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15.4.21

ERE

 





Dedicado a los compañeros de banca

La primera vez que te enfrentas al riesgo a lo desconocido sufres más por la incertidumbre que por la realidad. Soy capaz de entender lo que estás pasando en estos días e incluso me pongo en tu lugar. Os conozco y reconozco tras muchos años compartiendo vida, esfuerzos y retos conseguidos. El compañerismo siempre fue nuestra bandera y bajo su sombra uníamos nuestras habilidades para superar lo que se esperaba de nosotros, año tras año nos felicitaban por ello, repartiendo un incentivo que nos ha ayudado a pagar nuestra vida privilegiada.

Treinta años de vida, medidos como bancario suman cuarenta y cinco. Es una profesión que desgasta, consume y exige como la que más. Cierto es que tiene, tenía, sus compensaciones. Sueldos altos, beneficios sociales y sensación de seguridad en el empleo. Los tipos de interés altos financiaban una maquinaria que sentándose en el balance generaba beneficios, incluso en los días festivos. Sin presión por vender más allá de la mera intermediación del dinero, captar para prestar. La vida se complicó, lo hizo poco a poco, como para acostumbrarnos a lo malo.

Los tipos de interés bajaron y bajaron hasta ser negativos ¡vaya contrasentido! Eso dibuja una curva de la demanda invertida, cuanto más tengo, más pierdo y menos lo quiero. El negocio bancario se fundamentaba en captar dinero barato para prestarlo caro y la situación financiera actual supone captar caro y prestar barato, no hay negocio. Las estructuras de costes son rígidas pues sus costes básicos son fijos y altos, alquileres y mano de obra. Toca reinventarse, vender productos de manera recurrente y cobrar comisiones para crear ingresos recurrentes. En esta idea todas las entidades descubrieron que la salida más eficaz era aprovechar la enorme estructura de ventas para vender productos de ahorro colectivo, seguros e incluso electrodomésticos. Un cambio vital, de sentarse sobre el dinero y ganar con su íntermediación a convertirse en supermercados de productos.

El coste del dinero siguió su caprichosa caída de precios. La herramienta más a mano de los políticos para luchar primero contra la inflación y luego contra la recesión económica ha sido la política monetaria. El mercado financiero se calentó hasta el gatillazo. Tipos de interés negativos en todo el planeta. Las principales divisas mundiales compiten por ver quién paga menos por su valor facial.

Tras una década sufriendo una caída de rentabilidad asociada al precio del dinero y tras comprobar que cuanto más seguros se venden más se despierta al mercado que con su juego de competencia consigue que los precios de las primas de seguros bajen. Con esta caída, sufren los beneficios de sus vendedores, de nuevo los bancos. La competencia se vuelve feroz y el mercado se restringe, se llega al mercado de cambio de cromos, vendes tanto como pierdes, el consumidor aprende a cambiar de proveedor buscando mejores condiciones. La duración media de un seguro de vivienda se reduce de ocho a dos años. La panacea de los ingresos recurrentes parece que ha llegado a su máximo.

La venta de productos de ahorro con riesgo, fondos de inversión, tiene su curva de aprendizaje para los clientes, desconfiados al máximo por las explicaciones incompletas utilizadas por los vendedores y también para los propios vendedores que necesitan formarse para poder entender el producto e informar correctamente a los compradores. La competencia estimula la aparición de formas de venta un tanto relajadas con la certidumbre. Finalmente los Reguladores fijan nuevas reglas de juego en su afán por proteger a los consumidores que exigen a las entidades mayor formación de sus empleados, contar con personal titulado oficialmente y mejorar la comunicación con los clientes. Los vaivenes del mercado estimulan un mercado emergente; en tiempo de subida de índices bursátiles todos contentos, parece que todos ganan. El mercado sube y baja, si decide bajar ya sea por la crisis, por la aparición de una pandemia mundial, por una guerra o cualquier desastre; todos sufren. El que tiene invertido pierde porque baja el valor de parte de lo que tiene, el que vende pierde porque no puede cobrar su comisión de éxito y además le crea inseguridad ante sus próximas ventas. Otra palanca de la panacea de los ingresos recurrentes que llega a su máximo. Se complica aún más cuando el mercado de deuda está sobre inflado provocando caída en el valor de activos supuestamente seguros, ser conservador es más peligroso que nunca.

De la venta de electrodomésticos, teléfonos, alarmas y todo tipo de cachivaches mejor olvidarlo, nunca llegó a ser relevante como para plantearse como salvación para los bancos.

Llega una crisis mundial por culpa de un virus que nos trae muerte, caos, decisiones políticas precipitadas, miedo, caída de los mercados, parón de la actividad económica y empresas sin actividad. Los gobiernos dotan de colchones de tesorería a las empresas con préstamos y créditos baratos con el presunto aval del Estado, los bancos con visión social se lanzan para hacer llegar estas posibilidades de tesorería a todo el tejido productivo, empresas y autónomos. Adicionalmente los gobiernos apoyan a las familias endeudadas con facilidades para dilatar la devolución de sus obligaciones hasta el final de la pandemia.

Para la banca esto supone mucho trabajo en pocos meses, migran su balance de préstamos hacia los nuevos créditos avalados por el Estado, protegen su solvencia y complican su futuro de generación de ingresos para los próximos años por el sobre endeudamiento de la economía que no permite muchas oportunidades de vender más crédito, además el nuevo crédito avalado está barato y por normativa legal le impiden vincular con otras operaciones que sumen rentabilidad. Una trampa que durará años. 

Conocen por experiencia que cuando la economía se frena, muchas empresas cierran provocando impagos de los préstamos. Muchos trabajadores pierden su empleo dificultando su capacidad para atender sus deudas durante largo tiempo. Mayor tensión para las cuentas de resultados de los bancos, menores beneficios o incluso perdidas.

Concretando:

El margen de intereses que se genera vendiendo préstamos y comprando dinero baja por el coste negativo del tipo de interés y los precios bajos de las líneas avaladas. A esto se añade la dificultad para encontrar nuevos clientes solventes y con generación de caja que garanticen el poder otorgar nuevas líneas de crédito. El mercado está parado, solo mantenido gracias a la concesión de hipotecas para la compra de viviendas que aún se resiste a notar los efectos de la parada de la actividad económica general.

El margen por comisiones se ha deteriorado por la enorme competencia existente en un mercado con baja actividad, se venden muchos seguros baratos y se cancelan muchas pólizas para cambiar de compañía. Los ingresos por fondos de inversión se resienten por las caídas de los mercados en los últimos meses. El mercado ha necesitado un año completo para volver al nivel previo a la crisis sanitaria, una vez recuperado hay dudas respecto a la ilusión por el crecimiento a medio plazo. 

Los costes fijos de alquileres se han renegociado aprovechando el exceso de oferta de locales por efecto de la crisis económica. No es fácil mejorar estos gastos sobre lo conseguido salvo reduciendo los metros de tienda abierta, menos oficinas.

Los costes de mano de obra, eliminando a todo el personal eventual contratado habitualmente se consigue de manera rápida un ahorro de costes. Ajustando los objetivos comerciales hasta el nivel de comprometer su cumplimiento da como resultado un ahorro en la retribución real pagada al reducirse la incentivación variable liquidada. De nuevo parece agotado el camino del ahorro de costes sin adoptar medidas excepcionales. 

Las previsiones sobre la capacidad de devolución de los préstamos tanto de empresas como personas son poco halagüeñas, la crisis azotará a las familias y empresas en cuanto desaparezca el manto protector del Estado, lo que anticipa pérdidas por insolvencia que influye directamente en los resultados anuales de los bancos.

Coincide en el tiempo la concentración bancaria, con reducción generalizada de estructuras en todas las entidades y el previsible camino hacia la concentración, en un futuro cercano, de entidades a nivel europeo. El sector convive con un exceso de regulación de su actividad ordinaria que penaliza a la banca frente a nuevos actores que aparecen en el mundo global. Hoy es fácil encontrar aplicaciones de móvil o a gigantes de los datos, comunicación o distribución por internet que se atreven, con éxito, a vender financiación a personas y pymes, seguros, fondos de inversión, tarjetas, pagos y todo tipo de productos financieros.

La perpetua presión anual por presentar mejores resultados ante la sociedad y sus accionistas, hace que los dirigentes de las grandes corporaciones valoren asegurar la supervivencia futura de su compañía y el mantener el potencial de beneficios a futuro por encima de las personas, vistas como coste fijo. Ya sabes, querido amigo que S.A. además de Sociedad Anónima significa Sin Alma.

Es su primera vez, tras su curva de aprendizaje, una vez que estrenen nada les impedirá repetir la experiencia. En estas semanas, mi querido compañero, te enfrentas a un Expediente de Regulación de Empleo (E.R.E.) con todos los miedos e incertidumbres. También será la primera vez para los supuestos representantes de los trabajadores, sin experiencia ni visión para comprender las opciones que les van a plantear. 

El resultado final me atrevo a adivinarlo, será muy similar a los alcanzados en el resto de Entidades del sector que se han adelantado en esta carrera por el ajuste de empleo como camino inevitable para procurar una opción de futuro. Veremos una repetición de estrategias, filtraciones y comunicados de las partes. 

Al final, para ti compañero, este Expediente supondrá complicarte la vida tras decenas de años dejándote la piel por tu Banco, tu Oficina, tus Compañeros o tus Clientes. Puede llegarte el momento de ir para casa de una manera que nunca habrías pensado ni merecido. Te irás por la puerta de atrás prestando un último servicio a tu Banco que gracias al sacrificio de muchos como tú, confía en garantizarse poder existir en el futuro. 

No es justo, nunca lo es. Te deseo lo mejor durante este trance, si te quedas que sea para bien, si te marchas que la vida te recompense.

Mucha suerte querido amigo.



11.4.21

La ley del más fuerte

 


El documental de animales elegido, como cada tarde después de comer, para dormir la siesta en el sofá detalla con todo lujo de detalles cómo el instinto de supervivencia selecciona de manera natural al más fuerte de los polluelos que nacieron esa primavera en el nido. En un año de sequía escasea la comida y pronto se hace evidente que los padres solo son capaces de proveer de alimento para uno solo de sus tres hijos. Los polluelos inicialmente luchan por hacerse con el mejor lugar para recibir el alimento. A los pocos días la evidencia dicta el futuro, el mejor alimentado se hace más fuerte y aprovecha su fuerza no solo para dominar y elegir la comida que viene sino que empieza a maltratar a sus hermanos picoteándoles en la cabeza e incluso consigue hacer caer del nido al más débil. En unos días se quedará como único superviviente, el único que come en el nido. No hay piedad con los débiles.

El locutor insiste una y otra vez en la selección natural en la naturaleza, recordando su implacable ley, solo sobrevive el más fuerte. Lo impactante de las imágenes secuestran mi atención alejando de mí el adormilamiento que suele anticipar una cabezada de quince minutos en el sillón. Me vienen a la cabeza imágenes del mismo mundo animal donde no se cumple necesariamente con tanta crudeza esa misma ley, recuerdo ejemplos de cultura colaborativa. Hormigas, abejas, lobos, delfines, orcas o leones. Entre ellos existe la competencia por conseguir o mantener un territorio de caza o por el derecho a aparearse. También colaboran entre ellos para conseguir alimento, mejorando sus posibilidades de éxito en la caza o en el transporte de alimentos o en la construcción de guaridas o cuidado de su descendencia.

¿Y el ser humano? ¿Dónde lo encuadramos?¿La evolución de su especie hasta convertirse en la dominadora del planeta ha sido por la ley del más fuerte, del más hábil o el triunfo de la colaboración?

En un colegio a la hora del recreo citamos a los alumnos de diez años en el campo de fútbol. Les mostramos una mochila llena de chucherías y de sobres de los cromos de las colecciones más valoradas en su edad. - Es el premio- les explicamos. 

Esta mochila es el premio para aquel que consiga llegar el primero tras pasar una serie de pruebas de habilidad y fuerza a lo largo de todo el campo de juego. 

¿Cómo reaccionan nuestros chicos? Corriendo rápido, compitiendo entre ellos, luchando por ser el primero, por ser el ganador. Su único fin es quedar el primero.

¿Y en el mundo adulto?¿Cómo nos comportamos ante un incentivo adecuado?¿Dinero, ascenso, estatus? De igual manera. Parece que repetimos el comportamiento del polluelo más fuerte eliminando a su competencia. Las empresas comerciales incentivan la competencia interna como mecanismo para la mejora de sus resultados. Hablan de equipo, de la fuerza del grupo, de valores e incluso de unen a la moda empresarial del momento (digitalización, internet, obra social, sostenibilidad...) cubriendo su imagen con un manto de honestidad más propio de religiones que de corporaciones. Así construyen una fachada, una apariencia. La imagen es un todo. El mercado no va analizar cómo hacen las cosas, simplemente les valoran en función de la imagen que ofrecen. Las compañías viven en un mundo animal donde solo el más grande y fuerte sobrevive. Incitan a la lucha interna por ser el mejor, seleccionan entre los mejores luchadores a los que tengan sus escrúpulos más alineados con los de los jefes. Una vez más el polluelo más fuerte es el único que se queda en el nido.

¿Nos estamos equivocando? Un comunista aprovechará este hilo para presumir de sus ideas donde todo es de todos. La historia y la práctica ha demostrado que sus ideas han fracasado. Si la olla se comparte a partes iguales sin distinguir entre los que más han aportado y los que no aportan, qué motiva al que aporta para seguir haciéndolo. La utopía de que todos somos iguales se rompe por el comportamiento egoísta de los más insolidarios. ¿Entonces sólo queda la ley del más fuerte?

Recientemente he leído un experimento social que me hizo pensar sobre la existencia de una vía alternativa y que me apetece compartir aquí. Ubuntu

Un antropólogo propuso un juego con unos niños de una tribu africana. Colocó una canasta llena de frutas deliciosas junto al tronco de un árbol, y les dijo: 

- El primer niño que llegue al árbol y toque la canasta, se ganará toda la fruta.

Cuando el antropólogo hizo la señal de inicio pensó que iban a correr para ganarse la fruta, se sorprendió al verles caminar todos juntos, tomados de las manos, hasta que llegaron al árbol y juntos tocaron la canasta. Compartieron entre todos los niños la fruta.

El les preguntó que por qué hacían eso, si cada uno de ellos podría haber conseguido la canasta de fruta solo para ellos o para repartirla con sus familias.

Los niños respondieron todos juntos y a una sola voz: 

- Ubuntu.

El antropólogo intrigado preguntó el significado de esa palabra. Los adultos de la tribu le explicaron el significado de la palabra Ubuntu: "yo soy porque todos somos."

Según la educación que reciben de sus padres y abuelos ¿Cómo puede sólo uno de nosotros ser feliz, mientras todos los demás son miserables?

Esta tribu conoce el secreto de la cooperación y la solidaridad, en un mundo moderno no son los más fuertes, ni los más tecnológicos; en su mundo han comprendido que cooperando todos son más fuertes. Me pregunto ¿Quién es el más civilizado?¿Quién vence a la ley de la naturaleza? 

UBUNTU.

2.4.21

La cuarta decisión

 


El acuerdo firmado una treintena de años atrás fijaba como ineludible y de obligado cumplimiento el reencuentro para el 1 de abril de 2021. Una reunión para el contraste y el análisis de los datos.

 

En marzo de 1991, un par de días antes de la cita, Rafael Esteban recibe por correo una citación para una reunión de selección laboral el 1 de abril de 1991 en el Hotel Continental de Madrid. Por esas fechas, Rafa busca activamente trabajo, una vez licenciado de su servicio militar obligatorio antes de regresar a su puesto de trabajo en la empresa donde dedicaba las mañanas, previo a su obligado paso por el ejército, prefiere explorar el mercado en busca de nuevas oportunidades, el trabajo en la Gestoría ya lo conoce y no llega a colmar sus expectativas laborales. Concienzudo, convierte la búsqueda de trabajo en un trabajo al que dedica seis horas diarias, repasa los anuncios de oferta de empleo publicados en los periódicos de mayor tirada, escribe cartas de presentación anexando su curriculum y mueve activamente los contactos de las amistades de su padre, amigos y compañeros de la facultad. No le faltan citas para realizar pruebas de selección o entrevistas, por ahora sin mucha suerte. No llega a fructificar en un nuevo empleo. En ocasiones no interesa su perfil, en otras veces es a él a quien no le convence la empresa o el ambiente que observa y en la mayoría de las ocasiones, las empresas grandes suelen convocar procesos de selección donde la incorporación no es inmediata, crean un grupo de candidatos que van contratando en función de sus necesidades. 

 

Registra cada intento en una lista donde anota el nombre de la persona a quien envió la carta, su teléfono y resto de datos de contacto. En ocasiones contesta a su demanda otra empresa que está asociada a donde envió su curriculum. En empresas pequeñas encuentra que un mismo empresario dispone de varias sociedades, incluso en las mismas oficinas. Esto complica un poco su seguimiento de las demandas de empleo presentadas. En alguna ocasión, recibe una citación para entrevista y no tiene muy claro de dónde procede.

 

Esto le ocurre con la carta, recibida dos días antes, de la empresa Aladdin future, le llama la atención lo escueto de la redacción comparando con el resto de cartas que recibe. 

 

“Aladdin future, S.L. busca a un licenciado en Económicas, Empresariales o similar con ambición, activo, inglés fluido y libre para viajar. Remuneración alta. El proceso de entrevista se realizará el próximo 1 de abril en el Hotel Continental a las 11:15 horas.”

 

Un tanto intrigado por la entrevista, una más dentro de su agenda, de hecho, se pregunta si le dará tiempo para asistir a otra entrevista prevista a las 13:30 en Plaza de Castilla a unos veinticinco minutos en autobús. Elige sus mejores galas, el único traje que cuelga en su armario y unos zapatos, gastados por el uso, bien lustrosos a base de cepillo y betún. Su intención es destinar parte de su primer sueldo a mejorar su vestuario.

 

El Hotel Continental ofrece una apariencia moderna que le distingue de otros hoteles de lujo en la capital, más clásicos en su mobiliario y en el trato al cliente. Este hotel, más contemporáneo, sus salas están más cerca de parecer oficinas arregladas que salones de boda. Tras preguntar en Recepción, le dirigen a un sofá frente a una sala. - Saldrán a recibirle a la hora - Le informa una azafata que se aleja con movimientos hipnóticos de cadera dejando un rastro de colonia fresca de azahar que despierta el instinto animal de Rafa.

 

- ¿Rafael Esteban?

 

Le sorprende un hombre de unos cuarenta años de edad, vestido de manera informal, chaqueta de corte británico y sin corbata. Elegancia de gentelman. Se ha despistado con el culo de la azafata y le ha pillado con la guardia baja.

 

- Sí, soy yo

 

- Cautivadora ¿verdad? Carmen tiene la habilidad inconsciente para hacer que nos despistemos. Pasa por favor, adelante.

 

La entrevista, totalmente diferente a otras que está manteniendo últimamente le ofrece las condiciones en un acuerdo único al que debe decidirse a aceptar en la próxima media hora, justo el tiempo que resta hasta la llegada del próximo candidato seleccionado. Le ofrecen ser el dueño de su destino incluso le facilitan hasta en cuatro ocasiones el cambiar sus intereses de vida, cuatro oportunidades para ser feliz, cuatro vidas. Una propuesta enigmática , sin duda.

 

El entrevistador, enfundado en su imagen de caballero inglés demuestra una gran capacidad de comunicación y persuasión. Sin llegar a entrar en detalles, la oferta en términos generales resulta atractiva y con un salario muy por encima de lo habitualmente ofrecido para su nivel principiante.

 

- Rafael, es el momento de tomar la decisión. Si decides aceptar, firmamos el contrato y te presentaré al gran jefe, Gabriel. Si no te interesa, lo entenderemos. Ya te he explicado antes que no ofrecemos segundas oportunidades ni tiempo de meditación. La vida está llena de toma de decisiones y estás ante uno de esos momentos decisivos.

 

Treinta años han pasado desde aquella conversación que le abrió un camino apasionante. A la misma hora que entonces, las 11:15, sentado en un sofá similar al de entonces frente a la misma sala. Esta vez sin azafata que le acompañe, ha tenido que venir solo. Traje hecho a mano por un sastre de renombre, casi dos mil euros en paño de primera calidad, detalles de señorío, sobre unos zapatos hechos a medida. La imagen de Rafael traslada éxito y poder económico. Mueve el cuerpo transmitiendo seguridad, empaque, profesionalidad. Su eterna sonrisa le facilita mucho la cercanía a los demás, es su mejor herramienta social. Un triunfador. El deportivo estacionado en el garaje traslada de manera inequívoca que se encuentra en la élite económica y de decisión.

 

Justo a la hora convenida, atraviesa la puerta el mismo caballero inglés por quien no pasan los años, repite vestimenta. Un caso sorprendente.

 

- ¿Cómo lo haces? Estás igual.

 

- Me cuido y tengo una naturaleza privilegiada. Me alegro de verte, Rafael. Pasa por favor. Gabriel te espera.

 

- ¿Gabriel? No me lo esperaba

 

La sala, amueblada a imagen de un apartamento, tiene al fondo una cocina abierta con una mesa redonda con una capacidad para seis personas. Sobre la misma, cinco manteles individuales donde reposa un juego de platos y cubiertos. 

 

El inglés desaparece dejando a Rafael en solitario, de la cocina sale a recibirle Gabriel, recuerda que le vio el día de su firma y no ha vuelto a tener la oportunidad de coincidir con él. Al igual que con el inglés, Gabriel aparece igual, su misma figura, su misma cara, su misma vestimenta. Ni una sola arruga más en su cara. Otro al que el paso del tiempo no le cambia.

 

- Rafael, me alegro mucho de volver a verte.

 

Se acerca con paso seguro, armonía en sus movimientos y su brazo extendido con la mano abierta dispuesto para el saludo. Una sonrisa amplia, blanca y reluciente ilumina su semblante transmitiendo cercanía amigable. Gabriel es capaz de transmitir en segundos esa sensación de cercanía amistosa que te abraza hasta el arrullo emocional. Cae bien siempre, desde el primer instante. Curiosamente, junto a él todo el mundo reacciona con naturalidad olvidándose de los personajes y roles sociales que fabricamos para relacionarnos con el mundo.

 

- Estás igual, ¿Cómo lo hacéis?

 

- ¿Tu crees? El tiempo pasa para todos, no te creas. Ven siéntate, por favor. ¿Vino, café, refresco, cerveza, agua? ¿Qué te apetece?

 

- Agua está bien.

 

- Yo también me quedo con agua. Ven vamos a sentarnos

 

- ¿Esperamos a alguien?

 

- Sí, cada cosa a su tiempo. Ahora quiero aprovechar este tiempo contigo a solas ¿Cuéntame, qué tal te ha ido con nosotros durante estos treinta años?

 

- La verdad es que estoy muy satisfecho, según firmé el contrato me seleccionasteis para entrar en la más famosa consultora empresarial del mundo, con nombre de whisky escocés, donde solo acceden los curriculum mejor valorados con las notas medias más altas. Tras un par de años formándome en un equipo de trabajo, comencé a adquirir más responsabilidades y eso me permitió saltar a varias compañías, donde me fichaban para directivo de alto nivel. Fui aprendiendo de los negocios donde iba cayendo y alimentando mi experiencia profesional que me servía en la siguiente compañía donde siempre mejoré mi estatus. Ahora estoy de presidente de una de las más grandes compañías europeas en un sector donde nunca imaginé que podría trabajar. En el fondo, te reconozco que no sé de nada en concreto, sin experiencia real de la vida en los sectores que he estado liderando. Conozco procesos, procedimientos, normativa, descripción de manuales y todas esas habilidades del consultor que termina dirigiendo apoyándose en pocas personas de fiar que suelen tener el mismo perfil, técnico y poco humano. Económicamente me va muy bien y tengo mi vida resuelta para el futuro. Echo de menos contar con más amigos en mi vida y tener una mujer para compartirlo todo. Lleno de eventos culturales, deportivos y de trabajo mi existencia. Lo que no sé es por qué te cuento todo esto. No sé cómo lo haces, me tiras de la lengua. Te digo cosas que no sabe nadie de mi

 

- Es algo que me ocurre sin que haga nada al respecto. Resumiendo un poco, estás satisfecho con tu éxito económico y profesional, te sientes vacío de experiencias reales en el mundo laboral a pie de calle y no disfrutas de una vida sentimental ni de amigos

 

- Lo acabas de describir perfectamente. Así es

 

- Quisiera recordar contigo varias decisiones en tu vida. A ver qué me cuentas de ellas. Empezamos con Laura, tras tu decisión de firmar con nosotros, tu segunda decisión importante en la vida

 

- Laura, ¡Qué gran mujer! Estuve muy enamorado de ella, tanto que me planteé dejarlo todo e irme a vivir con ella. Una cara preciosa, con una mirada penetrante y unas piernas larguísimas que me abrazaban siempre. Una sonrisa perpetua y un alma limpia. Compartimos un año en Nueva York justo en mi segundo año formándome como consultor, Nuestras noches fueron intensas, aún me estremezco cuando las recuerdo. Me propuso ir a vivir a Tanzania un par de años para fundar una escuela cerca del Serengueti, su ilusión era escolarizar a los niños Masai. No podía hacerlo. Estaba justo en el inicio de mi vida profesional, en la rampa de salida al éxito y no podía permitirme perder dos años en una labor altruista.

 

- ¿No te arrepentiste?

 

- Me dolió, es cierto, era lo que tenía que hacer.

 

- Eso fue tu segunda decisión, tras elegirnos, de las cuatro que te ofrecimos. Permíteme que te presente a una persona que te gustará conocer. John ¿Puedes acercar a nuestro segundo invitado?

 

- Nunca supe que el inglés se llama John. 

 

- Tampoco se lo preguntaste ¿verdad? Te ruego te quedes sentado mientras hago las presentaciones.

 

Gabriel se acercó a la entrada repitiendo el mensaje corporal que había realizado con Rafael quien observa desde la mesa una escena calcada a la que acababa de vivir, no cae en la cuenta que no es capaz de enfocar la imagen y ve a las personas borrosas. A John, Gabriel y el nuevo invitado. Su fisonomía le recuerda un poco a él. Nota que se acercan Gabriel y el nuevo hacia la mesa, quedando John al final de la sala junto a la puerta.

 

- Rafael, mira te presento al Rafael que eligió irse con Laura. Para aclararnos, me dirigiré a ti como Primero y a él como Segundo.

 

Los ojos de Rafael acomodan su visión hasta poder identificar a Segundo, es él mismo, se reconoce las facciones, quizá tiene cinco o seis kilos más de peso, viste ropa cómoda y elegante, chaqueta Hackett con pantalones chinos claros y mocasines. La cara un poco más redonda, las mismas canas, que al tener el pelo un poco más largo se le notan más. Sienta a la derecha de Gabriel, justo enfrente de Rafael.

 

- Me fui con Laura, los dos años en Tanzania se convirtieron en seis maravillosos años. Construimos una escuela y un ambulatorio médico. Tuvimos dos hijos, niña y niño que ya terminaron la universidad y empiezan a gobernar su vida. Llegó un momento en el que nos temimos que las enfermedades o las privaciones pudieran afectar a nuestros hijos y aunque éramos muy felices en África decidimos regresar a España. Fundamos un colegio en la provincia de Cádiz y hoy está considerado como uno de los diez mejores colegios de España. Ambos damos clases y seguimos tan unidos como siempre. Tenemos una vida maravillosa, buscamos las oportunidades de cada día para estar juntos y compartir nuestro tiempo. Cada día doy gracias por la suerte que he tenido y me alegra haber tomado la decisión más importante de mi vida para poder compartir cada día con la mujer de mi vida.

 

Rafael primero escucha con interés, mientras el relato versionado por Segundo se convierte en imágenes en su cerebro, envidia sentir ese sentimiento de plenitud emocional que él no ha disfrutado desde que se separaron en el aeropuerto. 

 

Gabriel apoyando sus manos en los brazos de Primero y Segundo, corta ese flujo de imágenes y consigue que ambos Rafaeles centren su atención en él

 

- Primero, me gustaría recordar tu siguiente decisión. La escritura

 

- Es verdad, ya se me había olvidado. En Londres viví dos años tenebrosos, oscuros, lluviosos y tristes. Mi primer destino tras Nueva York, como consultor en el equipo europeo, trabajaba quince horas diarias y no tenía ni ganas para socializar. Me entretenía escribiendo historias. Me presenté a un concurso literario de novela con un pseudónimo, Peter Worder. Mi novela “Psicología de un mentiroso compulsivo” ganó el certamen, el premio gordo consistía en publicar la novela en la mayor editorial del mundo con un contrato donde te anticipaban parte de los derechos de la siguiente novela. No podía firmar ese contrato, estaba centrado en mi trabajo de consultor. Quedó en una anécdota y en que me demostré a mí mismo que tenía talento para entretener a los demás. El libro se vendió bien durante un par de meses, hasta que el mercado descubrió al siguiente novelista y mi fama fue efímera

 

- John, ¿Puedes invitar a nuestro tercer invitado?

 

Gabriel repite la escenografía anterior y acoge al nuevo invitado a quien invita a la mesa para ser presentado. Ambos Rafaeles, Primero y Segundo observan la escena, repitiéndose el mismo fenómeno de mirada borrosa.

 

- Rafaeles, os presento a Rafael, manteniendo el criterio anterior, os nombraré de manera del orden ordinario. Primero, Segundo y Tercero. Tercero es un novelista famoso con libros publicados y traducidos en más de cincuenta países. Tiene en su haber varios premios literarios entre los más reconocidos económicamente. Un libro publicado cada año. El auténtico Best Seller mundial. Sigue firmando con su pseudónimo, Peter Worder. Tercero, ¿Te importa contarnos cómo es tu vida?

 

Este nuevo Rafael tiene la misma fisonomía de los anteriores, en el peso de Segundo, con el pelo largo cuidado. Ropa de marca al estilo de Segundo, con la diferencia que calza zapatillas deportivas blancas. Un tanto bohemio prefiere la comodidad. En el bolsillo interior de su chaqueta esconde una pequeña libreta con un bolígrafo donde anota ideas que le surgen por si puede aprovecharlas en alguno de sus libros.

 

- Vivo en París, por amor. Conocí a Esperanza, una mexicana fuerte, enérgica y pasional que me atrapó para siempre. Me hace de musa y la sigo allá donde vaya. Trabaja en el Cuerpo diplomático de las Naciones Unidas y llevamos en París diez años, anteriormente hemos vivido en México, Nueva York, Madrid, Tokio y Amsterdam. Tras ganar el certamen literario firmé con la Editorial del Pingüino quien me ha acompañado durante todos estos años. Escribo en español y ellos me traducen a las principales lenguas. Me encanta escribir y compartir mi vida con Esperanza, no tenemos descendencia. Somos muy felices. Mi vida está llena de impactos culturales, viajes, una mujer pasional y consigo encontrar inspiración en nuestra vida para alimentar los personajes de mis novelas. El mes próximo presento mi último trabajo, “La última cena” un relato actual lleno de pasiones, ambiciones y corrupción.

 

Rafael Primero escucha con atención el relato del escritor y al igual que le ocurrió con Segundo, a medida que escucha su mente recibe las imágenes y los sentimientos vividos por Tercero. Siente envidia de esa vida la felicidad que traslada.

 

Gabriel invita con un gesto a John para que se les acompañe en la mesa. John distribuye por la mesa varias raciones y descorcha una botella de un excelente vino de Jerez. Un oloroso con la virtud de acompañar el alma y el cuerpo para una buena conversación.

 

- Rafael Primero. Por contrato, tienes de plazo hasta hoy para tomar una cuarta decisión. Puedes elegir cómo continuar tu vida, puedes continuar como Rafael Primero, Segundo o Tercero. Los tres sois la misma persona y tras hoy, los tres os volveréis a unir en uno solo ¿Qué vida eliges? ¿Qué Rafael deseas ser?

 

- Y ¿Qué pasa con los demás en las vidas? ¿Laura, sus hijos, Esperanza, los libros, el colegio, etc?

 

- No te preocupes, está todo pensado, seguirán sus vidas, nos ocupamos de ello. Eres un afortunado por contar con esta cuarta oportunidad para definir tu vida una vez que conoces cómo te ha ido en las anteriores. ¿Qué decides? ¿Qué Rafael quieres ser?

21.3.21

La botella de Pepsi-Cola

 




Mañana con escarcha, de los primeros amaneceres fríos del otoño, día luminoso con el cielo azul apenas rasgado por unas pocas hileras de nubes altas semejantes a las que provocan los aviones a su paso por las capas más frías de la atmósfera. Un día bonito, tirando a frío como marca el calendario. 

La cita, junto con otros voluntarios del BBVA con inquietudes medioambientales y sus familias, es a las nueve de la mañana. La actividad tiene tirón, el clima acompaña y el lugar es de fácil desplazamiento desde la ciudad. Nos juntamos ochenta participantes, animosos e impacientes por realizar una actividad al aire libre en compañía de nuestros hijos.

Formamos tres grupos de trabajo, un grupo con los niños menores de quince años que en compañía de varios voluntarios realizan labores de búsqueda de piedras del tamaño del puño de un adulto, más adelante, necesitaremos las piedras para marcar los bordes de la senda que están formando uno de los grupos de padres. Los adultos forman dos equipos, el que construye la senda y los que cavan con ritmo en lo que parece un antiguo lavadero. Trabajos físicos para los que el Ayuntamiento nos cede picos, palas, azadas, carretillas y otras herramientas.

El grupo de niños es numeroso y variopinto, coinciden adolescentes con niños de guardería. El trabajo de los niños es más aburrido, buscar piedras, mientras observan el ritmo y el ambiente del grupo de los padres con interés. Nuestros hijos desertan de su grupo y se acercan al grupo de padres, quieren ayudar como los mayores, su iniciada adolescencia les impulsa a otras actividades, les atrae más la compañía adulta que los numerosos, hoy, niños más pequeños de cuatro o cinco años. 

El trabajo es duro, consiste en picar un suelo arcilloso compacto y frío. Los adultos comienzan a rotar con el pico y la pala. Un día de ayuda como voluntario de medio ambiente se ha convertido en un día duro de trabajo de albañil, algo a lo que ninguno estamos acostumbrados. Las agujetas propias de los oficinistas lejanos a la actividad física, nos recordarán en los próximos días la actividad de este sábado.

Aprovechando las rotaciones y las deserciones entre los mayores, cansados por tanto esfuerzo, aceptan encantados el relevo los chicos de doce años, comienzan con ánimo a levantar las azadas para remover la tierra que deben desalojar de lo que empieza a vislumbrase como una pequeña piscina construida de ladrillo, piedra y cemento. Efectivamente había un lavadero antiguo que se alimentaba del agua del río. El ánimo juvenil les hace superar la dureza del trabajo, desde fuera observaron la acción y consideraron que era divertido, una vez integrados en el ritmo de trabajo adulto notan que es cansado, sus ojos manifiestan su sorpresa. Por supuesto no van a admitir y mucho menos van a permitir que se les note, van a aguantar su turno al mismo ritmo de los mayores. Ni de coña vuelven con los niños. 

La tierra resulta ser barro compacto y húmedo, al encontrar pocos elementos duros como piedras, ramas caídas o cascotes de la edificación anexa que está casi derruida, la extracción resulta ser más sencilla, pesada, sí. También fácil de ejecutar. Una mirada de doce años cambia de concentración a curiosidad. Un sonido diferente alerta al chaval, maneja la azada con cuidado, ha encontrado algo duro enterrado entre el lodo compacto. Con habilidad mueve la azada con movimientos breves, despejando de lodo oscuro su zona de impacto. Rasca alrededor del objeto duro. Su mirada sigue hablando. Su curiosidad evoluciona al interés. ¡Una botella!. Utiliza las manos para arrancar del lodo su trofeo. 

Papá, mira qué he encontrado. Una botella. 

¿Enterrada? 

Sí, estaba a un metro de profundidad más o menos. Voy a lavarla en el río.

Tras un rato limpiando el vidrio por fuera y sobre todo por dentro, llena que estaba, descubre una botella de vidrio transparente con letras de color blanco. Regresa hacia su padre orgulloso de su trofeo encontrado. Son esos momentos durante la adolescencia en los que estando en una actividad adulta, recuperan su inocencia infantil. Esos momentos que los padres agradecemos porque recuperamos nuestra presencia carnal, tras semanas de existencia transparente para nuestros hijos. Por unos minutos te haces visible para ellos. Unos minutos que te llenan para todo el día. 

Vaya, si es una botella de Pepsi-Cola de las que había cuando yo era pequeño. Esta botella puede tener casi cuarenta años. Mira el tamaño y el grosor del vídrio. Sin etiquetas de papel. 

Las botellas se rotulaban directamente en el vidrio. Una vez se consumía la bebida, el envase se devolvía para volver a ser utilizado por la embotelladora en un ciclo mucho más ecológico que el actual, de usar y tirar. Parece que el ahorro de costes se impuso a la lógica más saludable para el planeta.

Me la quiero quedar. 

Claro, hijo

La botella de Pepsi adorna su habitación desde entonces, ese niño, ahora  adulto, conserva su trofeo en recuerdo de un día de trabajo como voluntario. En realidad es el trofeo del día que pasó de la infancia al inicio de la madurez. Como padre, me gusta ver esa botella cada vez que entro en su habitación. Para mí es el signo que recuerda las emociones de esa época, señal de un día que no fui invisible para él. 

Me recuerda que un padre siempre está cerca, incluso cuando es invisible.

5.3.21

Primera muerte - Relato incluido en mi nuevo libro "Primera vez"

 



15 de abril de 1980. Quince años. Demasiado pronto. Muy joven. Una injusticia. Pablo se fue, nos dejó.

Mi alma doliente no se acostumbró a tu ausencia hasta un par de años después. Es cruel perder a tu mejor amigo. Nada te prepara para ese dolor, para ese vacío.

Su ilusión fue siempre el afán de superación. Con una cabeza privilegiada, propia de una persona cabal y lógica, nunca se dio por vencido. Su lema personal era: el que la sigue la consigue. Quería llegar a lo más alto en el escultismo, ser nombrado Caballero Scout. Tras pasar todas las pruebas de habilidad y conocimiento necesarias se preparó de manera concienzuda para la última, una marcha en solitario durante veinticuatro horas por la Sierra de Ávila.

Navaluenga fue tu final, Pablo. Esa prueba de supervivencia resultó ser demasiado para ti, un mal paso con tu visión limitada, el pasto alto y resbaladizo. Mala suerte.

Más de doscientas personas salieron a buscarte en el momento en que los responsables del Grupo Scout dieron la voz de alarma por tu desaparición. Un helicóptero del Servicio Aéreo de Rescate (SAR) y varios coches de la Guardia Civil apoyaron las labores de búsqueda. Tardaron varios días en encontrarte. Una espesa niebla, en el inicio de la primavera en la Sierra de Gredos, dificultó la posibilidad del rescate.

Pasaste de ser mi amigo a un foco mediático. Hijo de un conocido diputado, tu desaparición disparó el interés de los medios. Un periodista me localizó preguntando por el barrio, todos sabían que éramos... que somos amigos. Me preguntaste, me pediste unas fotos prestadas: «Mañana te las devuelvo», me dijiste. Me las robaste, nunca las recuperé, no me quedaron fotos contigo, solo una en grupo y de lejos. Periodista ladrón, en ningún momento pensaste en mis sentimientos, solo en tu noticia, en tu interés. Ladrón, me robaste mis fotos. Los negativos, debido al desorden que me invadió durante unos meses, se perdieron.

Mi colegio, un gran colegio, muy lleno de niños, todos varones en aquellas fechas, con siete clases por curso, se me hizo muy grande. Recibí el pésame de muchos compañeros y profesores, alguno hasta se preocupó por mí durante un par de semanas. Mi temperamento frío y distante, herencia familiar, aisló el dolor en una cápsula dentro de mi corazón, no permití que los demás pudieran entrever una debilidad en mí.

A las pocas semanas, la vida seguía, ya se había olvidado. Mi dolor se quedó. Alguna noche lloré en silencio recordándote, amigo del alma. Me reproché alguna discusión sin importancia que recordaba, algún accidente. Con el tiempo también recordé los buenos momentos, las excursiones, las noches compartidas al calor de una buena hoguera. Pablo, tú me hacías fuerte, eras mi apoyo visible, nos necesitábamos, nos compenetrábamos.

Nació el Buitre, te ganaste el mote por tu forma de sentarte, siempre con una rodilla a la altura de la cabeza.

Me tuve que hacer fuerte solo, ya no estabas a mi lado. Hay otros amigos y vinieron más. Algunos de ellos, comunes contigo, los mantengo, un milagro tras cuarenta años. Han pasado muchos años y te sigo echando de menos.

El mundo perdió a una buena persona que nos habría ayudado a todos a mejorarlo.

Pablo, el Buitre, no te olvido.

27.2.21

PRIMER ATLETI. Incluido en mi nuevo libro: PRIMERA VEZ

 



Anticipo del nuevo libro: PRIMERA VEZ.

Pueden adquirir ejemplares en Amazon o contactando con el autor aquellos que prefieran ejemplares firmados o dedicados. Existen formato papel y digital.


Primer Atleti

Triste día de final de mes, un 30 de octubre de 1993 con frío y tonos en gris amenazantes de lluvia e incluso nieve. Diego no para quieto en ningún momento, está muy

nervioso. Ha llegado el día esperado; ni la lluvia ni la nieve más inoportunas le van a privar de ir a ver a su Atleti esa tarde.

La jornada se hace larga, los minutos pasan muy lentos. Como si no fueran de sesenta segundos, ese día los minutos duran cien, doscientos. La comida, preparada con cariño por su madre, huele muy bien. Su plato preferido es el elegido para degustarlo ese día, ¡su día con mayúsculas! Se trata de lenguado en salsa verde y patatas panaderas. Pero el estómago de Diego está cerrado, no puede con todo. Por primera vez en la vida no termina aquel plato. Su madre arquea una ceja, no quiere preocuparse y lo achaca a los nervios. Le conoce y se queda vigilante.

Las seis y Diego lleva preparado ya más de una hora. Ha elegido la camiseta rojiblanca con el nueve y con su nombre impreso en la espalda, un regalo de Reyes. Le está grande, cosa que agradece, así puede lucirla sobre el jersey. Solo queda tapada por el abrigo y por la bufanda de lana roja y blanca tejida por la abuela Luisa.

Doce años, tres meses... y el día más importante de su vida. Cruza la puerta junto a su padre, Miguel. Orgulloso de su hijo, quiso darle la sorpresa de un partido de liga en el Calderón. Miguel no es del Atleti, huele a vikingo por los cuatro costados, es el único madridista en la familia. Pero este sábado es simplemente el padre de Diego, se le ve nervioso, más silencioso de lo habitual, desea que su hijo sea feliz, desea que gane el Atleti.

Viajan en metro. Miguel, por acompañar a Diego, luce una bufanda rojiblanca propiedad de su suegro Diego, socio desde que nació. El calor del metro obliga a descolgar los abrigos. Con una mano en la barra del vagón, la izquierda la utilizan para sujetar su prenda gruesa. Tras casi una hora de viaje, llegan por fin a la estación de Pirámides. Se le antoja estrecha y pequeña, a duras penas puede esta engullir a todos los aficionados que salen apresuradamente de los vagones buscando la calle, aire fresco y menos viciado.

Algunos aficionados cantan el himno del club, otros jalean acompañando. Cuando salen a la plaza ya es noche cerrada en el exterior, los días de otoño son cada vez más cortos, se nota que se hace más tarde. Aunque Diego es más de luz, más del día, este sábado para él no se pone el sol. Se ajusta el abrigo y la bufanda, siente el cambio de temperatura.

Hacen parada en un puesto de venta de chucherías. Miguel compra una botella de agua y una bolsa de pipas. Han llegado con tiempo, su intención es pasar por la tienda del club. Tiene las pupilas tan abiertas que no cabe en sí de gozo. Allí admira equipaciones, complementos, balones, botas, juegos de mesa y hasta albornoces; todo con el escudo del club. Es observado por Miguel, que se siente generoso y está dispuesto a redondear la sorpresa con un regalo de recuerdo. Diego no se decide, da vueltas por la tienda igual que un marchante de arte en una sala de exposiciones.

Un instante le delata con ese brillo en la mirada... esa alegría al final de sus ojos marrones. Se trata de una tarjeta con la foto de su ídolo, Caminero, y firmada. Las miradas de padre e hijo se cruzan un instante y Miguel asiente mientras sonríe; Diego le sale muy barato, se conforma con poca cosa. Guarda la foto en el bolsillo interior de su abrigo, Diego está seguro de que le dará suerte en el partido. Miguel sujeta el brazo izquierdo de su hijo para luego mantenerse, juntos, entre todas aquellas personas. Es día grande, el campo se va a llenar.

Atlético de Madrid-Barcelona, partidazo: el Barcelona de Koeman, Guardiola, Romario, Bakero, Zubizarreta, todos unos cracs; el Atleti, apañado con coraje y corazón, como dicta su himno.

Miguel localiza la puerta que les corresponde, ha conseguido que le preste su abono, y el de un «amigo vecino», su suegro. Su suegro no tiene el corazón como para soportar un partido contra en Barça y, si es para su nieto, todo son facilidades.

―Solo espero que un madridista como tú no le gafe la ilusión al niño ―le recordó cuando le dejó los carnés.

Las localidades son muy buenas, están en la zona que tiene acceso por la M-30. A cubierto, por si decide llover; a la altura del palco presidencial, justo encima del banquillo local. Diego no deja detalle sin escrutar, disfruta hasta del calentamiento previo de los jugadores.

―Mira, papá, ahí están los titulares. Allí, los suplentes.

Los atléticos lucen camisetas de algodón, con manga larga y cuello. A todos le viene grande, es la moda, se trata del mismo modelo que lleva Diego.

―¿Eres el nieto de Diego? A ver si nos traes suerte hoy ―comentó un aficionado de la fila anterior. 

El partido empieza vibrante, con dominio alterno. Se nota al Barcelona mejor posicionado y con grandes jugadores. Seguros y orgullosos, defienden la primera posición en la clasificación de la Liga. El Atleti es peleón, no deja de ser un equipo de media tabla; los décimos y con una plantilla apañada sin grandes estrellas, un equipo preparado para correr en velocidad y jugar a la contra.

A los diez minutos entra el primero del Barcelona. Romario se ha marchado de Solozábal con una habilidad propia de un genio del balón. En media hora Romario marca tres goles y estrellado un balón en el larguero. Pinta mal. Miguel mira a Diego preocupado por su posible desilusión. Diego sigue animando y vibrando con cada jugada de su equipo. Festeja los saques de esquina como previos a gol, corea los cánticos de los animadores del fondo, incansables, sin desfallecer por el resultado adverso ni por la temperatura fría de la noche.

En el descanso los bocadillos de chorizo que les ha preparado su madre vuelan. Esta le dijo:

―Te los voy a hacer de chorizo, así es un bocadillo rojiblanco. Si quieres, a tu padre le dejo solo la miga en blanco.

―No, mamá, hoy papá es del Atleti.

Los bocadillos vuelan mientras calienta Kiko. Y la segunda parte empieza con presión atlética y en dos minutos Kosecki inaugura el marcador local. El campo es una olla a presión, todos animan, mucha es la distancia en el marcador, hay fe en los chicos.

La falta lejana disparada por Pedro, con mucha fuerza, se cuela entre las manos de Zubizarreta. Veintipocos minutos y marca el segundo gol. Se abre la puerta de la esperanza en una afición que anima ahora más fuerte si cabe.

A la media hora un nuevo tanto de Kosecki empata el partido. Solo en ese momento los nervios traicionan, durante unos minutos, a Diego. Tras la expulsión de Pirri su ánimo se viene un poco abajo. La inseguridad y el tremendismo colchonero hacen mella en su fe. El «fondo» sigue animando sin parar. Diego siente la mano de su padre en la rodilla; la está moviendo constantemente con un gesto inconsciente, no es para menos, hemos empatado con el Barcelona.

Faltan dos minutos, el acoso del Barcelona es incesante, un balón es rechazado y sale corriendo, veloz, es Kosecki hacia la portería rival. Le acompaña a su izquierda Caminero, que recibe el pase y remata cruzando para evitar la salida del portero... ¡Gol!

―¡Gol... gol!
―De Caminero, hijo.
―¡Gol...!

Se abrazan padre e hijo. Hace años que ambos no se abrazaban; crecer tiene como condicionante que abandonas el roce con tu padre. Ese momento vale oro. Diego es feliz. Gol de Caminero, gol de su Atleti, gol para ganar al Barcelona. Siente el calor de su padre, lo echaba de menos.

Para Miguel es un instante de felicidad, ha merecido la pena ir al fútbol. Ese abrazo de Diego significa mucho, muchísimo. Se compromete a buscar oportunidades para compartir tiempo con él. «Y si hay que hacerse del Atleti, se hace uno del Atleti». Además, le ha gustado cómo juega el equipo, cómo lucha, cómo se anima en este campo; qué diferencia con el otro.

Besó en la frente a Diego, que le miró sorprendido mientras seguía saltando como loco.

―¡Gol de Caminero! ¡Gol!

La vuelta a casa la hacen en una nube. No importa el calor del metro ni lo abarrotado que va, tampoco el hambre le recuerda que casi no había comido hasta ahora. Sentado en el vagón, Diego mira a su padre, que acaricia la bufanda del Atleti.

―¿Sabes, Diego?, me he convencido, es mi primera vez también. Soy del Atleti.

3.2.21

Mellizos

 




Lucía espera con paciencia el resultado del test de embarazo, en el fondo de su consciencia está más que convencida del resultado positivo. Su noviazgo enlatado de los últimos cuatro años languidece gracias a la visita de la apatía y la previsibilidad. Sigue queriendo a Miguel, sin la pasión que debería sentir. Comparten las tardes de los miércoles en la misma salita, cada uno con sus ocupaciones, él con su ordenador portátil salta de las series a los juegos o a leer en internet. Ella prefiere la televisión, la entretiene más. Cuatro años antes los miércoles por la tarde eran festivos, se buscaban, exploraban todos sus poros, era el día de investigar, probar y jugar. No recuerda el miércoles que se cortó la racha y se quedó en el día que si estaba de buenas, quizá. Antes ni se lo planteaba. 

El día que cumplió treinta y cuatro años su reloj de las prisas empezó a marcar las horas y los días. De repente su inexistente vocación de madre surgió e implicó a Miguel en una serie de encuentros los días propicios sin considerar la predisposición a amar que tuviera en ese tramo horario o del calendario. 

Lo primero, olvidar la píldora, con el riesgo que lleva en el mes siguiente a provocar una ovulación múltiple en la mujer, algo de lo más natural. Os recomiendo que esperéis un mes más para poneros a caminar - Les comentó el ginecólogo al que consultaron

Ese primer mes fue un tobogán de emociones, al retirar la ingesta de hormonas diarias su cuerpo reaccionó como una adolescente en celo. Será por la pérdida de hormonas artificiales o será por su repentinas ganas de ser madre o por el despertar de su reloj de las prisas, lo cierto es que se sentía muy predispuesta incluso en días de mucho trabajo y que nunca el deseo se había apoderado de su cuerpo. Miguel acompañó a Lucía de muy buen grado en el nuevo camino hacia la paternidad. También es su ilusión hasta el punto que este nuevo objetivo alimenta el deseo incrementando el número de intentos, sus sonrisas anuncian a los demás de la buena época que están viviendo.

Viviendo entre tanta euforia olvidan la recomendación del médico, total, hay que aprovechar el momento. Miguel se salta su cita semanal de los jueves con sus amigos del barrio, tiene prisa por volver a casa, tiene el capricho de repetir la machada del día anterior. Ni en sus mejores sueños había cumplido a ese nivel, la predisposición de Lucía ayudó y llegar al límite del morbo entre ellos les empujó a una sesión memorable, por lo menos para Miguel.

No contó con que los jueves es también el día que Lucía elige para tomarse algo después del trabajo con sus compañeros de la redacción. El último jueves del mes es cuando cierran la edición de la revista y suelen terminar tarde, no saben por qué, siempre pasa algo que les empuja a terminar tarde. En esa ocasión, por alguna alineación astral incomprensible terminaron la revista mucho antes de lo habitual y decidieron celebrarlo saliendo a cenar y a tomar una copa.

La copa fueron varias en una discoteca de moda. Lucía lo daba todo, comer, beber, bailar, reír estaba muy guapa, el centro de todas las miradas incluidas las de Juan Carlos, el nuevo programador de la empresa. Alto, musculoso, barba de moda, bien vestido y que huele a almendras. El bollicao le bautizó Sandra la secretaria del jefe. Joven y guapo. Nunca habían hablado mucho más que lo estrictamente necesario, veintitrés años el más joven de la plantilla. Cerca de media noche fueron desertando de la fiesta los empleados para volver a sus casas, Lucía estaba eufórica y se lo pasaba muy bien, tan bien que no recordaba desde cuando no había sentido esa sensación. De regreso del baño cayó en la cuenta que solo quedaban Juan Carlos y ella, todos los demás habían desaparecido. No le preguntes cómo se despertó a eso de las dos y media de la madrugada desnuda salvo sus medias negras sujetas a sus muslos, enrollada en una sábana interminable donde reconoció el logotipo de un conocido hotel del norte de la ciudad. Se vistió con cuidado para regresar a casa con la intención de dormir enfundada en su pijama de caras. Los viernes tras la edición de la revista la costumbre era no volver a la oficina, estaban todos liberados en compensación por los esfuerzos de la noche anterior. Por delante un fin de semana tranquilo.

Tres meses después apretaba la mano de Miguel mientras disfrutaban asustados de la ecografía que les confirmaba su próxima paternidad, mellizos. Cruzaron sus miradas entre asustados y felices por la confirmación. 

¿Dos?¿Qué vamos a hacer, Miguel?

Saldremos adelante.

Recordó la recomendación médica sin querer comentarlo con Lucía, no es plan de mal meter, las cosas son como son. Además ¿No querían ser padres? Pues toma doble ración. La vida cambia, tras el nacimiento con las tareas multiplicadas, deciden que Lucía dispondrá de media jornada y en la revista la permitirán ejercer el teletrabajo durante unos años, Miguel para compensar la merma de ingresos, encontrará un nuevo trabajo mejor pagado y mucho más intensivo en horario. Difícil equilibrio entre paternidad y economía. La conciliación es algo de lo que los políticos hablan sin solucionar. La familia se organizó alrededor de los chicos y los turnos. La pasión y la intimidad se pierden en el baúl de los recuerdos. Conciliar pañales, enfermedades infantiles con deseo y sentirse guapo exige mucha ilusión y luchar por algo que existe aunque se olvide durante meses.

Chico y chica, comparten pelo oscuro con la madre, de pequeño tamaño y tranquilos. Aunque eso cambia a los pocos días, cuando Miguel hijo comienza a demostrar lo inquieto y movido que será toda su vida. La niña, Lucía, es pausada, muy como su padre. En el primer cumpleaños de los niños, un gesto recordó a Lucía al bollicao. No puede ser, pensó.

Aprovechando un momento de tranquilidad tras dejar a los chicos en el colegio, Lucía repasa las fotos del tercer cumpleaños, Lucía se da un aire a parece un su suegra, delgada, de gestos pausados, muy de entretenerse con un lápiz como Miguel. Son tal para cual, la niña de sus ojos quien cada vez se parece más a él. Miguel hijo es grande, musculoso, inquieto con una mirada de pillo que le recuerda a aquella noche loca de cierre de edición. ¿Será de Juan Carlos? Mejor no decir nada. 


La superfecundación heteropaternal existe, está documentada en los pocos casos que la familia recurre a la ciencia para analizar el origen genético de los hijos. Clic en el enlace de la noticia en el diario El País:

El extraño caso de mellizos con padres diferentes - El país


Buen viaje, Joe

  Joe, simplemente Joe. Omitiendo, desde siempre, el rango familiar de tío. Recuerdo tu aterrizaje entre la familia cuando Ana, también sin ...