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30.1.21

Tu mano (microrrelato)





Abrí los ojos y delante de mí, tu mano extendida, llama la atención por las uñas perfectamente cortadas, las venas marcadas dibujando caminos de aspecto varonil y rodeando la muñeca una pulsera de cuerda con los colores de la bandera nacional que te regalé yo por tu cumpleaños. 

Acepto tu mano y noto cómo me acoges, cómo me regalas seguridad y sosiego. Olvido el dolor del golpe en las rodillas por la caída, siento la paz que transmites, me llevas a un mundo seguro, a tu mundo.

Desde el día del accidente, solo yo disfruto del poder para verte, mamá lucha por no olvidarte, toda la casa es un santuario en tu nombre. “Su maldita afición por la bicicleta”, murmura para sí cuando piensa que yo no escucho. Si supiera que te puedo ver, otra vida llevaría. Mi bicicleta la vendió por wallapop y todo lo relacionado con las dos ruedas, también. Le duele ver ciclistas por la carretera, les grita: “que os van a matar, que os van a matar”. Te veo sonreír, sé que la entiendes. Tus manos huelen a ti. Gracias por no abandonarnos.

15.1.21

Así comienza mi nueva novela

 



Un hombre encuentra un cuerpo descuartizado sin cabeza

El Diario. Madrid, sábado 9 de enero de 2021


Un hombre de 30 años vecino de Aluche (Madrid) encontró anoche en un contenedor de basura de la calle de Valmojado el cuerpo descuartizado de un varón desnudo de unos 35 años años de edad, el cuerpo estaba dentro en una caja de cartón que había servido para transportar un televisor de gran tamaño, seguramente el regalo de Reyes de alguna familia cercana.


La policía, al abrir el paquete, encontró varias bolsas de plástico de color azul con diversos trozos del cuerpo, salvo la cabeza, las manos y los pies. Los agentes han ampliado el radio de búsqueda al resto de contenedores de la zona con la intención de hallar el resto del cuerpo, hasta ahora sin resultado. 


El cuerpo presenta dos profundas puñaladas en el pecho a la altura del hígado, parece que no son la causa de la muerte, al menos de manera inmediata. Según fuentes policiales, pudo ser asesinado entre las doce del mediodía y las cuatro de la tarde del pasado miércoles, día de Reyes. Se sospecha que fue arrojado al contenedor hacia las siete de la tarde, en esta época del año a esa hora ya ha  anochecido. 


La policía no ha encontrado a ningún vecino que haya presenciado algo pese a que para depositar ese paquete tan voluminoso y pesado se necesitan, al menos, dos personas. 


Un funcionario de la comisión judicial que acudió al lugar de los hechos indicó a los vecinos que el cadáver correspondía a un hombre de complexión fuerte, de unos 30-35 años y con estatura aproximada de 1,80. 


Se sospecha que los autores del crimen se deshicieron de la cabeza y las manos por ser elementos fundamentales para la identificación del fallecido.

3.1.21

No me quiero casar

 



El golpe con la mano de mi padre sobre la mesa suena como un trueno, fuerte y brusco, imprevisto para todos surte su efecto, el silencio se apodera del comedor solo interrumpido por el tintineo de los cubiertos que reposan sobre los platos una vez terminadas las raciones del maravilloso postre de mi madre, merengue americano con natillas. 

Mis hermanos y mis cuñadas miran fijamente a mi padre, ellas con temor en sus miradas, nunca habían sentido ese gesto de rabia que nosotros, en cambio, sí tenemos grabado en nuestra memoria. Han sido pocas las veces que afloró y cada vez que ocurrió anticipó semanas de problemas.

¿Se puede saber a qué te estás refiriendo? Alza la voz mi padre dirigiéndose a mi. ¿Qué significa eso que no te vas a casar con Antonio Medina? 

Pues eso, que no me pienso casar con ningún Medina, ya sea Antonio ni con Juan que por cierto, es mucho más guapo. Mi tono consigo que se mantenga distendido y hasta suene como un relato de humor. 

- Estáis prometidos y que yo sepa se ha comportado como un caballero, atento y respetuoso

Ese es uno de los problemas, padre, yo creo que tampoco le gusto 

Cuando tu madre y yo nos casamos, tampoco teníamos mucho en común y con el tiempo aprendimos a convivir y surgió el cariño.

Mi madre, educada en su época, asiente con la cabeza sin emitir sonido alguno que pueda ser interpretado como una rectificación a su marido. Sus ojos me miran desde lo profundo, con una infinita pena. Sé que aunque no lo reconozca ella me apoya y piensa como yo.

Mis padres se casaron después de un noviazgo corto para la costumbre de la época, menos de un año. Con el pretexto del destino de mi padre como Inspector de Aduanas a Canarias anticiparon la boda por las prisas que le entraron a mi abuela materna, no fuera a ser que llegara a Canarias y una isleña, que las hay muy monas, se encargara de encandilar al joven Inspector, dejando a mi madre para vestir santos. Se casaron casi sin conocerse, sin amor compartido y sin experiencias que les sirvieran de comparación y aprendizaje. Su educación no les preparó para el matrimonio, ni para la convivencia ni la intimidad. Los primeros dos años, el tiempo que duró el destino isleño se convirtieron en un curso acelerado de relación, intimidad, conversación y toma de decisiones. La costumbre y el modelo social encajó piezas sin permitir a la pareja ajustar la realidad a sus gustos y necesidades. De esa manera mi madre hacía y decidía acerca de todo lo referente a la casa y labores domésticas. Mi padre las relaciones sociales, el ingreso por el trabajo y poseer la última palabra en cualquier discusión. En ese caldo nació mi hermano mayor, Ricardo como mi padre y se encargó a Rodrigo quien ya nació en Cádiz, el siguiente destino laboral de mi padre. Yo vine más tarde, la sorpresa, seis años después de Rodrigo, ya en Madrid.

Recuerdo mi infancia a mis hermanos mayores aprendiendo la vida saliendo y entrando de casa con amigos. Y yo bajo el cuidado de madre, jugaba con una muñeca bajo el brazo a imitar los gestos de mi madre, limpiar, planchar o cocinar. Cierto es que nos ayudaba Nati, una chica que mi padre había traído del pueblo de mis abuelos para que aprendiera algo en la capital. La pobre olía a bellotas desde lejos, inculta, sosa y fea como un verruga. Tenía una voz muy suave y era muy cariñosa. Todos los días me colmaba de abrazos, besos y caricias. Esos que mi madre nunca me daba. Yo aprendí que las damas no demuestran cariño.

Nunca vi a mis padres pasear cogidos de la mano, apoyada en el brazo de mi padre solo cuando iban a un acto social, si no, nunca. Nunca les vi besarse, ni compartir miradas de complicidad. Era una relación señor y señora al uso.

A mis diecisiete años mis padres organizaron la fiesta de puesta de largo, donde me presentaron en sociedad. Invitaron a todas ms amigas del colegio y a mucha gente que yo no conocía, del círculo laboral y social de mi padre. Que para esa época, además de su puesto como jefe de inspección de aduanas en el Ministerio, había abierto una empresa de importaciones y exportaciones junto con su socio Andrés Medina. Un alicantino muy espabilado que había hecho rico exportando calzado a los países del Este de Europa. En la fiesta me presentaron con mucho interés a Antonio Medina de veinte y dos años quien estaba terminando sus estudios de Economía y Derecho. Un chaval muy educado, tirando a pijo, buen olor y sin ninguna gracia en su conversación ni en su imagen. El contable fue el mote que le puse según me lo presentaron. Esa fiesta fue muy divertida, me lo pasé muy bien con mis amigas y sobre todo con el tonto de Raúl, un chuleta del barrio que estaba estudiando Historia en la Universidad gracias a un desconocido tío en América que le había becado para que fuera alguien de provecho. Raúl consigue hacerme reír  siempre, su conversación incluye chistes y giros inesperados que provocan la carcajada entre los oyentes. Guapete, sin pasarse, delgado y con una dentadura perfecta. Algo en lo que me fijo siempre en un hombre. Sus dientes.

Fue al final de la fiesta cuando mi padre me dio la noticia. 

Rosa, te hemos prometido con Antonio Medina 

¿El contable? Fue lo único que fui capaz de decir bajo los efectos de la sorpresa 

¿Contable? No, está estudiando Derecho y Economía. Será el futuro de nuestra empresa de exportaciones

No me gusta

Ya te gustará

La conversación terminó ahí. Tampoco le otorgué mucha importancia hasta que dos días más tarde se presenta Antonio en mi casa con un ramo de flores y me invita a pasear.

Nos dimos un largo paseo por el Parque del Retiro, se mostró nervioso y cortés. Se esforzó mucho por agradar, hablando sin parar acerca de sus planes, de su formación y de sus ideas sobre la familia, religión, orden social y una larga lista que yo diría tenía preparada con anticipación. Su mayor defecto lo encontré en que en ningún momento me preguntó sobre mis ideas respecto a todos sus temas. Dos horas después, ya de regreso a mi casa, intentó besarme en la mejilla como despedida. Me aparté y mantuve la distancia con mi mano apoyada en su pecho.

Debes saber que yo no soy como mi madre. Le dije notando el desconcierto en su mirada. No entendió lo que le quería decir. Por eso me vi obligada a ampliar mi mensaje

Ahora que por fin me permites hablar, te diré que no coincidimos en las ideas sobre familia, hijos, religión, orden social ni barrio para vivir. No has parado de hablar sobre tus preferencias, sin considerar las mías. Si buscas imponer tu voluntad en una mujer para que sea tu criada, madre y ocasionalmente amante; te equivocas conmigo. Quiero estudiar, ser independiente y no depender de un varón para sobrevivir. ¿Lo entiendes ahora? No sé a qué acuerdo han llegado nuestros padres, a mí no me han consultado y no estoy de acuerdo. Por mi parte, no hay noviazgo contigo. No me gustas.

Los ojos de Antonio se salen de sus órbitas, vino directo a tomar lo que era suyo sin pensar que yo tenía opinión. El pobre siguió las instrucciones de su padre y ni por un momento se planteó ir por su camino, pensar por él mismo. Antonio es una réplica en soso de su padre, piensa como su padre y viste de viejo como él. No ha aprendido a volar solo aún y por lo que demuestra su experiencia con mujeres en nula. El pobre su marchó con los ojos llorosos y su orgullo herido.

La comida se ha desarrollado en un clima apacible, mis cuñadas, ambas tradicionales en su papel de esposas sumisas se amoldaron enseguida al ambiente frío familiar. Elena, la mujer de Rodrigo, mucho más risueña que Amparo, nos alegra las conversaciones con su tono de voz melodioso y su risa contagiosa. Es la única que toca el brazo de su marido, aprovecha para hacerle algún cariño, incluso le besa si algo de lo que cuenta le llega al corazón. Me cae bien. Me gusta aprovechar el café en el salón, tras la comida, para juntarnos las chicas y poder hablar con mayor confianza.

Este domingo, la tensión ha crecido hasta límites insoportables para ellas. Mis hermanos deciden irse pronto dejándome a mí sola ante padre y madre. 

¿Sabes en qué situación me has dejado con tu idea de romper el compromiso?

Padre, su compromiso no el mío, en ningún momento se me ha preguntado, ni Vd ni él.

El bofetón me cruzó la cara dejando su mano marcada en mi mejilla. Mi madre chilló

¡RIcardo!

Su intervención hace el efecto de freno para la bofetada de vuelta. Paralizó a mi padre muy poco acostumbrado a que mi madre intervenga en decisión alguna. Se la queda mirando mientras acomoda su cuerpo hacia mi madre.

Te juro que como me toques va a ser la última vez que roces mi piel en tu vida. Muy digna fija mi madre su mirada en su marido.

Mi madre está desconocida para mí, enfrentándose a su marido que la dobla en kilos y mide casi cuarenta centímetros más que ella. Veo a mi padre que no sabe cómo reaccionar, nos mira alternativamente a cada una de nosotras y se marcha dando un portazo. Tiempo muerto.

Rosa, hija, tienes razón y te voy a apoyar. No voy a permitir que decida por ti como hicieron conmigo.

Mamá, no me voy a casar con Antonio y ahora mismo con nadie. Quiero estudiar como mis hermanos y buscarme una profesión. Si me caso, será por decisión propia y por amor, si lo encuentro. No quiero una vida como la tuya. Yo no valgo.

Déjame a tu padre a mí, sé como calmarle

Los muelles de la habitación de mis padres tocan la música del acuerdo, parece que mi madre conoce bien cómo negociar con mi padre. Nunca valoraré lo suficiente el sacrificio que supone para mi madre su entrega para domar a la fiera. Treinta y un años de matrimonio convencional fijados por las costumbres, lo que debe ser y los acuerdos de alcoba. Sin el aliño del amor ni el cariño.

No me voy a casar, repito en voz alta a mi imagen en el espejo mientras me aplico agua fría a la marca roja del tortazo de mi padre. Sé que es el último que voy a recibir. Mi madre está pagando por ello, vuelven a empezar. - Pobrecilla, ¡Cómo duele el desamor! - me repito para mí mientras cierro la puerta de mi habitación alejándome de los sonidos del acuerdo.

Admiro a mi madre por su determinación y sacrificio. Lo tengo claro, en 1960 ya es época que a las mujeres se nos valore por encima de nuestro papel de madres y criadas. Quiero estudiar. Ser independiente y que se me valore.


Nota: Rosa estudiará Derecho, consiguiendo calificaciones excelentes y convirtiéndose en una prestigiosa abogada laboralista ejerciendo principalmente defendiendo los intereses de mujeres trabajoras. Por cierto, se casará, le elegirá ella, pero eso es otra historia. La historia de mi abuela.

29.12.20

Regalo de Reyes

 


Primeros días de invierno, finales de diciembre, un día luminoso con unas pocas nubes decorando el azul inmenso del cielo de Madrid, uno de los cielos más bonitos del planeta. De Madrid al cielo recuerda el lema que describe la sensación que tienes en la capital de España. El cielo que echas de menos cuando te ausentas de casa. 

La mañana fría, muy fría, de ese frescor propio del fin de año. No falla, cielo despejado, helada nocturna. Los coches amanecen escarchados señalando el inicio de las frías madrugadas invernales.

Carlos acompaña a su padre hasta una nave hermana a otras muchas en un polígono industrial en Leganés, ciudad al sur de la capital. A las once de la mañana, tras el desayuno del joven al que no le gusta madrugar en vacaciones, parten en coche, veinte minutos de viaje en la mañana luminosa. Van a comprar el regalo de Reyes para Carlos, su nuevo piano eléctrico.

Al llegar a la nave industrial donde tiene su sede la tienda mejor surtida de instrumentos musicales de la comarca el ceño del padre traslada preocupación, el aparcamiento de cortesía para los clientes está prácticamente lleno, Tienen suerte al aprovechar el único hueco disponible. Una multitud de personas espera frente a la puerta del establecimiento. Se acercan ambos temerosos de lo que puede significar tantas personas. ¿Aforo completo?¿Que no han abierto?¿Cola para entrar?

Descubren que lo tienen muy bien organizado, junto a la puerta hay un dispensador de números consecutivos, como en las pescaderías. Sobre la puerta un marcador que indica el número que es atendido en la tienda. Tienen nueve por delante. Eso no explica el resto de personas que se encuentran esperando al sol en la zona del aparcamiento más alejada de la puerta, una veintena variopinta e incluso pintoresca. Un altavoz anuncia un nombre - Gustavo, guitarra - Un hombre superado los cincuenta vestido como un rockero, cazadora de cuero y pantalones vaqueros ceñidos con botas camperas negras se acerca hacia la puerta que se abre gracias al censor de movimiento. Un minuto después sale con una caja con una guitarra dibujada. Se le ve contento. Ha encontrado lo que deseaba. - Andrés, bajo eléctrico- Esta vez un melenas que no ha dedicado tiempo a peinarse, enfundado en unos pantalones de lycra muy apretados de color rojo y negro a rayas abrigado solo con una cazadora vaquera se acerca con un vaivén de hombros que bailan al ritmo de cada zancada. Dos minutos más tarde sale feliz con su adquisición, dos amigos vestidos de manera simular le esperan tras la valla del terreno. Algo comentan de un ensayo en el garaje. Marchan contentos con su nuevo instrumento.

La fila avanza rápida, en la tienda son ágiles. Por normativa COVID19 te atienden tras un mostrador protegido por una pantalla de metacrilato protector. No te permiten probar instrumentos con la excusa sanitaria. Carlos tiene clara su decisión, teclado de 88, marca, modelo y clase. Todo dicho de seguido. En este mundo de músicos todos parecen tener muy claras sus preferencias instrumentales. El padre hace su función, paga con la tarjeta de crédito y vuelta al exterior con la factura. En diez minutos les llamarán por el altavoz para recoger el pedido.

Pasea huyendo del frío un sesentón con una cazadora de piel color plata espacial con bolsillos negros. Está impaciente y helado, poca ropa lleva para protegerse de los escasos tres grados de temperatura. Una mujer pasada de carnes enlutada hasta los ojos golpea sus zapatones con alza buscando subir la temperatura de sus pies. Junto a ella, otro gótico alto, espigado y muy delgado sostiene una factura. Le nombran y tras un breve saltito inicia su camino para recoger lo que parece una mesa de mezclas. Un Dj.

Nos llaman, pasamos para recoger el teclado tan largo que obliga a plegar el asiento trasero del coche para ampliar el maletero.

- Gracias, papá. ¡Qué buen regalo! 

Espero que lo disfrutes. Ya nos tocarás algo a la familia

Claro

Carlos domina su impaciencia, en veinte minutos podrá probar su nueva adquisición. Su padre sonríe, le gusta verle feliz. Va dejando atrás la adolescencia y entra en el mundo adulto con decisión. Tras siete años de clases de piano, llegaron los años del cambio físico esos donde las hormonas rigen el intelecto en construcción. Dejó el ejercicio físico, abandonó el golf y aparcó el piano. Tras algo más de tres años, va recuperando sensaciones con las teclas y el golf. Va ganado seguridad en sus actos y en la toma de decisiones. Ha madurado muy rápido, su vida no ha sido fácil y elegir el camino adecuado supone esfuerzo y retos por alcanzar. 

Se le ve seguro frente a las teclas blancas y negras, juega con ella, disfruta con su nuevo sonido. Un nuevo mundo se abre, de replicar composiciones de otros, empieza a probar con sus propias creaciones. Un mundo por venir, un mundo por disfrutar.

Toca, toca que la música nos invite a volar.

Feliz regalo de Reyes.

25.10.20

Banco de leche


 
Aurora llena su rutina diaria en un ir y venir al Hospital de La Paz. Cuarenta minutos viajando en metro a las diez de la mañana. Sube directa a la planta de neonatos. Le espera aletargado Juan, su hijo. Nació dos meses antes precipitadamente, prematuro con apenas veinte semanas de gestación. Midió veinte centímetros, poco más largo que la longitud de la palma de su mano. 

Cada mañana saluda a las enfermeras, tras dos meses se las conoce a todas. Buenas mujeres, serviciales y cariñosas. Hoy está de servicio Gloria, su preferida. Le comenta las novedades de la noche con Juan, anima a Aurora recordando que cada día que pasa más cerca está ir a casa. Se sienta junto a la incubadora, introduciendo sus manos por las ventanas circulares preparadas para ello y acaricia a su Juan transmitiéndole calor y amor. 

A las once de la mañana Juan disfruta de su siguiente toma. Hoy, por primera vez, Gloria entrega el biberón a Aurora quien llorando recibe en sus brazos a su diminuto hijo de dos meses de edad, con la equivalencia que realizan en neonatal, equivale a seis meses de gestación. Juan agarra el meñique de su madre, recibe con los ojos cerrados el flujo del biberón. Poca cantidad, la equivalente a dos cucharadas, justo la que necesita. Aurora tras el parto precipitado, intentó sacarse leche con una máquina succionadora sin éxito. Tras salir del quirófano su gran preocupación fue la salud de Juan, su equilibrio mental se bloqueó desde ese momento, su marido se difuminó como amante, mutó a compañero de piso sin roce, dejó de ocuparse por la imagen, su trabajo, de las relaciones con las vecinas. Solo está Juan.

Ponerse guapa ya no es importante, disfrutar de la vida, tampoco. Se sintió inútil, ni leche era capaz de producir para alimentar a su hijo. Todos los días desde las once menos cuarto hasta avanzada la tarde las pasa en el hospital cerca de Juan. 

Su peor momento, la crisis que sufrió Juan a las dos semanas de nacer. Necesitó de cirugía coronaria de urgencia. Nadie supo encontrar de dónde venía su fuerza por sobrevivir. ¡Un chico tan pequeño! 

Hoy alimenta a Juan. La esperanza ilumina su rostro. Su primera sonrisa, salada por las lágrimas que la aliñan. Mira a su alrededor, encuentra la sonrisa de Gloria. Busca sin encontrar a Luis, su marido. Ahora le echa de menos, no recuerda el maltrato de que le ha dispensado durante estos meses. 

Ana anda con paso decidido, alta y fuerte, se desplaza con velocidad. En volandera cuelga una bolsa de viaje con forma de nevera. Lleva su ración diaria de leche materna. En los últimos treinta meses ha incorporado a su vida la producción de leche materna. Tras un parto complicado, su hijo falleció a las pocas horas del alumbramiento. 

Ana de pecho generoso y productivo fue informada en el hospital del programa de donación de leche materna. Los primeros días, se sacó la leche, se la recogía una enfermera que la utilizaba para alimentar a varios niños. A ella le venía bien sobre todo para aliviar la tensión en sus pechos.
 
Nunca le pasó por la cabeza convertirse en nodriza. Durante los tres días que estuvo en el hospital tras el parto, compartió habitación con otra madre recién parida. Esta por alguna razón que nunca supo no producía leche, la enfermera le administraba biberones de leche cada tres horas. 

La misma enfermera les explicó a ambas que el hospital tiene un banco de leche materna, varias mujeres desinteresadamente donan su producción o parte de ella para ayudar a los neonatos y a recién nacidos de madres que no pueden amamantar. 

En el momento del alta hospitalaria, le entregaron un folleto explicativo del banco de leche. Ana tras la pérdida de su bebé iba por la vida anestesiada, sin consciencia plena de lo que escuchaba, hablaba o hacía. Guardó el folleto en el bolsillo de su abrigo sin prestar mucha atención. Solo quería regresar a casa. 

A la mañana siguiente lo encontró, se disponía a salir a pasear justo después de sacarse la leche que presionaba su pecho. La había tirado, claro. ¿Para qué la quería? Tenía previsto ir al médico en un par de días para que le ayudara a retirar la producción láctea.

Leyó el folleto varias veces y decidió llamar para informarse. Desde ese momento, encontró un sentido para su situación. El altruismo hasta ese momento no había sido su principal virtud e incluso a su compañero de vida le sorprendió verla comprar esa nevera de lactante. ¿Para qué? Pensó. 

Ana se presentó en el hospital al día siguiente con su nevera y cuatro tomas de leche perfectamente conservadas. 

El hospital sigue un protocolo muy exigente para cuidar de la leche de sus donantes y asegurar la calidad de la misma cuidando la salud de los receptores.

Ana nunca falla a su visita diaria para entregar su leche. Durante estos meses ha conocido a varias donantes, la más prolija es ella.

Gloria habla con Ana durante su entrega, comparte una complicidad ganada a diario por el roce. La invita a pasar tras la puerta usando el gesto conocido moviendo la mano con la palma mirando hacia ella. 

Ana traspasa la puerta de neonatos, ambas se apoyan sus brazos. Con la cabeza Gloria señala hacia Aurora quien da de comer por tercera vez en el día a Juan, sonríe sin apartar su mirada de su pequeñín. Le pone en vertical para ayudarle a eliminar el aire de la toma. El pequeño Juan consigue un sonido fuerte y agudo que reconforta a su madre. Le deja con sumo cuidado en su caja transparente protegido por varias toallas blanca enrolladas junto a él. No ve el momento de dejar de acariciarle. Se tiene que marchar, sabe que le deja en buenas manos y aún así, le cuesta separarse de su lado.

Aurora. Llama Gloria. 

Se acerca a las dos mujeres mientras sus brazos se acomodan en las mangas de su abrigo. Es su hora de regresar a casa.

Mira, le comenta Gloria, quiero que conozcas a Ana. No suelen coincidir donantes con receptoras. Ana dona su leche a diario y Juan es uno de sus fijos.

Aurora y Ana se miran con complicidad. No hablan, sus ojos se comunican en una lengua profunda y silenciosa. Aurora da un paso adelante extendiendo sus manos hacia arriba. Se funden en un abrazo. Sus latidos se acompasan, sus lágrimas se comparten. 

No necesitan hablar, la magia del encuentro explica mucho de una y otra. Se comunican agradecimiento, empatía, humanidad. Se funden como una sola mujer. 

El milagro de la vida.

16.10.20

La Niña

 


La travesía resulta ser muy dura, prevista para cuatro años de viaje y embarcados con los últimos avances, la nave es la mejor embajadora del nivel tecnológico alcanzado por la humanidad, gracias a la colaboración de las agencias espaciales de los países más desarrollados del planeta. 

La evolución de la población y las ansias de consumo inmediato están esquilmando el planeta, el ser humano necesita explorar nuevos caminos para expandir su raza. La tierra ha resultado ser muy pequeña para todos. 

La nave es la tercera de su misma generación, la única que ha resultado viable para una larga travesía. La Niña. Tras los accidentes sufridos por sus hermanas mayores, Santa María y La Pinta, las agencias espaciales tras muchas pruebas de laboratorio consiguen montar una nave fiable y para más lucimiento les equipan con los últimos modelos en robótica e informática. 

El propósito de la expedición, explorar el planeta Koi que orbita alrededor de la estrella bautizada como Kepler 160. El planeta Koi se parece tanto a la Tierra que los astrónomos lo definen como tierra gemela. Se encuentra a 3.000 años luz. Gracias a los avances técnico en el aprovechamiento del radio de curvatura y el salto cuántico aprovechando los pasillos negros, se puede alcanzar el planeta Koi tras una travesía de año y medio. 

Luis Ruiz capitanea a la tripulación compuesta por seis hombres y cuatro mujeres de diferentes razas y procedencias. En su mayoría científicos o militares, todos formados como astronautas en las agencias espaciales norteamericana, europea, china y rusas. Los diez tripulantes son voluntarios, dispuestos a vivir una aventura durante cuatro años conviviendo en una nave incómoda y con privaciones. 

Los problemas comienzan a los pocos días tras el despegue, los programadores informáticos responsables de los desarrollos pensados para facilitar la vida de los tripulantes en rutinas básicas como el descanso, el deporte y el ocio, cometen errores vividos en el pasado. A nadie se le ocurre repasar estos programas y la interacción con el resto de la nave. El caso es que el número 1 según el programa significa cosas distintas. El programa desarrollado por los europeos entiende 1 metro, el americano 1 milla, el chino y el ruso también tienen incongruencias entre ellos. Un desastre. El programa que regula el descanso personal programa la vida a bordo organizando turnos de ocho horas, monitorizando el descenso de consumo de energía en las horas destinadas al sueño. Se desajustó, empezó con una diferencia de quince minutos diaria y terminó desajustando los días. En principio no se dieron cuenta de los saltos del reloj hasta que Iván que tiene mal dormir sintió el salto a las 3:45 de la teórica mañana. Al día siguiente a las 3:30 y al tercer día al notarlo a las 3:15 informó al capitán. Se desajustaron también el huerto y la planta de reciclado de los desperdicios orgánicos. Potabilizar el agua comienza a ser un problema por las diferentes medidas de referencia, la parte del programa desarrollado por los chinos mide en litros, a diferencia de los programadores americanos que eligieron la medida por galones.

Dos de los tripulantes tienen formación informática a un nivel muy avanzado; no obstante les faltan conocimientos de programación suficientes como para modificar los desajustes. Tras dos semanas de locos, con algo de ayuda desde la Tierra pudieron arreglar varios de los líos que les afectaba a la comodidad de los viajeros. 

Dos meses más tarde, falla la propulsión del motor de fisión-fusión nuclear. Quedan varados en el pasillo negro con la incertidumbre del peligro que corren. Un choque con cualquier partícula errante puede atravesar el casco comprometiendo la nave. Por suerte solucionaron parte de la avería tras una semana a merced de lo desconocido. El motor les devolvió propulsión suficiente para continuar el viaje modificando la duración prevista de la expedición. Dedicaron mas de tres horas para debatir la conveniencia de volver a la Tierra o continuar la travesía, calcularon que el viaje en estas condiciones se alargará hasta los siete años. Casi el doble. La decisión casi unánime fue continuar en la esperanza de poder analizar el planeta y estudiar la viabilidad para el futuro de la humanidad, decidieron mantener la misión mientras posponen resolver el problema de los suministros para poder comer el doble de tiempo.  

Aún con estas dificultades, La Niña llega al planeta Koi. Los científicos quedan encantados por las posibilidades ofrecidas por el planeta. Cambian el plan de trabajo, de nuevo, prolongando su estancia en el planeta durante unas semanas más, visitan varios enclaves en diferentes latitudes. Cartografían el planeta circunvalándolo en veinte ocasiones. Realmente se trata de un planeta gemelo, repleto de vegetación y recursos. No son capaces de encontrar vida desarrollada. Todos coinciden que es un buen destino para expandir la humanidad. 

El viaje de regreso, se les pasa muy rápido, casi cuatro años dedicados al análisis de muestras y datos recogidos durante su estancia. 

La nave divisa la Tierra en sus sistemas, comienzan las maniobras de aproximación, frenando su velocidad con el fin de poder entrar en la atmósfera terrestre sin riesgo. Tienen previsto el aterrizaje en dos días. La estación espacial de Robledo de Chavela, cerca de Madrid, más conocida como friki-center tiene un equipo antiguo de seguimiento, una reliquia tecnológica que está pendiente de migrar a los nuevos sistemas de la NASA. Tecnología construida con materia metálica y microchips, totalmente obsoleta actualmente cuando la tecnología migró a entornos gaseosos interconectados. 

Manuel Ruiz está de guardia en la estación de Robledo de Chavela, en una noche tranquila de verano, tras repasar el tráfico de satélites alrededor del planeta y las mediciones de las tormentas solares en nuestra atmósfera, tiene planeado disfrutar del cielo estrellado bajo la oscura noche veraniega de luna nueva. Un espectáculo del que no se cansa de disfrutar cada verano. Manuel Ruiz es hijo y nieto de empleados de la agencia espacial. Su abuelo salió cincuenta años atrás en la nave La Niña camino a un planeta gemelo. La historia familiar de todas la navidades cuenta que la nave perdió contacto con la Tierra tras informar de una avería en el motor de propulsión nuclear. 

Abre su silla de playa azul con rayas amarillas que tiene guardada en el almacén de la estación y según descansa su delgado cuerpo en la silla portátil, oye de fondo un pitido intermitente en el equipo de rastreo. Se levanta con urgencia espera que no se trate de la caída de un satélite, la última vez fue complicado salvar la ciudad de Moscú que era donde todos los cálculos situaban como zona de impacto más probable. El zumbido se repite en varias ocasiones, nota un chasquido en los altavoces que le recuerda a cómo sonaban las comunicaciones en tiempos que solo conoció por películas del tiempo de su abuela Rosa quien con ochenta y nueve años sigue muy activa. 

Su padre Luis, llamado como el abuelo, sigue pasando a visitarla un día a la semana. Recuerda la historia familiar de todas las navidades, él con diez años fue a despedir a su padre quien partió como capitán en La Niña. Nave que se perdió en el espacio profundo unos meses después de partir. La abuela Rosa todavía mantiene la esperanza que su marido regrese junto a ella, una ilusión imposible de cumplir con los años que han pasado.

Se acerca al equipo que tiene el zumbido en alerta. 

Aquí nave exploradora La Niña, iniciamos protocolo de aterrizaje. Estimamos tomar tierra dentro de treinta y ocho horas con cuarenta minutos. Cambio.

Luis regresa a casa, cincuenta años después. Rosa nerviosa, recibe la noticia con temor. Sabe que para ella ha pasado la vida, para Luis solo siete.


Nota la teoría de la dilatación del tiempo está basada en una interpretación de la Teoría de la relatividad de Albert Einstein. Recogida en el libro el Juego de Ender de Olson Scott Card.

10.10.20

Raquel vive en el suelo

 


Raquel es de ir con la cabeza bien alta, orgullosa de su trabajo, de su talento y de su vida en general. La vida periódicamente la puso a prueba, la pérdida de un hijo, una enfermedad, una mudanza especialmente caótica, inversiones inmobiliarias y financieras fallidas, pérdidas patrimoniales, mis meses de desempleo, desencuentros en el trabajo, roces de convivencia y para colmo, socia abonada del Atleti. Pasión por los colores de su equipo que en contadas ocasiones le devuelve alguna alegría en forma de títulos.

Por lo general sale victoriosa en la vida, tiene suerte conmigo, su marido, con nuestra familia, su trabajo que la apasiona y sus incondicionales amigas que la adoran. 

Últimamente desliza su mirada por el suelo, desenredando con su imaginación el cruce de líneas dibujado en las baldosas de la acera. Durante semanas ha descubierto la vida que existe a sus pies, las hormigas, las cucarachas que le dan mucho asco, lo sucio que está el suelo de la calle alfombrado de colillas, papeles y las hojas de los árboles en este inicio del otoño. Con la lluvia propia de la estación, todos esos desperdicios tirados transforman el piso en una pista de patinaje. 

¿Ha encontrado el suelo? O ¿Es el suelo el que ha encontrado su mirada? Todo empezó tras la confirmación de sus sospechas. Lleva meses luchando por su equipo, para ella lo más importante son sus compañeros, su equipo, por encima del lema de su empresa. Raquel lo vive, cree firmemente en la fortaleza del grupo humano. Lo demuestra a diario y por ello sus compañeros la veneran. La empresa repite continuamente, sin alma ni credibilidad, su eslogan corporativo “tu equipo” del que hace bandera en la sociedad en un mensaje al que falta vida y credibilidad.

Sus socios en la empresa han decidido modificar el reparto de áreas geográficas exclusivas para los equipos comerciales. Durante semanas Raquel ha intentado demostrar con razones y emociones que la nueva métrica para definir el reparto no es justa, en lugar de valorar el esfuerzo y el desempeño del trabajo, valora aspectos cualitativos ajenos a la capacidad de venta, consideran datos estadísticos aliñados por criterios personales sin pasar por el filtro de la realidad ni por la experiencia profesional. Un invento creado por la mente de un matemático sin conocimientos de la vida ni del negocio. El modelo asigna el reparto favoreciendo a los varones blancos a los que reservan los barrios más pudientes valorando por encima de su capacidad de venta la imagen personal que ofrecen con sus trajes de seiscientos euros muy acorde con el ambiente del barrio. Buenas vendedoras quedan apartadas de las áreas mas rentables. La mejor vendedora de su equipo es la que menos formación previa aporta y lo compensa con creces tirando de simpatía, empatía y cercanía con los clientes. Tiene modales propios de barrios obreros, lachoni la llaman sus compañeros, vincula a los clientes con mayor eficacia que nadie en la compañía, siempre dispuesta a encontrar una solución para cada cliente, les defiende con pasión y ellos lo saben. Por eso la quieren. Sus resultados la avalan, los últimos cinco años ha sido la mejor vendedora de la empresa. 

Finalmente el resultado en el reparto gracias al nuevo sistema favorece a unos frente a otros. Raquel interpreta que selecciona razones de género o de raza, discriminando a los excluidos sin considerar su desempeño previo. 

Su equipo está compuesto mayoritariamente por personas excluidas de los grupos privilegiados por el modelo. 

Hace unos días, la realidad pasó por encima de ella y su gente. Se sintieron abandonadas, tratadas con injusticia y sin razones lógicas que les explicara el por qué. 

Por primera vez en su vida profesional, su equipo sale perjudicado, siente que les castigan después de haber trabajado como nunca, demostrando un ánimo por encima de la difícil época actual y después de conseguir los mejores resultados de ventas de su historia. Son valorados mal gracias a su imagen modesta. 

Durante estas semanas de lucha Raquel se ha ido desgastando, luchar contra la soberbia mayoritaria entre sus socios que desprecian el posible problema, agota a cualquiera, incluso a ella, tan luchadora y tan fiel. Terminó siendo consciente de que la decisión estaba tomada previamente, sólo han creado un relato chapucero para justificar su decisión. Sus socios cuentan a su favor con el miedo de las trabajadoras a perder su puesto de trabajo, utilizan el señalar a unos frente a otros. Crean un ejército de machos beta que apoyan, defienden y custodian a los jefes con la esperanza de convertirse algún día en macho alfa. Un comportamiento propio de las manadas de simios replicado al extremo por las sectas fanáticas. ¿Su empresa del alma se fanatiza?. 

Raquel, ahora vive en el suelo, ha vivido los tres estados degradantes de la ilusión, el enfado que encendió la mecha de la rabia en su mirada, acentuó su lucha por la injusticia y la empujó a bregar hasta el último día. Siempre fue una luchadora. La indignación, que es la antesala de la desidia, del descrédito y del desánimo. Un estado peligroso para alguien con tanta valía profesional y personal, temo que gire sus habilidades hacia conflictos poco convenientes para ella. La veo muy jodida. Me da miedo que explote su fuerte temperamento. Y por último, la frustración, que marca el grado de descrédito máximo, perdiendo la fe en su empresa. Esa que ayudó a crear y ha levantado con su esfuerzo y empuje durante años.

Ha encontrado en el suelo un aliado. Se siente pisoteada. No sé qué hacer por ella. Siempre ha sido la fuerte, la animosa, la voluntariosa, el pilar de nuestras vidas. ¡La han hundido, cabrones!. Me voy con ella al suelo, sucio, mojado y pisoteado, al menos, estaremos juntos. Sin Raquel no tiene sentido mi vida, prefiero vivir con ella en la alfombra antes que vigilar desde arriba para que nadie la pise. 

Solo Raquel sabe cómo cambiar el enfado, la indignación y la frustración por lucha, reinvención y éxito. Estoy seguro de que volverá con fuerza, recuperará el brillo asesino en sus ojos, cogerá lo que es suyo y a los ojos de los demás, habrá superado su duelo. 

Sus socios no la conocen. Yo sé que la han perdido. Le duele el alma con ese tipo de dolor con el que su aprende a vivir sin llegar nunca a curarse. Es lo que tiene la infidelidad, termina en convivencia fría o en divorcio. 

3.10.20

Sin patillas



Alex, elsinpa, el sin patillas. Sale de casa. El mote le cayó de sus compañeros en el colegio. Son muy cabrones. 

Cosas de la edad. Se pusieron de acuerdo, en su vocabulario, hicieron una quedada común, a sus diecisiete años, para no afeitarse durante un mes y dejarse barba. En el curso hay una veintena de varones y aceptaron en reto todos menos elzanahoria, el pelirrojo lampiño de la clase. 

Las dos siguientes semanas marcan la diferencia en el crecimiento capilar entre los alumnos, por su juventud, la mayoría fracasa en el reto, solo media docena de alumnos pueden presumir de poblar su cara con vello de manera digna. 

Alex tiene buena barba de color castaño, envidia del resto, crece con fuerza y de manera homogénea poblando sus mejillas, formando un buen dibujo en la perilla. La barba perfecta. Se asemeja a las barbas de moda que predominan entre los artistas y modelos. Alex nota que atrae alguna que otra mirada femenina. 

Lo poblado de su vello facial contrasta con la ausencia total de pelo en la zona de las patillas. Con el tiempo, dejando crecer su cabello por la zona delante de sus orejas cubrirá esas calvas laterales. Los hijoputas de sus compañeros no le permiten esperar ese tiempo, ya le han bautizado como elsinpa y le guste o no, se queda con el mote. 

La costumbre de bautizar a los compañeros con motes tiene su peligro, en los casos que la nueva denominación acierta y consigue la aceptación general, éste sustituye en la memoria colectiva a su denominación real. Llega un momento que todos dudan de su nombre de pila y se dirigen a él por su mote. En poco tiempo nota que nadie le llama por su nombre, Alex, todos, incluso sus amigos más cercanos le llaman sinpa, un caso claro de deshumanización provocada por el desuso del nombre de pila. 

Suele ir al colegio acompañado de su amigo Oscar que vive en su misma urbanización. Oscar elmlp, el me la pela, conocido por todos como MLP. Gusta de ir despeinado con su pelo rizado ingobernable mecido por el viento a la moda racial de los años setenta. De pequeño le llamaban elpelopolla y en plena pubertad, coincidiendo con el estirón pasó a llamarse elescobilla. Nombre mucho más acertado si le juzgan por su apariencia. Es delgado, muy flaco, siempre viste de blanco y el mocho rizado que tiene sobre la cabeza se asemeja al artilugio que decora junto al inodoro de cada cuarto de baño en este país. Puso tanto afán en no darse por aludido cada vez que se dirigían a él como escobilla que logró algo casi imposible, el cambio de mote por segunda vez. Todo el mundo sabe que cuando te motean, ese nombre se queda para siempre, pase lo que pase. Y si es en un entorno rural, puede que hasta lo hereden tus descendientes. En ese caso el mote se pluraliza y sus hijos pasarán a ser llamados losescobillas

Oscar y Alex avanzan con ritmo pausado, contemplando la vida desde su muro de desprecio e indiferencia general. En la siguiente esquina les espera María, la mejor estudiante de la clase. Desde el momento en que María empezó a salir con Bruno, elpopeye a ella se la conoce como Olivia. Te digo yo que en el colegio son bastante hijoputas. María es mona, con cuerpo de adulto, sin coincidencias con la flaca de las viñetas de Popeye. En el futuro, cuando cambie de pareja, en el barrio más de uno la recordará como Olivia

El trayecto al colegio es breve, quince minutos a la sumo. Antes quedan en una zona infantil con la panda, se reúnen quince o dieciséis bachilleres alrededor de un par de bancos de madera. Elcaracol comparte su altavoz bluetooth animando la reunión. Sabe que el alto volumen molesta a los vecinos sin importarle lo más mínimo. Es su momento de protagonismo, lleva una mochila a la espalda durante todo el día, con un único fin de transportar el altavoz inalámbrico que ameniza las reuniones con los amigos. La música la provee Miguel, lalicuadora, como tiene las venas de la nariz a flor de piel, cualquier contraste de temperatura le hace reaccionar sangrando de manera escandalosa.  Alguno mencionó que le recordaba al zumo de tomate y se quedó con la licuadora.

Sonia, quien no tiene mote asignado, tiene asumido su papel de madre del grupo. Les recuerda que faltan cinco minutos para empezar las clases. Todos se desperezan, apagan la música y desfilan arrastrando los pies hacia el aula. Hoy es lunes, a primera hora toca filosofía. Toca aguantar alpicapiedra, una copia viviente de Pablo Mármol. ¡Qué pereza! Los jueves son mejores, doble horario con Ivette, la americana que les da clases de inglés. Amante de ofrecer su escote generoso al agacharse para lucir su anatomía a la altura de los ojos de los alumnos más despistados. Te aseguro que vuelven de su ensoñamiento habitual, alguno se le quedan los ojos saltones como a la rana Gustavo. Su alumno preferido es Manuel, el3x. Un aficionado al cine de adultos que asegura haber visto a Ivette en alguna escena porno. Lo cierto es que no ha traído ninguna prueba de ello de modo que la sensación general es que la imaginación domina la memoria de Manuel.

Pasan las tediosas horas, durante la clase los alumnos guardan un silencio tal que desde fuera se interpreta como orden y atención al profesor. Todo lo contrario, los alumnos han entrenado durante años la apariencia de interés cuando realmente se encuentran en su momento de ensoñación preferido dejando pasar el tiempo cada uno con su imaginación. Solo despiertan al sonido del timbre, el sonido liberador que marca el final de la jornada. En ese momento resucitan al ritmo del altavoz de elcaracol. Entre los que le acompañan, van seis con barba, elsinpa en cabeza orgulloso de su pelambrera. El resto, arrastrando los pies camino al exterior.

Juventud, divino tesoro.

29.9.20

Palomo cojo

 


Relato publicado en el libro: El palomar

Puedes adquirir el libro en Kindle: https://www.amazon.es/El-palomar-RAMON-RODIL-GAVALA-ebook/dp/B087GD7BVP/ref=sr_1_1?__mk_es_ES=ÅMÅŽÕÑ&crid=1XHNBUO25X6GA&dchild=1&keywords=el+palomar+ramon+rodil&qid=1601219569&sprefix=el+palomar+ramon%2Caps%2C174&sr=8-1


Palomo: Manolo / Paloma: Pruden, su hermana


    Pruden es una mujer muy ordenada, limpia como buena manchega, muy de su casa. Su rutina diaria no era alterada por nada, festivos o no, todos los días contaban con la misma dinámica mañanera.

Abría todas las ventanas para ventilar la casa durante el tiempo del desayuno y sacaba la ropa de la cama, también por la ventana, para airearla. Después barría las habitaciones que más se usaban: la salita, la entrada, la cocina, el dormitorio y el baño. Luego venía el tiempo de la fregona, cuya agua cambiaba en cada habitación; salvo cuando terminaba la última de ellas que, entonces, reservaba el cubo con el agua y la lejía para fregar, ahora con el mocho viejo, la acera de su casa.

Barría la acera correspondiente a su fachada con una escoba de mano. Tras repasar la acera y empujar lo poco que había a un recogedor, pasaba la fregona con porte orgulloso, ya que se sabía observada por las vecinas, que siempre comentaban lo muy limpia que era.

Volvía dentro de la casa y le preparaba el desayuno a su hermano Manolo, que en todo ese tiempo se había refugiado en su despacho. Este lo utilizó cuando trabajaba, hace años, de comercial de la cooperativa de aceite de su pueblo. Manolo era muy conocido porque fue gerente de la cooperativa Virgen de la Roca durante treinta años. Muy afable y con gran don de gentes, su casa siempre abierta y la sonrisa preparada para atender a sus vecinos. Soltero como su hermana, ambos se mantuvieron en la casa de sus padres, viviendo y cuidándose el uno del otro.

Pruden es modista y costurera. Recibe a las mujeres en su salita y tiene una gran lista de clientes reincidentes. La salita está siempre provista de las últimas revistas de moda y de cotilleo. Las fotos de las famosas asistiendo a una boda o en una fiesta eran la inspiración de sus clientas, que siempre decían: Cópiame uno como este, el que lleva la Infanta en la boda, pero un poco más alegre, que parece una monja con ese escote cerrado.

Siempre las complacía, había heredado las mismas habilidades de su hermano. Era muy agradable y sociable, esa amabilidad y tener su casa siempre abierta le permitía recibir muchas visitas y generar pedidos que las mujeres no se habían ni planteado. Hablaba muy alto, casi gritando, y era muy extravertida. Tenía la virtud de ser la primera en enterarse de todo, quién había muerto, quién estaba enfermo, quién se casaba, quién se descasaba, todo pasaba por su consulta, como llamaba Manolo a la salita bien iluminada donde, por las tardes, se animaba la charla de palomas gorgojando sin parar.

Manolo, desde que se jubiló, frecuentaba todos los días, antes de la hora de comer, los bares de la plaza, donde alternaba con los hombres y se ponían al día de sus quehaceres. Nunca se le conoció novia ni relación, todos admitían su homosexualidad no confesa a diferencia de otros casos donde el amaneramiento les ponía a la opinión pública en contra. En la Cooperativa trabajó muchos años un tal Miguel, pero todo el pueblo le llamaba Lola porque su ídolo fue Lola Flores y su amaneramiento era muy flamenco.

Manolo es muy masculino, nunca se insinuó a ningún varón conocido, salvo alguna escapada a un burdel de Madrid cuando iba a la feria de la alimentación. Allí perdió su virginidad a los cuarenta y ocho años con un chapero de veinte años, que le guió en su desahogo. Durante quince años, esta es su única escapada anual, el resto del calendario se ajusta entre el pueblo y los viajes que realizaba para vender el aceite.

Siempre se le iba la mirada a los más jóvenes, casi niños. Le atraían los silenciosos a la salida del Instituto, buscaba sin atreverse un clon a lo que él sintió en su juventud. Nunca le gustaron los chistes de coños, tetas o culos. Las frases malsonantes de sus amigos respecto a las vecinas solo tenían definición de caza mayor, no de respeto. A él le gustaban los más callados, los más apocados, sin vello y con voz suave.

En los últimos tiempos, su imaginación se alimentaba con los hijos de su vecina María. El segundo era de su tipo, no le gustaba el ejercicio ni los deportes ni salir con amigos. De vez en cuando le preguntaba en la calle cómo estaba y cómo le iba en el colegio, pero el chico, educado y sonriente, siempre abreviaba los encuentros y se apresuraba a su casa. Alguna vez había notado la mirada de águila de María para dejarle claro que estaba vigilando y que no iba a consentir que le tocara un pelo a su hijo de dieciséis años. Pero Manolo sabía muy bien que una cosa es la imaginación y otra muy distinta es atreverse. Además, ya había decidido muchas décadas atrás que toda posible relación tendría lugar fuera del pueblo.

Manolo solo mira, alimenta su deseo con la imaginación. Y empezó a preparar cada vez con más reiteración viajes a Madrid: que si voy a ir al fútbol a ver a mi Atleti, que si vamos al teatro, que si comida de antiguos clientes de la cooperativa… Estaba más activo sexualmente a los sesenta y ocho que nunca.

Pruden, a diferencia de él, no es homosexual. Simplemente ella es muy fea y ningún hombre la quiso. Aunque agradable al trato, su cara y su cuerpo cuadrado no le dieron muchas oportunidades. Ella sabía que a Manolo no le iban las mujeres y que su comportamiento en el pueblo era sencillamente egodistrónico, se rechazaba como era él. Pero estaba equivocada, Manolo estaba reprimido y autoreprimido en su entorno rural, cosa que aprendió para no verse rechazado por sus iguales en su pueblo. Pero Manolo tiene sus sentimientos y sus necesidades. Su sueño había sido siempre haberse ido a vivir a Madrid o a Barcelona, donde pudo haber tenido una vida plena sin esconderse, pero no se atrevió. El pueblo tira mucho a los inseguros, pues se sienten muy cobijados en las costumbres y en las personas. Tampoco se atrevió a dejar sola a Pruden en el pueblo.

Manolo salió a dar su paseo hasta la plaza, donde se encontraría con sus amigos de aperitivo. Iba despacio por la acera, se le apreciaba una pequeña cojera al andar, un recuerdo de su caída de una mula al trote cuando tenía seis años. En aquel incidente cayó mal y su pierna se rompió por dos partes, el muslo y el tobillo. No le curaron bien y cuando cicatrizó, su pierna derecha resultó un centímetro más corta que la izquierda. 

Un palomo cojo 


Buen viaje, Joe

  Joe, simplemente Joe. Omitiendo, desde siempre, el rango familiar de tío. Recuerdo tu aterrizaje entre la familia cuando Ana, también sin ...