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4.6.20

Me voy al banco







Quiero ir al banco, necesito ir, para mí es algo irresistible. Desde que nos confinaron a todos en casa para evitar males mayores echo de menos mis rutinas, mis paseos por el parque, jugar a la encontradiza para echar un rato con la Eulogia, la Marta o la Ascen; corregir al conserje sus maneras de limpiar la escalera y el poco brillo que saca al pomo de la puerta, ir a comprar los viernes cuando más gente hay en el mercado. Con lo que me gusta a mí hablar con todos mientras esperamos.

E ir al banco. No soy millonaria, ni mucho menos. Son tan amables, como los de las alfombras esas que anuncian todas las mañanas en la radio. Siempre te atienden con una sonrisa, la empleada de caja me conoce por mi nombre y todo. Me gusta ir, siempre se aprende algo.

Esta mañana he madrugado para ir de las primeras, como te distraigas se forman una cola larguísima que  te obliga a dedicarle toda la mañana. Cuando he llegado a la puerta de la sucursal, ya esperaban tres clientes. Dos viejos, uno de ellos acompañado por una sudamericana pendiente del equilibrio del mayor que con mano temblorosa se apoya en un bastón. Y un joven con mono de trabajo. Aguardo mi sitio en la fila. En diez minutos, justo antes de la hora de abrir, calculo que somos cuarenta para entrar.

Mantienen la costumbre de los primeros días del confinamiento de abrir la puerta y permitir el acceso de uno en uno. Va rápido, en tres minutos me permiten pasar. Me dirijo a la caja, Nieves, la empleada que siempre me atiende no está, en su lugar se encuentra un hombre cercano a los sesenta que con aire torpe y cadencioso realiza el trabajo demostrando poca habilidad. Debe estar sustituyendo a Nieves y se ve que él no es un profesional de la caja.

- Buenos días ¿En qué puedo ayudarla?
- Vengo a hacer un donativo en la cuenta de la parroquia de San Valero
- ¿Sabe la cuenta?
- No
- Podría haber realizado la transferencia desde la aplicaron del móvil o desde el cajero automático sin necesidad de esperar la fila
- Yo con esas cosas no me aclaro, prefiero que me lo hagáis vosotros. Nieves sabe qué cuenta es
- Nieves hoy no está, me toca a mí y si no me dice la cuenta me temo que no puedo ayudarla
- ¿No puede buscar la cuenta en su ordenador?
- Me temo que sin conocer el titular de la cuenta, no puedo hacerlo
- ¿Estará Nieves mañana?
- Me temo que no, pruebe el lunes
- Bueno pues me voy, ya volveré el lunes

No me importa esperar, total, el donativo mensual de diez euros es lo de menos, realmente me gusta venir y poder charlar con los del Banco. Como es muy pronto, no está ni la panadería abierta, regreso a casa con paso lento en la esperanza de encontrarme a alguna vecina con la que poder charlar.

En la puerta de mi urbanización, ya con la llave en mis manos, dispuesta a abrir, escucho a mi espalda que me llaman

- Rosa, Rosa

Me giro y veo a mi antigua cuñada, hermana del aburrido de mi ex. Sole. Con ella siempre me llevé bien, es alegre, lista, despierta. Todo lo contrario que su hermano. Cuando le mandé a tomar vientos, me llamó Sole para decirme lo bien que había hecho por dejar a su hermano. No la veía desde hace un par de años.

- Sole, ¿eres tú? Con esto de las mascarillas, todos parecemos forajidos
- Sí, soy yo.
- ¿Qué haces por este barrio?
- He venido a verte. Pero no estabas en casa.
- He ido al banco, pero pasa, ven te invito a un café. Estarás sin virus ¿no?
- Sí estoy bien, tranquila

Ambas caminamos a poca distancia una de otra. Un comportamiento extraño, impropio de nosotras, en un par de meses, este virus ha cambiado nuestro comportamiento social. Lo habitual era que Sole y yo fuéramos cogidas del brazo, muy juntas. 

En mi cocina, mientras termina de preparar el café y las tostadas, Sole me cuenta el motivo de su visita.

- Te veo muy bien Cuñada
- Ya no soy tu cuñada
- Para mí siempre serás mi cuñada. Mira resulta que mi hermano se ha ido con el virus este
- ¿Qué hermano?
- Tu Manolo
- No lo sabía. ¿Cómo fue?¿Cuándo?
- A finales de marzo, se fue en un par de días
- Joder, me da pena, pobre hombre
- Como no os hicisteis papeles, eres su viuda
- Nosotros nos casamos por la iglesia y eso no se deshace. Otra cosa es que ya no le aguantaba en mi vida y le eché de mi casa
- Lo cierto es que dejó testamento y tenemos que ir al notario para abrirlo
- ¿Cuando?
- Hoy
- Tú siempre con las prisas, me podía haber avisado antes ¿no?
- Me enteré ayer por la noche y he venido a verte a primera hora, no quería darte la noticia por teléfono y antes de la hora de dormir. Sé lo mucho que te cuesta coger el sueño.
- Si yo de esto no entiendo, ¿Qué me pongo?¿Debo ir de negro?
- No lo veo necesario, la verdad. Hemos quedado a las once de la mañana. Si no entiendes algo, el notario lo explicará

El testamento resulta que es muy complicado, acciones, dos casas, un plan de pensiones, un seguro de vida e infinidad de detalles para repartir entre sobrinos. Todo el patrimonio me lo deja a mí, que le eché de casa. Me sorprende.

Mañana tengo que ir al banco para que me expliquen qué hacer, vaya lío. Joder con Manolo, no sabía yo que tuviera tanto dinero. Mañana al banco, seguro que la Directora me empieza a hacer caso.

Mañana a madrugar, de nuevo al banco. Organizaré mi herencia, veré que hago con el dinero. No están los tiempos para derrochar. El donativo, puede esperar.

10.5.20

Época de exámenes





Mi hijo está de exámenes de Bachillerato, su situación me provoca una colección de sentimientos y sensaciones recuperadas en mi memoria. ¡Cómo se sufría de estudiante!¡Cuántas inseguridades!¡Cuánto esfuerzo! Es una vida llena de volatilidad tanto hormonal como de trabajo. Días de estudio intentando comprender temarios que no siempre coinciden con tus habilidades o intereses, adaptarse a las costumbres e incluso caprichos de cada profesor, saberse juzgado por el desempeño en un ejercicio de un poco menos de una hora que define tu nota final y con ella el futuro.

Todos los que tuvimos la suerte de estudiar lo sabemos, conocemos el mejor mundo al que nos encontramos por las mejores y mayores oportunidades que nos brindó la formación. Y también recordamos lo mal que se pasa dedicando el fin de semana a estudiar sin parar.

Detecto déficit de empatía y conciencia de la oportunidad entre el profesorado en esta época llena de obligaciones y tareas a los estudiantes. Lo veo y me sorprende. Seis horas diarias de clase por vídeo conferencia, al final de cada clase, además de la obligación de estudio para afianzar conocimientos y ejercicios para comprender las matemáticas, les llueven trabajos de desarrollo, de investigación, por parejas, en grupos, individuales. Muchos trabajos. Eso es bueno para ellos, es bueno para él. Aprenden a trabajar bajo tensión, con limitaciones temporales, a desarrollarse de manera colaborativa. Será la generación mejor preparada de la historia de España. Aún así, a los profesores, les falta conciencia sobre la oportunidad por el esfuerzo demandado y por el momento elegido. Semana de exámenes, semana de estrés, semana de agobio, semana donde faltan horas y para subir el nivel de tensión, todos esos profesores que desean que los alumnos se preparen mejor, anden por el camino de la investigación, del debate, del contraste, de generar opinión, les oprimen sin piedad. 

los mismos profesores que van a poner a prueba los conocimientos adquiridos en el temido examen, les exigen, en la misma semana, trabajos de investigación, desarrollo y comunicación. 

Uno de los éxitos del buen trabajador es saber organizarse la agenda, repartiendo en el tiempo las tareas, para evitarse tener que elegir cada día entre lo inmediato, lo urgente y lo importante. Los más efectivos y rentables son los capaces de repartir el tiempo y el esfuerzo dedicado para conseguir que todas las tareas salgan a tiempo, con gran calidad, después de haber repartido los esfuerzos a lo largo del tiempo, de esta manera todo se convierte en importante. Una urgencia será siempre una urgencia y como tal , algo imprevisto.

Una pregunta para estos profesores que apabullan a sus alumnos en la sobre demanda de esfuerzos en la misma semana que los exámenes ¿son conscientes de que nos les enseñan a organizarse?

Las estoy contando. Las horas que dedica a sus trabajos y estudio. Todas las horas del día, salvo que dedica a dormir, su higiene o comer. Todas. En sábado y domingo.

La memoria me lleva a cuarenta años atrás, cuando me pasaba lo mismo, periodos de clase a ritmo lento seguidas de semanas de locura donde todo se juntaba. Pensé que la generación actual de profesores había aprendido de los errores que ellos sufrieron como alumnos, al contrario,  repiten las tácticas. 

¡Qué envidia de los tiempos de estudiante! Luego tiene premio, si apruebas a la primera, te esperan cuatro meses de vacaciones. Otro ejemplo de mal reparto del tiempo. Un premio, sin duda, el tener tantas vacaciones. Un disparate, bien pensado.

Me siento orgulloso de mi hijo, le veo centrado, responsable y ambicioso por hacer bien su trabajo, lucha por mejorar la nota media para asegurarse una oportunidad de elección de universidad. Tiene sus inseguridades ante el resultado del temido examen, enfrentándose con las particularidades y caprichos de cada maestro. Se motiva con el premio, él mismo te lo dice, "si dentro de nueve días termino con todo aprobado, ya no tengo nada que hacer hasta septiembre". Un gran premio, merece la pena no desfallecer en el esfuerzo final.

Debería decirle que el resto de la vida será así, que encontrará trabajos donde todo es urgente y cuando lo estás terminando, cambia la idea y hay que volver a empezar. Está aprendiendo para la vida, aunque ese no sea el sentido que buscan sus profesores, ellos solo ven la importancia de su asignatura a la que se notan que aman por encima del sentido del respeto al tiempo demandado en los esfuerzos de sus alumnos. La vida es así, cada uno va a lo suyo. Bien pensado, no se lo voy a decir, no quiero desmoralizarle.

¡Qué tiempos aquellos! Recuerdo mi época de estudiante, viéndole sufrir y trabajar me saltan imágenes de finales felices, sensaciones de alegría al ver las calificaciones, tiempo de vacaciones eternas. Una época feliz y joven. Lo que más recuerdo eran mis ansias por pasar de etapa, mi impaciencia por terminar de estudiar y poder volar solo por la vida. Lo pasé mal y ahora me alegro. Todos esos esfuerzos mal planificados me ensañaron para enfrentarme con la vida, esta que afortunadamente tenemos.

2.5.20

Primer día con la regla del uno


Cuarenta y ocho días esperando la oportunidad, mes y medio confinado en casa sin salir. Estoy considerado como individuo incluido en el grupo de población de riesgo por tener menos defensas para combatir este virus que ataca a la población mundial. La prudencia junto con la imposición legal y la responsabilidad de mi mujer que me ha librado de salir durante todos estos días para hacer las compras básicas han conseguido que aguantara todos estos días seguidos sin pisar ni tan siquiera el felpudo de la entrada.
El día vigésimo de encierro tuve un bajón anímico, uno de esos de los que te cuentan los psicólogos de autoayuda de que el ser humano necesita veintiún días consecutivos repitiendo una misma rutina para incorporarla definitivamente en tu personalidad. Va a ser que el día veinte sea el día de la duda para intentar arruinar todo lo conseguido con el único fin de obligarte a iniciar un nuevo reto de veintiún días consecutivos para que la pereza gane y mantenernos como estábamos antes del intento. 
Superé la tentación de la pereza y la desesperación, necesité de varios días para domar mi instinto, recurrí a intensificar mis clases de gimnasia a distancia que me ha ofrecido mi gimnasio habitual. Me esforcé tanto en mis clases diarias de cardio-box que sobrepasé mis límites recomendados para no afectar a mis lesiones de rodilla y columna. La L4 archiconocida y nombrada en reiteradas conversaciones entre amigos que compartimos edad. Me vine muy arriba hasta provocar tensiones en mi espalda que tuve que reparar con sesiones de estiramiento y descanso deportivo durante una semana. Siempre me pasa lo mismo, cuando pongo mi atención en algo, me motivo en exceso. Me gusta hacer bien las cosas, incluso los golpes de boxeo, que dentro de mi patética coordinación corporal, los llevo con dignidad.
Me cuesta coordinar movimientos, desde siempre, coincidir pasos con movimientos de cadera y extensión de brazo mientras el otro se encoge protegiendo tu rostro, me cuesta. Me obligo a repetir una y otra vez hasta conseguir un movimiento coordinado parecido al que debe ser. No sé bailar por la misma razón, recuerdo que me obligaba a pensar cada movimiento de baile y ese acto te retrasa evitando que mi movimiento y el ritmo marcado por la música coincidan, siempre voy retrasado. Cuando inicié mi aprendizaje en el mundo del golf, igual, tardé años en encontrar un sentido del ritmo adecuado para perfeccionar mi swing
Sábado 2 de mayo, primer día que el gobierno permite y regula por ley iniciar las primeras fases de la desescalada como ellos lo llaman, yo prefiero llamarlo vuelta a la normalidad. Con una economía con datos de actividad propios de una posguerra y con infinidad de incertidumbres por el futuro, la moral de la tropa es fundamental para aunar esfuerzos en un todos a una, impropio de los españoles. Con el mal ejemplo de nuestros políticos, incapaces de unir voluntades, para el resto de los españoles nos resulta más complicado unirnos si no disponemos de ejemplos dignos. Unos pecan de soberbia y otros de orgullo que unido al españolismo más cruel de se derrite por dividir en lugar de sumar, así estamos y si no lo remediamos tendremos como consecuencia la crisis más grave que nunca pudimos imaginar.
Hoy, 2 de mayo, por fin, he podido salir a la calle. A las nueve de la mañana, al levantar la persiana y abrir la ventana no he podido evitar emocionarme al ver a vecinos paseando, no muchos, la verdad.
Nuestro plan pactado la noche anterior era planear nuestro paseo por la noche para evitar cruzarnos con muchas personas. Mi deseo de libertad ha sido más fuerte que el respeto por el plan.
¿Te apetece salir?
¿Ahora?¿Quieres salir, verdad? 
Ni una palabra más, recibo una mirada de comprensión y una sonrisa aceptando el cambio, todo por complacerme. Nos vestimos y salimos a la calle.
Soy un sentimental, aunque no lo creas, ha sido pisar la calle y me he emocionado, se me ha quebrado la voz, mis gafas de sol negras disimulaban mis ojos vidriosos. No hay mucha gente paseando. Nos cruzamos con miradas de miedo por encima de mascarillas. Hemos cambiado los humanos, al cruzarnos, ahora bajamos la cabeza. Pidiendo perdón o espantando el miedo. Personas queridas se encuentran por la calle y establecen conversaciones a dos metros de distancia. Un gesto que se me hace duro de digerir, somos como somos, roceros, cercanos y tocones. Ese gesto frío de hablar en la distancia espero que no se implante en nuestra forma de actuar. Que sea solo resultado del miedo y la prudencia.
Los árboles frondosos, la hierba alta sin nadie que la cuide, flores en los jardines de las urbanizaciones. Se oyen los pájaros por encima de las cotorras invasoras que nos están dejando sin gorriones. Un día maravilloso, buena temperatura, el aire limpio, como nunca en Madrid. Ha cambiado Madrid, normal me han robado medio marzo y todo el mes de abril. Me he perdido el nacimiento de la primavera.
El primer día de muchos otros. Mi primer paseo cumpliendo la norma de los unos. Un paseo diario, a una distancia máxima del domicilio de un kilómetro, una sola persona o acompañado solo por otra con la que convivas. La regla del uno.
Estoy contento, un poco cansado por lo desacostumbrado del ejercicio, esperanzado con el futuro y deseando que las fases anunciadas, sean tres, cuatro o cien, se cumplan rápidamente. Mi sueño es poder ir a Galicia en agosto para poder pasear, comer y disfrutar de un descanso en normalidad. De vacaciones de las de verdad, de las normales. Para eso queda mucho aún.

1.5.20

Pensamiento único doctrinario



¿Te has sentido atacado alguna vez de manera injusta?¿Has sido víctima de las consecuencia de una difamación?¿De una calumnia?¿Sabes convivir con la sensación de la indefensión?

Mi amigo Carlos, sí.

Francis Bacon sintetizó en 1625 con una frase lapidaria la ancestral técnica utilizada desde que el hombre se refugiaba en las cavernas para desprestigiar y atacar a un semejante. "Difama que algo queda". 

En la antigua Roma esta estrategia de comunicación y ataque político se popularizó hasta alcanzar su madurez más refinada. En una época donde una minoría culta, formada y elitista dominaba un imperio de ciudadanos poco formados, la tergiversación y las mal intencionadas informaciones sin necesidad de contraste eran fáciles de dirigir contra un objetivo concreto, las masas se encargaban de hacer justicia y sin ser conscientes de estar siendo utilizadas, cumplían los objetivos de la elite, esa a la que despreciaban y temían por igual. 

Napoleón Bonaparte resumió el libro "El Príncipe" de Nicolás Maquiavelo con una frase escrita, por el propio Emperador, en la última página del libro, que todos recordamos por haberla escuchado en alguna ocasión. "El fin justifica los medios". 

En pleno siglo XXI entidades del pensamiento único doctrinario han recuperado y unido ambas líneas de actuación, amparándose en la libertad de expresión, en sus capacidades de comunicación utilizando las redes sociales y otorgándose la exclusividad de la lucha por ayudar a los oprimidos y débiles. Estas entidades que se permiten el lujo de aconsejar y amenazar por igual, no tienen reparo moral en utilizar la difamación, utilizar una argumentación tergiversada, un relato ficticio con el único fin de crear una sensación de credibilidad, marcar como objetivo a mi amigo Carlos solo para dar falsa apariencia de verdad a su bulo. Anteriormente se encargaron de describir a sus huestes de seguidores a Carlos como la encarnación del enemigo identificándole como el único culpable de todos los males que soportan en la vida. En este caso laboral.

La difamación, convertida en arma arrojadiza con el único fin que perjudicar a la persona elegida como rival, deformar su imagen pública y desprestigiarle ante los compañeros, la encuentras en varias comunicaciones enviadas por determinadas Entidades de marca sectarias y "progresistas" que necesitan crearse enemigos externos para justificar su existencia.

Para ello novelan una historia de protección a su colectivo afín a costa del honor, la paz, la imagen y el sosiego de otra persona, no importa, ellos son mayoría, siempre tienen razón, pueden publicar lo que se les antoje. La otra parte no replica, prudente que es. Tiene abierto el camino judicial, incompatible con su derecho a olvidar y que le olviden. Sus trámites son lentos y le obligaría a revivir de nuevo la ofensa. Tentado se encuentra por defenderse aún  sabiendo que de hacerlo su disgusto de un día se prolongaría por varias jornadas debido a la reacción amplificada de la caverna progresista herida en su orgullo. Reaccionarán de la única manera que conocen, multiplicando sus ataques injustos y extendiendo sus bulos con la esperanza de que a fuerza de repetirlos consigan que se conviertan en realidad.  

Escriben creyéndose periodistas sin cumplir su código de buenas prácticas,  incluso el más inexperto plumilla conoce la obligación de contrastar la información antes de publicar la noticia. En el caso del pensamiento único doctrinario, se permiten el lujo de publicar lo que dicta su ideología sin contrastar la realidad de la vida. En las ocasiones que sienten una reacción contraria por parte de los lectores reaccionan explorando entre sus adeptos una minúscula confirmación de la parte más infinitesimal de su libreto. Si encuentran a una sola persona que les garantice, aunque sea de oídas, su versión, lo celebran con alegría pues entienden que se ratifica su historia inventada. En el caso que decenas de personas opinen y hagan conocer su disconformidad con lo publicado. Se inventan una nueva excusa. "Os habrá obligado a escribir la réplica" 

Pobre Carlos, hoy es 1 de mayo, Día del Trabajo. Sí, también del tuyo. Ten por seguro que gracias a tu labor, cientos de familias consiguen la mejor retribución posible gracias a tu ayuda para superar los retos y crecer en un mercado competitivo. Celebra tu día sin la compañía de la caverna ideológica. Te mando un abrazo muy fuerte lleno de comprensión, humanidad y compañerismo. 

Algunos de estos reaccionarios de plumilla celebran hoy el día de fiesta, lo hacen ciegos e incapaces de ver las consecuencias de sus actos del presente, no alcanzan a ver que el futuro les reserva la peor salida, la indiferencia social, entre otras cosas por el descrédito que supone ser origen de bulos y tácticas propias de dictaduras. Pido un minuto de lástima por ellos. Su tiempo ha pasado. Descansen en paz.

8.3.20

Coronavirus en el barrio

Adolfo se mueve con dificultad, anhela la movilidad de sus años jóvenes. Repite que su mejor época fue la decena de sus cincuenta, cuando la experiencia vital y los hijos mayores les permitieron a Marisa y a él un periodo de segunda juventud con el ocio muy presente en sus agendas, viajes, teatro, restaurantes, citas con amigos, incluso se reencontraron entre las sábanas, tras décadas de amor mecánico y periódico, recuperaron el ánimo de probar, experimentar y sorprenderse. La imposibilidad del embarazo que lleva la edad la aprovecharon bien, recuerda Adolfo mientras maldice su marcha pausada ayudado de un bastón. Operado dos meses atrás de su rodilla, la prótesis y él se adaptaron gracias a la exitosa rehabilitación. En cosa de un mes andarás como siempre le dice el fisioterapeuta. Con ochenta y un años tiene una buena vida.

Tres años atrás decidió inscribirse en el Centro de Día de Mayores cercano a su casa, el día es muy largo y la convivencia con Marisa se estaba deteriorando por puro aburrimiento. La manera más habitual que encontraron para combatir el hastío fue discutir por cualquier cosa, preferentemente por pequeños detalles que molestan en la convivencia. Ese ruidito que haces al masticar, sube el volumen de la tele que no me entero, pasas las horas y no me dices nada o cállate un rato que no paras de hablar. Discutir es un pasatiempo de viejos. Salvo por las tardes.

Todas las tardes sus nietas María y Nuria de trece y once años, hijas tardías de Marisa que tras su divorcio encargó a sus padres la custodia vespertina de sus hijas mientras ella trabaja. A las cinco y media aparecen ambas y la alegría llega a la casa. Marisa tiene preparada la merienda para sus nietas, conoce sus gustos e incluso el volumen ideal de sus bocadillos según el día de la semana. Tras la merienda cada una elige una habitación y dedican una hora al estudio y a sus deberes escolares. Los abuelos respetan el ambiente de estudio evitando incluso encender la televisión, suelen leer y si conversan lo hacen en voz baja. Tras el estudio la alegría llena la casa, Nuria, la pequeña es muy charlatana y les entretiene con anécdotas del colegio, errores de los profesores, chascarrillos de recreo, tropezones hilarantes y su preferida, la monja gruñona, Sor Evelina. La Directora del colegio que no para de reprender a los alumnos por cualquier razón, gorda, amargada, estricta, seria y aburrida, la pusieron de mote La rompehielos por su enorme volumen corporal y porque cuando se mueve los alumnos se apartan para evitar estar a su alcance. En el patio del recreo visto desde un piso superior la imagen de rompehielos es evidente, Sor Evelina según va andando los alumnos se apartan a ambos lados de su enorme figura volviéndose a juntar a su espalda. 

María, más callada y también más rocera prefiere el calor de su abuelo, pasa la tarde junto a él con las manos entrelazadas. A ambos les brillan los ojos, sienten un amor verdadero y profundo. Son uña y carne.

Adolfo tras despedirse de Marisa quien prefiere seguir con su rutina en casa y salir a dar su paseo con alguna vecina al parque cercano, sale a la calle con paso precavido con el bastón en su mano derecha, no se apoya en él. Hace caso a las recomendación de  su fisio y solo lo utiliza como punto de apoyo leve. En pocos días se atreverá a moverse sin la ayuda de la madera. Avanza a buen paso, rápido para la edad que tiene, siempre se ha mantenido en forma y tiene decidido cuando termine la rehabilitación volver a la rutina de tres días en semana al gimnasio. Se siente joven, ir al Centro de Día es por socializarse. Siempre ha sido amigo de sus amigos, poco dado a ampliar mucho su círculo. La vida le ha ido arrebatando a alguno de sus amigos y familiares. O amplía relaciones o la soledad le pesa. 

En el Centro de Dia hace migas con un grupo de chicos de su edad, amigos del paseo al aire libre, la petanca y el baile. Esto último se le da peor y aún así lo intenta. El día de baile semanal en el Centro realmente da igual la habilidad de los bailarines para moverse al compás de la música, una de las consecuencias de la esperanza vital es la menor longevidad de los varones, razón por la que son minoría en el salón y las mujeres de edad, descaradas y activas, no paran de demandar pareja para el baile, alguna incluso le tira los tejos para algo más. La edad de oro para alguno de los bailarines que se está poniendo las botas.

Felipe el mejor bailarín, de buena planta, más de uno ochenta a sus ochenta y seis años es el más demandado parece que baila mejor en horizontal que en la pista donde lo hace mejor que todos los demás con diferencia. Se corre la voz sobre sus habilidades y talla entre las féminas. Él se deja querer hasta el punto que tiene una agenda de conquistador envidia de Rodolfo Valentino.

Adolfo llega hasta la puerta del Centro y se lo encuentra cerrado por orden de la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid, un equipo médico volante del 112 está en la puerta del Centro y le pide que se quede un momento que van a hacerle unas pruebas para descartar. En la furgoneta que hace de ambulancia ve sentado a Felipe en su turno de pruebas. Positivo. Se lo llevan en la ambulancia para el hospital, un gesto de despedida con la mano antes del cierre de la puerta de la ambulancia es su último contacto con el bailarín. Otra ambulancia toma el relevo, le invitan a entrar, no puede evitar sentirse nervioso. Las pruebas dan negativo, le dan una hoja con recomendaciones médicas y le piden que pase tres semanas de cuarentena en su casa sin salir. Ante las preguntas de los facultativos, les informa que convive con su mujer y sus nietas. 

Ante el primer síntoma de fiebre o malestar llamen al 112 e iremos a su domicilio, no se desplace al Centro de Salud ni al hospital. Regresa a casa preocupado, en los escasos veinte minutos que ha permanecido en la puerta del Centro cuatro ambulancias han partido para el hospital con sendos ancianos. Adolfo y tres mujeres. Por la noche se enterará en las noticias que doce ancianos han sido internados en el hospital aquejados del virus ese de los chinos, cinco de ellos con problemas respiratorios. A su mente le llega la imagen de Emilio y de Juanita ambos con su carrito con el oxígeno a rastras. Lo tienen difícil ambos.

El Centro de Día ayuda a convivir con la despedida,  es parte de la vida y con sus edades mucho más. Las amistades aunque pasajeras son profundas, el dolor por la despedida no lo es, son conscientes que el final es común para todos y aprenden a vivir con ello. No ha tenido relación con los del oxígeno pues no coinciden en las actividades, Adolfo es más de paseo y ejercicio a diferencia de estos que son más sedentarios. Por lo general los del carrito han sido muy fumadores y eso les une al final sin fuelle.

-¿Tres semanas? Marisa se asusta. La recomendación también es para ella y las niñas.
- Eso me han dicho
- Eso no puede ser , es una barbaridad y ¿Qué vamos a comer? y ¿Las niñas?
- Tenemos que avisar a su madre
- Has dado negativo ¿no?
- Eso me han dicho
- Pues entonces, nada de nada
- Vamos a llamar al 112 y a ver qué nos dicen
- Primero voy a llamar a Marisa (hija) a ver qué opina, son sus hijas.

La conversación entre madre e hija, ambas igual de desinformadas, no termina con ninguna determinación concreta. Hacer caso de la prensa es un error por la enorme desinformación que publican y los conceptos erróneos que divulgan. El gobierno no actúa de manera diligente, normal llevan tanto tiempo tras la trinchera criticando al que toma decisiones por cada cosa que hace que ahora que es su turno de gobernar no saben anticiparse a las necesidades, no son conscientes que no pueden echar la culpa a otro, es su momento, tienen que tomar decisiones y gobernar. Qué difícil es tomar decisiones, explicar las cosas bien, tener una jerarquía clara en la comunicación y en la decisión. Una pandilla sin líder constructivo es una banda. Enfrentarse a una crisis sanitaria con una banda es lo que trae, desinformación, falta de previsión, falta de coordinación, mentiras y exculpaciones mientras la progresión aritmética de afectados multiplica los enfermos hora a hora. Su miedo antropológico a la toma de decisiones, a reducir la libertad de movimiento, a restringir la libre circulación propio de los complejos históricos de la izquierda española supone que durante dos semanas el virus se propague más rápido que en los países vecinos. Sin controles sanitarios en aeropuertos, sin medidas claras para centros con concentración humana, su vergüenza reprimida de izquierdas les condiciona evitan tomar medidas efectivas por miedo a sus propias contradicciones y a su público entregado por si se les echa encima por precipitación. Se ríeron de las medidas extremas tomadas por China, Taiwan, Italia, se creen más listos que los demás. Dos semanas más tarde tenemos los Centros de Día de ancianos cerrados en todo el país y eso que algún político con miopía nacionalista sigue pregonando que el ADN de su Región es inmune al virus frente al resto de España. Al día siguiente los datos reales le callan, el virus no entiende de idiomas ni de fronteras. Tenemos barrios y poblaciones aislados. El coronavirus está con nosotros y tenemos que luchar contra él.

Adolfo llama, con el manos libre del teléfono encendido para que Marisa escuche lo mismo que él y evitar una discusión posterior.
- 112 ¿En qué puedo ayudarle?
Explica sus edades, en cierre del Centro de Día, su negativo en el test de hoy y la recomendación de quedarse en casa tres semanas. La convivencia con sus nietas y sus dudas sobre cómo actuar ¿vivir con naturalidad o encerrarse?¿decir a sus nietas que no vengan?¿comprar comida para un mes?
El facultativo del 112 les tranquiliza y les pide vida normal evitando concentraciones de personas. Ante el primer síntoma de malestar llamar al 112 y encerrarse en casa. Ampliar la recomendación de limpieza de manos y evitar el contacto cercano con otras personas, incluidos besos, abrazos y darse la mano.

No quedan muy convencidos. Deciden mantener su vida igual con el miedo en el cuerpo por ellos mismos y por sus nietas. Dicen que los niños están libres, no se fían. ¿Separarse de su nieta María? Esos abrazos le dan la vida cada tarde. No saben cómo hacer para evitarles el mal a sus nietas. Por lo que cuentan es una enfermedad que transmiten los viejos.

Dos días más tarde, la evolución de la enfermedad obliga a los políticos acomplejados a chocarse con la realidad, la expansión es tan alta que decretan aislamiento del barrio y confinamiento de todos los habitantes en sus domicilios. El ejército patrulla por las calles para detener a cualquier transeúnte sin autorización.

Adolfo y Marisa se miran. Tienen tres semanas para discutir a todas horas. En este momento necesitan su mutuo apoyo, se abrazan como hace tiempo, fuerte, sintiendo la vida, notando sus corazones. Saldrán de esta. ¡Qué miedo se pasa!. Las niñas están en su casa. El colegio también ha cerrado sus instalaciones durante semanas. Varios profesores han enfermado, La rompehielos se ha librado, los virus evitan la mala leche. ¡Puede ser el remedio! la mala lecha. 

¿Será esta la razón por la que ningún político enferma?

3.3.20

Jardinero de bonsais

Soy muy cuidadoso con mi trabajo, disfruto. Me relaja hasta el límite de perder la noción del tiempo, acaricio cada tallito, cada ramita, cada brizna. Todos los detalles son importantes. 
La belleza realmente es definitivamente el equilibrio, la perfección. ¿A quién no le abre lo bello? Todos elegimos por el atractivo.
Lo bello para serlo de verdad debe tener un 1% de imperfección, para evitar la simetría que convierte lo bonito en aburrido. La simetría supone admitir que existe algo igual que tu reflejo y ya dejas de ser algo  único, eres dos seres pegados, lo que te hace vulgar. La belleza es tal desde el momento que ese 1% llama la atención de manera imperceptible hasta conseguir atraer el deseo general.
Mi tarea de cuidado comienza lentamente, deslizando la palma de la mano por el jardín, mi corte de hierba preferido es el minúsculo, idealizo el corte de hierba del green en el golf, la agrostis stolonífera  un tipo de césped tupido y prieto como una alfombra persa de nudos. Una delicia el poder andar descalzo por ella, un placer pocas veces sentido. 
Me gusta que la pequeña pradera que cuido tenga el tallo del césped muy corto, si decides acariciarlo debes notar que es suave como la seda y corto, lo suficiente como para notar que existe sin llegar a pinchar.
El césped limpio, cortado en la misma dirección provoca un dibujo que al contraluz permite distinguir dos colores diferentes, uno brillante, el que recibe la luz y otro oscuro, el opuesto de cada pequeño tallo. 
Gusto de soplar a ras de superficie y observar el leve movimiento de los mini tallos que genera el aire expulsado en su dirección. 
Un peine de madera, con las cerdas cercanas y finas se convierte en mi herramienta preferida para alisar el prado, la madera evita la electricidad que crea la fricción de los fabricados en material sintético.
Recorto el exceso de longitud con una tijera de manicura, afilada y de fácil manejo. 
Cuido la parte central de la pradera respetando el borde de las raíces exteriores que asoman superficialmente avisando de la cercanía de la estrella del jardín. Es la parte más delicada de la composición, la que equilibra, la que adorna, la que da vida y atrae a los pájaros más golosos, hambrientos de su fruto dulce. 
Mi pequeño jardín huele a primavera, a suave dulce perfume de flores blancas, a frescor templado que invita a repetir. Su olor te abraza las neuronas, se te graba en la memoria para recordarte cómo huele la felicidad.
El pequeño jardín es capaz de mantener la temperatura que necesita de manera homogénea durante todo el año, las variaciones bruscas de varios grados le afectan negativamente, evito fuentes directas de calor, ya te digo que hay que cuidarlo.
Disfruto acariciando el césped, los bordes de las raíces y con sumo cuidado repaso las orillas de su pequeño lago.
Me acerco tanto en mi cuidado que sufro una sorpresa, algo fino entra en mi boca, ¡un pelo!
- ¿De qué coño será? 

13.2.20

Trabajo en el polígono

La rutina diaria te ayuda a adormecer el tedio diario de ir a un trabajo poco motivante, mal pagado y con un ambiente sombrío. Me llamo Esteban, Hurko me llaman los amigos. Tengo cuarenta años, los últimos dieciocho me mantengo con un trabajo en un almacén de material de obra, sobreviví a la crisis de la construcción de milagro, por ser joven y ganar poco.
Cada mañana me acerco al polígono en ferrocarril, la estación más cercana a mi humilde casa está a diez minutos andando. Mi mujer, Gloria, también utiliza el ferrocarril para ir a su trabajo en Madrid, en sentido contrario a mi trayecto, nos separamos cada día en la entrada de la estación, ella al andén número 2 y yo en el 1. Su tren llega siempre antes, a las 7:35, el mío a las 7:42.
El andén número 1 lo llenamos los cinco viajeros de todos los días, a cada uno le he imaginado un nombre y una ocupación en función de su forma de vestir y el destino donde se suelen bajar. 
Asun, muestra de escuela, morena, con peinado de pelovieja sujeto con laca y horquillas, pelo ahuecado de peluquería de pueblo. Traje de chaqueta con falda de color  oscuro, grueso de punto, el que elige una mujer para aguantar la jornada en un sitio frío. Siempre lleva su cartera de documentos asida. Tiene una verruga bailadora bajo el labio inferior, es tan grande que vibra a cada paso. Se bajará dos estaciones más allá en una población grande, ciudad dormitorio de Madrid. Los de allí, siempre presumen que su ciudad es La Moraleja del Sur. Será, por qué discutir.
Sentado en el banco de la pared, Eustaquio, con su mono de trabajo azul con remates brillantes en las perneras, con cara cansada, es el único que tengo segura su dedicación. Es del servicio de recogida de basuras, termina pronto tras una noche enganchando los cubos al mecanismo de la parte trasera del camión con su volquete para facilitar la caída de las bolsas de basura a la trituradora. Regresa a casa, tiene suerte, aunque a mí su trabajo que está muy bien pagado, no me atrae por mis dificultades para conciliar el sueño por el día.
Fumando un cigarillo pasea por el andén, Roberto, siempre en su traje inmaculado, le he contado tres trajes, dos de uso alterno, días pares e impares y otro de más calidad que elige para las ocasiones especiales. Huele a distancia a una mezcla de humo, tabaco y perfume de moda. Hoy lleva el traje bueno, estamos a fin de mes, tendrá alguna reunión importante. Trabaja en mi mismo polígono, en una empresa de import-export a donde suelen llegar furgonetas con chinos, hindúes o paquistaníes. En ocasiones coincidimos en alguno de los bares del polígono, con el menú a 8 euros. Nos saludamos con un movimiento de cabeza, amables pero sin roce. El con los de traje y yo con los del mono. Mismo menú, dos clases de obreros.
Por último, la estudiante, Marta, rubia muy delgada, pero mucho, necesita alimentarse mucho. Cada día  mañana cuando nuestras miradas se cruzan me vienen ganas de decirle algo. Me atrae hasta el punto de alimentar mi imaginación siempre en ebullición. Finalmente se queda en eso, en miradas cruzadas. Viste siempre en vaqueros, con camisas amplias y zapatillas de tenis. Pelo liso, recogido con una goma la coleta, rubia de reflejos, su base es castaña oscura. Poco maquillada, suele llevar una carpeta y algún libro que cruza sobre su escaso pecho. Más merece la pena que lo potencies que taparlo. Me gustan los pechos pequeños. La chica tiene morbo, es la típica mujer que mejora desde atrás, los pantalones ennoblecen su trasero. Para azotar. Me obligo a pensar en otra cosa que me pierdo.
Viene el tren, cada viajero se posiciona en su lugar de referencia donde suele parar nuestra puerta preferida para elegir sentarnos en el mismo asiento cada día. Me gusta la segunda ventana en el sentido de la marcha. El vagón está casi lleno de estudiantes que van a la universidad del Sur. En tres estaciones, nos quedaremos los cuatro de siempre, en la cuarta nos bajamos los del polígono.
A mi espalda, en la fila posterior charlan animadamente dos estudiantes de ADE inventando el mundo económico de la empresa. Aprenden mucha teoría, les falta roce con el mundo real. No puedo evitar sonreír escuchando sus dudas, están debatiendo sobre el control de costes y almacén. De eso les puedo dar yo una clase, de cómo maximizar el espacio y la rotación de almacén.
Hoy pasa el revisor, nos toca cada tres días, me reconoce y ya ni me pide que le enseñe el abono transporte. Con una leve inclinación de cabeza cerramos el control.
La parada de la universidad. Una avalancha de estudiantes bajan, llenos de ilusiones, de hormonas, de ganas de vivir, de ligar, de pasarlo bien. Todos limpios, responsables y sabedores que el futuro de España estará en sus manos. Buena generación, preparada, honrada, inocente. Tienden a ir uniformados, todos de vaqueros, mayoritariamente con zapatillas de deporte, sudaderas y mochilas para llevar sus carpetas, cuadernos y algún que otro libro. Me dan envidia, yo quise trabajar, no me dio la gana estudiar, lo hice solo por fastidiar a mi padre. Mi venganza infantil hacia mi padre me salió mal. Por mi lado, perdí formación y oportunidades en la vida, por otro lado mi padre me trató bien, el pobre entendió que tenía un hijo poco capacitado echado a perder con los estudios y que debía salir adelante con trabajo, con poco porvenir. Tiró de contactos y me encontró mi primer trabajo. Me quedé solo con los estudios básicos a diferencia del resto de mi familia. Mi padre es un médico reconocido jubilado. Mis hermanos salieron adelante mejor que yo, viven en Madrid en barrios acomodados, con buenos trabajos. Yo sobrevivo en un almacén con un sueldo bajo y vivo en un pueblo más allá de las ciudades dormitorio. Ellos con sueldos altos y vida de lujo, yo con un coche de doce años que me regaló mi padre cuando se compró el nuevo hace siete años. Lo reconozco no estudié por fastidiar y el único que salió perjudicado fui yo. ¿Qué voy a hacer? Pues continuar.
Como cada día, al pasar frente a la encina de la dehesa, consulto mi reloj. Vamos adelantados un minuto, en un par de minutos llegaremos al polígono.  Me levanto para dirigirme a la puerta, en seguida estamos en la estación.
Un frenazo imprevisto, la inercia me empuja hacia adelante, llego a sujetarme en la barra vertical de milagro, no lo suficiente, termino en el suelo. Menudo porrazo me llevo en la frente.
El revisor se dirige a la cabecera del tren con paso rápido. Nos asomamos varios viajeros por la ventana. No vemos nada. El tren reanuda su marcha despacio. Entramos en la estación del polígono a la hora establecida. Me duele la frente por el golpe y noto un run-run en mi cerebro anticipo de una migraña, me las conozco y esta viene fuerte.
Padezco de migrañas, suelen ser nocturnas de las que me desvelan a las tres o cuatro de la mañana. Me recetaron una medicación muy potente después de años de seguimiento. Esta pastilla me quita el dolor unas dos horas después de ingerida, lo que no me libera es del resto de síntomas, visión periférica borrosa, lentitud mental y dolor articular, la gripe la llamo yo. Bajo del tren y noto que el dolor avanza rápidamente, busco en el bolsillo de mi cazadora la pastilla salvadora, suelo llevar una. Esta cazadora es nueva, me la regaló mi hermano en su enésimo cambio de armario. Mi ropa es de marca, de muy buena calidad gracias al capricho de mi hermano que cambia continuamente de prendas sin apenas haberlas usado. Como la cazadora, para mi es nueva, no he tenido oportunidad para guardar en su interior una pastilla, siempre llevo una. Llego a la nave de mi empresa y me dirijo directo al botiquín buscando algún calmante. Me espera un día muy largo. Paracetamol. Solo me hace cosquillas, algo es algo. Tengo que parar ese dolor. La gripe avanza con rapidez, veo un poco borroso y empiezan a molestarme las rodillas. El dolor presionante y pulsátil en mi cerebro no me permite pensar con claridad.
Informo a mi encargado que no me encuentro bien.
- Estas aquí ¿no?, pues si has llegado ponte a trabajar
Me encargo del toro mecánico con volante, me toca descargar un camión trailer lleno de pallet con cajas enormes de madera. Bajo con habilidad caja tras caja, hasta que ocurre un pequeño accidente. Mi visión está borroso producto del dolor, mi pensamiento y reflejos van más lentos. Al girar el volante para apartar el toro del camión, no mido bien el espacio y choca la caja con la estructura metálica del camión. La madera se astilla y la carga se desparrama por el suelo con estrépito. Ante mis ojos me encuentro con decenas de cajas de madera, alguna se rompe del golpe y asoma su carga. Armas. Pistolas y fusiles. El encargado se pone nervioso, me increpa. A estas alturas la migraña ha anulado mis sentidos. Me quedo paralizado hasta que me zarandea el brazo.
- Hurko, quita este trasto de en medio. Y baja vamos colocar la carga de nuevo en el pallet. Vamos.
Coloco la carga diligentemente y las dos cajas rotas las dejo para el final, para la zona superior. Regreso a mi toro para mover el pallet completo hasta su posición asignada en el almacén. Dos de las pistolas desaparecen de las cajas rotas y terminan escondidas en el mono de trabajo de Hurko. 

No sé qué hacer con ellas, tampoco sé para qué las he cogido, ha sido un gesto instintivo. Ya veré

El dueño, don Luis viene a verme durante el descanso del almuerzo a las diez de la mañana.
- Hurko, ¿podemos hablar?
Con la boca llena de mi bocadillo de chorizo asiento la cabeza mientras apresuro a masticar y tragar el trozo.
- Mira Hurko, por tu accidente has podido comprobar que tenemos un encargo especial. Necesitamos discreción por tu parte ¿eh?
- Yo no he visto nada, don Luis
- Buen chico, antes de irte a comer, pasa por mi despacho, tengo algo para ti que te ayudará con la amnesia.

El resto del turno de mañana es tranquilo, me permito el lujo de cerrar los ojos un rato, el dolor de cabeza me está matando.

D. Luis me entrega un sobre en efectivo con el equivalente a dos meses de sueldo.
- Esto es medicina para olvidar. ¿Estamos? Dentro de tres meses tendrás otro incentivo igual. ¿Lo tienes claro?

Asiento. No me atrevo a contar el dinero, al peso entiendo que son unos dos mil euros. Mucho es para mí.

- Gracias D. Luis, no es necesario
- Tenemos un trato Hurko. Quizá quieras participar en alguna carga de material especial. Un sobre como este tendrás cada vez
- Es legal ¿no?
- Déjame a mi el papeleo, tú ocúpate de hacer bien tu trabajo y no volver a romper producto. Nuestros clientes son muy celosos con este aspecto.

Al finalizar la jornada regreso a casa en tren, pienso qué hacer con el dinero y las pistolas que llevo en mi mochila. Me siento diferente, importante. Ser delincuente te hace ser más audaz y atrevido.

El tren para en la estación de la universidad, veo en el andén a Marta, la estudiante del culo bonito. Se sube en mi vagón, nos cruzamos la mirada. Me decido a saludarla.

- Hola, puedes sentarte aquí. Mientras aparto la mochila del asiento de enfrente.
- Hola. Me llamo Laura
Sonrío.
- ¿De qué te ríes?
- Me llamo Esteban aunque muchos me llaman Hurko
- ¿Hurko?
- Sí de joven tenía mucho pelo, iba con barba, melena y solía vestir de negro. Me apodaron y así se quedó
- ¿Por qué te reías?
- Por tu nombre, no es nada, disculpa. Todos los días coincidimos en el andén por la mañana las mismas personas, en mi imaginación os bauticé a cada uno. Te tocó Marta, tu cara me decía que te llamas Marta.
- Marta se llama mi madre
- Algo acerté con el nombre. Laura está muy bien, te pega también
- Vaya, gracias. ¿Y a los demás cómo los llamas?
- A la profesora, Asun
- ¿La seca? Esa se llama Emilia y no es profesora, trabaja en la biblioteca
- ¿La conoces?
- Es mi vecina
- ¡Qué casualidad! Veo que estás en la universidad. ¿Qué estudias?
- Estoy terminando la tesis para conseguir el doctorado en Economía
- También tienes bonito el cerebro. Muy completa
- ¿La tesis sobre qué la estás elaborando?
- Economía sostenible y riqueza en el tercer mundo occidental. Sobre cómo mejora la economía en los barrios pobres de las capitales y en las familias pobres gracias a la sostenibilidad.
- Sostenibilidad, qué bien suena. Y ¿cómo podemos sostenernos ambos?
- No corras tanto Caperucito
- Si nos conocemos de antiguo
- No te pases que estás casado
- Mucho sabes de mí
- Te veo todos los días de camino a la estación
- Sostenible y observadora
El tren se aproxima a nuestra estación. Nos despedimos en el andén.
- Hasta mañana Laura
- Hasta mañana Esteban

Sigo con la mirada su marcha, su perfil de espaldas me hipnotiza. Tiene un culo como para perderse.

Oigo a mi espalda.

- Esteban, cierra la boca que se te va a caer la baba

Mi mujer Gloria que me acaba de pillar revisando el culo a otra.

- Si los de tu edad para los estudiantes sois transparentes. Ni te hagas ilusiones
- Solo miraba la carta por curiosidad, en casa tengo el menú especial

La abrazo hacia mí, aunque me hace la cobra a mi intento de beso. Me ha pillado bien.

Cruzamos la plaza que hay a la salida de la estación, al llegar a la puerta de nuestra casa, bajan de una furgoneta cuatro individuos fornidos, musculosos con cadenas y bates de beisbol en las manos.

- Gloria, vete corriendo a la policía, corre.

Me interpongo entre ellos y Gloria ganado tiempo

- Hurko, Hurko, tienes algo que nos pertenece. No queremos hacer daño a tu mujercita, ni a ti. Nos ha contado don Luis que has sido tú el que rompió un para de cajas de mercancía y han desaparecido dos ejemplares. Por tu bien espero que nos lo entregues

Veo que no vienen que buenas intenciones, valoro mis opciones, decido abrir la mochila y sacar ambas pistolas. Se las acerco al cabecilla que las mira y hace un gesto a uno de sus socios para quitármelas de la mano, las revisa y hace un gesto de conformidad.

- No las he tocado, están nuevas

Me rodean los tres y empiezan a repartir golpes con los bates sin que tenga oportunidad para defenderme. Las luces de las sirenas de la Guardia Civil aparecen en la esquina, paran de golpearme y se van gritándome en jefe mientras subía a su furgoneta

- Has tenido suerte, te dejamos vivir porque las has devuelto. A la próxima nos cargamos a tu mujer y luego a ti.

Cuatro costillas rotas, tres dientes y molestias en hígado y riñones. Orino sangre durante un par de días. La próxima semana la pasaré en el hospital del Sur. He tenido suerte no paran de repetirme el personal facultativo del centro.

El último día de hospital, recibo la visita de don Luis, muestra su enfado y desilusión conmigo. Ha perdido un negocio muy rentable por mi culpa.

- Mira, la parte buena es que estamos vivos porque esta gente es muy peligrosa. La parte mala es que con la actividad habitual de obra no podemos subsistir y vamos a reducir empleo. Estás despedido Esteban, te deseo buena suerte
- No puede hacer eso, don Luis
- Lo estoy haciendo
- ¿Y si hablo con la policía?
- Te echaré a los perros esos, ya viste como te dejaron en un momento

Aguantamos ambos la mirada furiosa
- Estás despedido
- Se está equivocando, voy a ir al juez
- No vas a ir a ningún sitio
- No puede despedirme
- Claro que puedo y me voy a encargar que nadie en la comarca te contrate
- No se atreverá

Gloria llega llorando del tren de Madrid, directa al hospital.

- Me han despedido Esteban, no entiendo nada
- Creo que las explicaciones las debes pedir aquí. Interviene don Luis
- Cariño, es mi jefe, viene para decirme que también me despide
- ¿Por qué?
- Porque se lo han ordenado
- Váyase de aquí, fuera
- Señora, le estoy haciendo un favor, ya me lo agradecerá algún día

El viernes tras la comida, me dan el alta hospitalaria. Camino a casa nos cruzamos con Laura que se dirige a su casa. Nos saludamos con afecto que nota Gloria y sus celos me lo hacen pagar el resto de la tarde. 

A las diez de la noche, llaman a la puerta. Gloria sale a recibir, ante ella en la puerta, dos hombres corpulentos con traje.

- ¿Está Esteban? 
- Sí, ¿Quienes sois?

La apartan a un lado y acceden a la vivienda. Estoy tumbado en el sofá revisando los canales de televisión, cuando me sorprenden y sin mediar palabra, recibo tres disparos. 

Muerte instantánea. Fin de mi aventura mafiosa.

El viernes a las ocho de la noche funeral por Estaban Guardián López en la Parroquia del colegio. Acuden Gloria mi lejana familia y los cinco del andén. 



28.1.20

Diecisiete

- Hasta luego

Portazo. No hay manera, por mucho que se lo recuerde a diario no tiene cuidado, va por la vida aislado con sus auriculares a un volumen insano e imbuido en sus pensamientos, profundos e interesantes sin duda. Entre ellos no entra el respeto por el descanso y la paz de los vecinos. Será la edad, recuerdo que mis diecisiete fueron más o menos así. Prefiero ser práctica, armarme de paciencia y evitar ser una madre fiscalizadora, recriminadora y pesada, ya sufrí a la mía en su momento y llegué a odiarla a diario.

Recuerdo que rebuscaba en mi habitación para localizar un paquete de tabaco, me espiaba cuando hablaba con mis amigas parada en el pasillo, lo mal que disimulaba cargando ropa para dar la imagen que estaba de camino a algún armario para guardarla. Un día la pillé en el pasillo y le monté tal bulla que mi padre llegó a intervenir, me hizo comprender que no eran formas y por mucho que me molestara la actitud de mi madre, debería hacer un esfuerzo de comprensión.

- Que respete mi intimidad, ¿Es mucho pedir? A mí no se me ocurre espiaros a vosotros. La verdad es que me da igual de lo que habléis.

No me faltaba razón en montar bulla, mi madre era y es muy pesada. Nunca hemos tenido una relación cercana y de confianza, soy más de mi padre, más como él. Mi hermana Pilar es más como mi madre, pegada a ella todo el día. La visita casi a diario o la llama por teléfono. Justo lo contrario a mí. Espacio mis visitas porque no me alimentan, me generan mucha tensión y no me merece la pena. El teléfono es un instrumento que pocas veces utilizo. No me gusta dedicar tiempo a la conversación banal. Si llamo es para algo práctico y cuelgo enseguida.

Volvamos a mi príncipe, Miguel. Grande como una columna, descuidado a propósito, su existencia la llena provocando de manera silenciosa. Me gusta tener la casa ordenada y lo más limpia posible. No soy de estar con la mopa, la aspiradora y la fregona todos los días, para eso tengo ayuda en casa, me sale cara, pero la tengo. No pretendo ser un esclava de mi casa, bastante tengo con mi trabajo al que dedico demasiadas horas del día. Ser autónoma es lo que tiene, no existen los horarios. A Miguel le encanta dejar su ropa tirada por la habitación, un jersey sobre la cama, una manga del revés, la camisa en el respaldo de la silla con las dos mangas del revés, los pantalones en el suelo y los zapatos los encuentras separados, el derecho bajo la mesa girado enseñando la suela, el izquierdo acogiendo un calcetín, junto a la puerta. Su mochila del colegio en la cama, abierta con el ordenador escolar asomando media pantalla. Me he pasado meses colocándolo todo según salía de su habitación para ducharse.

Mi marido Miguel, también, tras mucho tiempo insistiendo, me ha convencido que no haga nada con su desorden.

- Si te molesta ver su caos, cierra la puerta de su habitación. Se tiene que acostumbrar él a ordenar sus cosas, a tener cuidado con la ropa. Si te encargas tú, seguirá dejándolo todo según cae al desprenderse de ello.

Me ha costado, mientras Miguel hijo se ducha de regreso del Instituto me asomo a su habitación e inicio mi nueva reacción. Cierro la puerta. No me engaño con ilusiones, tras la ducha, no solo no le molesta ver la habitación así sino que añade una toalla muy húmeda al respaldo de la silla de estudio, los calzoncillos descansan en el suelo del baño sobre la alfombra de la ducha. Empapada.

La hora de la cena se acerca, la prueba definitiva para la paciencia de ambos. Primer choque con las obligaciones de adulto para Miguel. No le preparo la cena a propósito. Sobre la encimera dejo un par de huevos, un plato, un tenedor, la tabla de la cocina, un cuchillo y preparada media cebolla, un trozo de pimiento junto a un paquete de trozos de jamón cocido. Lo siento Miguel hoy vas a empezar a ser adulto, vas a hacerte tu cena.

- Tengo hambre. Primera frase del día dedicada a mi persona.

- Tienes para tortilla y la puedes acompañar con fiambre, para ser la primera vez algo fácil.

Miguel me mira como a un extraterrestre recién aterrizado que utiliza un lenguaje desconocido. Sus ojos me taladran. No entiende nada.

- Tengo mucha hambre

- Pues hijo, está en tu mano. Empieza cuando quieras

- Pero ¿Me la tengo que hacer yo?¿Por qué?

- Ya tienes edad de ser autónomo y liberarnos de obligaciones a tu padre y a mi.

- Pues vaya 

Se va a su habitación, que se encuentra tal y como él la dejó. En un mismo movimiento se tumba en su cama mientras separa con los pies la ropa que había dejado tirada y la mochila. Se concentra en su móvil con algún vídeo de una serie de moda. Se ríe con ese sonido gutural que utiliza para dejar nota a los demás que le divierte lo que ve. En pocos minutos volverá, tiene hambre y esa sensación es más fuerte que su herido orgullo.

En diez minutos regresa, justo cuando Miguel padre está terminando de recoger la cocina.

- ¿Vas a querer cenar? Ahí tienes los instrumentos y los ingredientes para cocinar

- No sé cocinar

- Es fácil, para aprender, lo mejor que puedes hacer es pedir ayuda.

- ¿Me la haces y yo miro para aprender?

- No hijo, esto no es Youtube. Te puedo indicar cómo se hace pero vas a hacerla tú, así se aprende

Oigo la conversación con interés desde el salón, me obligo a quedarme sentada si me levanto todo lo avanzado se perderá en un instante. Nuestra obligación es enseñarle a crecer y espero que se dé cuenta de lo egoísta de su comportamiento.

La educación es un camino largo lleno de vaivenes, Miguel es un buen chico, fue cariñoso y espero que lo vuelva a ser, fue conversador y espero que lo vuelva a ser, fue amable conmigo y espero que lo vuelva a ser. Deseo que aprenda a ser autónomo, ordenado y, por favor, que pasen pronto estos años de aprendizaje para ser adulto. Quiero recuperar a mi hijo y olvidarme de esta época donde él tiene todos los derechos y yo todas las obligaciones.

Te quiero Miguel y hay días que te odio. Sí, tienes que saberlo, no siempre las madres somos las malas y las pesadas, también los hijos pueden llegar a serlo. Te quiero con toda mi alma.

Buen viaje, Joe

  Joe, simplemente Joe. Omitiendo, desde siempre, el rango familiar de tío. Recuerdo tu aterrizaje entre la familia cuando Ana, también sin ...