5.8.20

¡Vaya herencia!


No 

Papá, piénsalo bien. Está en juego nuestro futuro

Que no

Nada, imposible, no quiere razonar. Piensa Juan tras la enésima discusión con su padre Ricardo, fundador de la empresa agroalimentaria “Conde de Chinitas” especializada en ofrecer productos de alta calidad gastronómica, aceites y vinos fundamentalmente.

Al frente de la almazara se encuentra Juan, el hijo mayor, muy estudiado en dos universidades donde se graduó en administración de empresas y el posterior master en dirección de  empresas conseguido en Inglaterra. La bodega es cosa de la enóloga de la familia, Amparo, su hermana. Entre los dos han conseguido mejorar la calidad de los productos e incrementar la producción que tiene muy buena salida en supermercados de nivel alto y tiendas de capricho. La empresa creada por su padre hace treinta años, florece gracias al talento de sus herederos.

Ricardo se mantiene en el cargo de Presidente de Honor y ejerce con mano de hierro los destinos de la familia. El consejo familiar es quien dirige los destinos de “Conde de Chinitas, S.A.” y de la propia familia. Ricardo mantiene el 50% de las acciones en propiedad, sumando el usufructo viudal le otorga la mayoría en el consejo.

En los últimos años, desde que doña Carmen les dejó, Ricardo ha vagabundeado sin rumbo, perdido sin la brújula que le guiaba, Por primera vez en su vida marchó de vacaciones a África a un safari. Nunca le gustó la caza, nunca hasta que se cruzó en su vida esa modelo retirada alemana, famosa por su facilidad para emparejarse con millonarios. Cristina. Conocía más camas que las kellys de los hoteles. Florecieron amistades en ambientes diferentes a los acostumbrados. Ricardo se pasó varios meses que no paró. Marbella, Mónaco, París, Baqueira en invierno, Madrid. Ya nunca estaba en la finca. Los negocios los gestionan sus hijos que atienden a los clientes con habilidad y profesionalidad más que contrastada.

La prensa rosa encontró en Ricardo un nuevo objetivo, siempre en fiestas, acompañado de jóvenes mujeres, más jóvenes que su hija Amparo. Y de manera repetida, Cristina, la alemana. Incluso surgió una supuesta hija ilegítima, embrollo que se solucionó en pocos días al divulgarse que había repartido su herencia en vida, salvo la participación en la empresa. La supuesta hija evitó luchar contra Amparo y Juan. Tenía todas las de perder.

Tras meses de líos de faldas, dedicación alemana, fiestas, viajes y juergas; Juan redujo los gastos de representación de su padre un ochenta por ciento. Llegó a un punto insostenible para la propia empresa. Surgieron los primeros encontronazos entre ambos.

Tras el safari, donde parece que fraguó nuevas amistades, Ricardo solicitó un préstamo a la Caja Rural con la garantía de la finca y respaldado con la solvencia de la empresa. Era el momento de emprender nuevos negocios. Cuando Juan se enteró, explotó de indignación. Amparo defendió a su padre frente a a rabia de Juan. Tiempo después se arrepintió por ello. La carga del préstamo compromete la viabilidad de la empresa de manera innecesaria. 

La oportunidad de negocio donde se metió Ricardo no fue tal, un trilerismo financiero de manual. Le engañaron y bien. Adquirió una sociedad en Suiza con un depósito bancario de mil euros.

La semana pasada llegó una demanda del juzgado, citan a Ricardo como investigado por los delitos de blanqueo de dinero y fuga de capitales.

Juan lleva una semana intentando que su padre les ceda las acciones de la empresa para evitar el desprestigio de la marca y la futura quiebra. Varios de los clientes más importantes, las grandes superficies comerciales, sensibles a la buena reputación de sus proveedores protegiendo la suya propia anunciaron que suspendían los pedidos hasta el esclarecimiento de las informaciones aparecidas. Sin esos tres clientes, la empresa no puede sobrevivir. Sin el préstamo en vigor, con ajustar costes habría sido suficiente mientras encuentras otros mercados, con la carga millonaria del préstamo es imposible vivir. Están en quiebra.

Papá, por última vez. 

Que no, la empresa no la cedo

Nos la va a quitar la Caja junto con la finca y el legado de mamá.

Mencionar a doña Carmen hace reaccionar a Ricardo, asiente y ordena llamar al abogado del consejo. 

¿Cuánto dinero necesitamos?

Con devolver a la Caja los seis millones, podemos vivir. Y saliendo tú de la empresa podríamos tener una oportunidad.

El dinero se soluciona, no hay problema. Pero hijo te voy a decir que quizá lo más inteligente es esperar y si la Caja ejecuta la garantía presentarnos en la segunda subasta y ganamos dinero

Mientras tanto la empresa habrá muerto y nuestros productos estarán fuera del mercado

Montamos otra empresa de nuevo

Papá, la reputación y el buen nombre son importantes en los negocios. No es posible reinventarse con otro nombre que ya no estamos en los años noventa. Y dime ¿qué has dicho del dinero?

Tengo el dinero, no se ha perdido en ninguna inversión fallida, simplemente lo gestiona un testaferro que me lo devolverá en el momento en que se lo pida.

¿Cristina? - interviene Amparo

Ricardo sin contestar, pone cara afirmativa.

Papá, ese dinero ha volado. Te ha engañado, como a tantos. Llámala delante de nosotros, verás.

La llamada telefónica confirma las sospechas de Amparo.

Ricardo deja una herencia negra, muy oscura. Su empresa herida de muerte, endeudada, sin ventas confirmadas, exceso de producción al fallar las  ventas y con el futuro muy comprometido, los mejores clientes abandonando su confianza, la familia descompuesta y él investigado por delitos fiscales. Si doña Carmen levantara la cabeza, una buena colleja le daría.

Ricardo pacta con los hijos cederles sus acciones, escribir a los principales clientes para explicarles que en todo caso, él no posee ninguna participación en Conde de Chinitas, S.A. y cambiará de residencia, se muda al piso de Madrid. Cristina sale de su vida, ya le ha desplumado. Sus hijos tienen unos años duros de trabajo para parar el desastre.

Ricardo, ¡Vaya herencia!


3.8.20

Sagitario en luna llena


A tres metros de distancia la perfecta espalda de Lucía brillaba con su bronceado cuidado, cada verano consigue un tono de piel perfecto, lisa, brillante, sin llegar a naranja ni superar el marrón, un color jamaicano, perfecto contraste con sus mechas rubias. El sol le clarea el cabello. Su perfecta espalda dibuja un contorno en el horizonte, la guitarra donde su columna vertebral son las cuerdas, tensas y afinadas. Toma el sol sin la parte superior del bikini en un acto de rebeldía que inició en la adolescencia para fastidiar a sus padres, más a su madre que al santo de su padre, siempre predispuesto a defender a su hija mayor.

Sufro cuando coincido cara a cara con ella, debo esforzarme por encima de mis instintos, dedicando mi mirada únicamente a descubrir el fondo de sus ojos color de miel. Mis esfuerzos por evitar bajar la mirada me provocan una tensión en el cuello que necesito una sesión de yoga para recuperarme de la abstinencia contemplativa. Hasta que descubrí el detalle que rompe la armonía de tanta belleza. En el cuello, a la altura del chupetón, Lucía lleva un antojo, una constelación de lunares. Repasando fotos de grupos de estrellas, recuerdo que el dibujo imaginario de Sagitario coincide con el antojo de su cuello.

Una semana al año coincidimos en la playa, lejos quedaron aquellos años adolescentes donde descubrimos los primeros roces, los primeros besos y las primeras declaraciones de amor de por vida. Con los años, Lucía se ha vuelto inalcanzable, la chica perfecta, estudiosa, trabajadora, modelo ocasional y con una vida social amplia y generosamente compartida desde sus redes sociales. Brilla más que Kaus Australis, la estrella blanca azulada más representativa de la constelación de sagitario. Quedamos para dar una vuelta, tomar algo y recordar veranos pasados. Curiosa pareja. La bella, inteligente, atractiva e inalcanzable Lucía junto con el pagafantas de Ricardo, mal estudiante, sin carisma y sin un atractivo físico reseñable.

Algo tiene Lucía que consigue que me olvide de mis complejos y por un rato, durante la noche calurosa de agosto, me descubro ocurrente, simpático y poderoso. Recupero mi rol perdido en la antigua pandilla playera cuando todas las decisiones pasaban por mi aprobación. Quizá por eso llamé la atención de Lucía. Una historia interrumpida entre veranos y que recuperábamos cada vez que nos reencontrábamos. En invierno, nada, cada uno a su vida habitual.

Con los años, seguimos siendo amigos, nos relacionamos como primos hermanos, confidentes y fieles en lo emocional para siempre. Hasta que la cago. Todos los años me prometo no volver a liarla, y siempre repito. Tras dos horas sintiéndome el hombre más valorado del planeta, el más simpático y ocurrente, sucumbo al poder de sagitario. Su constelación en el sitio de los chupetones.

¿Otra vez estamos, Ricardo?

Perdona, no sé qué me pasa. Tus lunares me vuelven loco y pierdo la compostura

¡Todos los años igual!

Porque solo nos vemos de año en año. Y siempre terminamos igual, me acerco a tu cuello y tú huyes hasta el verano próximo.

Ya no tenemos quince años

Por desgracia no

Vamos a olvidarlo

No me apetece olvidar

Sus miradas conectan, el mundo alrededor se difumina, llegan a fundirse en una sola presencia. La electricidad recorre a ambos, sube en paralelo por sus columnas, incendian sus cerebros y activan las hormonas. No estaba en los planes de Lucía y ni de lejos en la imaginación de Ricardo. Es la luna llena de agosto, cuando las mareas son más vivas y los mosquitos atacan sin piedad. Se fusionan con el ansia del recuerdo de cómo eran juntos antes. Ricardo pierde la noción de la realidad, Lucía le guía con sabiduría. Terminan abrazados en una estrecha cama ruidosa. Su amor es de antiguo, la pasión moderna. Sagitario manda, por una noche. 

Por la mañana, Lucía marcha a su aventura. Un master de postgrado en Stanford, una oportunidad de oro para saltar a un empleo envidiable y exitoso. Ricardo intentará terminar el último curso de su carrera, esa que eligió sin vocación, en la única que le admitieron con su nota media de selectividad. Anticipa una vida laboral aburrida y poco motivadora, se siente perdedor. 

Se sentía, tras esta noche dominando a sagitario, nota que recupera ese poder antiguo que ostentó.

Lucía luce un chupetón en el cuello, sonrosando sus lunares. No se esfuerza en ocultarlo, siente que sus fuerzas le están abandonando. Sagitario ha traspasado el poder a otra persona, se lo ha devuelto a su dueño. Cuatro años más tarde, un nuevo chupetón en el cuello regresa las personalidades a su origen. El poder de las estrellas.

30.7.20

Noche de verano





Luna nueva, noche oscura, una pequeña neblina anuncia la subida de la humedad desde el río. Ayudará a limar los rigores del estío más caluroso que se recuerda. El verano largo y aburrido en el pueblo, tras la cosecha del cereal, todos viven bajo una siesta prolongada donde la holganza y el aburrimiento campan como los dominantes del tiempo.

Oscar sigue con la mirada, oculto tras un grueso olivo, los movimientos de Claudia. Pasea desnuda por la terraza buscando un poco de alivio a las altas temperaturas del día. El fresco de los azulejos, una vez dejan de recibir los rayos del sol, calman sus pies. La creciente humedad acaricia su piel. Diecisiete años, suave, tersa, bella e inocente. Un poderoso imán que atrae la mirada profunda y fría de su admirador oculto. Finalmente se recuesta sobre un sillón de madera con amplios cojines de color teja, mullidos y perfectamente ordenados recién comprados en la oferta de verano del Leroy Merlin. Peina sus cabellos con su mano derecha, entreabierta para permitir la caricia de su melena al escurrirse entre los dedos. 

Acaba de ducharse, con agua fría, por tercera vez en el día. Es lo único que la calma del calor asfixiante de finales de julio.

Oscar se mueve despacio, con infinito cuidado evitando pisar hojas o palos sueltos en el suelo que denuncien su presencia apoyar su pie. Decidido, nota que es el momento, durante la noche perfecta. Sobre el horizonte descubre el brillo de Júpiter cabalgando sobre la constelación de sagitario. Es la señal.

Claudia se levanta con elegancia, ya seca tras un rato de espera, decide ir por una camiseta blanca larga hasta sus rodillas que utiliza como vestido informal en casa. En la mano, su celular donde elige su aplicación preferida de música. Ajusta sus auriculares inalámbricos con forma de telescopio y regresa al mismo sillón adoptando su postura preferida. Totalmente estirada, con las piernas abiertas buscando el mayor frescor posible. Su vocecilla interior le recuerda la opinión de su madre respecto a las posturas que debe adoptar una mujer. Superada la media noche y con esta oscuridad, manteniendo ella laluces apagadas ¿quién la va a juzgar por estar despatarrada?

Oscar ha aprovechado los dos minutos que ha necesitado Claudia para vestirse para avanzar con rapidez, La terraza de Claudia está en la planta baja, a un metro y medio de altura respeto al jardín de la piscina. Se encuentra justo detrás del sillón metro y medio más abajo. Siente el frío en su mano y un sudor descendente por la espalda, recorriendo su columna desde su nuca. Sus manos están húmedas por el calor y los nervios de la situación. Percibe el olor del champú utilizado y reconoce el gel usado, coinciden en sus gustos. Claudia huele a fresca, a primavera, a alegría y a dama de noche. La delicada flor que embriaga con su dulzor relajante.

La música está muy alta, Oscar distingue desde su distancia de manera nítida la letra y el ritmo de la música elegida por Claudia. No puede comprender la necesidad de subir tanto el volumen cuando está utilizando unos auriculares para ella sola.

La obligación le empuja, es la noche, el momento adecuado y su obligación es cumplir el mandato recibido. El frío acero del cuchillo cebollero que acaricia le fija en el objetivo, ese cuello blanco, fino y delicado.

-- Claudia, oye a su madre llamarla en voz alta. Claudia, repite cada vez más fuerte

Enciende la luz de la terraza para llamar la atención de su hija que sigue hipnotizada con su música de letras mascadas con la boca casi llena. A su madre le suena a ña, ña, ñá. 

Oscar se escabulle en el instante justo para salir del campo de visión de la madre. Ha pasado su momento, ha perdido su oportunidad. Huye aprovechando las sombras. 

Claudia nunca llegará a saberlo, salva su vida gracias a la oportunidad de su madre al aparecer para fijar que es el momento de acostarse en la cama.

Oscar lamenta su mala suerte. Es la noche sin luna, con humedad creciente y estaba a menos de un metro. Ha perdido su oportunidad, habría sido su décimo tercera pelirroja. Una lástima, con lo guapa que habría quedado... 

18.7.20

Noche de chicas





Mira que es incómoda la puta mascarilla, todo el día con ella puesta. Añade que estamos en verano y la temperatura no baja de treinta y cinco grados. Insoportable. La piel de mi cara comienza a revelarse en forma de acné. No he tenido problemas de piel desde la pubertad y de eso ya ha pasado media vida.

Hoy he quedado con mis dos incondicionales amigas de confidencias, noche de chicas. El tipo de velada donde los sentimientos se aliñan con cerveza y donde nuestro ritual exige terminar compartiendo una tarrina de litro de helado de vainilla con macadamias. Para envidia de mis incondicionales, mi metabolismo elimina toda esa grasa casi de inmediato, respetando mis muslos y nalgas. Poderosas y firmes sin rastro de acumulación. Tengo el culo de una treintañera cosa que me agrada. 

Nos encontramos en el local de siempre, Nuria e Idoia me esperaban en nuestra mesa habitual, la del fondo, ideal para poder hablar sin escuchas ajenas. 

- Marisa. Me llaman al unísono

Ritual de abrazos y besos a la oreja, no podemos fastidiar el maquillaje. Estamos las tres muy guapas, realmente nos esmeramos mucho más en arreglarnos cuando quedamos para ir de chicas que con cualquier otro plan. Por el rabillo del ojo somos conscientes de la expectación creada entre los camareros y clientes al ver a tres modelos saludarse, con ropas favorecedoras y sexis. Mi vestido ajustado de cintura y vaporoso en las piernas, con una abertura situada donde deben estar para lucir mis hermosas piernas asomando hasta donde se debe para presumir de escultura, el pecho recogido lo que me permite salir sin la opresión del sujetador y unas sandalias de tacón perfectas para prolongar figura y permitir lucir unas uñas perfectamente lacadas de color rosa coral.

El calor exterior se mitiga con el aire acondicionado, muy de agradecer.  Tras media hora en el local empiezo a echar de menos una prenda más, mis pezones, duros como perchas por efecto del frío marcan dos remaches entre el estampado.  Nuria e Idoia no son ajenas a la situación, que esperaban las muy putas para poder reírse de mí.

- Brindemos por las puntas de Marisa
- Calla, puta

La cena, frugal, transcurre en armonía. Las cervezas caen a un ritmo difícil de seguir. Son muchos años como expertas bebedoras de cebada, nuestro entrenamiento nos ha costado.

Propongo cambiar de sitio, deseo bajar la tensión de mis pezones en un clima menos frío. Disfrazadas tras nuestras mascarillas las tres con paso coordinado a ritmo de pasarela, buscamos una terraza acogedora para disfrutar de la noche y abrazar la poca brisa que refresca el ambiente.

Soy feliz junto a mis amigas, me entienden, nos apoyamos, sabemos todo de cada una. Cada una de nosotras somos lo más importante en la vida para las otras dos. No necesitamos hombres, ni madres, ni hijos. Solo nosotras. 

La noche de chicas la organizamos cada cuatro meses o cuando una tiene necesidad de ser escuchada. Esa noche es un oasis de felicidad, complicidad y empatía que me permite cargar las pilas para una temporada. Una ilusión. Esta noche al regresar a casa, vuelvo a mi mundo real, con mis dos hijas y mi marido que me quiere. Me gusta esa vida y hasta soy feliz. No digo yo que no. Pero que quede claro, echo mucho de menos a mis chicas.


6.7.20

La última cena



En Kindle-Amazon se puede reservar ya el ejemplar en EPUB de mi primera novela: 

La última cena

Una novela contemporánea donde encontrarás amistad, política, corrupción, ambición, delito, ingenuidad, pasiones y sorpresas.

Un relato muy reconocible de la España más cercana.

La novela del verano

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Lanzamiento el 13 de julio en español

A un precio muy recomendable

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4.7.20

Prioridades





Andrés es muy impresionable a las noticias, con tres meses de reciente paternidad se descubre pendiente de la respiración de su pequeño, alerta por sus ruiditos, analiza las deposiciones, se ha convertido en un auténtico experto vigilante. 

Lo que más anhela cuando regresa del trabajo es comprobar el milagro de la naturaleza y que un ser tan pequeño y frágil tenga sus genes. Las primeras semanas le costaba dejarse llevar a la hora de dormir, la preocupación por vigilar la correcta respiración de su pequeño niño no le permitía conciliar el sueño. Debora todo lo que se publica sobre el cuidado de bebés y los peligros a los que se enfrentan, magnificados en las revistas para padres que publican cientos de recomendaciones y temores ancestrales. 

El temor a la muerte súbita le tiene a mal traer. Noche tras noche vigila la respiración del pequeño Borja hasta que el peso del sueño le vence definitivamente. 

La vida de Borja se rige por la regla del tres, dormir, comer y cagar. Sin piedad, de manera rutinaria hasta el punto de sumir en el caos la vida de sus padres incapaces de conciliar su agenda vital con la de su hijo. Todavía no han asumido que el rey de las agendas es Borja durante bastante tiempo. 

Al estallar la pandemia, el gobierno confinó a toda la población para limitar sus efectos. Menos a Andrés que al trabajar en un sector esencial le obliga a salir de casa cada día. Su angustia es creciente “¿y contagio a mi niño?¿y si por mi culpa enferman mi mujer o mi hijo? Me paso el día relacionándome con personas”. 

Tiene miedo. Ese sentimiento irracional nace de nuestros temores más profundos y acentúan los gestos de protección. Ese miedo se refleja en su postura al andar y en la obsesiva distancia de seguridad que respeta al hablar con otras personas. Reacciona compulsivamente lavándose las manos cada pocos minutos. 

En su empresa instauran un protocolo de seguridad médica para proteger la salud de sus empleados, deciden que determinadas enfermedades en apariencia inofensivas si se encuentran controladas con su medicación pasan a ser de riesgo y sus pacientes son retirados del servicio presencial por precaución. 

Andrés comprueba como en unos días una parte importante de los compañeros han iniciado la gestión de su trabajo desde casa. Siente envidia, le encantaría quedarse en casa evitando sus salidas de casa y el riesgo de contraer una enfermedad que pueda hacer peligrar a su Borja. 

Comienzan a presentarse casos de baja médica por enfemedad entre sus compañeros de empresa, cierran por precaución pisos y zonas. El protocolo es sencillo, una baja médica por covid supone de inmediato que los más cercanos a su puesto de trabajo, pasan a estar de cuarentena durante dos semanas. La envidia le lleva a una rutina autodestructiva, se queja continuamente de su mala suerte en comparación con otros departamentos que al no tener contacto con clientes toda la plantilla se encuentra trabajando desde casa. 

Marisa, su mujer, le informa que su compañera en la oficina está de baja con síntomas. Alerta máxima. El labio inferior de Andrés tiembla, sus ojos se le salen de las órbitas, la rodilla izquierda sube y baja de manera inconsciente. 

¿Y Borja? 

No pasa nada, no seas paranoico 

Vamos al médico, mañana mismo 

¿No crees que estás exagerando? 

Mañana a primera hora vamos. Voy a mandar un whatsapp a mi jefa para avisarla que llegaré un poco tarde. 


A la mañana siguiente, Andrés traslada en la consulta, sin dejar translucir su preocupación y su deseo, traslada al médico que su mujer comparte puesto de trabajo con una mujer de baja por el virus. El médico siguiendo instrucciones de la consejería de Salud, no profundiza mucho, les firma baja médica para las siguientes dos semanas como cuarentena preventiva. Se siente feliz, ha conseguido su objetivo, no tener que ir a trabajar y proteger a su Borja. Las dos semanas culminaron con una prueba diagnóstica que les confirmó que no habían estado contagiados. Negativo. El protocolo de seguridad médica de su empresa es más estricto que el establecido por las autoridades sanitarias. Envía el resultado de su prueba como documento para regresar a su actividad presencial. Una semana tardan en comunicarle que la prueba esta incompleta, para valorar su capacidad de contagio, debe aportar una prueba más completa. Quedan en avisar al laboratorio contratado para ello. Pasan otros diez días hasta que el laboratorio se pone en contacto con él. 


Yo estoy bien, de verdad, si hay compañeros más graves y urgentes, citar a ellos primero, claro, claro, yo me sacrifico, sigo trabajando desde casa. Gracias. 

Su mujer le mira muy sorprendida mientras escucha la conversación telefónica de Andrés. No se esperaba un comportamiento tan irresponsable.

Andrés, ¿estás seguro de lo que haces?

No te preocupes, estoy trabajando desde casa 

La verdad, poco ¿eh? Que tu jefa te llamó el otro día para ponerte las pilas. 

No te agobies que sé lo que me hago. 


Dos semanas más tarde finalmente se realiza de nuevo la prueba ampliada que vuelve a confirmar que es negativo y sin capacidad para contagiar. Mes y medio después va a tener que volver a trabajar a la oficina. Y eso no. gusta. 

Vamos a ir al pediatra, Borja está con unas décimas 

Le están saliendo los dientes, es algo normal 

Prefiero ir al médico. 


Nueva visita al centro de salud, esta vez al pediatra, Andrés exagera un poco la situación, las décimas de fiebre de Borja la une a un comentario de la baja por virus de la compañera de la madre. El médico pediatra les facilita una nueva baja laboral preventiva mientras fija periodos de observación para el bebé. Nueva comunicación a la empresa de la mala suerte que está teniendo. Dos semanas pasan rápido y antes de regresar a su empresa, comunica, de nuevo, con el servicio médico informando de la baja por presunto virus que alcanzó a su hijo. El médico le comunica que por precaución debe realizar una nueva prueba analítica que se demorará otras tres semanas. 

Resultado negativo, de nuevo. A trabajar. Su jefa le llama por la tarde. - Andrés, el servicio médico te ha declarado apto, mañana viernes te esperamos. 

- Mira, verás, tengo el coche sin batería, se ha descargado después de tantos días inmovilizado. Si no te importa, me encargo de llamar a la grúa y me quedo en casa trabajando a distancia, ya el lunes voy 

Mañana a las ocho, si no tienes coche, vienes en transporte público 


Las ocho, las nueve, las diez y las once. Andrés se presenta en su puesto de trabajo con tres horas de retraso. 

Disculpa jefa tenía que hacerme unos análisis por la alergia ¿sabes? Y el laboratorio se ha retrasado. 

Me tenías que haber informado ayer cuando hablamos. Tu hora de entrada son las ocho en punto, como siempre. No puedes hacer lo que venga en gana. 

Perdona jefa, no volverá a ocurrir 

Tienes que compensar estas tres horas de retraso Andrés nota las miradas de sus compañeros de actividad, ellos llevan más de dos meses luchando con los nervios de los clientes, con la situación provocada por tener más de la mitad de la plantilla de baja y ninguno se ha quedado en casa “trabajando”. Las cifras de ventas de Andrés son irrisorias, más en su contra. Los compañeros han perdido el respeto que tenía atesorado por su responsabilidad y dedicación pre-covid. En dos meses lo ha perdido entero, nadie se cree tantas enfermedades con analíticas desmintiendo la enfermedad. 

Que viene el lobo, le anticipan en la hora de descanso sus enfadados compañeros. 

Efectivamente, su jefa le hace llamar a última hora de la jornada para comunicarle que la empresa ha perdido la confianza en él. 

- Tienes treinta minutos para recoger tus cosas. Te ruego me entregues tu teléfono y la tarjeta de identificación. Un vigilante te acompañará mientras recoges tus efectos personales y te abrirá la puerta de salida. Te deseo suerte en tu nueva vida. Adiós Andrés

Buen viaje, Joe

  Joe, simplemente Joe. Omitiendo, desde siempre, el rango familiar de tío. Recuerdo tu aterrizaje entre la familia cuando Ana, también sin ...