2.4.21

La cuarta decisión

 


El acuerdo firmado una treintena de años atrás fijaba como ineludible y de obligado cumplimiento el reencuentro para el 1 de abril de 2021. Una reunión para el contraste y el análisis de los datos.

 

En marzo de 1991, un par de días antes de la cita, Rafael Esteban recibe por correo una citación para una reunión de selección laboral el 1 de abril de 1991 en el Hotel Continental de Madrid. Por esas fechas, Rafa busca activamente trabajo, una vez licenciado de su servicio militar obligatorio antes de regresar a su puesto de trabajo en la empresa donde dedicaba las mañanas, previo a su obligado paso por el ejército, prefiere explorar el mercado en busca de nuevas oportunidades, el trabajo en la Gestoría ya lo conoce y no llega a colmar sus expectativas laborales. Concienzudo, convierte la búsqueda de trabajo en un trabajo al que dedica seis horas diarias, repasa los anuncios de oferta de empleo publicados en los periódicos de mayor tirada, escribe cartas de presentación anexando su curriculum y mueve activamente los contactos de las amistades de su padre, amigos y compañeros de la facultad. No le faltan citas para realizar pruebas de selección o entrevistas, por ahora sin mucha suerte. No llega a fructificar en un nuevo empleo. En ocasiones no interesa su perfil, en otras veces es a él a quien no le convence la empresa o el ambiente que observa y en la mayoría de las ocasiones, las empresas grandes suelen convocar procesos de selección donde la incorporación no es inmediata, crean un grupo de candidatos que van contratando en función de sus necesidades. 

 

Registra cada intento en una lista donde anota el nombre de la persona a quien envió la carta, su teléfono y resto de datos de contacto. En ocasiones contesta a su demanda otra empresa que está asociada a donde envió su curriculum. En empresas pequeñas encuentra que un mismo empresario dispone de varias sociedades, incluso en las mismas oficinas. Esto complica un poco su seguimiento de las demandas de empleo presentadas. En alguna ocasión, recibe una citación para entrevista y no tiene muy claro de dónde procede.

 

Esto le ocurre con la carta, recibida dos días antes, de la empresa Aladdin future, le llama la atención lo escueto de la redacción comparando con el resto de cartas que recibe. 

 

“Aladdin future, S.L. busca a un licenciado en Económicas, Empresariales o similar con ambición, activo, inglés fluido y libre para viajar. Remuneración alta. El proceso de entrevista se realizará el próximo 1 de abril en el Hotel Continental a las 11:15 horas.”

 

Un tanto intrigado por la entrevista, una más dentro de su agenda, de hecho, se pregunta si le dará tiempo para asistir a otra entrevista prevista a las 13:30 en Plaza de Castilla a unos veinticinco minutos en autobús. Elige sus mejores galas, el único traje que cuelga en su armario y unos zapatos, gastados por el uso, bien lustrosos a base de cepillo y betún. Su intención es destinar parte de su primer sueldo a mejorar su vestuario.

 

El Hotel Continental ofrece una apariencia moderna que le distingue de otros hoteles de lujo en la capital, más clásicos en su mobiliario y en el trato al cliente. Este hotel, más contemporáneo, sus salas están más cerca de parecer oficinas arregladas que salones de boda. Tras preguntar en Recepción, le dirigen a un sofá frente a una sala. - Saldrán a recibirle a la hora - Le informa una azafata que se aleja con movimientos hipnóticos de cadera dejando un rastro de colonia fresca de azahar que despierta el instinto animal de Rafa.

 

- ¿Rafael Esteban?

 

Le sorprende un hombre de unos cuarenta años de edad, vestido de manera informal, chaqueta de corte británico y sin corbata. Elegancia de gentelman. Se ha despistado con el culo de la azafata y le ha pillado con la guardia baja.

 

- Sí, soy yo

 

- Cautivadora ¿verdad? Carmen tiene la habilidad inconsciente para hacer que nos despistemos. Pasa por favor, adelante.

 

La entrevista, totalmente diferente a otras que está manteniendo últimamente le ofrece las condiciones en un acuerdo único al que debe decidirse a aceptar en la próxima media hora, justo el tiempo que resta hasta la llegada del próximo candidato seleccionado. Le ofrecen ser el dueño de su destino incluso le facilitan hasta en cuatro ocasiones el cambiar sus intereses de vida, cuatro oportunidades para ser feliz, cuatro vidas. Una propuesta enigmática , sin duda.

 

El entrevistador, enfundado en su imagen de caballero inglés demuestra una gran capacidad de comunicación y persuasión. Sin llegar a entrar en detalles, la oferta en términos generales resulta atractiva y con un salario muy por encima de lo habitualmente ofrecido para su nivel principiante.

 

- Rafael, es el momento de tomar la decisión. Si decides aceptar, firmamos el contrato y te presentaré al gran jefe, Gabriel. Si no te interesa, lo entenderemos. Ya te he explicado antes que no ofrecemos segundas oportunidades ni tiempo de meditación. La vida está llena de toma de decisiones y estás ante uno de esos momentos decisivos.

 

Treinta años han pasado desde aquella conversación que le abrió un camino apasionante. A la misma hora que entonces, las 11:15, sentado en un sofá similar al de entonces frente a la misma sala. Esta vez sin azafata que le acompañe, ha tenido que venir solo. Traje hecho a mano por un sastre de renombre, casi dos mil euros en paño de primera calidad, detalles de señorío, sobre unos zapatos hechos a medida. La imagen de Rafael traslada éxito y poder económico. Mueve el cuerpo transmitiendo seguridad, empaque, profesionalidad. Su eterna sonrisa le facilita mucho la cercanía a los demás, es su mejor herramienta social. Un triunfador. El deportivo estacionado en el garaje traslada de manera inequívoca que se encuentra en la élite económica y de decisión.

 

Justo a la hora convenida, atraviesa la puerta el mismo caballero inglés por quien no pasan los años, repite vestimenta. Un caso sorprendente.

 

- ¿Cómo lo haces? Estás igual.

 

- Me cuido y tengo una naturaleza privilegiada. Me alegro de verte, Rafael. Pasa por favor. Gabriel te espera.

 

- ¿Gabriel? No me lo esperaba

 

La sala, amueblada a imagen de un apartamento, tiene al fondo una cocina abierta con una mesa redonda con una capacidad para seis personas. Sobre la misma, cinco manteles individuales donde reposa un juego de platos y cubiertos. 

 

El inglés desaparece dejando a Rafael en solitario, de la cocina sale a recibirle Gabriel, recuerda que le vio el día de su firma y no ha vuelto a tener la oportunidad de coincidir con él. Al igual que con el inglés, Gabriel aparece igual, su misma figura, su misma cara, su misma vestimenta. Ni una sola arruga más en su cara. Otro al que el paso del tiempo no le cambia.

 

- Rafael, me alegro mucho de volver a verte.

 

Se acerca con paso seguro, armonía en sus movimientos y su brazo extendido con la mano abierta dispuesto para el saludo. Una sonrisa amplia, blanca y reluciente ilumina su semblante transmitiendo cercanía amigable. Gabriel es capaz de transmitir en segundos esa sensación de cercanía amistosa que te abraza hasta el arrullo emocional. Cae bien siempre, desde el primer instante. Curiosamente, junto a él todo el mundo reacciona con naturalidad olvidándose de los personajes y roles sociales que fabricamos para relacionarnos con el mundo.

 

- Estás igual, ¿Cómo lo hacéis?

 

- ¿Tu crees? El tiempo pasa para todos, no te creas. Ven siéntate, por favor. ¿Vino, café, refresco, cerveza, agua? ¿Qué te apetece?

 

- Agua está bien.

 

- Yo también me quedo con agua. Ven vamos a sentarnos

 

- ¿Esperamos a alguien?

 

- Sí, cada cosa a su tiempo. Ahora quiero aprovechar este tiempo contigo a solas ¿Cuéntame, qué tal te ha ido con nosotros durante estos treinta años?

 

- La verdad es que estoy muy satisfecho, según firmé el contrato me seleccionasteis para entrar en la más famosa consultora empresarial del mundo, con nombre de whisky escocés, donde solo acceden los curriculum mejor valorados con las notas medias más altas. Tras un par de años formándome en un equipo de trabajo, comencé a adquirir más responsabilidades y eso me permitió saltar a varias compañías, donde me fichaban para directivo de alto nivel. Fui aprendiendo de los negocios donde iba cayendo y alimentando mi experiencia profesional que me servía en la siguiente compañía donde siempre mejoré mi estatus. Ahora estoy de presidente de una de las más grandes compañías europeas en un sector donde nunca imaginé que podría trabajar. En el fondo, te reconozco que no sé de nada en concreto, sin experiencia real de la vida en los sectores que he estado liderando. Conozco procesos, procedimientos, normativa, descripción de manuales y todas esas habilidades del consultor que termina dirigiendo apoyándose en pocas personas de fiar que suelen tener el mismo perfil, técnico y poco humano. Económicamente me va muy bien y tengo mi vida resuelta para el futuro. Echo de menos contar con más amigos en mi vida y tener una mujer para compartirlo todo. Lleno de eventos culturales, deportivos y de trabajo mi existencia. Lo que no sé es por qué te cuento todo esto. No sé cómo lo haces, me tiras de la lengua. Te digo cosas que no sabe nadie de mi

 

- Es algo que me ocurre sin que haga nada al respecto. Resumiendo un poco, estás satisfecho con tu éxito económico y profesional, te sientes vacío de experiencias reales en el mundo laboral a pie de calle y no disfrutas de una vida sentimental ni de amigos

 

- Lo acabas de describir perfectamente. Así es

 

- Quisiera recordar contigo varias decisiones en tu vida. A ver qué me cuentas de ellas. Empezamos con Laura, tras tu decisión de firmar con nosotros, tu segunda decisión importante en la vida

 

- Laura, ¡Qué gran mujer! Estuve muy enamorado de ella, tanto que me planteé dejarlo todo e irme a vivir con ella. Una cara preciosa, con una mirada penetrante y unas piernas larguísimas que me abrazaban siempre. Una sonrisa perpetua y un alma limpia. Compartimos un año en Nueva York justo en mi segundo año formándome como consultor, Nuestras noches fueron intensas, aún me estremezco cuando las recuerdo. Me propuso ir a vivir a Tanzania un par de años para fundar una escuela cerca del Serengueti, su ilusión era escolarizar a los niños Masai. No podía hacerlo. Estaba justo en el inicio de mi vida profesional, en la rampa de salida al éxito y no podía permitirme perder dos años en una labor altruista.

 

- ¿No te arrepentiste?

 

- Me dolió, es cierto, era lo que tenía que hacer.

 

- Eso fue tu segunda decisión, tras elegirnos, de las cuatro que te ofrecimos. Permíteme que te presente a una persona que te gustará conocer. John ¿Puedes acercar a nuestro segundo invitado?

 

- Nunca supe que el inglés se llama John. 

 

- Tampoco se lo preguntaste ¿verdad? Te ruego te quedes sentado mientras hago las presentaciones.

 

Gabriel se acercó a la entrada repitiendo el mensaje corporal que había realizado con Rafael quien observa desde la mesa una escena calcada a la que acababa de vivir, no cae en la cuenta que no es capaz de enfocar la imagen y ve a las personas borrosas. A John, Gabriel y el nuevo invitado. Su fisonomía le recuerda un poco a él. Nota que se acercan Gabriel y el nuevo hacia la mesa, quedando John al final de la sala junto a la puerta.

 

- Rafael, mira te presento al Rafael que eligió irse con Laura. Para aclararnos, me dirigiré a ti como Primero y a él como Segundo.

 

Los ojos de Rafael acomodan su visión hasta poder identificar a Segundo, es él mismo, se reconoce las facciones, quizá tiene cinco o seis kilos más de peso, viste ropa cómoda y elegante, chaqueta Hackett con pantalones chinos claros y mocasines. La cara un poco más redonda, las mismas canas, que al tener el pelo un poco más largo se le notan más. Sienta a la derecha de Gabriel, justo enfrente de Rafael.

 

- Me fui con Laura, los dos años en Tanzania se convirtieron en seis maravillosos años. Construimos una escuela y un ambulatorio médico. Tuvimos dos hijos, niña y niño que ya terminaron la universidad y empiezan a gobernar su vida. Llegó un momento en el que nos temimos que las enfermedades o las privaciones pudieran afectar a nuestros hijos y aunque éramos muy felices en África decidimos regresar a España. Fundamos un colegio en la provincia de Cádiz y hoy está considerado como uno de los diez mejores colegios de España. Ambos damos clases y seguimos tan unidos como siempre. Tenemos una vida maravillosa, buscamos las oportunidades de cada día para estar juntos y compartir nuestro tiempo. Cada día doy gracias por la suerte que he tenido y me alegra haber tomado la decisión más importante de mi vida para poder compartir cada día con la mujer de mi vida.

 

Rafael primero escucha con interés, mientras el relato versionado por Segundo se convierte en imágenes en su cerebro, envidia sentir ese sentimiento de plenitud emocional que él no ha disfrutado desde que se separaron en el aeropuerto. 

 

Gabriel apoyando sus manos en los brazos de Primero y Segundo, corta ese flujo de imágenes y consigue que ambos Rafaeles centren su atención en él

 

- Primero, me gustaría recordar tu siguiente decisión. La escritura

 

- Es verdad, ya se me había olvidado. En Londres viví dos años tenebrosos, oscuros, lluviosos y tristes. Mi primer destino tras Nueva York, como consultor en el equipo europeo, trabajaba quince horas diarias y no tenía ni ganas para socializar. Me entretenía escribiendo historias. Me presenté a un concurso literario de novela con un pseudónimo, Peter Worder. Mi novela “Psicología de un mentiroso compulsivo” ganó el certamen, el premio gordo consistía en publicar la novela en la mayor editorial del mundo con un contrato donde te anticipaban parte de los derechos de la siguiente novela. No podía firmar ese contrato, estaba centrado en mi trabajo de consultor. Quedó en una anécdota y en que me demostré a mí mismo que tenía talento para entretener a los demás. El libro se vendió bien durante un par de meses, hasta que el mercado descubrió al siguiente novelista y mi fama fue efímera

 

- John, ¿Puedes invitar a nuestro tercer invitado?

 

Gabriel repite la escenografía anterior y acoge al nuevo invitado a quien invita a la mesa para ser presentado. Ambos Rafaeles, Primero y Segundo observan la escena, repitiéndose el mismo fenómeno de mirada borrosa.

 

- Rafaeles, os presento a Rafael, manteniendo el criterio anterior, os nombraré de manera del orden ordinario. Primero, Segundo y Tercero. Tercero es un novelista famoso con libros publicados y traducidos en más de cincuenta países. Tiene en su haber varios premios literarios entre los más reconocidos económicamente. Un libro publicado cada año. El auténtico Best Seller mundial. Sigue firmando con su pseudónimo, Peter Worder. Tercero, ¿Te importa contarnos cómo es tu vida?

 

Este nuevo Rafael tiene la misma fisonomía de los anteriores, en el peso de Segundo, con el pelo largo cuidado. Ropa de marca al estilo de Segundo, con la diferencia que calza zapatillas deportivas blancas. Un tanto bohemio prefiere la comodidad. En el bolsillo interior de su chaqueta esconde una pequeña libreta con un bolígrafo donde anota ideas que le surgen por si puede aprovecharlas en alguno de sus libros.

 

- Vivo en París, por amor. Conocí a Esperanza, una mexicana fuerte, enérgica y pasional que me atrapó para siempre. Me hace de musa y la sigo allá donde vaya. Trabaja en el Cuerpo diplomático de las Naciones Unidas y llevamos en París diez años, anteriormente hemos vivido en México, Nueva York, Madrid, Tokio y Amsterdam. Tras ganar el certamen literario firmé con la Editorial del Pingüino quien me ha acompañado durante todos estos años. Escribo en español y ellos me traducen a las principales lenguas. Me encanta escribir y compartir mi vida con Esperanza, no tenemos descendencia. Somos muy felices. Mi vida está llena de impactos culturales, viajes, una mujer pasional y consigo encontrar inspiración en nuestra vida para alimentar los personajes de mis novelas. El mes próximo presento mi último trabajo, “La última cena” un relato actual lleno de pasiones, ambiciones y corrupción.

 

Rafael Primero escucha con atención el relato del escritor y al igual que le ocurrió con Segundo, a medida que escucha su mente recibe las imágenes y los sentimientos vividos por Tercero. Siente envidia de esa vida la felicidad que traslada.

 

Gabriel invita con un gesto a John para que se les acompañe en la mesa. John distribuye por la mesa varias raciones y descorcha una botella de un excelente vino de Jerez. Un oloroso con la virtud de acompañar el alma y el cuerpo para una buena conversación.

 

- Rafael Primero. Por contrato, tienes de plazo hasta hoy para tomar una cuarta decisión. Puedes elegir cómo continuar tu vida, puedes continuar como Rafael Primero, Segundo o Tercero. Los tres sois la misma persona y tras hoy, los tres os volveréis a unir en uno solo ¿Qué vida eliges? ¿Qué Rafael deseas ser?

 

- Y ¿Qué pasa con los demás en las vidas? ¿Laura, sus hijos, Esperanza, los libros, el colegio, etc?

 

- No te preocupes, está todo pensado, seguirán sus vidas, nos ocupamos de ello. Eres un afortunado por contar con esta cuarta oportunidad para definir tu vida una vez que conoces cómo te ha ido en las anteriores. ¿Qué decides? ¿Qué Rafael quieres ser?

25.3.21

Mutualista vacunado

 



Cuatro semanas después del anuncio del proceso de vacunación para mayores de ochenta años, comienza el turno para los mutualistas atendidos por la sanidad privada. 

Los trabajadores fijos del Estado, Funcionarios, se agrupan en mutualidades en función du cuerpo y destino laboral:  MUFACE - Mutualidad General de Funcionarios Civiles del Estado- , ISFAS  - Instituto Social de las Fuerzas Armadas - y MUGEJU - Mutualidad General Judicial - 

El modelo de atención sanitaria para los Funcionarios que eligió el Estado para sus empleados fue la Sanidad Privada. Un contrasentido en sí mismo. El propio Estado privilegia la atención privada sobre la sanidad que entra en su responsabilidad, la pública. Un privilegio asistencial que disfrutan millones de Funcionarios y sus familias. Creo recordar que hace unos años esa elección pasó de ser obligatoria a convertirse en una opción donde el trabajador podía elegir entre sanidad privada o Seguridad Social. No hay color, para el día a día, la elección casi unánime es sanidad privada. ¿Deberían revisar los propios gestores de la Sanidad pública el por qué sus propios valedores eligen el modelo privado? Sonrojo me produce escuchar a políticos en activo que su única experiencia laboral ha consistido en trabajar como funcionario, en su mayoría docentes universitarios, disfrutan de servicios sanitarios privados mientras evocan “lo público” cada vez que hablan. Uno de sus mantras argumentativos que adornan su reconocible demagogia. Algo muy propio de los políticos de la izquierda, hablan con coletillas aprendidas sobre lo que desconocen. Realmente se creen que la vida es como ellas la describen, no se han parado a ver cómo es. Pero esto es otra canción, que me lío. Vuelvo al relato.

Citan con varias semanas de retraso a los mayores de ochenta mutualistas para vacunarse. Las razones del retraso es la consabida ineficacia a la que nos tiene acostumbrados el servicio público, listados incompletos, sin actualizar, envíos tardíos, teléfonos incompletos, mutualistas de avanzada edad en algunos casos dependientes de familiares que no atienden el correo recibido, etc. La vida misma.

Domingo por la mañana, mi madre recibe una llamada del área de salud de la Comunidad de Madrid para concertar cita de vacunación para el siguiente miércoles en el nuevo Hospital Enfermera Zendal. Me ofrezco como acompañante y tras revisar en el navegador del móvil los caminos recomendados para llegar hasta allí, porque el hospital está lejos de todo, enfrente de la Terminal 4 del Aeropuerto Adolfo Suarez. Una excursión.

Llegamos y ante nosotros el nuevo hospital creado por la Comunidad de Madrid para atender enfermos del coronavirus. Una obra de ingeniería sanitaria del primer nivel mundial, envidia de otros países y denostada por parte de los españoles que se oponen a todo lo que hace el contrario, aunque sea bueno. Así somos y no aprendemos. Lo primero que vemos son muchas personas descendiendo de los vehículos que les acompañan, como son mayores, acercarse lo más posible a la puerta para facilitar, en lo posible, a los ancianos el acceso al hospital.

A pie de calle, justo al inicio de la rampa de acceso, unos empleados de seguridad ordenan el tráfico de personas, concurren don grupos de vacunación, con sus accesos diferenciados y separados entre sí. Un grupo formado por  personas de todas las edades que corresponden a trabajadores de actividades esenciales por un lado y los ancianos mutualistas por el otro. La mayor parte de los mutualistas van acompañados por un familiar.

Tras subir la cuesta, toma de temperatura y tomar turno en la fila de espera donde unas cuarenta personas nos antecedecen. La fila avanza rápido, no necesitamos más de cinco minutos para acceder al interior del edificio. Muy bien organizado, con el personal muy pendiente de que todo se sienta  cómodo y atendido. Todo engrasado fluye ágil. Varios celadores ofrecen sillas para aliviar la espera a los mayores mientras guardan turno en la fila. Todos se encuentran fuertes y con ganas de inmunizarse, rechazan las sillas.

La fila plateada transmite un halo de esperanza e ilusión, tras un año .con miedo, recuperar vida es el mejor regalo para la generación que levantó este país después de la guerra. 

El acompañante debe llevar la identificación del mutualista que va a ser vacunado para, una vez inyectado, pasar por administración para inscribir en el registro de vacunados a su familiar. - Explica un celador en la puerta del hospital a cada persona - 

¿Tiene cita?¿Sí? Siga el camino de la derecha hasta la puerta que ven ahí a diez metros - Otra funcionaria organiza el flujo - 

Pase, pase - Un nuevo celador señala a los mutualistas las butacas libres para agilizar el ritmo.


En los módulos preparados para instalar varias camas hospitalarias, han repartido grupos de diez butacas separadas entre sí respetando las distancias de seguridad recomendadas para evitar la propagación del virus. En menos de un minuto una enfermera muy simpática reparte con tono amable frases para tranquilizar e informar a cada mutualista. 

¿Cuántos años tiene usted? ¡Qué ojos más bonitos tiene! ¿Es alérgica a algún medicamento? 

Con seguridad y celeridad ejecuta gestos repetidos cientos de veces, jeringuilla en la mano, dirige el pinchazo con habilidad evitando cualquier molestia al vacunado. 

Le estoy poniendo la vacuna de Moderna, en veintiocho días la llamarán para volver a pincharse la segunda dosis. Ahora quédese aquí sentada quince minutos

Informa al acompañante de la recomendación en caso de dolor o fiebre, paracetamol cada ocho días si le duele. Le señala dónde se encuentra el mostrador de loa administrativos para facilitar la documentación de la vacunada. 

En el brazo izquierdo, le preguntarán en qué brazo se ha pinchado y usted señora espérese aquí tranquila un cuarto de hora. Ahora viene su hijo. Le pego esta pegatina verde en su mascarilla para que sepamos que ya está vacunada

Doce minutos después salimos al exterior. Atravesamos la Puerta de la Alegría en dirección al coche que está estacionado a un par de manzanas de distancia.

Mi madre no dice nada mientras caminamos, noto que su respiración ha cambiado. Tiene ritmo de fiesta, de feria. Está contenta. Una vez sentada en el coche comienza a hacer planes de viajes a la playa sin caer en la cuenta que en los próximos meses no nos van a permitir salir de la Comunidad. A veces es complicado comprender que la libertad que disfrutamos en Madrid no existe en otras regiones, donde regulan más desde la prohibición. En Madrid podemos salir, trabajar, convivir, alternar y vivir con mayor desahogo, siempre respetando las medidas de protección sanitaria, por supuesto.  


Mamá ya falta poco, me extrañaría que nos permitieran salir antes de junio, ya tenemos aquí la cuarta ola. Esto del virus es como el mar, marea alta y marea baja que se alternan. Parece que ahora empieza a subir la marea cuando aún no se ha secado la arena de la orilla y comienza a inundarse. Además, casi mejor esperar un poco más, te queda un mes hasta la segunda dosis y otros quince días para alcanzar la inmunidad plena.

Se siente segura, un año después, respira sin temor.

Bendita vacuna

21.3.21

La botella de Pepsi-Cola

 




Mañana con escarcha, de los primeros amaneceres fríos del otoño, día luminoso con el cielo azul apenas rasgado por unas pocas hileras de nubes altas semejantes a las que provocan los aviones a su paso por las capas más frías de la atmósfera. Un día bonito, tirando a frío como marca el calendario. 

La cita, junto con otros voluntarios del BBVA con inquietudes medioambientales y sus familias, es a las nueve de la mañana. La actividad tiene tirón, el clima acompaña y el lugar es de fácil desplazamiento desde la ciudad. Nos juntamos ochenta participantes, animosos e impacientes por realizar una actividad al aire libre en compañía de nuestros hijos.

Formamos tres grupos de trabajo, un grupo con los niños menores de quince años que en compañía de varios voluntarios realizan labores de búsqueda de piedras del tamaño del puño de un adulto, más adelante, necesitaremos las piedras para marcar los bordes de la senda que están formando uno de los grupos de padres. Los adultos forman dos equipos, el que construye la senda y los que cavan con ritmo en lo que parece un antiguo lavadero. Trabajos físicos para los que el Ayuntamiento nos cede picos, palas, azadas, carretillas y otras herramientas.

El grupo de niños es numeroso y variopinto, coinciden adolescentes con niños de guardería. El trabajo de los niños es más aburrido, buscar piedras, mientras observan el ritmo y el ambiente del grupo de los padres con interés. Nuestros hijos desertan de su grupo y se acercan al grupo de padres, quieren ayudar como los mayores, su iniciada adolescencia les impulsa a otras actividades, les atrae más la compañía adulta que los numerosos, hoy, niños más pequeños de cuatro o cinco años. 

El trabajo es duro, consiste en picar un suelo arcilloso compacto y frío. Los adultos comienzan a rotar con el pico y la pala. Un día de ayuda como voluntario de medio ambiente se ha convertido en un día duro de trabajo de albañil, algo a lo que ninguno estamos acostumbrados. Las agujetas propias de los oficinistas lejanos a la actividad física, nos recordarán en los próximos días la actividad de este sábado.

Aprovechando las rotaciones y las deserciones entre los mayores, cansados por tanto esfuerzo, aceptan encantados el relevo los chicos de doce años, comienzan con ánimo a levantar las azadas para remover la tierra que deben desalojar de lo que empieza a vislumbrase como una pequeña piscina construida de ladrillo, piedra y cemento. Efectivamente había un lavadero antiguo que se alimentaba del agua del río. El ánimo juvenil les hace superar la dureza del trabajo, desde fuera observaron la acción y consideraron que era divertido, una vez integrados en el ritmo de trabajo adulto notan que es cansado, sus ojos manifiestan su sorpresa. Por supuesto no van a admitir y mucho menos van a permitir que se les note, van a aguantar su turno al mismo ritmo de los mayores. Ni de coña vuelven con los niños. 

La tierra resulta ser barro compacto y húmedo, al encontrar pocos elementos duros como piedras, ramas caídas o cascotes de la edificación anexa que está casi derruida, la extracción resulta ser más sencilla, pesada, sí. También fácil de ejecutar. Una mirada de doce años cambia de concentración a curiosidad. Un sonido diferente alerta al chaval, maneja la azada con cuidado, ha encontrado algo duro enterrado entre el lodo compacto. Con habilidad mueve la azada con movimientos breves, despejando de lodo oscuro su zona de impacto. Rasca alrededor del objeto duro. Su mirada sigue hablando. Su curiosidad evoluciona al interés. ¡Una botella!. Utiliza las manos para arrancar del lodo su trofeo. 

Papá, mira qué he encontrado. Una botella. 

¿Enterrada? 

Sí, estaba a un metro de profundidad más o menos. Voy a lavarla en el río.

Tras un rato limpiando el vidrio por fuera y sobre todo por dentro, llena que estaba, descubre una botella de vidrio transparente con letras de color blanco. Regresa hacia su padre orgulloso de su trofeo encontrado. Son esos momentos durante la adolescencia en los que estando en una actividad adulta, recuperan su inocencia infantil. Esos momentos que los padres agradecemos porque recuperamos nuestra presencia carnal, tras semanas de existencia transparente para nuestros hijos. Por unos minutos te haces visible para ellos. Unos minutos que te llenan para todo el día. 

Vaya, si es una botella de Pepsi-Cola de las que había cuando yo era pequeño. Esta botella puede tener casi cuarenta años. Mira el tamaño y el grosor del vídrio. Sin etiquetas de papel. 

Las botellas se rotulaban directamente en el vidrio. Una vez se consumía la bebida, el envase se devolvía para volver a ser utilizado por la embotelladora en un ciclo mucho más ecológico que el actual, de usar y tirar. Parece que el ahorro de costes se impuso a la lógica más saludable para el planeta.

Me la quiero quedar. 

Claro, hijo

La botella de Pepsi adorna su habitación desde entonces, ese niño, ahora  adulto, conserva su trofeo en recuerdo de un día de trabajo como voluntario. En realidad es el trofeo del día que pasó de la infancia al inicio de la madurez. Como padre, me gusta ver esa botella cada vez que entro en su habitación. Para mí es el signo que recuerda las emociones de esa época, señal de un día que no fui invisible para él. 

Me recuerda que un padre siempre está cerca, incluso cuando es invisible.

5.3.21

Primera muerte - Relato incluido en mi nuevo libro "Primera vez"

 



15 de abril de 1980. Quince años. Demasiado pronto. Muy joven. Una injusticia. Pablo se fue, nos dejó.

Mi alma doliente no se acostumbró a tu ausencia hasta un par de años después. Es cruel perder a tu mejor amigo. Nada te prepara para ese dolor, para ese vacío.

Su ilusión fue siempre el afán de superación. Con una cabeza privilegiada, propia de una persona cabal y lógica, nunca se dio por vencido. Su lema personal era: el que la sigue la consigue. Quería llegar a lo más alto en el escultismo, ser nombrado Caballero Scout. Tras pasar todas las pruebas de habilidad y conocimiento necesarias se preparó de manera concienzuda para la última, una marcha en solitario durante veinticuatro horas por la Sierra de Ávila.

Navaluenga fue tu final, Pablo. Esa prueba de supervivencia resultó ser demasiado para ti, un mal paso con tu visión limitada, el pasto alto y resbaladizo. Mala suerte.

Más de doscientas personas salieron a buscarte en el momento en que los responsables del Grupo Scout dieron la voz de alarma por tu desaparición. Un helicóptero del Servicio Aéreo de Rescate (SAR) y varios coches de la Guardia Civil apoyaron las labores de búsqueda. Tardaron varios días en encontrarte. Una espesa niebla, en el inicio de la primavera en la Sierra de Gredos, dificultó la posibilidad del rescate.

Pasaste de ser mi amigo a un foco mediático. Hijo de un conocido diputado, tu desaparición disparó el interés de los medios. Un periodista me localizó preguntando por el barrio, todos sabían que éramos... que somos amigos. Me preguntaste, me pediste unas fotos prestadas: «Mañana te las devuelvo», me dijiste. Me las robaste, nunca las recuperé, no me quedaron fotos contigo, solo una en grupo y de lejos. Periodista ladrón, en ningún momento pensaste en mis sentimientos, solo en tu noticia, en tu interés. Ladrón, me robaste mis fotos. Los negativos, debido al desorden que me invadió durante unos meses, se perdieron.

Mi colegio, un gran colegio, muy lleno de niños, todos varones en aquellas fechas, con siete clases por curso, se me hizo muy grande. Recibí el pésame de muchos compañeros y profesores, alguno hasta se preocupó por mí durante un par de semanas. Mi temperamento frío y distante, herencia familiar, aisló el dolor en una cápsula dentro de mi corazón, no permití que los demás pudieran entrever una debilidad en mí.

A las pocas semanas, la vida seguía, ya se había olvidado. Mi dolor se quedó. Alguna noche lloré en silencio recordándote, amigo del alma. Me reproché alguna discusión sin importancia que recordaba, algún accidente. Con el tiempo también recordé los buenos momentos, las excursiones, las noches compartidas al calor de una buena hoguera. Pablo, tú me hacías fuerte, eras mi apoyo visible, nos necesitábamos, nos compenetrábamos.

Nació el Buitre, te ganaste el mote por tu forma de sentarte, siempre con una rodilla a la altura de la cabeza.

Me tuve que hacer fuerte solo, ya no estabas a mi lado. Hay otros amigos y vinieron más. Algunos de ellos, comunes contigo, los mantengo, un milagro tras cuarenta años. Han pasado muchos años y te sigo echando de menos.

El mundo perdió a una buena persona que nos habría ayudado a todos a mejorarlo.

Pablo, el Buitre, no te olvido.

27.2.21

PRIMER ATLETI. Incluido en mi nuevo libro: PRIMERA VEZ

 



Anticipo del nuevo libro: PRIMERA VEZ.

Pueden adquirir ejemplares en Amazon o contactando con el autor aquellos que prefieran ejemplares firmados o dedicados. Existen formato papel y digital.


Primer Atleti

Triste día de final de mes, un 30 de octubre de 1993 con frío y tonos en gris amenazantes de lluvia e incluso nieve. Diego no para quieto en ningún momento, está muy

nervioso. Ha llegado el día esperado; ni la lluvia ni la nieve más inoportunas le van a privar de ir a ver a su Atleti esa tarde.

La jornada se hace larga, los minutos pasan muy lentos. Como si no fueran de sesenta segundos, ese día los minutos duran cien, doscientos. La comida, preparada con cariño por su madre, huele muy bien. Su plato preferido es el elegido para degustarlo ese día, ¡su día con mayúsculas! Se trata de lenguado en salsa verde y patatas panaderas. Pero el estómago de Diego está cerrado, no puede con todo. Por primera vez en la vida no termina aquel plato. Su madre arquea una ceja, no quiere preocuparse y lo achaca a los nervios. Le conoce y se queda vigilante.

Las seis y Diego lleva preparado ya más de una hora. Ha elegido la camiseta rojiblanca con el nueve y con su nombre impreso en la espalda, un regalo de Reyes. Le está grande, cosa que agradece, así puede lucirla sobre el jersey. Solo queda tapada por el abrigo y por la bufanda de lana roja y blanca tejida por la abuela Luisa.

Doce años, tres meses... y el día más importante de su vida. Cruza la puerta junto a su padre, Miguel. Orgulloso de su hijo, quiso darle la sorpresa de un partido de liga en el Calderón. Miguel no es del Atleti, huele a vikingo por los cuatro costados, es el único madridista en la familia. Pero este sábado es simplemente el padre de Diego, se le ve nervioso, más silencioso de lo habitual, desea que su hijo sea feliz, desea que gane el Atleti.

Viajan en metro. Miguel, por acompañar a Diego, luce una bufanda rojiblanca propiedad de su suegro Diego, socio desde que nació. El calor del metro obliga a descolgar los abrigos. Con una mano en la barra del vagón, la izquierda la utilizan para sujetar su prenda gruesa. Tras casi una hora de viaje, llegan por fin a la estación de Pirámides. Se le antoja estrecha y pequeña, a duras penas puede esta engullir a todos los aficionados que salen apresuradamente de los vagones buscando la calle, aire fresco y menos viciado.

Algunos aficionados cantan el himno del club, otros jalean acompañando. Cuando salen a la plaza ya es noche cerrada en el exterior, los días de otoño son cada vez más cortos, se nota que se hace más tarde. Aunque Diego es más de luz, más del día, este sábado para él no se pone el sol. Se ajusta el abrigo y la bufanda, siente el cambio de temperatura.

Hacen parada en un puesto de venta de chucherías. Miguel compra una botella de agua y una bolsa de pipas. Han llegado con tiempo, su intención es pasar por la tienda del club. Tiene las pupilas tan abiertas que no cabe en sí de gozo. Allí admira equipaciones, complementos, balones, botas, juegos de mesa y hasta albornoces; todo con el escudo del club. Es observado por Miguel, que se siente generoso y está dispuesto a redondear la sorpresa con un regalo de recuerdo. Diego no se decide, da vueltas por la tienda igual que un marchante de arte en una sala de exposiciones.

Un instante le delata con ese brillo en la mirada... esa alegría al final de sus ojos marrones. Se trata de una tarjeta con la foto de su ídolo, Caminero, y firmada. Las miradas de padre e hijo se cruzan un instante y Miguel asiente mientras sonríe; Diego le sale muy barato, se conforma con poca cosa. Guarda la foto en el bolsillo interior de su abrigo, Diego está seguro de que le dará suerte en el partido. Miguel sujeta el brazo izquierdo de su hijo para luego mantenerse, juntos, entre todas aquellas personas. Es día grande, el campo se va a llenar.

Atlético de Madrid-Barcelona, partidazo: el Barcelona de Koeman, Guardiola, Romario, Bakero, Zubizarreta, todos unos cracs; el Atleti, apañado con coraje y corazón, como dicta su himno.

Miguel localiza la puerta que les corresponde, ha conseguido que le preste su abono, y el de un «amigo vecino», su suegro. Su suegro no tiene el corazón como para soportar un partido contra en Barça y, si es para su nieto, todo son facilidades.

―Solo espero que un madridista como tú no le gafe la ilusión al niño ―le recordó cuando le dejó los carnés.

Las localidades son muy buenas, están en la zona que tiene acceso por la M-30. A cubierto, por si decide llover; a la altura del palco presidencial, justo encima del banquillo local. Diego no deja detalle sin escrutar, disfruta hasta del calentamiento previo de los jugadores.

―Mira, papá, ahí están los titulares. Allí, los suplentes.

Los atléticos lucen camisetas de algodón, con manga larga y cuello. A todos le viene grande, es la moda, se trata del mismo modelo que lleva Diego.

―¿Eres el nieto de Diego? A ver si nos traes suerte hoy ―comentó un aficionado de la fila anterior. 

El partido empieza vibrante, con dominio alterno. Se nota al Barcelona mejor posicionado y con grandes jugadores. Seguros y orgullosos, defienden la primera posición en la clasificación de la Liga. El Atleti es peleón, no deja de ser un equipo de media tabla; los décimos y con una plantilla apañada sin grandes estrellas, un equipo preparado para correr en velocidad y jugar a la contra.

A los diez minutos entra el primero del Barcelona. Romario se ha marchado de Solozábal con una habilidad propia de un genio del balón. En media hora Romario marca tres goles y estrellado un balón en el larguero. Pinta mal. Miguel mira a Diego preocupado por su posible desilusión. Diego sigue animando y vibrando con cada jugada de su equipo. Festeja los saques de esquina como previos a gol, corea los cánticos de los animadores del fondo, incansables, sin desfallecer por el resultado adverso ni por la temperatura fría de la noche.

En el descanso los bocadillos de chorizo que les ha preparado su madre vuelan. Esta le dijo:

―Te los voy a hacer de chorizo, así es un bocadillo rojiblanco. Si quieres, a tu padre le dejo solo la miga en blanco.

―No, mamá, hoy papá es del Atleti.

Los bocadillos vuelan mientras calienta Kiko. Y la segunda parte empieza con presión atlética y en dos minutos Kosecki inaugura el marcador local. El campo es una olla a presión, todos animan, mucha es la distancia en el marcador, hay fe en los chicos.

La falta lejana disparada por Pedro, con mucha fuerza, se cuela entre las manos de Zubizarreta. Veintipocos minutos y marca el segundo gol. Se abre la puerta de la esperanza en una afición que anima ahora más fuerte si cabe.

A la media hora un nuevo tanto de Kosecki empata el partido. Solo en ese momento los nervios traicionan, durante unos minutos, a Diego. Tras la expulsión de Pirri su ánimo se viene un poco abajo. La inseguridad y el tremendismo colchonero hacen mella en su fe. El «fondo» sigue animando sin parar. Diego siente la mano de su padre en la rodilla; la está moviendo constantemente con un gesto inconsciente, no es para menos, hemos empatado con el Barcelona.

Faltan dos minutos, el acoso del Barcelona es incesante, un balón es rechazado y sale corriendo, veloz, es Kosecki hacia la portería rival. Le acompaña a su izquierda Caminero, que recibe el pase y remata cruzando para evitar la salida del portero... ¡Gol!

―¡Gol... gol!
―De Caminero, hijo.
―¡Gol...!

Se abrazan padre e hijo. Hace años que ambos no se abrazaban; crecer tiene como condicionante que abandonas el roce con tu padre. Ese momento vale oro. Diego es feliz. Gol de Caminero, gol de su Atleti, gol para ganar al Barcelona. Siente el calor de su padre, lo echaba de menos.

Para Miguel es un instante de felicidad, ha merecido la pena ir al fútbol. Ese abrazo de Diego significa mucho, muchísimo. Se compromete a buscar oportunidades para compartir tiempo con él. «Y si hay que hacerse del Atleti, se hace uno del Atleti». Además, le ha gustado cómo juega el equipo, cómo lucha, cómo se anima en este campo; qué diferencia con el otro.

Besó en la frente a Diego, que le miró sorprendido mientras seguía saltando como loco.

―¡Gol de Caminero! ¡Gol!

La vuelta a casa la hacen en una nube. No importa el calor del metro ni lo abarrotado que va, tampoco el hambre le recuerda que casi no había comido hasta ahora. Sentado en el vagón, Diego mira a su padre, que acaricia la bufanda del Atleti.

―¿Sabes, Diego?, me he convencido, es mi primera vez también. Soy del Atleti.

20.2.21

Boda entre infieles

 



El día de la boda se notó entre los invitados las diferencias sociales y de ambiente entre ambas familias. Los Porras mayoritariamente son extrovertidos, charlatanes, vociferantes, descuidados en su apariencia lucen una elegancia desgastada cuidadosamente buscada, ropa de marca con tendencia a lucir con una talla más amplia y sin planchar. Una forma estudiada para aparentar que mantienen intactos sus orígenes humildes de obreros que sacaron adelante sus familias con mucho trabajo, solidaridad, apoyo ente ellos y mucho sentido común. Estiraban la vida de su ropa y calzado esmerándose en su conservación, insistieron a sus hijos por el camino del estudio en la esperanza que les abriera a un futuro con una vida menos dura que la de sus padres. Emigraron desde provincias periféricas donde abrirse camino es mucho más complicado por la falta de oportunidades y el dominio de la economía que disfrutan unos pocos limitando las opciones del resto ajeno a su círculo cercano. Los Macas presos de la imagen, todos impolutos en sus trajes y vestidos de diseño italiano, color negro predominante, gafas de sol y olor a perfume caro. Evitan bailar para no arrugar su imagen, hablan en susurros y te juzgan con la mirada. De tradición dirigente, durante generaciones siempre han vivido cerca del poder y las influencias. Consejeros, directivos y dirigentes de las principales empresas del país. Sus negocios siempre salen triunfantes gracias a sus relaciones personales.

Pedro Maca y Pablo Porras unieron sus vidas en una ceremonia en apariencia austera. Se excedieron en el número de invitados para darse importancia, repitieron costumbres criticadas por ellos de las familias dirigentes y aristocráticas, el exceso. 486 personas acudieron a la celebración del enlace, la fiesta más grande de las que se recuerdan en el salón de bodas contratado a las afueras de la capital. 

Pedro, cuida los detalles, le gusta salir bien en las fotos, trabajar lo que se dice trabajar, poco, su principal mérito es avanzar en la vida sin sudar ni romper nada, su habilidad es aprovechar el trabajo ajeno, apropiarse de las ideas y ponerle su cara guapa haciendo creer a todos que es un genio. Huye de los problemas y jamás se compromete con nadie y mucho menos para salvarle de sus dificultades no vayan a salpicarle. Seguramente pasará a la historia como un dirigente que nunca se equivocó de acción, si le juzgaran por la inacción su sentencia sería demoledora por mucha habilidad para disimular y desviar la atención que demuestre. Un observador externo de un país vecino le define como la única persona que es capaz de excusarse en causas externas y salir indemne solo porque tiene una bonita cara y dura, muy dura. Pedro es guapo, cuida su imagen hasta el punto de teñirse o desteñirse las canas en función del mensaje que quiere transmitir. Se le ha visto maquillarse ojeras para dar la impresión que se desvive por los demás y trabaja más que nadie. Sus discursos memorizados le convierten en un busto parlante, se limita a repetir los que le dicta su reducido grupo de consejeros que le preparan lo que decir y hacer en cada momento. Un perfecto equipo de marketing. Le falta espontaneidad, siempre habla con dos días de retraso cuando aparecen los problemas y si hay datos positivos no duda en apropiarse de ellos e incluso hacerse la foto. Un perfecto maniquí dirigido desde la sombra por mentes preparadas para sacar provecho de la imagen, hablar sin decir nada y ganar por aburrimiento aprovechando despistes o fallos de sus rivales. No le pidas planes reales de crecimiento, ni capacidad de convencimiento entre sus iguales. Se siente cómodo en el mundo de las medias verdades, de la sonrisa a la cámara y repitiendo consignas vacías con cara afectada. Transmite con la disimulada pasión de un telepredicador, siempre diciendo a los demás lo que supone que quieren escuchar, utilizando bonitas palabras y sobre todo decir lo que se debe hacer. Él nunca dará ejemplo por hacer solo por decir. Culpabiliza a los demás de los fallos, los problemas son siempre por errores de otros, él nunca se equivoca, será porque nunca hace nada. Tiene patente de corso por su cara bonita y su discurso taimado, hasta que se le gaste el encanto. Algún día será desenmascarado. Pedro es el aceite flotante. Por su naturaleza aprovechada y alejada del esfuerzo, es infiel a todo, a las ideas, a los conflictos, al esfuerzo, a las relaciones. Solo existe un ser en su universo, él mismo. Solo él.

Pablo Porras lleno de contradicciones programáticas, de discurso fácil lleno de consignas grandilocuentes en un intento de llenar de argumentos sus proclamas llenas de falsas promesas de igualdad, lucha de clases, revolución, derechos a cambio de nada, agenda social y eslóganes de culto entre los desfavorecidos. Seguidor de la cultura soviética dirigente, haz lo que quieras, vístelo como quieras, rodéate de fieles sumisos y aprópiate de los lujos y beneficios de los ricos manteniendo la apariencia de seguir siendo pobre. El perfecto ejemplo comunista del lo mío es mío y lo tuyo es nuestro. Critica a los ricos por serlo, a las empresas por ganar dinero y por emplear a trabajadores, proclama el derecho a vivir subvencionado sin esfuerzo ni trabajo, incita a la revolución porque en el lío gana. Cuanto peor estén las cosas, mejor le van las cosas a Pablo. Un mundo lleno de lucha, desigualdad y marginalidad solo por elevarle a él al púlpito de los elegidos, proclamar discursos vacíos de razón aliñados con citas históricamente creídas por los suyos igual que los versículos de los textos sagrados se admiten como única razón válida para los creyentes menos críticos con la supuesta única verdad. Infiel como Pedro, muy pagado de sí mismo, su imagen personal es desaliñada a propósito, feo, encorvado con mucha labia, tanta que es capaz de seducir a los más cercanos. En su vida se ha aupado sucesivamente en diferentes parejas a las que ha abandonado sin miramientos una vez que había logrado sus servicios. Le utilizan los ambiciosos de poder sin responsabilidad, los que gustan de disfrutar de beneficios solo al alcance de unos pocos sin tener que pagar por ellos. Se rodea de una cohorte de bien alimentados sin escrúpulos, en manada tienen fuerza, por separado no mantienen una conversación inteligente pues patinan por su componente ideológico que empapa su razón sin convencer a su intelecto. Robots vacíos que repiten consignas y aspirar a vivir igual o mejor que a los que critican por envidia. Desean lo que ven sin valorar el esfuerzo y la dedicación que necesitaron hasta conseguir su posición. 

Durante los últimos tres años, Pablo y Pedro han definido a la perfección lo que es una relación sin confianza mutua, sin intereses comunes y donde solo les une la ambición de poder y de fastidiar al contrario. Construyen una unión para ir a la contra más que una alianza con un plan de mejora y crecimiento. Dos personas egocéntricas, narcisistas, infieles y con tendencia a mentir y tergiversar la realidad para amoldarla a sus intereses. Su relación se ha caracterizado por la intermitencia, épocas de unión y compañerismo seguidas de épocas de luchas internas, alejamiento e infidelidad. 

Tras muchas dudas, decidieron unir sus destinos. Las primeras entregas de su trabajo en común son poco esperanzadoras, la economía con la mayor caída conocida en tiempos de paz y comparando mucho peor que la de los vecinos, tasas de desempleo con datos cada vez más preocupantes, deuda pública en máximos históricos, problemas territoriales permanentes que no saben solucionar porque se relacionan con aprovechados y mentirosos como ellos con intereses opuestos, sin liderazgo para evitar equivocarse en la lucha contra la pandemia, errando por omisión. Pero ya sabemos que la culpa la tienen los españoles por salir a la calle, Europa por tardar en enviar vacunas, las Comunidades por no tomar decisiones. La culpa es de los otros, siempre de los otros.

Estos días, de nuevo, están de morros ente ellos. El guapo se esconde para que no le pregunten y solo se atreve a salir del castillo para visitar a amigos en Extremadura y el feo también se oculta después de haber tirado la piedra no vaya a ser que alguien le recuerde que la actuación de él y sus amigos recuerda mucho a la irresponsabilidad de un recién descabalgado dirigente mundial que jugando a movilizar las protestas le terminaron por alcanzarle. 

¿Cuándo hacen más mal? ¿Cuando están juntos o cuando se separan? Son infieles y como a todos los infieles, cuando les pillan, lo niegan hasta generar duda en el contrario. Ellos no han sido. La culpa es de los otros. Se volverán a unir para continuar con su camino de destrucción arrasando el futuro de todos por su inacción.

En democracia, gobiernan los más votados. Tenemos lo que nos merecemos como sociedad. Los culpables, sin duda, son ellos. Y por un momento les voy a dar la razón utilizando uno de sus argumentos, sí, los responsables no son ellos: somos nosotros por elegirles a ellos. 

Que se divorcien, nos irá mejor a todos. Quiero volver a votar no me gusta lo que están haciendo. El problema que veo es que no hay dónde elegir, los de enfrente no son mejores. España elige entre infieles y mediocres. ¡Qué plan!

Buen viaje, Joe

  Joe, simplemente Joe. Omitiendo, desde siempre, el rango familiar de tío. Recuerdo tu aterrizaje entre la familia cuando Ana, también sin ...