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12.3.20

Primero lo importante

Apelamos a la responsabilidad individual para que los ciudadanos limiten sus desplazamientos especialmente los colectivos de mayor riesgo. El último mensaje lanzado desde el Gobierno para preparar a los españoles en su concienciación para evitar la propagación de la enfermedad.
Paralelamente los expertos sanitarios definen la población de mayor riesgo a las personas de edad avanzada con problemas previos respiratorios o coronarios y especialmente a aquellos que unen dos o tres de estas características. 
Resulta paradójico encontrar aglomeraciones de personas de alto riesgo en los supermercados y mercados comprando ingentes cantidades de comida, jabón, detergente e incluso papel higiénico. 
Colas y colas de viejos en el supermercado, unos tosiendo, otros con mascarilla, la mayoría simplemente asustados de que les falten productos. 
Desde el pasado martes, cuando el gobierno decretó que España entraba en régimen de vigilancia reforzada y cambió los mensajes hasta ese momento tranquilizadores por otros mensajes con un tono más tenso y preventivo, nuestra población de alto riesgo ha decidido dedicar su tiempo a desarrollar actividades incompatibles con su situación de población de alto riesgo. Deciden acudir en masa a  comprar en Grandes Superficies, ir al médico para que les recete sus medicinas habituales e al banco. 
Donde vayas te encuentras con viejos. Inconscientes, con el temor en la mirada anticipándose a una imaginaria escasez, preocupados por la caída de los mercados que les provoca una sensación de quiebra y ruina económica.
Analizando el riesgo real a sufrir como país un desabastecimiento general o el riesgo de sufrir una crisis financiera que nos empuje a una quiebra económica que nos sume en la indigencia; aunque preocupantes son riesgos inferiores a los problemas de salud en población débil cuando toman decisiones que les lleva a convivir en aglomeraciones de personas  sin guardar la distancia de seguridad recomendada. Multiplicando el riesgo de manera exponencial.
Teodoro aguanta paciente la cola en el Ahorra Más, habituado a su cesta semanal de productos hoy se encuentra empujando un carro repleto de productos que ha elegido Concha. Encuentra del todo exagerada tanta compra, ni en Navidad ve un carro como ese. Conoce a Concha y es mejor no discutir con ella al respecto de la compra y la cocina. Es su departamento y no admite injerencias de ningún tipo, por supuesto, según la única opinión válida, la de Concha, Teo no tiene ni idea de cómo se organiza una casa. En su momento cuando trabajaba en su despacho de abogados sabía mucho de leyes, de juicios y recursos, de las cosas de casa nada hasta el punto que en la cocina no entra ni para servirse una cerveza. Por lo pronto es mejor mantenerse con la boca cerrada. Teo empuja con paciencia al ritmo que avanza la fila en dirección a la caja. Llevan hora y media en el super rodeados de todos los ancianos del barrio, con el mismo miedo común. Miedo a que falte. Cuando pague la compra, contratará el servicio a domicilio a su edad no están para cargar mucho peso. Salvo lo fresco y los imprescindible que Concha seleccionará con ansia en la misma caja que serán los que lleven en bolsas hasta su domicilio.
Tras la agotadora experiencia en el supermercado decide ir al Banco para hablar con la Directora. Susana. Una chica muy maja y servicial que le suele atender con mucha paciencia.
La sucursal del Banco se encuentra frente de su casa, cruzando por el semáforo son escasos cuarenta metros. Atraviesa la puerta con la esperanza de poder hablar con Susana en un rato. Se sorprende al ver esperando más de cuarenta personas, todos los asientos previstos para acomodar a los clientes que esperan están ocupados, incluso las sillas de atención al público también. Se nota ansiedad e impaciencia en todos los clientes, los empleados tienen la mirada apagada y resoplan agotados por el ritmo incansable por atender a tanto público, se agobian solo de ver la espera de clientes. No tienen tiempo ni para salir a tomar un café. Lo pasan mal. 
Teo se dirige a la máquina que ordena las citas, su número el A34, en el mismo papel térmico le informa que tiene 19 personas por delante. No se lo puede creer. Se intenta marcar un viejo, colarse por la cara. No cuela, la sucursal está llena de viejos que se lo impiden, solo al notar sus intenciones le gritan
- Está ocupada, te toca esperar
- Ya, ya. Solo miraba si había alguna silla libre al fondo
Teo disimula su frustración, le toca esperar o largarse. Lo prudente para su salud es irse a casa ya bastante riesgo ha asumido con la experiencia en el supermercado. Lo valora e inicia el camino de regreso cuando justo salta el aviso sonoro anunciando el siguiente en el orden de atención. Un vecino se levanta y con paso dificultoso se acerca hacia la mesa que le asignan, deja una silla libre junto al cajero automático instalado en el centro del patio. Cacharro enorme instalado en el centro para molestar. La casualidad decide por él, finalmente se queda. Lo importante es lo importante, su dinero. Sus ahorros para complementar la pensión, no vayan a quedarse en la indigencia. Mira el reloj que hay en la pared, las once y cuarenta.
El servicio de caja cierra a las once y media, atienden a tres personas con número que se mantenían a la espera, cuando terminan su trabajo, uno de los cajeros se encarga de cuadrar, el otro, Miguel, abandona el mostrador para acercarse a los clientes que esperan a ser atendidos por la Directora o por alguna de las comerciales. 
- ¿Les puedo ayudar en algo?¿Saben que pueden realizar gestiones por el cajero o por el teléfono?
Nadie le responde, comparten los mismos temores a la ruina, a perderlo todo. Con lo tranquilos que estaban con los antiguos depósitos a plazo y sus cartillas de ahorro. Aquello sí que era fácil de entender. Ahora con estos líos la Bolsa no gana para sustos. Cierto es que sumando los últimos tres años han ganado con sus inversiones, pero claro en los últimos días ese beneficio se ha evaporado. ¿Y si quiebra todo?¿Y si terminan arruinados?. Pasan otros dos clientes, esto va muy lento. Cerca de la una y cuarto, cuando su estómago le está recordando que en quince minutos es su hora de comer, le toca su turno. Susana le espera de pié en la puerta del despacho, le reconoce.
- Buenos días Teo, pasa. No te doy la mano, nos han recomendado reducir el contacto por prevenir ¿sabes? Pasa, siéntate por favor
- Mira Susana estoy muy asustado con todo esto, parece que todo se termina. Me gustaría venderlo todo y dejarlo en la cuenta.
- ¿Cuánto quieres pagar a Hacienda?
Golpe bajo, esto no se lo esperaba. Lo de pagar lo lleva siempre mal
- Mira, voy a enseñarte tus posiciones, tienes plusvalías desde el inicio de tus inversiones. Si decides vender tendrás que pagar impuestos por los beneficios. Que los tienes. Además no es buena idea, recuerda la crisis anterior del SARS o la de la Gripe aviar, en ambas crisis sanitarias, también provocadas por virus como este, la bolsa cayó rápidamente. Cierto es que  en cuanto pasó la crisis sanitaria se recuperó al momento y continuó subiendo hasta alcanzar una subida del 10% al año ¿te lo quieres perder? ¿Ahora? ¿Sabes que los ricos están dando órdenes de compra en bolsa porque está barata?

Hace una pausa breve para enfatizar como importante su siguiente pregunta

- ¿Y vosotros os vais a ir al pueblo como hacen otros vecinos para minimizar contactos y riesgos?
- ¿Al pueblo?, no sé, lo que diga Concha. Me extraña con todo lo que hemos comprado esta mañana.

Susana le cambia el tema de conversación con mucha habilidad, aprovecha la cara de duda que se le ha puesto a Teo para levantarse y hacerle entender que la conversación ha terminado, tiene todavía varios clientes esperando para repetir la conversación.

Teodoro vuelve a casa sin tener muy claro en qué situación han quedado sus ahorros, se fía de Susana, es mejor dejarlo así. No entiende de Bolsa y lo cierto es que está ganando. Lo último que se le pasa por la cabeza es pagar impuestos por vender. Se siente cansado, entre la compra y el banco está agotado.

- ¿Ya estás aquí? ¿Puedes poner la mesa?
- Claro, Cariño. Me lavo las manos y en un minuto.
- No tengo sitio en la nevera para guardar tanta comida, mira si tú consigues guardar lo que está encima de la mesa dentro del frigorífico.

Suspira, sus tareas no terminan aún. Está deseando poder dormir la siesta, se encuentra muy cansado. Ese picor de garganta que le acompaña desde esta mañana va a más, siente un poco de frío en la espalda.

- Creo que tengo algo de fiebre
- Ay Dios, ay, ay. ¿Qué vamos a hacer?
- Por lo pronto tomarme la temperatura





25.2.20

Amanda




Querida Amanda:

El fuerte amanecer que me saluda todas las mañanas a través de la ventana en mi habitación me recuerda a tu fuerza vital. Ese sol que se abre camino hacia nuestras cabezas, asoma en el horizonte iluminando mi estancia, filtrando sus rayos a través de la fina persiana de listones de cañas. 
Ese amanecer marca mi inicio de jornada, bajo a la playa para estirar y correr cerca de la orilla durante una hora. Necesito ese ejercicio para activarme cada día, ya sabes que este destino de servicio no me satisface, me regala insatisfacción el servicio a la patria impidiendo que salten la valla los emigrantes que han pasado todo tipo de calamidades en su búsqueda de un mundo mejor lleno de posibilidades. Me separa de tu compañía durante seis largos y húmedos meses. 
Mi habitación en la residencia militar es de lo más espartana, me recomendaron alquilarme un piso en la ciudad. Decidí quedarme en la residencia, soy cómodo ya lo sabes, además no hay nada más triste que un piso vacío al regresar del servicio.
Tengo miedo a que me olvides hija mía, para atender los gastos de esa clínica tan buena donde descansas necesito solicitar destinos con mayor paga que me alejan físicamente de ti. Quedas al cuidado de esas monjas tan cariñosas además de las visitas semanales de tu tía Eva.
La esclerosis lateral amiotrófica que ya se llevó a tu madre hace unos años se ha aposentado dentro de ti. La enfermedad gusano la llamaba tu madre, se apoderó de ella en dos años y medio. Mucho me dolió la lucha diaria, me consumía asumir que tantos cuidados no tendrían buen fin. Ambos sabíamos que era una pelea perdida de antemano. Suerte que te teníamos a ti, alegre, feliz, juguetona, siempre la hacías reír con tus entonces cinco añitos. 
Cuando te diagnosticaron el mismo gusano noté cómo mi alma se quebraba por dentro, desde entonces soy un cadáver andante, un zombi. Me duele verte así. Las monjas de la clínica me piden constantemente que pida el traslado para acompañarte. Difícil elección, revivir el sufrimiento que viví mientras tu madre se apagaba contigo y no poder pagar los mejores cuidados o trabajar en destinos rentables para poder financiar tus mejores cuidados sin mi presencia. Me traslado a Madrid cada quince días. Me permiten doblar turnos para poder unir cuatro días de permiso para compartir contigo cada minuto. Nada es fácil hija. Nos quedamos muy endeudados tras la enfermedad de tu madre, devolver los préstamos solicitados me quita casi la mitad del sueldo. Los bancos no me dan más crédito y estamos solos. Las monjas muy majas pero caras y en su orden no parece que exista la caridad cristiana gratuita.
Sé que me equivoco, tomo las decisiones equivocadas Cierto es que tu mirada al reencontrarnos me expresan comprensión y cariño. Tu mirada me alimenta. Si te digo la verdad ya ni lloro en el camino de regreso al norte de África, decidí disfrutar contigo cada minuto de convivencia.
Ayer me escribió un correo electrónico Sor Candelario para prepararme para el final. Este mediodía salgo hacia Madrid. He pedido una licencia a mi Coronel para acompañarte en tus últimos días. Me la han concedido sin ningún problema.
Amanda, cariño, te vas a ir con Mamá. Esperarme, con mucha paciencia eso sí. No tengo prisa en marchar aunque vivir se me hace cada día más duro.
Firmado, Papá

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Estimado Sr López:
Lamentamos mucho informarle de la situación terminal que presenta Amanda, el final de su enfermedad está próximo, sería de agradecer que pudiera acercarse para acompañarla en sus últimos días. Le ofrecemos ayuda de nuestros psicólogos del centro para aceptar la despedida y facilitarles el tránsito.

Atentamente,
Sor Candelario
Gerente
Residencia El descanso

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Estimada Sor Candelario:
Agradezco su aviso, mañana por la tarde estaré en la Residencia.
Un abrazo,
Luis López

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Querido Papá:

Si recibes este correo es porque saben en la Residencia que me muero, sepas que lo he escrito hace muchos meses cuando podía utilizar un puntero con la boca.
Quiero que sepas el gran cariño que tengo por ti, lo muy agradecida que estoy por la vida tan maravillosa que hemos compartido. No sé si me iré con trece o si llegaré a los catorce años. Este gusano como lo llamaba Mamá te deteriora, te dobla, te aplasta día tras día lo noto. También soy muy consciente de tu dolor, lo percibo en tus miradas. Eres una gran padre, siempre lo has sido y quiero que lo sepas. Si la vida me hubiera dado la oportunidad habría elegido como mi marido a alguien como tú. Leal, servicial, amante de los demás, cariñoso y buen padre.
No quiero que te entristezcas, ni te culpabilices por nada. Entiendo tu trabajo y tus destinos, mi enfermedad no avanza más lenta solo porque estés a mi lado. Me siento acompañada contigo.
Solo quiero que sepas que te quiero y que eres el mejor padre de todos.
Un beso
Amanda

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La sensación que me acompaña durante el viaje a Madrid es terrible, me preparo para la despedida de Amanda. Su vida pasa por mi mente como un rayo. No ha conocido el amor de juventud, ni la rebeldía  propia de su edad, ni ha experimentado con la mentira, la vagancia, el aislamiento, las redes sociales. Desde los once años sobrevive a su gusano. No dejo de sentir lástima por ella. Una vida corta, amputada, injusta. Su vida.

Poco antes de las seis de la tarde entro en la Residencia, un oasis de paz entre el ruido y las prisas del exterior. Al llegar a la habitación de Amanda me encuentro con mi hermana Eva, mi hija descansa dormida por efecto de algún sedante. Notan mi presencia en la planta y viene a recibirme Sor Candelario acompañada de un joven espigado con melena recogida en una coleta. Me repelen los melenudos, tantos años en el estamento militar me dicta mi conciencia y mis gustos, no me gustan las greñas. Me lo presenta como el psicólogo a quien despacho con muy buenas palabras. No soy capaz de centrarme en la conversación con él, solo me viene al cerebro, córtate el pelo,  menudas greñas, vaya pinta tienes y otras mucho más fuertes. No me fío y no quiero que hable con Amanda.

Finalmente nos quedamos solos y despierto a Amanda, a ella le gusta que la despierte cuando llego para saludarme con esos ojos verdes heredados de su madre. La abrazo y le sostengo su mano, pasan horas mientras la cuento historias, la informo que he recibido su correo que me envió Sor Candelario y  leo mi última carta que no llegué a enviar. 

Su mirada me despide, se apaga, lo noto, repite la liturgia de su madre. Se van juntas, están juntas, unidas. Guardarme un lugar cómodo. Mi querida Amanda, mi dulce hija.

Eva me abraza, estoy en paz, sereno, ya he pasado por esto hace poco. Me lo sé, conozco las fases del dolor. Tengo callo, me duele menos que la primera vez, esta vez estaba preparado. Sabía lo que iba a pasar.

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Estimado Sr. López:

Le adjuntamos la factura de nuestros servicios correspondientes al mes de enero del corriente
Atentamente,

Administración 
Residencia El descanso

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La vida sigue, incluso con sus imperfecciones y sus malas coincidencias.

Sigo cuidando de la valla al norte de África, un trabajo extraño, debes impedir que la salten y una vez han saltado les debes ayudar. Un sin sentido humanitario y de leyes protectoras de la civilización occidental.

Esta noche han saltado en avalancha varios centenares de emigrantes, descubrí a una mujer con mirada penetrante, decidida, con mucha fuerza. Una mirada oscura, ojos negros brillantes. Ojos de decisión. La mirada de Amanda, con otro color, la mirada de la fuerza. No hice por detenerla, la indiqué con un golpe de cabeza por dónde debía correr para evitar a los refuerzos de la Guardia Civil que venían en nuestro apoyo.

Amanda vive, con otro color, en otra vida. Esa mirada, esa fuerza. Era ella. Corre Amanda, corre. Te queda mucho viaje para llegar a tu destino. Bienvenida a Europa, bienvenida a casa.



23.2.20

Regalo

La semana próxima se casa mi hijo mayor, veintisiete años, un poco joven para la costumbre actual. Los jóvenes de hoy en día huyen del compromiso y suelen casarse más tarde, pasada la treintena. Ricardo, así se llama, encontró a su mujer ideal justo en el último año de sus estudios de derecho. Dieron juntos los primeros pasos en el mundo laboral, el master, la práctica jurídica, de becario explotado y finalmente encontrando trabajo. Ricardo optó por ingresar en un gran despacho de abogados para aprender y ser explotado con jornadas de doce horas diarias seis días a la semana. Nieves, la novia, prefirió ejercer en un pequeño despacho compartido con otra amiga, sus clientes en su mayoría mujeres las eligen para defender sus derechos en el juzgado de lo Social. Trabajo intenso que sí le permite, en cambio, disponer de un fin de semana completo para ella.
Ricardo y Nieves vinieron a visitarnos a casa para invitarnos a su boda. Quieren hacer una celebración pensada para compartir el momento con sus jóvenes amigos. La familia, un mal menor, está invitada. Eso sí, solo los más directos. Nada de primos, tíos, primos segundos y toda esa fila de compromisos de familia con la que no tienen contacto habitual. Junto con la invitación vienen dos tarjetas, una con el protocolo del enlace y otra con los datos de la cuenta bancaria a donde ingresas el dinero del regalo que piensan destinar a un viaje de un mes de duración a Australia y Nueva Zelanda.
- ¿No hay un sitio más lejos?
- Papá,  no empieces. Es el viaje de nuestras vidas y nos hace mucha ilusión
- Si es lo que queréis, bien está. No es momento para dar mi opinión, no me la han pedido y tampoco les importa mucho, la verdad. 
Tras la breve visita de Ricardo y Nieves, me quedo en shock. Mi hijo se casa, cómo pasa la vida
- ¿Sabes Encarna? No me lo imaginaba
- Raúl, si llevan cuatro años sin separarse ¿Qué esperabas?
- Que se fueran a vivir juntos y se casaran más adelante. Hay tiempo de sobra
- Tu hijo es muy tradicional y no me extrañaría que en ese mundo de despacho internacional estuviera muy bien visto el matrimonio por encima del emparejamiento
- Puede ser. Solo digo que no me lo esperaba. Espero que sepa elegir mejor de como lo hice yo la primera vez
- o yo las dos primeras 
- ¡Qué difícil es acertar con la pareja ideal!
- Mucho. 
- Pues regalar dinero me parece muy frío e impersonal. Además ¿Qué importe se espera que regalemos? No me gusta regalar dinero
- Eso es lo que quieren. El importe, deberá ser generoso. No sé qué importe se espera. 
- Miraré cuanto cuesta el viaje y en razón de ello, decidimos
- Vale. Lo que tú digas, bien estará Cariño
- Les quiero hacer un regalo diferente, me quedan dos meses para pensarlo

A la mañana siguiente, tras una larga meditada, decido escribir un libro de experiencias con entrevistas a personas de referencia de mi hijo, reflexionando sobre lo que significa matrimonio, vivir en pareja, la primera crisis, acertar en el amor, vivir la propia vida. Explicar en palabras de otros cómo se vive en pareja. Un manual de primeros auxilios.

- Encarna he pensado en escribir un libro corto de experiencias sobre los que supone vivir en pareja
- ¡Qué buena idea! ¿Cómo lo vas a hacer?
- Os voy a pedir a personas de referencia de Ricardo una reflexión en una carta con máximo cinco o seis páginas sobre algo que os ha marcado desde el punto de vista positivo o negativo la vida en común. Tú vas a ser la primera, voy a invitar a mi padre, a tus padres, a varios amigos, incluso a un socio de su despacho que conozco bien y alguno más que se me irá ocurriendo. Pueden ser relatos escritos o conversaciones que tengamos sobre las que yo puedo sacar las conclusiones más claras a modo de artículo de prensa. ¿Qué te parece?
- Puede salir algo chulo, espero que no te pongas pastelero. ¿Vas a invitar a su madre también?
- No jodas.

Encarna le cuesta escribir, mientras yo trabajo de periodista en un diario nacional de renombre, ella trabaja de vendedora en FNAC rodeada de libros, gran lectora y mi primera seguidora diaria en mi columna de análisis político. 

Tras dos días de concienzudo trabajo, me entrega un borrador de lo que considera que debe explicar a la joven pareja.

Queridos Nieves y Ricardo:

Me pide Raúl que os explique mi visión sobre la vida en pareja. No me considero una experta en ello, tengo la visión que me ha entregado la vida por haber tenido tres matrimonios en mi vida, estoy convencida que este último a su lado es el definitivo. Así lo siento desde hace doce años. La vida es una larga caminata donde en ocasiones tomas decisiones equivocadas y te unes al menos adecuado, en mi caso he necesitado de tres oportunidades para encontrar el amor, la comprensión y la estabilidad que llevaba buscando desde mi juventud. Os deseo lo mejor en vuestra vida y que ambos hayáis elegido de manera adecuada pues os vais a prometer fidelidad y amor eterno.
El mejor ejemplo que os puedo compartir sobre lo que significa la vida en pareja es relataros cómo terminé con mi primer marido y las razones que me llevaron a ello. No me arrepiento de haberlo hecho, solo lamento el largo tiempo que me costó tomar la decisión.
Me casé totalmente enamorada de un hombre mayor, casi de la edad de mi padre, con diecinueve años salí de la protección de mi madre en marcha a un hogar diferente. Mi difunta madre intentó hacerme cambiar de idea, que eres muy joven, que él es muy mayor, que es de otro país, con otras costumbres. Piénsatelo Encarni. Puedes esperar.
Hice caso omiso, ya sabéis lo terca que es la voluntad con esa edad. Me casé porque me daba la gana. No tuvimos viaje de novios no era su costumbre y además su sentido del ahorro era extremo, no gastaba ni para pipas. Me fui a vivir con él en una habitación en la casa de mis suegros, conviví con sus dos hermanas, otro hermano también casado y sus padres. El trabajo de la casa era para las mujeres y a la última en llegar le tocaba las funciones más desagradables, limpiar orinales, cuidar del anciano padre inválido y fregar los baños. La señora no hacía nada y mis cuñadas se encargaban de hacerme la vida lo más amarga posible, entre ellas hablaban beréber. Me costó mucho aprender esa lengua. Lo que nunca pude aprender fue mover la lengua gritando como hacen sus mujeres en las celebraciones populares. Vestir con un manto todo el día no me importó mucho, estar encerrada en la casa día tras día me consumió. Mi marido Ameqran se pasaba el día fuera de casa y en ocasiones tardaba días en aparecer, comerciante hábil solía viajar por varios puertos en busca de mercancías para vender en el interior de Marruecos. Durante una época sufrí de sífilis que me contagió tras uno de sus viajes donde frecuentaba prostíbulos y tabernas. 

En casa los pocos días que vivía también abusaba de la bebida. Sí ya sé que estáis pensando que los musulmanes no beben. Igual que existen cristianos buenos y malos, hay musulmanes seguidores de su doctrina y otros que no. Beber y violarme eran actos casi seguidos. 

Muchas de sus violaciones incorporaban violencia física. Llegó a dislocarme un hombro por la fuerza que utilizaba para inmovilizarme. Mi resistencia ante cada oportunidad de relaciones fue creciendo con el tiempo junto con mi odio por él y su familia.

La vida se complicó un poco más al fallecer mi suegro. La viuda se dejó llevar por la tristeza. Casaron a las hermanas para no hacerse cargo de su mantenimiento y quedamos en la casa solo los dos matrimonios. 

Mi cuñada nunca hablaba conmigo, ni lo intentaba. Sabía, porque los oía, que era víctima de abusos y palizas frecuentes. Su marido la violaba día tras día, siguiendo la rutina familiar. Nunca comprendí la poca empatía entre nosotras al ser ambas víctimas de abusos y vivir como prisioneras esclavas. 

Recuerdo que tuvo que ir a casa de su familia tras el aviso del fallecimiento de su madre, marchó para una semana de luto y lloros. Regresaba a su casa tras diez años de matrimonio estéril y doloroso. 

Me quedé sola en casa con los dos hermanos, mis ocupaciones de limpieza y cocina me impidieron darme cuenta de lo que iba a ocurrir. Mi función como mujer era servir la comida a los hombres y tras recoger podría comer yo si quedaba algo.

Esa noche tras su cena, me llamó Ameqran para compartir con ellos su sobremesa y me dio permiso para comer en su compañía. Se divertían ambos hermanos mucho, no paraban de reír y beber. Para disimular servían el alcohol en la tetera y bebían en vasos de los que utilizan para el té con hierbabuena.

Tras un buen rato bebiendo mientras yo comía en una esquina temiendo la sesión de golpes que me vendría por seguro esa noche, me tomó del brazo mi marido y me sentó ente ambos hermanos. Me sujetó con fuerza mientras su hermano me subía la túnica hasta más arriba del pecho, cortó mi ropa interior y empezó a sobarme con fuerza y poca habilidad mientras mi marido reía a carcajadas con los comentarios del hermano sobre lo blanca que soy, le recordaba la muerte decía. 

Me violaron por turnos hasta que terminé llorando hecha un ovillo sobre un cojín. Ambos hermanos descansaban tumbados durmiendo la mona exhaustos tras tanto sexo forzado. Con mucha dificultad, pues me dolía bastante todo el cuerpo, con marcas en las muñecas y un dolor horrible en mi interior, ni se habían molestado en utiliza algún lubricante, les daba igual. Me cubrí mi vergüenza con la túnica, sucia de comida y una mezcla de semen y sangre. Estaba en esos días ¿Sabéis? Me dirigí a la habitación de mis suegros fallecidos, tras meses cuidando del anciano sabía dónde de guardaba cada una de sus pertenencias. 

Encontré una vieja pistola recuerdo de su guerra contra los españoles, mi padre, militar me enseñó el uso de las armas. Comprobé su carga de balas y me dirigí al comedor donde seguían inconscientes  mis violadores. Apoyé el cañón de la pistola en la sien derecha de mi marido y disparé, desparramando sus sesos por la habitación. Su hermano despertó de su letargo con el ruido, de poco lo valió, dos disparos certeros le tumbaron definitivamente. Limpié el arma de huellas y la apreté bien en la mano de mi ya difunto marido. 

A la mañana siguiente,  tras ducharme y quemar en la estufa mi vestido manchado de sangre, me vestí de occidental y me dirigí con cuidado a la frontera Ceutí. Mi pasaporte español estaba caducado, el policía marroquí me dejó pasar gracias a una enorme cantidad de dishams que le entregué. 

Ya en España viajé hasta Barcelona para ganarme la vida. Pero esa es otra historia.

Este es mi regalo de boda, con moraleja. El mal está oculto y puede matar una relación, luchar por ella antes de que tengas que luchar por sobrevivir a ella.


11.2.20

Sebas y Lucía

Sebastián, Sebas para todo el mundo, organiza su maleta con precisión milimétrica. Su método de almacenaje de ropa es curioso, comienza extendiendo su prenda más grande, la cazadora, sobre la cama con las mangas extendidas perpendiculares al tronco de la prenda, superpone las camisas manteniendo el dibujo y las camisetas a continuación, finalmente en el centro deposita las mudas de ropa interior y los pares de calcetines hechos una bola. Enrolla en un ovillo la prendas juntas y las guarda en la maleta. Posteriormente los pantalones los enrolla tras doblarlos por la mitad longitudinalmente. Se convierten en un rulo que introduce en la maleta por sus laterales. Es su técnica para evitar que se arrugue la ropa. El último hueco es para su bolsa neceser, el cargador del móvil y un par de paquetes de pañuelos de papel.

Tiene por delante un fin de semana de descanso en un hotel de la costa. Ha quedado con Lucía, su amiga con derecho a roce con quien tiene mucha afinidad y está profundamente enamorado de ella, hasta el punto de admitir esta relación discontinua de atracción fuerte y descansos breves le saben a poco, echa de menos mayor compromiso. Su esperanza es llegar a formalizar su relación en algo identificable como definitivo. Llevan así tres largos años, llega un momento que con treinta y dos años deseas orden, sosiego y vida en común.

Lucía por su cuenta está preparando el equipaje con muchas dudas, si hace calor ¿qué me pongo?, si refresca ¿qué me llevo?, cada situación que su mente prevé supone una reacción, elegir ropa y dejarla sobre su cama. Se ríe de sí misma, tanta previsión le supone completar dos maletas tipo avión y un neceser del tamaño de una nevera portátil. Mucho lleva para dos noches. Nunca sabes.

Sebas avisa al telefonillo para que baje, la espera en la calle en su cabify camino de la estación de Atocha. En menos de cuatro horas estarán en el hotel con vistas al mar.

Eligen, como siempre, el vagón del silencio que facilita el AVE para los viajeros que demandan viajar sin niños ni conversaciones. Lucía abre la tapa de su iPad donde se ha descargado varios capítulos de su serie favorita del momento, Sebas dispone de un libro en papel, le gusta leer en papel, acariciar las páginas, sentir ese olor tan especial. Un romántico de la lectura. Se concentra mucho cuando lee. Lucía le observa, llena de ternura al ver hasta qué punto se evade de la realidad inmerso en la historia que está imaginando al pasar las páginas de su libro. Le acaricia el pelo, Sebas reacciona asiendo la mano de Lucía para besarla en la palma. Tienen complicidad y gestos de matrimonio bien llevado.  A ojos de los demás son una pareja estable y consolidada.

Del tren al taxi y del taxi al hotel directos. La tarde invita a un paseo previo a la cena. El clima de la costa es totalmente diferente al madrileño, migran del frío seco al templado húmedo. Les sobra ropa de abrigo, recuperan prendas propias de primavera, sin abusar que la caída del sol es traicionera y la humedad se te mete en los huesos. 

Durante el paseo se ponen al día, llevan sin coincidir una semana. Un breve saludo por teléfono el miércoles, para marcar territorio y poco más. Lucía se encontraba por trabajo en Londres y Sebas en su plácida plaza de profesor de instituto en Carabanchel, barrio madrileño cada vez más multiétnico. 

- ¿Te apetece cenar allí? ¿En el puerto?
- Vale, no tengo mucha hambre, la verdad, te acompaño.
- Es de raciones, pedimos lo que te apetezca y una copa de vino.

Su conversación fluye natural, tienen una gran complicidad desde hace tiempo, comparten los momentos con alegría que luego recuerdan con ilusión. Su álbum personal de recuerdos es amplio y sonriente.

- ¿Lucía?

Aparece un hombre de unos cuarenta años, muy bien cuidado, aparente, bronceado de barco, sonrisa banca perfecta, ropa de marca, mocasines sin calcetines. Signo de poderío en la costa. Huele a perfume de marca.

La cara de Lucía muda, su sorpresa inicial consigue que su sonrisa caiga, las arrugas de la frente, esas que le marcan en vertical hasta unirse en el nacimiento de la nariz, se tensan; sus cejas se unen y la boca siente un espasmo, similar al del inicio del vómito. Su cara está blanca. Muy blanca.

- ¡Oscar!
- ¿Qué haces aquí?¿No estabas con tu madre?¿Quién es este?
- Es un amigo, Sebas te presento a Oscar
Se saludan moviendo la cabeza y midiendo la situación. Sebas intuye algo que le supera, tensa los músculos y cierra instintivamente el puño derecho que tiene bajo la mesa.
- ¿Qué haces aquí?
- He venido a descansar el fin de semana
- ¿Y tu madre?
- En su casa
- Te juro que no te entiendo. ¿Por qué me mientes? ¿Y este?¿Es tu rollito?

Sebas hace el intento de levantarse, la mano y la mirada de Lucía se lo impiden.

- Sebas, dame unos minutos, luego te explico

Salen del restaurante en dirección al paseo marítimo Lucía seguida de Oscar quien en el instante de salir del local, se gira para comprobar y recordar la cara de Sebas.

Sebas pide la cuenta de las bebidas, no llegaron a pedir raciones, con lentitud se levanta, recoge su cazadora y marcha sin rumbo fijo. Lo que ha presenciado le puede explicar muchas cosas, por que parece, Lucía no ha sido franca con él y puede que esté casada o algo parecido. Siente un dolor inmenso en su pecho, nota un ahogo, el pulso se le dispara. Se siente roto por dentro. El dolor de amores es el peor de todos, afecta a todos los órganos. Una reacción nace de su estómago, le obliga a correr hasta la orilla del mar, vomita el poco vino blanco ingerido y poco más. Se marea y decide sentarse en la arena apartado del agua.

No entiende nada, solo siente dolor y pérdida de tiempo.

- ¡Oscar!

Escucha un grito de voz de Lucía a su espalda, no le da tiempo para girarse cuando nota un cuerpo abalanzándose sobre él. El frío le invade, el calor húmedo le alcanza el vientre, siente dos entradas violentas en su vientre provocados por una navaja. Nota la pérdida de sangre, nota que pierde la consciencia, le falla la vista. Un brazo poderoso le  sujeta la garganta, su postura es muy forzada pues le ha sorprendido el ataque medio girado y sentado, su brazo derecho está bajo su cuerpo. El agresor está en forma, sabe luchar y ya ha clavado en dos ocasiones su arma. Espera la definitiva. No tiene fuerzas ni habilidad para defenderse.

Un disparo, dos. Oscar cae en la arena junto al agonizante Sebas. 

Dos días más tarde despierta Sebas en la UCI del hospital Central, una enfermera le sonríe.

- Vaya, buenas tardes, bienvenido, le hemos recuperado.
- ¿Dónde estoy?¿Qué día es hoy?
- Tranquilo Sebastián.
- Sebas
- Tranquilo Sebas, voy a avisar al médico

Una semana después Sebas consigue el alta hospitalaria para regresar a Madrid donde continuará el seguimiento médico de sus heridas. Por centímetros, le dijeron. Has tenido suerte.

Lucía ha desaparecido, no devuelve las llamadas, en su casa ya no vive, se ha esfumado. Tras una semana buscándola sin resultado, abandona la búsqueda. No entiende nada, no quiere hacerse más daño.

Una semana después recibe un paquete en casa, envuelto con papel de estraza, como los de Amazon. No ha pedido nada que recuerde, viene a su nombre, lo admite y cierra la puerta al repartidor. Se dirige a la cocina para abrirlo con un cuchillo, dentro de la caja hay un álbum de fotos de 15 centímetros, de esos que venden en los chinos, con veinte fotos de Lucía con él, sonrientes. Una nota acompaña:

Fue real, yo no. Te quiero, Lucía.

Nada más, todo muy enigmático. Decide investigar un poco por internet, ninguna noticia ni mención al ataque y los disparos en la playa unos días antes. Ningún registro de Lucía. Sus páginas en redes sociales se han borrado. Es como si nunca hubiera existido.

Antes de pedir el alta para volver a su rutina de las clases, decide regresar a la costa unos días, volver al hospital, al hotel, a la playa. Preguntar por ahí, necesita conocer, siente que son importantes esos dos días que estuvo al borde la muerte.

El rastro es muy débil, comienza por el hotel. En recepción no recuerdan mucho salvo que sí, que había una habitación con tres maletas y un neceser sin abrir, la cama sin estrenar. Como si hubieran vuelto a Madrid sin dejar rastro. Le acompañan a la habitación de la consigna, allí encuentra su maleta, cerrada sin signos de intento de abrirla. De las maletas de Lucía, ni rastro.

- Las guardamos aquí juntas, habrá venido por ellas en otro turno. No sé nada más. ¿Necesita algo más?
- Necesitaría la factura con los nombres de la habitación de ese fin de semana, lo tendré que pagar
- Ya se abonó, nos lo pagaron desde el mayorista de viajes
- ¿Sería posible la factura?
- Sí, venga conmigo a recepción
- En esta factura solo aparece mi nombre
- Es el único que tenemos registrado

No saca nada en claro, más intriga si cabe. Deja su recuperada maleta en su coche y se encamina con paso calmado hacia el hospital.

Intenta recordar ¿Susana?¿Sonia?¿Sofía?¿Cómo se llamaba la enfermera que me atendió? A ver si consigo verla. A las dos y media de la tarde se sienta frente a la puerta de servicio, por donde entran y salen los empleados del hospital. Tras más de media hora esperando y revisando a cada persona que traspasa la puerta, decide ir a comer, tiene ocho horas hasta el siguiente turno. No hay suerte, no la ha reconocido. El puerto se encuentra a escasos quince minutos andando, decide ir a dar una vuelta.

Un breve estremecimiento le sacude a la altura de la zona de la playa donde le apuñaló el Oscar ese. En principio decide acercarse al restaurante de la cena, finalmente cae en la cuenta que el puerto es un recinto cerrado, incluida su pequeña playa y cuenta con circuito de televisión. Descubre varias cámaras de vigilancia. Solo tiene que enterarse dónde está la central de guardia. Mientras, toma un bocadillo con un cerveza en un kiosko con terraza, se distrae revisando el paisaje de bikinis y medios bañadores que le animan la comida.

Pregunta al camarero si sabe dónde están los guardias de seguridad, le dirigen al club náutico en su lateral tras una puerta con el logotipo de Segurpuerto.

La puerta está cerrada, llama sin éxito. Localiza a unos cincuenta metros a un vigilante uniformado, fumando a la sombra de una palmera. 

- Hola
- Buenas tardes
- Me pregunto si es posible hablar con el responsable de seguridad o con la persona del centro de control
- ¿Eres policía?
- No. Nada más lejano. Simplemente quisiera repasar unas imágenes del otro día. Tuve un incidente.
- Me temo que necesitarás una orden judicial para ello
- ¿Cuántos días mantenéis las imágenes?¿quince, un mes, siete días?
- No lo sé, creo que máximo un mes. Depende de la jefa.
- ¿Puedo hablar con ella?
- Ahora no está, vendrá a eso de las cinco de la tarde. Pregunta por Maite. Es una morena fuerte.

A las cinco y diez, regresa Sebas a la puerta de metal y vuelve a llamar en un par de ocasiones. Sin éxito. Se vuelve para marcharse cuando suena una voz femenina por el telefonillo de la puerta.

- ¿Quién eres?
- ¿Maite?
- Sí, ¿Quién eres?
- Me llamo Sebastián García, he hablado antes con un compañero tuyo y me ha comentado que debo hablar contigo.
- ¿Para qué?
- Hace un par de semanas me asaltaron en la playa y me gustaría saber si es posible revisar imágenes porque tengo la sensación que la policía no actúa muy diligentemente
- Para ello necesitarás una orden judicial
- Solo me gustaría hablar contigo
Un zumbido prolongado abre la puerta
- Pasa

Sebas entra en un recibidor que da acceso a tres salas, dos vestuarios diferenciados por género y una sala que sirve de control y de despacho. En la puerta de esa sala la espera una mujer morena, de complexión fuerte ganada a base de gimnasio. Mirada franca, lista y perspicaz. Tiene apariencia de jefa.

- Hola, soy Sebas
- Pasa, Sebas. Maite

Da la mano a Sebas que siente la fuerza que transmiten sus dedos al apretar su palma.

- No puedo darte imágenes, está totalmente prohibido
- Lo entiendo, solo me gustaría saber si puedo verlas, para poder dirigir a la policía al momento exacto.
- ¿Qué día estás buscando?
- El viernes 3, hace dos semanas
- Mmm. Voy a ver
Rebusca en un armario ignífugo.
- ¡Qué raro! No está ese día
- Mira que no me extraña
- ¿Por qué lo dices?
- Porque todo lo que pasó ese día fue muy raro. Me asaltó un energúmeno en la playa cuando empezaba a anochecer. Me clavó un cuchillo en dos ocasiones y casi me mata. Mi novia, que ha desaparecido, le mató con una pistola. Mi novia se ha esfumado, tampoco sabía que manejara armas con precisión, es como si no existiera. Sus maletas han desaparecido del hotel sin dejar rastro, en su casa no la conoce nadie, su teléfono no tiene línea. Como el humo se ha disipado. En prensa no ha aparecido ninguna reseña ni a mi apuñalamiento ni al muerto por un disparo. Todo muy raro
- ¿Has ido a la policía?
- Me vinieron a interrogar al hospital y no he vuelto a saber de ellos
- ¿El día 3? Ese día libré. Me dijo mi compañero Esteban que fue movida la noche. Le voy a llamar a ver qué me cuenta

La breve conversación telefónica entre ambos compañeros no le aclara mucho a Maite e incrementa su curiosidad.

- Espera, siempre hay posibilidades. No son cintas de vídeos, vamos a ver si te sirve, creo que puedo ayudarte. Tenemos cesión de imágenes de dos barcos amarrados en el puerto que por seguridad comparten sus imágenes con su central de alarmas y con nosotros.

Entra en el ordenador y tras varias claves de seguridad accede al archivo de memoria de una de las cámaras de un catamarán de ocho metros de eslora.

- Nada, este solo mantiene en memoria siete días. No hemos tenido suerte.

Prueba con otra fuente, un barco de recreo a motor de siete metros con muy buena pinta.

- Mira este tiene un mes de memoria. Vamos a revisar ese día.

La imagen, un poco lejana, ya que el enfoque principal de la cámara son las cercanías de la embarcación, distingue la imagen de un hombre encorvado hacia adelante vomitando en la orilla.

- Ese soy yo. Avanza un poco

Se ve la pelea, cómo Sebas intenta sin éxito librarse del ataque. Aparece una mujer corriendo con la mano en su bolso. Dos detonaciones y el asaltante queda inmóvil en la arena sobre el cuerpo de Sebas. La mujer acude en ayuda de Sebas, le aprieta su mano derecha sobre una de las heridas mientras llama por teléfono. En cinco minutos acuden dos ambulancias, dos coches de la policía municipal y una unidad de la Guardia Civil. En esta última se sube la mujer y salen a toda prisa con las luces de alarma iluminando de azul su camino.

- Joder. ¿Y cómo no hemos sabidos nada de esto?
- Ni la prensa ni la policía, ni nadie
- ¿Quieres una copia?
- Si me haces el favor. ¿Puedes avanzar un poco además para ver qué ocurre después?

La noche avanza y las imágenes se van oscureciendo hasta no ver nada más que el brillo de las sirenas de las ambulancias y los coches de policía. En cinco minutos no queda nada.

- Parece que no se ve más
- ¿Te importa mirar a primera hora de la mañana? Pasamos rápido y si no vemos nada, con lo que me das, me vale. Oye, de verdad, muchas gracias. Eres la primera persona que me ayuda en este tema.

El video de la primeras horas del día no muestran nada llamativo. Unos amantes de fin de noche desfogándose tras unos bultos, un jubilado que viene a bañarse a primera hora, nada que ayude a Sebas.

Sebas se dirige de nuevo a la puerta del hospital, con su pendrive en el bolsillo. Espera paciente a la entrada y salida del turno. Cuando ya iba a desistir reconoce a la enfermera de la UCI, se levanta y se dirige hacia ella despacio, no quiere crear alarma.

- Hola

Ella le mira, sin llegar a reconocerle. Quiere sonarle la cara, no la localiza en su memoria.

- Soy Sebas, me estuviste cuidando en la UCI hace dos semanas. Me pasé dos días inconsciente por las heridas de arma blanca
- Ay, sí, Sebas. ¿Cómo estás?
- Mucho mejor, la verdad. ¿Tienes dos minutos?
- Claro que sí, ¿Qué necesitas?
- Necesito completar qué ocurrió los dos días que estuve en la UCI. Solo recuerdo que intentaron matarme y cuando desperté te vi a ti.
- Poco puedo contarte, hacemos turnos de doce horas en la UCI, descansamos día y medio antes de regresar. Me tocó recibirte la madrugada del sábado tras quirófano. Te operaron y me encargué de tu seguimiento durante las primeras seis horas, después le tocó a Miguel el siguiente turno. Despertaste al poco de iniciar yo mi turno de ese día.

- ¿No sabes si me acompañó alguien?

Sebas le enseña en la pantalla de su teléfono una foto de Lucía.

- ¿Estaba ella?
- No. Sí, espera. La vi el día que ingresaste. Vino con un agente de la Guardia Civil vestido de paisano, lo sé porque se identificó con su placa. Preguntaron por ti y se fueron. Era ella, seguro.
- ¿Guardia Civil?
- Eso dijo, no me fijé mucho, la verdad. Estaba muy pendiente de tus constantes vitales
- Te voy a dar mi numero de teléfono, si recuerdas algo, por favor mándame un mensaje o me llamas
- De acuerdo. Suerte Sebas.
- Por cierto ¿Cómo te llamas?
- Sonia
- Muchas gracias, Sonia

Camina de regreso hacia su coche, aparcado cerca del hospital, con el rabillo del ojo detecta una cara repetida. Juraría que la ha visto en tres ocasiones hoy. Se fijará más en lo sucesivo. Llega a su vehículo, abre el maletero y comprueba que su doble equipaje, el de hoy y el recuperado del hotel, se mantienen en su sitio. Disimula como si estuviera cogiendo algo, se decide por un jersey, la humedad empieza a notarse. En esta maniobra se fija en la acera contraria. La misma cara de nuevo. Cierra el coche, se viste con su jersey y camina hasta la siguiente esquina, donde se mantiene a la espera para ver la reacción de su presunto perseguidor.

En menos de un minuto oye los pasos apresurados de  una mujer que cruza la esquina y se queda en shock al verle esperarla.

- Hola ¿Te puedo ayudar?
- Buenas noches. Intenta disimular continuando el paseo
- Te he visto hoy en varias ocasiones. ¿Por qué me sigues?
- ¡Qué tontería! yo no te estoy siguiendo
- Ya me has encontrado, dime ¿Qué buscas?
- Yo no busco nada
- Bueno por buenas noches, sigue tu marcha

Los ojos marrones de la chica se quedan fijos en Sebas durante unos segundos, después sondea a su alrededor.

- Me manda Lucía
- ¿Está bien?¿Dónde está?
- Está bien. Te pide que te tranquilices en unos días se pondrá en contacto contigo en Madrid
- Y ¿Cómo sé que es cierto?
- Porque me ha dado una cosa para tí.

Le entrega un sobre con una foto de los dos sonriendo, la foto corresponde a un viaje que hicieron hace dos años a Praga. Por detrás de la imagen escribió, es su letra, 

Mi hombrecito, espérame en casa pronto iré a verte. Te quiero.

Mira Sebas la foto y el mensaje, lo analiza. Es la letra de Lucía, su foto y su forma de expresarse, le llama hombrecito, el apelativo que utiliza cuando se pone ñoña, salvo la familiaridad de hablar de casa en lugar de tu cueva como la suele llamar y el te quiero, nunca en la vida ha sido capaz de decírselo, salvo en el mensaje del paquete del álbum. Esos detalles hace que desconfíe. Agarra el brazo de la mensajera.

- Es falso. Dime ¿Quién eres?

Nota un pinchazo en el brazo. Una jeringa se clava inyectando un líquido que consigue que Sebas se adormile al instante. 

A las siete de la mañana despierta Sebas tumbado en la acera. El ruido del camión de la basura al volcar los cubos le despiertan. Recuerda el pinchazo en el brazo. ¿Por qué? No entiende nada.

Regresa a su coche y decide ir a la policía para preguntar por la investigación acerca de su ataque en la playa.

En la comisaría le hacen esperar casi hora y media antes de atenderle. Le hacen pasar con el comisario quien le atiende con amabilidad y no le transmite ningún avance en la investigación. Palos de ciego. No saben nada. Tampoco comparte el pendrive algo le dice que se lo custodie, los que se llevaron la cinta de seguridad deben estar muy seguros de haber borrado pruebas visuales de ese día, no sabe si la policía está ayudando a encubrir.

No sabe cómo continuar, ni domina el mundo de la investigación criminal. Está perdido. Ya no sabe quién es Lucía, si se llama Lucía, dónde está el muerto, por qué le intentó matar, las molestias que se han tomado para silenciar el incidente. Hay dos días de su vida borrados. No ha pasado nada. Sube a su coche y se dirige sin rumbo por las concurridas carreteras de la costa. Abre la ventanilla, el aire húmedo y cálido le golpea el rostro, siente su incapacidad para avanzar, para comprender. Termina su recorrido en un chiringuito famoso de la playa más afamada de la provincia. El local está prácticamente vacío, ni es el día ni la hora de atención frecuente. Solicita una cerveza con una ración y espera en la terraza, a la sombra del techado de cañas, mirando al mar. Su mar siempre le entrega paz y sosiego.

Una voz conocida le habla a su espalda, trae con una bandeja su comanda. Deposita la bandeja sobre la mesa y se sienta a su lado. Lucía. Sebas la mira sin saber qué decir.

- Hola Hombrecito
- Realmente ¿Quién eres?
- Soy Lucía y dentro de mi vida de ficción, lo nuestro es lo único real
- Explícate por favor, solo sé que me han intentado matar por celos, entiendo. Tú me defendiste de dos certeros disparos, no sabía que llevaras armas. Desapareciste. Alguien se tomó la molestia de borrar pruebas. ¿Te llamas Lucía?
- Entiendo tu desconcierto. He venido a explicarte, te lo mereces. Estoy actuando en contra de las normas. Tú te mereces una explicación. Soy agente del CNI mi misión era infiltrarme en una organización que vive del tráfico ilegal de armas y mujeres. Me tuve que hacer amiga de su blanqueador de dinero, un financiero sin escrúpulos y muy peligroso. Oscar. Simulamos incluso un matrimonio. Para él real, para mi de ficción. Se casó con Lucía Peregrina de Andrés, nombre real, apellidos falsos. Oscar pensaba que yo trabajaba en una multinacional de alimentos infantiles, lo que me permitía el ir y venir sin dar muchas explicaciones. Y en esto, apareces tú. Recuerda cómo nos conocimos. Al principio no fuiste más que un oasis emocional en mi vida de mentira, poco a poco fuiste ganando espacio en mi corazón y nuestros encuentros se fueron intensificando, cada vez encontraba alguna excusa para poder pasar contigo un par de días. Al final me pilló y casi te matan. Por eso no nos permiten tener pareja en el trabajo porque podemos comprometer la vida de un civil sin formación en defensa personal. Siento en el alma lo que te ocurrió, menos mal que llegué a tiempo. Parece que he tirado por la borda cuatro años de seguimientos e información. La mafia oriental ya estará en alerta por el tiempo que lleva desaparecido Oscar. A mi me han ocultado por seguridad. Solo he salido de mi escondite y de mi nueva identidad para advertirte. Vete a Madrid, no te expongas, no hagas preguntas. Es gente muy peligrosa y pueden ir a por ti para utilizarte de cebo para llegar a mí.

- ¿Eres espía?
- Algo así
- ¿Y te acuestas con delincuentes para sacar información?
- No es agradable, créeme
- No me creo nada
- Es la verdad. Me viste matar a Oscar, estoy segura que algo en tu cabeza empieza a creerme.

Sebas saca de su bolsillo la foto con la nota por detrás.

- ¿Esto lo mandaste tú?
- No. ¿De dónde lo has sacado?
- De una mujer que me estaba siguiendo y me pinchó un somnífero en el brazo.

Lucía revisa la nota. Se parece mucho a su letra. Mira a Sebastián, su cara muda, pierde su perfil amable y amoroso, gana el profesional.

- Vámonos ya
Se levantan y se dirigen a los coches.
- Deja el tuyo ahí, seguramente te lo tienen localizado y vigilado. Sube al mío.

En la carretera toman rumbo hacia el norte.

- Pásate al asiento trasero y túmbate. Sí, no me mires así, hazme caso. Rápido

Según se acomoda Sebas en el asiento, tumbado con las piernas encogidas. Lucía se recoge el pelo y se coloca una gorra tipo beisbol, se sube el cuello del polo. De lejos nadie puede asegurar que sea una mujer.

Dos porsche cayenne negros cruzan a toda velocidad en dirección sur, calcula como mucho cinco minutos de ventaja contando la ida y la vuelta. Cuando pierde por el retrovisor la imagen de los dos coches. Toma el desvío hacia la izquierda en dirección al interior de la provincia mientras llama por teléfono a alguien.

- Agente en riesgo, localicen posición, necesito refuerzos de inmediato. Evacuación de testigo amigo
Entran en un pueblo solitario, casi desierto. En el polígono industrial a las puertas de la población localiza una nave con la puerta abierta, abandonada. Entra con su coche baja e intenta cerrar la puerta de la nave. El óxido se lo impide. Pide a Sebas que baje del coche y se esconda en la oficina al final de la nave. Lucía repasa su arma reglamentaria y dos cargadores adicionales. Poca munición para parar a la mafia que vendrá bien armada. Vibra su móvil.

- Sí. ¿Diez minutos? Mucho es. Rápido por favor

Mira hacia el fondo de la nave, donde se encuentra Sebas, sufre por él. Se arrepiente de haber sido tan imprudente. Seguro que el del chiringuito ha avisado a la mafia. Era el cebo, van a por ella y van a matarles a los dos.

Seis minutos más tarde uno de los Cayenne asoma por la carretera a baja velocidad, están buscándoles. Parece que se han dividido. Adivina tras los cristales tintados que deben ir tres en el coche. No para continua su marcha. Oculta tras la ventana rota sigue con la vista al coche. Han pasado de largo. Se relaja un segundo. Impaciente mira el reloj cada pocos segundos. Los diez minutos se le están haciendo eternos. Escucha la rodada de un vehículo, el otro Cayenne. Les han localizado, han pedido refuerzos. Mientras aparca en la entrada del polígono, regresa el primer vehículo negro para unirse. Descienden siete matones entrenados, seis hombres y una mujer, bien equipados con armas de asalto y calzado militar. La mujer da instrucciones. Se distribuyen en abanico  eficazmente, Lucía valora su entrenamiento militar. Mercenarios entrenados. Vuelve a consultar su reloj, los diez minutos prometidos están a punto de vencer y sin noticias. 

Los mercenarios se dividen en dos grupos, tres de ellos se dirigen por la calle a su derecha, una calle en cuesta, les pierde de vista al pasar la esquina. Los otros cuatro vienen de frente hacia donde se encuentran ellos. 

Sebas aparece a su espalda.

- Agáchate, ordena susurrando
- ¿Qué puedo hacer?
- Nada, esconderte y no hacer ruido. Vienen a por mí
- Vienen a por los dos

Un disparo se escucha a lo lejos, los mercenarios corren a protegerse. Otro disparo, una ráfaga. Escuchan un tiroteo que no cesa. Los mercenarios se despliegan para ir a ayudar a sus compañeros. Desaparecen por la misma calle. Van tres con rifles de asalto, se mueven con rapidez y prudencia. La jefa se queda a resguardo hablando por su teléfono, solicita instrucciones. 

Se asoman con cuidado Lucía y Sebas.

- Maite
- ¿La conoces?
- Es la jefa de seguridad del puerto. Me dio un video con lo sucedido el día que me atacó Oscar y le tuviste que matar
- ¿Te dio un video? Si nos llevamos las cintas
- Conectó a las cámaras privadas de dos embarcaciones amarradas en el puerto
- ¿Y eso se te ocurrió a ti solo?
- Eso parece. Voy a hablar con ella
- ¿Estas loco? Te puede matar
- ¿Y qué hacemos?¿Nos quedamos esperando que vuelvan los legionarios esos para descuartizarnos?
- Sebas, no salgas.
- Cúbreme

Sebas se incorpora y se dirige hacia la puerta.

- Maite. La llama

Maite se gira hacia donde está Sebas, sube su mano, le apunta con una pistola.

Sebas levanta las manos

- ¿Qué haces?
- No te muevas
- Maite. ¿Podemos hablar?¿Tienes que apuntarme con eso?
Maite mira alrededor, no deja de apuntar.
- ¿Dónde está tu amiga?
- Me dejó aquí hace un rato, siguió su camino.

Maite sigue girando su vista. No es capaz de distinguir a nadie. Lucía está perfectamente mimetizada con el entorno, no es fácil distinguirla. El tiroteo ha finalizado. Maite llama por el comunicador  a los miembros de su equipo, sin respuesta. Se pone cada vez más nerviosa.

- Baja hacia aquí
- No voy a bajar, quiero hablar contigo
- Sebas baja, no me hagas repetírtelo, te advierto que tengo muy buena puntería
- Y los que han venido a rescatarme, que han terminado con tu equipo A, también tienen buena puntería y medios. No te veo capaz de luchar con una pistola

La esquina la doblan seis hombres armados, los mercenarios regresan juntos e ilesos. Sebas decide regresar a la nave. Maite dispara tarde y falla. Los mercenarios instintivamente se sitúan en posición de combate acercándose cubriéndose y por turnos en dirección a la nave donde se oculta Sebas.

El primer mercenario se encuentra a escasos cuatro metros de la puerta de la nave. Un certero disparo le alcanza en la cabeza. Uno menos.

Identifican el sonido con una pistola y procedente de la misma nave o inmediaciones. Se agachan todos poniéndose a cubierto. Comienzan a avanzar, manteniéndose agachados, hacia la puerta de la nave industrial. Un nuevo disparo suena, esta vez alcanza a otro mercenario en el brazo que se queja en alemán. Una lluvia de disparos golpean la entrada de la nave y sus alrededores. No han localizado aún a  Lucía que se mantiene protegida y mimetizada. Un tercer mercenario avanza apuntando con su subfusil recibe un balazo en la pierna. Ya ha derribado a tres. Una nueva lluvia de disparos cae sobre ellos. Sebas nota las balas silbar cerca de su cabeza. Esto se pone feo.

Lucía se arrastra por el suelo y reptando llega hasta la posición de Sebas.

- No tenemos muchas opciones, en breve esa gente se nos van a echar encima. Tenemos que irnos. Vamos al coche.
- Es una locura, vámonos de aquí

Alcanzan la nave tres mercenarios y Maite. Acaban con Lucía de dos disparos certeros. Se acerca Maite hasta el cuerpo agonizante de Lucía, la remata de un disparo en la cabeza. Mira a Sebas, levanta su arma y fin de la historia.

En las noticias de los canales de televisión, relatan que miembros de la Seguridad Nacional han desactivado un comando activo yihadista muy peligroso que estaba planeando un gran atentado en nuestro país. Han incautado gran número de explosivos en su vehículo, preparado para perpetrar una masacre.

Sebas, tras tres días en coma inducido tras su operación, despierta en la UCI


- Vaya, buenas tardes, bienvenido, le hemos recuperado.
- ¿Dónde estoy?¿Qué día es hoy?
- Tranquilo Sebastián.
- Sebas
- Tranquilo Sebas, voy a avisar al médico

Buen viaje, Joe

  Joe, simplemente Joe. Omitiendo, desde siempre, el rango familiar de tío. Recuerdo tu aterrizaje entre la familia cuando Ana, también sin ...