8.2.20

Con Esa no

Sofía no está bien, su humor varía con altibajos emocionales tan fuertes que en las crisis necesita que la ingresen en un psiquiátrico. A sus treinta y nueve años no consigue evitar envenenarse con su propia bilis al recordar que Manolo, su Manuel la dejó tres años atrás por Esa. Una mujer muy mona, trabajadora, de las que van siempre arregladas, dispuestas, con energía y poderío. Ella, ama de casa, de poco leer y menos moverse se había echado a perder. Su cuerpo delgado y con curvas de antaño había evolucionado tridimensionalmente hasta llegar a ser un amasijo difícil de medir, sus curvas se perdieron con la expansión. Le gusta comer, odia arreglarse y se quiere tan poco que ni se esfuerza en sacarse partido. Sus grandes ojos, negros, profundos, brillantes dan vida a su semblante sombrío reflejo de sus problemas mentales graves.

Tras el divorcio se quedó con Juan, su hijo del alma que ahora luce sus trece años con una explosión de vello por todo su cuerpo, se parece mucho a su padre. Lleva mal Sofía recordar a Manuel en cada gesto de Juan. A todo te acostumbras aunque en ocasiones llega a odiar a su hijo solo por la similitud física y gestual con su progenitor. Los reiterados ingresos en el psiquiátrico de Sofía los soluciona Manuel llevándose a Juan a su casa quien disfruta cada vez más la convivencia con su padre y Alicia, su mujer. 

Juan agradece mucho el cariño que recibe de Alicia, una gran mujer, muy centrada, amable y con sentido del humor. De cuerpo agradable y cara atractiva no es guapa en la definición estricta, algo tiene que te atrae, mucha personalidad y un gran sentido del humor. 

El último ingreso de Sofía resultó ser más prolongado de lo acostumbrado. No le permitieron ir de visita para acompañar a su madre, veinte días que se le pasaron muy lentamente a Sofía y volando a Juan de lo bien y a gusto que se siente con su padre en un hogar ordenado y cariñoso, donde las reacciones son normales, previsibles y lógicas en contraste con el tobogán de emociones amor-odio propias de Sofía.

Manuel, tras el último ingreso de Sofía, pasa casi a diario con el psiquiátrico para interesarse por ella, habla con los médicos, con las cuidadoras y enfermeras. El médico supuso al verle cada día que Manuel es el marido y le puso al corriente sobre la enfermedad de Sofía, su evolución y la complicación creciente que esperan. Manuel aprovecha la oportunidad para hacerse con un informe muy extenso que utiliza para redondear su demanda en el juzgado de familia donde solicita la custodia e incluso la patria potestad completa para decidir sobre la vida de Juan hasta su mayoría de edad, solicitando la nulidad de decisión de Sofía.

El juzgado ante la evidencia de la enfermedad mental grave de Sofía, dicta que la custodia de Juan la ejerza Manuel, permitiendo a Sofía un régimen de visitas muy relajado si su situación emocional lo permite. Dos fines de semana al mes, alternos.

Los primeros turnos se cumplen sin problemas, Sofía mantiene su baile emocional entreteniendo a Juan en las fases de amor y evitando éste a su madre cuando manda la fase de odio.

El calendario escolar suele establecer un falso puente que diseñan los docentes para romper el primer trimestre, final de febrero, la previsión meteorológica no invita a salir, lluvia y viento. Un plan de casa, casa y casa. Sofía ni imagina gastar tiempo ni dinero para ir al cine o cenar algo fuera. El viernes y el sábado avanzan despacio, Juan está feliz, ha batido seis niveles de su juego preferido en línea que le entretiene mientras dura la batería de su tablet. Chatea con su compañeros para presumir de su hazaña. Es feliz. Su madre no le ha dirigido la palabra en todo el día, muy silenciosa desde que ha venido. No se hace muchas cuentas, está tan acostumbrado a sus cambios de ánimo que cualquier reacción la da por buena.

Sofía propone ir el domingo a la sierra.

- Mamá, está lloviendo
- Y en la sierra nevando. Podemos jugar con la nieve
- De acuerdo, pero tengo que volver pronto, tengo que estudiar


Madrugan y llegan a conocer las primeras luces del día en la carretera de La Coruña, poco tráfico, es muy pronto. Una fina lluvia abrillanta el pavimento y el coche, su antiguo Ford fiesta, con más años que Juan. Suena por todos los tornillos, la climatización por falta de mantenimiento funciona mal, tiene picos de calor que se suceden con minutos de inacción, a imagen de su conductora. 

- Mamá ¿No te habían dicho que no condujeras con tu medicación?
- Tranquilo, no me la he tomado
- Joder, Mamá, así no puedes estar que sabes que es peor
- Me la tomo al regresar a casa, te lo prometo. Me apetece estar contigo jugando en la nieve y deseo disfrutar del día estando despierta. La medicación me adormece y me pierdo las emociones de la vida

Juan la mira sin fiarse mucho, sabe del peligro que tiene su madre sin el control farmacológico. Al fin y al cabo serán unas horas. Se queda alerta para reaccionar como otras tantas veces si le da el ramalazo violento.

La explanada de aparcamiento de Puerto de Navacerrada está libre, con a penas un tercio de ocupación. Descienden del coche y se abrigan a conciencia, no tienen ropa apropiada para la nieve, en lugar de eso optaron por cubrirse de sucesivas capas y sobre los pantalones un chubasquero impermeable comprado en el chino del barrio.

- Ven te invito a un desayuno potente

Pasan al bar que está lleno a reventar, les cuesta encontrar un hueco en la barra, los amantes de la nieve son muy madrugadores, en diez minutos abren las pistas, están apurando sus chocolates calientes y los bocadillos para aguantar la mañana deslizándose por la ladera. Un grupo se despide con varios bocadillos envueltos en papel de aluminio. Senderistas con intención de bajar la senda Smith hasta Cercedilla. Bien equipados, con una media de edad pasados los sesenta. Se nota que llevan mucha vida caminando por la Sierra, buen ánimo y buen color llevan. Se calan sus gorros de lana, guardan su comida en las mochilas y salen al exterior hablando animadamente.

- Dos chocolates y dos bocadillos de tortilla

El desayuno despierta a Juan de su modorra mañanera, se sorprende por terminarse tanta comida de mañana animado al ver a todos los clientes del local engullendo el mismo menú con devoción.

La luz del sol manda, el día avanza. Persiste la fina nevada. Madre e hijo salen a pasear en dirección Peñalara, alquilan un trineo y dedican las próximas dos horas a deslizarse por la pendiente y a empaparse su ropa inapropiada. A las once la mañana Juan se cansa del juego, siente frío. Está empapado. Sofía no siente el frío, salvo en los pies y está igualmente empapada. Su ropa no para de aspirar agua, sus calcetines son esponjas frías, a cada paso bombean agua hacia afuera por los poros del tejido. Sus viejas zapatillas de deporte solo han aguantado quince minutos.

- Mamá, vámonos. Tengo frío
- Vamos al coche que algo de ropa seca hemos traído

Del maletero del coche rescatan un jersey seco y muda de calcetines para cada uno. Su calzado está empapado, cambiarse de calcetines no es la solución, salvo que no usen sus zapatos. Es lo que deciden. Se cambian, subidos al coche, de calcetines y arranca el motor. Sofía decide conducir descalza sin evaluar el peligro que supone. Arranca el vehículo y fuerza la calefacción al máximo con idea de recuperar el tono corporal de Juan además de secar un poco sus ropas. Inicia el camino de regreso mientras observa la fila interminable de los vehículos que suben a la estación. La nieve es un poderoso imán para muchos madrileños.

El viejo Ford patina en un par de ocasiones durante las prolongadas cuestas de bajada del puerto, descender con poco dibujo en las ruedas con el asfalto mojado tiene su peligro. Los primeros cinco minutos les acompaña la fina nevada que se encontraron desde primera hora, al descender la nieve se torna en agua, esa lluvia fina que te empapa en poco tiempo será el paisaje el resto del trayecto. La temperatura en el interior del coche sube, a afortunadamente la calefacción ha decidido funcionar  y anima a Juan a quitarse capas de ropa, sus pies siguen dormidos y los apoya en la salida del aire desesperado por calentarlos.

- Baja los pies, esa postura no es segura si doy un frenazo

Juan no hace caso. Sofía mira a su hijo con tristeza. Juan nota algo en esa mirada que no le tranquiliza. Ya empieza su madre a echar de menos su medicación.

- Juan no te vas a ir con tu padre
- No digas bobadas Mamá, claro que voy a ir. Esta tarde
- No me pueden quitar a mi hijo
- Mamá no te han quitado nada, no puedes hacerte cargo ni de ti misma
- Y te vas a vivir con Esa
- Se llama Alicia y es muy cariñosa conmigo, deberías alegrarte por ello
- Esa no es tu madre, soy yo
- Lo sé Mamá. ¿Por qué no paramos y descansamos un poco?

Sofía acelera la marcha rebasando el límite de velocidad

- Mamá, para, para. ¡Mamá! 
- No te vas a ir

Sofía acelera y antes de desviar el coche hacia la derecha en un hueco del quitamiedos, pulsa el cierre del cinturón de Juan.

La Guardia Civil acordona la zona, un viejo Ford Fiesta se ha salido de la carretera chocando violentamente contra un pino, rodando el coche posteriormente por la ladera unos tres metros hasta que otro árbol detiene su descenso. En su interior, encuentran a una mujer de unos cuarenta años, descalza, presenta una herida fuerte en la cabeza. Respira y tiene pulso. La dan por inconsciente. El equipo médico que acude al rescate la reanima. ¡Estaba dormida! El joven que viajaba a su lado, sin cinturón salió despedido por el parabrisas que abrió con la inercia y el peso de su cabeza. Presenta posible rotura de cadera. Muere en el acto al salir disparado y terminar el vuelo sobre una roca de granito cubierta de musgo.

- Señora, ¿Cómo se llama?
- No va a irse 
- ¿Cómo dice?
- No va a irse



6.2.20

Dentista con sorpresa

La mesa central salpicada de revistas desfasadas. Hola, Love, Lecturas, Viajar, Stilo, Muy interesante e incluso un catálogo de IKEA. Puestas al servicio de los que esperan con el fin de amenizar los largos y habituales minutos de acumulado retraso.

Frente a mí, sentada en el sillón más cómodo de la sala, una señora en los sesenta pasados lee con interés la columna que describe la vida de la exmujer de un torero famoso por el ruedo y las ruedas de féminas. Mantiene la postura sin perder el ritmo de la lectura, interesante sin duda. Su boca entre abierta dignifica su concentración. Me hace dudar sobre su estado de vigilia, tras diez minutos manteniendo postura y la misma hoja llego a pensar que está dormida con los ojos abiertos. Pues no, cambia de hoja. Lee despacio. Su lengua asoma brevemente para humedecer sus labios y su dedo para pasar pagina. Se concentra de nuevo en la historia. A su izquierda, sentada encorvada con un pie sobre el asiento, mascando chicle, está una joven morena de pelo corto con la vista perdida en la pantalla de su teléfono celular. No para de escribir, cambia de red social a red social, se informa y salta al chat para poner al día a sus amistades. Consulta su reloj, lleva media hora de retraso y eso la empieza a contrariar. Sopla orientando el flujo de aire con su labio inferior para despeinar su flequillo. A mi derecha, sentado en el suelo y apoyado en la mesa central, un niño de unos seis o siete años, sorprendentemente quieto y pacífico. Ha apartado parte de las revistas para hacerse hueco, está dibujando lo que aparenta ser parte de sus deberes escolares. Y yo, sentado mirando a mi alrededor, reviso mi reloj de pulsera, cuarenta minutos de retraso, siempre me pasa igual.

La pared opuesta, donde está el sillón elegido por la señora de la revista sirve como exposición de un par de orlas universitarias, diplomas acreditativos,  títulos oficiales de médico, cursos y congresos médicos, alguno de ellos en francés o en inglés. Doctores Sánchez Huete. Hermanos.

La sala de espera es el espacio diseñado como el salón del piso, a la derecha un pasillo que distribuye a tres habitaciones, en este caso consultas. Las puertas numeradas.

- Ricardo Gómez, consulta 2

Me llama la rubia de recepción, sin molestarse en levantar su delgado y bien proporcionado cuerpo de su mesa en la entrada. Su voz nasal, inapropiada para ese cuerpo, me despierta de mi letargo.

- Voy

Atravieso la puerta y entro en otro mundo, a imagen de una clínica, la sala dispone de un suelo de placas blancas, paredes blancas decoradas con pintura plástica. Muebles auxiliares de clínica y un sillón articulado propio de dentista, lámpara incluida. Esos sillones me gustan, con su fuente de agua y sus diferentes tornos y taladros preparados. Me quito la chaqueta que dejo cuidadosamente en una silla auxiliar y tomo posesión del sillón, incómodo por la postura que han dejado un tanto inclinado. El médico no aparece, es su estrategia de espera, la misma que utilizan en los aeropuertos para despegar, por fases. 

Aparece, al fin, con su mono de trabajo blanco, ropa de hospital. Su gran barriga acompaña su figura bonachona y amable. Calvo con poco pelo sobre las orejas, mirada dulce y voz grave. Un buen tío, de fiar.

Me da su mano y se dirige a su ordenador para repasar su orden de trabajo conmigo.

- Bueno, Ricardo, ¿vienes con ánimo?
- Vengo mentalizado
- Vamos allá

Me pone un protector de papel colgado de una cadena sobre el cuello. Decido quitarme la corbata para prevenir manchas. Me acomodo de nuevo y abro la boca.

- Abre más

El dentista aprieta la jeringa hasta comprobar que sale la primera gota y así asegurarse de eliminar el aire de su depósito. Apunta hacia la encía para adormecer con la anestesia la sensibilidad en mi boca cuando un sonido fuerte y brusco interrumpe la maniobra.

- Discúlpame, voy a ver qué pasa

El niño está encogido en la esquina, sentado en el suelo con sus rodillas en la barbilla, tiembla. Sus lápices están desparramados por el suelo, el dibujo se ha quedado en la mesa, roto por una de las esquinas, un trozo en forma de media luna ha sido arrancado. La hoja del dibujo mantiene un doblez propio de haber sido sujeto con fuerza.

La abuela está de pie mirando fijamente al niño, con un trozo de papel en la mano que aprieta con fuerza desmedida. Sus uñas se empiezan a clavar en su palma de la mano.

La chica del chicle mantiene su postura ajena a lo que ocurre, distraída con sus redes sociales y aislada con sus auriculares con la música a un volumen insano para la calidad de su oído.

- Abuela, respira hondo, abuela, abuela

El niño implora en el suelo.

Aparecen en la sala ambos facultativos, son iguales, hermanos gemelos. Los diferencias por la ropa y porque el dentista va con su ropa de hospital. El otro con un traje cómodo sin muchas pretensiones.

El doctor con traje se interpone entre la señora y el niño mientras comienza a hablar con tono sereno, suave. Evita el contacto físico con la abuela.

- Gertrudis, ya hemos hablado de esto muchas veces. Respira conmigo, dentro, retienes con el estómago, expulsamos lentamente por la boca. Bien. Otra vez, despacio

La mano de la paciente se abre poco a poco liberando fuerza y rabia.

La rubia de recepción por fin se ha levantado de su puesto e intenta comunicarse con la morena de pelo corto.

- Amanda, Amanda. Ven conmigo, por favor. Acompáñame

Amanda se retira uno de los auriculares mientras regresa al mundo de los vivos. Cae en la cuenta que algo pasa. Se fija en la rubia que la está invitando a pasar. Piensa que es su turno de consulta. Accede y sigue a la rubia hasta la puerta número 2.

- Ah, hola, pasa.

La recibo de pie, he recuperado mi corbata y la chaqueta. Le doy la mano y la invito a sentarse en el sillón de consulta.

Me pongo unos guantes, pulso con el pié el pedal para bajar el respaldo del asiento, mientras enciendo la lámpara.

- Dime ¿Estás preparada?

En mi mano, luzco la jeringa que había preparado el doctor Sánchez para anestesiarme.

- Si yo vengo a limpieza

- Así no te dolerá

El doctor regresa y se alarma con la imagen

- ¡Ricardo!¿Qué hace?¿A qué está jugando?

Vaya, me ha pillado. 

- Ricardo, el juego de los dentista es solo para ti, aquí cada uno tiene un juego distinto. Ven Amanda, sal de la sala, te llevo a la tuya que es la tres.

- Yo quiero jugar a los médicos. Me quejo

- Y yo, también. Demanda Amanda.

- Amanda, tu consulta es para jugar a los médicos en la sala tres. Recuerda que contrataste jugar con un hipnotizador y tú Ricardo contrataste jugar con un dentista que abusaba de ti. Mira, también tengo preparadas las cuerdas para cumplir tu deseo de ser dominado. La que te va a dominar viene motivada, está preparada en la sala. Está mi hermano calmándola porque se ha peleado con su nieto que tiene doble personalidad.

- Y ¿para mí?

- Te va a hipnotizar mi hermano y tendrás tu sesión de regresión a la infancia con el nieto. Va a ser una noche de miedo terrorífica.

Me animo a preguntar.

- ¿Sois médicos, verdad?

- Somos profesionales del terror a demanda, no somos médicos. Actuamos y disfrutamos con lo que hacemos. Siempre entregamos lo que demanda y contrata el cliente. Ustedes cinco han contratado un desenlace imprevisto, con programas incluidos de dominación, abuso, discusiones, cambio de parejas. La rubia es una experta manipuladora con experiencia en los últimos seis escape room que hemos organizado como este. ¿Quién quiere morir para escapar de su vida?¿Quién quiere matar para poder salir de aquí? Solo pueden salir cuatro con vida.

- ¿Y si nos arrepentimos? Y no matamos a nadie

- En la pantalla colgada de la pared en la recepción cada treinta minutos aparecerá un nombre según los criterios de selección de nuestro programa de análisis del comportamiento humano alimentado con las veintitrés cámaras repartidas por la casa. El ordenador toma la decisión. Si os fijáis ahora aparece el nombre de Amanda, pero puede ir cambiando en función del comportamiento individual de todos ustedes. Es en este momento, Amanda es la candidata a ser ejecutada por mi hermano y por mí. Si a las seis de la mañana no hay un muerto, nosotros ejecutaremos a la persona que su nombre aparezca en la pantalla. A las seis. Como fija el contrato que han firmado todos ustedes ante testigos. 

- Bienvenidos al death escape room. Han pagado para esto, para vivir una experiencia terrorífica. Cada uno de los cinco ha manifestado deseos de quitarse la vida, veremos hasta qué punto sus deseos son reales o no. Para eso han pagado cien mil euros cada uno. Disfruten de la experiencia, cinco horas de juego y tensión, puede que sus últimas cinco horas de existencia. Amanda ¿Quieres morir? ¿Qué vas a hacer al respecto?










3.2.20

La madre de Venancio

- Venancio ¿Qué vamos a hacer ahora?
Paca se muestra desbordada por las circunstancias, implora una solución a su único hermano y además el mayor. El tanatorio lo han construido en el municipio vecino, gracias a un convenio de mancomunidad. Se queda pequeño para la ocasión. Despedir a Venancio Olmo muy querido en la comarca exige mayor capacidad y salas más cómodas. Muchos vecinos ancianos, casi impedidos, vienen a mostrar su último homenaje, vienen acompañados, por familiares la mayoría o por una asalariada sudamericana que les presta compañía y trato humano. 

Venancio durante años fue alcalde de su villa y prohombre de la comarca, dedicado a su campo, sus ovejas y la fábrica de queso. Para él cerrar la fábrica once años atrás le supuso el mismo dolor que perder un hijo al que has criado. Sus hijos emigraron a Madrid buscando otra vida y la encontraron, como tantos hijos del pueblo. Actualmente el pueblo se ha quedado vacío, solo moran personas mayores acompañados de apenas seis niños necesitados del autobús diario que les acerca al pueblo vecino para ir al colegio. Es un pueblo sin futuro. Salvo en verano que duplica su población acogiendo a los emigrantes que regresan buscando vacaciones tranquilas y baratas, son todo baratas.

- Te acompaño en el sentimiento

Venancio recibe condolencias de personas que no conoce de nada, las agradece con cara compungida, la que se espera que debe poner. Los últimos años de vida de su padre fueron duros para él, perder la vista por culpa del azúcar, vender el ganado al no poder mantenerlo y cerrar la fábrica. Desde entonces la relación pare e hijo se hizo más tensa por la intransigencia producto de la edad y por la negativa del hijo a dejar Madrid para mantener el negocio familiar que a duras penas ganaba para mantener a una familia.

Desde el pasado mes de junio, Venancio disfruta de su jubilación, tras cuarenta años trabajando como conductor de autobús en una empresa de servicio discrecional. Convive junto a su mujer Olvido en un barrio obrero de la periferia de sur de Madrid, con su hija pequeña, fea y orgullosa como su madre. Difícil que encuentres un tonto como yo para casarte hija, le ha repetido en varias ocasiones. La niña ronda ya los treinta y no se le conoce varón. Trabaja en una gestoría del barrio como administrativa con un sueldo bajo y expectativas más bajas todavía. El mayor, Oscar, al que se negó a poner su mismo nombre, se casó hace unos años y con dos hijos lleva su vida con normalidad. Poco pasa por la casa familiar. Evita cruzarse mucho con su madre, siempre capaz de crear conflictos donde no los hay.

La vida de Venancio es aburrida, se encarga de los recados diarios, hace su paseo rutinario y una vez a la semana queda con sus amigos de la peña amigos de los toros para ver una corrida en la tele de un bar con ambiente taurino que frecuentan habitualmente. Olvido le mangonea lo que no había hecho hasta ahora, fue dejar de trabajar y encontrarse instrucciones diarias de su mujer que desde el primer minuto dejó claro que no le quería a su lado como una sombra.

- Venancio, tenemos que hablar.

Paca sube el nivel de ansiedad de su tono al de queja.

- Espera a que sea la hora de comer, se irán todos los vecinos y nos quedaremos tranquilos.

A la una y cuarto comienza el desfile de dolientes de regreso a su casa, ya han cumplido, les han visto los familiares y el resto de vecinos atestiguan que han estado. A las dos y diez no queda ninguno. Olvido junto con la niña se llevan a la viuda a casa para que descanse un poco, coma algo y se tome su medicación. Paca y Venancio se quedan solos, cierran con llave la puerta del velatorio y se encaminan a la cafetería del edificio para comer. El menú es poco variado, les vale, no son exigentes. Comen para alimentarse, sin buscar lujos ni placer, no valoran el paladar. Todo les viene bien, su origen humilde les moldeó en la mínima exigencia en el comer. Pisto con huevo y filete a la plancha.

- ¿Me lo puedes poner todo en un plato?
- A mí también, gracias

Sentados en una mesa apartada, con una cerveza en la mano cada uno, los hermanos valoran las opciones.

- Madre necesita ayuda, no puede estar sola. Recién operada de cadera, tiene la movilidad muy reducida, necesita un andador para desplazarse incluso en casa.
- Ya. Tendremos que buscar a alguien de compañía, como tienen todos.
- Su pensión va a ser muy baja, me ha confirmado tu hija que lo ha mirado en su gestoría. Tu padre cotizó muy poco, a ella le van a quedar cuatrocientos euros al mes de pensión, con eso no tiene para pagar la compañía, su comida y los recibos de la casa.
- Pues tendrá que vender las tierras
- Escasos cincuenta mil euros sacaremos por las tierras.
- Pues buenos son, estirados le llegan para varios años. Al final tiene ochenta y nueve años, poco va a gastar
- Ya que estás jubilado, ¿te has planteado vivir en el pueblo?
- ¿Yo? Ni Olvido ni yo estamos hechos para vivir en el pueblo y menos para estar cuidando de Mamá. Y ya que preguntas ¿y tú?
- Sabes que estoy trabajando, me quedan cinco años para jubilarme y siguen en casa mis dos hijos que no se van ni con agua caliente. Se podrían ir con su padre, pero no quieren. Viven muy bien a la sopa boba
- Solo se me ocurre buscar a alguien de compañía
- Cobran unos mil euros al mes, yo no tengo dinero
- Ni yo, mi pensión es ridícula y sigo con la niña en casa. Ni puedo pagar ni mil ni quinientos euros. Vendemos las tierras, con eso tenemos para unos cuatro años
- ¿Y después?
- Dios dirá
- A mi, me vendría muy bien mi parte del dinero de la venta de las tierras y de la casa del pueblo
- Y ¿Qué hacemos con Madre?
- Nos la repartimos, un mes casa uno
- ¿De paquete? ¿Un mes en tu casa y después otro mes en mi casa?
- Tenemos sitio, tú tienes la habitación del chico que ya se fue y yo tengo una habitación libre que sería para mí y a Madre la dejo mi cama
- Tú estás loca. No podemos hacer eso, primer pensando en Madre, luego pensando en nosotros
- Lo he hablado con ella y está de acuerdo
- Ya me imagino la conversación, dinero, lo que cuesta, lo más barato y somos pobres. No creo que Olvido esté de acuerdo, además en mi casa no hay ascensor no la veo subiendo dos tramos de escaleras
- Olvido me ha dicho que lo que Madre necesite
- Alucino ¿le has contado todo? hablaré con ella
- Creo que no hay otra salida, no tenemos dinero, ella tampoco, las cuidadoras cuestan mucho, no se puede manejar sola, el ayuntamiento no tiene medios para atender a tanto anciano necesitado y solitario. Necesita a la familia

Venancio se siente acorralado, en su fuero interno sabe que es un error, no encuentra argumentos convincentes para oponerse. No lo ve por ningún lado.

- Luego hablo con Olvido
- Esto tenemos que solucionarlo los hijos
- Sí pero es mi mujer, vivimos juntos y su opinión me importa y mucho. Tú te divorciaste hace años y decides solo por tu cuenta. Estás forzándome a tomar una decisión dejándome sin salidas y sin poder consultar, no eres justa. Si tanto interés tienes, llévatela contigo y yo colaboro en los gastos.

Olvido no le facilita la decisión, tampoco se la cierra, lo deja todo el manos de Venancio.

- Si tu madre viene a casa, no quiero saber nada de ella, tú te encargas de lavarla, pasearla, llevarla al médico. Yo no voy a ser su cuidadora, que te quede claro

Venancio se siente atrapado, por un lado su hermana con un planteamiento económico apabullante, por otro lado su madre que no puede quedarse sola y por el lado contrario Olvido, madre e hija. decida lo que decida, está perdido, se va a equivocar con alguien. La tarde en el tanatorio se pasa muy despacio, a penas tres visitas, vinieron casi todos por la mañana. A la mañana siguiente, durante el entierro, Paca le vuelve a insistir.

- Tenemos que decidir
- De acuerdo, no parece que tengamos muchas opciones ¿verdad?

Ambos fijan los turnos, su madre irá por meses completos a vivir con sus hijos turnado su estancia turnando las casas. El que empieza turno se encarga de ir por ella a casa del hermano que cede la custodia el último día del mes.

Los primeros meses de convivencia sirven para ajustar los ritmos de la vida en los diferentes hogares. Venancio se relaja en el tercer turno, su temor a los roces entre su madre y Olvido son infundados, la convivencia es amena, enriquecedora e incluso fluida entre ambas mujeres. La vieja hace de abuela con la nieta y de suegra amorosa con la nuera. Hacer de madre es otra cosa. Construyen una gran alianza femenina, Venancio está rodeado, criticado, vigilado. Está solo en su propia casa.

La vida fluye, los turnos alternos ordenan la vida en ambas casas. Venancio ha dejado de temer por la convivencia, solo lamenta su suerte durante el mes de disciplina materna. Paca está feliz, encuentra que la solución es muy óptima y desde que pudieron vender las tierras y la casa, su situación económica ha mejorado.

Un año entero dura la armonía en casa de Venancio, el tiempo justo para el primer desencuentro entre Jimena, la abuela, y Olvido. La discusión es tremenda, las lenguas salpican veneno, mujeres luchando verbalmente, solo puede haber una señora de la casa. Jimena ha llegado a creerse que podría ser ella, no contaba con el fuerte carácter de Olvido. Desde ese momento, la convivencia se agría en casa. Venancio se pasa el día intermediando entre ambas. La disposición de Olvido para pasar la tarde con su madre hablando ha terminado. Venancio se encarga por las mañanas del aseo de su madre, su paseo ayudada con su andador. Tras la siesta de la tarde, se sienta cerca de ella por si quiere conversación. Con él no es lo mismo, no acostumbra a hablar con hombres, solo con mujeres. Lástima que ya no se crucen palabra.

- Madre, podría disculparse con Olvido
- Quia
- Madre, vivir así es muy duro
- Buf

Hasta el día del cambio de custodia, Olvido mantiene su cara de amargada demostrando el disgusto por convivir con su suegra. Se permite relajarse en cuanto sale Jimena por la puerta. Tiene un mes por delante para vivir. 

Esta situación no puede perpetuarse, no debe, pues lo hace, sigue así durante meses. El orgullo de ambas mujeres no les permite ceder. Venancio nota que su tensión crece con cada custodia. Su madre, cada vez más molesta, demuestra con su comportamiento que no piensa acomodar su estancia.

- Quiero volver al pueblo
- Madre, la casa se vendió
- Pues la compráis de nuevo
- Eso no puede ser, madre
- Tienes que arreglar esto, yo aquí no vuelvo y a la pesada de tu hermana no la aguanto más
- ¿Ha pensado que el problema puede ser usted?
- No haberme sacado del pueblo
- No puede vivir sola
- Mejor sola que mal acompañada

La última semana, Jimena está especialmente picajosa, todo le viene mal. Lleva dos semanas que no ha querido salir a la calle, por el frío, pasea por la casa a todas horas con su andador, dificultando el tránsito  y molestando a su nuera en su pequeña casa, chocando con los muebles y las puertas. No pasa tarde que Olvido olvide relatar todos los inconvenientes que provoca la vieja a Venancio. Pobre Venancio si no tiene bastante con cuidar a su madre, las quejas de Olvido le abrasan la mente.

- Paca, al otro lado del teléfono, no puedo más, esto no puede seguir así
- ¿Y qué hacemos?
- He hablado con varias residencias cerca del pueblo, parece que la Comunidad Autónoma subvenciona la estancia y solo les cobra el noventa por ciento de su pensión
- ¿Entonces?
- Vamos la semana próxima, he conseguido cita en la residencia La viña. Es posible que hasta conozca a algunas de las internas. Estará en su ambiente y nos liberará a ambos de estos turnos. Yo no puedo más, voy a cumplir setenta años y no estoy para estos disgustos
- Yo tampoco puedo con ella
- ¿Quedamos entonces el lunes? vamos con ella y si le gusta, se queda.
- Le gustará

Jimena regresa a su tierra, abandona el Madrid que siempre odió, los cambios de casa, sintiéndose siempre extraña y una carga en familia. Recupera su sonrisa al reconocer a dos amigas en la residencia. El fisio la ayuda para dejar la dependencia del andador, las cuidadoras la animan. Hasta sonríe un poco. No echa de menos a sus hijos, son de otro planeta. A la hijaputa de Olvido no la quiere volver a ver. Sus hijos la han tratado como una enferma desvalida, la han despojado de sus bienes, se han repartido la herencia y la han hecho sentir que sobraba. ¡Que les den!. Con noventa y dos años no tiene que aguantar nada de esto.

Venancio no consigue renovar el carné de conducir, no supera el examen médico. Para ir de visita depende de a su hija le venga bien llevarle. Las visitas se espacian durante meses. La memoria de Jimena se ralentiza y no hace cuentas. En la última visita no le reconoce.

Jimena deja entre sus cosas, una carta destinada a cada una de las personas de su familia. La encargada de la residencia se las entrega a Venancio el día que recoge sus pertenencias tras su entierro.

Venancio abre la carta destinada a su mujer, se teme a su madre, prefiere violar la correspondencia a tener un disgusto en casa

Querida Olvido:  Pasé unos meses muy agradables en tu casa y nunca te agradecí lo suficiente tu hospitalidad. Tu amargura de carácter provocó nuestro desencuentro que podrías haber evitado. Me condenaste a una convivencia aburrida con el amargado de mi hijo. Os deseo a los dos una larga vida para que podáis disfrutar juntos de la amargura e insatisfacción que tenéis en común, de esta manera valoraréis lo que me tocó vivir a mí en vuestra puñetera casa. Firmado, Jimena.

Con cierto desespero, abre el sobre dirigido a él

Querido hijo: Ya me he ido, descansa. ¿Te has planteado lo poco que se parecen a ti tus hijos? A saber con quién los hizo esa bruja. Firmado, Madre.

El resto de cartas terminan en la estufa de la entrada de la residencia. El odio arde muy bien. Hace una bola con las dos cartas abiertas y las lanza con rabia al centro de las llamas. Joder con la vieja.

2.2.20

La vida es la vida

- ¿Cuándo fue la última vez que miraste a los ojos a tu marido? ¿Recuerdas el día que pasó de ser Emilio a mi marido? No hablo del día de la boda, sino de ese día donde el enamoramiento se encajó en un hábito diario y la persona mudó a rol. Piensa. Seguramente no fue un día, recuerda una época, una serie de situaciones, detalles.
- Recuerdo un desencuentro con mi suegra que Emilio en lugar de ponerse de mi lado, eligió defender a su madre sin analizar la situación ni mis sentimientos. Me dolió. Esa época nuestra comunicación se alteró, como el sexo.

Elena me mira invitándome a seguir hablando. De eso se trata de hablar. Elena es la psicóloga que hemos contratado para realizar sesiones que nos ayuden a encontrarnos de nuevo e intentar salvar nuestro matrimonio. Estancado desde hace varios años en una convivencia rutinaria, llena de matices padre-madre sin sitio para un nosotros. Me animo a seguir hablando.

- Mi suegra es prejuiciosa, opina sobre todo y todos, sin conocer la verdad de los hechos o situaciones, los mezcla con su visión moral y con su sentimiento de rechazo hacia mí, que nunca me aceptó del todo. Y te lo suelta según se le ocurre en la lengua, porque piensa con la lengua
- Veo que os lleváis bien
- Me callo por mi marido para no ponerle en una situación comprometida. Cada vez que coincidimos me mentalizo para no saltar ante cualquiera de sus comentarios que me dañan. Respiro hondo y me digo a mí misma que son un par de horas y después hasta la próxima vez dentro de un par de meses o tres
- ¿Has valorado plantarte y dejar claro que te molestan sus comentarios?¿Que te hieren?
- Eso pondría en una situación comprometida a Emilio
- Vaya, es la primera vez que le llamas por su nombre. ¿Qué has sentido para reaccionar así? ¿En qué pensabas cuando te he preguntado sobre tu valoración?
- En defender a Emilio.
- ¿Le cuidas?
- Sí
- ¿Como una madre o como compañera?
Silencio. Me quedo mirando a los profundos ojos de Elena. Avellana, pintados sus párpados con toques verdes. Sientes su mirada felina. Más de gato mimoso. Es un amor de mujer. Me dan ganas de besarla. Te enamoras de ella sin querer. Por no mencionar su olor. Usamos el mismo perfume, en ella huele a pasión controlada, en mi piel como a prestado. El perfume se evapora de mi piel muy rápido. 
- Sonia ¿Sigues aquí?
- Sí, perdona, me has hecho pensar. Creo que reacciono como madre protectora con él
- Olvidemos a tu suegra, que por lo que cuentas, para ti, es una fuente de conflicto emocional. Busquemos en el día a día. Descríbeme un día de convivencia, qué haces, qué hace Emilio, cómo os tratáis, ¿Os abrazáis, besáis, rozáis?. Háblame del día de ayer, por ejemplo
- El día de ayer no te sirve porque no coincidimos. Estuve de viaje por trabajo dos días en Málaga. Me voy al pasado domingo. Estuvimos solos hasta las siete de la tarde, los chicos fueron de excursión con los scouts a pasar el fin de semana a la sierra. Nos levantamos tarde, después de haber trasnochado, salimos de cena y copas con un grupo de amigos comunes aprovechando que estábamos libres de hijos. Al llegar a casa, hicimos el amor precipitadamente, estábamos cansados y se nos había pasado nuestra hora habitual. No se entretuvo mucho conmigo, fue más funcional que cariñoso. Me apetecía sexo, pero de otra manera. ¿Por qué es tan egoísta? Hace meses que no me echa un buen polvo, necesito más tiempo, que se dedique más a mí.
- ¿Se lo has dicho alguna vez?
- La verdad, no.
- No nos distraigamos, sigue con tu relato
- Nos levantamos tarde, los ruidos en la calle fueron creciendo, la campana de la iglesia de los capuchinos avisaba de la hora del culto. Las once vi en el reloj de la mesilla. Nos desperezamos en la cama. Emilio se despertó con ganas de mas. Se acercó a mi buscándome. Tras la experiencia de la noche, no me apetecía demasiado. Me libré de él mientras notaba su frustración. Reconozco que su acercamiento fue cariñoso y sincero. Fui brusca, lo sé. Mi manera de vengar la noche anterior, me sentí un poco objeto. El desayuno fue en silencio y enseguida me puse a cocinar, los domingos aprovecho y cocino para tener comida preparada para un par de días al menos. Mi marido sabe que me gusta cocinar a solas, sin que me molesten. Él se marchó a por el pan. Me trajo un ramo de flores muy bonito que no le agradecí lo suficiente. Solo le regalé una mirada a los ojos. Tampoco le besé, la verdad.
- ¿Notabas su frustración?
- Noté que mi pequeña venganza tocaba diana. Así aprenderá
- ¿Crees sinceramente que Emilio sabía qué había en tu cabeza?¿La razón por la que le estabas castigando?
Nuevamente nuestras miradas se mantienen fijas, sus ojos avellana me atrapan. No me dejan pensar. Solo deseo besarla. No lo entiendo, no me atraen las mujeres, me defino como heterosexual completa. Con Elena me pasa. Me atrapa con su mirada y deseo besarla.
- Sonia
- Emilio no tiene ni puta idea de lo que tengo en la cabeza. Cuando estoy así, siempre reacciona igual. Me ronda como un gato encelado, dando vueltas a mi alrededor buscando un indicio que le permita  adivinar qué me pasa. Si le abrazo o le beso, su desazón termina y se permite regresar a sus cosas. Suelo darle un beso un par de horas después, no por perdonarle, no por terminar mi malestar. Lo hago para quitármelo de encima. Cuando estoy así puede durarme el mosqueo varios días
- Sigue, por favor
- En la comida estuvo muy comunicativo, hasta nos reímos recordando anécdotas de la noche anterior que estuvo muy graciosa. Bebimos y ya no acostumbramos a hacerlo. Eso condicionó nuestra relación nocturna. Emilio recogió la mesa y la cocina mientras me limpiaba los dientes. Dejó todo perfecto, como cada vez que lo hace. Es muy ordenado y limpio, cualidades que valoro mucho. Decidí darle una segunda oportunidad, le pillé por sorpresa, fregando la sartén a mano, nunca la mete en el lavaplatos porque dice que se estropea. Le dije, Emilio, quiero follar. Se le cayó la sartén en el fregadero, me miró sin creérselo, esa frase no me ha oído nunca decirla. Creo que su limpieza de dientes fue de lo más breve. Esta vez sí que supo estar al nivel. Dormimos una siesta reparadora de una hora, a nuestra edad recuperarse de un noche de copas, cuesta mucho. Los chicos regresaron al poco rato y ya la rutina organizó nuestras vidas.
- ¿Qué sientes de todo esto?
- Fui un poco injusta con él, lo reconozco.
- ¿Qué más?
- A ¿qué te refieres?
- Le llamas, mi marido, él, Emilio según las situaciones. Quiero llegar al por qué, a las diferentes situaciones que organizan tu cerebro para referirte de diferentes maneras a Emilio. Sobre todo con los diferentes matices emocionales que transmites según el término utilizado. Emilio lo utilizas unido a situaciones cariñosas, mi marido a situaciones cotidianas y él cuando la carga emocional es negativa, casi unido a un reproche
- Puede ser. ¿Es un problema?
- En sí no. Sugiere un problema si en el relato predominara el él o el mi marido. La verdad lo que he oido hasta ahora no me hace pensar que existe un problema de convivencia, salvando las tensiones que te genera tu suegra que os afectan y mucho. A falta de oír su versión, el cuadro que me pintas tiene fácil solución. Menos rol de madre y más de compañera. Quiero escuchar a Emilio. Quedamos mañana a la misma hora los tres juntos ¿de acuerdo?
- Hasta mañana entonces

Emilio pasa al despacho, ha esperado pacientemente en la sala de visita ojeando revistas de viajes muy gastadas o entreteniéndose con su móvil. Se le ve nervioso, intranquilo

- Pasa, por favor, Emilio. ¿Cómo estás?
- Bien.

Mantiene su pose inquieta, no se llega a acomodar en el sillón. Sus nervios le impiden tener el control.

- ¿Qué sientes en este momento?
- Incomodidad, la verdad. No me siento cómodo hablando con extraños, sin ánimo de ofender, sobre mi matrimonio
- Todo lo que hablemos queda en absoluto secreto. Me habéis contratado para ayudar, no tengo ningún interés personal en vuestra vida. Si te sientes incómodo hasta el punto de la molestia, te puedes ir cuando desees. No hay ninguna obligación. Afectará a mi opinión final que será incompleta al solo contar con los sentimientos de Sonia
- Me quedo
- ¿Cómo definirías tu matrimonio con Sonia?
- Como normal, digo yo. Me fijo en los demás y estamos todos en la misma fase, casados hace diecisiete años con hijos de catorce y doce años, con muchas obligaciones como padres y ritmos diarios que te organizan la vida. El fin de semana pensado para descansar no es así, el sábado madrugo para llevar al pequeño a jugar al fútbol en campos que en ocasiones están a casi una hora de viaje. Me paso la mañana cogiendo frío mientras juegan, le animo, comento con otros padres agotadores que solo desean que su hijo sea el próximo Messi. Vuelta a casa. Me encuentro a Sonia cocinando o limpiando. Comemos rápido y los chicos se van a los scouts a pasar la tarde. Tras la comida, me quedo dormido en el sofá. Casi no tenemos tiempo para nosotros y el pequeño regresa a casa, en ocasiones con algún amigo. Cuando llega la hora de dormir estamos agotados. El domingo un poco mejor, me levanto más tarde aunque también está lleno de obligaciones. Mientras Sonia cocina para la semana, compro el pan, ayudo a los chicos con los estudios, hago la cama. Somos personas después de comer que podemos ver una película y sentir que descansas un poco. La semana está organizada por los horarios laborales y escolares. Siento que la vida me lleva

- Vaya, parece agotador
- ¿Cómo piensas que se siente Sonia?
- Igual, estamos cansados. Esta no es la vida que imaginábamos
- ¿En qué sentido?
- Nos hemos convertido en la repetición de la vida de nuestros padres
- ¿Qué echas de menos en esta vida?
- Estar tiempo juntos, disfrutar de la vida, salir, pasear tranquilos. Lo que conseguimos las pocas veces que estamos solos. No es que me sobren mis hijos, les quiero con locura. No es eso. Simplemente echo de menos tiempo a solas
- ¿Cómo lo conseguirías?
- Pienso en ello continuamente, no se me ocurre. 
- ¿Y el sexo?
- Organizado, el día determinado a la hora prevista, si fallas, no hay más oportunidades. Te esperas otra semana. Falta la emoción por lo imprevisto, la llama. Hasta el punto que si llega el día y hora, da igual como estés de cansado o tu punto de lujuria, lo aprovechas. El resultado, mejorable. Claro que lo echo de menos
- Cuéntame tu último fin de semana, estuvisteis solos ¿verdad?
- Los chicos se fueron de excursión de fin de semana y estuvimos solos. Me ahorré el tema fútbol que me agota, nuestras obligaciones bajaron al mínimo, salimos por la noche con amigos, bebimos un poco y nos acostamos tarde. Tuvimos dos sesiones de sexo en el fin de semana, algo que hacía años que no teníamos.
- ¿Cómo fueron?
- Distintas, el sábado por la noche, cansados, bebidos, trasnochados. Fue faena de aliño con varias horas de retraso sobre la habitual. El domingo surgió de repente, ahí Sonia estuvo muy participativa y disfrutamos mucho ambos
- Entiendo
- ¿Por qué me habéis contratado?
- Porque Sonia insistió. Piensa que necesitamos ayuda y quizá sea así, yo hubiera preferido hablarlo antes entre nosotros. Es muy reservada, siempre lo ha sido
- Háblame de tu madre y en cómo afecta a vuestra vida
- Mi madre es muy pesada, injusta con Sonia, habla de más, piensa con la lengua y sus comentarios suelen ser hirientes hacia los demás. Me estresa mucho ir a verla, ella es destructiva y en ocasiones la toma con Sonia. Me pilla en medio. Evito contrariarla, está viuda y solo me tiene a mí. Me hace daño ver cómo trata a Sonia y a los chicos.
- ¿Se lo has dicho?
- La que tendría que venir a terapia es mi madre, no nosotros. Tendrías una paciente para mucho tiempo y trabajo a destajo. No tiene arreglo. La cobrarías el triple, valorando tu trabajo lo que te supondría cada sesión con ella, el triple de esfuerzo
- ¿Tan mala es?
- Peor. Es dañina. Y ella lo sabe
- Vaya, lo siento
- ¿Cómo defines a Sonia?
- Lo mejor que tengo
- Estás muy enamorado de ella
- Desde que la vi hace veinte años
- ¿Te gustaría mejorar tu convivencia con ella?
- Para eso hemos venido
- Pensé que era porque lo había decidido Sonia

Emilio se fija en los ojos avellana de Elena, por primera vez.

- Me has pillado. También para mejorar 
- Mañana quedamos a la misma hora, en una sesión conjunta con ambos. Gracias por venir Emilio, ¿Ha sido tan grave?
- Ha estado bien, breve y cómoda. Hasta mañana

En el coche de vuelta a casa, ambos se mantienen en silencio recordando sus conversaciones. Sonia mantiene el contacto físico con Emilio. En los semáforos se miran, se sonríen. En el tercero, se besan en los labios.

- Estamos solos esta tarde, he mandado a los niños con mi hermana
- ¿Toda la tarde?
- Hasta las nueve que iré a por ellos
- ¿Dónde quieres ir?
- A casa contigo. Quiero disfrutar de nuestra soledad

Emilio acelera hasta el límite de velocidad autorizado

- No corras, tonto. Hay tiempo para todo
- Cuanto antes lleguemos mejor. ¿Puedes coger mi teléfono? está en el bolsillo de mi cazadora. Siléncialo. No quiero que nos molesten.
- Voy a silenciar los dos. Tenemos nuestra tarde

La tarde da para mucho, se sinceran, se escuchan, planean. Son conscientes que han priorizado su vida alrededor de sus hijos, de las obligaciones dejando a un lado lo más importante, la pareja. Esto se va a terminar. A partir de hoy esto se organiza de otra manera. Comparten ideas de cómo simplificar la vida de cómo organizarse de otra manera, de cómo priorizar estar juntos.

Los deseos son los dueños del país de los sueños, la vida es real y los sueños tienen pocos huecos donde mandan las obligaciones y las tareas. Una semana después están igual, encargándose del hogar y de los hijos. Con pequeños cambios que introducen, los chicos empiezan a tener responsabilidades en casa, lo de acompañarte al fútbol no será siempre, lo siento, tendrás que ir con otros padres como hacen otros chicos del equipo o en el autobús del club, tu padre se pasa la semana trabajando hasta tarde y no puede aguantar el madrugón y la paliza semanal de los sábados por la mañana; se mirarán más, se mimarán más e incorporarán alguna sorpresa en su vida íntima, pero poco más. 

La vida es la vida. 

Siempre queda la esperanza de un mañana mejor, cuando los hijos vuelen por sí solos.



1.2.20

El espejo del alma

José Luis es un hombre fiel a sus amigos, amante de la buena mesa y la buena conversación, nunca huye de una buena discusión que le rete su intelecto y su lengua audaz. Amigo desde la infancia de Pedro, el narcisista del grupo, guapo y poco de fiar. Un pica flor, conquistador por su apariencia y esa sonrisa mágica que insinúa los dientes mas que enseñarlos.

Supo siempre aprovechar su jerarquía en el grupo para conquistar a las mujeres que se acercaban hipnotizadas a la conversación atrayente de José Luis. Este hablaba y Pedro aprovechaba su planta y su media sonrisa para completar su rosario de conquistas. Un picaflor de manual.

Las pocas veces que ha intentado ligar sin la compañía de su escudero José Luis, no ha tenido suerte. Sabe hablar, sí, pero su voz no suena creíble. Suena a peseta de cartón, su conversación no tiene hilo argumental,  falta claridad en el mensaje y en la misma frase te puede decir A y Z, blanco y negro, sí y no. Un mentiroso que enreda con las palabras, un encantador. Da igual lo que diga y cómo lo diga, su fortaleza está en la sonrisa y en la distancia. Cara a cara las mentiras no se sostienen, a más de dos metros de distancia, su sonrisa las matiza y llega a esconderlas.

Pedro es un animal de la imagen, producto típico del marketing de marca, no tiene fondo, solo sonrisa, planta, algún arreglo con hialurónico útil para mejorar y rejuvenecer su semblante. Muy ambicioso. Desde siempre ha querido ser el jefe, disfrutar de las ventajas del macho alfa, coleccionar mujeres con las que copular, dirigir la empresa familiar por encima del talento de sus primos. Su mayor talento es la manipulación de los demás, si la vida expone un error por su parte, comunica eficazmente una serie de errores cometidos por sus primos. 

Mantiene engrasados varios  canales de información con varias secretarias con las que si hace falta les promete amor eterno y destina carantoñas interesadas para mantener sus vínculos abiertos. Cada una de ellas, enamorada de esa sonrisa, se cree que es su preferida solo que nunca llegará a nada más con ellas por su interés en mantener su matrimonio con Begoña, la hija del socio de su tío, uno de los fundadores de la compañía.

Pedro es la imagen, José Luis es la facilidad de palabra y el instinto para encontrar partido a los fallos ajenos. 

Tras varios años en la sombra actuando, consiguiendo información y mal metiendo para sembrar la discordia entre varios socios, Pedro consigue apartar de la presidencia a su tío y fundador de la compañía, uniendo los intereses del resto de socios minoritarios, hasta el momento muy poco relevantes en la dirección de la compañía. Lo único que habían conseguido tradicionalmente fue el escaso dividendo anual.  

Pedro, aconsejado por José Luis, les fue prometiendo a cada uno de ellos todo lo que ansiaban, un trabajo en un departamento, mayor dividendo, ser alguien,  crear una segunda marca local para su ciudad o relevancia sindical aunque no genere ningún beneficio claro para los trabajadores o la compañía. A cada uno le promete lo que desea.

A todos les dice lo que quieren escuchar. No le creen, no son ingenuos, nadie cree a esa media sonrisa. Les interesa apoyarle ya que no  tienen nada que perder, hasta ahora no son nadie ni han tenido derecho a nada en la compañía, si Pedro cumple una sola de sus promesas, la más nimia de ellas, ya  habrán ganado algo. Pedro cuenta con el apoyo de los minoritarios para el Consejo donde va a proponer cesar a Mariano el fundador de la compañía. 

Necesita uno más, a su primo Aitor. Es de muy buen vivir, privilegiado por ser hijo de fundador dispone de favores antiguos en la compañía que nadie más dispone, coche de empresa, le financian los estudios en el extranjero a sus hijos y la delegación del norte de Europa por algún ajuste fiscal nunca declarado está exenta de consolidar beneficios con la matriz. En definitiva, Aitor tiene doble dividendo, el que procede de la matriz y los que reparte de manera muy generosa la delegación de su padre en Estocolmo. Un señorito al que le gusta el dinero y el poder que le acompaña. Con Aitor es fácil, prometerle más dinero del que le paga Mariano y proteger la excepción fiscal escandinava. 

Con esos mimbres bien atados por José Luis y rubricados con la sonrisa de Pedro se culmina el relevo al frente de la compañía. Mariano se retira a disfrutar con una pensión de oro y Pedro consigue lo que ansiaba desde niño, un sillón para presumir como macho alfa.

La habilidad para tergiversar la realidad, lanzar botes de humo para ocultar la vergüenzas de sus errores así como el control sobre la vida del resto de consejeros estando al día de todos sus cotilleos y secretos le da a José Luis la posibilidad de combatir cualquier resistencia a la autoridad de Pedro. 

Las ventas de la compañía se resienten, bajan por primera vez desde la crisis, algunos trabajadores manifiestan su descontento con el nuevo clima, la jerarquía tradicional se cambia por un sistema más aparentemente asambleario y consultivo que paraliza la toma de decisiones. En realidad solo se hace lo que decide José Luis o los caprichos de Pedro. Se escuchan voces procedentes de las delegaciones escandinavas y prusianas que desean separarse del grupo empresarial para crear empresas diferentes en sus mercados.

La patronal del sector, dirigida por compañeros de Mariano a quien le deben respeto y un antiguo temor por su liderazgo en el mercado, teme que la nueva dirección de la compañía les pueda contagiar su estilo al resto de empresas competidoras hasta comprometer su forma de ganarse la vida al jugar con el prestigio del sector. 

Ganan cuota gracias a la caída de competitividad de la empresa de Pedro, también temen el desprestigio internacional, ya notan pérdidas de contratos en países amigos por desconfianza sectorial. 

Por ahora, solo son primeras impresiones, inquietantes, pero primeras impresiones.

Los corrillos de empleados el lunes se multiplican en todos los departamentos, en los pasillos y junto a las máquinas de café. 
- ¿Te has enterado de la pillada de José Luis?
- Sí, sí
Se repiten durante toda la mañana.
José Luis como fiel escudero de Pedro fue el sábado a negociar en secreto con una consejera de un antiguo socio en América con el que dejaron su relación por una sentencia judicial que condenó a la empresa americana por malas prácticas y está prácticamente en quiebra. Ninguna empresa del sector se atreve a cerrar acuerdos con ellos por el desprestigio internacional y la caída de facturación que supondría. Le pillaron en una isla del Caribe, paraíso de los turistas amantes del golf, de sus playas, de las bebidas exóticas, de los masajes y de la prostitución fácil.

Vieron a José Luis tomando caipiriñas con Delcy, la consejera delegada de la quebrada empresa americana. Los fotos publicadas la prensa americana  demuestran la reunión donde aparecen con vestimenta formal destacando del resto de turistas, todos con bañador, camiseta, polo o pantalones cortos. La noticia iniciada en las páginas web de la prensa americana llegó pronto a la prensa nacional. Compartieron fotos, videos e incluso informes de actividad del día de vacaciones de José Luis.

Las mentiras, su forma habitual de comunicación, salen de manera natural por las bocas de José Luis y de Pedro, disfrazando la realidad de lo ocurrido. ¿Cómo admitir que están negociando la participación conjunta en un negocio?¿Cómo admitir que es parte de los compromisos adquiridos por Pedro con alguno de los consejeros que le apoyaron para llegar a ser presidente? 

Siete versiones diferentes en dos días. Los mentirosos viven en la falsedad continua, eso no sorprende a nadie, saben que llevan años mintiendo y enseñando esa sonrisa. Lo que choca es su nivel demostrado de idiotez, llegan a creerse sus propias mentiras hasta un nivel de convencimiento que les permite dibujar una realidad paralela aunque las pruebas sean tan evidentes.

Pedro recurre al ventilador de secretos de sus primos o a recordar pasadas vergüenzas familiares con tal de distraer la atención. Esta vez no le funciona, le han pillado. Tiene que afrontar su lío y sus mentiras. 

Tiene trabajo, explicar a sus socios internacionales lo ocurrido para evitar poner en riesgo sus alianzas junto con el negocio recurrente y rentable del que vive su compañía. 

Lo peor, la bronca de Begoña en casa, teme perder el negocio que tanto le costó montar a su padre. 

- Ni una tontería con esto ¿eh?, ni una.

Pedro no discute, con Begoña no funciona la sonrisa. Sabe que sin su apoyo, dejará de ser presidente. Cuenta con las acciones y la influencia suficiente como para  nombrarse ella misma presidenta.

- José Luis, ¡sé fuerte! 

Si la crisis no remite, sacrificará sin dudarlo a su amigo para mantenerse en la presidencia. Conoce el coste de esa decisión, dejará de ligar, nadie querrá hacer tratos con él ni con su falsa sonrisa si antes no ha cerrado el acuerdo con el verbo afilado de José Luis. 

- ¿Cómo nos ganamos a la prensa, José Luis?

Buen viaje, Joe

  Joe, simplemente Joe. Omitiendo, desde siempre, el rango familiar de tío. Recuerdo tu aterrizaje entre la familia cuando Ana, también sin ...