4.6.23

Olor a vainilla

 


La mañana invita a salir, los primeros rayos de sol de la primavera pugnan por caldear el parque escarchado, en un par de horas, los jubilados más madrugadores pasearán sus rutinas de salud y bienestar. Centenares de viandantes ya sea por placer o por recomendación médica se concentrarán en el parque cada uno con su propia ruta de lucha contra el colesterol.

 

Salvador aprovechan los rayos del mediodía para templar sus huesos, comparte banco con otros tres ancianos que imitando a los lagartos calientan sus cuerpos al sol. Protege su cabeza con un elegante sombrero Panamá mientras disfruta releyendo una de las antiguas novelas rescatadas de su librería. A pesar de su edad, superados los ochenta y cinco, puede presumir de mantener una vista suficiente como para entretener el tiempo leyendo.

 

Desde siempre tuvo una costumbre, firmar los libros en su primera hoja una vez había terminado su lectura, indicando la fecha junto a la rúbrica. Tres firmas dan fe de antiguas lecturas durante décadas diferentes, fue una de sus primeras lecturas posesivas, de esas que enganchan, allá por sus lozanos veinte años. Sesenta y cinco años después, vuelve a disfrutar con los personajes y la trama que a pesar del tiempo transcurrido, sigue siendo actual. Escribir sobre las pasiones humanas permite perpetuar una historia a lo largo de los años sin que pierda frescura.

 

A la hora prometida, su nieto Salva avanza con paso ligero hacia él, sonriente, de buena planta, con movimientos elegantes que le recuerdan mucho a la abuela que le dejó hace media vida ya. 

 

–Hola abuelo, ¿disfrutando del sol de primavera?

 

Abuelo y nieto coinciden en mucho más que en el nombre, comparten la afición por la lectura, por la reflexión, la juerga y el Atlético de Madrid. El nieto ha heredado su abono para ir a los partidos de liga y cada semana de partido le visita para ponerle al día sobre todo lo acontecido en el campo. 

 

El abuelo mantiene su novela, ahora cerrada, en la mano izquierda. Permite que la curiosidad de Salva tome prestado su libro. Instintivamente repite su ritual, casi calcado al seguido por su abuelo, acaricia la tapa del libro y se lleva a la nariz el lomo, aspira profundamente inhalando los aromas de papel, pegamento, polvo, hilos y tinta. Elegimos pareja por la vista, el tacto y el olor. Con los libros ocurre lo mismo, te enamora la portada, la calidez del lomo y el olor a nuevo. Sin enamoramiento no existe la lectura. 

 

–Espero que me lo dejes cuando lo termines, abuelo.

 

Abre la portada y descubre las tres pruebas de lecturas anteriores.

 

–Mucho te debe gustar porque vas por la cuarta vez.

–La trama es interesante, sus personajes están bien diseñados pero sobre todo me sirve para recordar las sensaciones de cada vez que lo leí. Cuando lo termine te lo paso.

 

La melancolía dibuja la mirada del abuelo, un recuerdo hondo le acompaña desde que eligió la novela. Conoció a Sonia leyendo, ambos coincidieron en la cafetería devorando las páginas de la misma novela. Reconocieron las portadas y se acercaron a compartir sus experiencias. No era un libro de moda ni tampoco el más recomendado, ambos lo adquirieron en un puesto de libros usados que cada día se plantaba en la Plaza de Castilla. 

 

A Salva le gustó el rostro de Sonia, qué mejor portada para llamar la atención. Y su olor, qué decir de ese olor. Lavanda con toques de vainilla. Al abrir el libro le vuelve ese olor y el recuerdo del amor, de la mirada, de las risas, del apoyo incondicional, de su hijo, de las vacaciones, de las ilusiones, de la enfermedad, del dolor, de la pérdida y del entierro. Huele a vida.

 

Salvador no dice nada, se centra en acariciar la mano de su nieto. Aprovecha sus cortas visitas disfrutando de cada minuto.

 

–Abuelo, ¿viste el partido del Atleti?

 

Salvador regresa de sus recuerdos y se centra en la visita. Salva también huele a vainilla.

27.5.23

La ilusión de Elena

 


 

Elena repasa sus fichas con interés, no quiere olvidar ninguno de los detalle que definen cada una de sus obras. Tiene por costumbre sacar una foto a cada una de sus pinturas cuando decide que están terminadas y elabora una ficha donde explica el significado, la inspiración e incluso el porqué de los colores elegidos. También indica la fecha y el nombre de la galería a la que cedió la venta o el nombre del comprador directo.

 

Firmó un contrato con un galerista que se dice especializado en nuevos talentos, presume de haber descubierto a artistas hoy en día consagrados que iniciaron el despegue gracias a haber expuesto en su local.

 

Esta semana es la Feria Internacional de Arte Moderno, siete días únicos donde el centro del mundo del arte aterriza en el mismo punto, el escaparate definitivo para cualquier artista. Elena se siente emocionada con la perspectiva de darse a conocer para el mundo experto. Algo parecido a lo que deben sentir los toreros cuando confirman alternativa en la Plaza de Las Ventas durante de Feria de San Isidro o un futbolista cuando juega por primera vez en un partido de Champions. Es el momento cumbre para cualquiera artista.

 

Decide su indumentaria, elegante pero informal, sin dar imagen de alternativa como gusta a muchos artistas y tampoco de niña bien del Barrio del Viso. Viste de ella misma, fresca y segura con el aroma a vainilla de su colonia preferida.

 

La emoción de su oportunidad la empuja a llegar antes de tiempo, no quiere perderse nada del ambiente. Tras el descanso de la comida, a las cinco de la tarde, comienzan a abrir los diferentes expositores y se van acomodando sus artistas invitados a la espera de la afluencia de público y expertos unos minutos más tarde. Veinte minutos más tarde, salvo unos pocos todos los expositores han abierto. Elena espera que aparezca su galerista, Sofía. Cinco minutos más tarde el público comienza a desfilar y la galería de Sofía permanece cerrada, la única que no ha abierto y es el día de la inauguración. Quizá el más importante de la semana.

 

Con cuarenta minutos de retraso aparece Sofía, mascullando una excusa poco convincente culpando al mismo tráfico que han sabido sortear los demás, incluida la propia Elena.

 

Encendidas las luces, comprueba que las obras expuestas son de otros autores.

 

–¿Y mis cuadros? –pregunta extrañada.

–No han venido. A ti te toca mañana.

–No, perdona, quedamos en que yo abría la feria –mientras Elena busca en su WhatsApp la prueba de la conversación mientras sospecha que ha colado a otro artista enchufado mientras excusa echando la culpa a otros de su incumplimiento.

 

Sofía llama por teléfono a otra de sus pintoras, Rosa, con quien coincidió Elena durante la espera. Ambas tenían la misma hora para exponer sus obras. Muy propio de Sofía que para intentar agradar a todos sus artistas les usurpa su momento de gloria en exclusividad y las obliga a compartir tiempo y espacio. Rosa tras treinta minutos esperando consideró superada la falta de respeto que se merecía y regreso a su ciudad de origen. Había conducido casi quinientos kilómetros para acudir a la Feria y no estaba dispuesta a soportar ese retraso injustificado.

 

Cuarenta minutos de retraso, considerando que Elena tiene hora y media de exposición, la han privado de la mitad de su tiempo por el retraso injustificado. Tras un rápido vistazo, comprueba que sus cuadros no están expuestos, un calor de indignación asciende desde sus entrañas hasta la cara que comienza a entonarse con un rubor lleno de rabia y frustración.

 

Desde el inicio de su relación, Sofía demostró una profesionalidad carente de detalle, incumplimientos, retrasos y miles de excusas siempre por culpa de terceros unida a la poca promoción de las obras de Elena fueron minando el ánimo de la artista. Se consolaba pensando que al ser una artista desconocida bastante suerte tenía por haber llamado la atención de una galerista pequeña. Pero esto de hoy ha superado todos los sinsabores anteriores.

 

Justo cuando Elena decide marcharse, aparece una tercera artista que tiene hora fijada para una hora después y Sofía aprovecha su aparición para ofrecerle toda la tarde porque ahora tiene hueco. Las miradas de Elena y la tercera pintora se cruzan, no se conocen de antes pero esa mirada habla a gritos.

 

Las relaciones regladas únicamente por los acuerdos suscritos en un contrato tienen mucho de frialdad profesional. Añadir respeto personal, cercanía y calidez humana al contrato formal ayuda a alcanzar un nivel de mutua confianza que fructificará en mayores beneficios para ambas partes. A todo el mundo le gusta trabajar en un ambiente cordial, con trato personal y resultados profesionales. Este ambiente crea las condiciones naturales para que ambas partes den lo mejor de sí lo que redundará en una mayor colaboración y finalmente en mejores resultados.

 

La puntualidad es una muestra de respeto además de una demostración del interés por el buen fin de la colaboración. Al igual que cumplir con los trabajos comprometidos y acuerdos previos a la reunión es el mínimo profesional que ayuda a establecer una base sobre la que construir el proyecto. 

 

Durante los eventos de especial relevancia, como la Feria Internacional de Arte Moderno (FIAM), todas estas de exigencia sobre puntualidad y compromiso se incrementan. Elena espera lo mejor de la relación para satisfacer emocionalmente todas las expectativas puestas en esta oportunidad única.

 

La profesionalidad en el mundo de las artes debe ser mucho más estricta en su cumplimiento ya que los proyectos traen consigo altas dosis de emocionalidad por parte de los artistas.

 

Frustrada y muy enfadada Elena regresa a su mundo, oyendo a modo de excusas inconexas a Sofía prometer una vaga y poco creíble compensación por el error. Ya no se cree nada de ella. 

 

Lo tiene decidido, la siguiente colección de cuadros irá por otra galería, Sofía no la va a volver a encontrar. No va a repetir con ella, no se merece este trato, ni sentirse ninguneada de nuevo. Decide aprovechar la tarde visitando al resto galeristas de pequeño tamaño para darse a conocer, recopilar contactos y observar cómo promocionan obras del mismo nivel que el suyo. Cualquiera menos Sofía para su siguiente colección.

 

Trata a tus clientes y proveedores como te gustaría que te trataran a ti. Si juegas a tu interés sin dar nada a cambio, en algún momento, tu negocio se echará a perder. La mala reputación destruye el futuro de los negocios. 

 

Elena sigue su camino hacia el futuro, ya cumplirá su ilusión en otra ocasión de tener éxito en la FIAM, tiene tiempo. Sofía no lo sabe, pero el suyo se agota, ha entrado en un callejón sin salida. 

14.5.23

¿Y tú de quién eres?

 


Cada año por estas fechas toca bajar a Jerez de la Frontera para visitar a los abuelos, mismo país, misma familia, diferencias notables que a sus doce años no se le escapan. 

 

Misma temperatura y diferentes sensaciones. La humedad de la costa asciende por el río Guadalete creando un clima costero en un Jerez de interior caliente, muy caliente con temperaturas propias de Écija y sumando esa humedad pegajosa se convierte en una sauna. El viento, ese levante casi perenne que despeina a cualquiera que lleve el cabello largo, sopla desde bien de mañana.

 

Misma mañana, diferente luz. Las casas encaladas rebotan la luz del sol que unida a la imperceptible bruma estanca que flota en el ambiente, tamiza el brillo solar abrazando a todos los caminantes que no tienen más refugio que la sombra y el sudor. 

 

La ciudad dueña del mejor vino del mundo, antigua capital de los caldos preferidos en el mundo durante el siglo XIX, se rinde a la facilidad para regular la temperatura de la cervecita. Los visitantes que mezclan cerveza y vino saben cómo se fabrican las siestas etílicas de pijama y orinal.

 

Nuestro Luis, mandado por su abuela, se acerca a la tienda de ultramarinos a dos manzanas de su portal. La lista de la compra es corta y sencilla. Al entrar en la tienda nota el efecto de las gruesas paredes que hacen de barrera al calor. Su cuerpo nota alivio. Tras su primera noche en Andalucía, aún no ha sido capaz de aclimatarse y el frescor de la tienda instalada en una casa tradicional, con ventanas enrejadas, le lleva al recuerdo de su ciudad natal mucho más al norte.

 

Guarda su vez con paciencia, sabe por experiencia que aquí no hay prisa. Dos mujeres charlan con un ritmo alto de palabras y un hambre feroz por sus últimas sílabas. Para Luis no es un idioma desconocido, lo tiene en su casa. Es bilingüe jerezano-madrileño, en la ciudad donde nació se habla castellano con sus ritmos y entonaciones; dentro de su casa se sigue hablando un jerezano matizado por el roce con los vecinos que aun así mantiene sus trazas reconocibles. Ambas mujeres se están poniendo al día sobre la boda de la sobrina de una de ellas, una chica muy maja que ha tenido que casarse con prisas y es que nunca hizo mucho caso de los consejos de su madre. Una viuda enlutada tradicional gobernada por el qué dirán y de lo que se espera que se haga.

 

–A ver jovencito, ¿qué es lo que quieres?

 

El turno le llega a Luis que no se libra de las miradas de las dos charlatanas mientras pagan sus compras.

 

–¿Tu eres de Amparín? – Una de las dos charlatanas, la que empuja un carro para la compra de color azul con más kilómetros que la furgoneta de la Guardia Civil, se le acerca amenazando con su bigote púo que adorna una verruga en su mentón.

 

–Shhhh– chista su compañera –no asustes al chavea con tus chocheces de vieja.

 

La de la verruga baja la mano de manera reiterada pidiendo silencio a su compañera, tiene curiosidad. Hay algo en el chico que le recuerda a alguien y no cae.

 

Luis siente las miradas escrutadoras de las dos mujeres y del matrimonio tendero. El marido se solidariza con el chico y pide que le dejen tranquilo. 

 

–¿Tú de quién eres? –insiste la de la verruga.

 

–¿Algo más, joven? –El tendero lanza un cable a Luis que comienza a sentirse intimidado.

 

–No, nada más. Muchas gracias.

 

–Uy, ese acento no es de por aquí, ¡qué finolis! este viene de la capital. Debes ser hijo de Luis. La de la verruga empieza a atinar.

 

–¿Luis?, ¿el que dejó plantada a tu hija para casarse con Sofía?

 

La verruga tomó vida en una mirada asesina que logró su objetivo de silenciar a la inoportuna de la amiga por recordarle su vergüenza pasada. Su Lola tuvo que conformarse con el hijo del zapatero. Un ser de segunda división, feo y sin gracia. Muy lejos del pintón que estudió en Madrid y terminó sacando una plaza de juez.

 

–Chico, vete rápido y saluda a tu abuela de mi parte. Olvida a estas mujeres que solo saben escupir veneno. Arsa, corre.

 

Sin necesidad de acelerar el paso huye de las dos viejas que le mantienen bajo su mirada mientras continúan su charla en la puerta del establecimiento. Hacen tiempo hasta cerciorarse del destino de Luis y así confirmar sus sospechas. 

 

Al cruzar la calle, oye que le llaman desde la acera contraria. Su primo Javier, vestido de jerezano, zapatos castellanos, pantalones beige y chaquetón verde de caza acolchado fino, rematado con un peinado engominado. Javier el quinto hijo de su tío que ha fabricado seis clones como él. Se saludan con cariñosa frialdad, muy del lugar, sonreír de boca y con los ojos inalterados. Que a ver si nos vemos, que a ver si vienes a visitarnos, que cuánto tiempo ha pasado desde la última vez, que si... Javier y Luis nacieron el mismo año y les separa una generación, las ropas, la visión del mundo, sus expectativas... El futuro se pinta desde el nacimiento y ambos se reconocen como habitantes de mundos distantes.

 

–¿Cómo te ha ido, Luisito? –pregunta su abuela.

–Como siempre, ya me han preguntado que de quién soy.

 

A la abuela le hace gracia, es algo muy propio de por aquí y no siente la intrusión como la experimenta el nieto.

 

–Por cierto, me he encontrado a la madre de la antigua novia de papá.

–¿A Aurora? No le hagas mucho caso a esa vieja amargada. –La abuela entiende que la información sobre ese noviazgo solo ha podido venir del encuentro– Vaya, parece que sigue dolida con aquello. Olvídala, no merece la pena.

–Esa verruga con pelos...

–Ja, ja, ja. Eso sí que da miedo ¿eh? Ven que te voy a hacer un aperitivo.

 

Otra Feria en Jerez, otro viaje al pasado. Su origen lejano y cercano a la vez. Luis se siente madrileño en Jerez y jerezano en Madrid. Un bilingüismo cultural que le completa como persona haciéndole único en su especie.

 

—¿Y tú de quién eres? –resuena en la mente de Luis. 

 

 

 

 

 

 

7.5.23

Oscuridad

 


Vivir la experiencia de las noches de julio en Madrid asemeja a un spa de vapor. Tras soportar el abrasador del sol durante el largo día, al caer la noche la tierra libera la poca humedad que le queda ampliando de esta manera la sensación de bochorno, el aire pesa y abrasa la tráquea con cada respiración. 

 

Nino se entretiene mirando entre la rendija de dos tablones por los que se cuela la suave luz de unas velas encendidas sobre un plato de Duralex ámbar. La pequeña estancia apenas necesita más luz. Sobre el suelo vinílico apenas ajustado al espacio, descansa una docena de latas vacías y arrugadas de cerveza de marca blanca. Sentado en una silla con la anea suelta, Andrés, camiseta de tirantes que en otra vida fue blanca y calzoncillos de pata muy gastados, hombros peludos, barba poblada y piernas delgadas apura el contenido. Suena un eructo sonoro y profundo, nacido desde la tripas y amplificado por la boca abierta descubriendo la dentadura irregular a la que le faltan cuatro piezas. El melle que es como se le conoce a Andrés en el poblado de chabolas. Una nueva lata de bebida es aplastada por la enorme mano y arrojada al suelo junto con las demás.

 

Nino seca el sudor de su frente, en el movimiento un breve reflejo de la luz de la luna brilla cerca de su cara. Aprieta con rabia el mango del cuchillo que su madre utiliza para desollar las liebres que consigue atrapar su padre instalando lazos entre los arbustos del campo cercano. Hoja corta con el filo bien repasado a diario por la piedra, ocho centímetros de acero de Albacete. Un pequeño ruido cercano alerta a Nino, cree reconocer entre dos chabolas a uno de sus vecinos que alivia su vejiga en el callejón antes de regresar a su vivienda.

 

El sonoro eructo centra a Nino en su trabajo nocturno. El melle se levanta tambaleándose y a las malas se dirige hacia fuera para mear, la mucha cerveza ingerida le presiona. Logra apoyar el hombro derecho en la estaca que afianza la estructura de su casa de madera y hojalata. A medio metro escaso, el pequeño cuerpo agachado de un chaval de nueve años, grandes ojos negros espabilados, pantalones cortos, camiseta de publicidad y sandalias cangrejeras. Moda funcional adquirida en Cáritas de la parroquia cercana. 

 

Nino está mentalizado y sabe que solo tiene consigo la oportunidad de la sorpresa ante el grandullón. El melle te puede arrancar la cabeza de un puñetazo, sus enormes manos cuando se cierran son del tamaño de un cazo para calentar leche.

 

Andrés se libera bajando la goma de sus calzoncillos hasta su escroto, deja libre su colgajo mientras necesita ambas manos para abrir una nueva lata. Pellizca la anilla que al hundirse libera el gas que provoca ese sonido tan agradable que anticipa el burbujeante y amargo placer de su bebida. Siente un ligero escalofrío que le hace pensar que le ha picado un bicho, baja hacia su pene maldiciendo de su suerte y nota algo extraño. Un chorro espeso de sangre empapa sus calzoncillos y nota que su aparato está casi seccionado por un corte limpio desde abajo, medio centímetro de carne le mantiene unido mientras se desangra rápidamente.

 

Cae la lata derramando parte de su preciado líquido en el trayecto, salpica a Nino que quieto como una piedra espera su oportunidad para huir. La sangre caliente aliñada con un chorro de orina pringa su mano mientras se coagula rápidamente. Le desagrada el olor a morcilla ácida y el pringue de la mezcla en su mano. El gigante en camiseta vocifera alaridos inconexos mientras se gira hacia la calle, que no deja de ser un pasillo ancho que separa y ordena las humildes y destartaladas viviendas. Un poste de madera de los que soportan el viejo tendido telefónico sirve de soporte para una pequeña bombilla que parpadea ofreciendo el único punto de luz eléctrica del barrio.

 

Es la oportunidad de Nino, se escabulle entre las sombras en dirección al riachuelo, quiere limpiarse antes de que el asco le domine. Los alaridos del borracho no provocan reacción humana entre los vecinos hartos del borracho ruidoso, solo algunas voces le recriminan para que se calle y les deje dormir, cosa que con este calor es casi imposible.

 

Los ojos marrones de Maca vigilan la escena desde la distancia, brillantes por las lágrimas la hermana mayor de Nino une su adoración por él a un profundo agradecimiento por vengar la violación que sufrió ella la noche anterior aprovechando la ausencia de sus padres que habían conseguido trabajo como asistentes en una casa elegante donde se celebraba una fiesta de verano. 

 

La hemorragia debilita a Andrés quien se desploma junto al poste de la bombilla, ya no grita para alivio de sus vecinos, balbucea frases inconexas. Insulta a ciegas pues no logra comprender lo que ha pasado. El alcohol ralentiza sus reflejos y la pérdida de sangre le apaga mientras su cuerpo descansa sobre un charco de sangre. Entrevé acercándose a una mujer que viene a ayudarle. Extiende la mano implorando y en la dirección que señala su índice reconoce a Maca sonriendo. Es la última imagen que capta su cerebro.

23.4.23

Feliz día del libro, escritores


 

Cada año, desde 1930, en España celebramos el día del libro el 23 de abril. Se eligió la fecha por una curiosa coincidencia, fue el día en que fallecieron tres grandes de la literatura mundial, Miguel de Cervantes, William Shakespeare y Garcilaso de la Vega.

 

Alrededor de esta fecha brotan en muchas poblaciones y barrios ferias del libro y durante los próximos dos meses acercarán el libro a la calle. Un mercado activo y rentable.

 

El 9 de septiembre se celebra el día mundial de la agricultura. Y se preguntará, querido lector, a qué viene esto ahora. Cada vez que explico el reparto económico de los escritores me acuerdo mucho de la agricultura.

 

Los trabajadores del campo, aran, siembran, cuidan, riegan para meses después cosechar y encontrar el valor de su trabajo en manos de mayoristas que fijan precios en función de la oferta y demanda de los productos. Un buen año climático supone un exceso de producto lo que provoca precios bajos y un mal año, justo lo contrario aunque el mayor precio no compensa en ingresos por tener muy poca producción.

 

El agricultor vende su cosecha a unos céntimos y comprueba que el mismo producto puesto en el mercado ha multiplicado su precio en diez veces. La cadena de valor necesita de almacén, transporte, venta minorista... Cada paso tiene derecho a su margen de beneficio, lógicamente, y esa acumulación de pasos multiplica el precio final.

 

El proceso de escritura supone un esfuerzo de meses, en mi caso un embarazo, es el momento de la siembra y cuidados. Una vez terminado el manuscrito, queda corregir el texto, repasando el autor su obra y contratando una ayuda profesional de corrección. También contrastará la opinión de varios lectores beta que acercarán al autor sus impresiones sobre el contenido del libro, sus emociones al leer y si ha solucionado sus expectativas. Tras estos dos procesos, llega la cosecha. Que es dar por finalizado el manuscrito y comienza la oferta a las editoriales que se toman su tiempo en leer y valorar los centenares de manuscritos que reciben cada día. Si llama la atención de una editorial, varios meses más tarde, saldrá a la luz tras el trabajo de maquetación, edición, diseño de la portada, etc.

 

En este momento han transcurrido veinte meses, como mínimo, desde que el autor inició su obra. Comienza la promoción del libro, presentaciones, entrevistas en medios, si eres capaz de llamar su atención; asistencia a ferias, firmas de ejemplares en librerías, etc. El autor se ve atrapado en una cadena de eventos que requieren de su presencia y por lo general, los costes de desplazamiento y hospedaje van por cuenta del autor que ansía comprobar que su libro tiene aceptación y desea llamar la atención de los lectores y quién sabe si de una editorial de las grandes, de las que disponen de presupuesto para promociones y te ayudan a vender por miles tu obra.

 

Un año después del lanzamiento del libro, unos treinta y dos meses desde que empezó a escribir su obra, la editorial realiza la primera liquidación de los derechos de autor por un importe medio equivalente al 10% del precio de venta sin impuestos de los libros vendidos.

 

El resto del negocio se reparte entre la editorial, la distribuidora, las librerías y los transportes. La cadena de valor, igual que en la agricultura.

 

Con cada mordisco que doy a la manzana de mi almuerzo me solidarizo con el William Shakespeare que la cultivó aunque en justicia solo le llegará el resultado del primer mordisco, el resto será para la cadena de valor.

 

Feliz día del libro, escritores. En definitiva, escribimos por amor al arte y nos sentimos pagados por los aplausos, alguna reseña positivas o por un simple mensaje de ánimo de un lector sorprendido que decidió compartir su gozo con el autor.

 

Feliz día del libro, escritores.

16.4.23

Mientras cocina Adán


 

Una de las cosas que más relajan a Adán es cocinar. De manera inconsciente repite una serie de gestos que le permiten alcanzar un nivel de concentración tal que hace difícil hablar con él simplemente porque no es capaz de escuchar.

 

Enciende la destartalada radio que siempre se opone a cambiar por una más moderna, le gustan los transistores antiguos con dos grandes botones, uno para encontrar el dial moviendo la aguja roja y el otro para encender y controlar el volumen. Elige su emisora favorita de solo música y la magia se inicia. A la segunda canción que suena, la mirada de Adán se enfoca, sus oídos se retraen y las manos entran en acción.

 

Es un día importante, estrena un juego de cuchillos. Abre el maletín para transportar sus herramientas y elige los que va a necesitar para su cocinado. Un cebollero, una puntilla y un pelador. 

 

Prepara las cebollas, el puerro, las zanahorias y un nabo. Las lava y seca previo a iniciar los cortes. Una voz lejana que no es capaz de identificar suena a lo lejos. Gira la mirada hacia la radio que sigue acompañando con su melodía la mañana en la fría cocina. Comienza a pelar la primera cebolla. –Eres un desgraciado– oye en un tono que casi le asusta. De nuevo esa voz, se gira y no ve a nadie. –Habrá sido la subnormal de la vecina de arriba que como siempre grita y hace ruidos– piensa mientras cabecea con la pretensión de eludir los pensamientos y regresar a la abstracción que alcanza mientras cocina.

 

Pela toda la verdura y la deposita en un plato grande junto a la tabla de cortar. Selecciona el puerro, es hora de estrenar el cuchillo grande. Primer tajo para descartar las hojas más verdes y duras que deposita en una cacerola mediana. Los recortes los aprovechará para hacer un caldo. Sitúa el puerro sobre la tabla mientras apoya la punta del cuchillo en uno de los extremos de la verdura, inicia la presión hacia abajo que desliza el filo cortando con precisión por el centro del tallo longitudinalmente hasta conseguir dos mitades exactas. Gira la verdura y vuelve a situar su herramienta dispuesta para cortar en láminas. 

 

–Pero es que no te enteras, te he dicho que eres un cabrón– Esta vez suena alto y claro. Adán no puede evitar asustarse y en el respingo, roza brevemente su pulgar que agarra el mango el inicio del filo, brota la sangre. Los cuchillos nuevo, afilados con láser, cortan solo con mirar.

 

Se chupa el dedo mientras busca la caja de tiritas, tras la cura se protege con un guante desechable que evita que la sangre llegue a la comida. Se lamenta por no estar concentrado y permitir que sus pensamientos bailen sin control.

 

–Adán es un mentiroso, Adán es un mentiroso...– con musiquita y entonación infantil la vocecilla de la discordia sigue importunando su momento lúdico de la mañana.

 

–¿Se puede saber quién eres?


–¿Ya te has olvidado de mí? Parece mentira, si me diste la vida.

 

–¿María? – Adán comienza a hilar recuerdos.

 

–Correcto. Vengo a exigir mis derechos.

 

–Tú no tienes derechos, tampoco existes, te recuerdo que moriste.

 

–Por tu culpa y sin avisar. Quiero que me resucites.

 

–Eso no puede ser.

 

–Hay precedentes. Tu amiga y admirada Eva lo hizo con su Kraken y no les ha ido mal a ambos.

 

–No es lo mismo, yo no soy Eva, tú no eres Kraken y además no me da la gana. Estás muy bien muerta y ahora que lo pienso, los muertos no hablan.

 

–Pues yo sí.

 

–Siempre fuiste impertinente, incisiva, hiriente, mandona, caprichosa, mafiosa y peligrosa. Por algo te llamaban La mantis.

 

–Pues di mucho juego en tu novela. Es hora de escribir una secuela aprovechando mi personaje, seguro que será un superventas y por fin tienes éxito con alguna novela. ¿eh, Mister patato

 

–¿Mister potato?

 

–Se me acaba de ocurrir al verte cocinar.

 

–Un mote bastante malo, por cierto. Una razón más por la que no mereces resucitar, has perdido frescura. Me gustabas más con tu acento de la costa de Cádiz, tus gafas oscuras de marca, tu ropa cara y tu manejo de su perro.

 

–Me necesitas para triunfar.

 

–Lo que necesito es que te calles y te duermas en el fondo de mi cerebro. No me molestes cuando estoy con los cuchillos.

 

–Me tienes que prometer mi resurrección para que me pueda plantear dejarte en paz.

 

–Sabes que en el próximo libro no va a poder ser porque ya está lanzado. Te prometo que para el siguiente lo hablaremos.

 

María mueve la mirada hacia la derecha, no se fía de Adán aunque tampoco puede hacer nada más que seguir molestando lo que sería improcedente para su demanda. Se gira hacia las neuronas que la mantienen en letargo como recuerdo, se acuesta entre ellas y vuelve a dormir. La esperanza de regresar la mantiene viva en su letargo.

 

–Descansa en paz, María –piensa en voz alta Adán mientras incrementa el ritmo de los cortes. Se ha retrasado demasiado. Las distracciones son peligrosas en la cocina. La radio está en silencio, se le han gastado las pilas. Ahora comprende la intromisión de su personaje abandonado, sin música no hay paz.

 

La radio vuelve a sonar mientras María recupera su estado de recuerdo. Cada personaje vive entre las líneas de un libro a Adán se permite conversaciones con los personajes.

 

Sopa de pollo con verduras, le gustan los caldos caseros. Una buena taza para empujar los antipsicóticos y olvidar las imaginaciones. Adán no deja de ser un esquizofrénico al que le gustan los cuchillos...

Buen viaje, Joe

  Joe, simplemente Joe. Omitiendo, desde siempre, el rango familiar de tío. Recuerdo tu aterrizaje entre la familia cuando Ana, también sin ...