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25.4.21

Y a la de tres

 



Las lejanas campanadas del carrillón situado en uno de los edificios más bonitos de la Plaza de las Cortes, suenan puntuales a su cita diaria de las ocho de la tarde. Sincronizado con su música, José da por finalizada su jornada de trabajo, cierra la cerradura de doble vuelta de la puerta de la tienda, la reja exterior queda bloqueada por el candado instalado en su base y acompasa su marcha hacia la parada de metro cercana mientras unos pitidos suaves e intermitentes le anuncian durante unos segundos que su alarma de vigilancia ha quedado armada.

El día se levantó lluvioso y como tal ha mantenido durante horas su liturgia de agua y humedad. Los madrileños, también conocidos como gatos, huyen del agua. En cuanto aparecen las primeras gotas, el tráfico se incrementa hasta hacerse imposible, los coches se multiplican como esporas con las primeras aguas. Peatones, los justos. Mal día de ventas, pocos clientes y los que llegaban con bajo ánimo para comprar. El perfecto día de primavera, frustrante para el negocio, que justo una hora antes del cierre se permite lucir un cielo azul. El maravilloso tejado de Madrid, luminoso e infinito. Esa luz que anima a los habitantes para salir a pasear como si no hubiera pasado nada. Alegría.

José frustrado por el día de mal negocio también nota cómo su ánimo mejora bajo la luz infinita del cielo. Fiel a su rutina, puede anticipar que en diez minutos estará descendiendo las escaleras de la parada de Metro de Sevilla, en menos de media hora llegará a su casa. 

La casa está decorada con multitud de marcos con fotos recordando viajes y eventos en familia, en todas las fotos sonríen. Se puede decir que José es feliz, tiene una familia maravillosa, una buena mujer, Laura, a la que adora y una vida ordenada. Los domingos suelen ir a dar un paseo por la montaña, unos diez kilómetros de senderismo coronados por un bocadillo de tortilla de patatas y una cerveza de lata. Los chicos ya no les acompañan, prefieren dedicar la mañana festiva a dormir, jugar con la consola o leer. Al menos, les gusta leer. El matrimonio mantiene su costumbre de paseo por la montaña, ambos gustan del aire libre y de compartir algo de ejercicio. Las ocasiones que paran en la fuente de La Reina para descansar, José recuerda con una larga sonrisa pícara, aquella vez que encargaron a Rodrigo, su hijo mayor. Ese calentón que se aliviaron en un día de principios de verano aprovechando la poca afluencia que tuvo la Sierra o eso recuerdan. Eran esos tiempos que solo con mirarse la pasión se aceleraba e incluso en el sitio más incómodo fueron capaces de aliviar su presión. Eso ya no pasa por la cabeza Laura, en casa o en un hotel, en el campo para que les vean, ni de coña. 

Laura reconoce esa sonrisa. - Luego pillín que nos conocemos - le sugiere posponiendo el encuentro a la tarde. Se siente halagada por el interés de José, puede esperar ya no tienen edad para enseñar el culo a la naturaleza. Admite como señal del acuerdo el cachete en su nalga que ella replica en la de él pellizcando.

Una tarde de jueves tras el día más gris de ventas en muchos meses el paso de José es un poco más lento de lo habitual, sentir los rayos de ese sol vespertino que se ha hecho de rogar llena de reflejos sus gafas por la refracción de la luz en los numerosos charcos creados por la lluvia. Tras un haz de luz de varios colores que atraviesa su acera de izquierda a derecha queda prendado por una silueta apresurada, pantalones negros, camisa color vino con sus dos botones superiores libres, en una mano un maletín fijo portapapeles y sobre la muñeca una cazadora de cuero negro. Zapatos con una altura de tacón medio. Grandes ojos negros bajo un cabello castaño con reflejos sutiles de color rojo anaranjado. Caderas poderosas sin exceso de volumen y un ritmo en la pisada estudiada para atrapar la mirada masculina durante minutos. José disfruta de su visión en un instante, en menos de un minuto se cruzarán. Sus miradas chocan, el ritmo de las pisadas mengua. Se reconocen sin conocerse. Los caminos de ambos pasan muy juntos, paralelos sin tocarse, aguantan la respiración sin bajar la mirada. Sus ojos hablan, sin pestañear. Un instante, una vida. Leve giro de cabeza de ambos para perpetuar esa conexión. El cuello no da para más, continúan sin detenerse cada uno su rumbo, cada uno a su vida. 

Hola ¿Nos conocemos? - Pregunta ella sorprendida por la situación y más por su propia reacción 

No creo. O sí. Tengo la sensación de que te conozco. Tampoco te había visto nunca y paso por aquí todos los días a estas horas 

Yo también paso por aquí todas las tardes a eso de las siete, hoy se me ha hecho tarde. Pues oye, nada, disculpa, hasta otra.

La mujer recupera la compostura para continuar su paseo hacia su coche, estacionado en el aparcamiento de la plaza 

¿Tienes tiempo para un refresco? - José se sorprende de su propuesta. No puede dejar de mirar esos ojos negros. Siente una paz en ellos que anima a continuar la conversación

No sé, la verdad, tengo algo de prisa 

Lo entiendo, siento que te conozco y no sé de qué. Es todo un poco raro. Nunca en mi vida había parado a una persona así. No he podido resistirme contigo. Solo un café o un refresco, aquí enfrente hay una cafetería...

Un ruido exterior despierta a José en mitad de la noche, un coche con la música demasiado alta para el conductor y molesta para los vecinos tiene la culpa. Consulta su reloj, las doce y media, no son horas. Les gusta dormir con la persiana medio cerrada, algo de luz del exterior se cuela en la estancia iluminando de manera tenue su descanso. A su derecha, Laura descansa marcando el compás con una respiración rítmica, sus labios un poco separados producen un silbido suave al expulsar el aire. En la penumbra José admira el perfil de su mujer, es guapa, el paso de los años respetan su belleza. Transmite paz. José se acerca a ella quien en sueños le admite girándose para adoptar la postura de la cucharita, inconscientemente le acunará hasta dormirse. Esto es amor de verdad, del que llena el alma. Real y tangible.

El sonido del carrillón de la Plaza de las Cortes además de indicar la hora de cierre de su negocio, es la señal para volver a recordar a la mujer de sus sueños. En tres ocasiones soñó con ella.

Se despedían en el puerto de Sevilla, él camino de América y ella se quedaba a su espera en la confianza de un mejor futuro. Una voz de fondo enmarca la imagen, “Volveréis a encontraros”

El siguiente sueño le llevó a un refugio antiaéreo durante la guerra civil en Madrid. Una miliciana uniformada se encuentra agachada con las manos tapando sus oídos, se huele el miedo que atenaza sus sentimientos. No oye la pregunta de José. La toca en su mano izquierda y toda ella respinga del susto. Sus miradas se cruzan, esos ojos negros que atraen hipnotizan al hombre.

¿Se encuentras bien? Ya ha pasado el peligro.

La voz de fondo marca, “A la de una”

Revive su cruce en la calle Cedaceros "A la de dos".

Parece que queda otra oportunidad, será en otra vida. La providencia le debe una vida junto a su amor de siempre, el mismo que le arrebató en el siglo XV, se tocó en 1937 y se han visto hace poco ¿Cuándo será?

Abrazado en cucharita a su mujer, su ritmo cardiaco se acompasa, las caderas de Laura parecen abrazar el vientre de José, hasta el fondo de su alma le llega el olor de Laura, siente una paz real. José disfruta de su vida actual, una vida real y feliz, olvida sus fantasías mientras se arrulla en un descanso profundo. Han pasado diecisiete años desde su encuentro.

En sueños, escucha una voz de fondo “Y a la de tres”

2.4.21

La cuarta decisión

 


El acuerdo firmado una treintena de años atrás fijaba como ineludible y de obligado cumplimiento el reencuentro para el 1 de abril de 2021. Una reunión para el contraste y el análisis de los datos.

 

En marzo de 1991, un par de días antes de la cita, Rafael Esteban recibe por correo una citación para una reunión de selección laboral el 1 de abril de 1991 en el Hotel Continental de Madrid. Por esas fechas, Rafa busca activamente trabajo, una vez licenciado de su servicio militar obligatorio antes de regresar a su puesto de trabajo en la empresa donde dedicaba las mañanas, previo a su obligado paso por el ejército, prefiere explorar el mercado en busca de nuevas oportunidades, el trabajo en la Gestoría ya lo conoce y no llega a colmar sus expectativas laborales. Concienzudo, convierte la búsqueda de trabajo en un trabajo al que dedica seis horas diarias, repasa los anuncios de oferta de empleo publicados en los periódicos de mayor tirada, escribe cartas de presentación anexando su curriculum y mueve activamente los contactos de las amistades de su padre, amigos y compañeros de la facultad. No le faltan citas para realizar pruebas de selección o entrevistas, por ahora sin mucha suerte. No llega a fructificar en un nuevo empleo. En ocasiones no interesa su perfil, en otras veces es a él a quien no le convence la empresa o el ambiente que observa y en la mayoría de las ocasiones, las empresas grandes suelen convocar procesos de selección donde la incorporación no es inmediata, crean un grupo de candidatos que van contratando en función de sus necesidades. 

 

Registra cada intento en una lista donde anota el nombre de la persona a quien envió la carta, su teléfono y resto de datos de contacto. En ocasiones contesta a su demanda otra empresa que está asociada a donde envió su curriculum. En empresas pequeñas encuentra que un mismo empresario dispone de varias sociedades, incluso en las mismas oficinas. Esto complica un poco su seguimiento de las demandas de empleo presentadas. En alguna ocasión, recibe una citación para entrevista y no tiene muy claro de dónde procede.

 

Esto le ocurre con la carta, recibida dos días antes, de la empresa Aladdin future, le llama la atención lo escueto de la redacción comparando con el resto de cartas que recibe. 

 

“Aladdin future, S.L. busca a un licenciado en Económicas, Empresariales o similar con ambición, activo, inglés fluido y libre para viajar. Remuneración alta. El proceso de entrevista se realizará el próximo 1 de abril en el Hotel Continental a las 11:15 horas.”

 

Un tanto intrigado por la entrevista, una más dentro de su agenda, de hecho, se pregunta si le dará tiempo para asistir a otra entrevista prevista a las 13:30 en Plaza de Castilla a unos veinticinco minutos en autobús. Elige sus mejores galas, el único traje que cuelga en su armario y unos zapatos, gastados por el uso, bien lustrosos a base de cepillo y betún. Su intención es destinar parte de su primer sueldo a mejorar su vestuario.

 

El Hotel Continental ofrece una apariencia moderna que le distingue de otros hoteles de lujo en la capital, más clásicos en su mobiliario y en el trato al cliente. Este hotel, más contemporáneo, sus salas están más cerca de parecer oficinas arregladas que salones de boda. Tras preguntar en Recepción, le dirigen a un sofá frente a una sala. - Saldrán a recibirle a la hora - Le informa una azafata que se aleja con movimientos hipnóticos de cadera dejando un rastro de colonia fresca de azahar que despierta el instinto animal de Rafa.

 

- ¿Rafael Esteban?

 

Le sorprende un hombre de unos cuarenta años de edad, vestido de manera informal, chaqueta de corte británico y sin corbata. Elegancia de gentelman. Se ha despistado con el culo de la azafata y le ha pillado con la guardia baja.

 

- Sí, soy yo

 

- Cautivadora ¿verdad? Carmen tiene la habilidad inconsciente para hacer que nos despistemos. Pasa por favor, adelante.

 

La entrevista, totalmente diferente a otras que está manteniendo últimamente le ofrece las condiciones en un acuerdo único al que debe decidirse a aceptar en la próxima media hora, justo el tiempo que resta hasta la llegada del próximo candidato seleccionado. Le ofrecen ser el dueño de su destino incluso le facilitan hasta en cuatro ocasiones el cambiar sus intereses de vida, cuatro oportunidades para ser feliz, cuatro vidas. Una propuesta enigmática , sin duda.

 

El entrevistador, enfundado en su imagen de caballero inglés demuestra una gran capacidad de comunicación y persuasión. Sin llegar a entrar en detalles, la oferta en términos generales resulta atractiva y con un salario muy por encima de lo habitualmente ofrecido para su nivel principiante.

 

- Rafael, es el momento de tomar la decisión. Si decides aceptar, firmamos el contrato y te presentaré al gran jefe, Gabriel. Si no te interesa, lo entenderemos. Ya te he explicado antes que no ofrecemos segundas oportunidades ni tiempo de meditación. La vida está llena de toma de decisiones y estás ante uno de esos momentos decisivos.

 

Treinta años han pasado desde aquella conversación que le abrió un camino apasionante. A la misma hora que entonces, las 11:15, sentado en un sofá similar al de entonces frente a la misma sala. Esta vez sin azafata que le acompañe, ha tenido que venir solo. Traje hecho a mano por un sastre de renombre, casi dos mil euros en paño de primera calidad, detalles de señorío, sobre unos zapatos hechos a medida. La imagen de Rafael traslada éxito y poder económico. Mueve el cuerpo transmitiendo seguridad, empaque, profesionalidad. Su eterna sonrisa le facilita mucho la cercanía a los demás, es su mejor herramienta social. Un triunfador. El deportivo estacionado en el garaje traslada de manera inequívoca que se encuentra en la élite económica y de decisión.

 

Justo a la hora convenida, atraviesa la puerta el mismo caballero inglés por quien no pasan los años, repite vestimenta. Un caso sorprendente.

 

- ¿Cómo lo haces? Estás igual.

 

- Me cuido y tengo una naturaleza privilegiada. Me alegro de verte, Rafael. Pasa por favor. Gabriel te espera.

 

- ¿Gabriel? No me lo esperaba

 

La sala, amueblada a imagen de un apartamento, tiene al fondo una cocina abierta con una mesa redonda con una capacidad para seis personas. Sobre la misma, cinco manteles individuales donde reposa un juego de platos y cubiertos. 

 

El inglés desaparece dejando a Rafael en solitario, de la cocina sale a recibirle Gabriel, recuerda que le vio el día de su firma y no ha vuelto a tener la oportunidad de coincidir con él. Al igual que con el inglés, Gabriel aparece igual, su misma figura, su misma cara, su misma vestimenta. Ni una sola arruga más en su cara. Otro al que el paso del tiempo no le cambia.

 

- Rafael, me alegro mucho de volver a verte.

 

Se acerca con paso seguro, armonía en sus movimientos y su brazo extendido con la mano abierta dispuesto para el saludo. Una sonrisa amplia, blanca y reluciente ilumina su semblante transmitiendo cercanía amigable. Gabriel es capaz de transmitir en segundos esa sensación de cercanía amistosa que te abraza hasta el arrullo emocional. Cae bien siempre, desde el primer instante. Curiosamente, junto a él todo el mundo reacciona con naturalidad olvidándose de los personajes y roles sociales que fabricamos para relacionarnos con el mundo.

 

- Estás igual, ¿Cómo lo hacéis?

 

- ¿Tu crees? El tiempo pasa para todos, no te creas. Ven siéntate, por favor. ¿Vino, café, refresco, cerveza, agua? ¿Qué te apetece?

 

- Agua está bien.

 

- Yo también me quedo con agua. Ven vamos a sentarnos

 

- ¿Esperamos a alguien?

 

- Sí, cada cosa a su tiempo. Ahora quiero aprovechar este tiempo contigo a solas ¿Cuéntame, qué tal te ha ido con nosotros durante estos treinta años?

 

- La verdad es que estoy muy satisfecho, según firmé el contrato me seleccionasteis para entrar en la más famosa consultora empresarial del mundo, con nombre de whisky escocés, donde solo acceden los curriculum mejor valorados con las notas medias más altas. Tras un par de años formándome en un equipo de trabajo, comencé a adquirir más responsabilidades y eso me permitió saltar a varias compañías, donde me fichaban para directivo de alto nivel. Fui aprendiendo de los negocios donde iba cayendo y alimentando mi experiencia profesional que me servía en la siguiente compañía donde siempre mejoré mi estatus. Ahora estoy de presidente de una de las más grandes compañías europeas en un sector donde nunca imaginé que podría trabajar. En el fondo, te reconozco que no sé de nada en concreto, sin experiencia real de la vida en los sectores que he estado liderando. Conozco procesos, procedimientos, normativa, descripción de manuales y todas esas habilidades del consultor que termina dirigiendo apoyándose en pocas personas de fiar que suelen tener el mismo perfil, técnico y poco humano. Económicamente me va muy bien y tengo mi vida resuelta para el futuro. Echo de menos contar con más amigos en mi vida y tener una mujer para compartirlo todo. Lleno de eventos culturales, deportivos y de trabajo mi existencia. Lo que no sé es por qué te cuento todo esto. No sé cómo lo haces, me tiras de la lengua. Te digo cosas que no sabe nadie de mi

 

- Es algo que me ocurre sin que haga nada al respecto. Resumiendo un poco, estás satisfecho con tu éxito económico y profesional, te sientes vacío de experiencias reales en el mundo laboral a pie de calle y no disfrutas de una vida sentimental ni de amigos

 

- Lo acabas de describir perfectamente. Así es

 

- Quisiera recordar contigo varias decisiones en tu vida. A ver qué me cuentas de ellas. Empezamos con Laura, tras tu decisión de firmar con nosotros, tu segunda decisión importante en la vida

 

- Laura, ¡Qué gran mujer! Estuve muy enamorado de ella, tanto que me planteé dejarlo todo e irme a vivir con ella. Una cara preciosa, con una mirada penetrante y unas piernas larguísimas que me abrazaban siempre. Una sonrisa perpetua y un alma limpia. Compartimos un año en Nueva York justo en mi segundo año formándome como consultor, Nuestras noches fueron intensas, aún me estremezco cuando las recuerdo. Me propuso ir a vivir a Tanzania un par de años para fundar una escuela cerca del Serengueti, su ilusión era escolarizar a los niños Masai. No podía hacerlo. Estaba justo en el inicio de mi vida profesional, en la rampa de salida al éxito y no podía permitirme perder dos años en una labor altruista.

 

- ¿No te arrepentiste?

 

- Me dolió, es cierto, era lo que tenía que hacer.

 

- Eso fue tu segunda decisión, tras elegirnos, de las cuatro que te ofrecimos. Permíteme que te presente a una persona que te gustará conocer. John ¿Puedes acercar a nuestro segundo invitado?

 

- Nunca supe que el inglés se llama John. 

 

- Tampoco se lo preguntaste ¿verdad? Te ruego te quedes sentado mientras hago las presentaciones.

 

Gabriel se acercó a la entrada repitiendo el mensaje corporal que había realizado con Rafael quien observa desde la mesa una escena calcada a la que acababa de vivir, no cae en la cuenta que no es capaz de enfocar la imagen y ve a las personas borrosas. A John, Gabriel y el nuevo invitado. Su fisonomía le recuerda un poco a él. Nota que se acercan Gabriel y el nuevo hacia la mesa, quedando John al final de la sala junto a la puerta.

 

- Rafael, mira te presento al Rafael que eligió irse con Laura. Para aclararnos, me dirigiré a ti como Primero y a él como Segundo.

 

Los ojos de Rafael acomodan su visión hasta poder identificar a Segundo, es él mismo, se reconoce las facciones, quizá tiene cinco o seis kilos más de peso, viste ropa cómoda y elegante, chaqueta Hackett con pantalones chinos claros y mocasines. La cara un poco más redonda, las mismas canas, que al tener el pelo un poco más largo se le notan más. Sienta a la derecha de Gabriel, justo enfrente de Rafael.

 

- Me fui con Laura, los dos años en Tanzania se convirtieron en seis maravillosos años. Construimos una escuela y un ambulatorio médico. Tuvimos dos hijos, niña y niño que ya terminaron la universidad y empiezan a gobernar su vida. Llegó un momento en el que nos temimos que las enfermedades o las privaciones pudieran afectar a nuestros hijos y aunque éramos muy felices en África decidimos regresar a España. Fundamos un colegio en la provincia de Cádiz y hoy está considerado como uno de los diez mejores colegios de España. Ambos damos clases y seguimos tan unidos como siempre. Tenemos una vida maravillosa, buscamos las oportunidades de cada día para estar juntos y compartir nuestro tiempo. Cada día doy gracias por la suerte que he tenido y me alegra haber tomado la decisión más importante de mi vida para poder compartir cada día con la mujer de mi vida.

 

Rafael primero escucha con interés, mientras el relato versionado por Segundo se convierte en imágenes en su cerebro, envidia sentir ese sentimiento de plenitud emocional que él no ha disfrutado desde que se separaron en el aeropuerto. 

 

Gabriel apoyando sus manos en los brazos de Primero y Segundo, corta ese flujo de imágenes y consigue que ambos Rafaeles centren su atención en él

 

- Primero, me gustaría recordar tu siguiente decisión. La escritura

 

- Es verdad, ya se me había olvidado. En Londres viví dos años tenebrosos, oscuros, lluviosos y tristes. Mi primer destino tras Nueva York, como consultor en el equipo europeo, trabajaba quince horas diarias y no tenía ni ganas para socializar. Me entretenía escribiendo historias. Me presenté a un concurso literario de novela con un pseudónimo, Peter Worder. Mi novela “Psicología de un mentiroso compulsivo” ganó el certamen, el premio gordo consistía en publicar la novela en la mayor editorial del mundo con un contrato donde te anticipaban parte de los derechos de la siguiente novela. No podía firmar ese contrato, estaba centrado en mi trabajo de consultor. Quedó en una anécdota y en que me demostré a mí mismo que tenía talento para entretener a los demás. El libro se vendió bien durante un par de meses, hasta que el mercado descubrió al siguiente novelista y mi fama fue efímera

 

- John, ¿Puedes invitar a nuestro tercer invitado?

 

Gabriel repite la escenografía anterior y acoge al nuevo invitado a quien invita a la mesa para ser presentado. Ambos Rafaeles, Primero y Segundo observan la escena, repitiéndose el mismo fenómeno de mirada borrosa.

 

- Rafaeles, os presento a Rafael, manteniendo el criterio anterior, os nombraré de manera del orden ordinario. Primero, Segundo y Tercero. Tercero es un novelista famoso con libros publicados y traducidos en más de cincuenta países. Tiene en su haber varios premios literarios entre los más reconocidos económicamente. Un libro publicado cada año. El auténtico Best Seller mundial. Sigue firmando con su pseudónimo, Peter Worder. Tercero, ¿Te importa contarnos cómo es tu vida?

 

Este nuevo Rafael tiene la misma fisonomía de los anteriores, en el peso de Segundo, con el pelo largo cuidado. Ropa de marca al estilo de Segundo, con la diferencia que calza zapatillas deportivas blancas. Un tanto bohemio prefiere la comodidad. En el bolsillo interior de su chaqueta esconde una pequeña libreta con un bolígrafo donde anota ideas que le surgen por si puede aprovecharlas en alguno de sus libros.

 

- Vivo en París, por amor. Conocí a Esperanza, una mexicana fuerte, enérgica y pasional que me atrapó para siempre. Me hace de musa y la sigo allá donde vaya. Trabaja en el Cuerpo diplomático de las Naciones Unidas y llevamos en París diez años, anteriormente hemos vivido en México, Nueva York, Madrid, Tokio y Amsterdam. Tras ganar el certamen literario firmé con la Editorial del Pingüino quien me ha acompañado durante todos estos años. Escribo en español y ellos me traducen a las principales lenguas. Me encanta escribir y compartir mi vida con Esperanza, no tenemos descendencia. Somos muy felices. Mi vida está llena de impactos culturales, viajes, una mujer pasional y consigo encontrar inspiración en nuestra vida para alimentar los personajes de mis novelas. El mes próximo presento mi último trabajo, “La última cena” un relato actual lleno de pasiones, ambiciones y corrupción.

 

Rafael Primero escucha con atención el relato del escritor y al igual que le ocurrió con Segundo, a medida que escucha su mente recibe las imágenes y los sentimientos vividos por Tercero. Siente envidia de esa vida la felicidad que traslada.

 

Gabriel invita con un gesto a John para que se les acompañe en la mesa. John distribuye por la mesa varias raciones y descorcha una botella de un excelente vino de Jerez. Un oloroso con la virtud de acompañar el alma y el cuerpo para una buena conversación.

 

- Rafael Primero. Por contrato, tienes de plazo hasta hoy para tomar una cuarta decisión. Puedes elegir cómo continuar tu vida, puedes continuar como Rafael Primero, Segundo o Tercero. Los tres sois la misma persona y tras hoy, los tres os volveréis a unir en uno solo ¿Qué vida eliges? ¿Qué Rafael deseas ser?

 

- Y ¿Qué pasa con los demás en las vidas? ¿Laura, sus hijos, Esperanza, los libros, el colegio, etc?

 

- No te preocupes, está todo pensado, seguirán sus vidas, nos ocupamos de ello. Eres un afortunado por contar con esta cuarta oportunidad para definir tu vida una vez que conoces cómo te ha ido en las anteriores. ¿Qué decides? ¿Qué Rafael quieres ser?

27.2.21

PRIMER ATLETI. Incluido en mi nuevo libro: PRIMERA VEZ

 



Anticipo del nuevo libro: PRIMERA VEZ.

Pueden adquirir ejemplares en Amazon o contactando con el autor aquellos que prefieran ejemplares firmados o dedicados. Existen formato papel y digital.


Primer Atleti

Triste día de final de mes, un 30 de octubre de 1993 con frío y tonos en gris amenazantes de lluvia e incluso nieve. Diego no para quieto en ningún momento, está muy

nervioso. Ha llegado el día esperado; ni la lluvia ni la nieve más inoportunas le van a privar de ir a ver a su Atleti esa tarde.

La jornada se hace larga, los minutos pasan muy lentos. Como si no fueran de sesenta segundos, ese día los minutos duran cien, doscientos. La comida, preparada con cariño por su madre, huele muy bien. Su plato preferido es el elegido para degustarlo ese día, ¡su día con mayúsculas! Se trata de lenguado en salsa verde y patatas panaderas. Pero el estómago de Diego está cerrado, no puede con todo. Por primera vez en la vida no termina aquel plato. Su madre arquea una ceja, no quiere preocuparse y lo achaca a los nervios. Le conoce y se queda vigilante.

Las seis y Diego lleva preparado ya más de una hora. Ha elegido la camiseta rojiblanca con el nueve y con su nombre impreso en la espalda, un regalo de Reyes. Le está grande, cosa que agradece, así puede lucirla sobre el jersey. Solo queda tapada por el abrigo y por la bufanda de lana roja y blanca tejida por la abuela Luisa.

Doce años, tres meses... y el día más importante de su vida. Cruza la puerta junto a su padre, Miguel. Orgulloso de su hijo, quiso darle la sorpresa de un partido de liga en el Calderón. Miguel no es del Atleti, huele a vikingo por los cuatro costados, es el único madridista en la familia. Pero este sábado es simplemente el padre de Diego, se le ve nervioso, más silencioso de lo habitual, desea que su hijo sea feliz, desea que gane el Atleti.

Viajan en metro. Miguel, por acompañar a Diego, luce una bufanda rojiblanca propiedad de su suegro Diego, socio desde que nació. El calor del metro obliga a descolgar los abrigos. Con una mano en la barra del vagón, la izquierda la utilizan para sujetar su prenda gruesa. Tras casi una hora de viaje, llegan por fin a la estación de Pirámides. Se le antoja estrecha y pequeña, a duras penas puede esta engullir a todos los aficionados que salen apresuradamente de los vagones buscando la calle, aire fresco y menos viciado.

Algunos aficionados cantan el himno del club, otros jalean acompañando. Cuando salen a la plaza ya es noche cerrada en el exterior, los días de otoño son cada vez más cortos, se nota que se hace más tarde. Aunque Diego es más de luz, más del día, este sábado para él no se pone el sol. Se ajusta el abrigo y la bufanda, siente el cambio de temperatura.

Hacen parada en un puesto de venta de chucherías. Miguel compra una botella de agua y una bolsa de pipas. Han llegado con tiempo, su intención es pasar por la tienda del club. Tiene las pupilas tan abiertas que no cabe en sí de gozo. Allí admira equipaciones, complementos, balones, botas, juegos de mesa y hasta albornoces; todo con el escudo del club. Es observado por Miguel, que se siente generoso y está dispuesto a redondear la sorpresa con un regalo de recuerdo. Diego no se decide, da vueltas por la tienda igual que un marchante de arte en una sala de exposiciones.

Un instante le delata con ese brillo en la mirada... esa alegría al final de sus ojos marrones. Se trata de una tarjeta con la foto de su ídolo, Caminero, y firmada. Las miradas de padre e hijo se cruzan un instante y Miguel asiente mientras sonríe; Diego le sale muy barato, se conforma con poca cosa. Guarda la foto en el bolsillo interior de su abrigo, Diego está seguro de que le dará suerte en el partido. Miguel sujeta el brazo izquierdo de su hijo para luego mantenerse, juntos, entre todas aquellas personas. Es día grande, el campo se va a llenar.

Atlético de Madrid-Barcelona, partidazo: el Barcelona de Koeman, Guardiola, Romario, Bakero, Zubizarreta, todos unos cracs; el Atleti, apañado con coraje y corazón, como dicta su himno.

Miguel localiza la puerta que les corresponde, ha conseguido que le preste su abono, y el de un «amigo vecino», su suegro. Su suegro no tiene el corazón como para soportar un partido contra en Barça y, si es para su nieto, todo son facilidades.

―Solo espero que un madridista como tú no le gafe la ilusión al niño ―le recordó cuando le dejó los carnés.

Las localidades son muy buenas, están en la zona que tiene acceso por la M-30. A cubierto, por si decide llover; a la altura del palco presidencial, justo encima del banquillo local. Diego no deja detalle sin escrutar, disfruta hasta del calentamiento previo de los jugadores.

―Mira, papá, ahí están los titulares. Allí, los suplentes.

Los atléticos lucen camisetas de algodón, con manga larga y cuello. A todos le viene grande, es la moda, se trata del mismo modelo que lleva Diego.

―¿Eres el nieto de Diego? A ver si nos traes suerte hoy ―comentó un aficionado de la fila anterior. 

El partido empieza vibrante, con dominio alterno. Se nota al Barcelona mejor posicionado y con grandes jugadores. Seguros y orgullosos, defienden la primera posición en la clasificación de la Liga. El Atleti es peleón, no deja de ser un equipo de media tabla; los décimos y con una plantilla apañada sin grandes estrellas, un equipo preparado para correr en velocidad y jugar a la contra.

A los diez minutos entra el primero del Barcelona. Romario se ha marchado de Solozábal con una habilidad propia de un genio del balón. En media hora Romario marca tres goles y estrellado un balón en el larguero. Pinta mal. Miguel mira a Diego preocupado por su posible desilusión. Diego sigue animando y vibrando con cada jugada de su equipo. Festeja los saques de esquina como previos a gol, corea los cánticos de los animadores del fondo, incansables, sin desfallecer por el resultado adverso ni por la temperatura fría de la noche.

En el descanso los bocadillos de chorizo que les ha preparado su madre vuelan. Esta le dijo:

―Te los voy a hacer de chorizo, así es un bocadillo rojiblanco. Si quieres, a tu padre le dejo solo la miga en blanco.

―No, mamá, hoy papá es del Atleti.

Los bocadillos vuelan mientras calienta Kiko. Y la segunda parte empieza con presión atlética y en dos minutos Kosecki inaugura el marcador local. El campo es una olla a presión, todos animan, mucha es la distancia en el marcador, hay fe en los chicos.

La falta lejana disparada por Pedro, con mucha fuerza, se cuela entre las manos de Zubizarreta. Veintipocos minutos y marca el segundo gol. Se abre la puerta de la esperanza en una afición que anima ahora más fuerte si cabe.

A la media hora un nuevo tanto de Kosecki empata el partido. Solo en ese momento los nervios traicionan, durante unos minutos, a Diego. Tras la expulsión de Pirri su ánimo se viene un poco abajo. La inseguridad y el tremendismo colchonero hacen mella en su fe. El «fondo» sigue animando sin parar. Diego siente la mano de su padre en la rodilla; la está moviendo constantemente con un gesto inconsciente, no es para menos, hemos empatado con el Barcelona.

Faltan dos minutos, el acoso del Barcelona es incesante, un balón es rechazado y sale corriendo, veloz, es Kosecki hacia la portería rival. Le acompaña a su izquierda Caminero, que recibe el pase y remata cruzando para evitar la salida del portero... ¡Gol!

―¡Gol... gol!
―De Caminero, hijo.
―¡Gol...!

Se abrazan padre e hijo. Hace años que ambos no se abrazaban; crecer tiene como condicionante que abandonas el roce con tu padre. Ese momento vale oro. Diego es feliz. Gol de Caminero, gol de su Atleti, gol para ganar al Barcelona. Siente el calor de su padre, lo echaba de menos.

Para Miguel es un instante de felicidad, ha merecido la pena ir al fútbol. Ese abrazo de Diego significa mucho, muchísimo. Se compromete a buscar oportunidades para compartir tiempo con él. «Y si hay que hacerse del Atleti, se hace uno del Atleti». Además, le ha gustado cómo juega el equipo, cómo lucha, cómo se anima en este campo; qué diferencia con el otro.

Besó en la frente a Diego, que le miró sorprendido mientras seguía saltando como loco.

―¡Gol de Caminero! ¡Gol!

La vuelta a casa la hacen en una nube. No importa el calor del metro ni lo abarrotado que va, tampoco el hambre le recuerda que casi no había comido hasta ahora. Sentado en el vagón, Diego mira a su padre, que acaricia la bufanda del Atleti.

―¿Sabes, Diego?, me he convencido, es mi primera vez también. Soy del Atleti.

20.2.21

Boda entre infieles

 



El día de la boda se notó entre los invitados las diferencias sociales y de ambiente entre ambas familias. Los Porras mayoritariamente son extrovertidos, charlatanes, vociferantes, descuidados en su apariencia lucen una elegancia desgastada cuidadosamente buscada, ropa de marca con tendencia a lucir con una talla más amplia y sin planchar. Una forma estudiada para aparentar que mantienen intactos sus orígenes humildes de obreros que sacaron adelante sus familias con mucho trabajo, solidaridad, apoyo ente ellos y mucho sentido común. Estiraban la vida de su ropa y calzado esmerándose en su conservación, insistieron a sus hijos por el camino del estudio en la esperanza que les abriera a un futuro con una vida menos dura que la de sus padres. Emigraron desde provincias periféricas donde abrirse camino es mucho más complicado por la falta de oportunidades y el dominio de la economía que disfrutan unos pocos limitando las opciones del resto ajeno a su círculo cercano. Los Macas presos de la imagen, todos impolutos en sus trajes y vestidos de diseño italiano, color negro predominante, gafas de sol y olor a perfume caro. Evitan bailar para no arrugar su imagen, hablan en susurros y te juzgan con la mirada. De tradición dirigente, durante generaciones siempre han vivido cerca del poder y las influencias. Consejeros, directivos y dirigentes de las principales empresas del país. Sus negocios siempre salen triunfantes gracias a sus relaciones personales.

Pedro Maca y Pablo Porras unieron sus vidas en una ceremonia en apariencia austera. Se excedieron en el número de invitados para darse importancia, repitieron costumbres criticadas por ellos de las familias dirigentes y aristocráticas, el exceso. 486 personas acudieron a la celebración del enlace, la fiesta más grande de las que se recuerdan en el salón de bodas contratado a las afueras de la capital. 

Pedro, cuida los detalles, le gusta salir bien en las fotos, trabajar lo que se dice trabajar, poco, su principal mérito es avanzar en la vida sin sudar ni romper nada, su habilidad es aprovechar el trabajo ajeno, apropiarse de las ideas y ponerle su cara guapa haciendo creer a todos que es un genio. Huye de los problemas y jamás se compromete con nadie y mucho menos para salvarle de sus dificultades no vayan a salpicarle. Seguramente pasará a la historia como un dirigente que nunca se equivocó de acción, si le juzgaran por la inacción su sentencia sería demoledora por mucha habilidad para disimular y desviar la atención que demuestre. Un observador externo de un país vecino le define como la única persona que es capaz de excusarse en causas externas y salir indemne solo porque tiene una bonita cara y dura, muy dura. Pedro es guapo, cuida su imagen hasta el punto de teñirse o desteñirse las canas en función del mensaje que quiere transmitir. Se le ha visto maquillarse ojeras para dar la impresión que se desvive por los demás y trabaja más que nadie. Sus discursos memorizados le convierten en un busto parlante, se limita a repetir los que le dicta su reducido grupo de consejeros que le preparan lo que decir y hacer en cada momento. Un perfecto equipo de marketing. Le falta espontaneidad, siempre habla con dos días de retraso cuando aparecen los problemas y si hay datos positivos no duda en apropiarse de ellos e incluso hacerse la foto. Un perfecto maniquí dirigido desde la sombra por mentes preparadas para sacar provecho de la imagen, hablar sin decir nada y ganar por aburrimiento aprovechando despistes o fallos de sus rivales. No le pidas planes reales de crecimiento, ni capacidad de convencimiento entre sus iguales. Se siente cómodo en el mundo de las medias verdades, de la sonrisa a la cámara y repitiendo consignas vacías con cara afectada. Transmite con la disimulada pasión de un telepredicador, siempre diciendo a los demás lo que supone que quieren escuchar, utilizando bonitas palabras y sobre todo decir lo que se debe hacer. Él nunca dará ejemplo por hacer solo por decir. Culpabiliza a los demás de los fallos, los problemas son siempre por errores de otros, él nunca se equivoca, será porque nunca hace nada. Tiene patente de corso por su cara bonita y su discurso taimado, hasta que se le gaste el encanto. Algún día será desenmascarado. Pedro es el aceite flotante. Por su naturaleza aprovechada y alejada del esfuerzo, es infiel a todo, a las ideas, a los conflictos, al esfuerzo, a las relaciones. Solo existe un ser en su universo, él mismo. Solo él.

Pablo Porras lleno de contradicciones programáticas, de discurso fácil lleno de consignas grandilocuentes en un intento de llenar de argumentos sus proclamas llenas de falsas promesas de igualdad, lucha de clases, revolución, derechos a cambio de nada, agenda social y eslóganes de culto entre los desfavorecidos. Seguidor de la cultura soviética dirigente, haz lo que quieras, vístelo como quieras, rodéate de fieles sumisos y aprópiate de los lujos y beneficios de los ricos manteniendo la apariencia de seguir siendo pobre. El perfecto ejemplo comunista del lo mío es mío y lo tuyo es nuestro. Critica a los ricos por serlo, a las empresas por ganar dinero y por emplear a trabajadores, proclama el derecho a vivir subvencionado sin esfuerzo ni trabajo, incita a la revolución porque en el lío gana. Cuanto peor estén las cosas, mejor le van las cosas a Pablo. Un mundo lleno de lucha, desigualdad y marginalidad solo por elevarle a él al púlpito de los elegidos, proclamar discursos vacíos de razón aliñados con citas históricamente creídas por los suyos igual que los versículos de los textos sagrados se admiten como única razón válida para los creyentes menos críticos con la supuesta única verdad. Infiel como Pedro, muy pagado de sí mismo, su imagen personal es desaliñada a propósito, feo, encorvado con mucha labia, tanta que es capaz de seducir a los más cercanos. En su vida se ha aupado sucesivamente en diferentes parejas a las que ha abandonado sin miramientos una vez que había logrado sus servicios. Le utilizan los ambiciosos de poder sin responsabilidad, los que gustan de disfrutar de beneficios solo al alcance de unos pocos sin tener que pagar por ellos. Se rodea de una cohorte de bien alimentados sin escrúpulos, en manada tienen fuerza, por separado no mantienen una conversación inteligente pues patinan por su componente ideológico que empapa su razón sin convencer a su intelecto. Robots vacíos que repiten consignas y aspirar a vivir igual o mejor que a los que critican por envidia. Desean lo que ven sin valorar el esfuerzo y la dedicación que necesitaron hasta conseguir su posición. 

Durante los últimos tres años, Pablo y Pedro han definido a la perfección lo que es una relación sin confianza mutua, sin intereses comunes y donde solo les une la ambición de poder y de fastidiar al contrario. Construyen una unión para ir a la contra más que una alianza con un plan de mejora y crecimiento. Dos personas egocéntricas, narcisistas, infieles y con tendencia a mentir y tergiversar la realidad para amoldarla a sus intereses. Su relación se ha caracterizado por la intermitencia, épocas de unión y compañerismo seguidas de épocas de luchas internas, alejamiento e infidelidad. 

Tras muchas dudas, decidieron unir sus destinos. Las primeras entregas de su trabajo en común son poco esperanzadoras, la economía con la mayor caída conocida en tiempos de paz y comparando mucho peor que la de los vecinos, tasas de desempleo con datos cada vez más preocupantes, deuda pública en máximos históricos, problemas territoriales permanentes que no saben solucionar porque se relacionan con aprovechados y mentirosos como ellos con intereses opuestos, sin liderazgo para evitar equivocarse en la lucha contra la pandemia, errando por omisión. Pero ya sabemos que la culpa la tienen los españoles por salir a la calle, Europa por tardar en enviar vacunas, las Comunidades por no tomar decisiones. La culpa es de los otros, siempre de los otros.

Estos días, de nuevo, están de morros ente ellos. El guapo se esconde para que no le pregunten y solo se atreve a salir del castillo para visitar a amigos en Extremadura y el feo también se oculta después de haber tirado la piedra no vaya a ser que alguien le recuerde que la actuación de él y sus amigos recuerda mucho a la irresponsabilidad de un recién descabalgado dirigente mundial que jugando a movilizar las protestas le terminaron por alcanzarle. 

¿Cuándo hacen más mal? ¿Cuando están juntos o cuando se separan? Son infieles y como a todos los infieles, cuando les pillan, lo niegan hasta generar duda en el contrario. Ellos no han sido. La culpa es de los otros. Se volverán a unir para continuar con su camino de destrucción arrasando el futuro de todos por su inacción.

En democracia, gobiernan los más votados. Tenemos lo que nos merecemos como sociedad. Los culpables, sin duda, son ellos. Y por un momento les voy a dar la razón utilizando uno de sus argumentos, sí, los responsables no son ellos: somos nosotros por elegirles a ellos. 

Que se divorcien, nos irá mejor a todos. Quiero volver a votar no me gusta lo que están haciendo. El problema que veo es que no hay dónde elegir, los de enfrente no son mejores. España elige entre infieles y mediocres. ¡Qué plan!

3.2.21

Mellizos

 




Lucía espera con paciencia el resultado del test de embarazo, en el fondo de su consciencia está más que convencida del resultado positivo. Su noviazgo enlatado de los últimos cuatro años languidece gracias a la visita de la apatía y la previsibilidad. Sigue queriendo a Miguel, sin la pasión que debería sentir. Comparten las tardes de los miércoles en la misma salita, cada uno con sus ocupaciones, él con su ordenador portátil salta de las series a los juegos o a leer en internet. Ella prefiere la televisión, la entretiene más. Cuatro años antes los miércoles por la tarde eran festivos, se buscaban, exploraban todos sus poros, era el día de investigar, probar y jugar. No recuerda el miércoles que se cortó la racha y se quedó en el día que si estaba de buenas, quizá. Antes ni se lo planteaba. 

El día que cumplió treinta y cuatro años su reloj de las prisas empezó a marcar las horas y los días. De repente su inexistente vocación de madre surgió e implicó a Miguel en una serie de encuentros los días propicios sin considerar la predisposición a amar que tuviera en ese tramo horario o del calendario. 

Lo primero, olvidar la píldora, con el riesgo que lleva en el mes siguiente a provocar una ovulación múltiple en la mujer, algo de lo más natural. Os recomiendo que esperéis un mes más para poneros a caminar - Les comentó el ginecólogo al que consultaron

Ese primer mes fue un tobogán de emociones, al retirar la ingesta de hormonas diarias su cuerpo reaccionó como una adolescente en celo. Será por la pérdida de hormonas artificiales o será por su repentinas ganas de ser madre o por el despertar de su reloj de las prisas, lo cierto es que se sentía muy predispuesta incluso en días de mucho trabajo y que nunca el deseo se había apoderado de su cuerpo. Miguel acompañó a Lucía de muy buen grado en el nuevo camino hacia la paternidad. También es su ilusión hasta el punto que este nuevo objetivo alimenta el deseo incrementando el número de intentos, sus sonrisas anuncian a los demás de la buena época que están viviendo.

Viviendo entre tanta euforia olvidan la recomendación del médico, total, hay que aprovechar el momento. Miguel se salta su cita semanal de los jueves con sus amigos del barrio, tiene prisa por volver a casa, tiene el capricho de repetir la machada del día anterior. Ni en sus mejores sueños había cumplido a ese nivel, la predisposición de Lucía ayudó y llegar al límite del morbo entre ellos les empujó a una sesión memorable, por lo menos para Miguel.

No contó con que los jueves es también el día que Lucía elige para tomarse algo después del trabajo con sus compañeros de la redacción. El último jueves del mes es cuando cierran la edición de la revista y suelen terminar tarde, no saben por qué, siempre pasa algo que les empuja a terminar tarde. En esa ocasión, por alguna alineación astral incomprensible terminaron la revista mucho antes de lo habitual y decidieron celebrarlo saliendo a cenar y a tomar una copa.

La copa fueron varias en una discoteca de moda. Lucía lo daba todo, comer, beber, bailar, reír estaba muy guapa, el centro de todas las miradas incluidas las de Juan Carlos, el nuevo programador de la empresa. Alto, musculoso, barba de moda, bien vestido y que huele a almendras. El bollicao le bautizó Sandra la secretaria del jefe. Joven y guapo. Nunca habían hablado mucho más que lo estrictamente necesario, veintitrés años el más joven de la plantilla. Cerca de media noche fueron desertando de la fiesta los empleados para volver a sus casas, Lucía estaba eufórica y se lo pasaba muy bien, tan bien que no recordaba desde cuando no había sentido esa sensación. De regreso del baño cayó en la cuenta que solo quedaban Juan Carlos y ella, todos los demás habían desaparecido. No le preguntes cómo se despertó a eso de las dos y media de la madrugada desnuda salvo sus medias negras sujetas a sus muslos, enrollada en una sábana interminable donde reconoció el logotipo de un conocido hotel del norte de la ciudad. Se vistió con cuidado para regresar a casa con la intención de dormir enfundada en su pijama de caras. Los viernes tras la edición de la revista la costumbre era no volver a la oficina, estaban todos liberados en compensación por los esfuerzos de la noche anterior. Por delante un fin de semana tranquilo.

Tres meses después apretaba la mano de Miguel mientras disfrutaban asustados de la ecografía que les confirmaba su próxima paternidad, mellizos. Cruzaron sus miradas entre asustados y felices por la confirmación. 

¿Dos?¿Qué vamos a hacer, Miguel?

Saldremos adelante.

Recordó la recomendación médica sin querer comentarlo con Lucía, no es plan de mal meter, las cosas son como son. Además ¿No querían ser padres? Pues toma doble ración. La vida cambia, tras el nacimiento con las tareas multiplicadas, deciden que Lucía dispondrá de media jornada y en la revista la permitirán ejercer el teletrabajo durante unos años, Miguel para compensar la merma de ingresos, encontrará un nuevo trabajo mejor pagado y mucho más intensivo en horario. Difícil equilibrio entre paternidad y economía. La conciliación es algo de lo que los políticos hablan sin solucionar. La familia se organizó alrededor de los chicos y los turnos. La pasión y la intimidad se pierden en el baúl de los recuerdos. Conciliar pañales, enfermedades infantiles con deseo y sentirse guapo exige mucha ilusión y luchar por algo que existe aunque se olvide durante meses.

Chico y chica, comparten pelo oscuro con la madre, de pequeño tamaño y tranquilos. Aunque eso cambia a los pocos días, cuando Miguel hijo comienza a demostrar lo inquieto y movido que será toda su vida. La niña, Lucía, es pausada, muy como su padre. En el primer cumpleaños de los niños, un gesto recordó a Lucía al bollicao. No puede ser, pensó.

Aprovechando un momento de tranquilidad tras dejar a los chicos en el colegio, Lucía repasa las fotos del tercer cumpleaños, Lucía se da un aire a parece un su suegra, delgada, de gestos pausados, muy de entretenerse con un lápiz como Miguel. Son tal para cual, la niña de sus ojos quien cada vez se parece más a él. Miguel hijo es grande, musculoso, inquieto con una mirada de pillo que le recuerda a aquella noche loca de cierre de edición. ¿Será de Juan Carlos? Mejor no decir nada. 


La superfecundación heteropaternal existe, está documentada en los pocos casos que la familia recurre a la ciencia para analizar el origen genético de los hijos. Clic en el enlace de la noticia en el diario El País:

El extraño caso de mellizos con padres diferentes - El país


30.1.21

Tu mano (microrrelato)





Abrí los ojos y delante de mí, tu mano extendida, llama la atención por las uñas perfectamente cortadas, las venas marcadas dibujando caminos de aspecto varonil y rodeando la muñeca una pulsera de cuerda con los colores de la bandera nacional que te regalé yo por tu cumpleaños. 

Acepto tu mano y noto cómo me acoges, cómo me regalas seguridad y sosiego. Olvido el dolor del golpe en las rodillas por la caída, siento la paz que transmites, me llevas a un mundo seguro, a tu mundo.

Desde el día del accidente, solo yo disfruto del poder para verte, mamá lucha por no olvidarte, toda la casa es un santuario en tu nombre. “Su maldita afición por la bicicleta”, murmura para sí cuando piensa que yo no escucho. Si supiera que te puedo ver, otra vida llevaría. Mi bicicleta la vendió por wallapop y todo lo relacionado con las dos ruedas, también. Le duele ver ciclistas por la carretera, les grita: “que os van a matar, que os van a matar”. Te veo sonreír, sé que la entiendes. Tus manos huelen a ti. Gracias por no abandonarnos.

10.1.21

Temporal en Madrid

       



       La nevada histórica que llevaban anunciando en las noticas los últimos días se ha cumplido, treinta horas de caída de copos blancos sin un minuto de respiro. No hemos visto nada igual en nuestras vidas, los mayores intentan recordar acontecimientos similares ocurridos hace años y no se ponen de acuerdo sobre cual fue más grande. Lo cierto es que esta es enorme.

Los primeros copos aparecieron antes de la hora de comer del viernes y como suele ocurrir en estas latitudes, apenas cuajó, los copos mutan a estado líquido en cuanto se posan en calzada, acera, vehículos o tejados. Solo a base de insistir en la caída el mundo vegetal comienza a admitir la acumulación de nieve entre sus ramas y hojas. 

Tres horas más tarde, coincidiendo con el final de la jornada laboral en muchas de las empresas se empezó a acumular en el suelo y sobre los coches estacionados en la calle. La estampa de las calles era de postal, diez o doce centímetros de espesor blanco y frío cubría todas las superficies expuestas. Y la nieve seguía cayendo sin parar, a un ritmo suave y constante. Padres con hijos en el final de sus vacaciones de Navidad aprovechan para jugar con la nieve y esculpir muñecos en los parques y jardines. Los que cumplen su horario laboral salen como todos los viernes a la hora de comer y se enfrentan al camino de regreso a casa con la circulación cada vez más complicada por la acumulación de copos en la calzada y la inexperiencia al volante en situaciones invernales de los conductores por estas latitudes. Viernes es sinónimo de atasco por las carreteras de la ciudad, el resto de días la vuelta a casa se reparte entre las tres y las ocho lo que se traduce en mucho tráfico continuo con apenas interrupciones. Los viernes todos salen a las dos y media. Los diseños de las carreteras no contemplan este flujo concentrado y aparecen los parones y atascos en los trayectos. Hoy con la nieve, mucho peor.

Agustín ha conseguido escaparse un poco antes de la oficina, suerte que no hay ningún jefe al frente hasta el próximo lunes. Todos disfrutan de días de descanso tras un año muy jodido de trabajo por culpa de este virus que ha venido a visitarnos para recordar que no somos inmortales. Sobrelleva la mañana con un café bebido y media tostada con tomate. Hoy se ha perdonado la tostada, como todos los meses de enero, lucha contra la obesidad tras unas navidades repletas de calorías y alcohol. Sus pantalones han cerrado con dificultad y él sabe que o recupera su figura de hace un mes o peligra todo su armario por obsoleto. Tiene tanta hambre que su estómago se lo recuerda con quejidos de demanda. Sube al coche decidido a llegar a casa para un fin de semana casero en compañía de Susana quien hoy no ha ido a trabajar presencialmente, los viernes teletrabaja.

Agustín es contrario al teletrabajo, le cuesta organizarse sin poder relacionarse en persona con los compañeros y clientes, él que es muy del trato humano no lleva bien las reuniones por video, el consigue mejores resultados y es más convincente entre personas que entre pantallas. Además en teletrabajo no tienes un segundo libre. Entre video y video trabajas para el hogar, te escapas cinco minutos para comprar el pan, recibes al mensajero de las compras a distancia, pones la lavadora, tiendes la ropa, preparas algo de comida, vamos un sin parar de hacer junto con la sucesión de reuniones virtuales convocadas más por la necesidad de mantener contacto entre los compañeros que para lograr avances concretos. No tiene tiempo para desarrollar sus proyectos. Cuando termina su jornada es cuando deja de sonar el teléfono y el ordenador, en esa tranquilidad puede dedicar dos o tres horas para cumplir con sus requerimientos de trabajo. Al final una prolongación de jornada obligada por la falta de productividad creada con la sucesión de reuniones diarias. No es un sistema eficiente ni respetuoso con la conciliación familiar. 

Su relación con Susana se ha resentido durante los meses del confinamiento, el no salir de casa dedicando horas y horas a reuniones telemáticas junto con la obligación de la entrega de responsabilidades les restó tiempo de relación agotando sus fuerzas hasta el punto de convertirlos en desechos humanos demandantes de sofá para dejar caer sus cuerpos agotados. La conversación se agotó junto con la paciencia ante el televisor. Todo es aburrido. La quiere por encima de todo, echa de menos ese momento previo a la cena cuando ambos se sonreían conscientes que empezaban sus horas en común, solos uno con el otro.

El atasco en la M40 es de campeonato, parece que ha ocurrido un accidente más adelante apenas avanzan unos metros por minuto. La nieve no para de caer, por ahora si te mantienes en la rodadura del coche precedente el coche se apoya en asfalto se puede circular. Fuera de la rodadura la nieve acumula ya más de quince centímetros de espesor.

Por el retrovisor nota a lo lejos la señal de luces intermitentes naranjas, divisa un camión quitanieves intentando avanzar por el carril de la izquierda. La hilera de vehículos que le preceden no consiguen desviarse al carril central que también está colapsado. Sin el quitanieves delante me temo que no vamos a poder seguir el camino. Dos agentes de la Guardia Civil de tráfico se acercan sobre sus motos con la señal de alarma azul encendida avisando de la urgencia. Conducen con habilidad entre los coches a pesar de la nieve acumulada. Su misión es liberar el carril izquierdo para permitir el avance del quitanieves. 

Las cuatro, el estómago de Agustín ha interrumpido su concierto demandando alimento consciente que hoy comerá con retraso. Lleva veinte minutos parado, la fila de coche no progresa, tras una hora de habilidad policial el quitanieves ha superado cuatrocientos metros en su camino hacia el inicio de la aglomeración. Cada vez cuesta más salir de la rodadura en la calzada. Algún coche ha resbalado al subir a la nieve y ha terminado chocando con otro complicando más la tarde. Echa mano del teléfono para avisar a Susana. 

Cariño no sé cuando llegaré. a casa, estamos totalmente parados en la carretera y aún no he llegado al túnel.

Susana le informa que lo que ha visto en las noticias y solo puede desearle suerte. Está todo muy complicado.

A las seis y cinco anochece en Madrid, en las últimas dos horas se ha acercado a casa quinientos metros, le restan doce kilómetros. La rodadura previa a los coches se ha perdido gracias al caer incesante de copos de nieve. Sobre el puente que atraviesa la autopista, perfectamente iluminado por las farolas, ve a personas esquiando disfrutando de la nieve. Hay gente para todo.

Las nueve de la noche, sobrevive Agustín gracias a la climatización del coche, menos mal que su depósito de gasolina está prácticamente lleno. Ya ni recuerda que tiene hambre, se entretiene repasando sus pertenencias. Ha vaciado la guantera, su cartera de documentos del trabajo e incluso se ha asomado al maletero para ver qué puede serle útil. Del maletero trae dos botellas de agua de medio litro, la reserva de las que utiliza para hidratarse mientras maneja el auto, los dos chalecos amarillo fosforescente de emergencia y un paquete de galletas pasadas de fecha con relleno de limón, recuerdo del viaje a Galicia del pasado mes de julio. Pocas cosas útiles, una navaja que siempre lleva en el coche, recuerdo de sus épocas de montañero, un corta uñas, un lápiz, tres bolígrafos, dos chupa chups y un cable para el móvil que aprovecha para conectar al coche y así recargar la batería del teléfono. Decide cenar un par de galletas y un caramelo de palo. Se raciona los alimentos ante la perspectiva de pasar la noche y parte de la mañana en el coche.

Susana le llama a las diez para ver cómo está, la conversación se prolonga por varios minutos, la conversación más larga que recuerda durante los últimos meses. La echa de menos, no solo hoy, sino la de antes, la del mes de julio en vacaciones. Sonriente, calmada, abierta, espontánea, libre para salir. El confinamiento les está pudiendo.

A las once decide tumbar su asiento, se pone el abrigo y los chalecos los utiliza para cubrir los pies. la calefacción a buena temperatura. Apaga la radio e intenta relajarse para dormir un poco. Tarda en conseguir el letargo de descanso, la postura y la situación no acompañan, serán las doce y media cuando cesan los ruidos de los coches vecinos y consigue dormirse. A las dos y cuarto, una mujer grita a unos metros de distancia. Se incorpora saliendo del vehículo, la nieve vence bajo su peso y le entierra por encima de los tobillos, un coche situado a treinta metros de distancia tiene la luz interior encendida, la puerta abierta y dos personas afuera agachadas. Otro grito, decide acercarse para ayudar en lo necesario.

Alicia se esfuerza en mantener la compostura, su hija ha decidido salir hoy al mundo para no perderse la nevada, adelanta dos semanas a las cuentas. Alicia tiene experiencia de otros dos partos previos, intenta hacerse dueña de la situación, en cambio Manuel su hermano está dominado por los nervios y la precipitación. La otra persona decide dejar hueco a Agustín pues no sabe bien qué hacer. Agustín avisa que regresa a su coche para llamar por el teléfono a emergencias.

112 ¿En qué puedo ayudarle?

Mire estamos atrapados en la M40 bajo el paso a nivel de El Pardo y una señora se ha puesto de parto

¿Se encuentra bien?

La veo muy tranquila, solo que los que estamos no sabemos cómo ayudarla

¿Puedo hablar con ella? 

Espere un momento que estoy a unos metros

Deja el teléfono en manos de Alicia quien con tranquilidad informa a emergencias de su situación, incluso del ritmo de las contracciones. Calcula que tiene para un par de horas. Le devuelve el teléfono y le aprieta la mano justo al coincidir con una contracción. Sus miradas se enlazan, la entiende a la primera. Su puesto está ahí, a su lado. Pasa al interior del coche sentándose en el asiento del conductor, de lado. Ofrece su mano a Alicia quien no duda en aferrarse a ella. Necesita un apoyo, sentir que es persona. Su hermano revolotea como una mariposa alrededor del coche hasta que Alicia le grita:

- ¡Manolo!, ¡Cierra la puta puerta!. ¡Se me está congelando todo!.

Una ambulancia del SUMMA aparece lentamente gracias a sus cadenas por encima del puente, aparca en la zona más cercana al terraplén de la derecha y dos personas bajan con cuidado la pequeña ladera para acercarse a la autopista. Llegan hasta el coche de Alicia, las seis de la mañana, en cosa de una hora comenzarán las primeras luces del día. Sigue nevando sin parar. Agustín regresa a su vehículo, la nieve depositada le llega hasta las rodillas. Está congelado y empapado de rodillas hasta los pies, sube la temperatura de la calefacción de su coche sin sentir alivio, el frío lo tiene dentro.

Con las primeras luces observa que prácticamente todos los coches están vacíos, sus ocupantes decidieron salir al anochecer para buscar refugio en algún lugar cercano. No se le ocurrió antes. Si lo hubiera hecho, Alicia no se habría sentido acompañada y solo habría tenido a la loca de su hermano. Gracias a la ayuda de dos Guardia Civiles que han llegado al lugar pudieron subir a Alicia hasta la ambulancia. 

Las diez de la mañana, abandono mi coche, según el google maps a dos kilómetros está una estación de metro. Un paseo de una hora y cuarto enterrándose en nieve hasta las rodillas a cada paso, empapado y con los zapatos destrozados consigue llegar hasta el suburbano. Dos horas más tarde entra en su casa. Susana le abraza con fuerza, como antes, le besa, como antes, le mima, como antes. Una noche separados por el temporal han necesitado los sentimientos para ponerse al día. Le prepara la bañera con agua muy caliente, sabe que Agustín se va a constipar, no es de aguantar mucho el frío. Unos minutos en el agua reparadora y comienza a recuperar sensaciones en los pies, los pinchazos en sus dedos le afirman que vuelven a la vida. Y no solo sus pies vuelven a la vida. Susana muy observadora comprueba el amanecer en el interior de la bañera, se anima hasta a compartir el agua. Los dos juntos comparten agua y temperatura. Todo vuelve a ser como antes. 

Buen viaje, Joe

  Joe, simplemente Joe. Omitiendo, desde siempre, el rango familiar de tío. Recuerdo tu aterrizaje entre la familia cuando Ana, también sin ...