23.1.23

Rebajas

 


–Me gustaría ir al Centro para descambiar una cosa y conseguir una chaqueta nueva y sabes que me fío mucho de tu criterio– la caída de ojos tierna e interesada de Sofía hace irresistible su argumento y el jugueteo de los dedos con el primer botón de su escote, con ese movimiento insinuante de ahora abro y enseño, ahora cierro y te quedas con las ganas... Sabe que su propuesta no casa con el plan ideal de su marido Juan, ni por asomo en el universo más complejo y lejano a su realidad habría imaginado que le iban a proponer como plan estrella del sábado por la tarde ir de rebajas.

 

Sofía sabe cómo convencer y sonreír a cada paso para ganarse la voluntad de Juan, él espera que su esfuerzo tendrá recompensa como solo Sofía sabe hacer y por experiencia sabe que eso será más tarde, terminará insinuándose por sorpresa a una hora desacostumbrada para adornar más la picardía.

 

Tras dos semanas de periodo de rebajas, Juan alimenta su esperanza de que la afluencia de compradoras sea escasa, sabedor del tiempo que se toma Sofía para enfundarse en las prendas que va eligiendo y de las dificultades para acceder a los probadores por la enorme demanda de compradores a la espera de su turno.

 

Primera hora de la tarde y le cuesta encontrar una plaza libre en el aparcamiento subterráneo de la calle Velázquez, estratégicamente situado en el centro de la Milla de Oro, territorio conocido del Barrio cercano al Parque de El Retiro donde coexiste la mayor concentración de tiendas de marca de toda España.

 

Visto desde arriba, las aceras son insuficientes para organizar el tráfico humano con cambios de ritmo a cada escaparate. Concentración de rubias de bote perfumadas en exceso, vestidas con ropas cómodas de marca. Solas o por parejas buscan, tocan, comparan y revisan todo tipo de prendas que van desechando sucesivamente salvo que encuentren algo parecido a lo que idearon en su plan de compra perfecta.

 

Sofía escoltada por Juan accede por una ancha puerta de carruajes que permite descubrir una de las manzanas de comunidad propias del Barrio de Salamanca. Los edificios se construyen siguiendo las lindes de unas calles separadas más de lo habitual entre las paralelas lo que permite edificar alrededor de un patio de comunidades ancho y alargado. Algunos se convierten en jardines secretos que disfrutan sus pocos vecinos, otros se reconvirtieron en galerías comerciales aprovechando los bajos de los edificios colindantes.

 

El flujo humano desciende dentro de estos grandes patios, los locales comerciales ofrecen mercancía más exquisita lejos de la mordaza propia de las grandes marcas de consumo, viajes exóticos a medida, una financiera especializada en hipotecas inversas y productos de ahorro para la jubilación, un anticuario con muebles señoriales propios del barrio y en la esquina del fondo, un local con cristales tintados de negro sin rotular.

Sofía pulsa el timbre y de inmediato el característico zumbido permite la entrada al local. Un mujer con los treinta avanzados, muy bien vestida con un vestido al vuelo que luce sobre unas piernas interminables gracias a sus tacones altos en demasía, pelo con mechas sutiles, sonrisa blanqueada y voz amable sale a recibirles.

 

–¿Sofía Llanos? Me alegro de conocerla, pasen por favor, Mariana les está esperando.

 

Juan no sabía que tuvieran cita ni para qué aunque se encuentra encantado admirando a la treintañera.

 

–Señor, puede esperar en esta salita ¿le apetece un café mientras espera?

 

Sofía entra en una sala situada enfrente donde una mujer de su misma edad la recibe de pie frente a la puerta.

 

–Buenas tardes, Sofía, veo que te has decidido. ¿Necesitas que te recuerde las condiciones del renting temporal?

–Gracias, lo tengo claro, no es necesario.

–De acuerdo, entonces solo nos tienes que concretar el plazo de duración del contrato para determinar la conservación y si nos cedes para co-reting tu fianza, lo que reducirá bastante la factura mensual.

–Eso sí que necesito recordar. Estoy pensando en tres meses, solo para el invierno. ¿Qué precio se queda final?

–Mira, aquí tienes la oferta con todos los detalles.

 

Rotating arranged marriage. Rental contact. (1)

 

La cliente elige la duración de su contrato, con un mínimo de un mes y hasta un máximo de doce meses. Ofrecemos dos modalidades con o sin pacto de recuperación de la fianza. 

 

El precio final se puede reducir en hasta un cuarenta por ciento si la cliente cede a terceros, seleccionados por Happy Wife (2) (en lo sucesivo, La compañía), el uso de la mercancía entregada como fianza.

 

Durante la duración de este contrato, la cliente dispone del uso y disfrute de un varón de compañía seleccionado por ella entre los candidatos propuestos por La compañía, responsabilizándose de su cuidado, alimentación y acogimiento en los mismos términos que disfruta la mercancía entregada como fianza.

 

Los varones, tanto el recibido como parte del contrato como el entregado como fianza, reciben el mismo tratamiento de limpieza de memoria de forma que sus recuerdos del periodo contratado serán una repetición de otros similares almacenados en su cerebro.

 

La compañía se reserva el derecho a rescindir el contrato en caso de fallecimiento o enfermedad grave de alguno de los varones. 

 

En el caso de que la cliente decida, tras el periodo contratado, no recuperar su mercancía de fianza, compensará a La compañía con el equivalente de doce meses de alquiler en concepto de comisión por las gestiones para vender su mercancía usada.

 

–Tres meses, vamos a empezar con poco. Y quiero recuperar a Juan al final del contrato, sin cederle en este tiempo.

–¿Está segura? Si lo haces por él, te aseguro que no recordará nada de lo que le ocurra en este tiempo con otra mujer. Si lo dejamos aparcado, te va a salir muy caro el servicio.

–No es por lo que él pueda recordar, sino por mí. Me avergüenza que otra mujer conozca lo malo que es en la cama...

 

 

Nota 1: Matrimonio de rotación concertado. Contrato de alquiler.

Nota 2: Esposa feliz

 

 

16.1.23

Volar

 


 

Llega un momento en la vida donde caes en la cuenta de que te estás dejando llevar por una rutina dictada por la costumbre, donde te limitas a cumplir con aquello que se espera con los amigos, la familia o en el trabajo, donde olvidas los viejos momentos llenos de sonrisas y complicidad, donde llegas a obligarte a cumplir con una intimidad cautiva por fríos y previsibles turnos, donde te descubres perdiendo el respeto a tu compañero durante las discusiones, donde sobre actúas con ofensas llenas de reproches que se cobran antiguos roces sin cicatrizar o porque no encuentras nada de qué hablar. Cada una de estas situaciones forjan gruesos barrotes que aprisionan tu alma.

 

Todas estas ocasiones construyen una jaula que te ahoga poco a poco y frente al espejo reconoces signos de envejecimiento prematuro, barriga incipiente, celulitis, arrugas, canas, visitas al dentista, hipertensión, colesterol, insomnio, gastritis, cefaleas... 

 

Tu alma necesita respirar, el aire que atraviesa los huecos entre barrotes no te es suficiente y de manera inconsciente sueñas bucólicos atardeceres en prados verdes inmensos, playas de arena y aguas infinitas, montañas nevadas y desiertos enigmáticos. Sueñas con esa libertad que recuerdas que existió, con reencontrar tu sonrisa, con recuperar la energía para vivir lejos del dictado de la costumbre que orienta hoy cada uno de tus pasos.

 

Sin intención, desarrollas un sistema de búsqueda latente mientras tu alma vive alerta buscando la llave para escapar de la jaula. Entras en un estado de hibernación atenta, sin un plan específico y donde fías tu éxito a la intuición mientras caminas durante tu hégira particular. Ansías la llave sin buscarla, se te ha olvidado cómo y tu pereza existencial dentro de la jaula no te empuja a descubrir nuevos mundos. 

 

Un día cualquiera, amanece con un sol fuerte y luminoso. El calor derrite la cerradura de tu jaula y un nuevo pájaro se acerca para recordarte cómo se vuela. 

 

Recortando el horizonte, en dirección a las grandes explanadas de las segundas oportunidades donde las sonrisas llenan de felicidad a los que abandonaron sus jaulas, el vuelo de dos almas sonrientes se alejan sin mirar atrás. En ese instante se atreven a pensar en ellos mismos, recuperan la sonrisa. Unen sus almas creando un nuevo ser resultado de la suma de ambos juntos. Sonríen. Son felices.

 

Once años volando juntos, disfrutando de cada paisaje, de cada corriente de aire y con la certeza de que los próximos pasos también colmarán nuestras almas. Solo le pedimos a la vida disfrutar fuera de las jaulas, juntos y unidos. Gracias mi amor. 

14.1.23

Síndrome de la hoja en blanco

 



Llaman "Síndrome de la hoja en blanco" al bloqueo creativo del escritor, ese que aparece cuando no se te ocurre nada que plasmar en la hoja o cuando la idea que te está rondando por la cabeza no llega a mutar en un texto concreto.

 

Así llevo varias semanas, el mismo tiempo en el que han coincidido las vacaciones navideñas y mi proceso de análisis interior de el por qué no he conseguido dar a conocer mi última novela, Quién, a un público más amplio.

 

He realizado presentaciones de la novela en cuatro ciudades diferentes, presencia activa en medios de comunicación escritos, radio e incluso televisión local; he llegado a ser hasta intrusivo en redes sociales dando a conocer mi novela y tras todo esto, siento que toco techo.

 

La promoción por redes sociales, por muy necesaria e intensa que sea tiene la virtud de su capacidad de llegada a personas que te siguen, en mi caso, amigos, antiguos compañeros de trabajo, clientes y muchos compañeros de las letras. Entre todos ellos, muchos han adquirido la novela, incluso a los que no les interesa la lectura. Aquí siento que son una excepción los ejemplares que me quedan por vender. 

 

Durante las presentaciones del libro y en los días posteriores se vendieron ejemplares en las librerías del lugar, nuevos lectores que si no olvidan, ganaré para próximos títulos en los que trabajo.

 

Las apariciones en prensa ayudan a dar cierta relevancia al autor y a su obra aunque su impacto es limitado y su llamada a la acción para la compra no creo que sea inmediata. Lo mejor de la presencia en prensa es su capacidad para ser reenviada utilizando las redes sociales y de esta manera multiplicar su audiencia.

 

¿Y ahora, qué? Me encuentro en una encrucijada o recupero el trabajo con mi próxima novela "Barro" que tuve que dejar aparcada para centrarme en la promoción de "Quién" o me reinvento en nuevas promociones para seguir animando las ventas de mi actual novela en el mercado.

 

Me conozco, sé que aunque llevo varios intentos infructuosos para seguir presentando mi novela y el desánimo busca su hueco en mi alma, me concederé una nueva oportunidad para dar a conocer a "Quién". Las excelentes críticas que estoy recibiendo de los lectores me animan a continuar en este camino con poca recompensa económica.

 

No es por presumir pero creo que la novela tiene un nivel alto que puede ser del interés del público lector en general y en particular, de los amantes de la novela negra contemporánea. La novela tiene ritmo, una historia original, una trama sorprendente, variedad de personajes que se complementan, localizaciones atractivas y aun siendo ficción, muy creíble. Los que la han leído me dicen que sienten que están viendo una serie de televisión.

 

¿Y entonces, por qué no revienta el mercado? Algo estoy dejando de hacer, quizá he agotado mi capacidad de llegada, mi influencia es menor de lo que imaginé o simplemente no sé alcanzar otros mercados. Creo en la calidad del producto terminado, lo que descarta que esta sea la razón de su freno en la explosión comercial. Además me avalan los comentarios recibidos de personas que no conozco ni no tienen por qué dedicar tiempo a regalarme el oído. 

 

Es un mercado saturado y bajo el dominio de un oligopolio dual donde dos grupos editoriales controlan más del 90% del mercado en España, con un exceso de oferta en las librerías. Cada año, salen al mercado en España 80.000 títulos nuevos a los que hay que sumar la auto-publicación. Las estadísticas que traslada el sector demuestran que desde la pandemia, sube el número de ventas de libros e incluso de lectores.

 

Solo tengo que aprender a encontrarlos mientras lucho para que las pocas librerías que tienen mi libro en su catálogo lo mantengan. Si pierdo los puntos de venta es del todo imposible crecer.

 

Mientras todo esto ocurre, mi parte creativa se resiente. No hay nada peor que enfrentarse al reto de escribir que pensar que el resultado final por muy trabajado que esté, no interesará a casi nadie.

 

Nos encontramos en las letras.

1.1.23

1 de enero

 


Trasnochar le afecta bastante por su costumbre de despertarse todos los días a la misma hora, llueva, truene o haga sol. Después de aguantar casi dos horas del tedio televisivo tras comer las uvas con las campanadas y brindar, se acularon en los sillones para mirar la pantalla, comentar entre bostezos si alguien conocía al artista que por turno se asomaba por el escenario y mantener una conversación banal interrumpida cada vez que asomaba un nuevo cantante. Cambiaban de canal en cuanto cortaban para realizar una pausa publicitaria o si el artista en cuestión no era del gusto de alguno de los hermanos.

 

Su cuñada, aburrida, decidió recoger poco a poco los platos y copas para adelantar trabajo y, de paso, encenderse algún que otro cigarro en la cocina, lejos de la mirada censora de su marido.

 

Los canales compiten ofreciendo la misma oferta enlatada de música de calidad variable, tras la tercera vez que apareció repetido un cantante imitador de El Fary decidió que era su momento, Andrés se levantó dando por concluida su participación en la fiesta. 

 

Doscientos metros dista su casa de la vivienda de su hermano y cuñada. Calle abajo se cruza con varios jóvenes con paso acelerado camino a sus fiestas de fin de año, alegres y llenos de vida hormonada, atufando a desodorante a base de feromonas. ¿Dónde quedó la costumbre de usar colonia o perfume? 

 

El ruido de los cohetes y petardos lanzados desde las ventanas le acompaña durante su corto recorrido hasta su domicilio. Sin quejarse vigila las ventanas que se abren para reaccionar si ve caer algún petardo que le pueda buscar.

 

Una vez en casa, ni el viejo Sultán levanta los ojos para saludarle, prefiere mantenerse recostado en su manta de dormir junto al sofá. Ni un ruido, es hora de acostarse. Dientes, pis y a la cama, como le decía su madre hace cincuenta años.

 

A las seis de la mañana su entrenado cuerpo le exige levantarse, y sin atisbo de pereza, salta abandonando su caliente cama. Necesita un café bien cargado antes de encargarse de Sultán que ya merodea a su alrededor. Los finos pantalones de su pijama no son capaces de abrigarle las piernas y un incipiente temblor incontrolado en sus muslos le marca el ritmo con sus convulsiones mientras reconoce la tosecilla esa que aparece siempre que tiene frío. 

 

Sustituye en la alcayata de la pared de la cocina, el calendario con hojas mensuales, esta vez tocan fotos de montañas nevadas. Inaugura la hoja con el mismo pensamiento de cada uno de enero: –actuarialmente ya tienes un año más— De esta manera se flagela sin esperar a su cumpleaños en mayo. La autocompasión es uno de sus deportes preferidos que sigue con ahínco para destruir su escaso ánimo jovial.

 

Este año le caen sesenta y no quiere ni pensarlo, su deterioro físico asoma implacable anunciando con breves señales lo que le viene, la próstata, el mal dormir, la lívido que le abandona, las rodillas crujientes y ese puto dolor de espalda. Poco queda de aquel orgulloso treintañero sonriente que arrasaba entre las féminas. Huyó del compromiso y desde hace años la losa de la soledad le acompaña cada atardecer, Sultán su viejo compañero es ya un anciano que holgazanea casi todo el día. La radio, seguir alguna que otra serie de relleno en su plataforma de televisión preferida y releer sus innumerables novelas que pueblan su librería son su única compañía.

 

Elena, su cuñada fumadora, le invita cada dos semanas al club de lectura que organiza en su casa sentándole siempre junto a Floren, una viuda sin hijos muy guapa, elegante, divertida, sonriente, perfumada y más simple que un ajo porro. 

 

–Te conviene Floren, algo me dice que sois compatibles.

–Elena, te lo agradezco, pero a mi edad no estoy para recordar cómo se conquista a una mujer.

– Si a Floren ya la tienes ganada, solo hay que ver cómo te mira...

 

Andrés recuerda para sí las veces que coincidió con Floren veinticinco años atrás. Un volcán lleno de pasión, desinhibida, viciosa e insaciable. Mal casada con un notario viejo, rico y del opus. Parece que salvo para procrear no la tocaba y como resultó que no podían concebir entre ambos por incompatibilidad seminal terminó por abandonarla por inservible. Andrés llenó los enormes vacíos físicos y emocionales de Floren. Todo fue perfecto hasta que ella le confesó su amor y su deseo de compartir vida. Andrés huyó del compromiso permitiendo que su decisión labrara el inicio de una profunda melancolía que con el paso de los años fue creciendo. Media vida después se la encontró en una de las citas literarias de Elena y notó cómo su acartonado corazón despertó un deseo antiguo y reconocible. 

 

¿Es posible recuperar, a los sesenta, la pasión perdida y su antiguo vicio? nota cómo su cuerpo despierta de un largo coma físico y emocional que durante una generación le tuvo postrado en una vivencia tenue y aburrida. Durante las últimas semanas el viejo recuerdo Floren mirando a Cuenca le despierta con sudores y palpitaciones. Algo tiene que hacer al respecto, tanta contención no es sana.

 

Sultán le recuerda que es la hora de su paseo matutino, le empuja las piernas apremiando a su dueño para bajar a la calle. Encuentra a Andrés muy extraño últimamente, despistado y hasta sonriente. Cuando le huele la entrepierna, reconoce los matices de las notas propias del celo. A sus doce años perrunos no recuerda haber olido nunca así a Andrés —¿será que los humanos tardan en madurar? mientras la hembra que elija no me moleste que haga lo que quiera— piensa Sultán. 

 

Sultán, en su vejez, sabe lo que le conviene a Andrés. Si tiene la posibilidad de ayudarle lo hará, pero ahora lo urgente es bajar a la calle antes de que estalle su vejiga.

24.12.22

Feliz Navidad, Benito

 


En cada familia o grupo de amigos existe la figura del hermano gruñón, ese o esa al que le gusta pinchar, destacar el error, decir la última palabra y presumir de que no le gusta la Navidad.

 

Benito se despereza bajo el edredón de su cama intentando ordenar el día que tiene por delante, se ha tomado el día libre y afortunadamente no tiene nada que hacer, salvo llevar dos botellas con vino de Rioja para la cena en casa de su madre. Echa de menos a Laura, se levantó muy temprano para irse a trabajar. Su empresa no facilita dar el día 24 como libre a sus empleados aunque sí les permite salir de la oficina a la una y media otorgándoles la tarde libre. A eso de las dos regresará para comer y dormir la necesaria siesta que le permitirá aguantar la velada nocturna sin que la venza el sueño por su costumbre de acostarse pronto a diario.

 

Decide aprovechar la mañana fría y nublada para darse una vuelta por el barrio, cobrar la pedrea de un décimo de lotería premiado y comprar el pan. En el paseo se cruza con varios vecinos que le desean feliz noche, felices fiestas o feliz Navidad, según la costumbre de cada. A cada felicitación contesta con un "igualmente" cada vez más desganado. No comprende tanta felicidad construida por la obligación de celebrar estas fechas en compañía de familiares y amigos por obligación. Es partidario de juntarse cuando apetece sin obligaciones impuestas por el calendario.

 

La pereza le va subiendo a cada parada de autobús que rebasa en su caminar, la publicidad agota. Cada marquesina está adornada con un cartel de 2 metros de alto con fotos de perfumes, productos de belleza o descuentos en líneas telefónicas, todos ellos adornados con árboles, nieve, bolas doradas y resto de iconografía navideña.

 

—Feliz Navidad, Benito— suena a su espalda mientras nota cómo se le clava la frase atravesando por debajo del omóplato hasta llegar al corazón. Se obliga a darse la vuelta y descubre sonriendo a Carmen, la vecina del sexto reluciente con su belleza perfecta. Su mirada consigue, en un instante, que desaparezca la punzada por la felicitación recibida y nota Benito que una creciente lujuria le invade. Es algo incontrolable e ilógico, consciente de que la triplica en edad y de lo imposible de la situación imaginada no puede reprimir una sonrisa torpe más propia de un adolescente inseguro que de un adulto que peina cada vez más canas.

 

Carmen sigue su camino ajena a las emociones provocadas en Benito que se contenta contemplando el perfecto andar de la vecina. ¡Qué bien le sientan esos pantalones que arrancaría a mordiscos para morir entre sus nalgas! Benito sigue parado en mitad de la acera, su musa se ha unido a otras tres jóvenes gritonas que celebran su encuentro hablando y riendo fuerte mientras caminan hacia la parada de metro.

 

—Feliz Navidad, Carmen— dice para sus adentros Benito.

 

De regreso a su casa y tras ordenar la habitación, se mete en la cocina para preparar la comida mientras la radio encendida recuerda en cada corte publicitario y en los comentarios de los periodistas las fechas en las que nos encontramos. Cocinar le relaja y se esmera en conseguir buenos platos para sorprender, está improvisando sobre el plato preferido de Laura mientras contesta, en voz alta, a la radio en una conversación imaginada con los comentaristas del programa de entretenimiento. 

 

—Tanta Navidad y felicidad, pero si se nota que no os aguantáis.

—Otra vez con lo mismo.

—Y ahora una receta navideña. Vaya truño de receta, eso no se lo come nadie.

—Estoy de publicidad de colonias hasta la coronilla...

 

Prueba el cocinado y nota que no está rico. No sabe igual que en otras ocasiones. Algo le falta y mucho le sobra. No hay quien se lo coma. Laura está a punto de llegar, tendrá que improvisar porque esto no lo puede servir.

 

El sonido de la cerradura al abrir anuncia que Laura regresa de su media jornada pre-festiva. Su sonrisa perenne fue lo que le enamoró hace casi treinta años y sigue produciendo el mismo sentimiento que no ha matizado los años de convivencia. Deposita una bolsa sobre la mesa de la cocina.

 

—Traigo la comida, cariño. He recordado lo mucho que te afecta esta fecha y lo que se nota en tus cocinados. Se puede guardar para mañana en la nevera si consideras que lo que han preparado queda rico. Me cambio y regreso a ayudarte.

 

Benito prepara la mesa eligiendo los cubiertos adecuados para el menú que ha traído Laura, descorcha una botella de buen vino y mientras corta un poco de pan siente el abrazo desde su espalda de su compañera. ¡Qué bien le conoce y cómo sabe solucionar el problema culinario de cada año sin un reproche!

 

—Feliz Navidad, cariño.

—Feliz Navidad, Benito.

 

 

 

18.12.22

La gotera

 



Tic, tic, tic... el sonido rítmico consigue relajar el alma desasosegada de Almudena. Las gotas de agua caen dentro del cubo de fregar que ha colocado para evitar males mayores mientras espera la llegada del fontanero del seguro para reparar la avería del vecino de arriba.

 

Durante años Almudena deseó comprar una vivienda en el centro de la ciudad, una de esas con fachada elegante del siglo XIX, gruesos muros y altos techos. Vivir en el centro tiene como inconveniente las dificultades para circular con el coche, ese que tiene casi abandonado en el bajo de su casa. Principalmente por lo angosto del acceso y por tener que enfrentarse a un examen de conducir cada vez que se anima a sacarlo de paseo. Rodeado de columnas y con un pasillo estrecho, un par de centímetros le separan de las paredes a cada maniobra. Lo normal es que se mueva a pie. Decoró su piso de largos pasillos con los muebles heredados de su abuela con dos generaciones más de historia. 

 

El reloj del salón marca con su golpe de campana las cuatro de la tarde. Tras vaciar por segunda vez el cubo tiene la impresión de que el flujo de líquido va minorando. Parece que el fontanero ha cortado el acceso y comienza su trabajo.

 

El goteo se espacia definitivamente y al perder el hipnotismo del agua cayendo, su relajación se pierde, regresando a la melancolía diaria. Un estado en el que se sumerge desde que Manolo se marchó. El muy cabrito no tuvo otra idea que alquilar el piso de arriba de manera que el sonido del crujir de la tarima a cada paso alerta a Almudena de lo que ocurre sobre su cabeza, escucha a sus nuevas amigas e incluso tiene que soportar los viernes de chicos donde las risas se van distorsionando al compás del consumo de botellas de cerveza mientras juegan a las cartas con la música de fondo a todo trapo.


 

Almudena no llega a reponerse de la ausencia de Manolo. Coinciden en sus horarios laborales y cada mañana salen a la misma hora de casa. Ella espera tras la puerta de su piso hasta escuchar los pasos de Manolo bajando la escalera y hasta que no supera su planta no quiere salir para evitar coincidir con su mirada. No es capaz de mantenerla sin sentir la llamada a la dependencia emocional que la tuvo unida a él durante varios años.

 

Un profundo olor a gel de baño, bálsamo para después del afeitado y colonia Loewe permanece en la escalera tras el paso acelerado de Manolo hacia su trabajo a dos manzanas de allí. Almudena elige bajar los escalones en lugar del ascensor, la atrae ese olor tan grabado en su memoria, olores a abrazos en el sofá y a viajes a la playa. Nota que su melancolía crece a cada peldaño hasta que al alcanzar la calle, una perla emerge de su ojo malogrando su maquillaje al resbalar por su mejilla. 

 

Le duele la ausencia y le atormenta el roce por la vecindad obligada y no querida. Mientras busca el abono trasporte en el bolso, llega a la conclusión de que tiene que hacer algo para solucionar este desasosiego.


 

Aumentan los ruidos en el piso de arriba, muchas pisadas. En la calle un ambulancia y dos patrullas de la policía. El fontanero accedió a la vivienda franqueado por el conserje para buscar la avería y descubrieron al inquilino inconsciente sentado en la bañera llena de agua coloreada de color cereza. Se ha abierto las venas tras atarse con unas esposas al grifo. Curiosa manera de suicidarse, tomando medidas para evitar el remordimiento.

 

Sobre su mesilla de noche una caja de Orfidal totalmente vacía y las llaves de las esposas.

 

Almudena baja las escaleras echando de menos el olor a gel, bálsamo y colonia. Hoy ya no llora en el descenso. Una vez en la calle gira a la derecha en dirección al Centro de Salud, su médico de atención primaria no duda en firmar nuevas recetas de ansiolíticos. –Te veo mejor, Almudena, parece que el Orfidal te está ayudando –le comenta su doctora.

 

–No lo sabes bien, doctora.

Buen viaje, Joe

  Joe, simplemente Joe. Omitiendo, desde siempre, el rango familiar de tío. Recuerdo tu aterrizaje entre la familia cuando Ana, también sin ...