hoy se ha perdonado la tostada, como todos los meses de enero, lucha contra la obesidad tras unas navidades repletas de calorías y alcohol. Sus pantalones han cerrado con dificultad y él sabe que o recupera su figura de hace un mes o peligra todo su armario por obsoleto. Tiene tanta hambre que su estómago se lo recuerda con quejidos de demanda. Sube al coche decidido a llegar a casa para un fin de semana casero en compañía de Susana quien hoy no ha ido a trabajar presencialmente, los viernes teletrabaja.

Agustín es contrario al teletrabajo, le cuesta organizarse sin poder relacionarse en persona con los compañeros y clientes, él que es muy del trato humano no lleva bien las reuniones por video, el consigue mejores resultados y es más convincente entre personas que entre pantallas. Además en teletrabajo no tienes un segundo libre. Entre video y video trabajas para el hogar, te escapas cinco minutos para comprar el pan, recibes al mensajero de las compras a distancia, pones la lavadora, tiendes la ropa, preparas algo de comida, vamos un sin parar de hacer junto con la sucesión de reuniones virtuales convocadas más por la necesidad de mantener contacto entre los compañeros que para lograr avances concretos. No tiene tiempo para desarrollar sus proyectos. Cuando termina su jornada es cuando deja de sonar el teléfono y el ordenador, en esa tranquilidad puede dedicar dos o tres horas para cumplir con sus requerimientos de trabajo. Al final una prolongación de jornada obligada por la falta de productividad creada con la sucesión de reuniones diarias. No es un sistema eficiente ni respetuoso con la conciliación familiar. 

Su relación con Susana se ha resentido durante los meses del confinamiento, el no salir de casa dedicando horas y horas a reuniones telemáticas junto con la obligación de la entrega de responsabilidades les restó tiempo de relación agotando sus fuerzas hasta el punto de convertirlos en desechos humanos demandantes de sofá para dejar caer sus cuerpos agotados. La conversación se agotó junto con la paciencia ante el televisor. Todo es aburrido. La quiere por encima de todo, echa de menos ese momento previo a la cena cuando ambos se sonreían conscientes que empezaban sus horas en común, solos uno con el otro.

El atasco en la M40 es de campeonato, parece que ha ocurrido un accidente más adelante apenas avanzan unos metros por minuto. La nieve no para de caer, por ahora si te mantienes en la rodadura del coche precedente el coche se apoya en asfalto se puede circular. Fuera de la rodadura la nieve acumula ya más de quince centímetros de espesor.

Por el retrovisor nota a lo lejos la señal de luces intermitentes naranjas, divisa un camión quitanieves intentando avanzar por el carril de la izquierda. La hilera de vehículos que le preceden no consiguen desviarse al carril central que también está colapsado. Sin el quitanieves delante me temo que no vamos a poder seguir el camino. Dos agentes de la Guardia Civil de tráfico se acercan sobre sus motos con la señal de alarma azul encendida avisando de la urgencia. Conducen con habilidad entre los coches a pesar de la nieve acumulada. Su misión es liberar el carril izquierdo para permitir el avance del quitanieves. 

Las cuatro, el estómago de Agustín ha interrumpido su concierto demandando alimento consciente que hoy comerá con retraso. Lleva veinte minutos parado, la fila de coche no progresa, tras una hora de habilidad policial el quitanieves ha superado cuatrocientos metros en su camino hacia el inicio de la aglomeración. Cada vez cuesta más salir de la rodadura en la calzada. Algún coche ha resbalado al subir a la nieve y ha terminado chocando con otro complicando más la tarde. Echa mano del teléfono para avisar a Susana. 

Cariño no sé cuando llegaré. a casa, estamos totalmente parados en la carretera y aún no he llegado al túnel.

Susana le informa que lo que ha visto en las noticias y solo puede desearle suerte. Está todo muy complicado.

A las seis y cinco anochece en Madrid, en las últimas dos horas se ha acercado a casa quinientos metros, le restan doce kilómetros. La rodadura previa a los coches se ha perdido gracias al caer incesante de copos de nieve. Sobre el puente que atraviesa la autopista, perfectamente iluminado por las farolas, ve a personas esquiando disfrutando de la nieve. Hay gente para todo.

Las nueve de la noche, sobrevive Agustín gracias a la climatización del coche, menos mal que su depósito de gasolina está prácticamente lleno. Ya ni recuerda que tiene hambre, se entretiene repasando sus pertenencias. Ha vaciado la guantera, su cartera de documentos del trabajo e incluso se ha asomado al maletero para ver qué puede serle útil. Del maletero trae dos botellas de agua de medio litro, la reserva de las que utiliza para hidratarse mientras maneja el auto, los dos chalecos amarillo fosforescente de emergencia y un paquete de galletas pasadas de fecha con relleno de limón, recuerdo del viaje a Galicia del pasado mes de julio. Pocas cosas útiles, una navaja que siempre lleva en el coche, recuerdo de sus épocas de montañero, un corta uñas, un lápiz, tres bolígrafos, dos chupa chups y un cable para el móvil que aprovecha para conectar al coche y así recargar la batería del teléfono. Decide cenar un par de galletas y un caramelo de palo. Se raciona los alimentos ante la perspectiva de pasar la noche y parte de la mañana en el coche.

Susana le llama a las diez para ver cómo está, la conversación se prolonga por varios minutos, la conversación más larga que recuerda durante los últimos meses. La echa de menos, no solo hoy, sino la de antes, la del mes de julio en vacaciones. Sonriente, calmada, abierta, espontánea, libre para salir. El confinamiento les está pudiendo.

A las once decide tumbar su asiento, se pone el abrigo y los chalecos los utiliza para cubrir los pies. la calefacción a buena temperatura. Apaga la radio e intenta relajarse para dormir un poco. Tarda en conseguir el letargo de descanso, la postura y la situación no acompañan, serán las doce y media cuando cesan los ruidos de los coches vecinos y consigue dormirse. A las dos y cuarto, una mujer grita a unos metros de distancia. Se incorpora saliendo del vehículo, la nieve vence bajo su peso y le entierra por encima de los tobillos, un coche situado a treinta metros de distancia tiene la luz interior encendida, la puerta abierta y dos personas afuera agachadas. Otro grito, decide acercarse para ayudar en lo necesario.

Alicia se esfuerza en mantener la compostura, su hija ha decidido salir hoy al mundo para no perderse la nevada, adelanta dos semanas a las cuentas. Alicia tiene experiencia de otros dos partos previos, intenta hacerse dueña de la situación, en cambio Manuel su hermano está dominado por los nervios y la precipitación. La otra persona decide dejar hueco a Agustín pues no sabe bien qué hacer. Agustín avisa que regresa a su coche para llamar por el teléfono a emergencias.

112 ¿En qué puedo ayudarle?

Mire estamos atrapados en la M40 bajo el paso a nivel de El Pardo y una señora se ha puesto de parto

¿Se encuentra bien?

La veo muy tranquila, solo que los que estamos no sabemos cómo ayudarla

¿Puedo hablar con ella? 

Espere un momento que estoy a unos metros

Deja el teléfono en manos de Alicia quien con tranquilidad informa a emergencias de su situación, incluso del ritmo de las contracciones. Calcula que tiene para un par de horas. Le devuelve el teléfono y le aprieta la mano justo al coincidir con una contracción. Sus miradas se enlazan, la entiende a la primera. Su puesto está ahí, a su lado. Pasa al interior del coche sentándose en el asiento del conductor, de lado. Ofrece su mano a Alicia quien no duda en aferrarse a ella. Necesita un apoyo, sentir que es persona. Su hermano revolotea como una mariposa alrededor del coche hasta que Alicia le grita:

- ¡Manolo!, ¡Cierra la puta puerta!. ¡Se me está congelando todo!.

Una ambulancia del SUMMA aparece lentamente gracias a sus cadenas por encima del puente, aparca en la zona más cercana al terraplén de la derecha y dos personas bajan con cuidado la pequeña ladera para acercarse a la autopista. Llegan hasta el coche de Alicia, las seis de la mañana, en cosa de una hora comenzarán las primeras luces del día. Sigue nevando sin parar. Agustín regresa a su vehículo, la nieve depositada le llega hasta las rodillas. Está congelado y empapado de rodillas hasta los pies, sube la temperatura de la calefacción de su coche sin sentir alivio, el frío lo tiene dentro.

Con las primeras luces observa que prácticamente todos los coches están vacíos, sus ocupantes decidieron salir al anochecer para buscar refugio en algún lugar cercano. No se le ocurrió antes. Si lo hubiera hecho, Alicia no se habría sentido acompañada y solo habría tenido a la loca de su hermano. Gracias a la ayuda de dos Guardia Civiles que han llegado al lugar pudieron subir a Alicia hasta la ambulancia. 

Las diez de la mañana, abandono mi coche, según el google maps a dos kilómetros está una estación de metro. Un paseo de una hora y cuarto enterrándose en nieve hasta las rodillas a cada paso, empapado y con los zapatos destrozados consigue llegar hasta el suburbano. Dos horas más tarde entra en su casa. Susana le abraza con fuerza, como antes, le besa, como antes, le mima, como antes. Una noche separados por el temporal han necesitado los sentimientos para ponerse al día. Le prepara la bañera con agua muy caliente, sabe que Agustín se va a constipar, no es de aguantar mucho el frío. Unos minutos en el agua reparadora y comienza a recuperar sensaciones en los pies, los pinchazos en sus dedos le afirman que vuelven a la vida. Y no solo sus pies vuelven a la vida. Susana muy observadora comprueba el amanecer en el interior de la bañera, se anima hasta a compartir el agua. Los dos juntos comparten agua y temperatura. Todo vuelve a ser como antes. 

3.1.21

No me quiero casar

 



El golpe con la mano de mi padre sobre la mesa suena como un trueno, fuerte y brusco, imprevisto para todos surte su efecto, el silencio se apodera del comedor solo interrumpido por el tintineo de los cubiertos que reposan sobre los platos una vez terminadas las raciones del maravilloso postre de mi madre, merengue americano con natillas. 

Mis hermanos y mis cuñadas miran fijamente a mi padre, ellas con temor en sus miradas, nunca habían sentido ese gesto de rabia que nosotros, en cambio, sí tenemos grabado en nuestra memoria. Han sido pocas las veces que afloró y cada vez que ocurrió anticipó semanas de problemas.

¿Se puede saber a qué te estás refiriendo? Alza la voz mi padre dirigiéndose a mi. ¿Qué significa eso que no te vas a casar con Antonio Medina? 

Pues eso, que no me pienso casar con ningún Medina, ya sea Antonio ni con Juan que por cierto, es mucho más guapo. Mi tono consigo que se mantenga distendido y hasta suene como un relato de humor. 

- Estáis prometidos y que yo sepa se ha comportado como un caballero, atento y respetuoso

Ese es uno de los problemas, padre, yo creo que tampoco le gusto 

Cuando tu madre y yo nos casamos, tampoco teníamos mucho en común y con el tiempo aprendimos a convivir y surgió el cariño.

Mi madre, educada en su época, asiente con la cabeza sin emitir sonido alguno que pueda ser interpretado como una rectificación a su marido. Sus ojos me miran desde lo profundo, con una infinita pena. Sé que aunque no lo reconozca ella me apoya y piensa como yo.

Mis padres se casaron después de un noviazgo corto para la costumbre de la época, menos de un año. Con el pretexto del destino de mi padre como Inspector de Aduanas a Canarias anticiparon la boda por las prisas que le entraron a mi abuela materna, no fuera a ser que llegara a Canarias y una isleña, que las hay muy monas, se encargara de encandilar al joven Inspector, dejando a mi madre para vestir santos. Se casaron casi sin conocerse, sin amor compartido y sin experiencias que les sirvieran de comparación y aprendizaje. Su educación no les preparó para el matrimonio, ni para la convivencia ni la intimidad. Los primeros dos años, el tiempo que duró el destino isleño se convirtieron en un curso acelerado de relación, intimidad, conversación y toma de decisiones. La costumbre y el modelo social encajó piezas sin permitir a la pareja ajustar la realidad a sus gustos y necesidades. De esa manera mi madre hacía y decidía acerca de todo lo referente a la casa y labores domésticas. Mi padre las relaciones sociales, el ingreso por el trabajo y poseer la última palabra en cualquier discusión. En ese caldo nació mi hermano mayor, Ricardo como mi padre y se encargó a Rodrigo quien ya nació en Cádiz, el siguiente destino laboral de mi padre. Yo vine más tarde, la sorpresa, seis años después de Rodrigo, ya en Madrid.

Recuerdo mi infancia a mis hermanos mayores aprendiendo la vida saliendo y entrando de casa con amigos. Y yo bajo el cuidado de madre, jugaba con una muñeca bajo el brazo a imitar los gestos de mi madre, limpiar, planchar o cocinar. Cierto es que nos ayudaba Nati, una chica que mi padre había traído del pueblo de mis abuelos para que aprendiera algo en la capital. La pobre olía a bellotas desde lejos, inculta, sosa y fea como un verruga. Tenía una voz muy suave y era muy cariñosa. Todos los días me colmaba de abrazos, besos y caricias. Esos que mi madre nunca me daba. Yo aprendí que las damas no demuestran cariño.

Nunca vi a mis padres pasear cogidos de la mano, apoyada en el brazo de mi padre solo cuando iban a un acto social, si no, nunca. Nunca les vi besarse, ni compartir miradas de complicidad. Era una relación señor y señora al uso.

A mis diecisiete años mis padres organizaron la fiesta de puesta de largo, donde me presentaron en sociedad. Invitaron a todas ms amigas del colegio y a mucha gente que yo no conocía, del círculo laboral y social de mi padre. Que para esa época, además de su puesto como jefe de inspección de aduanas en el Ministerio, había abierto una empresa de importaciones y exportaciones junto con su socio Andrés Medina. Un alicantino muy espabilado que había hecho rico exportando calzado a los países del Este de Europa. En la fiesta me presentaron con mucho interés a Antonio Medina de veinte y dos años quien estaba terminando sus estudios de Economía y Derecho. Un chaval muy educado, tirando a pijo, buen olor y sin ninguna gracia en su conversación ni en su imagen. El contable fue el mote que le puse según me lo presentaron. Esa fiesta fue muy divertida, me lo pasé muy bien con mis amigas y sobre todo con el tonto de Raúl, un chuleta del barrio que estaba estudiando Historia en la Universidad gracias a un desconocido tío en América que le había becado para que fuera alguien de provecho. Raúl consigue hacerme reír  siempre, su conversación incluye chistes y giros inesperados que provocan la carcajada entre los oyentes. Guapete, sin pasarse, delgado y con una dentadura perfecta. Algo en lo que me fijo siempre en un hombre. Sus dientes.

Fue al final de la fiesta cuando mi padre me dio la noticia. 

Rosa, te hemos prometido con Antonio Medina 

¿El contable? Fue lo único que fui capaz de decir bajo los efectos de la sorpresa 

¿Contable? No, está estudiando Derecho y Economía. Será el futuro de nuestra empresa de exportaciones

No me gusta

Ya te gustará

La conversación terminó ahí. Tampoco le otorgué mucha importancia hasta que dos días más tarde se presenta Antonio en mi casa con un ramo de flores y me invita a pasear.

Nos dimos un largo paseo por el Parque del Retiro, se mostró nervioso y cortés. Se esforzó mucho por agradar, hablando sin parar acerca de sus planes, de su formación y de sus ideas sobre la familia, religión, orden social y una larga lista que yo diría tenía preparada con anticipación. Su mayor defecto lo encontré en que en ningún momento me preguntó sobre mis ideas respecto a todos sus temas. Dos horas después, ya de regreso a mi casa, intentó besarme en la mejilla como despedida. Me aparté y mantuve la distancia con mi mano apoyada en su pecho.

Debes saber que yo no soy como mi madre. Le dije notando el desconcierto en su mirada. No entendió lo que le quería decir. Por eso me vi obligada a ampliar mi mensaje

Ahora que por fin me permites hablar, te diré que no coincidimos en las ideas sobre familia, hijos, religión, orden social ni barrio para vivir. No has parado de hablar sobre tus preferencias, sin considerar las mías. Si buscas imponer tu voluntad en una mujer para que sea tu criada, madre y ocasionalmente amante; te equivocas conmigo. Quiero estudiar, ser independiente y no depender de un varón para sobrevivir. ¿Lo entiendes ahora? No sé a qué acuerdo han llegado nuestros padres, a mí no me han consultado y no estoy de acuerdo. Por mi parte, no hay noviazgo contigo. No me gustas.

Los ojos de Antonio se salen de sus órbitas, vino directo a tomar lo que era suyo sin pensar que yo tenía opinión. El pobre siguió las instrucciones de su padre y ni por un momento se planteó ir por su camino, pensar por él mismo. Antonio es una réplica en soso de su padre, piensa como su padre y viste de viejo como él. No ha aprendido a volar solo aún y por lo que demuestra su experiencia con mujeres en nula. El pobre su marchó con los ojos llorosos y su orgullo herido.

La comida se ha desarrollado en un clima apacible, mis cuñadas, ambas tradicionales en su papel de esposas sumisas se amoldaron enseguida al ambiente frío familiar. Elena, la mujer de Rodrigo, mucho más risueña que Amparo, nos alegra las conversaciones con su tono de voz melodioso y su risa contagiosa. Es la única que toca el brazo de su marido, aprovecha para hacerle algún cariño, incluso le besa si algo de lo que cuenta le llega al corazón. Me cae bien. Me gusta aprovechar el café en el salón, tras la comida, para juntarnos las chicas y poder hablar con mayor confianza.

Este domingo, la tensión ha crecido hasta límites insoportables para ellas. Mis hermanos deciden irse pronto dejándome a mí sola ante padre y madre. 

¿Sabes en qué situación me has dejado con tu idea de romper el compromiso?

Padre, su compromiso no el mío, en ningún momento se me ha preguntado, ni Vd ni él.

El bofetón me cruzó la cara dejando su mano marcada en mi mejilla. Mi madre chilló

¡RIcardo!

Su intervención hace el efecto de freno para la bofetada de vuelta. Paralizó a mi padre muy poco acostumbrado a que mi madre intervenga en decisión alguna. Se la queda mirando mientras acomoda su cuerpo hacia mi madre.

Te juro que como me toques va a ser la última vez que roces mi piel en tu vida. Muy digna fija mi madre su mirada en su marido.

Mi madre está desconocida para mí, enfrentándose a su marido que la dobla en kilos y mide casi cuarenta centímetros más que ella. Veo a mi padre que no sabe cómo reaccionar, nos mira alternativamente a cada una de nosotras y se marcha dando un portazo. Tiempo muerto.

Rosa, hija, tienes razón y te voy a apoyar. No voy a permitir que decida por ti como hicieron conmigo.

Mamá, no me voy a casar con Antonio y ahora mismo con nadie. Quiero estudiar como mis hermanos y buscarme una profesión. Si me caso, será por decisión propia y por amor, si lo encuentro. No quiero una vida como la tuya. Yo no valgo.

Déjame a tu padre a mí, sé como calmarle

Los muelles de la habitación de mis padres tocan la música del acuerdo, parece que mi madre conoce bien cómo negociar con mi padre. Nunca valoraré lo suficiente el sacrificio que supone para mi madre su entrega para domar a la fiera. Treinta y un años de matrimonio convencional fijados por las costumbres, lo que debe ser y los acuerdos de alcoba. Sin el aliño del amor ni el cariño.

No me voy a casar, repito en voz alta a mi imagen en el espejo mientras me aplico agua fría a la marca roja del tortazo de mi padre. Sé que es el último que voy a recibir. Mi madre está pagando por ello, vuelven a empezar. - Pobrecilla, ¡Cómo duele el desamor! - me repito para mí mientras cierro la puerta de mi habitación alejándome de los sonidos del acuerdo.

Admiro a mi madre por su determinación y sacrificio. Lo tengo claro, en 1960 ya es época que a las mujeres se nos valore por encima de nuestro papel de madres y criadas. Quiero estudiar. Ser independiente y que se me valore.


Nota: Rosa estudiará Derecho, consiguiendo calificaciones excelentes y convirtiéndose en una prestigiosa abogada laboralista ejerciendo principalmente defendiendo los intereses de mujeres trabajoras. Por cierto, se casará, le elegirá ella, pero eso es otra historia. La historia de mi abuela.

12.12.20

Venganza



Sus pisadas decididas, fuertes y rítmicas suenan amplificadas por el eco de la calle vacía, el piso adoquinado ayuda al efecto sonoro. Las botas camperas de color negro desgastadas por el uso sobreviven gracias al cuidado diario, cepillo y betún. Rubén lo aprendió de su abuela -unos zapatos cuidados y limpios dicen mucho de quien los lleva-.

El ritmo del paso señala la prisa del viandante, las cinco de la mañana, no sabría decirte si es pronto o tarde. La ropa de Rubén es más propia de quien regresa que de quien sale. Es tarde. Cada centenar de metros vuelve la cabeza para echar un vistazo rápido como asegurándose de que no viene nadie en su búsqueda.

Rubén murmura algo entre dientes, mastica sus palabras hasta convertirlas en un ruidito prácticamente inaudible, salvo para su cerebro. 

- Te lo tienes merecido por cabrón ¿Qué te habías pensado?¿Que iba a consentir siempre tus mentiras? Se acabó

Se acabó, cabrón, se acabó 

Se acabó 

Dos kilómetros más al sur, en un banco junto al Templo de Debod, Ismael reposa mirando hacia la oscuridad de la casa de campo. Es demasiado pronto para disfrutar de una de las mejores vistas de Madrid. La humedad de la madrugada escarcha el entorno, el reflejo de la luz de la luna ilumina las minúsculas gotas de agua sobre la barandilla metálica del mirador y el cabello de Ismael. Y él sin moverse. 

Desde su derecha se acerca corriendo Adela, madrugadora compulsiva, dedica los amaneceres a correr enfundada en su ropa deportiva de marca con predominio del color rosa como seña de identidad. Diez kilómetros cada mañana para activar su vida, intenta compensar con ejercicio su vida sedentaria. Su lucha para evitar el crecimiento de sus muslos y la flacidez como le ha pasado a sus hermanas, la motivan cada mañana. Odia la herencia genética que la predispone a convertirse en un AS de picas. Tirando a bajita, culo y muslos amplios, hombros estrechos y pecho inexistente. No quiere ser como la abuela, ni como su madre y hermanas. ¿Por qué?

Adela observa a un hombre sentado en el banco frente a la barandilla, -debe estar bebido para estar ahí sentado con la pelona que está cayendo-. A medida que reduce la distancia y al no observar movimiento alguno se plantea que está dormido, seguramente por efecto del alcohol. Por un instante se preocupa por él, - va a pillar una pulmonía -, piensa. Descarta en su cabeza el parar a preguntarle, ya es mayorcito, sabrá cuidarse. Justo en el momento que la ruta de su carrera pasa junto al banco donde descansa Ismael, siente que sus pies resbalan, siente un líquido viscoso que unido al rocío de la noche sobre el suelo de granito le hace perder el equilibrio. Cae de culo y siente de inmediato que sus mallas deportivas de color negro con una raya rosa del ancho de tres dedos se empapan. Nota su culo y el inicio de sus muslos mojados.

Ismael ni se inmuta, no da señales de ser consciente del accidente que ocurre a un metro escaso de sus rodillas.

Hola, ¿Te encuentras bien?, pregunta Adela

Silencio. Ismael mantiene su postura. Adela se incorpora mojándose la mano izquierda al apoyarla en el suelo para hacer palanca para levantarse. - Espero que no sea vómito, me puede dar algo - Mira la palma de su mano y girándola hacia la luz de la farola más cercana. Color oscuro. Ismael sigue sin reaccionar. Le toca en el hombro.

Hola, ¿Estás bien?

El grito de Adela se oye hasta en Plaza de España, Ismael cae sobre el banco en una postura forzada. No ha emitido ningún sonido, Mantiene la piernas recordando su postura sentado y el cuerpo rígido sobre las tablas que hacen la función de asiento. Apoya su peso en el hombro izquierdo.

Adela vuelve a insistir, mueve su hombro derecho sin conseguir respuesta. En el brazo derecho de Adela tiene su teléfono móvil que utiliza como podómetro testigo de sus carreras y como sintonizador de radio que ameniza sus carreras en solitario. Llama a emergencias que envían en menos de cinco minutos un coche de la policía municipal y una ambulancia al lugar.

Tras un breve reconocimiento médico le estabilizan, mantiene un pequeño hilo de vida y a él se aferran para salvarle la vida. Se lo llevan con prisa al hospital más cercano.

Ha perdido mucha sangre. Informa el médico de la ambulancia al agente que prepara el atestado de los hechos.

El mismo agente que interroga a Adela sobre lo sucedido.

A estas alturas, Rubén ha tenido tiempo suficiente para llegar a su casa. Su respiración agitada denota el esfuerzo realizado durante la marcha rápida, Intenta una y otra vez limpiar los restos de sangre de su mano, - El muy cabrón se lo merecía -, Sigue mascullando palabras entre dientes. - A mí no vuelves a hacérmelo -, -cabrón mal nacido -. La sangre seca marca con su oscuro granate las comisuras de las uñas justo donde se une con la carne. Se frota con decisión ayudado del cepillo de uñas que casi nunca utiliza. Descubre manchas en su jersey de cuello alto, negro claro.

Instintivamente se lo quita y decide ducharse. Necesita pensar. Debe organizar una historia creíble sobre su noche. Piensa en deshacerse de su ropa manchada. Prepara una bolsa de basura con la ropa que llevaba puesta esta noche. Duda si tirar sus botas o no, las tiene cariño, esos pliegues sobre la piel que marcan su historia le traen buenos recuerdos. Decide indultarlas, una vez que suba de tirar la basura las limpiará. El camión del servicio de basuras pasa poco antes de las siete de la mañana para vaciar los cubos de desperdicios de los vecinos de su portal.

El agente interroga a Adela, sobre su profesión, razones para estar en el parque y parece que le cuadra la versión de la corredora en cuanto le enseña el histórico del podómetro. diez kilómetros diarios casi por la misma ruta y con el mismo horario. En la conversación el agente, reconstruye con su imaginación los hechos.

Ismael estaba inconsciente, ha perdido mucha sangre. El pene fuera del pantalón hace pensar que alguna experiencia sexual disfrutaba, muy posiblemente recibía una felación. Uno de los testículos se lo han arrancado de manera traumática. - De un mordisco - Un crimen pasional seguramente. Eso es trabajo del inspector de policía, el agente va uniendo datos para su informe. Libera a Adela que se ha quedado fría durante la hora que se ha mantenido en el lugar de los hechos. Regresa a su domicilio, por hoy ya ha tenido suficiente. Se dirige a la acera por un camino de tierra que une el templo con Paseo Rosales. Pisa algo blando. -Una mierda de perro, seguro -, levanta su pie y una masa ovalada con un colgajo parecido a un cordón aparece bajo sus nike.

Agente, creo que he pisado el testículo que buscan.

Rubén no consigue dormir, rememora el momento de furia que sintió cuando Ismael le confesó que no podía seguir así, no quería renunciar a su vida, a sus hijas. Reconoció su cobardía para enfrentarse a su entorno. - No soy tan valiente como tú, Rubén. Lo dejaste todo por mi. Lo siento yo no puedo hacer eso -

Compartían un juego, Rubén ataba a Ismael a un banco del parque mientras con caricias le llevaba al límite. Hoy rebasó ese límite,  le arrancó con violencia uno de sus atributos de un desgarrador mordisco. Por un momento se le ocurrió introducírselo en la boca al hijo de puta de Ismael. Lo tiró al aire mientras tapaba la boca de su ya examante para acallar los alaridos e insultos que profería. La sangre brotaba con fuerza bombeando flujo oscuro de manera rítmica, en pocos minutos perdió el conocimiento por el dolor y la pérdida de fluido. Le desató y marchó a paso ligero en dirección Moncloa dando un rodeo pues su casa está en dirección opuesta. Se deshizo de la cuerda en un cubo de basura y se perdió entre las calles solitarias de Madrid.

La policía no consigue encontrar las razones por las que un hombre pierde un testículo en mitad de la noche, las marcas en las muñecas y tobillos insinúan que en algùn momento estuvo atado. ¿Una prostituta?, ¿un chapero? Por la zona siempre encuentras compañía de alquiler. Ismael se encuentra grave, los médicos le han salvado la vida tras varias transfusiones de sangre. Dice que no se acuerda de nada.

Tiene mucho que callar, nota el peso de las miradas inquisitorias de sus hijas y las de su mujer quien siempre sospechó en silencio la existencia de otra. Las tres en silencio esperan una explicación, una razón, un algo. Ismael tiene mucho que callar y mucho que perder. El análisis de sangre detectó restos de sustancias prohibidas. Utiliza esa coartada para su afianzar su versión del olvido de todo lo ocurrido. 

Estaba drogado y no recuerdo nada, agente. 

Ya encontrará una versión para su familia en la intimidad de su casa. En conciencia reconoce que le ha jodido la vida a Rubén, el único amor que ha tenido en su vida. Su penitencia será vivir una vida convencional y hetero sin emociones y carente de pasión. Sin amor, con cariño y convivencia. Nada más.

Adela cambiará su rutina diaria, no volverá a pasar por el parque pisahuevos, se deshará de su ropa deportiva sucia de sangre ajena. Varias semanas de tratamiento médico necesitará  para recuperar su control vital y enfundarse una nuevas mallas para trotar por el amanecer madrileño. En otra dirección.

Rubén se mudará a Tarifa, el destino soñado por Ismael y él como refugio para su amor. Se dejará seducir por varios príncipes tostados al sol y el viento del sur. Calmará sus instintos y su corazón se quedará vacío para siempre, sin alma.

La vida no es como la imaginas, es como viene. Termina en tablas, nadie gana, solo sobrevives.

8.11.20

Tren a Córdoba

 


Solo pude conseguir un billete de segunda en el tren nocturno, la cabina con ocho asientos enfrentados ya huele a humanidad, ¡Qué suerte la mía!, me tocan seis soldados de regreso de su permiso y una señorita amedrentada con la compañía que me mira y sonríe buscando consuelo a su situación de inferioridad numérica. Vestida con un traje de chaqueta cuidado con esmero hasta alargar su lustre después de muchos usos. Limpia y humilde. Zapatos gastados de suela de goma, tras sus gafas de pasta unos ojos oscuros hundidos por la miopía bajo unas cejas pobladas. Tiene pinta de maestra de escuela rural, soltera y entera. Huye de los soldados y su conversación chabacana y soez, presumiendo de sus conquistas de la semana. 

Buenas noches, saludo

Los saldados mueven la cabeza como respuesta a mi saludo sin perder el hilo de su conversación mundana. La maestra me responde con idéntico saludo. Nuestros asientos están enfrentados. Une más si cabe sus rodillas en una forzada postura decente, un tanto anticuada para su edad.

¿Van ustedes hasta Cádiz? Pregunto para hacerme una idea de la duración de la compañía en el viaje 

Nosotros nos bajamos en Aranjuez. Uno de los soldados contesta sin desviar su mirada de la ventanilla.

Buena noticia, la soldadesca estará una hora como máximo en el compartimiento. Si tenemos suerte y nadie se monta en el tren, podremos descansar.

Yo paro en Córdoba. La maestra enseña su dulce y melodiosa voz. 

Su voz atrae por un instante la atención de los soldados que reanudan su charla gobernada por las hormonas. El sonido de su voz acaricia mi cerebro, sin llega a hipnotizar me hago consciente del poder de esa voz en mi voluntad. Es un sonido que te deja huérfano con el silencio, quieres oír su voz continuamente. Ni cansa ni adormece, acompaña. Me animo a entablar conversación, sólo por el ánimo de escucharla.

¡Córdoba! Vamos al mismo lugar

Buen destino. No me gusta viajar de noche. Me gusta viajar por la mañana, me entretiene ver el paisaje y prefiero llegar de día.

Se revuelve buscando acomodo en su asiento, una novela surge entre sus manos. No está para muchas conversaciones. Un marca páginas señala el lugar donde continuar la lectura. Cuida el libro. Sus pequeñas y delgadas manos sostienen el libro con delicadeza. Su mirada acaricia cada línea acompasando su respiración al ritmo de la lectura. Una pequeña sonrisa se insinúa en sus labios, está disfrutando de la lectura. De cuerpo presente en el tren su espíritu ha viajado hasta la historia que está leyendo, Su jersey de cuello alto ceñido ayuda a imaginar su contorno, de pecho firme y generoso. Cada subida de respiración acerca el paraíso hacia mis ojos. Uñas cuidadas, labios pintados. La maestra es sutil, cómoda y delicada. 

Reconozco la novela, la compré la semana pasada y se mantiene pendiente de lectura sobre mi mesilla de noche. Debe estar bien, juzgando las reacciones de la maestra mientras su mirada recorre línea a línea las páginas del libro. Los soldados se aburren de fanfarronear, dos de ellos salen al pasillo para fumar, los demás intentar dormitar el rato que les queda de libertad. Imito su comportamiento. Me rebullo en mi asiento y cierro los ojos. La marcha cadenciosa y el sonido de las ruedas al pasar por las uniones de los railes me ayudan a abandonarme con intención de descansar. Al regresar los fumadores, noto el roce en mi pierna que me despierta del letargo, recompongo la postura justo cuando se abre la puerta del compartimento sin muchos miramientos. El revisor.

Billetes, por favor.

Comprueba los ocho boletos y cierra repitiendo la brusquedad de su manera de abrir y cerrar las puertas de los compartimientos de los vagones. Modos y movimientos repetidos decenas de veces en cada recorrido que supervisa.

Las luces en el exterior activan a los soldados, asoma la estación de Aranjuez. Cruzo los dedos durante la parada, nadie sube. Buena noticia. Miro a la maestra quien por un momento se distrae de la lectura. Nuestras miradas coinciden. La mantengo mientras reanudo mi intento por tener una conversación para oír el sonido de su voz.

Parece que vamos a tener suerte

Eso parece, la conversación que mantenían los soldados me abrumaba

Son jóvenes y pasan el día encerrados, no creo que tuvieran intención de molestar, espero que no la hayan ofendido

No me ofenden, me paso el día entre adolescentes y estoy acostumbrada. Solo que para viajar prefiero la tranquilidad

¿Se dedica a la enseñanza?

¿Lo dice porque estoy rodeada de adolescentes? No exactamente. Trabajo en una residencia de menores. Un reformatorio

Con lo mejorcito de cada casa

La mayoría son víctimas de la sociedad, alguno es cierto que poca salida tiene en la vida salvo delinquir. ¿Y usted?

Trabajo de comercial para una empresa industrial de la periferia de Madrid, viajo un par de veces al mes para cerrar tratos. Vendo máquinas de construcción y agrícolas. Me permite relacionarme con muchas personas que es algo que encuentro gratificante. Me encanta conocer otras vidas, sus costumbres y cómo se organizan. Tengo curiosidad ¿cómo es la vida en un reformatorio?

Se parece mucho a un internado o a un orfanato. No deja de ser una casa-escuela con sus horarios rígidos y normas establecidas. Les enseñamos oficios intentando que tengan una salida profesional con la que ganarse la vida honradamente. Lástima que muy pocos les ofrecen una oportunidad cuando salen y vuelven a lo único que conocen, el robo y la violencia

Usted debe ser la buena de la casa, se la ve pausada, educada, cuidada y prudente. Seguro que los chicos buscan consuelo y consejos con usted

Hago lo que puedo, más que de madre actúo como tía o hermana mayor. Me respetan y escuchan. Me encargo de un grupo de diez chicos con los que compartimos convivencia por las tardes y noches. Durante las mañanas cada uno tiene sus obligaciones escolares o en los talleres

Entonces ¿vive con ellos?

Sí, durante un año. Después es voluntario continuar o salir a otro trabajo. Mis padres viven en Madrid y no tengo donde vivir en Córdoba. Acepté este trabajo, me quedan seis meses. Me gusta estar con ellos, ayudarles, sentirme útil

Tiene mucho mérito lo que hace, renunciar a una vida por servir a los demás

Dicho así parece que soy una monja. No tengo tanto mérito, necesito el trabajo y como no tengo a nadie a quien echar de menos es más fácil este aislamiento. Tras un año en el reformatorio, podré optar a otro destino en el ministerio. Mi intención es regresar a Madrid

¿Entra algún novio en sus planes?

No hago planes, la vida viene como viene. No necesito un novio o marido para sentirme plena, reconozco que me gustaría tener un compañero de vida que me respete y me ame como soy

Le sobrarán pretendientes

¿Y usted, cómo va de amores?

He salido a mi padre. Se casó tarde, casi a los cuarenta con una mujer mucho más joven que él. Mi madre dice que no se aguantaba ni él de las rarezas que tenía tras tantos años viviendo solo. Me estaré volviendo tan raro que las mujeres me evitan

No tiene pinta de tener cuarenta

Para eso me quedan once años, tengo tiempo de encontrar a alguien

Yo le veo amable, educado, limpio y con trabajo. No le conozco como para pensar que tenga rarezas. No veo inconveniente para que pueda conocer a una chica

Hasta ahora lo difícil es que me guste una, a menudo pienso que me estoy reservando para la mejor.

Le veo exigente

Quizá. ¿Podemos tutearnos? Me llamo Miguel 

Sonia

Un golpe de viento anuncia que el tren entra en un túnel, las luces se apagan algo que pasa en ocasiones en los desvencijados trenes españoles. El olor a gasóleo quemado entra por la abertura de la ventana, me levanto para cerrarla y salvar esa molestia. Regreso hacia mi asiento justo cuando recuperamos la luz y dejamos atrás el túnel.

Cariño, ¿Otra vez te has despistado? No sé qué voy a hacer contigo. Ven siéntate ¿Qué haces levantado?

¿Sonia?

Estoy aquí

Ante mí, sentada a mi derecha en el AVE dirección a Córdoba, una adorable anciana con el pelo teñido de mechas rubias, manos finas con las venas marcadas, gafas de montura “al aire”, traje de chaqueta impoluto y su eterno jersey de cuello vuelto. La misma Sonia de los últimos cuarenta años. Ese túnel dejó atrás una boda en Madrid, varios cambios de trabajo y de ciudades, dos hijas, un nieto. Una vida completa olvidada por culpa de esa maldita enfermedad que se come los recuerdos e incluso se come quien soy realmente. En mi memoria guardo, libre de carcoma, aquel viaje en tren donde conocí a Sonia, el momento más importante de mi vida. El resto de la vida lo he ido olvidando. Me quedo con lo importante.

Mi vida es un viaje en tren a Córdoba.


16.10.20

La Niña

 


La travesía resulta ser muy dura, prevista para cuatro años de viaje y embarcados con los últimos avances, la nave es la mejor embajadora del nivel tecnológico alcanzado por la humanidad, gracias a la colaboración de las agencias espaciales de los países más desarrollados del planeta. 

La evolución de la población y las ansias de consumo inmediato están esquilmando el planeta, el ser humano necesita explorar nuevos caminos para expandir su raza. La tierra ha resultado ser muy pequeña para todos. 

La nave es la tercera de su misma generación, la única que ha resultado viable para una larga travesía. La Niña. Tras los accidentes sufridos por sus hermanas mayores, Santa María y La Pinta, las agencias espaciales tras muchas pruebas de laboratorio consiguen montar una nave fiable y para más lucimiento les equipan con los últimos modelos en robótica e informática. 

El propósito de la expedición, explorar el planeta Koi que orbita alrededor de la estrella bautizada como Kepler 160. El planeta Koi se parece tanto a la Tierra que los astrónomos lo definen como tierra gemela. Se encuentra a 3.000 años luz. Gracias a los avances técnico en el aprovechamiento del radio de curvatura y el salto cuántico aprovechando los pasillos negros, se puede alcanzar el planeta Koi tras una travesía de año y medio. 

Luis Ruiz capitanea a la tripulación compuesta por seis hombres y cuatro mujeres de diferentes razas y procedencias. En su mayoría científicos o militares, todos formados como astronautas en las agencias espaciales norteamericana, europea, china y rusas. Los diez tripulantes son voluntarios, dispuestos a vivir una aventura durante cuatro años conviviendo en una nave incómoda y con privaciones. 

Los problemas comienzan a los pocos días tras el despegue, los programadores informáticos responsables de los desarrollos pensados para facilitar la vida de los tripulantes en rutinas básicas como el descanso, el deporte y el ocio, cometen errores vividos en el pasado. A nadie se le ocurre repasar estos programas y la interacción con el resto de la nave. El caso es que el número 1 según el programa significa cosas distintas. El programa desarrollado por los europeos entiende 1 metro, el americano 1 milla, el chino y el ruso también tienen incongruencias entre ellos. Un desastre. El programa que regula el descanso personal programa la vida a bordo organizando turnos de ocho horas, monitorizando el descenso de consumo de energía en las horas destinadas al sueño. Se desajustó, empezó con una diferencia de quince minutos diaria y terminó desajustando los días. En principio no se dieron cuenta de los saltos del reloj hasta que Iván que tiene mal dormir sintió el salto a las 3:45 de la teórica mañana. Al día siguiente a las 3:30 y al tercer día al notarlo a las 3:15 informó al capitán. Se desajustaron también el huerto y la planta de reciclado de los desperdicios orgánicos. Potabilizar el agua comienza a ser un problema por las diferentes medidas de referencia, la parte del programa desarrollado por los chinos mide en litros, a diferencia de los programadores americanos que eligieron la medida por galones.

Dos de los tripulantes tienen formación informática a un nivel muy avanzado; no obstante les faltan conocimientos de programación suficientes como para modificar los desajustes. Tras dos semanas de locos, con algo de ayuda desde la Tierra pudieron arreglar varios de los líos que les afectaba a la comodidad de los viajeros. 

Dos meses más tarde, falla la propulsión del motor de fisión-fusión nuclear. Quedan varados en el pasillo negro con la incertidumbre del peligro que corren. Un choque con cualquier partícula errante puede atravesar el casco comprometiendo la nave. Por suerte solucionaron parte de la avería tras una semana a merced de lo desconocido. El motor les devolvió propulsión suficiente para continuar el viaje modificando la duración prevista de la expedición. Dedicaron mas de tres horas para debatir la conveniencia de volver a la Tierra o continuar la travesía, calcularon que el viaje en estas condiciones se alargará hasta los siete años. Casi el doble. La decisión casi unánime fue continuar en la esperanza de poder analizar el planeta y estudiar la viabilidad para el futuro de la humanidad, decidieron mantener la misión mientras posponen resolver el problema de los suministros para poder comer el doble de tiempo.  

Aún con estas dificultades, La Niña llega al planeta Koi. Los científicos quedan encantados por las posibilidades ofrecidas por el planeta. Cambian el plan de trabajo, de nuevo, prolongando su estancia en el planeta durante unas semanas más, visitan varios enclaves en diferentes latitudes. Cartografían el planeta circunvalándolo en veinte ocasiones. Realmente se trata de un planeta gemelo, repleto de vegetación y recursos. No son capaces de encontrar vida desarrollada. Todos coinciden que es un buen destino para expandir la humanidad. 

El viaje de regreso, se les pasa muy rápido, casi cuatro años dedicados al análisis de muestras y datos recogidos durante su estancia. 

La nave divisa la Tierra en sus sistemas, comienzan las maniobras de aproximación, frenando su velocidad con el fin de poder entrar en la atmósfera terrestre sin riesgo. Tienen previsto el aterrizaje en dos días. La estación espacial de Robledo de Chavela, cerca de Madrid, más conocida como friki-center tiene un equipo antiguo de seguimiento, una reliquia tecnológica que está pendiente de migrar a los nuevos sistemas de la NASA. Tecnología construida con materia metálica y microchips, totalmente obsoleta actualmente cuando la tecnología migró a entornos gaseosos interconectados. 

Manuel Ruiz está de guardia en la estación de Robledo de Chavela, en una noche tranquila de verano, tras repasar el tráfico de satélites alrededor del planeta y las mediciones de las tormentas solares en nuestra atmósfera, tiene planeado disfrutar del cielo estrellado bajo la oscura noche veraniega de luna nueva. Un espectáculo del que no se cansa de disfrutar cada verano. Manuel Ruiz es hijo y nieto de empleados de la agencia espacial. Su abuelo salió cincuenta años atrás en la nave La Niña camino a un planeta gemelo. La historia familiar de todas la navidades cuenta que la nave perdió contacto con la Tierra tras informar de una avería en el motor de propulsión nuclear. 

Abre su silla de playa azul con rayas amarillas que tiene guardada en el almacén de la estación y según descansa su delgado cuerpo en la silla portátil, oye de fondo un pitido intermitente en el equipo de rastreo. Se levanta con urgencia espera que no se trate de la caída de un satélite, la última vez fue complicado salvar la ciudad de Moscú que era donde todos los cálculos situaban como zona de impacto más probable. El zumbido se repite en varias ocasiones, nota un chasquido en los altavoces que le recuerda a cómo sonaban las comunicaciones en tiempos que solo conoció por películas del tiempo de su abuela Rosa quien con ochenta y nueve años sigue muy activa. 

Su padre Luis, llamado como el abuelo, sigue pasando a visitarla un día a la semana. Recuerda la historia familiar de todas las navidades, él con diez años fue a despedir a su padre quien partió como capitán en La Niña. Nave que se perdió en el espacio profundo unos meses después de partir. La abuela Rosa todavía mantiene la esperanza que su marido regrese junto a ella, una ilusión imposible de cumplir con los años que han pasado.

Se acerca al equipo que tiene el zumbido en alerta. 

Aquí nave exploradora La Niña, iniciamos protocolo de aterrizaje. Estimamos tomar tierra dentro de treinta y ocho horas con cuarenta minutos. Cambio.

Luis regresa a casa, cincuenta años después. Rosa nerviosa, recibe la noticia con temor. Sabe que para ella ha pasado la vida, para Luis solo siete.


Nota la teoría de la dilatación del tiempo está basada en una interpretación de la Teoría de la relatividad de Albert Einstein. Recogida en el libro el Juego de Ender de Olson Scott Card.

Buen viaje, Joe

  Joe, simplemente Joe. Omitiendo, desde siempre, el rango familiar de tío. Recuerdo tu aterrizaje entre la familia cuando Ana, también sin ...